Nota
bibliográfica:
Es la lección inaugural
pronunciada por Durkheim cuando tomó posesión de su cátedra en la Sorbona, en
1902. Fue publicada en la “Revista de Metafísica y Moral”, número de enero de
1903. Todas las citas de esta ficha corresponden a la traducción española
realizada por Janine Muls de Liarás: Durkheim, Emile. (1996). Educación y pedagogía. Barcelona:
Península. (pp. 95-116).
Durkheim mostró siempre un
gran interés por los temas de la educación. No es este el lugar para
desarrollar el papel que jugaba aquellos en su teoría sociológica, ni tampoco
para reseñar su contribución al desarrollo de la Sociología de la Educación.
Basta con decir que la educación era fundamental en el proyecto
teórico-político de Durkheim, pues concebía a ésta como un vehículo fundamental
para inculcar los valores y las normas de la sociedad a las jóvenes
generaciones. En otras palabras, mediante la educación podían crearse las
condiciones necesarias para la estabilidad de la sociedad capitalista.
En este texto hay dos
cuestiones centrales. Por un lado, la concepción del carácter social de la
educación, eje del pensamiento durkheimiano. Por otro lado, la delimitación del
campo específico de la Sociología de la Educación respecto a otras disciplinas,
como la Pedagogía y la Psicología.
Durkheim comienza
discutiendo la concepción de la Pedagogía acerca de la educación:
“Hasta
estos últimos años (…) los pedagogos modernos estaban casi unánimemente de
acuerdo para ver en la educación una cosa eminentemente individual y para
hacer, por consiguiente, de la pedagogía un corolario inmediato y directo
puramente de la psicología. Tanto para Kant como para Mill, para Herbart como
para Spencer, la educación tendría ante todo por objeto el realizar en cada
individuo, pero llevándolos hasta su mayor grado de perfección posible, los
atributos constitutivos de la especie humana en general. Se planteaba como una
verdad de evidencia que existe una educación, y tan sólo una que, con exclusión
de cualquier otra, conviene indiferentemente a todos los hombres sean cuales
sean los condicionamientos históricos y sociales de los que dependen éstos, y
es este ideal abstracto y único que los teorizantes de la educación se
proponían determinar. Se admitía que hay una
naturaleza humana, cuyas formas y propiedades son determinables de una vez para
siempre, y el problema pedagógico consistía en investigar de qué forma la
acción educacional debe ejercerse sobre la naturaleza humana definida de esta
suerte.” (p. 97).
La crítica durkheimiana constituye
un caso particular de la discusión del individualismo metodológico emprendida
por Durkheim en Las reglas del método
sociológico. En su opinión, el error central de la pedagogía tradicional
radicaba en su individualismo esencialista, basada en la creencia en la
existencia de una naturaleza humana ahistórica e inmutable.
Durkheim resume así el
individualismo de esta pedagogía:
“El
educador no tendría (…) nada de esencial que añadir a la obra de la naturaleza.
No crearía nada nuevo. Su papel se limitaría a impedir que esas virtualidades
existentes se atrofien debido a la inacción, o se desvíen de sus cauces
normales, o se desarrollen con demasiada lentitud. Partiendo de esta base, los
condicionamientos de tiempo y de lugar, el estado en que se encuentra el medio
social pierden todo interés para la pedagogía. (…) Lo que realmente importa es su
naturaleza. Y la ciencia que tiene por objeto describir y explicar el hombre
individual es, precisamente, la psicología.” (p. 98).
Si se acepta la tesis de que
la educación es un asunto individual, la pedagogía debe apoyarse en la
psicología, pues ésta última es la que se encuentra en condiciones de
establecer en qué consiste la naturaleza humana. Vista con atención, la
pedagogía sigue el mismo esquema que la economía clásica, que funda su
explicación de los mecanismos del mercado en las tendencias inherentes a la
naturaleza humana (por ejemplo, el egoísmo como factor que promueve la
competencia).
La fundación de la Sociología
de la Educación requiere, por tanto, la refutación del esquema individualista
enunciado en los párrafos precedentes. Durkheim lleva adelante esta tarea
afirmando el carácter social de la educación.
Ante todo, sostiene que,
“No
tan sólo es la sociedad la que ha elevado el tipo humano al rango de modelo que
el educador debe esforzarse en reproducir, sino que también es ella la que lo
modela y lo modela según sus necesidades. Pues, es un error pensar que esté
incluido por entero en la constitución natural del hombre, que tan sólo baste
descubrirlo en ésta a través de una observación metódica (…). El hombre que la
educación debe plasmar dentro de nosotros, no es el hombre tal como la
naturaleza lo ha creado, sino como la sociedad quiere que sea; y lo quiere tal
como lo requiere su economía interna.” (p. 104).
Al revés de lo que piensan
los individualistas metodológicos, la educación responde a las necesidades de
la sociedad y no a una supuesta esencia humana inmutable y válida para todos
los tiempos.
“En resumidas
cuentas, muy lejos de que la educación tenga por objetivo único o principal al
individuo y sus intereses, ante todo es el medio a través del cual la sociedad
renueva de continuo los condicionamientos de su propia existencia.” (p. 106).
Luego de ajustar cuentas con
el enfoque individualista, pasa a formular su concepción del carácter social de
la educación. Según la misma, la educación tiene dos finalidades principales. Por
un lado, tiene que respetar la división del trabajo existente, formando los
especialistas necesarios para cubrir los puestos de dicha división:
“Es
la sociedad la que, para poder subsistir, necesita que el trabajo se reparta
entre sus miembros y se reparta entre ellos de tal forma y no de tal otra. Éste
es el motivo por el cual la sociedad se preocupa de preparar, a través de la
educación, los trabajadores especializados de quienes está necesitada. Por consiguiente, es para ella y
también es por ella que la educación se ha ido diversificando de esta guisa.”
(p. 100).
Por otra parte, la educación
tiene que cumplir la función de inculcar en las nuevas generaciones las ideas
compartidas por los miembros de la sociedad (en términos marxistas, la
ideología dominante en esa sociedad):
“La
sociedad no puede vivir más que si existe entre sus miembros una homogeneidad
suficiente. La educación perpetúa y refuerza dicha homogeneidad inculcando por
adelantado en la mente del niño las similitudes esenciales que supone la vida
colectiva.” (p. 106).
En síntesis, la educación
combina la formación especializada, necesaria para reproducir los saberes y
habilidades requeridos por la producción capitalista, con la inculcación de una
ideología común a todos los miembros de la sociedad. La educación es, por
tanto, una y múltiple:
“De
no existir una cierta diversidad, toda cooperación resultaría imposible. La
educación asegura la persistencia de esa diversidad necesaria diversificándose
ella misma y especializándose. Consiste, pues, bajo uno u otro de esos
aspectos, en una socialización metódica de la joven generación. (…) [El ser
social constituye el conjunto] un sistema de ideas, de sentimientos, de
costumbres, que expresan en nosotros, no nuestra personalidad, sino el grupo o
los grupos diferentes a los que pertenecemos; tales son las creencias religiosas,
las creencias y las prácticas morales, las tradiciones nacionales o
profesionales, las opiniones colectivas de todo tipo. (…) Crear ese ser
[social] en cada uno de nosotros, ésta es la meta de la educación.” (p. 106).
El ser social es, por
supuesto, la encarnación de la ideología de la clase dominante en la sociedad,
aunque Durkheim estaría en desacuerdo con esta afirmación. No obstante, la
concepción de la educación como una y múltiple permite aclarar la cuestión del
papel de la educación en la reproducción social y obliga a pensar mejor las
cosas a los apóstoles de la educación “transformadora” en todas sus variantes.
A partir de la dilucidación
del papel social de la educación, Durkheim pasa al tema de la determinación del
campo específico de la sociología de la educación, demarcándolo de la
pedagogía.
Aquí establece una
distinción respecto a la determinación de los fines y la elección de los medios
de la educación. En el primer caso, “el papel de la sociología resulta
preponderante” (p. 111). En el segundo caso, reconoce que la psicología “recobra
sus derechos”:
“Si
bien el ideal pedagógico expresa ante todo necesidades sociales, no puede
realizarse más que en y por individuos. Para que sea algo más que una simple
concepción del espíritu, una vana orden expresa de la sociedad a sus miembros,
se debe encontrar la fórmula de ajustar a éste la conciencia del niño. Ahora
bien, la conciencia tiene sus leyes propias que se deben conocer para poderla
modificar, cuando menos si se quiere uno ahorrar los tanteos empíricos que la
pedagogía tiene precisamente por objeto reducir al mínimo. (…) es a la
psicología y, más especialmente, a la psicología infantil a la que compete
resolver estas cuestiones.” (p. 112).
De modo que en la cuestión
de los medios, la pedagogía tiene que apoyarse en la psicología. No obstante
esto, Durkheim sostiene que la sociología puede contribuir también en este
tema:
“Ante
todo, dado que los fines de la educación son sociales, los medios a través de
los cuales dichos fines pueden ser logrados deben tener, necesariamente, el
mismo carácter. Y, en efecto, entre todas las instituciones pedagógicas quizás
no exista ni una sola que no sea análoga a una institución social de la que
reproduce, de forma reproducida y extractada, las características principales.”
(p. 113).
En síntesis, Durkheim afirma
que la sociología tiene un papel central en el ámbito de la reflexión sobre la
educación, al definir los fines de ésta y participar en la elaboración de los
medios para educar. La pedagogía no puede hacer estas tares por sí misma y
tiene que ceñirse, en lo que hace a los fines, a los postulados de la
sociología. En lo que hace a los medios, la pedagogía tiene que apoyarse tanto
en psicología como en la sociología.
Villa del Parque,
sábado 1 de junio de 2013
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