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domingo, 27 de septiembre de 2020

DERECHOS HUMANOS, SOCIEDAD Y ESTADO CURSO 2020 – CLASE N°14: LOCKE

 

“La herencia de José Montiel no había sido liquidada.

Muchos de los bienes adquiridos de cualquier manera

y sin tiempo para cumplir formalidades se encontraban

en una situación legal indefinida.”

Gabriel García Márquez (1927-2014), escritor colombiano.


 

Bienvenidas y bienvenidos a la decimocuarta clase del curso.

Tal como dijimos al final del encuentro anterior, hoy corresponde describir la teoría del Estado esbozada por John Locke (1632-1704) en el Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil. Para ello revisaremos los capítulos 8 y 9 de la obra. Antes de comenzar hay que recordar que Locke argumentó en el capítulo 5 que la propiedad privada surgía en el EN, es decir, antes de la constitución de la sociedad y del Estado. La propiedad privada es, por ende, un derecho natural y no puede ser suprimida por el derecho positivo de los Estados (el derecho sancionado en base a las reglas establecidas en el ordenamiento jurídico vigente en cada Estado). Esto tiene una consecuencia: como el Estado tiene que preservar los derechos naturales de los SH, su objetivo primordial es proteger la propiedad privada. El liberalismo político (Locke es considerado como el primer gran exponente de esta corriente de pensamiento político) se propone limitar el poder del Estado para defender la libertad, pero eso no debe hacer olvidar que esa limitación del poder estatal es, ante todo, una defensa de la propiedad privada. 

Pasemos sin más dilaciones a la clase.


La concepción del Estado desarrollada por Locke en el Segundo Tratado cobra sentido si se tienen en cuenta dos cuestiones: a) la obra es un libro de combate, escrito para justificar el orden político emanado de la Revolución Gloriosa de 1688 [2], que consolidó la dominación de la aristocracia burguesa y de la burguesía aristocrática en Inglaterra; b) el punto de vista individualista metodológico del autor, según el cual el individuo es la clave para explicar la sociedad. En el Segundo Tratado confluyen, por ende, la defensa de la Revolución Burguesa y el desarrollo del individualismo como fundamento de la ideología política de la clase burguesa. 

Parafraseando a la Biblia, en el principio era el EN. Se trata de un estado anterior a la sociedad, en el que los individuos viven libres de toda sujeción social o estatal. Tal como plantea en el capítulo 5 de la obra, la propiedad privada surge en el EN a partir del trabajo. Los individuos que viven en estado de naturaleza son libres, iguales e independientes. 

No corresponde discutir aquí la historicidad del EN. Basta decir que adoptamos la tesis de que se trata de una ficción dirigida a exponer con mayor claridad el punto de vista individualista acerca de la sociedad, pues a partir de postular la existencia de dicho estado es posible aislar las características de la NH y plantear la manera en que ellas influyen en el surgimiento y los rasgos distintivos de la sociedad. 

El tratamiento del EN por Locke difiere del llevado a cabo por Thomas Hobbes (1588-1679) en el Leviatán. Mientras que para el segundo se trata de un estado de guerra de todos contra todos, en el que es imposible la existencia de la propiedad privada, para Locke se trata de un estado de libertad e igualdad, donde florece la propiedad a partir del trabajo. El EN según Locke es una especie de paraíso de los propietarios. Sin embargo, el EN es inestable y más tarde o más temprano obliga a la constitución de una sociedad política.

“Así, la humanidad, a pesar de todos los privilegios que conlleva el estado de naturaleza, padece una condición de enfermedad mientras se encuentra en tal estado; y por eso se inclina a entrar en sociedad cuanto antes. Por eso sucede que son muy pocas las veces que encontramos grupos de seres humanos que viven continuamente en estado semejante.” (p. 136).

¿Cuáles son las causas que impiden la continuidad del EN?

Locke responde a esta pregunta en el capítulo 9 de la obra. En primer lugar, esboza una respuesta general a la cuestión:

“…aunque en el estado de naturaleza tiene el ser humano todos esos derechos, está, sin embargo, expuesto constantemente a la incertidumbre y a la amenaza de ser invadido por otros. Pues como en el estado de naturaleza todos son reyes lo mismo que él, cada persona es igual a los demás; y como la mayor parte de ellos no observa estrictamente la equidad y la justicia, el disfrute de la propiedad que un ser humano tiene en un estado así es sumamente peligroso. Esto lo lleva a querer abandonar una condición en la que, aunque él es libre, tienen lugar miedos y peligros constantes…” (p. 134).

El buen burgués que vive en EN, “el hombre trabajador y racional” que construye su propiedad con su propio trabajo, siente que el piso se mueve bajo sus pies. La libertad y la igualdad de que disfruta en el EN se muestran demasiado frágiles, su independencia se viste de precariedad. Todo ello porque los individuos no observan ni la equidad ni la justicia, y no existe ningún poder superior capaz de mediar y resolver los conflictos. Nuestro individualista metodológico descubre bien pronto que el individuo separado de la sociedad es muy difícil de manejar y que es preciso situarlo cuanto antes en un contexto social. 

Locke menciona tres problemas específicos del EN: a) la ausencia de “una ley establecida, fija y conocida” (p. 135); b) la inexistencia de “un juez público e imparcial, con autoridad para resolver los pleitos que surjan entre los hombres, según la ley establecida” (p. 135); c) la falta de un “poder que respalde y dé fuerza a la sentencia cuando ésta es justa, a fin de que se ejecute debidamente”. (p. 135).

Todos los problemas mentados en el párrafo precedente remiten a la propiedad privada, el tema que provoca los desvelos de Locke. La propiedad privada, originada en el propio trabajo, se vuelve una pesadilla en el EN, pues no existe un Estado capaz de defenderla frente a “los delirios y la avaricia de los revoltosos y los pendencieros” (p. 61). La tan alabada independencia y libertad del EN es dejada de lado porque hay que asegurar como sea el propio patrimonio. El liberalismo se muestra, en sus mismos orígenes, como lo que es: una ideología de la clase propietaria en la sociedad capitalista.

Locke concibe a la propiedad como algo que va mucho más allá de la mera posesión de cosas. Aclara expresamente que da el nombre de propiedad a las vidas, libertades y posesiones de las personas. La vida y la libertad son inseparables de la propiedad. Locke formula aquí la esencia de la sociedad capitalista: la propiedad es la llave para gozar de los frutos del trabajo social; el no propietario se encuentra, por decirlo así, fuera de la sociedad y su vida y su libertad son abstractas, carecen de concreción, en la medida en que no se apoyen en la propiedad.

El Estado (la sociedad política) viene a calmar la ansiedad del buen burgués que vive en el EN. Huelga decir que el Estado tiene por objetivo fundamental la protección de la propiedad privada:

“…el grande y principal fin que lleva a los hombres a unirse en Estados y ponerse bajo un gobierno es la preservación de su propiedad, cosa que no podían hacer en el estado de naturaleza…” (p. 135).

Pero el burgués desconfía también del Estado. Al fin y al cabo, la experiencia política inglesa le había mostrado que los reyes eran propensos a meter mano en la propiedad privada a través, por ejemplo, de los impuestos. El escenario político posterior a la Revolución Gloriosa exigía limitar la potestad del Estado sobre la propiedad privada. En este sentido, Locke está obligado a construir una argumentación diferente a la de Hobbes, para quien es el Estado quien crea a la propiedad.

Aquí es donde entra a jugar, nuevamente, el individualismo metodológico de Locke. Ya indicamos que los individuos son libres e iguales en el EN. Por tanto, sólo pueden salir de este estado mediante su consentimiento:

“Al ser los hombres (…) todos libres por naturaleza, iguales e independientes, ninguno puede ser sacado de esa condición y puesto bajo el poder político de otro sin su propio consentimiento.” (p. 111).

Así como en el capítulo 5 de la obra la desigualdad en la propiedad no obedece a la violencia sino al consentimiento de las personas, que resuelven darle un valor determinado al oro y la plata, también la creación del Estado está desprovista de violencia. Son las personas, en pleno ejercicio de su libertad e igualdad, que resuelven erigir un Estado, una sociedad política:

“El único modo en que alguien se priva a sí mismo de su libertad natural y se somete a las ataduras de la sociedad civil  es mediante un acuerdo con otros hombres, según el cual todos se unen formando una comunidad, a fin de convivir los unos con los otros de una manera confortable, segura y pacífica, disfrutando sin riesgo de sus propiedades respectivas y mejor protegidos frente a quienes no forman parte de dicha comunidad.” (p. 111).

El EN, presentado inicialmente como una apoteosis de la libertad y la igualdad, se muestra muy mezquino en sus resultados, pues el buen burgués se pecha por dar el consentimiento a la constitución de un Estado. Pero nuestro burgués está en sus cabales. A su naturaleza egoísta sólo le interesa la propiedad. Él sabe de sobra que, sin propiedad, la vida es puro cuento. De la argumentación de Locke se desprende con claridad que la comunidad que se constituye mediante el contrato es la comunidad de los propietarios; los no propietarios, mal que les pese a los filántropos, quedan fuera del ordenamiento social racional. 

El contrato, una institución central en la circulación de las mercancías, se convierte en factor decisivo para la constitución de la sociedad política:

“En rigor, nada puede hacer de un ser humano un súbdito, excepto una positiva declaración, y una promesa y acuerdo expresos. Esto es lo que pienso acerca del origen de las sociedades políticas y del consentimiento que hace a una persona miembro de un Estado.” (p. 133).

La entronización del contrato como factor primordial en el surgimiento del orden político cristaliza la ruptura con la filosofía política clásica. La sociedad deja de ser la forma de vida natural de los SH y se transforma en un ente artificial, creado por la voluntad de los individuos expresada en el contrato.

“…el comienzo de la sociedad política depende del consentimiento de los individuos, los cuales se juntan y acuerdan formar una sociedad; (…) cuando están así incorporados, establecen el tipo de gobierno que les parece más adecuado.” (p. 119).

Como era de esperarse, los individuos que acuerdan formar una sociedad política tienen como principal objetivo la defensa de la propiedad. 

Transformada la sociedad en una construcción artificial, desgajado el individuo del marco social en el que se constituye como persona, santificada la indiferencia recíproca de las personas como un valor en sí mismo, reemplazada la violencia por el consentimiento, todo queda despejado para la marcha sin tropiezos del orden burgués.

En la próxima clase comenzaremos el estudio de la obra de Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), a través de la lectura El Contrato Social (1763).

Muchas gracias por su atención y paciencia.

 

Villa del Parque, domingo 27 de septiembre de 2020


ABREVIATURAS:

EN = Estado de naturaleza / NH = Naturaleza humana / SH = Ser humano (o su plural).


NOTAS:

[1] Todas las citas de la obra han sido tomadas de la traducción de Carlos Mellizo: Locke, J. (2000). Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil: Un ensayo acerca del verdadero origen, alcance y fin del Gobierno Civil. Madrid: Alianza.

[2] Se denomina así a un episodio de la historia inglesa, que representó la consumación de la revolución burguesa en ese país. El derrocamiento del monarca Jacobo II (1633-1701) y la asunción al trono de Guillermo de Orange (1650-1702) terminó con la monarquía absoluta y consolidó el régimen parlamentario. La burguesía se aseguró así el control del poder político.


viernes, 25 de septiembre de 2020

EPISTEMOLOGÍA DE LAS CIENCIAS SOCIALES CURSO 2020 – CLASE N° 7: NATURALEZA HUMANA EN ARISTÓTELES

 

“Salvo en una sociedad completamente justa,

lo mejor de la vida

es ser jefe.”

Roque Dalton (1935-1975), poeta salvadoreño


Bienvenidas y bienvenidos a la séptima clase del curso.

En la clase de hoy comenzaremos la parte de la materia dedicada a los problemas epistemológicos de las ciencias sociales. Esto requiere una breve explicación, a modo de pasaje entre dos segmentos diferentes de la cursada.

La ciencia social moderna surge a la par del desarrollo del capitalismo, la forma de organización social dominante en la actualidad. [1] Dicho de manera esquemática, ciencia social y capitalismo van de la mano. De hecho, las primeras CS modernas fueron la ciencia política y la economía política, que acompañaron desde la teoría el surgimiento del Estado moderno y la consolidación de la economía capitalista. [2] Es por ello que, a diferencia de las ciencias naturales, la CS es inseparable de los debates políticos y las luchas sociales de cada sociedad. Lo mismo ocurría con la filosofía política, la forma de estudio de la sociedad antes de la CS. [3] Esto nos lleva a considerar de modo diferente la cuestión de la objetividad y, más en general, las diversas cuestiones del CC. De ahí la necesidad de un abordaje específico de las CS desde el punto de vista epistemológico.

Vayamos ahora al contenido de la clase propiamente dicha.


A manera de introducción:

Para estudiar los problemas epistemológicos de las CS opté por un enfoque centrado en el desarrollo histórico de las mismas. Es por eso que comenzamos esta parte de la materia con el artículo del profesor Palma sobre el problema de la naturaleza humana [4], pues en él se aborda la filosofía política, la forma de teoría social que precedió a la CS moderna.

El texto del profesor Palma se divide, desde el punto de vista de su contenido, en tres partes:

a)   La presentación del problema del todo y la parte [5];

 

b)   La noción de NH en la filosofía política [6];

 

c)   El tratamiento de la NH en las ciencias biomédicas [7].

En la clase de hoy abordaremos los dos primeros puntos de esta enumeración; en la clase siguiente concluiremos el análisis del artículo con la presentación del punto c. Dado que el texto es claro, y con el objetivo de evitar repeticiones, me limitaré a poner la atención en algunos aspectos del artículo que resultan especialmente importantes para los fines del curso.


El problema del todo y la parte:

¿Por dónde comenzar el estudio de la sociedad?

La pregunta que acabamos de formular está en la base de la teoría social desde el momento en que los SH comenzaron a reflexionar sobre la organización social. A lo largo de milenios se han dado múltiples respuestas; ustedes verán varias de ellas a lo largo de sus carreras y, eventualmente, adoptarán una de ellas (o una mixtura de ellas) como propia.

En este momento nos interesan dos de las respuestas al problema. En rigor, cada una de ellas postula una forma específica de pensar la organización social. Se trata de respuestas antagónicas, esto es, aceptar una de ellas implica rechazar la otra, pues constituyen explicaciones opuestas, incompatibles entre sí.

Pasemos a describirlas.

Una corriente de la teoría social sostiene que la sociedad es una totalidad y que, por tanto, cualquier estudio de la misma debe partir del todo. Por supuesto, quienes adherimos a esta corriente sabemos que la sociedad está compuesta por individuos, esto es innegable. Sin embargo, estos individuos se forman, son moldeados, en el seno de la totalidad social. Por ejemplo, su pensamiento es imposible sin la vida en sociedad, pues el lenguaje (el instrumento para pensar) es un producto social. Dicho en otros términos, la sociedad es un conjunto de relaciones sociales (relaciones entre individuos), y la interacción entre las personas produce estructuras y representaciones que o existen en ellas en tanto individuos. Las instituciones, las representaciones, emergen de las relaciones que se establecen entre las personas. Esta corriente recibe la denominación de emergentismo (también es conocida como enfoque de la totalidad u holismo).

Otra corriente sostiene que el punto de partida de la teoría social son los individuos, pues sin ellos no existiría la sociedad. Por lo tanto, todo lo que sucede en la sociedad se explica a partir de las características de los individuos que la componen. En otras palabras, los fenómenos sociales se reducen a conductas y acciones de los individuos. Según los partidarios de esta corriente, denominada reduccionismo (también conocida como individualismo metodológico), las CS tienen que comenzar por el estudio del individuo.

En el artículo del profesor Palma se desarrollan las posiciones del emergentismo y del reduccionismo. Por ello es innecesario decir más al respecto. Sin embargo, quiero insistir en algo que es fundamental: emergentismo y reduccionismo constituyen posiciones enfrentadas sobre la sociedad. Ese enfrentamiento no puede ser negociado o minimizado; se trata de formas incompatibles de concebir la sociedad, la organización social.

En esta clase  y en la siguiente tendremos oportunidad de revisar ambas corrientes a través de algunos ejemplos: por un lado, examinaremos la perspectiva de la totalidad a través de la concepción aristotélica (el SH como ser social); por otro, el individualismo metodológico tal como aparece en el contractualismo del filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679).

Antes de comenzar el análisis de los ejemplos mencionados corresponde explicar el procedimiento adoptado por el profesor Palma para presentar los rasgos fundamentales del emergentismo y el reduccionismo. Palma toma la noción de NH y la utiliza para explicar el enfoque reduccionista. ¿Cómo es esto? El concepto de NH fue empleado por los filósofos políticos como herramienta para explicar la realidad social. Así, la estructura de la sociedad se derivaba (reduccionismo) de los rasgos de la NH. Ahora bien, algunos filósofos sostenían que la sociedad era una totalidad cuya estructura se explicaba a partir de la NH; en cambio, otros filósofos afirmaban que la sociedad era una creación de los individuos y que, por lo tanto, las características de la sociedad así creada existían previamente en la NH.

En el pensamiento antiguo, cuyo exponente más destacado fue el filósofo griego Aristóteles (384-322 a. C.), la noción de NH servía para fundamentar la desigualdad entre los SH. En el pensamiento moderno, ejemplificado aquí por Hobbes, la NH permitía justificar la tesis de la igualdad de los SH.

Veamos esto en la práctica.


La NH y la desigualdad de los SH:

El filósofo griego Platón (c. 427-347 a. C.) desarrolló la tesis de la desigualdad de los SH a partir del uso de la noción de NH. El profesor Palma menciona el “mito de los metales”, un claro ejemplo de esa utilización. [8]

Nosotros dedicaremos especial atención a la justificación aristotélica de la desigualdad humana, tal como aparece en el Libro Primero de la Política. [9]

Aristóteles comienza la Política afirmando que el objeto de estudio de la filosofía política es la polis [10]

“[Puesto que] toda ciudad es una cierta comunidad y que toda comunidad está constituida con miras a algún bien, es evidente que todas tienden a un cierto bien, pero sobre todo tiende al supremo la soberana entre todas y que incluye a todas las demás. Ésta es la llamada ciudad y comunidad cívica.” (1252a; 45-46)

La polis es la comunidad superior, pues tiende al bien supremo e incluye a todas las otras comunidades: la casa, la aldea (formada por varias casas). La polis es la “comunidad perfecta de varias aldeas (…) que tiene el nivel más alto de autosuficiencia, que nació a causa de las necesidades de la vida, pero subsiste para el vivir bien.” (1252b; 49).

Aristóteles concibe a la polis como una comunidad unida en torno al propósito de lograr una vida buena. Dejando de lado las finalidades éticas y morales, lo cierto es que la comunidad pretende lograr esa vida buena en un sentido material. De ahí la centralidad de la noción de autosuficiencia (la polis perfecta es aquella que se basta a sí misma en lo que hace a proveer lo necesario para satisfacer sus necesidades) y por ende el interés, (expresado en el tercer tema del Libro Primero) por las cuestiones materiales que requiere esa autosuficiencia. En otras palabras, la economía adquiere una importancia fundamental para la concreción de la vida buena. Es verdad que la polis excluye a los esclavos, las mujeres y los extranjeros. Pero, desde la perspectiva aristotélica, esto no implica ruptura de la unidad, pues son grupos inferiores en relación a los hombres libres y necesitan ser tutelados por éstos, debido a que carecen de autonomía. Las cosas son bien distintas en el capitalismo, donde la unidad se encuentra desgarrada en clases sociales con intereses antagónicos. En la sociedad capitalista la unidad consiste en la imposición del dominio de una clase y, si se me permite la aplicación de la expresión, la polis son varias polis: la polis de los capitalistas y la polis de los pobres.

Aristóteles se propone refutar la afirmación de que entre el gobierno de una polis (ejercido, por ejemplo, por el rey) y el administrador de una casa o el amo de sus esclavos hay sólo una diferencia cuantitativa; en otras palabras, discute la concepción de que la diferencia entre esas formas se deriva de la cantidad de personas que caen bajo su gobierno. Para encarar la tarea recurre a dos métodos: análisis, “dividir lo compuesto hasta sus elementos más simples” (1252a, 3; 46); historia, “si se observa desde su origen la evolución de las cosas” (1252a, 3; 46).

El punto de partida del filósofo griego es el reconocimiento de la existencia de un orden natural [11], una jerarquía que ordena a todas las cosas:

“En efecto, el que es capaz de pensar con la mente es un jefe por naturaleza y un señor natural, y el que puede con su cuerpo realizar estas cosas es súbdito y esclavo por naturaleza; por eso al señor y al esclavo interesa lo mismo.” (1252a, 2; 47). [12]

Aristóteles afirma que los seres humanos son desiguales por naturaleza: unos están preparados para mandar, por ello tienen el saber y pueden obrar con autonomía; otros están preparados para trabajar y carecen de autonomía. Por ende, amo y esclavo están en una relación de mutua conveniencia. En otras palabras, ambos se necesitan.

Existen distintos tipos de comunidades: la casa, la aldea (formada por varias casas), la ciudad. Esta última es “la comunidad perfecta de varias aldeas (…) que tiene (…) el nivel más alto de autosuficiencia, que nació a causa de las necesidades de la vida, pero subsiste para vivir bien” (1252b, 8; 49).

“Toda ciudad es por naturaleza, si también lo son las comunidades primeras. La ciudad es el fin de aquéllas, y la naturaleza es el fin. En efecto, lo que la cosa es, una vez cumplido su desarrollo, decimos que es su naturaleza, así de un hombre, de un caballo o de una cosa. Además, aquello por lo que existe algo y su fin es lo mejor, y la autosuficiencia es, a la vez, un fin y lo mejor.” (1252b, 8-9, 2; 49-50).

En el pasaje anterior, Aristóteles presenta los fundamentos de su filosofía política. La naturaleza presenta dos características: es inmutable (estática) y jerárquica. Cada cosa en el mundo natural y en el mundo social tiene un fin determinado, que existe de antemano (teleología). Todas las cosas están ordenadas en una jerarquía, que también es estática. La teleología suprime la evolución, entendida en el sentido darwiniano del término.

A continuación, presenta su tesis de más amplio alcance en la teoría social, que plantea que el ser humano es un animal social por naturaleza:

“La ciudad es una de las cosas naturales, (…) el ser humano es por naturaleza un animal social [13], y que el insocial por naturaleza y no por azar es un ser inferior o un ser superior al ser humano.” (1252b, 9)

No hay manera de minimizar el significado de la tesis aristotélica. Ella expresa de manera clara una de las principales divisiones de aguas en el terreno de la teoría social. De un lado están aquellos que pensamos que la sociedad es la forma natural de existencia de los seres humanos; del otro, quienes sostienen que la sociedad es artificial y que sólo existen de manera natural los individuos. A esta última corriente de pensamiento se la denomina individualismo metodológico y surgió con los filósofos contractualistas de los siglos XVII y XVIII.

¿Por qué el ser humano es un animal social por naturaleza?

“La razón por la cual el ser humano es un ser social, más que cualquier abeja y que cualquier animal gregario, es evidente: la naturaleza, como decimos, no hace nada en vano, y el ser humano es el único animal que no tiene palabra. Pues la voz es signo del dolor y del placer, y por eso la poseen también los demás animales, porque no naturaleza llega hasta tener sensación de dolor y de placer e indicársela unos a otros. Pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio del ser humano frente a los demás animales: poseer, él sólo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y lo injusto, y de los demás valores, y la participación comunicativa de estas cosas constituye la casa y la ciudad.” (1252b, 10-12)

Aristóteles justifica la condición social del ser humano sosteniendo que la palabra lo distingue de los demás animales, y la palabra es esencialmente un medio de comunicación. Existe porque los seres humanos se relacionan entre sí y, a la vez, la palabra profundiza las relaciones entre las personas, hace que el mismo pensamiento de cada individuo adquiera un carácter relacional. Pero además hay otro argumento a favor de la condición social del ser humano: “la ciudad es anterior a la casa y a cada uno de nosotros, porque el todo es necesariamente anterior a la parte.” (1252b, 13; 51) En otras palabras, Aristóteles postula una especie de “colectivismo” metodológico, es decir, considera que el todo es anterior a las partes y por eso el todo es la clave para la explicación de la parte.

Aristóteles complemente el principio metodológico de la prioridad del todo sobre las partes con el que afirma que las cosas se definen por su función: “Todas las cosas se definen por su función y por sus facultades, de suerte que cuando éstas ya no son tales no se puede decir que las cosas son por sí mismas, sino del mismo nombre.” (1252b, 13-14; 52)

En base a lo anterior, puede escribir que “la justicia (…) es un valor cívico, pues la justicia es el orden de la comunidad civil” (1252b, 16; 52-53). Coincide con el filósofo inglés Thomas Hobbes, quien decía que fuera de la sociedad no existe lo justo y lo injusto. [14] En otras palabras, el orden social, su plasmación en la legislación y en una moral determinada, son una construcción social.

El esencialista Aristóteles, para quien, como ya se indicó, los seres humanos son desiguales por naturaleza, explora aquí las fronteras de ese esencialismo; la justicia es un determinado orden de la polis. Si bien el filósofo griego insiste una y otra vez que ese orden obedece a un orden jerárquico y teleológico existente en el cosmos, es posible recorrer otro camino a partir del reconocimiento aristotélico del carácter social de la justicia: concebir a esa justicia como el resultado de la lucha de clases.


La defensa de la esclavitud por Aristóteles:

A continuación, Aristóteles comienza su argumento sobre la esclavitud explicando en qué consiste la administración de la casa, pues la polis se compone de casas.

Enseguida nos encontramos con un primer llamado de atención: “La casa perfecta la integran esclavos y libres.” (1253b, 1; 53). Las partes de la casa son: amo y esclavo, marido y esposa, padre e hijos. Se trata de tres relaciones: heral [15], conyugal y procreadora. Los tres casos son definidos como relaciones jerárquicas, de dominación. En todos ellos el que manda es el varón. Además, y eso es algo que corresponde enfatizar, rige la desigualdad como rasgo propio de la esencia de los seres humanos. [16]

A continuación, Aristóteles desarrolla la cuestión de la necesidad de la propiedad: “sin las cosas necesarias es imposible tanto vivir como vivir bien.” (1253b, 4; 54). Por ello,

“Las posesiones son un instrumento para la vida y la propiedad es una multitud de instrumentos; también el esclavo es una posesión animada, y todo subordinado es como un instrumento previo a otros instrumentos.” (1253b, 2: 54).

El amo manda sobre el subordinado (el esclavo), quien, a su vez, manda sobre los instrumentos inanimados.

Aristóteles reconoce que las cosas podrían ser de otra manera:

“Si cada uno de los instrumentos pudiera cumplir por sí mismo su cometido obedeciendo órdenes o anticipándose a ellos, si (…) las lanzaderas tejieran solos y los plectros tocaran la cítara, los constructores no necesitarían ayudantes ni los amos esclavos.” (1253b, 3 – 1254a, 1; 55 - el resaltado es mío – AM-).

La automatización es concebida como liberación del trabajo manual. Ahora bien, dada la existencia de clases sociales, el trabajo manual queda a cargo de los “subordinados”, de los dominados. Aristóteles sugiere que la cuestión se origina en un problema técnico (el bajo desarrollo de las fuerzas productivas). Alguien tiene que hacer “el trabajo sucio”. Jamás se le ocurre – como hace Thomas More (1478-1535) en Utopía – abolir la propiedad privada y repartir el trabajo entre todos. Hay que recordar que el argumento aristotélico pro-esclavitud se basa en la desigualdad natural de los SH.

Aristóteles establece una distinción entre producción, cuyo objetivo es producir un producto, que permanece luego de acabada la acción de producir; y acción [praxis], cuyo fin es la misma actividad y que no produce un resultado aparte.

“Los llamados instrumentos lo son de producción, mas las posesiones son los instrumentos de acción. En efecto, la lanzadera [instrumento] produce algo aparte, pero el vestido y el lecho [posesiones], sólo su uso. (…) La vida es acción, no producción, y por ello el esclavo es un subordinado para la acción.” (1254a, 4-5; 55).

De modo que la condición del esclavo se ve rebajada radicalmente: no puede vivir su vida como acción, sino que debe limitarse a producir para que los hombres libres gocen de la acción.

“El amo es solamente dueño del esclavo, pero no le pertenece. El esclavo, en cambio, no sólo es esclavo del amo, sino que le pertenece enteramente.” (1254a, 5; 56).

El amo es el todo – su naturaleza puede ser todo -; el esclavo es la parte, sólo puede llevar a cabo su producción para otros. Por ende, la esclavitud lo es por naturaleza:

“Cuál es la naturaleza del esclavo y cuál su facultad resulta claro de lo expuesto; el que, siendo ser humano, no se pertenece por naturaleza a sí mismo, sino a otro, ese es por naturaleza esclavo. Y es hombre de otro el que, siendo hombre, es una posesión. Y la posesión es un instrumento activo y distinto.” (1254a, 6; 56)

¿La esclavitud va contra la naturaleza?, ¿es mejor y justo para alguien ser esclavo o no?

La respuesta es contundente:

“Mandar y obedecer no sólo son cosas necesarios, sino también convenientes, y ya desde el nacimiento algunos están destinados a obedecer y otros a mandar. Y hay muchas formas de mandar y obedecer, y siempre es mejor el mando sobre subordinados mejores.” (1254a, V2; 56).

Todo proceso de trabajo implica divisiones funcionales: alguien que dirija una acción determinada; otros que ejecuten las órdenes de esa persona. Pero Aristóteles transforma la dominación en un atributo de la NH.

“Dondequiera que uno manda y otro obedece, hay una obra común. (…) En todo lo que consta de varios elementos y llega a ser una unidad común, ya de elementos continuos o separados, aparecen siempre el dominante y el dominado.” (1254 a, 5, 3-4; 56-57)

Para justificar la existencia de la desigualdad natural entre las personas, el Estagirita recurre a la distinción entre alma y cuerpo. Ésta se da, según el filósofo, en todos los seres vivos. Según esta distinción, “uno manda por naturaleza y el otro es mandado.” (1254a, 5, 4; 57). El filósofo establece las siguientes distinciones: el alma gobierna al cuerpo, dominio señorial; la inteligencia gobierna al apetito, dominio político y regio; el hombre gobierna a los animales domésticos; el macho gobierna a la hembra por naturaleza, “uno es superior y otro inferior, uno manda y otro obedece.” (1254b, 8, 7; 57-58).

Sobre el final del Libro Primero, vuelve a insistir en la idea de que las relaciones de subordinación se originan en la diferente participación de las personas en las “virtudes morales”: “todos deben participar de ellas, pero no de la misma manera, sino sólo en la medida en que es preciso a cada uno para su función.” (1260a, 8; 82). Desde su nacimiento, cada individuo está encadenado a una función en la sociedad; las diferencias entre las personas son naturales y obedecen a un orden que abarca todo el universo.

¿Qué es, pues, un esclavo?

“Todos los seres que se diferencian de los demás tanto como el alma del cuerpo y como el ser humano del animal (se encuentran en esta relación todos cuantos su trabajo es el uso del cuerpo, y esto es lo mejor de ellos), estos son esclavos por naturaleza, para los cuales es mejor estar sometidos a esta clase de mando (…) Pues es esclavo por naturaleza el que puede ser de otro (y por eso precisamente es de otro) y el que participa de la razón tanto como para percibirla, pero no para poseerla, pues los demás animales no se dan cuenta de la razón, sino que obedecen a sus instintos.” (1254b, 8-9; 58 – el resaltado es mío- AM).

Entre el amo y el esclavo la diferencia es esencial: sólo el primero puede ser autónomo (no depender de otro), puesto que posee la Razón. Como ocurre en la crítica de Platón a la democracia, el peso del argumento está puesto en el conocimiento (los que saben o los que tienen la razón), no en la relación. Esa diferencia de conocimiento se origina en la naturaleza humana, está inscripto en ella: “Así, pues, está claro que unos son libres y otros esclavos por naturaleza, y que para éstos el ser esclavos es conveniente y justo.” (1255a; 59)

Como el esclavo por naturaleza sólo alcanza a percibir la razón, pero no la posee, necesita de un amo que vele por sus intereses. A cambio, el esclavo realiza el trabajo físico. La esclavitud, lejos de ser una imposición por la violencia, es una relación de beneficio para ambas partes.

Aristóteles también examina la cuestión de las diferencias entre los esclavos y los artesanos:

“Pues mientras el esclavo participa de la vida de su amo, el artesano está más alejado, y sólo le concierne la virtud en la misma medida que su servidumbre, pues el obrero manual tiene una especie de servidumbre limitada, mientras el uno es esclavo por naturaleza, no así el zapatero ni ningún otro artesano.” (1260a, 13 – 1260b, 14; 83-84)

Les pido disculpas por haberme extendido tanto. En mi descargo puedo decir que la comprensión del argumento aristotélico sobre la esclavitud es de enorme utilidad para el estudiante interesado en comprender la estructura de la sociedad. En él se encuentran mecanismos justificatorios que reaparecen una y otra vez en la teoría social posterior. Y, en definitiva, siempre es provechoso leer a un clásico.

En nuestro próximo encuentro concluiremos la revisión del texto de Palma. Además, comenzaremos el análisis del artículo del profesor Pardo, “El desafío de las ciencias sociales”. [17]

Villa del Parque, viernes 25 de septiembre de 2020


ABREVIATURAS:

CC = Conocimiento científico / CS = Ciencias sociales (o Ciencia social) / NH = Naturaleza humana / SH = Seres humanos


NOTAS:

[1] Aquí corresponde hacer una digresión, que agrego a las notas para no hacer demasiado extenso el texto de la clase. Si bien estamos acostumbrados a hablar de ciencias sociales y, de hecho, el sistema universitario perpetúa la división del ámbito de lo social en disciplinas separadas (sociología, ciencia política, economía, etc.), corresponde decir que dicha división puede ser cuestionada (y, en la práctica, eso ocurrió en diversas oportunidades), dado que obedece a la visión de la sociedad propia de la burguesía, la clase dominante en la sociedad capitalista. Por ejemplo, la teoría social de Karl Marx (1818-1883) concibe a la sociedad como una totalidad que debe ser estudiada como tal y no como un conjunto de campos separados entre sí. Precisamente, el dilema entre pensar a la sociedad como totalidad o como una serie de compartimentos estancos constituye uno de los problemas epistemológicos de las ciencias sociales. No es un problema meramente teórico, sino que cada científico social se enfrenta a él y lo resuelve a su manera, en función de sus intereses científicos, políticos e ideológicos. La función de este curso consiste, en todo caso, en proporcionar elementos que permitan comprender mejor la diferencia entre ambas perspectivas de abordaje de lo social.

[2] No puedo profundizar este tema, pues nos iríamos por las ramas. Quienes estén interesados en una presentación general del problema del surgimiento de la CS moderna, pueden consultar el trabajo del sociólogo argentino Juan Carlos Portantiero (1934-2007): Portantiero, J. C. (1998). “Introducción a La sociología clásica”. En: Di Tella, Torcuato Salvador y Lucchini, Cristina, comps. (1998). Fundamentos de sociología. Buenos Aires: Biblos (pp. 13-29).

[3] Ya habrán advertido que la afirmación sobre las ciencias naturales es puramente esquemática, y sólo sirve a los fines de acentuar el carácter eminentemente político de las ciencias sociales. Un estudio riguroso de las ciencias naturales mostraría su relación con el contexto económico, político y social. Por ejemplo, la teoría de la evolución de Charles Darwin (1809-1882) logró una rápida aceptación gracias a que fue formulada en un ambiente marcado por la Revolución Industrial y el auge del capitalismo.

[4] Palma, H. (2012), “El problema de la “naturaleza humana” en los estudios sobre  la sociedad”, en Palma, H. y Pardo, R. (edit.), Epistemología de las ciencias sociales. Perspectivas y problemas de las representaciones científicas de lo social. Buenos Aires: Biblos(pp. 177-222).

[5] Palma, op. cit., pp. 177-185

[6] Palma, H., op. cit., pp. 187-203.

[7] Palma, H., op. cit., pp. 203-222.

[8] Palma, H., op. cit., p. 185.

[9] Aristóteles. (1988). Política. Madrid, España: Gredos. El Libro Primero está comprendido en las pp. 44-85. En las citas empleo la notación marginal, complementada con la paginación de la edición Gredos.

[10] Respecto a la definición del concepto de polis: “Cuando se habla de la polis (o ciudad-estado) no se debe perder de vista el hecho de que ella constituía el centro principal de la vida social de los griegos en la Antigüedad, corporación compuesta por un núcleo urbano (ásty) circundado por los campos de labor que constituían el territorio (khóra) de la polis conformando así una entidad indivisible. En dicho territorio, tenían sus parcelas los miembros reconocidos por la comunidad, siendo la apropiación privada de las tierras de cultivo en el marco de unidades de tipo doméstico (oîkos) uno de los rasgos primordiales de su organización económica. Por otra parte, la ciudad era el marco de existencia permanente de las instituciones de gobierno, pero dentro de un esquema en el que no se daba un dominio de la ciudad sobre el campo sino un modo de articulación de las relaciones sociales en el que ciudad y campo no podían ser divorciados. Esto comportaba la constitución de una colectividad política, un Estado que puede definirse como un gobierno sin burocracia debido a la participación directa de los ciudadanos en los asuntos públicos. Entre las cuestiones centrales que debía regular se encontraba el acceso a los miembros de la comunidad a las parcelas de tierra a través de mecanismos relativamente igualitarios ligados a dicho marco político participativo. Por lo tanto, para poder acceder a la tierra resultaba necesario ser reconocido como integrante de la organización social, lo cual implicaba la existencia de prerrogativas reservadas exclusivamente para los miembros de la comunidad.” (Gallego, J., El campesinado en la Grecia Antigua, Buenos Aires, Eudeba, 2009, p. 31-32).

[11] “La naturaleza no hace nada con mezquindad (…) sino cada cosa para un solo fin.” (1252b 3; 47). En otras palabras, tiene una concepción teleológica de la naturaleza y la sociedad.

[12] Aristóteles se preocupa por dejar en claro la desigualdad natural entre el hombre y la mujer. “Por naturaleza está establecida una diferencia entre la hembra y el esclavo  (…) Pero entre los bárbaros, la hembra y el esclavo tienen la misma posición, y la causa de ello es que no tienen el elemento gobernante por naturaleza, sino que su comunidad resulta de esclavo y esclava.” (1252b, 4; 47). Más adelante: “El hombre es por naturaleza más apto para mandar que la mujer – a no ser que se de una situación antinatural -, y el de más edad y maduro más que el más joven e inmaduro.” (1259b, 12, 1; 79).

[13] La expresión griega es politikón zôion. Más adelante se encuentra una justificación del carácter social del ser humano: “es evidente que la ciudad es por naturaleza y es anterior al individuo; porque si cada uno por separado no se basta a sí mismo, se encontrará de manera semejante a las demás partes en relación con el todo. Y el que no puede vivir en comunidad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la ciudad, sino una bestia o un dios.” (1252b, 14; 52; el resaltado es mío – AM-). Más todavía, el ser humano “apartado de la ley y de la justicia, es el peor de todos [los animales]. La injusticia más insoportable es la que posee armas, y el ser humano está naturalmente provisto de armas al servicio de la sensatez y de la virtud, pero puede utilizarlos para las cosas más opuestas. Por eso, sin virtud, es el ser más impío y feroz y el peor en su lascivia y voracidad.” (1252b, 15-16; 52).

[14] Es curioso y alentador que dos filósofos tan opuestos entre sí en su concepción de la sociedad lleguen, sin embargo, a conclusiones semejantes. Hobbes afirma lo siguiente: “En esta guerra de todos contra todos, se da una consecuencia: que nada puede ser injusto. Las nociones de derecho e ilegalidad, justicia e injusticia están fuera de lugar. (…) Justicia e injusticia no son facultades ni del cuerpo ni del espíritu. Si lo fueran, podrían darse en un hombre que estuviera solo en el mundo, lo mismo que se dan sus sensaciones y pasiones. Son, aquéllas, cualidades que se refieren al hombre en sociedad, no en estado solitario.” (Hobbes, Thomas, Leviatán, México D. F., Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 104).

[15] Derivado de heril: 1. Adj. Perteneciente o relativo al amo. [Real Academia Española online].

[16] Aristóteles indica al pasar que algunos consideraban que la esclavitud no era natural, “que la dominación es contra naturaleza, pues el esclavo y el libre lo son por convención, pero en nada difieren por naturaleza. Por esta razón tampoco es justa, ya que es violenta.” (1253b, 4; 54). El punto es importante. No todos estaban de acuerdo con la esclavitud en el mundo griego. En Atenas, por ejemplo, Solón (c. 638-c. 558 a. C.) debió abolir la esclavitud por deudas, debido a los conflictos que generaba y que ponían en riesgo la estabilidad de la polis.

[17] Pardo, R. (2012), “El desafío de las ciencias sociales: desde el naturalismo a la hermenéutica”, en  Palma, H. y Pardo, R. (edit.) (2012), Epistemología de las ciencias sociales. Perspectivas y problemas de las representaciones científicas de lo social, Buenos Aires, Biblos.

martes, 22 de septiembre de 2020

CIENCIA POLÍTICA CURSO 2020 – CLASE N° 7 bis: LOCKE


“Para entender el poder político correctamente

y para deducirlo de lo que fue su origen, hemos

de considerar cuál es el estado en que los hombres

se hallan por naturaleza”.

John Locke (1632-1704), filósofo inglés.



Bienvenidas y bienvenidos a la segunda parte de la séptima clase del curso.

Así como ocurrió en su momento con Thomas Hobbes (1588-1679), también resolví dividir el dos partes el análisis del Segundo tratado sobre el gobierno civil [1], de John Locke. Como en el caso del Leviatán, el examen de la obra de Locke requiere una extensión tal que rebasa los límites de una clase, por eso es mejor dividir la exposición, así no resulta tan fastidiosa la lectura de estos apuntes. Hoy abordaremos el estudio de los cuatro primeros del Segundo tratado. Con ello quedará completa nuestra revisión de la obra del teórico del liberalismo político.

Sin más dilación, arranquemos con la clase propiamente dicha.


El capítulo 1 sirve de engarce con lo expuesto en el Primer Tratado [2]; contiene una síntesis de lo desarrollado en ese Tratado. El núcleo del argumento es el siguiente: ninguno de los actuales gobernantes puede derivar su autoridad del dominio privado y la jurisdicción paternal de Adán. [3] Si esto es así, cabe pensar “que todo gobierno en este mundo es solamente el producto de la fuerza y de la violencia” y que los SH viven en comunidades siguiendo las mismas reglas que las bestias (en el sentido de que manda el más fuerte) (p. 8). Locke rechaza también este segundo argumento y se propone encontrar una teoría que explique el surgimiento del poder político.

En el parágrafo 3 define el poder político como

“derecho de dictar leyes bajo pena de muerte y, en consecuencia, de dictar también otras bajo penas menos graves, a fin de regular y preservar la propiedad y emplear la fuerza de la comunidad en la ejecución de dichas leyes y en la defensa del Estado frente a injurias extranjeras. Y todo ello con la única intención de lograr el bien público.” (p. 9).

El capítulo 2 aborda el tema del EN. [4]

Ante todo, Locke utiliza el EN para entender “correctamente al poder político y deducirlo de lo que fue su origen” (p. 10). El EN es, pues, un recurso metodológico que permite utilizar la deducción y derivar, así, las características de una sociedad determinada (en este caso, la sociedad inglesa de fines del siglo XVIII).

Locke sostiene que el EN es un “estado de perfecta libertad para que cada uno ordene sus acciones y disponga de posesiones y personas como juzgue oportuno, dentro de los límites de la ley de naturaleza, sin pedir permiso ni depender de la voluntad de ningún SH.” (p. 10). Discute aquí con Hobbes, para quien no puede existir la libertad sin Estado (la organización estatal, con su monopolio de la violencia), pues aquella es imposible en la situación de guerra de todos contra todos propia del EN, donde nadie está seguro de nada (ni de conservar la vida ni las posesiones).

Locke considera que el otro atributo del EN, además de la libertad, es la igualdad: “todo poder y jurisdicción son recíprocos, y donde nadie los disfruta en mayor medida que los demás” (p. 10).

La igualdad se deriva de que somos “criaturas de la misma especie y rango, nacidas todas ellas para disfrutar en conjunto las mismas ventajas naturales y para hacer uso de las mismas facultades” (p. 10). La igualdad significa que los SH son iguales entre sí, “sin subordinación o sujeción de unos a otros” (p. 10). Se trata de la igualdad jurídica, entendido como supresión de toda forma de dependencia personas (esclavitud, servidumbre). Esa igualdad coexiste con la desigualdad material (la desigualdad de fortuna estudiada en la última parte del capítulo 5 del Segundo Tratado).

Locke se preocupa de señalar que el EN es un estado de libertad, más no un “estado de licencia”. El SH no tiene libertad para destruirse a sí mismo ni “a ninguna criatura de su posesión” (p. 12).  

En el EN rige la ley de naturaleza: “Siendo todos los SH iguales e independientes, ninguno debe dañar a otro en lo que atañe a su vida, salud, libertad o posesiones” (p. 12). Como no existe poder político para hacer cumplir esa ley, “cada uno tiene derecho de castigar a los transgresores de dicha ley en la medida en que sea violada” (p. 13). Ese castigo no puede ser ilimitado; por el contrario, debe cumplir dos propósitos: a) reparar el daño hecho por el ofensor; b) lograr que no reincida en la ofensa.

De dichos propósitos se derivan dos derechos: a) el de castigar el crimen “a fin de contenerlo e impedir que vuelva a cometerse” (p. 16), derecho que posee todo el mundo; b) el de buscar reparación, derecho que pertenece únicamente al ofendido.

Locke resalta la claridad de la ley de naturaleza, pues proviene de la razón, y la contrapone a “las intrincadas fabricaciones de los SH, las cuales obedecen a la necesidad de traducir en palabras una serie de intereses escondidos y contrarios”. Da como ejemplo las leyes municipales de los diferentes países.

Acto seguido debate una posible objeción a su argumento: si cada SH castiga las injurias que se le hicieron, se dejará llevar por sus pasiones y el castigo será ilimitado. Por eso se instaura el gobierno. Locke afirma que no cualquier gobierno puede hacer eso. Toma el caso de la monarquía absoluta,

“aquel en el que un hombre, con mando sobre la multitud, tiene la libertad de juzgar su propia causa y de hacer con sus súbditos lo que le parezca, sin darle a ninguno la oportunidad de controlar o cuestionar a quien gobierno según su propio gusto, y a quien debe someterse en todo lo que le haga, ya sean sus acciones guiadas por la razón, por el error o por el apasionamiento.” (p. 19).

También se ocupa de responder otra objeción: ¿Existe o no el EN? Todos los Estados se encuentran en EN entre sí. En lo que hace a los individuos, permanecen en EN hasta que, “por su propio consentimiento” se hacen miembros de alguna sociedad política.

El capítulo 3 aborda la cuestión del estado de guerra.

Si alguien me declara la guerra, tengo el derecho “de destruir a quien amenaza con destruirme a mí” (p. 22). De esto se deriva un argumento contra la monarquía absoluta, “quien intenta poner a otro SH bajo su poder absoluto se pone a sí mismo en una situación de guerra con él” (p. 23). [5]

Vuelve a enfatizar su diferencia con Hobbes, para quien el EN era el estado de guerra de todos contra todos. Locke, en cambio, concibe al EN como “estado de paz, buena voluntad, asistencia mutua y conservación (…) los SH viven juntos conforme a la razón, sin un poder terrenal, común y superior a todos, con autoridad para juzgarlos.” (p. 24-25). Como falta el poder político, cada uno tiene que defenderse a sí mismo de las ofensas recibidas (no hay poder común que cumpla el rol de juez). [6] En otras palabras,

“La falta de un juez común que posea autoridad pone a todos los SH en un EN; la fuerza que ejerce sin derecho y que atenta contra la persona de un individuo o produce un estado de guerra, tanto en los lugares donde hay un juez común como en los que no los hay.” (p. 25).

Pero cuando la fuerza deja de ejercerse cesa el estado de guerra para los que viven en sociedad, pues allí hay un juez que resuelve los conflictos.

También (y esto es otra respuesta a Hobbes) si los integrantes del poder político usan la violencia y/o cometen injurias contra los súbditos, estos actos seguirán siendo violencia e injuria. Pues, “es el fin de las leyes proteger y restituir mediante una aplicación imparcial de las mismas, y tratando por igual a todos los que a ellas están sometidos.” (p. 26).

Los SH se ponen a sí mismos en un estado de sociedad y abandonan el EN para evitar ese estado de guerra (no el de “todos contra todos” hobbesiano, sino el de ausencia de un juez que resuelva las ofensas).

El capítulo 4 trata de la esclavitud.

Locke distingue entre libertad natural del SH, esto es,

“estar libre de cualquier poder superior sobre la tierra, y en no hallarse sometido a la voluntad o la autoridad legislativa de persona alguna, sino adoptar como norma, exclusivamente, la ley de naturaleza” (p. 29).

y la libertad del SH en sociedad, que consiste en

“no estar bajo más poder legislativo que el que haya sido establecido por consentimiento en el seno del Estado, ni bajo el dominio de lo que manda o prohíba ley alguna, excepto aquellas leyes que hayan sido dictadas por el poder legislativo de acuerdo con la misión que le hemos confiado.” (p. 29). [7]

La libertad es inseparable de la propia conservación, pues la persona sin poder sobre su propia vida “no puede, por contrato o acuerdo otorgado por su propio consentimiento, ponerse bajo el absoluto poder arbitrario de otro que le arrebate esa vida cuando se le antoje” (p. 30).

Ahora bien, a pesar de todo lo dicho, Locke no descarta completamente la esclavitud. Ésta es aceptable cuando representa una prórroga a un castigo (el cual conlleva la muerte). En este caso, cuando el vencedor perdona al vencido y lo deja con vida, la esclavitud constituye “el estado de guerra continuado entre un legítimo vencedor y su cautivo” (p. 31). Un pacto entre ambos (vencedor y vencido, amo y esclavo) puede hacer cesar la situación de esclavitud.

Sólo la guerra hace admisible la esclavitud. Locke insiste en que “ningún SH puede conceder a otro, mediante acuerdo, lo que él no tiene consigo, a saber, el poder sobre su propia vida” (p. 31).

Sin embargo, Locke no dice una palabra sobre la esclavitud en su época, la cual constituía una importante fuente de recursos para la acumulación de capital en Inglaterra. Él mismo era accionista de una de las compañías que se dedicaban al tráfico de esclavos.

Con esto concluimos nuestro análisis del Segundo Tratado. La próxima clase estará dedicada al Contrato social de Jean-Jacques Rousseau (1712-1778).

Muchas gracias por la paciencia.

 

Villa del Parque, martes 22 de septiembre de 2020


ABREVIATURAS:

EN = Estado de naturaleza / NH = Naturaleza humana / SH = Ser humano (o seres humanos)


NOTAS:

[1] Todas las citas de la obra han sido tomadas de la traducción de Carlos Mellizo: Locke, J. (2010). Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil: Un ensayo acerca del verdadero origen, alcance y fin del Gobierno Civil. Madrid: Tecnos.

[2] Ambos tratados (el Primero y el Segundo) fueron publicados de manera anónima por Locke en 1689. El primero contiene una refutación de la teoría del derecho divino de los reyes; para ello se dedicó a discutir la versión de dicha teoría enunciado por Robert Filmer (1588-1653) en su obra Patriarcha (publicada de manera póstuma en 1680). Dicha teoría servía de fundamentación de la monarquía absoluta.

[3] Adán es el primer hombre, tal como lo relata el libro del Génesis en el Antiguo Testamento.

[4] Locke lo define como “el estado en que los SH se hallan por naturaleza” (p. 10), es decir, un estado presocial, en el que todavía no existe la organización social y los individuos viven separados unos de otros.

[5] Insiste en que “la libertad es el fundamento de todas las otras cosas” (p. 23).

[6] “Es la falta de oportunidad de apelar lo que da al SH el derecho de hacer la guerra a un agresor, incluso aunque éste viva en sociedad y sea un conciudadano.” (p. 25).

[7] Agrega que, bajo esta forma de libertad, las personas “poseen una norma pública para vivir de acuerdo con ella” (p. 30). Esta libertad me permite seguir los dictados de mi propia voluntad en todas las cosas no prescritas por dicha norma.