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miércoles, 12 de enero de 2011

HISTORIA DEL MOVIMIENTO SOCIALISTA (4): LOS ORÍGENES DEL SOCIALISMO INGLÉS

Thomas Spence



Aclaración previa. Todas las citas provienen, salvo aclaración en contrario, de Cole, G. H. D. (1980). Historia del pensamiento socialista: I. Los precursores, 1789-1850. México D. F: Fondo de Cultura Económica. La traducción es de Rubén Landa. En números romanos indico el número de volumen, y en arábigos la página.

5. Los precursores del socialismo inglés.

En la época anterior a la Revolución Francesa de 1789, en Gran Bretaña hubo un pensamiento liberal radical o avanzado (cuyos exponentes fueron John Wilkes, Majoz Cartwright, Richard Price, Joseph Priestley, Thomas Paine), pero no podemos calificar a esta corriente de socialista, pues "la cuestión planteada en la Gran Bretaña hasta 1789 se refería exclusivamente a derechos políticos, incluso a impuestos, y no a un cambio de sistema social." (I: 30). Aún las expresiones más avanzadas del pensamiento radical inglés, como la Corresponding Society (Sociedad de Correspondencia, una organización que actuaba en Londres y otras ciudades) (1), carecía de una concepción clara de un nuevo sistema social que pudiera reemplazar al existente: "Sus esfuerzos principales estaban concentrados en las reformas políticas" (I: 30).

Sin embargo, la afirmación realizada en el párrafo anterior admite algunas excepciones importantes. En la 2° parte de Rights of Man (1791), la gran obra de Thomas Paine (1737-1809), se expone un programa social en favor del pueblo (2). Más adelante dedicaremos atención a este trabajo.

6. Thomas Spence (1750-1814)

Fue un reformador social que puede aproximarse a Babeuf (1760-1797) (3) por la amplitud de sus objetivos sociales. Integró la Corresponding Society (primero en Newcastle-upon-Tyne y luego en Londres). En 1812 surgió la sociedad de Spencean Philantropists, que adquirió cierta importancia después de la muerte de Spence.

En 1775 publicó en Newcastle la 1° versión de su plan de reforma social, que fue reformulado a través de sucesivas versiones. La más completa, The Restorer of Society to its Natural State, data de 1801.

Su programa era el siguiente. Las comunidades locales se apoderarían de las propiedades e instaurarían la propiedad colectiva de la tierra. Estas comunidades arrendarían las tierras a los labradores, y con las rentas pagarían los gastos del gobierno. Spence planteaba reducir los gastos de la función pública, para obtener un gobierno sencillo de comunidades locales, agrupadas en una federación muy libre que atendería a las necesidades poco complicadas de una administración central. Para entender este planteo y no agregarle enseguida el mote de "utópico", es importante tener presente que Spence escribía en el marco de una situación social anterior a la Revolución Industrial. Su idea del gobierno no tiene en cuenta las dificultades que surgirían a partir de la extensión de la división del trabajo. En definifiva, es un proyecto de reforma de una sociedad precapitalista, todavía predominantemente agraria.

Spence tuvo muy poca influencia en el desarrollo contemporáneo del pensamiento radical inglés. A pesar de que Spence se ocupó sobre todo de cuestiones teóricas, entre los spencianos hubo un pequeño grupo de partidarios de la insurrección. En 1816 un grupo de ellos organizó en Londres una manifestación semitumultuosa, aprovechada por el gobierno para "descubrir" una supuesta conspiración. En 1820, un grupo dirigido por Arthur Thistlewood (1774-1820) proyectó asesinar a todo el Gabinete y luego apoderarse del poder mediante un golpe de mano. Este episodio fue conocido como la "Conspiración de la Cato Street", y fue descubierto con mucha anticipación por el gobierno. En él sólo tomó parte un puñado de conspiradores. Thistlewood fue apresado, condenado por traición y ahorcado el 1° de mayo de 1820.

Mataderos, miércoles 12 de enero de 2011

NOTAS:

(1) Para la Corresponding Society puede consultarse La formación de la clase obrera en Inglaterra, de E. P. Thompson.

(2) La versión completa de la edición de 1795 de la obra de Paine se encuentra disponible online en: http://books.google.com/books?id=kkYUAAAAYAAJ&printsec=frontcover&dq=thomas+paine+rights+of+man&hl=es&ei=sTkuTY31KcH-8AafqZWVCQ&sa=X&oi=book_result&ct=result&resn

(3) Para Babeuf, consultar la nota anterior de este blog, publicada el 2 de enero de 2011: http://miseriadelasociologia.blogspot.com/2011/01/cole-3-babeauf-y-la-conspiracion-de-los.html

domingo, 2 de enero de 2011

HISTORIA DEL MOVIMIENTO SOCIALISTA (3): BABEUF Y LA CONSPIRACIÓN DE LOS IGUALES (1796)



4. Babeuf y la Conspiración de los Iguales (1796)[1]

¿Por qué tomar 1789 como punto de partida para una historia del socialismo? Cole da esta respuesta: “Este es el momento desde el cual es posible seguir, no sólo un desarrollo continuo en la esfera del pensamiento, sino también una conexión creciente entre el pensamiento y los movimientos que tratan de darle expresión práctica.” (I: 19).

La Revolución Francesa tuvo como una de sus consecuencias que la cuestión social se ubicara “por primera vez en el primer plano, no sólo como problema moral para un grupo de intelectuales y reformadores, sino como tema práctico reincidente que implicaba un conflicto real y amenazador entre los ricos y los pobres, entre los propietarios y los no propietarios, entre las clases privilegiadas de la antigua sociedad y los no privilegiados del «tercer estado».” (I: 20). Cole menciona a Chappuis, quien presentó proyectos ante la Asamblea Constituyente, en los que proponía la creación de comunidades colectivas (anticipando en esto a los falansterios de Fourier).

En la Revolución Francesa los campesinos consiguieron la tierra y la liberación de las exacciones feudales. Los artesanos y los obreros de las ciudades no obtuvieron ventajas económicas. En 1793 la Constitución les aseguró los derechos políticos, pero ésta nunca llegó a aplicarse[2]. Los pobres de las ciudades pasaron a engrosar las filas de los grupos más radicales, combinando el reclamo de los derechos del ciudadano con las exigencias de trabajo y pan (I: 20-21).

Cole sintetiza así la importancia de la Revolución Francesa para el desarrollo del movimiento socialista: “…los acontecimientos del período comprendido ente 1789 y la derrota de la «Conspiración de los Iguales» [marcaron] por primera vez, [hicieron] de la lucha de clases, aunque en pequeña escala y momentáneamente, una realidad manifiesta en la sociedad moderna, y en el curso de la batalla entre ricos y pobres condujo a que fuesen formuladas las doctrinas socialistas que, no siendo seguidas nunca más que por un pequeño número de partidarios, representaba, sin embargo, un nuevo elemento en el desarrollo histórico de la sociedad occidental.” (I: 21). “Lo que hizo la Revolución Francesa no fue crear el socialismo como un movimiento social, sino, más bien, convertir por primera vez en una lucha política el antagonismo entre ricos y pobres, y sustituir con este antagonismo los anteriores entre las clases privilegiadas y las no privilegiadas, preparando el terreno para las prolongadas luchas sociales de la Europa del siglo XIX, de las cuales nació el movimiento socialista moderno.” (I: 26-27).

Hay que situar la emergencia de François-Noël Babeuf (1760-1797)[3] y su grupo en un contexto de tensión de guerra y de derrota y decapitación del jacobinismo (y de la consiguiente ola de Terror Blanco que siguió a la ejecución de Robespierre). Corresponde a Babeuf la elaboración de “un plan casi completo de comunismo proletario, el cual puede considerarse como el precursor no sólo de las doctrinas socialistas posteriores de propiedad y explotación colectiva de los medios de producción, sino también de la idea de la dictadura del proletariado como manera de someter a las demás clases y de derrotar los intentos de contrarrevolución.” (I: 25).

La Conspiración de los Iguales fue “el primer movimiento socialista del pueblo” (I: 25). Sus ideas de comunismo y de igualdad social habían sido tomadas de Mably (1709-1785) y de otros filósofos utopistas del siglo XVIII. “Lo nuevo era la transformación de estas ideas utópicas en una forma de movimiento social que aspiraba al cambio inmediato de la sociedad existente y de sus instituciones, tanto económicas como políticas.” (I: 25). Fue un movimiento minoritario, que alcanzó a dirigir a sólo una parte del “proletariado”[4] urbano. Fue una conspiración de pocos y no un movimiento de masas; trató de ganarse a los descontentos generados por el hambre y la carestía que signaron el período posterior a la caída de los jacobinos.

“En realidad, el babouvismo fue esencialmente producto de la decepción revolucionaria. Se había esperado demasiado de la revolución [Este “demasiado” es, por lo menos, un anacronismo. En una revolución las masas liberan toda su energía, todas sus esperanzas (como decía Amado, “la revolución es la fiesta de los pobres”). Sería absurdo políticamente pedir que autolimitaran sus expectativas y sus acciones a las “posibilidades” de la clase que dirige políticamente la revolución – tengo en mente al escribir esto a la burguesía en las revoluciones burguesas -. Cole desconoce con esta frase la naturaleza de la ruptura representada por las revoluciones, que hace imposible mensurarlas según las normas políticas ordinarias.]; y lo que parecía haberse logrado para la parte más pobre de la población urbana, fue mayor miseria y sufrimiento. Los campesinos habían obtenido tierra, los obreros sólo hambre y falta de trabajo. Alguien sería culpable de esto, la revolución tenía que haber sido traicionada por alguno. ¿Por quién? Seguramente por los ricos, que habían seguido viviendo con lujo mientras que la inmensa mayoría sufría, y por quienes en nombre de la propiedad habían permitido que sucedieran estas cosas. Pero las protestas no fueron muy eficaces, a pesar de las calamidades; porque dividían a los revolucionarios, incluso en las ciudades, y no hallaban ningún eco en las aldeas.” (I: 26). Esta impotencia política de las masas trabajadoras urbanas era el resultado tanto del carácter burgués de la revolución como de la carencia de un proyecto político autónomo, sustentado en un diagnóstico certero de la transición del feudalismo al capitalismo. Las herramientas teóricas eran insuficientes. Pero, aún disponiendo de ellas, subsistía el problema (terriblemente complejo) de cómo lograr la unificación de obreros, artesanos y campesinos detrás de un proyecto político común. Si esto último no podía concretarse, el resultado inevitable era “el solo fúnebre del proletariado”, al que aludía Karl Marx (1818-1883).

¿Cómo se desarrolló la Conspiración de los Iguales?

Babeuf dirigía la Union du Pantheón, una sociedad secreta en la que confluían elementos políticos y sociales heterogéneos. Babeuf y un pequeño grupo se retiraron de ella cuando el Directorio suprimió la Union. Formaron una conspiración secreta, que trató de ganarse el apoyo de los dirigentes clandestinos de los jacobinos. Los conspiradores planeaban apoderarse del poder y formar un gobierno revolucionario, apoyado en las sociedades locales de Paris, que debía convocar a una asamblea nacional, elegida en base a los derechos concedidos por la Constitución de 1793 (que, como dijimos, nunca había sido implementada en la práctica). Mientras era convocada esta asamblea nacional, Babeuf se proponía implantar una dictadura temporal, apoyada en los “obreros”[5] de Paris. En el Manifiesto de los iguales, redactado por Sylvain Maréchal (1750-1803)[6], se encuentra el programa de esta dictadura revolucionaria. Cole califica a este documento como “la primera declaración política socialista” (I: 29).

El programa de Babeuf y su grupo incluía:

a) Expropiación inmediata de toda propiedad que perteneciese a las corporaciones y a los enemigos del pueblo. Hay que enfatizar que no proponían sólo la expropiación de la tierra, sino también de las grandes compañías industriales (más bien, de las grandes manufacturas). Esta acción encontraba su justificación en el principio consignado en la 1º sección del mencionado Manifiesto: “La naturaleza ha dado a todos los hombres el mismo derecho a gozar de todos los bienes.” (I: 28).

b) Abolición de todos los derechos de herencia (así, aplicando esta norma, en una generación toda la propiedad de Francia sería colectiva).

c) La propiedad comunal sería administrada por funcionarios de elección popular que cobrarían igual salario que los trabajadores. Para ello Francia sería dividida en nuevos distritos administrativos.

d) El trabajo sería obligatorio para todos; sólo las personas que realizaran un trabajo útil podrían votar. Cabe aclarar que, en cuanto al voto, se ceñían a lo establecido por la Constitución de 1793, que concedía este derecho a todos los varones (las mujeres quedaban excluidas, a pesar de su importante participación en la Revolución Francesa).

e) La educación sería universal, y estaría dirigida a inculcar en el pueblo los principios de la nueva sociedad.

La Conspiración fue desbaratada fácilmente por el Directorio. Uno de los militares involucrados en ella era un infiltrado, que denunció a los jefes en vísperas de la insurrección. Fueron detenidos y sometidos a juicio. Babeuf y Darthé (1769-1797) fueron guillotinados. Otros dirigentes, como el ya citado Maréchal y Philippe-Michel Buonarotti (1761-1837), fueron deportados.

Buonarotti, descendiente de Miguel Ángel, publicó La Conspiration pour l’egalité (Bruselas, 1828)[7], en la que dió a conocer por primera vez de manera completa los sucesos. Este texto se convirtió en un verdadero manual de revolucionarios durante la década de 1830 y hasta la Revolución de 1848. Fue traducida al inglés y comentada por Bronterre O’Brien, Buonarroti’s History of Babeuf’s Conspiracy (1836)[8], ejerciendo influencia sobre la izquierda cartista.

La derrota de Babeuf significó un duro revés para el socialismo igualitario en Francia, a punto tal que sólo logró reaparecer como movimiento político revolucionario luego de la Revolución de 1830. Cole afirma que, luego de desbaratada la Conspiración de los Iguales, “durante algún tiempo no fue posible ningún movimiento político basado sobre todo en un llamamiento a las clases obreras.” (I: 44).

Buenos Aires, domingo 2 de enero de 2011


NOTAS:

[1] Los temas abordados en esta nota son tratado por Cole en el capítulo II de su obra, titulado “La Gran Revolución Francesa y la conspiración de Gracchus Babeuf “ (I: 19-29). Nuestro autor sugiere que la mejor obra sobre la Conspiración es: Advielle, Victoire (1884). Histoire de Gracchus Babeuf et du babouvisme. Para los “joaquineros”,en la biblioteca del ISP Dr. J. V. González hay un ejemplar (donado por mi padre) de la traducción española de varios escritos de Babeuf (su producción periodística en LE TRIBUN DU PEUPLE).

[2] Esta Constitución, sancionada por los jacobinos, fue calificada por Marx como “la más radical de las Constituciones” en su célebre artículo “Sobre la cuestión judía” (1844), en el que hace varias menciones críticas a dicha Constitución de 1793.

[3] Más conocido como Gracchus Babeauf. Había tomado este seudónimo del tribuno del pueblo romano, que había intentado resolver la cuestión agraria a favor de los plebeyos. Se destacó como editor y principal redactor del periódico LE TRIBUN DU PEUPLE (1794-1796).

[4] Las comillas obedecen a que no se trataba de un proletariado moderno ni mucho menos. Era una mezcla abigarrada de artesanos, jornaleros y operarios de algunas (pocas) grandes manufacturas.

[5] Como se dijo en otra nota, el término “obreros” no debe ser entendido en un sentido moderno.

[6] Maréchal fue el principal teórico de los conspiradores. Se había destacado como periodista revolucionario por sus ataques contra la religión. Era autor de un Diccionario de los ateos. (I: 29).

[7] El volumen 1 de la edición 1828 (no encontré el volumen 2 en formato digital) está disponible en ese verdadero tesoro para bibliófilos que es el sitio Google books: http://books.google.com/books?id=w1oPAAAAQAAJ&printsec=frontcover&dq=philippe+buonarotti+la+conspiration&hl=es&ei=cgMgTb-uGI-u8Aau Consultado: 1/01/2011.

[8] La traducción de O’Brien se encuentra completa (en su edición de 1836) en el link: http://books.google.com/books?id=05HRAAAAMAAJ&printsec=frontcover&dq=philippe+buonarotti&hl=es&ei=rAIgTe_8N8Kt8AasmrWGDg&sa=X&oi= Consultado: 1/01/2011.

martes, 28 de diciembre de 2010

HISTORIA DEL MOVIMIENTO SOCIALISTA (2)

Babeauf (1760-1797)


2. El origen de la teoría de la lucha de clases[1].

La teoría de la lucha de clases existió con anterioridad al socialismo. Sus defensores se apoyaban en la actuación del revolucionario francés Gracchus Babeuf (1760-1797), principal dirigente de la llamada Conspiración de los iguales. Las palabras “babouvisme” y “babouviste” se utilizaron frecuentemente en Francia, sobre todo después de 1830, siendo empleadas para designar a la extrema izquierda del movimiento democrático (esto es, de quienes apoyaban el derrocamiento de la monarquía orleanista, surgida de la Revolución de 1830, y su reemplazo por la república democrática). Es significativo que la palabra “prolétarien” se encontrase asociada en esta época con la tradición babouvista.

Los partidarios de Babeauf eran confundidos, a veces, con los socialistas (como se indicó en la nota anterior, recibían esta denominación tanto los partidarios de las ideas de Saint-Simon como los adherentes a las concepciones de Fourier). Sin embargo, hasta mucho después de 1830, se mantuvo una distinción. Mientras que sansimonianos, fourieristas y owenianos constituían grupos organizados, “el babouvisme era una tendencia más bien que una secta, y sus exponentes se hallaban entre los miembros de sociedades y grupos democráticos y revolucionarios que públicamente no hacían profesión pública de él, como una doctrina, sino que lo consideraban más bien como una expresión importante de la izquierda jacobina, como un primer intento de llevar la revolución de 1789 hasta sus última conclusión lógica.” (I: 14).

3. El origen del término Comunismo (I: 15).

Comenzó a usarse en Francia con posterioridad a la Revolución de 1830, en relación con las sociedades revolucionarias de carácter clandestino que actuaban en Paris. Se hizo de uso corriente en los comienzos de la década de 1840 para designar a las teorías de Etienne Cabet (1788-1856). En Gran Bretaña empezó a usarse en 1840, importada de Francia por el oweniano John Goodwyn Barmby (1820-1881)[2], en sus Cartas de Paris (serie de artículos publicados en THE NEW MORAL WORLD).

En Francia, su uso temprano tuvo dos acepciones: a) la idea de commune (= unidad básica de la vecindad y el gobierno autónomo), que apuntaba a una forma de organización social constituida por una federación de comunas libres[3]; b) la idea de communauté (= tener cosas en común o de propiedad común), siendo este el sentido aceptado por Cabet y sus partidarios[4].

A diferencia de la palabra socialismo, el término comunismo tenía un sentido más militante. Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895) prefirieron hablar de comunismo, porque estaba más ligado a la idea de lucha revolucionaria y porque se relacionaba con la noción de propiedad y goce comunes. Según Engels, el término estaba asociado con la lucha de clases y con la concepción materialista de la historia.

Buenos Aires, martes 28 de diciembre de 2010


NOTAS:

[1]Una aclaración necesaria. El traductor de la obra (digo esto porque no tengo en mis manos la edición inglesa y no puedo establecer si el término ya es utilizado por Cole) emplea constantemente el término doctrina para referirse a las concepciones de un autor o corriente. Prefiero, en cambio, el uso de la palabra teoría, pues doctrina alude a un cuerpo cerrado de ideas (remitiendo en esto al pensamiento religioso), en tanto que teoría enfatiza el carácter abierto (y/o contradictorio) de un pensamiento. Es verdad que con esto estoy haciendo una interpretación particular de los términos mencionados, pero dicha interpretación es más cercana a las formulaciones de la moderna filosofía de la ciencia.

[2] Barmby, quien en 1840 realizó un viaje a Paris, hizo que Engels entrara en contacto con los “comunistas” franceses.

[3] En esta acepción fue adoptada por los clubes clandestinos de extrema izquierda. Por intermedio de ellos pasó a los revolucionarios exiliados en Francia, y luego fue empleada por la Liga Comunista en 1847. De allí pasó al Manifiesto Comunista (1848).

[4] Es interesante hacer notar que ya en sus orígenes el comunismo denotaba una concepción de la organización social que combinaba el autogobierno (o, si se quiere, formas de gobierno en las que los gobernados tuvieran una participación activa en la toma de decisiones y en el gobierno mismo) con la reestructuración radical de la propiedad.

domingo, 26 de diciembre de 2010

HISTORIA DEL MOVIMIENTO SOCIALISTA (1)



Las notas, extractos y comentarios que comienzo a publicar a continuación tienen por objeto exclusivo presentar un resumen de la obra del autor inglés. No hay en ellos ninguna pretensión de desarrollo original.

La Historia del pensamiento socialista[1], de George Douglas Howard Cole (1889-1959), es una obra ya antigua[2] pero venerable. Uno de sus límites es la visión eurocéntrica (incluyendo en este término también a los EE. UU.), que deja afuera sistemáticamente a los desarrollos de la teoría y práctica socialistas en América, Asia y África. El mismo autor indica en el prólogo otro de los límites del libro: “Quiero dejar sentado que esta obra no trata se de ser una historia del socialismo, sino sólo del pensamiento socialista con las referencias al movimiento socialista que sean necesarias para explicar el pensamiento.” (I: 7)[3] Cole reconoce que esta tarea es imposible para un solo autor. Además, indica que sabe inglés y francés, que tiene dificultades con el alemán, conoce muy poco italiano, casi nada de español, y no sabe ruso. Una historia del socialismo presenta grandes dificultades, y sólo puede ser encarada en el marco de un proyecto internacional y multidisciplinario.

Como apuntamos, Cole afirma que se trata de una historia del pensamiento socialista. En otras palabras, nuestro autor se ciñe (aunque no siempre) a realizar una historia de las ideas socialistas, dejando en un lugar secundario a la práctica socialista propiamente dicha. Está claro que la elaboración de una teoría social alternativa a la de las clases dominantes es uno de los logros más importantes de la historia humana, pero “de lo que se trata es de transformar el mundo”, como diría el viejo Karl Marx (1818-1883). Es por ello que deseo aclarar que al comentar esta obra, mi interés pasa por el estudio de las formas organizativas desarrolladas por el socialismo y por el movimiento obrero. Esto es, cómo constituir una organización política autónoma de los trabajadores en las condiciones del capitalismo.

El origen del término SOCIALISMO.

Los vocablos socialismo y socialista aparecieron impresos por primera vez en 1803 en italiano, “pero con un sentido que no tiene relación con ninguno de sus significados posteriores” (I: 9)[4]. La palabra socialisme apareció impresa en 1832 en el periódico francés LE GLOBE, dirigido por el sansimoniano Pierre Leroux (1797-1871). La palabra todavía servía exclusivamente para caracterizar a la doctrina sansimoniana[5]. En la década de 1830 fue utilizada por Leroux y Reynaud en la Nouvelle Encyclopédie. Pasó a usarse “para incluir un número de grupos que aspiraban a alguna clase de orden social nuevo, basado en una concepción económica social de los derechos humanos” (I: 9-10). Posteriormente, los términos “socialismo” y “socialista” pasaron a Gran Bretaña, Alemania y EE. UU.

En la década de 1830 el significado de la palabra “socialismo” se fue ampliando, hasta el punto que servía para designar “a quienes defendían algunos de los muchos «sistemas sociales» que luchaban entre sí y que coincidían en la hostilidad contra el orden social individualista que prevalecía en lo económico, y contra el predominio concedido a la cuestiones políticas sobre las sociales y económicas en las opiniones y actitudes contemporáneas acerca de las relaciones económicas y de la ordenación justa de los asuntos públicos.” (I: 10).

Los grupos que recibieron la denominación de “socialistas” fueron los sansimonianos y los fourieristas[6] en Francia, y los owenistas[7] en Gran Bretaña: “Los tres eran enemigos del individualismo, del sistema económico de la competencia y de la idea de que una ley económica natural por sí misma produciría el bien general, sólo con que los políticos se abstuvieran de seguir regulando los problemas económicos a la vez que reforzaban los derechos de propiedad. Los tres defendían, en contra del laissez-faire, la opinión de que los asuntos económicos y sociales necesitaban una organización colectiva de carácter positivo para fomentar el bienestar, y que esta organización habría de basarse, en cierto modo, en un principio de cooperación y no de competencia.” (I: 12).

Para estos primeros socialistas, la crítica del individualismo y la defensa de la necesidad de un nuevo ordenamiento de los asuntos económicos iban de la mano de un énfasis en la importancia de la educación: “Así, pues, socialismo, tal como la palabra se empleó primero, significaba ordenación colectiva de los asuntos humanos sobre una base de cooperación, con la felicidad y el bienestar de todos como fin, y haciendo resaltar no la «política», sino la producción y la distribución de las riquezas y la intensificación de los influjos «socializantes» en la educación de los ciudadanos a lo largo de toda su vida mediante formas cooperativas de conducta, en contra de los de la competencia, y mediante actitudes y creencias sociales. De aquí se sigue que todos los «socialistas» estaban profundamente interesados en la educación, y consideraban una buena educación social como un fundamento de los «derechos del hombre».” (I: 12).

En estas primeras concepciones del socialismo no tenían cabida ni el proletariado ni la lucha de clases entre éste y la clase capitalista. “El socialismo, en sus primeros tiempos, y tal como entonces se entendía esta palabra, desde luego no fue una doctrina de lucha de clases entre el capital y el trabajo.” (I: 14)

En 1839 el economista Jerôme Blanqui (1798-1854), en su obra Historia de la Economía Política, utilizó la denominación socialistas utópicos para referirse a los sansimonianos, fourieristas y owenistas. Más tarde, Marx y Friedrich Engels (1820-1895) adoptaron el uso de esta designación en el Manifiesto del partido comunista (1848) (I: 12).

Buenos Aires, domingo 26 de diciembre de 2010


NOTAS:

[1] Cole, G. H. D. (1980). Historia del pensamiento socialista: I. Los precursores, 1789-1850. México D. F: Fondo de Cultura Económica. La traducción es de Rubén Landa.

[2] La 1º edición inglesa se publicó en 1953.

[3] Siempre que no se indique lo contrario, todas las citas son de la edición mencionada en la nota 1. En números romanos indico el número de volumen, y en arábigos la página.

[4] Cole no aclara cuál es ese primer significado de los términos socialismo y socialista.

[5] Es decir, la doctrina de los seguidores de Saint-Simon (1760-1825).

[6] Se refiere a los partidarios de las ideas de Charles Fourier (1772-1837).

[7] Los owenistas eran los seguidores de Robert Owen (1771-1858) adoptaron oficialmente el nombre de socialistas en 1841.