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domingo, 11 de septiembre de 2022

HOBSBAWM SOBRE LA REVOLUCIÓN FRANCESA DE 1789-1799

 

Sans-culottes bailando


La obra La era de la revolución (1962), del historiador británico Eric Hobsbawm (1917-2012), abre su ciclo de grandes síntesis dedicado a la historia contemporánea. No soy historiador y por lo tanto no me atrevo a chapucear en un terreno en el que soy apenas un lector desprolijo. Sin embargo, como sociólogo corresponde hacer notar que las ciencias sociales surgieron como respuesta a las dos revoluciones, la Revolución Industrial y la Revolución Francesa. De ahí que La era de la revolución resulte de lectura ineludible para todas las personas interesadas en comprender el proceso que dio origen a la sociología. Al margen de estas consideraciones, leer a Hobsbawm siempre es un placer, entre otras cosas por la manera en que combina la historia económica y social con las transformaciones en la vida cotidiana de los hombres y las mujeres comunes.

Referencia bibliográfica:

Hobsbawm, E. J. (2009). La era de la revolución: 1789-1848. Buenos Aires, Argentina: Crítica. 344 p. (Biblioteca E. J. Hobsbawm de Historia Contemporánea). Traducción de Felipe Ximénez de Sandoval.

Abreviaturas:

GB= Gran Bretaña / RF= Revolución Francesa / RI= Revolución Industrial


Capítulo 3: La Revolución Francesa (pp. 61-83)

La presente ficha aborda el capítulo 3 de la obra, que está dedicado a la Revolución Francesa. No tiene más pretensiones que proporcionar un resumen y formular algunos comentarios que pueden resultar útiles para el lector interesado en el libro.

Desde el punto de vista de su estructura, el capítulo 3 se divide en cuatro apartados: el primer apartado (pp. 61-72) caracteriza a la RF, señala su influencia a nivel mundial e indica cuáles fueron sus causas; el segundo apartado (pp. 72-75) relata de manera sucinta las alternativas de la RF entre 1789 y 1793; el tercer apartado (pp. 75-79) desarrolla la experiencia de la República jacobina (1793-1794); el cuarto apartado (pp. 79-83)

La Revolución Industrial modeló la economía del mundo en el siglo XIX; la Revolución Francesa, en cambio, contribuyó decisivamente a formar la política y la ideología de ese siglo.

Hobsbawm sintetiza la influencia de la RF:

“Entre 1789 y 1917, las políticas europeas (y las de todo el mundo) lucharon ardorosamente en pro o en contra de los principios de 1789 o los más incendiarios todavía de 1793. Francia proporcionó el vocabulario y los programas de los partidos liberales, radicales y democráticos de la mayor parte del mundo. Francia ofreció el primer gran ejemplo, el concepto y el vocabulario del nacionalismo. Francia proporcionó los códigos legales, el modelo de organización científica y técnica y el sistema métrico decimal a muchísimos países. La ideología del mundo moderno penetró por primera vez en las antiguas civilizaciones, que hasta entonces habían resistido a las ideas europeas, a través de la influencia francesa. Esta fue la obra de la Revolución Francesa.” (p. 61)

Es cierto que la RF formó parte de un período de crisis para los regímenes políticos europeos y para sus sistemas económicos, que incluyeron movimientos secesionistas en algunas de sus regiones y colonias[1]. Pero la RF fue mucho más profunda que cualquiera de los movimientos anteriores por tres razones principales:

a) Francia era el más populoso de los Estados europeos (uno de cada cinco europeos era francés en 1789);

b) fue una “revolución social de masas, e inconmensurablemente más radical que cualquier otro levantamiento” (p. 62);

c) fue la única revolución ecuménica. Su influencia indirecta fue universal, brindó el patrón para todos los movimientos revolucionarios subsiguientes.

Hobsbawm se pregunta por los orígenes de la RF. Éstos deben buscarse en la específica situación del Estado francés; a pesar de su desarrollo económico y colonial, Francia no era una potencia como GB, “cuya política exterior ya estaba determinada sustancialmente por los intereses de la expansión capitalista” (p. 63) Francia era la más poderosa de las viejas monarquías absolutistas y aristocráticas de Europa. Por lo tanto, en Francia era más agudo el conflicto entre las fuerzas del Antiguo Régimen [la nobleza feudal] y las nuevas fuerzas sociales en ascenso [la burguesía].

El programa de la burguesía consistía en: eficaz explotación de la fuerza, libertad de empresa y de comercio, administración estatal eficiente de un territorio nacional único y homogéneo, abolición de las restricciones y desigualdades sociales que obstaculizaban el desenvolvimiento de los recursos nacionales, tributación equitativa. Pero su implementación resultaba imposible por la oposición de los intereses tradicionales. En Francia estaba cerrado el camino para la reforma desde arriba.

La estructura social del país permite comprender la dinámica de las fuerzas en conflicto.

Hacia 1789 Francia tenía una población total de 23 millones de personas.

La nobleza (el “primer estado”) estaba constituida por unas 400 mil personas; gozaba de considerables privilegios (que incluían la exención de varios impuestos) y el derecho a cobrar tributos feudales. Pero su situación política era débil en relación a la monarquía; los nobles carecían de independencia y responsabilidad políticas; sus instituciones representativas (estados y parlements) languidecían, con sus atribuciones cercenadas por la monarquía. Desde el punto de vista económico, la nobleza estaba excluida oficialmente del ejercicio del comercio o de cualquier otra profesión; por ende, los nobles dependían de las rentas de sus propiedades o, si pertenecían a la minoría cortesana, de los matrimonios de conveniencia, pensiones regias, donaciones o sinecuras. Sus propiedades estaban, por lo general, mal administradas. Los gastos de los nobles eran elevados y sus ingresos (fijos) se veían afectados por la inflación. Para salir del atolladero económico, los nobles recurrían a sus privilegios: acaparaban los puestos estatales, cerrando el camino a la burguesía[2]; en el campo, la nobleza más pobre aumentaba la explotación de los campesinos, “resucitando” viejos derechos feudales para obtener más dinero y servicios. En suma, la nobleza irritaba a la burguesía y al campesinado, y debilitaba la eficacia de la administración estatal.

El campesinado constituía el 80% de la población. Sus componentes eran libres en general; entre ellos había terratenientes. La mayor parte eran pobres o con recursos insuficientes. El aumento de la población y el incremento de la presión de la nobleza (la ya mencionada exigencia de mayores tributos en dinero y servicios) generaban un ascenso de miseria general. Sólo unos pocos campesinos disponían de un excedente para vender. La situación del campesinado empeoró en los veinte años anteriores a la RF.

La monarquía experimentaba problemas financieros. El fracaso de las reformas de 1774-1776, impulsadas por el ministro Turgot (1727-1781) y boicoteadas por los intereses tradicionales, y la participación en la guerra de independencia estadounidense, dejaron exhausto al Tesoro francés. Los gastos superaban a los ingresos en un 20 %. “Guerra y deuda - la guerra norteamericana y su deuda - rompieron el espinazo de la monarquía” (p. 66)[3].

La crisis fiscal de la monarquía abrió el camino para que la burguesía hiciera un intento de recuperar sus privilegios. Las convocatorias a una Asamblea de Notables (1787) y a los Estados Generales[4] (1789). “Así, pues, la revolución comenzó como un intento aristocrático de recuperar los mandos del Estado.” (p. 66)

La RF no fue hecha por un partido o un movimiento político con un programa sistemático. “No obstante, un sorprendente consenso de ideas entre un grupo social coherente dio unidad efectiva al movimiento revolucionario.” (p. 66) Este grupo era la burguesía; sus ideas eran las del liberalismo clásico, formuladas por los “filósofos” y los “economistas”. Los filósofos pueden ser considerados:

“Los responsables de la revolución. Ésta también hubiera estallado sin ellos; pero probablemente fueron ellos los que establecieron la diferencia entre una simple quiebra de un viejo régimen y la efectiva y rápida sustitución por uno nuevo.” (p. 67)

La ideología de los revolucionarios de 1789 era la masónica. Las peticiones del burgués que hizo la RF están expresadas en la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, manifiesto contra la sociedad jerárquica y los privilegios de los nobles, pero no a favor de una sociedad democrática o igualitaria. Propiedad privada derecho natural, sagrada e inviolable. Los burgueses liberales querían una monarquía constitucional basada en una oligarquía de propietarios, los cuales se  se expresarían a través de una asamblea representativa. Constitucionalismo + Estado secular con libertades y garantías civiles para la iniciativa privada + gobierno de contribuyentes y propietarios.

El rey dejaba de serlo por gracia de dios y pasaba a representar la voluntad general de la nación, es decir, del pueblo. La fuente de la soberanía era la nación. El pueblo, identificado con la nación, era un concepto revolucionario.

La reunión de los Estados Generales aceleró el estallido revolucionario. La clase media (líder del 3° estado, que contenía al 95% de la población francesa) luchó para lograr una representación igualitaria respecto a la nobleza (1° estado) y la Iglesia (2° estado). Luego impulsó que las votaciones se realizaran en conjunto y no por estados separados. Finalmente, se reunió aparte, en una Asamblea Nacional, a la que se unieron algunos nobles y clérigos.

“El tercer estado triunfó frente a la resistencia unida del rey y de los órdenes privilegiados, porque representaba no sólo los puntos de vista de una minoría educada y brillante, sino los de otras fuerzas mucho más poderosas: los trabajadores pobres de las ciudades, especialmente de París, así como el campesinado revolucionario.” (p. 68)

La agitación reformista de la burguesía liberal se convirtió en una verdadera revolución por la profunda crisis económica y social. Malas cosechas, encarecimiento de los precios del grano, hambre entre los campesinos pobres y aumento de los precios de los alimentos en las ciudades, combinada con reducción de las compras de productos manufacturados, desocupación y hambre entre los trabajadores urbanos. En ese marco, la campaña de propaganda electoral desarrollada entre 1788 y 1789 dio a “la desesperación del pueblo una perspectiva política al introducir en sus mentes la tremenda y trascendental idea de liberarse de la opresión y de la tiranía de los ricos. Un pueblo encrespado respaldaba a los diputados del tercer estado.” (p. 69)

La contrarrevolución, que intentó suprimir el intento de los diputados del 3° estado, transformó “a una masa en potencia en una masa efectiva y actuante” (p. 68) La reacción popular se hizo efectiva en la toma de la Bastilla[5] (14 julio 1789). Hobsbawm anota “en época de revolución nada tiene más fuerza que la toma de los símbolos” (p. 69; el resaltado es mío - AM-)

El acto siguiente de la RF fue el Grande Peur (Gran Miedo, finales de julio - principios de agosto de 1789), una serie de revoluciones campesinas que abarcaron buena parte del país y que combinaron insurrecciones en ciudades provincianas y una oleada de pánico masivo que se extendió por toda Francia. Consecuencias: la estructura social del feudalismo francés y la máquina estatal de la monarquía francesa quedaron destruídas. La aristocracia y la clase media aceptaron lo inevitable: la Asamblea abolió los privilegios feudales, aunque imponiendo montos elevados para la redención de las cargas feudales (el feudalismo sólo fue abolido en 1793).

Fines agosto 1789: Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, manifiesto formal de la RF.

El proceso que culminó en la sanción de la Declaración fue la primera manifestación de un ciclo que se repitió en las revoluciones subsiguientes (siglos XIX y XX) y cuyos movimientos fueron: 1) los reformistas moderados de la clase media movilizan a los sectores populares para quebrar la resistencia de la contrarrevolución; 2) las masas movilizadas van más allá del programa de los reformistas moderados e inician su propia revolución social; 3) los moderados se escinden en un grupo conservador que se une a los contrarrevolucionarios, y un ala radical decidida a llevar adelante el programa inicial del reformismo moderado con ayuda de las masas, aun con el riesgo de perder el control sobre éstas. El proceso culmina de dos maneras diferentes: el grueso de la clase media se pasa al bando conservador o es derrotado por la revolución social.

La peculiaridad de la RF reside en que “una parte de la clase media liberal estaba preparada para permanecer revolucionaria hasta el final sin alterar su postura: la formaban los jacobinos” (p. 70)

El radicalismo de los jacobinos se explica porque: (a) los revolucionarios de 1789 no tenían a la mano el antecedente de lo ocurrido en la … RF; (b) no existía una clase social que pudiera proporcionar una alternativa por izquierda al radicalismo jacobino. Los trabajadores no representaban todavía una clase social independiente; seguía a líderes no proletarios. El campesinado tampoco proporciona una alternativa política.

La única alternativa al radicalismo burgués eran los sans-culottes, “movimiento informe y principalmente urbano de pobres trabajadores, artesanos, tenderos, operarios, pequeños empresarios, etc. Estaban organizados en las “secciones” de la ciudad de París y otras ciudades, y constituyeron la fuerza de choque de la RF. A través de periodistas como Jean-Paul Marat (1743-1793) y Jacques-René Hébert (1757-1794) formularon una política cuyos componentes eran: respeto a la pequeña propiedad + odio a los ricos + trabajo garantizado por el gobierno, seguros y seguridad social para el pobre. Democracia libertaria e igualitaria, localizada y directa. Pero su ideal político (un áureo pasado de aldeanos y pequeños artesanos, o un futuro venturoso de pequeños granjeros y artesanos no perturbados por los millonarios y banqueros) era irrealizable. Entre 1793-1794 lograron poner obstáculos al desarrollo de la economía francesa, pero no pudieron ir más allá.

1789-1791= Burguesía moderada, Asamblea Constituyente. Se pone en marcha la obra de racionalización y reforma de Francia. La mayoría de las realizaciones duraderas de la RF datan de esta época. Política económica liberal: cercado de las tierras comunales y estímulo de los empresarios rurales; proscripción de los gremios; abolición de las corporaciones. Además, secularización y venta de las tierras de la Iglesia y de la nobleza emigrada. Constitución de 1791, monarquía constitucional. Pero la contrarrevolución no cedió; huida del rey y captura en Varennes (junio 1791). El republicanismo se convirtió en una fuerza masiva; “los reyes tradicionales que abandonan a sus pueblos pierden el derecho a la lealtad de los súbditos.” (p. 72)

Abril 1792= Estallido de la guerra contra las monarquías europeas. Las derrotas iniciales fueron achacadas al sabotaje real y a la traición. Nueva radicalización de las masas.

Agosto y septiembre 1792= La monarquía es derribada por los sans -culottes de París; proclamación de la República; año I del calendario revolucionario. Matanza de los presos políticos. Elección de la Convención Nacional y convocatoria a la guerra total contra los invasores. Encarcelamiento del rey. La invasión es detenida en el cañoneo de Valmy (20 septiembre 1792).

Segunda revolución (República jacobina del año II). La guerra fue promovida y dirigida inicialmente por los girondinos, partido dominante en la Convención, belicosos en el exterior y moderados en el interior. Pero la guerra revolucionaria tenía su propia lógica: era o la victoria total de la revolución o el triunfo completo de la contrarrevolución. No era una guerra limitada, había que movilizar a toda la nación. La joven República francesa descubrió cómo vencer: la guerra total, movilización de los recursos de la nación mediante el reclutamiento en masa, racionamiento, economía de guerra y abolición dentro del país de la distinción entre civiles y soldados. Los sans - culottes apoyaron la guerra, porque pensaban que con ella se derrotaba a la contrarrevolución y se instauraba la justicia social. Los girondinos vieron pronto que no podían controlar la movilización de las masas que habían provocado y tuvieron que competir contra la izquierda (los jacobinos).

2 junio 1793= Golpe de los sans-culottes. Caen los girondinos. Se inicia la República jacobina.

El Terror, tan denostado por muchos historiadores, fue el medio que encontró la República para sobrevivir. Para comprender el contexto: en junio de 1793, 60 de los 80 departamentos de Francia estaban sublevadas contra París; los ejércitos de los príncipes alemanes invadían el país por el norte y por el este; los ingleses atacaban por el sur y por el mar; el país estaba desamparado y en quiebra. Catorce meses después el país estaba firmemente gobernado y los ejércitos invasores habían sido rechazados más allá de las fronteras de Francia. Para la Convención, el dilema era: o el Terror con todos sus defectos para la clase media, o la destrucción de la Revolución y la desintegración del Estado nacional. Las perspectivas de la clase media francesa dependían “en gran parte de las de un Estado nacional unificado y fuertemente centralizado” (p. 77)

Los jacobinos movilizaron a las masas contra la disidencia de los girondinos y de los notables provinciales. Se aliaron para ello con los sans-culottes, cuyas exigencias relativas a la guerra coincidían con el sentido común jacobino. Se promulgó la Constitución de 1793, muy radical, que instauraba el sufragio universal, el derecho de insurrección, trabajo y alimento, la declaración de que el bien común era la finalidad del gobierno y que los derechos del pueblo eran operantes y no meramente asequibles. Fue la primera constitución democrática promulgada por un Estado moderno.

Los jacobinos tomaron otras medidas que dan cuenta de su radicalismo: a) la abolición sin indemnización de los derechos feudales todavía existentes; b) aumentaron las posibilidades de los pequeños cultivadores de explotar las tierras abandonadas por los emigrados; c) abolieron la esclavitud en las colonias francesas.

Consecuencias de largo plazo del gobierno jacobino:

“En Francia establecieron la inexpugnable ciudadela de los pequeños y medianos campesinos, artesanos y tenderos, retrógrada desde el punto de vista económico, pero apasionadamente devota de la revolución y la República, que desde entonces domina la vida del país. La transformación capitalista de la agricultura y las pequeñas empresas, condición esencial para el rápido desarrollo económico, se retrasó, y con ello la rapidez de la urbanización, la expansión del mercado interno, la multiplicación de la clase trabajadora e, incidentalmente, el ulterior avance de la revolución proletaria. Tanto los grandes negocios como el movimiento obrero se vieron condenados a permanecer en Francia como fenómenos minoritarios, como islas rodeadas por el mar de los tenderos de comestibles, los pequeños propietarios rurales y los propietarios de cafés.” (p. 77-78)

El centro del gobierno, conformado por una alianza entre jacobinos y sans-culottes, se inclinaba hacia la izquierda. En términos sociales, era una alianza entre la clase media y las masas obreras; dentro de ella, los jacobinos de clase media constituían la fuerza decisiva. Su centro era el Comité de Salud Pública (un subcomité de la Convención), verdadero gabinete de guerra. Allí la figura más descollante era Maximilien Robespierre (1758-1794). Su poder era el del pueblo (las masas de París); su terror, el de esas masas.

La dinámica de la guerra fue separando a los jacobinos de sus apoyos sociales. La confrontación bélica exigía la centralización; ello perjudicaba la democracia directa de los comités de sans-culottes; además, si bien éstos se beneficiaron con el racionamiento y las tasas de precios, se vieron afectados por el tope a los salarios. En el campo, las requisas de alimentos provocaron el enojo de los campesinos.

Abril 1794= Los jacobinos eliminaron a la oposición de derecha, encabezada por Georges-Jacques Danton (1759-1794), y a la oposición de izquierda (Hébert); pero en ese momento se encontraron aislados.

Junio 1794= Los ejércitos de la República ocupan Bélgica. Eso alejó la amenaza exterior. El gobierno jacobino perdió su finalidad (ganar la guerra).

27/07/1794 (9 termidor)= La Convención derribó a Robespierre, quien fue ejecutado al día siguiente junto a otros dirigentes jacobinos.

El cuarto apartado (pp. 79-83) aborda el final del período revolucionario (1794-1799).

El problema central para la clase media francesa consistía en conciliar estabilidad política y progreso económico, en base al programa liberal de 1789-1791. Había que evitar el doble peligro de la república democrática jacobina y de la restauración del Antiguo Régimen.

El régimen termidoriano, que había derribado a los jacobinos, era débil. Estaba jaqueado por derecha (los monárquicos) y por izquierda (los sans-culottes). El Directorio, forma política adoptada desde 1795, dependía cada vez más del ejército para mantenerse en el poder. Finalmente, el más notable de los generales de la República, Napoleón Bonaparte (1769-1820) terminó derrocando al Directorio.

 

Villa del Parque, domingo 11 de septiembre de 2022


NOTAS:

[1] Menciona, entre otros ejemplos, el movimiento de independencia de Estados Unidos (1776-1783).

[2] Hacia 1780 se necesitaban cuatro cuarteles de nobleza para conseguir un puesto en el ejército, todos los obispos eran nobles y las intendencias (cargo clave en la administración) eran acaparadas por los nobles.

[3] En 1788 la deuda consumía el 50% del presupuesto total; la guerra, la escuadra y la diplomacia el 25%; los gastos de la Corte, el 6%.

[4] La Asamblea feudal del reino, en la que participaban representantes de todos los Estados (nobleza, iglesia y el 3° Estado, que agrupaba al resto de la población del país y en el que dominaba la clase media - burguesía-), que no se convocaba desde 1614.

[5] La Bastilla era una fortaleza ubicada en París, utilizada durante mucho tiempo como prisión. El pueblo la asaltó buscando armas para hacer frente a la intentona contrarrevolucionaria.


viernes, 27 de abril de 2018

EL DEBATE SOBRE EL LEGADO DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA DE 1789-1799: NOTAS SOBRE UN TEXTO DE McPHEE




El historiador australiano Peter McPhee (1948-) es autor del libro La Revolución Francesa, 1789-1799: Una nueva historia (Barcelona, Crítica, 2007, traducción española de Silvia Furió).

McPhee dedica el capítulo 9 de la obra, titulado “La trascendencia de la Revolución”, a discutir los argumentos de las dos grandes posiciones en el campo de los historiadores respecto a la evaluación del carácter y las consecuencias de la Revolución Francesa de 1789-1799.

Los historiadores “minimalistas:

Este grupo de historiadores, cuyo representante más destacado es François Furet (1927-1997), sostiene “que las consecuencias de la revolución fueron mínimas en lo que se refiere a un verdadero cambio social” (p. 212). Furet, “argumenta que hasta bien entrado el siglo XIX la sociedad francesa permaneció prácticamente igual que bajo el antiguo régimen. Según su pensamiento, hasta que Francia no pasó por su propia revolución industrial en la década de 1830, las pautas de trabajo y de vida cotidiana eran muy similares a las de antes de la revolución.” (p. 212).

Los minimalistas no niegan que la política francesa sufrió una profunda transformación. También coinciden en la importancia ideológica de la Revolución. No obstante, la sociedad francesa permaneció invariante respecto al Antiguo Régimen en los siguientes aspectos fundamentales:

Ø  “En primer lugar, la gran masa de la gente trabajadora en las ciudades y en el campo continuó trabajando y subsistiendo del mismo modo que lo había hecho antes de 1789. Muchos franceses siguieron siendo, como sus padres, propietarios o arrendatarios de pequeñas parcelas de tierra.” (p. 215). La abolición de los tributos de señorío (1792-1793) y la compra de pequeñas parcelas de propiedades pertenecientes a la Iglesia y a la nobleza, fijaron a millones de campesinos a la tierra. “Francia siguió siendo una sociedad eminentemente rural dominada por pequeñas granjas en cuyos hogares se utilizaban antiguos métodos y técnicas para la propia subsistencia. En las áreas urbanas gran parte del trabajo continuó llevándose a cabo en pequeños talleres, donde los maestros artesanos trabajaban junto a tres o cuatro obreros cualificados o aprendices.” (p. 215-216). Durante décadas no hubo nada semejante a los grandes talleres mecanizados de Gran Bretaña. Más adelante, McPhee escribe: “El Argumento fundamental para la perspectiva «minimalista» acerca de la trascendencia de la revolución es que, como victoria del campesinado terrateniente y a causa de décadas perdidas de comercio con ultramar debido a la prolongada guerra, aquellos años retardaron el desarrollo de una economía capitalista o de mercado.” (p. 224). Los historiadores “maximalistas” sometieron a crítica [ver más adelante en ficha] esta afirmación.

Ø  En segundo lugar (…) los desposeídos continuaron siendo una nutrida clase urbana y rural a la que en tiempos de crisis se unían los jornaleros del campo y obreros urbanos en paro.” (p. 216). Bajo el Antiguo Régimen, los pobres dependían de la asistencia eclesiástica (una especie de caridad azarosa y poco adecuada). En 1791, la Asamblea Nacional abolió el diezmo y vedó las propiedades eclesiásticas; la Iglesia perdió la capacidad de implementar la caridad. En 1794 la situación empeoró, porque los gobiernos que sucedieron a los jacobinos eliminaron los controles de precios y las medidas de bienestar social implementadas por éstos. Malas cosechas, inviernos rigurosos: todo agravó la situación de los pobres urbanos. Napoleón I restauró a la Iglesia, pero nunca recuperó los recursos para implementar una caridad semejante a la anterior a 1789 (que ya era insuficiente).

Ø  “En tercer lugar, Francia siguió siendo una sociedad jerárquica y profundamente desigual, aunque en la nueva jerarquía el mejor indicador de mérito personal fuese la riqueza más que el apellido familiar.” (p. 217).

Ø  “Por último, los minimalistas argumentan que el estatus inferior de la mujer apenas experimentó cambio alguno, al contrario, se afianzó.” (p. 218).

Los historiadores “maximalistas”:

Estos historiadores, entre los que se cuentan Albert Soboul (1914-1982) y Gwynne Lewis (1933-2015) sostienen que la Revolución “fue profundamente transformadora”. En este sentido, “aducen que la revolución fue un triunfo para la burguesía y para los campesinos terratenientes. Por otro lado, la revolución transformó las estructuras institucionales de Francia; es más, el significado mismo de la propia «Francia». Condujo también a cambios perdurables en la naturaleza de la Iglesia y de la familia.” (p. 221).

Los “maximalistas” ponen el acento en los siguientes cambios:

Ø  Hasta 1789 no existía el concepto actual de Francia. Las personas expresaban su lealtad a una región: “la unidad de Francia se debía tan sólo a la pretensión de la monarquía de que aquél era su territorio y los habitantes sus súbditos. La mayor parte de la gente no hablaba francés en la vida diaria y recurría a las élites de las ciudades como Toulouse, Rennes y Grenoble para que les defendiesen contra las crecientes exigencias de la corona en lo relativo a impuestos y reclutamiento.” (p. 221). La centralización monárquica se había logrado al costo de tolerar un mosaico de privilegios locales y regionales, exenciones y derechos.

“En vísperas de la revolución, todos y cada uno de los aspectos de las instituciones de la vida pública – en la administración, en las costumbres y medidas, en las leyes, en los impuestos y en la Iglesia – estaban marcados por exenciones regionales y privilegios. No sólo se beneficiaban de privilegios legales y contributivos el clero, la nobleza y ciertas organizaciones corporativas como los gremios, sino que las provincias tenían también sus propios códigos legales, grados de autogobierno, niveles de contribución, y sistemas de moneda, pesos y medidas.” (p. 221).

La Revolución modificó todo eso (1789-1791). El territorio francés fue dividido en 83 departamentos, administrados todos del mismo modo. Fue impuesto un sistema nacional de pesos, medidas y moneda basado en las nuevas medidas decimales. Se conformó un mercado nacional, aboliendo los peajes que se pagaban a las ciudades y a los nobles; se suprimieron las aduanas internas. Se estableció un único y uniforme código legal. Se establecieron impuestos proporcionales a la riqueza del contribuyente, especialmente sobre sus propiedades en tierras.

La Revolución acompañó la unidad administrativa con el desarrollo de una “entidad emocional, «la nación», basada en la ciudadanía.” (p. 222). Asumió “que todos los individuos era ahora en primer lugar y ante todo ciudadanos franceses, miembros de la nueva nación.” (p. 222).

Ø  La Revolución perjudicó a muchos burgueses. Este fue el caso de las ciudades costeras, que decayeron como consecuencia de las guerras, los bloqueos marítimos y la temporal abolición de la esclavitud (1794-1802). En 1815 el comercio externo francés era sólo la mitad del volumen de 1789, y recuperó los niveles prerrevolucionarios recién hacia 1830. Sin embargo, en otras ciudades florecieron las industrias del algodón, del hierro y del carbón, como resultado del bloqueo napoleónico, que protegió a la industria nacional de las importaciones británicas.

“La esencia del capitalismo es una producción orientada al mercado por grandes y pequeños empresarios en la ciudad y en el campo para obtener beneficios. [Agregar: la separación del productor directo y los medios de producción – la expropiación de los trabajadores -]. Aunque muchos empresarios, especialmente en los puertos de mar, sufrieron verdaderamente durante la revolución, en un sentido más general, ésta aceleró cambios fundamentales para la naturaleza de la economía francesa, cambios que facilitarían las prácticas capitalistas. Desde 1789 hubo una serie de cambios institucionales, legales y sociales que crearon el ambiente propicio en el que prosperaría la industria y la agricultura capitalista. La ley de libre empresa y libre comercio (laissez faire, laissez passer) de la revolución garantizó a los fabricantes, granjeros y comerciantes el poder dedicarse a la economía de mercado sabiendo que podían comerciar sin los impedimentos de las aduanas interiores y los peajes, ni los diferentes sistemas de medidas y una infinidad de códigos legales.” (p. 226).

Entre las leyes que resultaron fundamentales para el desarrollo capitalista, la principal fue la ley de Le Chapelier (junio, 1791), que declaraba ilegales las asociaciones de trabajadores. Napoleón I restableció el livret, una cartilla que llevaban los trabajadores durante el Antiguo Régimen y en la que se detallaban su historia laboral y su conducta.

La venta de tierras de la Iglesia aceleró el cambio económico en el campo. Alrededor de un 20 % de las tierras cambió de manos a consecuencia de la expropiación de la Iglesia y de los emigrados. En 1793 se concretó la abolición final de los tributos feudales, que “hizo que los ingresos que los nobles obtenían de sus propiedades procedieran a partir de entonces de los alquileres que imponían a los arrendatarios y aparceros o de la explotación directa de las tierras de los nobles por parte de capataces que contrataban jornaleros. Ahora la base de la riqueza rural era el uso eficiente de los recursos agrícolas más que el control sobre las personas.” (p. 227 – la bastardilla es mía – AM-).

Los campesinos dueños de tierras fueron “los beneficiarios directos y más sustanciales de la revolución” (p. 227). “Tras la abolición de los tributos feudales y del diezmo eclesiástico, ambos normalmente pagados en especie, los granjeros se vieron en una posición inmejorable para concentrarse en el uso de las tierras para cultivos más productivos.” (p. 227). Los efectos de las reformas y de las guerras napoleónicas fueron dispares en el campo. Hubo resistencia de los campesinos pobres, que lucharon por retener los derechos colectivos a la tierra. Sin embargo, el historiador ruso Ado afirma que los obstáculos más fuertes al progreso del capitalismo en la agricultura estuvieron relacionados con la supervivencia de grandes propiedades arrendadas en alquileres a corto plazo o por aparceros. (p. 228-229). Otro de los beneficios obtenidos por los campesinos terratenientes consistió en liberarse de las ciudades que parasitaban el campo de sus alrededores (los campesinos debían pagarles tributos feudales y el diezmo al cabildo catedralicio, a las órdenes religiosas y los nobles residentes).

Los campesinos adoptaron una nueva actitud. Se produjo “un cambio revolucionario en las relaciones sociales rurales, expresadas en la conducta política después de 1789. La autoridad social que muchos nobles conservaban en la comunidad rural estaba ahora basada en la estima personal y el poder económico directo sobre los subordinados más que en las pretensiones de deferencia debidas a un orden social superior.” (p. 230).

Ø  McPhee plantea el problema de si los cambios institucionales favorables al desarrollo del capitalismo derivaron en el acceso al poder de una nueva clase social. (p. 232). Los “minimalistas” señalan la preeminencia económica de la vieja nobleza: “A pesar de la pérdida de los derechos de señorío y de tierras, en el caso de los emigrados, los nobles permanecieron en la cúspide de la posesión de tierras y la posesión de tierras siguió siendo la mayor fuente de riqueza en Francia.” (p. 232). McPhee acota que, no obstante lo anterior, la pérdida de los tributos feudales, de las rentas y de los peajes fue enorme.

“Sin embargo, los acaudalados supervivientes de la élite de terratenientes del antiguo régimen eran ahora sólo una parte de una élite mucho más amplia que incluía a todos los ricos, fuera cual fuese su extracción social, y abarcaba a los burgueses de la agricultura, negocios y administración. La rápida expansión de la burocracia después de 1789 derribó barreras en el reclutamiento y ofreció oportunidades a los jóvenes burgueses capaces. Más que en las décadas de 1780 y 1790, la clase gobernante a principios del siglo XIX unió a los que se encontraban en la cima del poder económico, social y político.” (p. 232). La clase en el poder estaba integrada por viejos “notables” del Antiguo Régimen y los nuevos hombres que habían aprovechado las oportunidades brindadas por la venta de las tierras de la Iglesia, la disponibilidad de contratos con el ejército y las nuevas libertades ofrecidas por la abolición de los gremios.

Aquellos que tomaron la iniciativa en la creación de la nueva Francia después de 1789 fueron los burgueses, ya fueran profesionales, administrativos, comerciantes, terratenientes o fabricantes. Para ello la revolución representó los cambios necesarios en las estructuras políticas y en los valores sociales dominantes para que se reconociese su importancia en la vida de la nación.” (p. 232; la bastardilla es mía – AM-).

Ø  La Iglesia Católica fue devastada por la Revolución. Desapareció la práctica casi universal entre los católicos franceses de ir a misa todos los domingos. Miles de pueblos se encontraron sin sacerdote y sin educación eclesiástica. “La Iglesia católica emergió de la revolución sin sus vastas propiedades, internamente dividida entre aquellos que aceptaron la revolución y los que huyeron al exilio durante años, y con varios miles de clérigos muertos prematuramente. La revolución había creado un estado laico, y aunque la restauración proclamara que el catolicismo era la religión estatal, un importante legado de la revolución fue la creación de una escala de valores entre los funcionarios según la cual su primordial lealtad era para el ideal de un Estado laico que trascendía los intereses particulares. La Iglesia católica ya no podía reclamar nunca más sus niveles prerrevolucionarios de obediencia y aceptación entre el pueblo.” (p. 236; la bastardilla es mía – AM-).

Ø  La Revolución afianzó el poder político a manos de los hombres. Se trató de una respuesta al accionar de los clubes políticos de mujeres en París y en las provincias. McPhee afirma que las mujeres (en especial las trabajadoras) jugaron un importante en las movilizaciones revolucionarias hasta 1794; sin embargo, obtuvieron muy poco. En 1792 se sancionó el divorcio; unas 30 mil mujeres se acogieron a esa legislación; en 1804, Napoleón modificó y recortó el divorcio; en 1816, la Restauración abolió toda posibilidad de divorcio. La inmensa mayoría de los políticos de todos los signos se negaron a conceder derechos políticos a las mujeres. Por ejemplo, durante el Terror, el periódico del gobierno, LA FEUILLE DU SALUT PUBLIC, preguntaba:

“Mujeres, ¿queréis ser republicanas? Amad, respetad y enseñad las leyes que conminan a vuestros maridos y a vuestros hijos a ejercer sus derechos…nunca asistáis a las asambleas populares con el deseo de hablar allí.”

La Revolución sancionó para las mujeres el derecho a heredar en términos de igualdad con sus hermanos varones y de firmar contratos legales, si estaban solteras. Esta legislación sobrevivió al Imperio.

El Código Civil de 1804 prohibió a las mujeres casadas a firmar contratos legales independientemente. “Estaban sometidas como antes de 1789 a la autoridad del padre, y después a la de su marido. En lo sucesivo, las esposas tan sólo podrían solicitar el divorcio si la amante del marido entraba en el hogar conyugal. En cambio, el simple acto de adulterio por parte de la esposa bastaba para que el marido pudiera presentar una demanda, y la mujer adúltera podía incluso ser encarcelada durante dos años. Esta ideología de la autoridad patriarcal se extendía a los hijos, pues los padres estaban autorizados a reclamar la detención de los hijos durante un mes si eran menores de 16 años, y durante seis meses, si tenían entre 16 y 21 años.” (p. 239).

Conclusiones:

McPhee concluye que ningún francés adulto vivo en 1804 “tenía duda alguna de que habían pasado por un levantamiento revolucionario. A pesar de que los historiadores minimalistas insisten en que estaban equivocados, un examen de las consecuencias sociales, políticas y económicas de la revolución nos indica que que no era una ilusión.” (p. 239).

“El mejor indicador de los resultados de la revolución es comparar los cahiers de doléances de 1789 con la naturaleza de la política y sociedad francesa en 1795 o 1804. Por último, los cambios sociales que acarreó la revolución perduraron porque correspondían a algunas de las más profundas reivindicaciones de la burguesía y del campesinado en sus cuadernos: la soberanía popular (aun sin alcanzar la plena democracia), la igualdad civil, las profesiones abiertas al «talento», y la abolición del sistema del señorío. A pesar del resentimiento popular manifestado en relación a las guerras, al reclutamiento, y a la reforma de la Iglesia en muchas regiones, especialmente en 1795-1799, nunca hubo la menor posibilidad de que las masas apoyasen un retorno al antiguo régimen. Al mismo tiempo, las frustradas aspiraciones de la clase trabajadora en 1795, y la potencia de la tradición revolucionaria que habían creado, hicieron que el nuevo régimen no se instalara sin oposición, como muestran las revoluciones de 1830, 1848, y 1870-1871.” (p. 239-240).

Villa del Parque, viernes 27 de abril de 2018