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jueves, 18 de mayo de 2023

DURKHEIM Y LA CRÍTICA DEL INDIVIDUALISMO




Ariel Mayo (UNSAM / ISP Dr. Joaquín V. González)


“El ser humano es por naturaleza un animal social.”

Aristóteles (384-322 a. C.)


“El ser humano es (...) un animal que sólo

puede individualizarse en sociedad.”

Karl Marx (1818-1883)

 

A modo de prefacio: las ciencias sociales contra la concepción individualista de la sociedad

En la actualidad las ciencias sociales (o la teoría de la sociedad, si se prefiere) están obligadas a enfrentar el ascenso de las corrientes individualistas, según las cuales la sociedad no es otra cosa que la suma agregada de individuos. Que estas corrientes ocupan un lugar cada vez más significativo en la actualidad es una afirmación que no merece mayor discusión. El individualismo y la glorificación del egoísmo están a la orden del día. El individualismo se encuentra en el centro de numerosos movimientos políticos que combaten a los restos del Estado de bienestar (sea lo que fuere que esa expresión signifique hoy en día), al socialismo (al que se identifica, en parte capciosamente, en parte con mucho de razón, como estatista) y a cualquier vestigio de derechos de los trabajadores. El individualismo, en suma, es una de las piezas fundamentales en torno a los que se estructuran los movimientos y partidos que se conocen como liberales (o “libertarios”, como es el caso de Javier Miley en Argentina).

¿Por qué las ciencias sociales están obligadas a combatir el ascenso del individualismo?

La razón es sencilla: el individualismo, al escindir al individuo de la sociedad y al enfrentarlo a ella, no hace otra cosa que demoler los fundamentos sobre los que se construyó, trabajosamente, la ciencia de la sociedad. Esa ciencia (no importa aquí si se trata de la sociología o del marxismo) vio la luz planteando que la sociedad es una entidad diferente a los individuos que la componían, que la sociedad produce ideas y representaciones que no existen naturalmente en los individuos, y que la vida en sociedad moldea a las personas y permite el desarrollo de la individualidad. Por ende, postular que los individuos son previos a la sociedad y que crean a ésta a su imagen y semejanza, implica echar por tierra los fundamentos mencionados. En criollo, significa mandar al carajo todo lo hecho en el terreno de las ciencias sociales en los últimos 250 años.

Para las ciencias sociales, luchar contra el individualismo es luchar por su supervivencia como ciencias.

En este texto no podemos desarrollar en toda su extensión la crítica del individualismo, entendido como concepción filosófico y sociológica. Al fin y al cabo, este texto no es nada más ni nada menos que una ficha de trabajo; no obstante ello, la relectura de los clásicos resulta un punto de partida necesario para emprender la tarea de discutir las bases filosóficas que nutren al liberalismo conservador de la actualidad.

En sociología, al mencionar a los clásicos es imposible no tener en cuenta a Émile Durkheim (1858-1917). El sociólogo francés sentó las de una sociología científica; al hacerlo, confrontó inevitablemente con el individualismo. Para muestra de ello basta con ir a su obra La educación moral.  Pero antes de hacerlo corresponde decir algo sobre dicha obra en sí.

En el año lectivo 1902-1903, Durkheim dictó en la Sorbona (la Universidad de París) el primer curso sobre Ciencia de la Educación (hoy diríamos Sociología de la Educación). El sociólogo francés redactaba in extenso las lecciones de sus clases; gracias a ello poseemos el manuscrito de este curso, cuyo título es L’Éducation morale [La educación moral]. [1] Las lecciones cuarta, quinta y sexta están dedicadas al tratamiento de los grupos sociales. [2] Se trata de un material ineludible al momento de conocer las opiniones durkheimianas sobre el individualismo.

Información para bibliófilos:

Para la redacción del presente texto se utilizó: Durkheim, E. (1997). La educación moral. Buenos Aires, Argentina: Losada. 318 p. (Biblioteca Pedagógica). Todas las citas corresponden a esta edición, salvo indicación en contrario.


El todo es superior a las partes, o hablemos de los fundamentos de la crítica de la concepción individualista de la sociedad

Para poner en contexto el argumento desarrollado en La educación moral, hay que comenzar diciendo que la sociología construyó su espacio propio en el terreno de la teoría social por medio de la crítica del individualismo. Esto es particularmente notorio en Las reglas del método sociológico (1895). Allí Durkheim se esforzó por mostrar que la sociedad constituía un sustrato diferente a los individuos y que ella producía normas y representaciones que se imponían a las personas. [3]

En La educación moral, Durkheim vuelve a insistir en esta cuestión:

“porque los hombres viven juntos en vez de vivir separados, las conciencias individuales actúan unas sobre las otras y, a consecuencia de las relaciones que se establecen de este modo, aparecen ideas y sentimientos que jamás se hubieran producido en las conciencias aisladas.” (p. 76)

El comportamiento de las multitudes sirve de prueba positiva para la afirmación anterior:

“Los grupos humanos tienen una manera de pensar, sentir y vivir diferente de la que es propia de sus mismos miembros, cuando éstos piensan, sienten y viven aisladamente. Ahora bien, todo lo que decimos de las multitudes, se aplica, a posteriori, a las sociedades que no son otra cosa que multitudes permanentes y organizadas.” (p. 77)

Durkheim sostiene que lo anterior se deriva del hecho de que el todo es más que las partes que lo componen. O, dicho de otro modo, el todo posee propiedades diferentes a cada una de las partes que lo integran.

“Es pues un hecho constante que un todo puede ser diferente a la suma de sus partes. Nada hay en ello de sorprendente por esta razón, a saber: que los elementos, en vez de permanecer aislados, se asocian y se relacionan, actúan y reaccionan los unos sobre los otros, por lo cual, es natural que de estas acciones y de estas reacciones, que son producto directo de la asociación, que no habían tenido lugar antes de que ésta se hubiera realizado, surjan fenómenos enteramente nuevos, que no existían antes de verificarse aquélla.” (p. 76).

La tesis de que el todo es diferente a las partes que lo integran es la base de la crítica al individualismo y, a la vez, la justificación de la sociología como ciencia. De esa tesis se deriva que el objeto de estudio de la sociología son los hechos sociales [4] y no las conductas individuales. Más aun, las conductas individuales no son (salvo que se trate de una actitud patológica) otra cosa que los hechos sociales pasados por el tamiz de la experiencia individual.


La moral es lo que es y no lo que debe ser, o de cómo la sociedad produce sus propias normas

Enunciar las bases filosóficas de la crítica del individualismo y de la necesidad de la sociología es apenas el comienzo del trabajo. La tarea queda trunca si no se pasa a analizar las normas, costumbres y representaciones de una sociedad dada en un momento histórico determinado. Pero La Educación moral no emprende esa labor, sino que se concentra en el examen de un tipo específico de normas: la moral.

Durkheim deja de lado las concepciones que ponen el acento en la moral tal como debe ser; por el contrario, se dedica a examinar la moral tal cual es. [5] Esto supone concebir a ésta como “una infinidad de reglas especiales, precisas y definidas, que fijan la conducta de los hombres para las diferentes situaciones que se presentan con más frecuencia” (p. 35). En este sentido, el análisis de la moral se enlaza con la crítica del individualismo.

Repasemos lo visto hasta ahora. El núcleo de la crítica consiste en la afirmación de que la sociedad es una entidad diferente de los individuos que la componen. Esta tesis supone el rechazo de su contraria: la sociedad es una creación de los individuos. Si los individualistas tienen razón, la fuente de origen de la moral es cada uno de los individuos que viven en una sociedad dada. Ellos crean la moral. Pero en este punto Durkheim afila el cuchillo y pasa a demostrar que una moral nacida de los individuos sería amoral, es decir, una contradicción en sí misma. Su argumento es el siguiente.

La moral no consiste en la búsqueda de los fines personales de cada individuo. Durkheim rechaza esta concepción afirmando que ningún pueblo entiende a la moral de este modo, y que “lo que queremos conocer es esa moral tal como la entienden y aplican todos los pueblos civilizados” (p. 72). O sea, en base al principio metodológico que indica que tenemos que estudiar lo que existe antes de plantear lo que debe ser, el sociólogo está obligado a indagar cuál es la concepción de la moral que es aceptada por los distintos pueblos civilizados (nótese al pasar el tufillo a colonialismo que se desprende de algunos adjetivos empleados por Durkheim). Y esta concepción puede sintetizarse en la frase: “los actos prescritos por las leyes morales presentan todos el carácter común de perseguir fines impersonales” (p. 72)

Prosigamos. Si los actos del individuo guiados por sus fines personales no son morales, podemos calificarlos de amorales (en el sentido de que no pertenecen a las reglas incluidas en la moral de una sociedad determinada). La moral persigue fines impersonales. Pero fuera de los individuos no hay más que los grupos formados por la reunión de los individuos. El más extenso de esos grupos es precisamente la sociedad. [6] En otras palabras, la moral consiste en los actos impersonales dirigidos hacia la sociedad. Mejor dicho, “los fines morales son aquellos que tienen por objeto una sociedad. Obras moralmente es obrar en vista de un interés colectivo.” (p. 74)

La noción misma de interés colectivo resulta imposible de concebir si no se contempla la existencia de una entidad superior a los individuos (la sociedad). [7] La sociedad, esa totalidad de relaciones, acciones y representaciones, desarrolla intereses que no surgen naturalmente en las personas que la integran. Y esos intereses se expresan, entre otras cosas, en las normas morales.


¡Yo soy Espartaco!, o el individuo como ser social:

La crítica del individualismo va más allá del debate respecto a qué es la sociedad. La crítica apunta a la noción misma de individuo. El punto de partida de Durkheim es que el ser humano es un ser social:

“El ser humano se atiene tanto menos a sí mismo cuanto no se atiene más que a sí. ¿De dónde le viene esto? Es porque el ser humano constituye, en su mayor parte, un producto social. De la sociedad nos viene todo lo mejor de nosotros mismos, todas las formas superiores de nuestra actividad. El lenguaje es cosa social, y ocupa el primer lugar; la sociedad es la que lo ha elaborado y por la sociedad se transmite de generación en generación.” (p. 84)

Si esto es así, el ser humano sólo puede individualizarse en el marco de la sociedad. Los individuos aislados, si fuera posible que vivieran fuera de la sociedad, quedarían reducidos a las funciones orgánicas, encadenados a la satisfacción incesante de las necesidades más elementales. [8] En una sociedad moderna, donde la división del trabajo se ha extendido a niveles inimaginables en siglos anteriores, cada persona depende de las demás para satisfacer sus necesidades. Es precisamente esa extensión de la división del trabajo, de la interdependencia entre los individuos, la que genera la realidad y la ilusión de la autonomía del individuo. Realidad porque una división del trabajo extendida libera a las personas de pasar todo el tiempo trabajando para proveerse lo necesario para subsistir y abre un mundo de posibilidades para su desarrollo material y espiritual. Ilusión porque la economía mercantil hace que las personas se relacionen por medio del dinero y, por tanto, oscurece la percepción de la interdependencia entre los individuos. Quien posee dinero piensa que no necesita de los demás. La consecuencia de esta ilusión es el individualismo exacerbado.

Si se acepta que los seres humanos somos seres sociales, pierde consistencia el planteo que postula la existencia del antagonismo individuo-sociedad. Este planteo “está reforzado por viejos hábitos del espíritu que oponen la sociedad al individuo como dos términos contrarios y antagónicos, que no pueden desarrollarse el uno más que en detrimento del otro.” (p. 82). La antinomia individuo-sociedad se apoya, pues, en una concepción distorsionada de la relación social, que pone el acento en los extremos (el individuo por un lado, la sociedad por el otro), a punto tal que sostiene que son los extremos los que dan vida a la relación. Si se concibe de este modo a la relación, tiene sentido plantear la existencia de antagonismos irreductibles entre los extremos, sean cuales fueren estos (individuo-sociedad, individuo-Estado, patriotismo-cosmopolitismo, etc., etc.). Sin embargo, los antagonismos derivados de esa forma de pensar la relación no son otra cosa que abstracciones que oscurecen la comprensión de la relación real.

Durkheim propone un camino diferente. Individuo y sociedad constituyen una totalidad orgánica, en la que lo importante es la relación (en rigor, el conjunto de relaciones). El siguiente pasaje muestra con claridad la posición durkheimiana:

“Sin duda, lejos de existir entre ellos un antagonismo, lejos de que el individuo pueda adherirse a la sociedad sin abdicar total o parcialmente de su propia naturaleza, sólo a condición de adherir a ella es como el individuo realiza plenamente su naturaleza, es como llega a ser realmente él mismo.” (pp. 82-83).

La disolución del antagonismo individuo-sociedad disuelve las bases filosóficas del individualismo, pues el individuo no puede ser pensado por fuera de la sociedad o desarrollándose a espaldas de ésta. Para bien o para mal, el individuo está unido indisolublemente a la sociedad.

Un corolario de la argumentación anterior es la manera de concebir el conflicto. Para Durkheim se trata de conflicto social, no del choque entre el individuo y la sociedad. Un ejemplo de ello es el siguiente pasaje, que no tiene desperdicio:

“El individuo en sí mismo reducido a sus solas fuerzas es incapaz de modificar el estado social. No se puede actuar eficazmente sobre la sociedad más que agrupando las fuerzas individuales de manera que se opongan fuerzas colectivas contra fuerzas colectivas. Pero los males que procura curar o atenuar la caridad privada provienen generalmente de causas sociales. Abstracción hecha de casos particulares excepcionales, la naturaleza de la miseria, dentro de una sociedad determinada, proviene del estado de la vida económica y de las condiciones dentro de las cuales funciona, es decir, de su organización misma. Si existen hoy muchos vagabundos sociales, gentes fuera de toda vida social regular, es que hay dentro de nuestras sociedades europeas alguna cosa que impele a la vagancia. (...) Males tan manifiestamente sociales exigen que se les trate socialmente. Contra ellos nada puede el individuo aislado.” (pp. 98-99)

La argumentación de Durkheim refuta la idea, tan de moda en nuestros días, de que la posición de cada persona en la sociedad es el resultado de sus esfuerzos y sus méritos. Para que esos esfuerzos y esos méritos den resultados es necesario que existan determinadas condiciones materiales, sin las cuales el esfuerzo y el mérito giran en el vacío. Más todavía, cada sociedad forma en los individuos cierta idea del mérito y del esfuerzo. En definitiva, Durkheim aporta una visión realista, no utópica, de la relación individuo-sociedad.

El individualismo actual es cosa vieja. Sus fundamentos y su concepción de la sociedad fueron discutidos y refutados por las ciencias sociales hace ya mucho tiempo. Las razones de su elevación a verdadera moda también fueron analizadas hace más de un siglo. Nada hay de novedoso en él. Sin embargo, refutar teóricamente un argumento no implica refutarlo en la práctica. Con toda la importancia que tiene la discusión científica de los argumentos (viejos) del individualismo, no avanzamos un paso en su erradicación si la concepción correcta de la relación individuo-sociedad no se plasma en el sentido común de la sociedad. Parafraseando al viejo Marx, no alcanzan las armas de la crítica: hace falta la crítica de las armas. Pues en la medida en que la refutación del individualismo no se haga carne en lo cotidiano, se dará la paradoja de que lo viejo (el individualismo) se presente como lo nuevo.

 

Villa del Parque, jueves 18 de mayo de 2023


NOTAS:

[1] La obra fue publicada por primera vez en 1925. La edición estuvo a cargo del sociólogo francés Paul Fauconnet (1874-1938).

[2] Estas lecciones abarcan las pp. 61-110 de La educación moral.

[3] En el prólogo a la 2° edición de la obra se encuentra este pasaje: “Sí (...) esta síntesis sui generis que constituye toda sociedad da lugar a fenómenos nuevos, diferentes de aquellos que tienen lugar en las conciencias aisladas, no se puede por menos de reconocer que esos hechos específicos residen en la propia sociedad que los produce y no en sus partes, es decir, en sus miembros. Así pues, en ese sentido son exteriores a las conciencias individuales” (Durkheim, É., Las reglas del método sociológico, Barcelona, Altaya, 1998, p. 42).

[4] La noción de hecho social fue desarrollada por Durkheim en el capítulo 1 de Las reglas del método sociológico: “un orden de hechos que presentan caracteres muy particulares: consiste en modos de actuar, de pensar y de sentir, exteriores al individuo, y que están dotados de un poder de coerción en virtud del cual se imponen a él. Por consiguiente, no podrían confundirse con los fenómenos orgánicos, que consisten en representaciones y en acciones, ni tampoco con los fenómenos psíquicos, que no tienen existencia más que en la conciencia individual y por ella. Por consiguiente, constituyen una nueva clase y es a ellos, y sólo a ellos, a los que se debe dar el calificativo de sociales; éste es el calificativo adecuado, pues resulta claro que al no tener por substrato al individuo, no pueden tener otro que la sociedad, sea la sociedad política en su totalidad, sea alguno de los grupos parciales que encierra: confesiones religiosas, escuelas políticas y literarias, corporaciones profesionales, etc.” (Durkheim, É., Las reglas del método sociológico, Barcelona, Altaya, 1998, pp. 58-59)

[5] Durkheim sigue aquí la indicación metodológica propuesta por Maquiavelo en El Príncipe. Los fenómenos sociales, cualesquiera que sean, no pueden ser abordados desde el deber ser (nuestros deseos, nuestros ideales), sino que debemos estudiarlos tal como se presentan en la realidad. Maquiavelo lo expresa así: “mi intento es escribir cosas útiles a quienes las lean, y juzgo más conveniente irme derecho a la verdad efectiva de las cosas, que a cómo se las imagina; porque muchos han visto en su imaginación repúblicas y principados que jamás existieron en la realidad. Tanta es la distancia entre cómo se vive y cómo se debería vivir, que quien prefiere a lo que se hace lo que debería hacerse, más camina a su ruina que a su preservación” (Maquiavelo, El príncipe, Madrid, Universidad de Puerto Rico y Revista de Occidente, 1955, p. 342).

[6] “Las relaciones morales son relaciones entre conciencias. Pero por fuera y por encima del ser consciente que soy y por fuera y por encima de los seres conscientes que son los otros individuos humanos, no hay otra cosa que el ser consciente que es la sociedad. Y yo entiendo por esto todo lo que es el grupo humano, tanto la familia como la patria o como la humanidad en la medida, al menos, como se realiza. (...) me limito a plantear este principio, a saber, que el dominio de la moral comienza allí donde comienza el dominio social.” (p. 74)

[7] Adam Smith (1723-1790) era consciente de esta dificultad y desarrolló la idea de “la mano invisible” del mercado para solucionarla. Pero la solución smithiana consiste en un reconocimiento tácito de la existencia de fuerzas sociales que se encuentran por encima del individuo y que se realizan a través de las acciones individuales, independientemente de los fines perseguidos por los individuos al realizarlas.

[8] Thomas Hobbes (1588-1679), el primero de los autores contractualistas (quienes pensaban que existía un estado de naturaleza, previo a la vida en sociedad), describió en estos términos como sería la situación de las personas fuera de la sociedad: “todo aquello que es consustancial a un tiempo de guerra, durante el cual el hombre es enemigo de los demás, es natural también en el tiempo en que los hombres viven sin otra seguridad que la que la propia fuerza y su propia invención pueden proporcionarles. En una situación semejante no existe oportunidad para la industria, ya que su fruto es incierto; por consiguiente no hay cultivo de la tierra, ni navegación, ni uso de los artículos que pueden ser importados por mar, ni construcciones confortables, ni instrumentos para mover y remover las cosas que requieren mucha fuerza, ni conocimiento de la faz de la tierra, ni cómputo del tiempo, ni artes, ni letra, ni sociedad; y lo que es peor de todo, existe continuo temor y peligro de muerte violenta, y la vida del hombre es solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve.” (Hobbes, Thomas, Leviatán, México D. F., Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 103).


sábado, 29 de abril de 2023

DURKHEIM Y LA CRÍTICA DEL ECONOMICISMO

 


George Grosz, Escena callejera

Ariel Mayo (UNSAM / ISP Dr. Joaquín V. González)


“Cuando pienso en la vida que he llevado, en la desolación

de la soledad en que me he movido, en esa ciudad amurallada

que es el aislamiento de un capitán inasequible al encanto

de las verdes campiñas que contempla a su alrededor.”

Herman Melville, Moby Dick (1851)

 

Émile Durkheim (1858-1917) acostumbraba redactar sus clases. Gracias a ese hábito de perfeccionista, disponemos de un vasto material, compuesto por los borradores de los diferentes cursos dictados por el sociólogo francés a lo largo de su carrera académica. Entre esos materiales se encuentran las tres lecciones sobre moral profesional, publicadas por primera vez en la Revue de Métaphysique et de Morale, julio y octubre de 1937, pp. 527-544 y 714-738, con una presentación de Marcel Mauss (1872-1950).

Dichas lecciones forman parte del curso dictado por Durkheim en tres oportunidades durante la década de 1890 en la Universidad de Burdeos. El curso recibió sucesivamente los nombres de: 1) Física del Derecho y de las Costumbres; 2) Fisiología del Derecho y de las Costumbres; 3) Moral y Organización. La última redacción del curso fue efectuada de noviembre de 1898 a junio de 1900 y el texto resultante es que se publicó sin alteraciones en 1937.

Durkheim desarrolla en las lecciones una de las preocupaciones constantes de su pensamiento: la búsqueda de las causas del conflicto social en la sociedad capitalista de fines del siglo XIX.  Su análisis merece ser revisitado, en buena medida porque apunta a una cuestión central: la tendencia del capitalismo al individualismo y la fragmentación de la vida social (que va de la mano con el proceso de centralización del capital), y sus consecuencias políticas y sociales. Esta tendencia no es coyuntural sino estructural, algo que demuestra Durkheim en buena parte de su obra (por ejemplo, en La división del trabajo social), y no ha perdido vigencia en 2023. Durkheim, lejos de ser un fantasma del pasado, sigue caminando junto a nosotros.

Noticia para bibliófilos:

Para la redacción de esta ficha utilicé la traducción española de Federico Lorenc Valcarce: Durkheim, É. (2003). Lecciones de Sociología. Física de las costumbres y del derecho y otros escritos sobre el individualismo, los intelectuales y la democracia. Buenos Aires, Argentina: Miño y Dávila. Las tres lecciones se encuentran en pp. 65-103.


Como es habitual en él, Durkheim no pierde el tiempo y entra rápidamente en tema. La primera lección (pp. 65-76) es un verdadero cross a la mandíbula. Luego de definir el objeto de la física de las costumbres y el derecho [1], y de plantear cuáles son los dos problemas fundamentales de esta ciencia [2], se preocupa por establecer la existencia de diversas morales en la misma sociedad. [3] Todas estas cuestiones son, por decirlo así, una entrada en calor antes de pasar al tema principal.

El núcleo del texto es la crítica del economicismo o, dicho de otro modo, de las soluciones liberal y socialista a los problemas del capitalismo moderno. Estos problemas tienen origen en la tendencia del capital a fragmentar los grupos y producir individualismo. [4] Ahora bien, dicha fragmentación tiene sus costos. Desde la perspectiva durkheimiana, el más alto de esos costos consiste en la ausencia de una moral profesional, que regule las actividades de los grupos económicos (por ejemplo, de los empresarios y de los trabajadores). Esto es especialmente peligroso para la estabilidad del sistema social, puesto que la economía es la actividad principal en la sociedad moderna y, si es correcta la tesis durkheimiana, el desarrollo capitalista lleva a debilitar la regulación de esa actividad.

Durkheim desarrolla metódicamente su argumento. Para empezar:

“Una moral es siempre la obra de un grupo y no puede funcionar más que si este grupo la protege con su autoridad. Está compuesta por reglas que dirigen a los individuos, que los obligan a actuar de cierta manera, que imponen límites a sus inclinaciones y les impiden ir más allá. Ahora bien, sólo hay un poder moral - y, por consiguiente, superior al individuo- que puede imponerle legítimamente una ley: el poder colectivo. En la medida en que el individuo es abandonado a sí mismo, en la medida en que es eximido de toda obligación social, es liberado también de toda obligación moral. La moral profesional no podría sustraerse a esta condición de toda moral.” (p. 70)

Todo grupo necesita de una moral para funcionar adecuadamente, es decir, de un conjunto de normas que rigen los derechos y deberes de sus miembros (y que sirve, también, para justificar la jerarquía existente al interior del grupo). Pero la moral emana del grupo y no del individuo, pues este último, en el marco de una economía de mercado, pone su interés particular por sobre el interés colectivo. De modo que, si el grupo se debilita (por acción de esa misma economía de mercado), la moral pierde consistencia o, en el peor de los casos, desaparece. Sin moral, el grupo queda sumido en la lucha de todos contra todos [5]: “Es imposible que una función social exista sin disciplina moral. Porque, de otro modo, no hay más que apetitos individuales - que son naturalmente infinitos, insaciables - y, si nada los regula, no podrían regularse a sí mismos.” (p. 74; el resaltado es mío - AM -)

En este punto aparece una paradoja: el capitalismo, que produce la disolución del grupo, no puede permitir, sin embargo, que el grupo profesional se disgregue y que el conflicto escale, pues el capital demanda estabilidad. Sin moral profesional, la sociedad se tambalea, pues el individualismo da paso a la competencia y ésta se convierte en la lucha de todos contra todos. 

La inexistencia de moral profesional en los grupos económicos se encuentra en la base de la crisis del capitalismo. Durkheim lo expone así:

“De allí [de la ausencia de disciplina moral en los grupos profesionales] proviene, precisamente, la crisis que sufren las sociedades europeas. La vida económica ha adquirido, desde hace dos siglos, un desarrollo que no había tenido jamás; de función secundaria que era, despreciada, abandonada a las clases inferiores, ha pasado al primer lugar. Las funciones militares, administrativas y religiosas pierden terreno frente a ella. Sólo las funciones científicas están en condiciones de disputarle esta primacía, y aun la ciencia tiene prestigio frente a la sociedad en la medida en que puede servir a la práctica, es decir, en gran parte a las profesiones económicas. (...) Una forma de actividad que tiende a ocupar tal lugar en el conjunto de la sociedad no puede estar desprovista de toda reglamentación moral especial, sin que de ello resulte una verdadera anarquía. Las fuerzas que han sido desatadas ya no saben cuál es su desarrollo normal, dado que nada les indica donde deben detenerse. Se tropiezan unas a otras en movimientos discordantes, reduciéndose, rechazándose mutuamente. Sin dudas, los más fuertes logran destruir a los más débiles, o al menos, colocarlos en un estado de subordinación. Pero, como esta subordinación no es más que un estado de hecho que no está consagrado por ninguna moral, no es aceptada más que por obligación y hasta el día en que llegue una revancha siempre esperada. (...) De allí provienen los conflictos siempre renacientes entre los diferentes factores de la organización económica.” (pp. 74-75)

De modo que la principal actividad de las sociedades capitalistas, la vida económica, adquiere el carácter de “competencia anárquica”, con la consiguiente pulverización de los lazos sociales. Es cierto que Durkheim no ve la otra cara del desarrollo capitalista, la centralización del capital; sin embargo, percibe con agudeza las consecuencias disolventes de ese desarrollo para los grupos sociales.

El liberalismo económico (en el texto recibe la denominación de “economicismo”) propone una solución a la paradoja. Durkheim la sintetiza de la siguiente manera: “El economicismo sostiene que el juego de las fuerzas económicas se regularía a sí mismo y tendería automáticamente al equilibrio sin que fuera necesario ni posible someterlo a un poder moderador.” (pp. 73-74) Pero es precisamente el juego de las fuerzas económicas el que pone al grupo en respiración artificial; en otras palabras, el economicismo recomienda apagar el incendio arrojando al fuego más y más bidones de nafta.

Pero la crítica durkheimiana va más allá del liberalismo económico y alcanza también a los socialistas:

“El socialismo admite, al igual que el economicismo, que la vida económica está en condiciones de organizarse a sí misma, de funcionar regular y armónicamente sin que ninguna actividad moral se ocupe de ella, a condición de que el derecho de propiedad sea transformado, que las cosas dejen de estar monopolizadas por los individuos y las familias para ser puestas en manos de la sociedad. Hecho esto, el Estado sólo tendría que llevar una estadística exacta de las riquezas periódicamente producidas y distribuirlas entre los asociados según una fórmula preestablecida. “ (p. 74).

Liberales y socialistas tienen en común el economicismo, la concepción que sostiene que la economía se regula automáticamente, sin necesidad de una intervención externa. Pero, tal como se explicó más arriba, esto es imposible.

La teoría del automatismo de las leyes económicas parte del error de suponer que los fenómenos económicos existen y pueden analizarse por separado del resto de la organización social. Esta teoría se enlaza con el individualismo, pues ambas concepciones postulan la inexistencia de los condicionamientos sociales sobre los individuos y los fenómenos económicos.

La causa principal de la crisis consiste, según Durkheim, en la incapacidad de la economía de proveerse de un conjunto de reglas que la regulen: “El orden, la paz entre los hombres, no puede resultar automáticamente de causas completamente materiales, de un mecanismo ciego, por más sabio que sea. Es una obra moral.” (p. 75; el resaltado es mío - AM-).

Durkheim no se queda en la constatación de la impotencia de liberales y socialistas para resolver la crisis del capitalismo; viene a proponer un sueño: las corporaciones como remedio a la inexistencia de reglas morales en la vida económica. Este propuesta se desarrolla en las Lecciones 2° y 3° (pp. 77-103)

Aquí no tenemos espacio para desarrollar la solución durkheimiana, que será tratada en un texto futuro. Pero hay que enfatizar que el aporte más sustancial de las lecciones se encuentra en la crítica del economicismo, cuyo postulado fundamental (el de la crítica) es la afirmación de la incapacidad de la economía para regularse a sí misma. Si se acepta esta incapacidad, el homo oeconomicus no puede ser el fundamento de toda la vida social, pues el individuo carece de la facultad de autogenerar las normas que regulan las relaciones entre las personas.

En nuestra época, las invocaciones a la autorregulación del mercado y sus poderes mágicos para resolver los problemas económicos se hallan en boca de muchos políticos, periodistas y opinólogos. En medio de tanto ruido economicista es bueno tener presente otra perspectiva sobre la crisis, así más no sea para preservar la salud mental (la propia y la del prójimo). La soledad que menta el capitán Ahab no suele ser buena consejera.

 

Villa del Parque, sábado 29 de abril de 2023

 


Notas:

[1] “La física de las costumbres tiene por objeto el estudio de los hechos morales y jurídicos.” (p. 65)

[2] Los dos problemas fundamentales que debe resolver la física de la costumbre son: “1°) Cómo se han constituido históricamente estas reglas, es decir, cuáles son las causas que las han suscitado y los fines útiles que cumplen; 2°) La manera en que funcionan en la sociedad, es decir, el modo en que son aplicadas por los individuos.” (p. 65)

[3] Existen las reglas de moral universal, que “se aplican a todos los hombres indistintamente. Son las relativas al hombre en general, considerado en cada uno de nosotros” (p. 67). Estas reglas se dividen en dos grupos: a) la moral individual, que involucra las relaciones de cada uno consigo mismo; b) “las relaciones que conciernen con los otros hombres, haciendo abstracción de todo grupo particular” (p. 67). Pero entre ambos extremos existen deberes propios de grupos particulares (no abarcan a todas las personas). Entre ellos se encuentra la moral profesional, que abarca las reglas que rigen cada una de las actividades que realizan las personas en tanto productores, empleados, profesionales, funcionarios públicos, etc. Presenta una gran diversidad, pues abarca profesores, comerciantes, sacerdotes, soldados, etc. Ahora bien, “el rasgo distintivo de esta moral , el que la diferencia de las otras partes de la ética, es el desinterés con el que la considera la conciencia pública. No hay reglas morales cuya violación, al menos en general, sea vista con más indulgencia por la opinión. Las faltas que sólo conciernen a la profesión son objeto de una reprobación que pierde intensidad fuera del medio propiamente profesional. Son consideradas veniales. (...) Este carácter de la moral profesional se explica fácilmente. Esta moral no puede interesar vivamente a la conciencia común, precisamente porque está fuera de esta conciencia común. Precisamente porque impera sobre funciones que no todo el mundo cumple (...) He aquí por qué el sentimiento público es ofendido débilmente por este tipo de faltas. Sólo le atañen aquellas que por su gravedad son susceptibles de tener repercusiones generales.” (pp. 69-70)

[4] La relación entre capitalismo e individualismo fue descripta por Karl Marx (1818-1883) en un pasaje de la Introducción a los Grundrisse: “Solamente al llegar al siglo XVIII, con la ≪sociedad civil≫, las diferentes formas de conexión social aparecen ante el individuo como un simple medio para lograr sus fines privados, como una necesidad exterior. Pero la época que genera este punto de vista, esta idea del individuo aislado, es precisamente aquella en la cual las relaciones sociales (universales según este punto de vista) han llegado al más alto grado de desarrollo alcanzado hasta el presente. El hombre es, en el sentido más literal, no solamente un animal social, sino un animal que sólo puede individualizarse en la sociedad.” (Marx, K., Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, Buenos Aires, Siglo XXI, 1997, vol. 1, p. 4).

[5] Es casi inevitable recordar aquí la formulación del estado de naturaleza efectuada por Thomas Hobbes (1588-1679): “En esta guerra de todos contra todos, se da una consecuencia: que nada puede ser injusto. Las nociones de derecho e ilegalidad, justicia e injusticia están fuera de lugar. Donde no hay un poder común, la ley no existe: donde no hay ley, no hay justicia. En la guerra, la fuerza y el fraude son las dos virtudes cardinales.  Justicia e injusticia no son facultades ni del cuerpo ni del espíritu. Si lo fueran, podrían darse en un hombre que estuviera solo en el mundo, lo mismo que se dan sus sensaciones y pasiones. Son, aquéllas, cualidades que se refieren al hombre en sociedad, no es estado solitario. Es natural también que en dicha condición no existan propiedad ni dominio, ni distinción entre tuyo y mío; sólo pertenece a cada uno lo que puede tomar, y sólo en tanto que puede conservarlo.” (Hobbes, Th., Leviatán, México D. F., Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 104).

sábado, 12 de septiembre de 2015

FICHA DE LECTURA: DURKHEIM, LECCIONES DE SOCIOLOGÍA. LECCIÓN. NOVENA. MORAL CÍVICA: FORMAS DEL ESTADO. LA DEMOCRACIA




Nota bibliográfica:
Para la redacción de esta ficha utilicé la traducción española de Federico Lorenc Valcarce: Durkheim, Emile. (2003). Lecciones de Sociología. Física de las costumbres y del derecho y otros escritos sobre el individualismo, los intelectuales y la democracia. Buenos Aires: Miño y Dávila.

Aclaración:
Los párrafos entre corchetes intercalados en el texto corresponden a comentarios de mi autoría.

LECCIÓN NOVENA. MORAL CÍVICA: FORMAS DEL ESTADO. LA DEMOCRACIA (pp. 161-171).

Luego de ocuparse de describir la democracia (Lección 8°), Durkheim dedica el comienzo de esta Lección a examinar una manera específica de concebir dicha forma de gobierno: aquella según la cual se suprime la separación entre el Estado y los individuos (en la Lección 8° se da como ejemplo de esta forma de democracia el mandato a los representantes).

Rousseau (1712-1778) es un exponente de dicha forma de pensar la democracia. Durkheim se propone rastrear qué elementos de la constitución política explican la supervivencia de concepciones falsas sobre la democracia. (1).
 
 “Esta concepción parece originarse en nuestra organización actual, en virtud de la cual el Estado y la masa de los individuos están en relación directa y se comunican sin que ningún intermediario se intercale entre ellos. Los colegios electorales comprenden a toda la población política del país y el Estado surge directamente de estos colegios, al menos el órgano vital del Estado, que es la asamblea deliberativa. Es inevitable que el Estado formado en estas condiciones sea un simple reflejo de la masa social y nada más. Dos fuerzas sociales están presentes allí: una es enorme, porque está formada por la reunión de todos los ciudadanos; la otra es mucho más débil, porque no comprende más que a los representantes. Es necesario, entonces, que la segunda marche a la zaga de la primera.” (p. 163; el resaltado es mío – AM-). (2)

Durkheim sostiene que la solución al problema consiste en intercalar, entre el Estado y los individuos, órganos intermedios que mitiguen la presión ejercida por los individuos sobre aquél: “es necesario que sean órganos naturales y normales del cuerpo social.” (p. 165). Argumenta que dichos órganos no pueden ser de carácter territorial (por ejemplo, los consejos departamentales o provinciales), pues “el debilitamiento de los grupos puramente territoriales es irresistible.” (p. 166).

¿Quiénes pueden ser, entonces, esos órganos? “Dado que la vida profesional adquiere una importancia creciente a medida que el trabajo se divide, no es dado creer que está llamado a proveer la base de nuestra organización política. Va cobrando fuera la idea que de que el colegio profesional es el verdadero colegio electoral y, dado que los lazos que nos unen derivan de nuestra profesión más que de nuestras relaciones geográficas, es natural que la estructura geográfica reproduzca el modo en que nos agrupamos espontáneamente. Supongamos que las corporaciones se constituyen o se reconstituyen según el plan que hemos indicado: cada una de ellas tiene un consejo que la dirige, que administra su vida interna. ¿No están estos consejos en condiciones de desempeñar ese papel de colegios electorales intermediarios que los grupos territoriales sólo pueden cumplir con extrema debilidad?  (…) La corporación y sus órganos están siempre en acción y, por consiguiente, las asambleas gubernamentales derivadas de ella no perderían jamás el contacto con los consejos de la sociedad, no correrían el riesgo de aislarse y dejar de percibir los cambios que pueden producirse en las capas profundas de la población.” (p. 166; el resaltado es mío – AM-).

A continuación, presenta las ventajas de optar por una organización corporativa:

La primera: a diferencia del sistema actual, en el que representantes y representados desconocen la mayoría de los temas sobre los que se ven obligados a expedirse [por lo general no saben de economía, de política internacional, etc., etc.], un régimen basado en las corporaciones profesionales contaría con expertos para cada uno de los problemas a tratar en el Parlamento. “Los delegados que cada corporación enviaría a las asambleas políticas entrarían con sus competencias especiales, y como estas asambleas tendrían que regular las relaciones entre las diferentes profesiones, estarían compuestas de la manera más conveniente para resolver estos problemas. Los consejos gubernamentales serían verdaderamente lo que el cerebro es en el organismo: una reproducción del cuerpo social.” (p. 167; el resaltado es mío – AM-).

La segunda: en el sistema electoral actual, los individuos emiten de manera aislada su voto. En el sistema corporativo, lo harían de manera colectiva (es la corporación la que elegiría sus representantes). De este modo, el Estado expresaría la voluntad de los grupos, no de los individuos aislados. Esto se conecta con un tema fundamental para Durkheim: “Para convertir a los individuos en otra cosa, hay que ponerlos en relación y agruparlos de manera permanente. Los sentimientos que resultan de las acciones y reacciones que intercambian los individuos asociados son los únicos que están por encima de los sentimientos individuales.” (p. 167). En la corporación, “cada opinión individual, dado que se ha formado en el seno de una colectividad, tiene algo de colectivo. (…) Porque los miembros que la componen están permanentemente en relación, sus sentimientos se forman en común y expresan a la comunidad.” (p. 168).

Durkheim esboza un proyecto político al final de la Lección: “nuestra acción política consistirá en crear estos órganos secundarios que, a medida que se formen, liberarán al individuo del Estado y al Estado del individuo, y dispensarán a este último de una tarea para la que no está hecho.” (p. 171).


Villa del Parque, sábado 12 de septiembre de 2015

NOTAS:

(1)  Su principio metodológico: “Se trata de una concepción falsa, pero las concepciones falsas tienen causas objetivas.” (p. 163).

(2)  Durkheim insiste en que los individuos que votan a los representantes constituyen una “masa desorganizada”. [Esto es falso, pues se hallan agrupados en clases sociales, que se expresan políticamente en partidos y otras organizaciones.]

jueves, 10 de septiembre de 2015

FICHA DE LECTURA: DURKHEIM, LECCIONES DE SOCIOLOGÍA. LECCIÓN OCTAVA. MORAL CÍVICA: FORMAS DEL ESTADO. LA DEMOCRACIA




Nota bibliográfica:
Para la redacción de esta ficha utilicé la traducción española de Federico Lorenc Valcarce: Durkheim, Emile. (2003). Lecciones de Sociología. Física de las costumbres y del derecho y otros escritos sobre el individualismo, los intelectuales y la democracia. Buenos Aires: Miño y Dávila.

Aclaración:
Los párrafos entre corchetes intercalados en el texto corresponden a comentarios de mi autoría.

LECCIÓN OCTAVA. MORAL CÍVICA: FORMAS DEL ESTADO. LA DEMOCRACIA (pp.149-160).

Arranca la Lección con el rechazo de la teoría cuantitativa de las formas de gobierno (desarrollado en la Lección 7°); insiste en que, salvo en las poblaciones “inferiores”, el gobierno “está siempre en manos de una minoría” (p. 149), nunca es ejercido por el conjunto de la población.

“Gobernar es siempre la función de un órgano definido, delimitado.” (p. 149)

Varía la forma en que el gobierno se comunica con el resto de la población. En unos casos, se encuentra replegado sobre sí mismo y es, ante todo, “el agente de las relaciones exteriores, el agente de las conquistas, el órgano de la diplomacia” (p. 149). En otras sociedades, el Estado mantiene comunicaciones permanentes con el resto de la sociedad (Estado y ciudadanos están permanentemente informados de lo que hace uno y otro): democracia.

En definitiva, Durkheim propone una teoría de las formas de gobierno basada en el tipo de comunicación entre el gobierno y la población: “Poco importa que los jefes de Estado sean tantos o cuantos; lo esencial es la manera en que se comunican con el conjunto de la sociedad.” (p. 150).

Esta “comunicación estrecha” entre el gobierno y la sociedad es el primer rasgo distintivo de la democracia.

El segundo rasgo de la democracia es la extensión del campo de la conciencia gubernamental, su mayor maleabilidad. En las sociedades precapitalistas, la conciencia gubernamental se encuentra localizada en los bordes del organismo-sociedad (por ello el Estado aparece, ante todo, como el encargado de las relaciones exteriores), y suele mantenerse inaccesible para la mayoría de la sociedad, por eso se lo identifica con lo religioso. [La Modernidad se identifica, entonces, con el aumento de las comunicaciones – las deliberaciones, dice Durkheim, entre los miembros de la sociedad.]

Una consecuencia de la mayor comunicación entre los miembros de la sociedad es la mayor facilidad con que se desarrolla el cambio social: “Dado que hay una mayor cantidad de cosas sometidas a la deliberación colectiva, hay también más cosas en vías de transformación.” (p. 152).

Durkheim sintetiza así este segundo rasgo de la democracia:

“La verdadera característica es doble: 1°La mayor extensión de la conciencia gubernamental, 2° Las comunicaciones más estrechas de esta conciencia con la masa de las conciencias individuales.” (p. 152).

[En lo que sigue hay un inconfundible aire a Tocqueville y su análisis del Antiguo Régimen.]
Durkheim considera que la democracia no es ni un descubrimiento ni un renacimiento acaecido en el siglo XIX; es el resultado de un largo proceso histórico cuya nota principal es la difusión de la reflexión en el seno de las sociedades:

“La democracia es la forma política a través de la cual la sociedad alcanza la más pura conciencia de sí misma. Un pueblo es más democrático cuando la deliberación, la reflexión, el espíritu crítico desempeñan un papel más considerable en la marcha de los asuntos públicos. Lo es menos cuando predominan la inconsciencia, las costumbres irreflexivas, los sentimientos oscuros, los prejuicios sustraídos al examen.” (p. 153).

Si se tiene presente la centralidad del rasgo del incremento de la comunicación para caracterizar a la democracia, se comprende el porqué Durkheim considera que la monarquía fue más democrática que el feudalismo (porque centralizó las fuerzas de la sociedad). (1).

¿Por qué se extiende la democracia?

a)    La mayor complejidad de las sociedades [Extensión de la división del trabajo] requiere de una mayor reflexión. “Cuanto más complejo se vuelve el medio social; también se vuelve más cambiante; es necesario, entonces, que la organización social se transforme en la misma medida y se vuelve más reflexiva y consciente de sí misma.” (p. 153). (2).

b)    Es el régimen político más adecuado para “nuestra concepción actual del individuo”. Más claro: “El valor que atribuimos a la personalidad individual hace que nos repugne convertirla en un instrumento material que la autoridad social mueve desde afuera.” (p. 154). “Ser autónomo, para el hombre, es comprender las necesidades a las que debe plegarse y aceptarlas con conocimiento de causa. No podemos hacer que las leyes de las cosas sean de otro modo del que son; pero podemos liberarnos de su influencia pensando en ellas, es decir, apropiándose de ellas a través del pensamiento. Esto constituye la superioridad moral de la democracia. Porque es el régimen de la reflexión, permite al ciudadano aceptar las leyes de su país con más inteligencia y, por tanto, con menos pasividad.” (p. 154-155; el resaltado es mío – AM-).

A continuación, Durkheim refuta la siguiente concepción de la democracia: el Estado representa a la masa de los individuos “y toda la organización gubernamental tiene por único objeto el traducir lo más fielmente posible, sin agregar nada, sin modificar nada, los sentimientos esparcidos en la colectividad.” (p. 155). Una expresión de esta concepción es el mandato imperativo. Si bien goza de bastante aprobación, nada tiene que ver con la democracia. “Porque la democracia supone la existencia del Estado, de un órgano gubernamental, distinto del resto de la sociedad, aunque estrechamente en relación con ella” (p. 155). El Estado no tiene por función expresar los sentimientos irreflexivos de la multitud, “sino en agregar a este pensamiento irreflexivo un pensamiento más meditado, que es necesariamente diferente. El Estado es, y debe ser, una fuente de representaciones nuevas, originales, que deben permitir que la sociedad se conduzca con más inteligencia que cuando era movida simplemente por sentimientos oscuros que operaban sobre ella.” (p. 156). El Estado utiliza todos los medios disponibles (estadística, informes administrativos, etc.) “no simplemente para saber lo que piensa la sociedad, sino para descubrir qué es lo más útil para la sociedad.” (p. 156). (3)

Durkheim sostiene que la causa del éxito de la concepción de la democracia esbozada a principios del párrafo anterior, radica en la inexistencia de grupos intermedios que medien entre el Estado y los individuos. Termina la Lección proponiendo a los grupos profesionales como “base tanto de nuestra representación política como de nuestra organización social.” (p. 160).


Villa del Parque, jueves 10 de septiembre de 2015


NOTAS:

(1)  Nótese cómo define al régimen feudal: “El feudalismo es la difusión de la vida social, es el máximo de autoridad y de inconsciencia, que las sociedades actuales han reducido.” (p. 153).

(2)  “Las asambleas deliberativas se convierten en una institución cada vez más general, debido a que son el órgano a través del cual las sociedades reflexionan sobre sí mismas y, por consiguiente, el instrumento de las transformaciones casi ininterrumpidas que requieren las condiciones actuales de la consciencia colectiva. Para poder vivir actualmente, es necesario que los órganos sociales cambien a tiempo y, para que cambien a tiempo y rápidamente, es necesario que la reflexión social siga atentamente los cambios que se producen en las circunstancias y organice los medios para adaptarse a ellas.” (p. 154).


(3)  En su lenguaje peculiar, Durkheim expresa con precisión el carácter de aparato de dominación del Estado (su carácter de clase). Surgido en el seno de la sociedad dividida en clases sociales antagónicas, es consecuencia y causa de la extensión de la división del trabajo. No sólo se ocupa de reprimir a las clases explotadas; se encarga, además, de generar la legitimidad (el consenso) de la dominación. Para cumplir estas funciones es preciso que se presente como órgano independiente (separado) de la sociedad, para no figurar como impregnado por los intereses materiales en pugna. Esta separación le permite crear una ideología universal, que pretende ser válida para toda la sociedad.