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miércoles, 29 de diciembre de 2010

POSTALES NAVIDEÑAS DEL DOCTOR PANGLOSS

…Wilson se sienta a descansar. Uruguayo, alguna vez universitario, alguna vez un tipo prometedor, percibe todo lo que ocurre a su alrededor con una mezcla de cercanía y alejamiento. Acostumbrado a caminar, padece la desgracia de presenciar todo aquello que desde el auto no se ve (la ciudad está pensada para comprar y no para conocer las historias de las personas que viven en ella). Sentado en el cordón de la vereda (recuerda una vieja canción siempre que lo hace), como en su Malvín natal, ve pasar un carro cargado de cartones. Sobre los cartones, dos niños, un nene y una nena, con edad de estar en el jardín de infantes. Tirando del carro, sus padres. La mamá embarazada.

Wilson aborrece del sentimentalismo, pues piensa que es una de las formas de ser “farolero”. Los ve pasar y recuerda algunas cosas…

…Madrugada del 23 al 24 de diciembre. Wilson pasa por la puerta del Alto Palermo y observa un espectáculo de obscena vulgaridad. Multitudes acechan en los largos pasillos del shopping, esperando que den la señal para “saquear” un comercio. Personas reducidas a una triste condición, ni humana ni animal, que es la del cliente (“que siempre tiene razón”), movidos por algo tan mezquino como el aburrimiento de quien ya no sabe qué otra cosa comprar. Frente a ellos, los empleados de los negocios destilan un odio tanto más corrosivo porque no puede descargarse sobre quienes compran esas cosas que a ellos no les interesa vender. Suena el aviso. Empiezan los descuentos en un negocio. Los “saqueadores” corren, se atropellan, se empujan e insultan entre sí. También reciben su parte los empleados. Wilson piensa en una vieja pintura flamenca de la adoración de la virgen y sigue su camino…

…20 de diciembre. Wilson observa por televisión el lanzamiento de Duhalde como candidato a presidente. Un hombrecito pequeño pequeño vociferando en un escenario de plástico. Un enérgumeno que reclama “orden” para una Argentina “sedienta de paz”.¿A qué orden se referirá el señor pequeño pequeño? Wilson cree recordar (es difícil distinguir en este triste diciembre entre lo real y lo fantasmagórico) que hasta hace unos instantes, antes de que el hombrecito comenzara a vociferar, los hombres y mujeres de este bendito país agachaban las cabezas en las fábricas y en las oficinas. ¿Orden? El hombrecito pequeño pequeño quiere asegurarse, hay que ser precavido, nada tiene que turbar los negocios. ¿Orden? Si, para Kostecki y Santillán, para los qom de Formosa, para los tercerizados, para los estudiantes, para todos aquellos que no se resignan a un futuro pequeño pequeño. El hombrecito continúa vociferando. Wilson apaga el televisor…

...Cobos reclama “orden” y pide que la policía vaya con armas a las manifestaciones. Wilson cierra el diario y recuerda que ese mismo señor vicepresidente sancionó con un valeroso “no positivo” la rebelión de los dueños del campo, que se habían dedicado a cortar rutas desabasteciendo de alimentos a las ciudades movidos de su fervor patriótico de no pagar impuestos. Ahora Cobos, que sancionó semejante desorden, se dice partidario del “orden”. Pero Wilson recuerda que el derecho civil es para los ricos y el derecho penal es para los pobres. Cobos sabe a la perfección la regla principal de un estadista: genuflexiones diarias ante los poderosos, mano dura frente a los débiles. Así se gobiernan las repúblicas…

…Wilson le pide al diariero que le deje leer los editoriales de los diarios del domingo… Repasa varias veces el mismo párrafo. Piensa que hay un error, que es una ironía y que todo se develará al final. Pero no. El periodista Verbitsky acusa al PO de conspirar con Duhalde para organizar los disturbios de Constitución. El texto es muy burdo, las pruebas brillan por su ausencia, todo es indigno de su autor. Wilson se pone bíblico y recuerda aquello de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio. Sin embargo, Wilson es generoso y concluye que debe ser Altamira quien administra el ferrocarril Roca, quien adoptó la tercerización para bajar salarios y quien acostumbró a los pasajeros a la puntualidad, comodidad y limpieza de los trenes. Si, así debe ser, y es probablemente Altamira y no Pedraza quien mandó asesinar al idealista Ferreyra. “Partido Obrero sin obreros”. Wilson le devuelve los diarios al quiosquero, sonría y sigue caminando…

...Nilda Garré da una conferencia de prensa. Habla de Constitución. La versión oficial. Es insensato pedir otra cosa. Wilson se distrae, está pensando otra vez en Malvin…Algo le trae de vuelta a Buenos Aires. Garré dice que los disturbios tuvieron por objetivo ocultar las cosas buenas de este gobierno…”el consumo, las compras de fin de año”…Wilson siente con la certeza de un cuchillo que se hunde en la carne que el mundo ha enloquecido… La multitud que saquea los comercios en los shoppings, la velocidad con que se han olvidado las muertes de nuestros compatriotas en Soldati, los obreros y empleados agachando la cabeza, el hombrecito pequeño pequeño que vocifera en un teatro vacío…

…El carro sigue pasando por la Avenida Rivadavia. Dos niños viajan en él, jugando entre los cartones. Un niño y una niña, el mayor no tiene cuatro años. Sus padres tiran del carro. La mamá está embarazada…

Buenos Aires, miércoles 29 de diciembre de 2010

martes, 28 de diciembre de 2010

HISTORIA DEL MOVIMIENTO SOCIALISTA (2)

Babeauf (1760-1797)


2. El origen de la teoría de la lucha de clases[1].

La teoría de la lucha de clases existió con anterioridad al socialismo. Sus defensores se apoyaban en la actuación del revolucionario francés Gracchus Babeuf (1760-1797), principal dirigente de la llamada Conspiración de los iguales. Las palabras “babouvisme” y “babouviste” se utilizaron frecuentemente en Francia, sobre todo después de 1830, siendo empleadas para designar a la extrema izquierda del movimiento democrático (esto es, de quienes apoyaban el derrocamiento de la monarquía orleanista, surgida de la Revolución de 1830, y su reemplazo por la república democrática). Es significativo que la palabra “prolétarien” se encontrase asociada en esta época con la tradición babouvista.

Los partidarios de Babeauf eran confundidos, a veces, con los socialistas (como se indicó en la nota anterior, recibían esta denominación tanto los partidarios de las ideas de Saint-Simon como los adherentes a las concepciones de Fourier). Sin embargo, hasta mucho después de 1830, se mantuvo una distinción. Mientras que sansimonianos, fourieristas y owenianos constituían grupos organizados, “el babouvisme era una tendencia más bien que una secta, y sus exponentes se hallaban entre los miembros de sociedades y grupos democráticos y revolucionarios que públicamente no hacían profesión pública de él, como una doctrina, sino que lo consideraban más bien como una expresión importante de la izquierda jacobina, como un primer intento de llevar la revolución de 1789 hasta sus última conclusión lógica.” (I: 14).

3. El origen del término Comunismo (I: 15).

Comenzó a usarse en Francia con posterioridad a la Revolución de 1830, en relación con las sociedades revolucionarias de carácter clandestino que actuaban en Paris. Se hizo de uso corriente en los comienzos de la década de 1840 para designar a las teorías de Etienne Cabet (1788-1856). En Gran Bretaña empezó a usarse en 1840, importada de Francia por el oweniano John Goodwyn Barmby (1820-1881)[2], en sus Cartas de Paris (serie de artículos publicados en THE NEW MORAL WORLD).

En Francia, su uso temprano tuvo dos acepciones: a) la idea de commune (= unidad básica de la vecindad y el gobierno autónomo), que apuntaba a una forma de organización social constituida por una federación de comunas libres[3]; b) la idea de communauté (= tener cosas en común o de propiedad común), siendo este el sentido aceptado por Cabet y sus partidarios[4].

A diferencia de la palabra socialismo, el término comunismo tenía un sentido más militante. Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895) prefirieron hablar de comunismo, porque estaba más ligado a la idea de lucha revolucionaria y porque se relacionaba con la noción de propiedad y goce comunes. Según Engels, el término estaba asociado con la lucha de clases y con la concepción materialista de la historia.

Buenos Aires, martes 28 de diciembre de 2010


NOTAS:

[1]Una aclaración necesaria. El traductor de la obra (digo esto porque no tengo en mis manos la edición inglesa y no puedo establecer si el término ya es utilizado por Cole) emplea constantemente el término doctrina para referirse a las concepciones de un autor o corriente. Prefiero, en cambio, el uso de la palabra teoría, pues doctrina alude a un cuerpo cerrado de ideas (remitiendo en esto al pensamiento religioso), en tanto que teoría enfatiza el carácter abierto (y/o contradictorio) de un pensamiento. Es verdad que con esto estoy haciendo una interpretación particular de los términos mencionados, pero dicha interpretación es más cercana a las formulaciones de la moderna filosofía de la ciencia.

[2] Barmby, quien en 1840 realizó un viaje a Paris, hizo que Engels entrara en contacto con los “comunistas” franceses.

[3] En esta acepción fue adoptada por los clubes clandestinos de extrema izquierda. Por intermedio de ellos pasó a los revolucionarios exiliados en Francia, y luego fue empleada por la Liga Comunista en 1847. De allí pasó al Manifiesto Comunista (1848).

[4] Es interesante hacer notar que ya en sus orígenes el comunismo denotaba una concepción de la organización social que combinaba el autogobierno (o, si se quiere, formas de gobierno en las que los gobernados tuvieran una participación activa en la toma de decisiones y en el gobierno mismo) con la reestructuración radical de la propiedad.

domingo, 26 de diciembre de 2010

HISTORIA DEL MOVIMIENTO SOCIALISTA (1)



Las notas, extractos y comentarios que comienzo a publicar a continuación tienen por objeto exclusivo presentar un resumen de la obra del autor inglés. No hay en ellos ninguna pretensión de desarrollo original.

La Historia del pensamiento socialista[1], de George Douglas Howard Cole (1889-1959), es una obra ya antigua[2] pero venerable. Uno de sus límites es la visión eurocéntrica (incluyendo en este término también a los EE. UU.), que deja afuera sistemáticamente a los desarrollos de la teoría y práctica socialistas en América, Asia y África. El mismo autor indica en el prólogo otro de los límites del libro: “Quiero dejar sentado que esta obra no trata se de ser una historia del socialismo, sino sólo del pensamiento socialista con las referencias al movimiento socialista que sean necesarias para explicar el pensamiento.” (I: 7)[3] Cole reconoce que esta tarea es imposible para un solo autor. Además, indica que sabe inglés y francés, que tiene dificultades con el alemán, conoce muy poco italiano, casi nada de español, y no sabe ruso. Una historia del socialismo presenta grandes dificultades, y sólo puede ser encarada en el marco de un proyecto internacional y multidisciplinario.

Como apuntamos, Cole afirma que se trata de una historia del pensamiento socialista. En otras palabras, nuestro autor se ciñe (aunque no siempre) a realizar una historia de las ideas socialistas, dejando en un lugar secundario a la práctica socialista propiamente dicha. Está claro que la elaboración de una teoría social alternativa a la de las clases dominantes es uno de los logros más importantes de la historia humana, pero “de lo que se trata es de transformar el mundo”, como diría el viejo Karl Marx (1818-1883). Es por ello que deseo aclarar que al comentar esta obra, mi interés pasa por el estudio de las formas organizativas desarrolladas por el socialismo y por el movimiento obrero. Esto es, cómo constituir una organización política autónoma de los trabajadores en las condiciones del capitalismo.

El origen del término SOCIALISMO.

Los vocablos socialismo y socialista aparecieron impresos por primera vez en 1803 en italiano, “pero con un sentido que no tiene relación con ninguno de sus significados posteriores” (I: 9)[4]. La palabra socialisme apareció impresa en 1832 en el periódico francés LE GLOBE, dirigido por el sansimoniano Pierre Leroux (1797-1871). La palabra todavía servía exclusivamente para caracterizar a la doctrina sansimoniana[5]. En la década de 1830 fue utilizada por Leroux y Reynaud en la Nouvelle Encyclopédie. Pasó a usarse “para incluir un número de grupos que aspiraban a alguna clase de orden social nuevo, basado en una concepción económica social de los derechos humanos” (I: 9-10). Posteriormente, los términos “socialismo” y “socialista” pasaron a Gran Bretaña, Alemania y EE. UU.

En la década de 1830 el significado de la palabra “socialismo” se fue ampliando, hasta el punto que servía para designar “a quienes defendían algunos de los muchos «sistemas sociales» que luchaban entre sí y que coincidían en la hostilidad contra el orden social individualista que prevalecía en lo económico, y contra el predominio concedido a la cuestiones políticas sobre las sociales y económicas en las opiniones y actitudes contemporáneas acerca de las relaciones económicas y de la ordenación justa de los asuntos públicos.” (I: 10).

Los grupos que recibieron la denominación de “socialistas” fueron los sansimonianos y los fourieristas[6] en Francia, y los owenistas[7] en Gran Bretaña: “Los tres eran enemigos del individualismo, del sistema económico de la competencia y de la idea de que una ley económica natural por sí misma produciría el bien general, sólo con que los políticos se abstuvieran de seguir regulando los problemas económicos a la vez que reforzaban los derechos de propiedad. Los tres defendían, en contra del laissez-faire, la opinión de que los asuntos económicos y sociales necesitaban una organización colectiva de carácter positivo para fomentar el bienestar, y que esta organización habría de basarse, en cierto modo, en un principio de cooperación y no de competencia.” (I: 12).

Para estos primeros socialistas, la crítica del individualismo y la defensa de la necesidad de un nuevo ordenamiento de los asuntos económicos iban de la mano de un énfasis en la importancia de la educación: “Así, pues, socialismo, tal como la palabra se empleó primero, significaba ordenación colectiva de los asuntos humanos sobre una base de cooperación, con la felicidad y el bienestar de todos como fin, y haciendo resaltar no la «política», sino la producción y la distribución de las riquezas y la intensificación de los influjos «socializantes» en la educación de los ciudadanos a lo largo de toda su vida mediante formas cooperativas de conducta, en contra de los de la competencia, y mediante actitudes y creencias sociales. De aquí se sigue que todos los «socialistas» estaban profundamente interesados en la educación, y consideraban una buena educación social como un fundamento de los «derechos del hombre».” (I: 12).

En estas primeras concepciones del socialismo no tenían cabida ni el proletariado ni la lucha de clases entre éste y la clase capitalista. “El socialismo, en sus primeros tiempos, y tal como entonces se entendía esta palabra, desde luego no fue una doctrina de lucha de clases entre el capital y el trabajo.” (I: 14)

En 1839 el economista Jerôme Blanqui (1798-1854), en su obra Historia de la Economía Política, utilizó la denominación socialistas utópicos para referirse a los sansimonianos, fourieristas y owenistas. Más tarde, Marx y Friedrich Engels (1820-1895) adoptaron el uso de esta designación en el Manifiesto del partido comunista (1848) (I: 12).

Buenos Aires, domingo 26 de diciembre de 2010


NOTAS:

[1] Cole, G. H. D. (1980). Historia del pensamiento socialista: I. Los precursores, 1789-1850. México D. F: Fondo de Cultura Económica. La traducción es de Rubén Landa.

[2] La 1º edición inglesa se publicó en 1953.

[3] Siempre que no se indique lo contrario, todas las citas son de la edición mencionada en la nota 1. En números romanos indico el número de volumen, y en arábigos la página.

[4] Cole no aclara cuál es ese primer significado de los términos socialismo y socialista.

[5] Es decir, la doctrina de los seguidores de Saint-Simon (1760-1825).

[6] Se refiere a los partidarios de las ideas de Charles Fourier (1772-1837).

[7] Los owenistas eran los seguidores de Robert Owen (1771-1858) adoptaron oficialmente el nombre de socialistas en 1841.

jueves, 23 de diciembre de 2010

DE LA DEGUSTACIÓN E INGESTA DE SAPOS COMO PRÁCTICA POLÍTICA

Hasta donde sabemos, el sapo no forma parte de la dieta habitual de los argentinos. En verdad, los sapos están asociados con la lluvia, los veranos y los pueblos de provincia antes que con las artes culinarias. Tampoco tenemos noticia de que la filosofía política se haya preocupado especialmente de los sapos. Sin embargo, en este triste diciembre dominado por la muerte de nuestros compatriotas en Soldati y por la enorme indiferencia de la mayoría de la población hacia esas muertes, la cuestión de la ingesta de sapos se ha transformado en un tema importante de nuestra vida política.

¿Cómo pudo llegar a ser semejante transformación de nuestras costumbres alimenticias y de las categorías de la teoría política?

Como Hegel dijo alguna vez, en este mundo tan razonador aún para los mayores disparates hay una buena razón. Reirse de la afirmación de que hacer política implica estar dispuesto a tragarse sapos es demasiado fácil y expresa una actitud aristocrática haca la política, un mirar desde arriba los errores de los otros. No es este el camino que hemos elegido en esta nota, pues estamos convencidos de que la política encarada desde los sectores populares implica un continuo aprendizaje basado en el diálogo y en la acción. Y la tarea de los intelectuales que pretendemos formar parte del campo popular consiste en discutir a fondo las ideas imperantes sobre la política, pues sólo de este modo es posible colaborar en la construcción de un proyecto alternativo a las dos grandes corrientes que han hegemonizado la política argentina en la primera década de este siglo, el “kirchnerismo” y el espacio autodenominado “oposición”.

¿De dónde proviene y con qué argumentos se justifica esta afirmación acerca de los efectos saludables de una dieta política basada en la ingesta de sapos?

Para desarrollar esta posición hemos elegido el artículo “Apuntes para la militancia”, firmado por Hernán Brienza (n. 1971) y publicado en la edición del domingo 19 de diciembre de TIEMPO ARGENTINO[1]. El autor desarrolla con especial claridad la tesis de la necesidad de la ingesta de sapos, sin recurrir a gambetas y a rodeos que oscurezcan el argumento.

Brienza escribe en el párrafo final del artículo: “¿Los kirchneristas tendrán que tragarse algún sapo? Es posible. Juan Domingo Perón dijo alguna vez: «Cada uno dentro del movimiento tiene una misión. La mía es la más ingrata de todas: me tengo que tragar el sapo todos los días. Otros se lo tragan de vez en cuando. En política, todos tienen que tragar un poco el sapo.». Para los votantes, militantes, cuadros, dirigentes y conducción estos no son tiempos de posturas «estetizantes» y «yoicas». El año 2011 es clave para el futuro del país. Ese el único objetivo. Después vendrán los tiempos de debate sobre cómo continúa la «profundización del modelo».”

El planteo que hace Brienza es clarísimo, tanto por lo que dice como por lo que está implícito. El “kirchnerismo” necesita ganar a toda costa las elecciones de 2011. En palabras de Brienza: “el único objetivo para el movimiento nacional y popular no es otro que ganar la mayor cantidad de elecciones posibles (sic) en 2011.” A despecho de las encuestas y de la innegable popularidad de Cristina Fernández (n. 1953), el oficialismo no se siente seguro y considera, con buen tino, que es vital agrupar a la propia tropa de cara a las elecciones de 2011. El problema de fondo no es la autodenominada “oposición”, sino el hecho de que, a pesar de los avances registrados a partir de la derrota en el conflicto con la burguesía agraria en 2008, el “kirchnerismo” sigue careciendo de una estructura nacional consolidada, y depende mucho de las alianzas con gobernadores, intendentes y punteros de todo color y peaje. El argumento sobre los sapos no va dirigido, por supuesto, a estos “santos varones”, sino que tiene como destinatarios a los militantes “k”, sobre todo a los que se han ido incorporando desde el 2008. El mensaje tiene este contenido: El objetivo central en el 2011 es ganar las elecciones y conseguir la reelección de Cristina. Para ganar las elecciones es preciso arreglar con todos los jefes territoriales dispuestos a negociar con el gobierno. Como estos votos son necesarios, estamos dispuestos a “tragar sapos”, es decir, a aceptar sus condiciones. Para que las negociaciones sean exitosas es preciso dejar de hablar de “profundizar el modelo”.

Brienza sabe que la presencia de los “santos varones” en los primeros lugares de muchas listas para el 2011 generará disgusto entre una parte de la militancia “k”: “Bastantes kirchneristas de última hora se sentirán sorprendidos por algunas designaciones y otros serán reticentes a apoyar a ciertos candidatos. Mucho se hablará, seguramente, de un «corrimiento» al centro por parte del kirchnerismo, a juzgar por algunas candidaturas menos progresistas de lo que los entusiastas «profundizadotes del modelo» esperan.” Es interesante el reconocimiento implícito de la debilidad política del “kirchnerismo” y de que Cristina Fernández está obligada a mantener modelo (basado en el aprovechamiento de las legislación laboral sancionada por el neoliberalismo en los 90, con sus secuelas de flexibilidad, precarización, tercerización y trabajo esclavo). Las ilusiones transformadoras, genuinas en muchos militantes “k”, se estrellan contra la realidad de la correlación de fuerzas sociales que el “kirchnerismo” no ha sabido o no ha querido modificar.

¿Qué consuelo ofrece Brienza a los militantes que sienten náuseas ante la perspectiva de tragarse a los sapos?

Aquí el argumento se bifurca en dos niveles diferentes, que intentan conjugar el respeto a la relación de fuerzas existente con la posibilidad de ejercer una acción transformadora, aún sin chocar contra el orden establecido en la fábrica, la oficina y la casa de comercio. Transcribo ambas, pues resultan características de la concepción de la política desarrollada por la militancia “k” desde el 2008 hasta aquí.

En primer término: “El simpatizante kirchnerista no debería perder de vista varias cosas: 1) Las tácticas electorales a veces difieren de la estrategia general. 2) La voluntad y la decisión transformadora del rumbo del actual proceso ya ha sido probada en casi ocho años de gobierno, por lo tanto, debería haber una confianza entre votantes, militantes y cuadros respecto de la conducción. 3) Hay que comprender que la base de sustentación del peronismo kirchnerista ya incluye a vastos sectores de la centroizquierda. Por lo tanto, debe seducir no sólo al electorado cautivo y convencido [si está “cautivo y convencido” no debe ser “seducido”.], si no (sic) a aquellos sectores que no están convencidos o miran con desconfianza al actual proceso político. En función de las pruebas de gestión, el electorado progresista k debería dar un salto de confianza respecto de las tácticas electoralistas para 2011. 4) No hay que olvidar que una verdadera estrategia transformadora de la sociedad no puede prescindir de la vocación de poder.”

Otra vez hay que agradecer a Brienza la franqueza con que desarrolla su argumento. Dos son los elementos principales del mismo. Por un lado, la afirmación de que la “voluntad transformadora” de la conducción ha quedado demostrada a lo largo del período 2003-2010[2]. Por otro lado, habiéndose “asegurado” el electorado “progresista”, el “kirchnerismo” tiene que salir en busca de otros segmentos sociales para asegurar la victoria en las elecciones de 2011. En otras palabras, la militancia “k” tiene que dar un cheque en blanco a la conducción para lograr los acuerdos necesarios a los fines de ampliar la base electoral del “kirchnerismo”. Cabe apuntar, antes de discutir las bases de este argumento, que la actitud que se le pide a la militancia entra en contradicción con el fomento a la participación de la juventud en la política, participación que ha sido presentado por el gobierno en los últimos tiempos como uno de los logros más importantes del “kirchnerismo”.

La degustación del sapo supone una política centrada en la “mesa chica”, en la conducción vertical y en unas bases que acaten a rajatabla lo dispuesto por esa conducción. Por “mesa chica” entendemos un mecanismo específico de toma de decisiones en una organización política, que consiste en limitar a unas pocas personas la potestad de decidir sobre la estrategia y las medidas tácticas a adoptar por dicha organización. Pero construir una política transformadora a favor de los trabajadores y demás sectores populares requiere prácticas diferentes a las de la “mesa chica”. Esta afirmación no es producto de un deseo de “pureza ideológica” o de posturas “estetizantes”, sino que se deriva de las características mismas de la política práctica. Desde que el mundo es mundo, las clases dominantes han procurado dividir a los de abajo; paralelamente, todos aquellos que han luchado por mejorar la situación de los explotados han tenido que llevar adelante la tarea de unir a los sectores populares. Para convertir al pueblo en una fuerza políticamente activa es preciso ponerlo en movimiento, y esto difícilmente se logra comiendo sapos. En definitiva, la cuestión de los sapos remite a dos maneras distintas de pensar la política: o la política centrada en la “mesa chica”, o la política orientada hacia la movilización y la participación de cada vez más personas en la toma de decisiones.

Como dijimos más arriba, Brienza no se limita a proponer a los militantes “k” una dieta basada en el consumo de sapos. También indica un camino para efectuar transformaciones sociales sin perturbar la lenta digestión de los sapos ingeridos. Escribe: “La misión de la militancia cultural en los próximos años no es otra, entonces, que resignificar los términos y, sobre todo, tender a la igualación de oportunidades. Lo cultural no es una máscara de las relaciones económicas, lo cultural es – y debe ser – justamente su representación simbólica [¿Qué diferencia existe entre ser una “máscara” y una “representación simbólica”. Brienza es deliberadamente oscuro aquí.]; trastocar valores significa – y también en un juego dialéctico empuja porque libera – distribuir riqueza y solucionar los problemas infraestructurales de la pobreza.” Este párrafo no tiene desperdicio, y en él están presentes las ideas que esgrime el “kirchnerismo” para justificar su “renuencia” a avanzar hacia una modificación de las relaciones de poder imperantes en la vida cotidiana. Vamos por partes. Agregar el adjetivo “cultural” al sustantivo “militancia” es, en verdad, una cuestión redundante, pues toda militancia es cultural, en el sentido de que tiene como uno de sus objetivos la preservación o el trastocamiento de determinados valores. Pero Brienza utiliza la expresión para cargar la ambigüedad a la política “kirchnerista”. En otros términos, plantea que, como en este momento no podemos “profundizar” las transformaciones materiales, es preciso abocarse a la generación de cambios culturales. Esta argumentación tiene el discreto encanto que rodea en nuestra época todo lo relativo a lo cultural, a lo simbólico. También suena a razonamiento dialéctico, y esto trae recuerdos a los militantes “k” que provienen de otras geografías políticas ajenas al peronismo.

Sin embargo, en el texto de Brienza no queda claro cómo se puede “distribuir riqueza” manejándose en el plano estrictamente cultural, o cómo pueden solucionarse los “problemas infraestructurales de la pobreza”. El problema de Brienza consiste en que separa arbitrariamente lo “material” de lo “simbólico”, y con ello plantea que es posible lograr un progreso en lo simbólico sin tener que tocar las bases materiales de lo existente; o, dicho de otro modo, que podemos ser progresistas en lo cultural y respetuosos de los señores empresarios en lo económico. Además, y dicho sea de paso, es un error sostener que la pobreza es un “problema infraestructural”. La pobreza, como la explotación, es una consecuencia de nuestro sistema social que, hasta donde sabemos, sigue siendo una economía capitalista. Entonces, la cuestión no es formular disquisiciones abstractas sobre la primacía de lo cultural, de lo simbólico, o sobre los tiempos diferentes de uno u otro; es mucho más importante establecer dónde se encuentra el núcleo duro del poder en la Argentina.

Parafraseando al general, “la única verdad es la realidad”. Hablar de lucha cultural y de transformaciones simbólicas cobra sentido en la medida en que nos situamos en una situación concreta, con una correlación de fuerzas también concreta. Es por eso que queremos presentar el tipo de transformaciones culturales que ha encarado el “kirchnerismo” a través de dos ejemplos.

El primero, seleccionado precisamente porque resulta sumamente favorable al oficialismo, es la sanción de la ley de matrimonio igualitario, uno de los mayores logros del clima cultural post 2001 del que forma parte el “kirchnerismo”. Sin embargo, con toda su trascendencia y con el hecho de que la ley significó una dura derrota para esa corporación de “santos varones” llamada Iglesia, el matrimonio igualitario no mueve la aguja en lo que hace a las relaciones de poder en la Argentina. Hay, por tanto, que distinguir entre distintos tipos de cambios culturales. Nuestra posición al respecto consiste en afirmar que existe un núcleo duro del poder, que está dado por la relación entre el trabajador y el empresario. Aquí es donde los cambios culturales pueden modificar sustancialmente a la sociedad.

En este punto llegamos al segundo ejemplo. El trabajo en “negro” abarca cerca de un 35% del total de los trabajadores en Argentina. Esta situación precariza al conjunto de la vida del trabajador y lo obliga a ser especialmente sumiso frente a la patronal. Su eliminación fortalecería notablemente la posición de los trabajadores y les daría mayor confianza en sí mismos, al eliminar una de las causas de su subordinación a los empresarios. Eliminar el trabajo en “negro” no significa decretar la abolición de la propiedad privada de los medios de producción ni instaurar el socialismo. Pero la lucha por la supresión del “trabajo no registrado” constituiría un enorme cambio cultural y repercutiría inmediatamente sobre la relación de fuerzas en la sociedad.

Lo expuesto en los párrafos anteriores no debe entenderse como una negación de la importancia del matrimonio igualitario, no tampoco como una chicana dirigida a ningunear la labor realizada en este terreno por el “kirchnerismo” (y por otras fuerzas políticas). El objetivo de estas reflexiones consiste en plantear la necesidad de volver sobre algunas viejas cuestiones de la teoría política, que nos permiten establecer qué cuestiones son fundamentales para transformar la sociedad. Brienza afirma que “la militancia cultural” tiene que “resignificar los términos”, pero el problema radica en que no todos los términos son equivalentes, y que no todo da lo mismo al momento de analizar como está conformada una sociedad. Hacer política desde los sectores populares requiere identificar cuál es el núcleo duro de la estructura de poder, y establecer los caminos viables para transformarla. Nada de esto está presente en la argumentación de Brienza, ni en los análisis de otros referentes del “kirchnerismo”.

La promoción de una dieta basada en la ingesta de sapos parece destinada a transformarse en no de los hits del próximo año electoral. No es nuestra intención negar que hacer política implica aceptar la necesidad de hundirse en el barro. Pero sí queremos rechazar que la ingesta de sapos sea la única política posible, aún en las condiciones actuales. A fin de cuentas, los sapos lucen mejor en las calles de un pueblo de provincia, luego de una lluvia de verano…


Buenos Aires, 23 de diciembre de 2010

NOTAS:

[1] La nota se encuentra disponible en el link: http://tiempo.elargentino.com/notas/apuntes-para-militancia

[2] La orientación y las limitaciones de las transformaciones emprendidas por el “kirchnerismo” se encuentran discutidas en la nota “Apuntes sobre el poder en Argentina”: http://miseriadelasociologia.blogspot.com/2010/12/apuntes-sobre-el-poder-en-la-argentina.html

martes, 14 de diciembre de 2010

SOLDATI, O EL "REGRESO" DE LA CUESTIÓN SOCIAL

A poco de producirse el fallecimiento de Néstor Kirchner (1950-2010), la presidenta Cristina Fernández (n. 1953) y varios funcionarios y dirigentes políticos oficialistas declararon su voluntad de "profundizar" el modelo económico y social instaurado por el difunto ex presidente. Según ellos, dicho modelo estaba transformando el país en dirección a un horizonte de justicia social y equidad.

En este triste diciembre, la realidad se ha ocupado de refutar minuciosamente las afirmaciones de los principales dirigentes del "kirchnerismo". El crecimiento de la economía argentina desde 2002 no ha "derramado" sus beneficios sobre la mayoría de los trabajadores y los sectores populares más empobrecidos. Soldati ha demostrado de manera irrefutable que el crecimiento acelerado de la economía precisó de trabajadores precarizados, tercerizados, esclavizados, en una palabra: EXPLOTADOS. Así, por ejemplo, ¿cómo explicar el desarrollo de la industria textil sin esa masa siempre disponible de inmigrantes, condenada a trabajar como esclavos en las condiciones que exige el patrón?, ¿cómo explicar el crecimiento de la industria de la construcción sin los miles y miles de compatriotas bolivianos y paraguayos que tienen que aceptar lo que les ofrecen?, ¿cómo explicar el auge de los sojeros sin esa enorme cantidad de trabajadores "en negro", que el pudor del Ministerio de Trabajo prefiere denominar "no registrados"?

Los ocupantes de terrenos en Soldati y en otros lugares, los vecinos de los ocupantes enfurecidos en muchos casos con las tomas y casi tan pobres como los desesperados que están en el parque, son la expresión más extrema de la gigantesca miseria y degradación que son necesarias para lograr un crecimiento a "tasas chinas" de la economía. Soldati no es una casualidad. Soldati no es el producto de las conspiraciones de la autodenominada "oposición" o del Gobierno Nacional. Soldati es el resultado necesario de un modelo económico y social articulado en torno al respeto irrestricto al capital y a las relaciones laborales establecidas en la década del '90. Soldati significa la crisis de una política que pensó que los aumentos salariales para los trabajadores en blanco y la Asignación Universal por Hijo bastaban para resolver los problemas sociales. Soldati, en definitiva, pone al "kirchnerismo" ante su crisis más profunda, pues lo coloca ante los resultados de su política de crecimiento basada en la explotación intensiva de los trabajadores, cuyo ejemplo más extremo es el inmigrante indocumentado esclavizado en los talleres textiles.

En este contexto, la frase "profundizar el modelo" cobra un sentido diferente al imaginado por los dirigentes del "kirchnerismo". Soldati muestra que ya no se puede seguir gobernando del mismo modo que en estos últimos años. Durante mucho tiempo el "kirchnerismo" aprovechó los efectos benéficos del crecimiento económico sobre la desocupación, que permitieron aliviar las tensiones sociales. La satisfacción por poder acceder a un empleo y el restablecimiento del consumo popular gracias al tibio keynesianismo impulsado por Néstor Kirchner, permitieron disimular que el modelo garantizaba las ganancias de los empresarios mediante el mantenimiento de la legislación laboral que permitía la precarización de la situación de los trabajadores. Soldati muestra que las enormes tensiones sociales que se han generado a lo largo de esta década no pueden ser desactivadas apelando a gestos simbólicos y a medidas puntuales.

En definitiva, Soldati ha puesto a la presidenta Cristina Fernández frente a una disyuntiva ineludible. O bien se profundiza el modelo, y entonces el Gobierno Nacional se verá obligado a sancionar la creciente desigualdad social por medio de la represión, lo cual evaporará rápidamente los aspectos progresistas de su política. O bien se modifica el modelo, reconociendo la imposibilidad de conjugar el respeto incondicional al dominio del capital con una política favorable a la reducción de la desigualdad; en política, como en la vida, es válido el refrán que dice "no se puede estar bien con dios y con el diablo". El problema para el "kirchnerismo" consiste en que la segunda opción implica confrontar con LOS MONOPOLIOS (los dueños del capital), y no sólo con UN monopolio, como es el caso de Clarín. Para nosotros resulta claro que esta segunda posibilidad es remota, pues el "kirchnerismo" no se ha preparado ni teórica ni prácticamente para confrontar con los sectores dominantes. La derrota en el asunto de la 125 marcó con claridad las limitaciones del "kirchnerismo" en este terreno.

Pero si de miserias se trata, Soldati ha puesto también de manifiesto el contenido de las propuestas de la autodenominada "oposición" para resolver la cuestión social. Mauricio Macri ha dado en estos días una verdadera lección de cuál es la posición de los dueños del país frente a la miseria y los sufrimientos de los sectores populares. Ellos de ninguna manera niegan la existencia de la desigualdad y la pobreza; al contrario, en declaraciones realizadas en el día de ayer y levantadas hoy por el diario Clarin, Macri sostiene que "A pesar del crecimiento de la Argentina, la distribución de la riqueza no fue la correcta y hay igual o más pobres que hace una década" (Clarín, 14/12/2010). Este reconocimiento es interesante viniendo de donde viene, pues, más allá de la obvia intención política de pegarle al gobierno, significa que ni aún la derecha más ligada al capital puede dejar de reconocer el los dueños del capital se han enriquecido en esta última década a costa de un aumento de la desigualdad social. Pero, este reconocimiento va de la mano con la atribución de este aumento de la desigualdad a causas externas al sistema de producción imperante; los empresarios argentinos no tienen ninguna intención de redistribuir sus ganancias con los trabajadores, cosa que hay que remarcar frente a tantos intelectuales y académicos que elogian a la mítica "burguesía nacional" o a los empresarios Pymes. En la visión de Macri, la pobreza no es el resultado de un modelo de acumulación que crea pobres para poder seguir creciendo a "tasas chinas"; es, en cambio, el producto de la acción de "narcotraficantes", "inmigración descontrolada", "bandas", etc. Sus dichos van dirigidos a construir un "otro" que actúe de chivo expiatorio de los males de nuestro sistema social. Y ese otro justifica el tercer elemento del argumento del ingeniero Macri. Las tomas (y demás episodios de conflicto social) tienen que ser tratados por la "ley: ¿Qué significa la ley para nuestro sensible ingeniero? Lisa y llanamente la acción de los palos de la policía sobre el cuerpo de quienes protestan. A esto se reduce la política social de Macri y de la autodenominada "oposición".

Soldati, en definitiva, ha mostrado que la cuestión social "está de vuelta". Con su sola presencia ha cambiado los ejes de la campaña electoral y nos obligará a todos a debatir y a actuar en torno a cuestiones más sustanciales. Ya no será tan fácil esconder la cabeza debajo de la tierra...

Buenos Aires, martes 14 de diciembre de 2010


sábado, 11 de diciembre de 2010

REFLEXIONES SOBRE LOS HECHOS DE SOLDATI

...Como todos sabemos, nuestra sociedad está libre de todo prejuicio social y los inmigrantes que llegan en busca de una vida mejor son recibidos con los brazos abiertos y con toda la generosidad propia de nuestra naturaleza. Como somos además un país que ha desterrado todo vestigio de explotación del hombre por el hombre y el trabajo constituye un goce y no una carga para las personas, nos sentimos felices de compartir nuestra dicha con tantos hermanos que arriban a nuestras tierras, y a los que llamamos hermanos y no extranjeros porque una larga experiencia nos ha mostrado adonde conduce el temor al otro...

A veces es bueno comenzar el análisis de una situación que produce asco e indignación planteando una pequeña fantasía que, por contraste, nos muestre hasta qué punto nos hallamos hundidos en un pozo de degradación. La fantasía actúa sobre la naturalización de nuestras condiciones de vida, mostrándonos en que medida lo que creemos normal es una muestra de barbarie e insensatez.

Voy al grano. Los sucesos de Soldati, que hasta el momento han ocasionado cuatro muertos y numerosos heridos, muestran al desnudo la realidad de las relaciones de fuerza entre las distintas clases y grupos sociales de nuestro país, y expresan con todas sus miserias el contenido de las dos principales corrientes que han hegemonizado la política argentina desde el 2003 hasta la actualidad. La pelea de pobres contra pobres muestra también la tremenda impotencia que tienen los sectores populares para revertir la situación.

Ante todo, es preciso comenzar por enmarcar las acciones de los actores que participan en este drama. En primer lugar, la Argentina experimentó un fenomenal crecimiento económico desde el 2° semestre de 2002. Sin entrar a examinar la naturaleza de dicho crecimiento, corresponde decir que la Argentina produce hoy más bienes y servicios que al momento de producirse la crisis de 2001. En otras palabras, hubo un incremento notable de la riqueza. En segundo lugar, uno de los puntales de ese crecimiento fue la producción de alimentos, claro que buena parte de la misma estuvo destinada a la exportación. En tercer lugar, durante esta década la construcción experimentó un verdadero auge, a tal punto que puede hablarse de un boom de esta actividad. En síntesis, Argentina experimentó casi una década de crecimiento económico, expansión de la producción de alimentos y auge de la construcción. Este es el contexto más general de los hechos de Soldati.

Paso al análisis de las dos corrientes centrales de la política argentina. Los gobiernos de Néstor Kirchner (1950-2010) y Cristina Fernández (n. 1953) acompañaron el crecimiento de la economía, procurando no poner “trabas” al enriquecimiento de los empresarios. Por supuesto, hubo modificaciones al modo de acumulación imperante en los ´90. La crisis del neoliberalismo en 2001 mostró que el país no podía seguir siendo gobernado como en la década anterior. Además, la devaluación y el default de la deuda hicieron que una parte del empresariado se volviera otra vez hacia el mercado interno; las modificaciones del contexto internacional ocasionaron un aumento de los precios de las materias primas y de los alimentos, favoreciendo así a las exportaciones argentinas. Néstor Kirchner promovió la expansión del gasto público y el aumento de los salarios para expandir la demanda y revitalizar el mercado interno. Sin embargo, se cuidó de modificar las relaciones laborales heredadas de los ’90.

La economía creció y descendió la tasa de desocupación. Pero buena parte de los trabajadores permanecieron en condiciones de precariedad, inseguridad y enorme explotación. En el caso de los asalariados “en blanco”, hubo aumentos de salarios y una mejora en el nivel de vida en relación a la década anterior, pero esto no alcanzó al conjunto de los trabajadores ni alcanzó para modificar las relaciones de fuerza al interior del lugar de trabajo.

En resumidas cuentas, el “kirchnerismo”, la principal fuerza política de la primera década de este siglo, llevó adelante un reformismo tibio, que no tocó las posiciones del empresariado y no transformó las relaciones de fuerza entre capitalistas y trabajadores. En todo caso, las modificaciones que impuso el kirchnerismo en la política argentina pasaron de largo en lo que hace a la fábrica, la oficina y los comercios. Esto se notó especialmente en la situación de las capas más vulnerables de los sectores populares. En este sentido, no se emprendió ningún plan de fondo para erradicar las villas miserias y asentamientos, y no se llevaron adelante iniciativas para cambiar las condiciones de vida de los sectores más pobres en las provincias. Ello implicó condenar a centenares de miles de niños y jóvenes a vivir en medio de la miseria y la humillación cotidianas. Todo esto en medio de un clima de crecimiento económico. En consecuencia, las tensiones sociales no hicieron más que aumentar, expresándose en un incremento alarmante de la violencia cotidiana.

Del otro lado, y de un modo muy paulatino luego del desastre del neoliberalismo en 2001, se fue conformando un espacio, sin un líder definido, que procuró disputar el gobierno al kirchnerismo desde un discurso y unas políticas derivadas directamente del neoliberalismo. Dentro de este espacio fue cobrando especial importancia la figura de Mauricio Macri (n. 1959), sobre todo porque sus carencias dejaban al descubierto los rasgos esenciales de este otra gran corriente de la política argentina en la primera década del siglo XXI. Macri carece de todo refinamiento y sólo hay en el un enorme egoísmo de clase y un cálculo electoral llevado al paroxismo. Por eso, por esta ausencia de todo recato, es conveniente seguir sus dichos para entender cuál es la propuesta de esta corriente.

La conducta del ingeniero Macri en los sucesos de Soldati tiene que ser estudiada como un verdadero modelo del programa político de la autodenominada “oposición”. Macri en ningún momento llevó adelante medidas para paliar la crisis habitacional que sufren los sectores populares. El boom de la construcción, que tuvo uno de sus centros en la ciudad de Buenos Aires, estuvo dirigido a los sectores con demanda solvente, es decir, aquellos capaces de pagar las sumas fabulosas que implica comprar una vivienda en la ciudad de Buenos Aires. Macri alentó el negocio de las empresas constructoras y permitió que éstas arrasaran el perfil arquitectónico de muchos barrios de la ciudad. A la vez, y esto en connivencia con el Ministerio de Trabajo, hizo la vista gorda a las violaciones a las condiciones de seguridad en el trabajo que cometían dichas empresas constructoras.

Macri alentó el modelo de una ciudad para ricos y para los sectores medios, en la que toda la vida cotidiana estuviera regulada por las necesidades de vender las mercancías. En este esquema los pobres tienen que ser expulsados hacia otros lugares, para que no “afeen” los negocios. Para ello llevó adelante una política sistemática destinada a empeorar las condiciones de vida en el sector sur de la ciudad. Su política para los pobres combina el clientelismo y los palos aplicados por la fuerza de seguridad de turno. Sus patéticas declaraciones del día de ayer, reclamando la intervención de la Policía Federal y de la Gendarmería, no son únicamente el producto de un cálculo político; representan la esencia de la política de la autodenominada “oposición” para los sectores populares. En todo caso, Macri es quien expresa abiertamente lo que los demás piensan en privado.

Un capítulo aparte merecen las apelaciones a la xenofobia realizadas por el ingeniero Macri. Estas son mucho más graves porque no se trata solamente de un exabrupto de Macri. De hecho, no fueron expresadas el primer día de los hechos sino que fueron expuso su posición ante la situación, y luego fueron repetidas por los principales funcionarios de la administración Macri. La xenofobia defendida por Macri está utilizada como una estrategia electoral. Macri y sus asesores pensaron que con ella refuerzan la adhesión de muchos segmentos de la clase media porteña, que odian a los extranjeros en la medida en que éstos sean bolivianos, paraguayos y peruanos. Macri culpó a los “inmigrantes” de los disturbios. Con ello pretendió sacarse la responsabilidad de encima y ganar el apoyo de los sectores que han hecho de la frase “boliviano de mierda” un dicho proverbial. De más está decir que, además del contenido de clase de estas manifestaciones, Macri expresa una enorme irresponsabilidad ante los sucesos, echando más leña al fuego a la bronca que muchos vecinos de la zona sienten hacia los ocupantes de los terrenos. Nada de esto resulta extraño viniendo de un sector social que no dudó en 2008 en cortar rutas e impedir la llegada de alimentos a las ciudades para evitar pagar impuestos.

Respecto a la actitud del gobierno nacional y del gobierno de la ciudad ante los hechos, cabe hacer una reflexión final. Ambas partes han especulado de manera descarada con los sucesos, esperando someter a la otra parte a un desgaste con miras a las elecciones del año próximo. Han desnudado, por tanto, sus miserias más profundas y han manifestado en los hechos su nulo interés en resolver los problemas de los sectores más desprotegidos de nuestra sociedad. Esto es especialmente grave en el caso de Cristina Fernández, pues sus mentadas propuestas de transformación social son imposibles sin una profunda movilización popular. Ahora bien, esta movilización no puede lograrse si no se promueven modificaciones concretas en las condiciones de vida de los sectores populares. La Asignación Universal por Hijo fue un paso significativo, pero su influjo es desesperadamente insuficiente frente a la magnitud de las carencias, magnitud que se ve agigantada si se tiene en cuenta que se da en un marco de crecimiento económico y de enriquecimiento de los empresarios.

Mientras escribo estas líneas, en Soldati sigue muriendo gente. Hasta ayer había tres muertos, hoy ya son cuatro. Está visto que los exponentes de las dos principales corrientes de la política nacional no tienen mayor interés en los problemas de la “negrada”. Frente a esto sólo queda perseverar en la organización popular. No hay otra salida.

Buenos Aires, sábado 11 de diciembre de 2010

miércoles, 8 de diciembre de 2010

SOLUCIONES PRO AL PROBLEMA DE LA VIVIENDA: REPRESIÓN EN SOLDATI

Mauricio Macri (n. 1959) no pasará a la historia por su preclara inteligencia, ni por sus dotes como estadista, ni por su oratoria elegante o pasional. Tampoco se lo recordará como alguien que dotó de nuevas ideas a la política argentina. En verdad, es muy difícil encontrar virtudes en tan mediocre personaje, que ha hecho de la nulidad una virtud. Sin embargo, al ganar las elecciones para Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (24 de junio de 2007) formuló unas declaraciones que sí pasarán a la historia, en tanto síntesis perfecta del pensamiento político de nuestras clases dominantes. En esa ocasión, Macri dijo que el siglo XX "había sido el siglo de los derechos humanos", en tanto que el siglo XXI sería el siglo "de las obligaciones", además de los derechos. Para nuestra burguesía (si se me permite utilizar otra vez este término antidiluviano, más propio del Museo de Ciencias Naturales que de la política en la "era del consenso") el único derecho que vale es de propiedad; todas las demás cuestiones son tonterías difundidas por zurdos a los que hay que meterles bala por si las moscas. ¡Y vaya que hubo balas en el siglo XX!

Dado lo expuesto en el párrafo anterior, ¿que podía significar la afirmación de nuestro personaje? La respuesta es sencilla. La "nueva política" pregonada por el PRO no era otra cosa que una vuelta a un neoliberalismo rancio, condimentada con dosis cada vez más importantes de represión. En las condiciones post 2001 está claro que cualquier vuelta al statu quo de los '90 supone necesariamente la aplicación de la violencia contra los sectores populares. De ahí que el proyecto más defendido por la administración PRO haya sido la creación de una Policía Metropolitana, y no el mejoramiento de la infraestructura escolar, por ejemplo. Desde su llegada misma al Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri manifestó una fuerte propensión al uso de la violencia para resolver los conflictos sociales. Así, se libraron "batallas" contra indigentes, Okupas, cartoneros. Nada de construir viviendas populares en la ciudad o de mejorar las condiciones de vida de los habitantes más pobres. Resultaba más cómodo sacarlos del medio y llevarlos a algún lugar donde no molestaran la vista de los ciudadanos de "pro".

En la noche del 6 al 7 de diciembre, el ingeniero Mauricio Macri agrego un nuevo "mérito" para entrar en la historia. La Policía Federal, la Gendarmería y la Policía Metropolitana realizaron un operativo conjunto para desalojar a los ocupantes de unos terrenos ubicados en el barrio de Villa Soldati, cerca del Parque Indoamericano. (1). El desalojo fue ordenado por la jueza porteña María Cristina Nazar, a pedido del Gobierno de la Ciudad. En el operativo represivo estuvieron presentes Diego Santilli (n. 1967-), ministro de Ambiente y Espacio Urbano, y Guillermo Montenegro, ministro de Seguridad, ambos del Gobierno de la Ciudad. Como resultado de la represión, murieron Bernardo Salgueiro, de 24 años, y Rosemary Puña, de 28. Además, hay dos heridos de suma gravedad, entre ellos una beba. También se informó sobre más de 50 detenciones.

Como escribo estas notas sobre la marcha de los acontecimientos, no es posible establecer con absoluta precisión los hechos. Pero si se pueden hacer algunas consideraciones generales. La historia es conocida como para que sea necesario insistir mucho sobre ella. En nuestro país, no sólo en la Ciudad de Buenos Aires, existe un problema de vivienda muy extendido. Faltan viviendas populares y una política de Estado para solucionar el problema. De ahí que las ocupaciones de viviendas y terrenos sean un fenómeno bastante común. También aparecen quienes se benefician con las necesidades ajenas, y muchas veces hay personajes que promueven las ocupaciones para sacar un rédito económico de las mismas. Pero el fondo sigue siendo el mismo. Nadie se preocupa porque los trabajadores y demás sectores populares puedan acceder a una vivienda digna sin tener que pagar sumas enormes en concepto de alquileres, pago de cuartos de pensión a un valores desproporcionados, etc. Es preferible seguir manteniendo el negocio de los propietarios de viviendas para alquiler. No se asume que la cuestión habitacional constituye un problema social y político. Hay que tener presente que esta represión, que ha ocasionado DOS MUERTOS, se da en el marco de una Ciudad que ha experimentado un boom en la construcción de viviendas desde el 2003. Pero, estas construcciones no están destinadas a satisfacer las necesidades de los sectores populares...

El ingeniero Mauricio Macri reafirmó en este caso su decisión de resolver los conflictos mediante el uso de la violencia. Si no lo hace más seguido es porque está demasiado expuesto a la publicidad en un distrito como la Ciudad de Buenos Aires. Nadie le puede negar coherencia en este punto. Pero el ingeniero no está solo en esta "patriada". Para muchos habitantes de esta ciudad es motivo de satisfacción que se haya reprimido a tiros a los villeros. Total, se trata de un grupo "indeseable" en el que, además, hay muchísimos "extranjeros". El ingeniero no sale de un repollo, sino que expresa muchas de las cualidades que han caracterizado desde siempre a segmentos importantes de nuestras clases medias. Una de estas cualidades es el odio visceral hacia los pobres, a los que sólo cabe utilizar en las elecciones o en las empresas como materiales descartables. En este sentido, la ya mencionada mediocridad del ingeniero es también un rasgo social.

Pero el asunto no termina aquí. Si bien la responsabilidad principal recae sobre nuestro inefable ingeniero, corresponde señalar que el gobierno nacional ha hecho muy poco para paliar el problema de la vivienda de los sectores populares. Sólo mediante la puesta en práctica de un plan de construcción masiva de viviendas sería posible resolver la cuestión y evitar los padecimientos que acarrea la falta de una vivienda propia en las condiciones de nuestra sociedad capitalista. No hacer esto implica dejar la solución del problema de la vivienda en manos del mercado, contradiciendo el discurso oficial que sostiene que la política económica está dirigida a fortalecer el rol del Estado. Ahora bien, dejar la cuestión de la vivienda en manos del mercado supone mantener las reglas de juego imperantes en la sociedad desde los ´90, y promueve indirectamente las ocupaciones de terrenos y los conflictos entre pobres.

Además de lo anterior, hay que decir que la Policía Federal intervino en la represión, así como también la Gendarmería. Estas fuerzas de seguridad son controladas por el gobierno nacional (mientras que la Metropolitana está a cargo de Macri), Si bien desde lo formal se puede alegar que la orden de desalojar a los ocupantes de los terrenos provino de una jueza, la verdad es que tendría que haberse previsto que la medida iba a ser resistida. Si la política declamada del gobierno nacional ha sido la de no reprimir los conflictos sociales, los sucesos de ayer muestran una tendencia alarmante, que se encadena con el asesinato de Mariano Ferreyra a manos de la patota de la Unión Ferroviaria y los muertos en la represión en Formosa hace pocos días.

Por último, los sucesos de ayer ponen en cuestión el problema de quién tiene que resolver el problema de la vivienda en Argentina. La respuesta actual, boom de la construcción mediante, dice que tiene que ser el mercado. Pero esta solución sólo resuelve el problema de los que pueden pagar por su vivienda. A esto en otros tiempos se lo denominaba capitalismo. Otra respuesta posible consiste en que el Estado y/o las cooperativas de vivienda aborden un plan nacional de construcción de viviendas que reduzca al mínimo el rol del mercado en este ámbito. Y reducir el rol del mercado significa en este punto independizar a los sectores populares de todos aquellos que lucran con la necesidad de una vivienda. La pregunta que cabe hacerse es: ¿por qué no se "explora" esta segunda alternativa?

Buenos Aires, miércoles 8 de diciembre de 2010

NOTAS:



viernes, 3 de diciembre de 2010

APUNTES SOBRE EL PODER EN LA ARGENTINA

Una historia común. Un empleado de una conocida empresa de venta de electrodomésticos se da cuenta de que le están liquidando mal el sueldo. Como es joven y tiene poca antigüedad en la firma, realiza algunas averiguaciones para cerciorarse. Conversa con compañeros que realizan las mismas tareas en su sucursal; también conversa con gente de otras sucursales. Compara los recibos de sueldos. No hay duda, tiene razón, la empresa no le está pagando según indica el convenio. Decide ir al sindicato para asesorarse. Allí le indican la cifra exacta que tiene que cobrar mensualmente y cómo hacerle el reclamo a la empresa. Más tranquilo, seguro, va a su trabajo, solicita el salario que le corresponde según convenio y espera hasta la liquidación siguiente. Empieza otro mes. Le pagan el salario correcto. Feliz. Al poco tiempo recibe el telegrama de despido. La empresa paga todo lo que indica la ley; el despido le resulta costoso. Pero nuestro joven amigo queda en la calle.

Esta historia no tiene nada de excepcional en la Argentina del Bicentenario. Tampoco hay en ella nada épico, ni grandes gestos, ni actitudes heroicas. Pero ambas partes, la empresa y el empleado, dan una lección de política.

El empleado acepta desde un principio que está en inferioridad de condiciones. Su reclamo es individual y se aferra a lo que dice el texto de la ley; en ningún momento se le ocurre plantear una acción colectiva para enfrentar el poder de la empresa. Es más, su conducta reproduce el aislamiento que permite la misma dominación de la gerencia. La empresa, por su parte, se sabe desde el vamos en una posición de fuerza. Pero desconfía de los empleados que estudian los recibos de sueldo, leen los convenios de trabajo y tienen la audacia de hacerle un reclamo a la empresa. Prefiere pagar los costos del despido antes que tener empleados "rebeldes" entre sus filas. Los empresarios saben que su fuerza radica precisamente en mantener desunidos a los empleados.

La política cotidiana en Argentina sigue estas grandes líneas desde 1976 en adelante. Este es el núcleo duro de la herencia de la dictadura que todavía no ha podido ser desarmado. La autoridad del empresario, del gerente, del patrón, se mantiene indiscutida en la fábrica, en la oficina y en la sucursal de una empresa de venta de electrodomésticos. Estos lugares funcionan como otras tantas escuelas de subordinación, en las que las personas aprenden que protestar es malo y que conviene ser sumiso, individualista y egoísta. El precio de la rebeldía es el despido. La eficacia política de la relación laboral se refuerza por su misma "invisibilidad". Ni los periodistas, ni los académicos ven a la fábrica, a la oficina y a la sucursal de la empresa de venta de electrodomésticos como lugares políticos. Sin embargo, a nuestro entender, es precisamente en estos lugares donde las personas aprenden a hacer política (no es, por cierto, el único lugar, pero sí es un lugar muy importante, sobre todo porque las personas pasan buena parte de sus vidas en el trabajo). En las condiciones habituales, el aprendizaje consiste en renunciar a la acción colectiva y a la toma de decisiones en forma autónoma.

El sábado 27 de noviembre, el diario TIEMPO ARGENTINO publicó una serie de notas con motivo de cumplirse un mes de la muerte de Néstor Kirchner (1950-2010). Una de ellas fue escrita por Carlos Tomada (n. 1948), ministro de Trabajo, Empleo y Seguridad Social del gobierno actual. Su nota lleva por título "La pasión de la militancia". Si bien la nota fue escrita de manera bastante desmañada, es importante prestar atención a los dichos de Tomada, pues este se encuentra al frente de un ministerio fundamental en términos de la regulación de las relaciones al interior de la fábrica, la oficina y la sucursal de la empresa de venta de electrodomésticos.

Tomada dedica 6 párrafos de un total de 8 que tiene la nota (1) a ensalzar la calidad de Kirchner como militante. Según Tomada, "Kirchner hizo renacer la política en la Argentina. Generó un nuevo debate, una nueva discusión. Nunca con medias tintas. Siempre a fondo y con el apoyo del pueblo, tal como se necesita en las grandes transformaciones. Marcó un camino de lucha por la inclusión y la justicia social." Pero Tomada es muy parco al referirse al contenido de esas "grandes transformaciones".

En la nota hay un sólo párrafo en el que Tomada hace referencias a medidas concretas. Así, dice que "seguimos avanzando y en el último mes la desocupación bajó y ya está en el 7,5%; los jubilados siguen presentes en las políticas públicas y más de 4 millones cobrarán 500 pesos extra en diciembre. Las trabajadoras de las casas particulares han recibido un aumento del 23%, y el empleo registrado evoluciona en forma positiva." Las afirmaciones del señor ministro, con todo lo escuetas que puedan ser, resultan interesantes, pues revelan el contenido fundamental de la política laboral de las presidencias de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández.

La economía argentina experimentó un proceso de crecimiento desde el 2º semestre de 2002. Esto se ve reflejado en la disminución de la tasa de desocupación a la que alude Tomada. Ahora bien, esta mejoría en el empleo podría haberse traducido en un fortalecimiento de la posición de los trabajadores en las negociaciones con los empresarios. Hay que tener presente que la desocupación operó a lo largo de los '90 como una herramienta política que debilitaba a los trabajadores ("si no te gusta, andate; afuera hay diez más esperando para ocupar tu puesto"). Sin embargo, el efecto de la disminución de la desocupación se ha visto compensado por otros factores. Es el mismo Tomada el que da la pista acerca de cuáles pueden ser esos factores, al indicar que "el empleo registrado evoluciona en forma positiva". El trabajo "en negro", la tercerización, el trabajo "esclavo", conviven con el trabajo registrado. Además de ser palancas de la recuperación económica de las que no se habla en los discursos oficiales (ni tampoco en los de los políticos de la autodenominada "oposición"), todas estas formas de relación laboral constituyen herramientas de disciplinamiento político de los trabajadores. En otras palabras, constituyen reaseguros de que la relación de fuerzas favorable al empresario en la fábrica, en la oficina y en la sucursal de la empresa de venta de electrodomésticos, no se vea afectada. Tomada dice que el empleo registrado "evoluciona en forma positiva", pero no dice que el Estado va a poner todas sus fuerzas para erradicar estas formas de empleo. En este punto aparecen claramente los límites de la transformación encarada por el gobierno actual. Las relaciones de poder en el trabajo no se pueden modificar, son un dato de la realidad.

Tomada enumera como logros los aumentos de los salarios percibidos por los trabajadores, así como también los incrementos de las jubilaciones y pensiones. En un contexto inflacionario, de no haber aumentos en las remuneraciones, los ingresos de los trabajadores caerían en picada. El señor ministro debería hacer referencia aquí al salario real para poder evaluar con mayor precisión la mejoría de los ingresos de los trabajadores, y en esta evaluación tendría que incluir no sólo a los trabajadores "registrados", sino también a todas las modalidades que mencionamos en el párrafo anterior.

Para Tomada, la política es una "herramienta de transformación social", para lograr que "la Argentina sea más justa, más solidaria". El simple hecho de enunciar esto marca una diferencia importantes con el tiempo del auge del neoliberalismo, cuando la política era una mala palabra y las personas tenían que velar por sus intereses egoístas, sin pensar en el conjunto. Pero Tomada no puede enumerar una sola medida que modifique la relación de poder en la fábrica, en la oficina y en la sucursal de la empresa de venta de electrodomésticos. Es por eso que, si es verdad la afirmación que hicimos más arriba de que en estos lugares las personas aprenden política, resulta muy difícil aceptar que estamos viviendo una transformación de la estructura de poder en Argentina. En este sentido, lo cotidiano nos da la clave para entender la realidad.

Buenos Aires, viernes 3 de diciembre de 2010

NOTAS:
La nota de Carlos Tomada se encuentra disponible, además de en la edición en papel del diario, en el siguiente link: http://tiempo.elargentino.com/notas/pasion-de-militancia

(1) Uno de esos 6 párrafos está dedicado a Cristina Fernández (n. 1953).

domingo, 28 de noviembre de 2010

APUNTES SOBRE LA MILITANCIA

El 17 de noviembre se conmemoró el Día de la Militancia, que recuerda el regreso a la Argentina de Juan Domingo Perón (1895-1974) en 1972, luego de un exilio de 18 años. En ese marco, el gobernador de la provincia de La Rioja, Luis Beder Herrera (n. 1951), afirmó que "el militante tiene que ser idealista, persistente, algo loco (...) creer en ideales, como lo hizo Néstor Kirchner, que fue uno de los últimos militantes y lo pudimos palpar, lo pudimos ver." (1). Lo curioso del caso es que estas referencias al idealismo y a la "locura" del militante fueron realizados en China, donde el gobernador se hallaba procurando la concreción de inversiones mineras. Hay que recordar que China, lugar desde donde Beder Herrera resaltó el idealismo del militante, es uno de los países del mundo donde los trabajadores son más explotados. Hay que recordar también que el propósito del viaje del gobernador al país desde donde exaltó la "locura" del militante, fue atraer a a empresas mineras para invertir en Argentina; hay que recordar, por último, que las empresas mineras se caracterizan por su escasa preocupación por la seguridad de los trabajadores y por los daños que provocan al medio ambiente.

A primera vista, la conjunción del elogio al idealismo del militante y de la seducción a las empresas mineras chinas parece una mezcla difícil de comprender. Es cierto que puede recurrirse a la noción de realpolitik y clausurar con ello la cuestión; en otras palabras, la política es una actividad sucia y los políticos tienen que manejarse con un alto grado de hipocresía. Sin embargo, creo que el comentario de Beder Herrera merece un análisis más cuidadoso, pues expresa de manera casi caricaturesca una concepción acerca de la militancia política muy difundida en nuestra época.

En los últimos años (sobre todo a partir de la derrota del gobierno de Cristina Fernández frente a la burguesía agraria en 2008), desde el espacio político al que podemos denominar genéricamente como kirchnerismo, se ha impulsado una revalorización de la militancia política. Esta valorización alcanzó su pico con la muerte de Néstor Kirchner (1950-2010); desde distintos medios, y a través de declaraciones de funcionarios y de dirigentes políticos, y de artículos de muchos intelectuales, la condición de militante, ligada cada vez más a la condición de joven, se convirtió en sinónimo de acción abnegada por la transformación de la Argentina.

En principio, la revalorización del militante político es un hecho positivo. Hay que tener presente que en la década del '90, auge del neoliberalismo mediante, la práctica política de los partidos mayoritarios estuvo a cargo, en buena medida, de la figura del "operador político", es decir, de alguien que ponía en primer lugar las "relaciones" y la negociación en las cúpulas, relegando el contacto cotidiano con las bases. Sin embargo, hay que decir también que la militancia, entendida en el sentido "antiguo", se mantuvo viva en los partidos de izquierda y en las distintas organizaciones populares que enfrentaron las políticas neoliberales. En todo caso, habría que señalar que la revalorización mencionada se da, sobre todo, en el seno del peronismo y, para ser más precisos, en las distintas corrientes que constituyen el denominado kirchnerismo.

La revalorización de la militancia va de la mano con el rescate de valores tales como el idealismo, el compromiso y la pasión. Belder Herrera, inclusive, incluye a la "locura" como un valor más del militante. La militancia es concebida como una actividad comprometida con la sociedad, y el militante aparece como el arquetipo del desinterés personal. De ningún modo vamos a negar que es preferible el compromiso al desinterés, ni tampoco vamos a poner en duda que esta revalorización del compromiso resulta un cambio saludable frente al individualismo imperante en los años neoliberales. Pero también es cierto que la cuestión tienen que ser puesta en perspectiva.

La militancia como compromiso no es patrimonio exclusivo del peronismo, ni de las agrupaciones de izquierda, ni de los sectores populares en su conjunto. Desde el punto de vista del compromiso es tan militante un nacionalista católico como un adherente del PO o un miembro de la Cámpora. Además, y esto ya lo había planteado en el párrafo anterior, el compromiso militante (entendido como tarea en favor de la transformación de la sociedad) se mantuvo vigente tanto en las agrupaciones de izquierda como en las organizaciones populares. De modo que el compromiso no puede ser el único criterio para valorar positivamente a la militancia, ni cabe transformarlo en un valor en sí mismo en política.

A mi entender, la caracterización política de la militancia tiene que derivarse del contenido político de esa militancia, más que de la abnegación o del compromiso de los militantes. Dicho en otros términos, el criterio para valorar la militancia está dado por los objetivos que se propone la l militancia y por los enemigos contra los que combate (siempre se hace política en favor de un proyecto y en contra de determinados sectores sociales). Al decir esto no estoy afirmando nada nuevo. Sin embargo, el individualismo y la desmovilización generados por el neoliberalismo, y el auge del discurso del "consenso", han oscurecido de manera notable la conciencia política. De manera que es preciso recordar cosas que fueron dichas hasta el cansancio.

Para poder apreciar en su justo valor esta revalorización de la militancia, es preciso, pues, tener en cuenta el proyecto que defienden y los enemigos que combaten. Para poder llevar a cabo esta tarea hay que empezar primero por delimitar la militancia que es revalorizada. Como señalé más arriba, la mencionada revalorización se relaciona con el peronismo, pues la tradición de militancia no se había cortado ni en las agrupaciones de izquierda ni en las otras organizaciones populares. El peronismo es el sujeto de este "revival"de la militancia. Esto no es casualidad, pues fue justamente el peronismo el partido que más experimentó los efectos del neoliberalismo (y que parió, para decirlo literalmente, al principal exponente político del neoliberalismo en Argentina, el inefable Carlos Saúl Menem). Hilando todavía más fino, hay que decir que la revalorización de la militancia comenzó a verificarse a partir del conflicto en torno a la Resolución 125 en 2008. En ese momento, Néstor Kirchner comprendió que era necesario contar con una militancia propia en las calles para enfrentar la ofensiva destituyente de los agrarios. Al mismo tiempo, muchos militantes y simpatizantes de corrientes de izquierda se acercaron progresivamente al kirchnerismo a partir del conflicto de la 125.

Ahora bien, al momento definir el proyecto que encarna esta nueva militancia tenemos que establecer la diferencia entre las intenciones declaradas y las realidades concretadas. A esta cuestión voy a dedicarle una serie de notas en este espacio. Pero, para enmarcar la discusión, quiero comenzar por plantear una cuestión que ha quedado sepultada debajo de las apelaciones a los sentimientos y a la "mística" de la militancia. Aquí, otra vez Beder Herrera nos sirve de disparador de ideas. Cuando el gobernador de La Rioja elogia el idealismo y la "locura" de la militancia y, a la vez, negocia inversiones mineras en China, hace una confesión involuntaria acerca de las limitaciones del modelo de la nueva militancia. Para ilustrar esta cuestión hay que recurrir a un ejemplo de la primera historia del movimiento peronista. En marzo de 1955, el líder de los empresarios, José Ber Gelbard (1917-1997), criticó la posición que "asumen en muchas empresas las comisiones internas que alteraron el concepto de que es misión del obrero dar un día de trabajo honesto por una paga justa (...) tampoco es aceptable que por ningún motivo el delegado obrero toque el silbato en una fábrica y la paralice." (2). En 1955 Argentina no había perdido, por cierto, su carácter de economía capitalista, pero los trabajadores miraban a los empresarios sin agachar la cabeza. En 2010 los trabajadores, y esto es más grave en el caso de los tercerizados y de quienes trabajan "en negro", se ven obligados a agachar la cabeza frente a los empresarios. Beder Herrera comprende perfectamente esta nueva realidad y por eso combina el elogio a la militancia con la seducción al capital. Su idealismo y su "locura" no implican una impugnación al "derecho" del capital a oprimir a os trabajadores.

Nuestra sociedad se caracteriza, entre otras cosas, por la desigualdad en la distribución del poder. Esta desigualdad se articula en torno a la desigualdad entre empresarios y trabajadores en la fábrica, en la oficina, en el comercio, etc. Como es sabido, la mayoría de las personas pasan la mayor parte de sus vidas en dichos lugares, trabajando para ganarse la vida. En consecuencia, la mayoría de las personas pasan la mayor parte de sus vidas sometidos a la autoridad de los empresarios y de los patrones. Esto significa que pasan sus vidas aprendiendo el sometimiento y acostumbrándose a las pequeñas humillaciones cotidianas, siempre temerosas de perder su trabajo. ¿Cómo es posible la autonomía y la libertad de las personas en estas condiciones? De la respuesta que se dé a esta pregunta depende, en última instancia, la caracterización política de la nueva militancia.

Domingo 28 de noviembre de 2010

PS: Con posterioridad a la redacción de la nota llegó la noticia de que la gestión de Beder Herrera había sido exitosa. Finalmente, consiguió las inversiones mineras que estaba buscando (Ver Clarín, edición digital: http://www.ieco.clarin.com/economia/China-buscara-oro-Rioja_0_190800010.html). Creo que esto no hace más que reforzar lo expuesto en el texto de la nota.

NOTAS:

(1) Declaraciones publicadas en EL ARGENTINO, 18 de noviembre de 2010, p. 3.
(2) La cita transcribe declaraciones de Gelbard en el Congreso de la Productividad, celebrado durante el 2º gobierno de Perón, en marzo de 1955. La reproduce el historiador inglés Daniel James en la página 86 de su obra Resistencia e integración. Poseo la siguiente edición: James, Daniel. (2005). Resistencia e integración: El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976. Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina.