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miércoles, 13 de diciembre de 2023

NO HAY PLATA NI IDEAS

 

Ruinas de la ciudad alemana de Dresde, 1945

Ariel Mayo (ISP Joaquín V. González / UNSAM)

Antes de comenzar esta nota conviene enunciar la regla que debe regir, en nuestra opinión, los análisis políticos y económicos, regla que fue esbozada por Maquiavelo en El príncipe: “De las acciones de los hombres, y más aún de las de los príncipes, que no pueden someterse a reclamación judicial, hay que juzgar por los resultados.”

El ministro de Economía, Luis Caputo, anunció ayer un “paquete de urgencia” (son sus palabras) para enfrentar la crisis. Como es lógico, no puede hablarse de resultados, dado que las medidas no empezaron a implementarse y que, muchas de ellas, fueron formuladas de manera muy imprecisa. Por lo tanto, nuestro análisis va a circunscribirse a la perspectiva general adoptada por Caputo, a las posibles consecuencias de las medidas concretas y a la orientación política que se vislumbra a partir del contenido global del paquete.

Se trató de un discurso grabado relativamente breve (17 minutos y 44 segundos), máxime si tenemos en cuenta la magnitud de la crisis. No hubo conferencia de prensa posterior.

Desde el punto de vista del contenido, el discurso se divide en dos partes, separadas por una transición donde plantea la existencia de una “oportunidad histórica”: a) el diagnóstico (los primeros 9 minutos); b) la enumeración de las medidas del paquete de urgencia (minuto 10 en adelante).

Del diagnóstico, que se encuadra en la línea de lo dicho por el presidente Milei en su discurso de asunción, podemos decir dos cosas.

En primer lugar, la notoria pobreza de las ideas expresadas (¿corolario intelectual de la consigna “No hay plata”). Caputo hace del déficit fiscal la causa de todos los problemas de la Argentina en los últimos cien años. Aceptemos, aunque sea a beneficio de inventario, que esto es así. Pero entonces, ¿qué genera el déficit fiscal? Según Caputo, la respuesta es “nuestra adicción al déficit fiscal”. ¿De dónde viene esta adicción? Silencio. No va más allá de eso. Somos “políticamente adictos al déficit” y punto.

Sobre esta explicación nebulosa se apoya el diagnóstico del ministro, quien afirma que los problemas de la deuda, del dólar y de la inflación son consecuencia del déficit generado por la mencionada adicción. Pero no nos dice una palabra acerca de dónde viene la adicción. Como sea, sabemos que un diagnóstico errado lleva a tomar medidas equivocadas. Por eso hay que extremar los medios para no caer en diagnósticos simplistas, como es el caso del realizado por el señor ministro.

En segundo lugar, el diagnóstico se mete con los últimos 100 años de historia argentina, y lo hace de manera ahistórica y bruta. ¿Por qué utilizamos calificativos tan duros? Desde 1923 hasta la fecha (tomemos lo de los 100 años en sentido literal) gobernaron radicales, conservadores, peronistas de variado pelaje, dictaduras militares, Macri. Cada uno de ellos afrontó problemas específicos y eligió diversas alternativas para resolverlos. Caputo reduce toda esta complejidad a dos términos: déficit fiscal y adicción al gasto. Se dan así algunas paradojas, como por ejemplo el caso de Menem, quien para Milei es “el mejor presidente del período iniciado en 1983”, o su aliado el Macri, quienes pasan a ser puestos en la misma bolsa con los demás “adictos al gasto”.

Sobre esta historia a-histórica se sustenta el diagnóstico de Caputo. Y vuelvo a repetir: un diagnóstico errado conduce a soluciones equivocadas.

Caputo resume el diagnóstico con una frase: “definitivamente estamos frente a la peor herencia de nuestra historia”. Para el señor ministro, esto es lo que genera “una oportunidad histórica”, dado que la ciudadanía votó a un político que sostuvo que el déficit fiscal es la causa de todos nuestros problemas. Ahora bien, Caputo omite algunas cuestiones: Milei hizo campaña prometiendo “ajustar a la casta”, “dolarizar”, “cerrar el Banco Central”. Nada de eso fue mencionado en el discurso de ayer. Es cierto que, dada la liviandad manifiesta del diagnóstico de Caputo, podemos permitirnos dudar de su capacidad para interpretar las preferencias del electorado.

Pero mejor pasemos a las medidas del “paquete de emergencia”. Al adoptar esta denominación, Caputo dice una verdad. No hay plan económico, en el sentido de un conjunto orgánico de medidas que permitan resolver la crisis y restablecer una senda de crecimiento. Las circunstancias que rodearon el camino de Milei a la presidencia hacen que la improvisación siga siendo la norma de sus funcionarios.

Dicho esto, Caputo enumeró una serie de medidas, algunas de carácter concreto y otras imprecisas (cuya aclaración se irá dando, suponemos, en los días subsiguientes).

La medida más concreta está referida, como cabía esperar al valor del dólar. Caputo anunció la fijación del tipo de cambio oficial en 800 pesos, esto es, una devaluación de más del 100% respecto a la cotización anterior. Pero esto no es todo. También dijo que se aumenta provisoriamente (aunque no precisó el monto) el impuesto país para las importaciones y las retenciones de las exportaciones no agropecuarias.

Sobre esta medida podemos hablar con cierta precisión: 1) favorece claramente al sector agroexportador, algo que señaló expresamente el ministro; 2) el Estado se beneficia con el aumento del impuesto país a las importaciones y retenciones a exportaciones no agropecuarias, algo que le permitirá, en principio, reducir la magnitud del ajuste fiscal (mediante impuestos, algo “curioso” desde el punto de vista del ideario de La Libertad Avanza); 3) la mayoría de la población verá reducidos sus ingresos por un nuevo salto de la inflación, dada la magnitud de la devaluación (que superó a los 650 pesos mencionados por el ministro del Interior Guillermo Francos hace algunos días); 4) los importadores se verán en serios problemas para importar insumos necesario para la producción, sobre todo la pequeña y mediana industria, algo que se traducirá en caída de la actividad económica (recesión) y aumento del desempleo. A todo esto hay que agregar otra cosa curiosa: parece que “las ideas de la libertad” incluyen aumentos de impuestos y mantenimiento de las retenciones. Como ocurre casi siempre, la realidad y las necesidades políticas matan ideología.

Otra medida significativa, aunque aquí también faltan precisiones, es el anuncio de la cancelación de las licitaciones de obra pública aprobadas (pero que todavía no han comenzado), y la decisión de no hacer nuevas licitaciones. Las consecuencias son previsibles: caída de la actividad económica y desempleo. Además, si la medida se mantiene en el tiempo habrá un deterioro todavía mayor de la infraestructura necesaria para la producción (por ejemplo, autopistas y caminos, puertos, etc., etc.), pues pensar que la inversión estatal en el área puede ser reemplazada por los capitales privados es algo bastante utópico.

Mención aparte merece el anuncio de la reducción de los subsidios a la energía y al transporte. Si bien no se anunciaron ni montos ni plazos, lo cierto es que esto implica una reducción de ingresos para buena parte de la población, ya sea por el aumento de las tarifas de los servicios (luz, gas, etc.), ya sea por el aumento del boleto de colectivos, trenes, etc.

Por último, algunas palabras sobre otras dos medidas. Por un lado, la no renovación de los contratos laborales del Estado que tengan menos de un año de vigencia se traducirá en aumento de la desocupación. Por el otro, la reducción al mínimo de las transferencias discrecionales del Estado nacional a las provincias debe leerse como aumento de la discrecionalidad (pues no se eliminan completamente). O sea, Milei combatirá la discrecionalidad con más discrecionalidad. Esto se traducirá en mayor rosca para lograr el apoyo de las provincias a los proyectos de ley presentados por el Ejecutivo.

El “paquete de urgencia” tiene una orientación general clara, más allá de su improvisación y falta de precisiones. El gobierno de Milei busca el apoyo, fundamentalmente, de la burguesía agroexportadora y, más en general, de la burguesía con capacidad de exportar y/de conseguir dólares. El Estado reduce su capacidad de intervenir en el proceso económico y se concede al capital privado la responsabilidad de reactivar la economía. La recesión y el ajuste fiscal (ayer faltaban precisiones sobre su magnitud, aunque se habla de una reducción de dos puntos y medio del PBI, pues otros tres puntos surgirían de los ingresos generados por el aumento del impuesto país – veremos-) son las herramientas elegidas para resolver los desequilibrios de la economía. Eso y algo de contención para los más pobres (duplicación de la AUH y un aumento del 50% de la Tarjeta Alimentar), probablemente para evitar algún estallido. Por el momento no hay mucho más. Se busca reducir el gasto, pero no hay ninguna indicación acerca de cómo se alcanzará el crecimiento ni como recuperarán poder adquisitivo el salario real, las jubilaciones y las pensiones. Demasiado poco, demasiado endeble, demasiado improvisado, para una crisis la que sufre nuestro país. Todo parece dirigirse a una tormenta inflacionaria y a una reducción extraordinaria de los ingresos de los trabajadores y demás sectores populares, mayor aún que la experimentada por Argentina en los últimos años.

En los próximos días habrá más precisiones. Pero podemos afirmar que la remera vendida en estos días tendría que tener como inscripción “No hay plata ni ideas”, pues ello daría cuenta de la situación en la que está en este momento la política económica de Milei.

 

Balvanera, miércoles 13 de diciembre de 2023

miércoles, 29 de noviembre de 2023

MÁS ALLÁ DEL HUMO ELECTORAL

 

El Bosco, El jardín de las delicias (fragmento)



Ariel Mayo (UNSAM / ISP Joaquín V. González)

 

A semana y media del triunfo de Javier Milei en el balotaje, y a medida que se disipa el humo electoral, van quedando algunas cosas claras y ya es posible hablar de ellas sin enredarse en discusiones inútiles.

Al decir que hay algunas cosas claras me refiero a cuestiones estructurales, que pueden verificarse de manera más o menos empírica, y no a los dichos cambiantes de los protagonistas.

La primer cuestión estructural es la debilidad de las diferentes fuerzas políticas. El triunfo de Milei dejó maltrechas a las dos grandes coaliciones que se disputaron el gobierno del país desde hace un poco menos de dos décadas (el hecho mismo de que se trate de coaliciones y no de fuerzas políticas relativamente unificadas da cuenta de que los problemas venían de mucho antes de que Milei asomara la cabeza).

El peronismo no sólo perdió en la mayoría de los distritos electorales, sino que vio como el conjunto de las ideas que sostuvo desde 2003 en adelante y que le permitieron atraer a sectores importantes de la población, fueron rechazadas mayoritariamente por los votantes (por supuesto, ese rechazo se venía expandiendo desde hace mucho tiempo). Así, por ejemplo, la redistribución de recursos por vía estatal quedó sepultada, por lo menos momentáneamente, en las urnas.

Las manifestaciones de odio hacia los planeros, el aumento del encono hacia la educación pública (aun de sectores que mandan a sus hijos a las escuelas estatales), la difusión de la idea que hay que pagar todo lo que puede ser pagado y más, etc., etc., son expresiones de un cambio de época. En este punto hay que decir que la incapacidad del kirchnerismo para resolver el estancamiento de la economía a partir de 2011, que fue vaciando progresivamente de contenido a la frase “Estado presente”, fue la gran promotora de esa reacción antiestatal, pero, así y todo, no deja de asombrar la magnitud y profundidad de la reacción. Es razonable pensar que la (pésima) política del presidente Fernández frente a la pandemia contribuyó a llevar las cosas al siguiente nivel.

En 2015 y 2019 la mayoría del electorado votó a favor del cambio, es decir, por un mejoramiento de las condiciones de vida que se venían deteriorando aceleradamente desde 2011. En 2023 la mayoría del electorado sufragó adrede por el ajuste, entendiendo que las cosas no podían seguir como durante el desastroso gobierno de Alberto Fernández. El peronismo recibió de lleno el impacto y hoy se encuentra huérfano de liderazgo y de ideas.

La coalición opositora, cuyo núcleo duro es el PRO de Mauricio Macri, no salió del proceso electoral en mejores condiciones. Si bien Macri unió su suerte a la de Milei y le llenó de ministros propios el gabinete, la realidad indica que Macri fracasó en su intento de ser presidente por segunda vez, a punto tal que ni siquiera pudo presentarse como candidato. Además, la lucha interna entre Rodríguez Larreta y Bullrich terminó por aniquilar la competitividad electoral de la coalición, aniquilamiento cuya expresión fue el tercer puesto en las elecciones generales de octubre. En la práctica, la coalición opositora al kirchnerismo dejó de existir y las fuerzas que la integran están en un proceso de reconfiguración.

Paradójicamente, la fuerza triunfante en el balotaje no se encuentra en mejores condiciones que las coaliciones derrotadas. La Libertad Avanza de Javier Milei es un armado heterogéneo, construido para poder participar en las elecciones, y en ese armado imperó el principio “los melones se acomodan andando”. Es probable que Milei mismo no creyera que iba a llegar al gobierno y por eso descuidó la construcción de una fuerza política, pero el hecho es que resultó presidente electo y, a la fecha, no cuenta con los cuadros necesarios para armar el gobierno.

El milagro mileisiano de las renuncias de integrantes de un gabinete que todavía no entró en funciones, la danza de nombres que son renunciados apenas se los hace públicos, todo ello se explica, en parte, por la debilidad y fragmentación de las fuerzas políticas. Y esa situación de debilidad es consecuencia de la incapacidad de dichas fuerzas para encontrar la salida al estancamiento económico que lleva más de una década.

La segunda cuestión estructural es la ausencia de un acuerdo en la clase dominante respecto a cuál debe ser la salida para la crisis y eso se manifiesta en la ausencia de un programa económico. La derrota de Massa (y en menor medida la de Bullrich en las generales) se explica por la innegable incapacidad de las dos grandes coaliciones políticas para resolver los problemas económicos del país, pero detrás de esa incapacidad asoman las carencias de la clase dominante o, para hablar con propiedad, de la burguesía argentina.

Milei demostró ser un gran agitador con las consignas de dolarización y motosierra, pero una vez ganadas las elecciones es otro el cantar. La dolarización, el cierre del Banco Central, pasaron rápidamente a mejor vida. La designación de Caputo al frente del ministerio de Economía y la decisión de implementar un fuerte ajuste fiscal muestran que no hay un plan consistente (o, por lo menos, todavía falta mucho para tenerlo). En los hechos y no en las palabras, Milei reconoció que no tenía ni plan económico ni equipo, y que ambos se están armando sobre la marcha.

Se habla de improvisación, de colonización del gabinete por el macrismo, de pragmatismo, de abandono de los “ideales libertarios”. La cuestión es mucho más profunda y va más allá de Milei y de La Libertad Avanza. A riesgo de ponerme cargoso, vuelvo a insistir en que desde 2011 las dos grandes fuerzas políticas mostraron en la práctica ser incapaces de restablecer el crecimiento de la economía. Vivimos en una crisis constante que nunca termina de desatarse completamente y que se traduce en un persistente deterioro de la calidad de vida para la mayoría de la población. Ello está modificando profundamente las condiciones sociales y políticas, acelerando la fragmentación y el individualismo.

Pero es importante tener en cuenta que no se trata sólo de las fuerzas políticas. Un plan económico expresa las necesidades y los intereses de determinados sectores de la clase capitalista. Me refiero a esa clase porque es sabido que una economía capitalista se reactiva por medio de la inversión, y son los capitalistas quienes tienen la capacidad de invertir. Ahora bien, si la economía argentina está estancada desde 2011 eso significa que la clase dominante carece de un plan de salida de la crisis o, si se prefiere, que sus diferentes fracciones no se ponen de acuerdo acerca de cuál es la salida.

Es cierto que la superficie de la política es atractiva, porque allí están los cargos y los privilegios de la “casta” (parafraseando a Milei), pero hay que hacer el esfuerzo para salir de lo coyuntural y animarse a mirar las cuestiones estructurales. Sobre todo si se quiere construir una salida que no sea la de la clase dominante.

No hay que olvidar que Milei, Macri y Massa, pero también la burguesía argentina, son “casta”, en el sentido de que gozan de la vida a costa de las penurias de la mayoría de la población.

 

Balvanera, miércoles 29 de noviembre de 2023

martes, 21 de noviembre de 2023

MAS APUNTES SOBRE EL TRIUNFO DE MILEI

 

Francisco de Goya, El coloso


Ariel Mayo (UNSAM / ISP Joaquín V. González)

 

El presidente electo Javier Milei, en su discurso de la noche del 19 de noviembre, dijo que él era “el primer presidente liberal libertario en la historia de la humanidad” y que la mayoría de los argentinos votó a favor de las “ideas de la libertad”, es decir, las ideas del liberalismo cuyos ejes principales son: gobierno limitado, respeto a la propiedad privada y comercio libre.

Milei (por lo menos hasta ahora) demostró ser un ideólogo, es decir, alguien que está convencido de que las ideas gobiernan al mundo y que los hechos deben acomodarse a las ideas. Es lógico, por tanto, que en el discurso de celebración de su triunfo electoral proclame la victoria del liberalismo.

Pero las ideologías no gobiernan el mundo.

En la vida diaria muy pocas personas toman sus decisiones en base a criterios ideológicos. Voy al supermercado no porque sus dueños sean liberales, socialistas o peronistas, sino porque tiene mejores precios, porque me queda cerca, porque compro todo lo que necesito en un solo lugar, etc., etc.

Las ideologías siempre son minoritarias, y son tanto más minoritarias cuanto más complejas se vuelven. La inmensa mayoría de los votantes de Milei desconocen las obras de Rothbard, Hayek o Benegas Lynch. Por eso es erróneo afirmar que la mayoría de los argentinos votó por las ideas de “la libertad”.

Por eso también es erróneo aseverar que una parte importante de los argentinos votó por el “fascismo”.

El voto a un candidato se explica por múltiples factores, y la ideología sólo es uno de ellos (y está lejos de ser el más importante).

La ideología no gobierna el mundo.

Si ponemos a la ideología en su lugar, hay otra cosa que nos autoriza a decir que Milei tiene una parte de razón en su discurso. Es verdad que no triunfaron las “ideas de la libertad”, pero también es cierto que se impuso el individualismo.

El individualismo no es una ideología, en el sentido de una concepción del mundo más o menos estructurada, más o menos elaborada. El individualismo es una manera de ser en lo cotidiano, en las relaciones con nuestros semejantes. Su esencia consiste en ponerse a uno mismo como el centro del universo y considerar a los demás como cosas que sirven para lograr los propios objetivos.

Una década de estancamiento de la economía, aumento de la pobreza y de la precarización laboral, salarios reales por el piso, deterioro de la educación y la salud públicas. Todo ello alentó el desarrollo del individualismo, aunque no necesariamente debía desembocar en su triunfo en toda la sociedad. Hacía falta algo más.

Ese algo más es la fragmentación social.

La clase trabajadora argentina fue la más homogénea de América Latina hasta 1976. Esa homogeneidad relativa explica su capacidad para enfrentar con éxito los planes de ajuste, su influencia sobre el resto de la sociedad y, en última instancia, el peronismo.

La clase obrera argentina dejó de ser homogénea hace mucho tiempo. Sin entrar en detalles (el lector puede consultar las fuentes estadísticas), en una enumeración rápida encontramos: trabajadores de sectores de alta productividad y sectores de baja productividad; trabajadores bajo convenio colectivo y trabajadores fuera de convenio; trabajadores con estabilidad laboral y trabajadores precarizados; trabajadores estatales y trabajadores privados, etc., etc.

No sólo la clase trabajadora se fragmentó. Algo semejante ocurrió con el conjunto de los sectores sociales. La sociedad argentina es hoy un montón de islas, con uno que otro archipiélago, pero no hay nada parecido a un continente. Sólo la selección de fútbol genera un consenso mayoritario.

Una sociedad estancada en lo económico, empobrecida y fragmentada en lo social, es una sociedad en la que existe una enorme predisposición a que se imponga el ¡Sálvese quién pueda! Como actitud generalizada.

El resultado de estos procesos fue el individualismo.

Un individualismo exacerbado que minó las construcciones colectivas.

Milei fue quien mejor interpretó el individualismo que recorría todos los espacios de la sociedad argentina. De ahí su capacidad para interpretar tanto a los jóvenes precarizados como a los jóvenes emprendedores.

El 19 de noviembre no se impusieron las “ideas de la libertad”. Ganó o, mejor dicho, ratificó su hegemonía el individualismo.

Las ideologías no gobiernan el mundo. Por eso es mejor bajar al suelo de lo cotidiano y observar cómo las condiciones sociales fomentan ciertas formas de pensar y marginan a otras.

Milei surgió de esta tierra, como el mate y el dulce de leche. Para enfrentarlo hay que empezar por conocer esta tierra, es decir, esta sociedad. Y sólo después hay que poner la lupa en las ideologías.

 

Balvanera, martes 21 de noviembre de 2023


lunes, 20 de noviembre de 2023

APUNTES (BREVÍSIMOS) SOBRE EL TRIUNFO DE MILEI

 

Goya. Saturno devorando a su hijo


Ariel Mayo (UNSAM / ISP J. V. González) 

 

El resultado del balotaje fue del domingo 19 de noviembre fue el esperable, si se deja de lado el miedo y la incertidumbre que generan las frases y la orientación ideológica de Javier Milei. Todos sabemos que con el diario del lunes los análisis son sencillos pero, objetivamente, Sergio Massa no podía ganar. Sólo la personalidad de Milei logró que Massa fuera competitivo hasta el final.

Ministro de Economía con 140% de inflación anual mata candidato.

La victoria de Milei se remonta a mucho antes de que el presidente electo iniciara su meteórica carrera política. La economía del país se estancó en 2011 y ni el peronismo ni el macrismo fueron capaces de restablecer el crecimiento. Ello se tradujo en inflación en ascenso y el consiguiente incremento de la pobreza. El resultado es conocido: para el primer semestre de 2023 la pobreza en Argentina alcanzó el 40,1%, mientras que la indigencia representó el 9,3%. En números: 18,5 millones de personas vivían en la pobreza (y 4,3 millones de ellas eran indigentes). Todavía más, entre los niños de 0 a 14 años el 56,2% eran pobres.

Cifras lapidarias que permiten caracterizar el gobierno de Alberto Fernández.

En 2019 el PJ ganó las elecciones con la promesa de terminar con el deterioro de las condiciones de vida verificado durante el gobierno de Mauricio Macri. Sin embargo, lejos de mejorar, la situación de la mayoría de la población siguió empeorando.

Más de una década de estancamiento económico, de aumento de la pobreza, de deterioro de la salud y de la educación públicas, de precarización de las relaciones laborales. Más de una década de caída de las condiciones de vida de la mayoría de la población.

Más de una década. Nada es gratis en política y las elecciones de 2023 fueron la presentación de la factura por esa mayoría de la población. El candidato Massa pagó la factura con su derrota estrepitosa en el balotaje de 2023.

La victoria de Milei comenzó a gestarse hace mucho tiempo. No fue sólo el fracaso de las dos grandes coaliciones (kirchnerismo y macrismo) para revertir el estancamiento económico. Más en general, hubo una especie de actitud de época, especialmente notoria entre el kirchnerismo y los sectores progresistas, tendiente a subestimar los efectos políticos del empeoramiento de las condiciones de vida de la mayoría de la población.

Karl Marx, ignorado ecuménicamente en estos tiempos, decía que “no es la conciencia de los seres humanos lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia”.

En el caso argentino, las condiciones materiales, expulsadas por el sistema político, fueron reintroducidas por el político menos pensado: Javier Milei. En medio del empobrecimiento de la mayoría de los argentinos, los dirigentes de los principales partidos se dedicaron a debatir cuestiones secundarias y a enfrascarse en interminables internas. Cada vez más separados de las condiciones materiales de la población, los políticos fueron fácil presa de un gran agitador como Milei.

Nada de los escrito aquí debe interpretarse como una explicación del triunfo de Milei. Se trata, apenas, de señalar que las condiciones materiales (y no el discurso) siguen jugando un papel primordial en los procesos políticos. Y le tocó a Milei el demostrarlo.

 

Balvanera, lunes 20 de noviembre de 2023

lunes, 14 de agosto de 2023

LA POLÍTICA RABIOSA

Javier Milei luego del triunfo en las PASO


Aunque resulta paradójico, el gran ganador de las elecciones PASO de ayer en Argentina fue un socialista. Que se entienda (y esta afirmación también es paradójica): ganador en el plano de las ideas. Me explico. El socialista Karl Marx decía que el ser social determina la conciencia. La verdad de esta afirmación quedó demostrada con los resultados de los comicios.

Un gobierno con más de 100% de inflación anual, con salarios pauperizados y precarización del empleo, con jubilaciones y pensiones de miseria, con alquileres de viviendas por la estratosfera y con delincuentes que matan niñas en las puertas de las escuelas, no puede ganar una elección. Billetera mata galán, la inflación vence a la “mística” (ya sea la peronista o la que se ponga en su lugar). Si a esto le agregamos que el candidato del oficialismo es el ministro de Economía, entonces resulta evidente que nada puede malir sal.

Una oposición cuyos logros cuando ocupó el gobierno con Mauricio Macri fueron: la devaluación del peso, el crecimiento de la inflación, la pulverización de los salarios, el endeudamiento demencial con el FMI y el uso intensivo de la reposera por el entonces presidente.

Alberto Fernández y Mauricio Macri. Dos presidencias desastrosas con la reducción del poder adquisitivo de los trabajadores y jubilados como política de Estado. ¿Cómo no pensar que esos desastres tendrían consecuencias electorales?

Un peronismo “de izquierda” (Grabois) que promueve la receta empobrecedora de la “economía popular” (léase aceptación del trabajo precario y mal pago) y que, en los hechos, funciona como colectora del ministro de Economía con 100 y pico % de inflación.

Una izquierda trotskista que mira hacia el pasado y no al futuro, que acepta las reglas de juego de esta “democracia empobrecedora” y cuyo horizonte política pasa por conseguir 1 o 2 diputados más por elección. Un FIT (hoy FIT-U) que no es visto como alternativa de poder, que no asusta a los dueños del poder y que no enamora a nadie.

El ser social (simplificando, la forma en que se vive) domina la conciencia (en este caso, el voto).

El voto a Milei expresa el cansancio y el hartazgo frente a un gobierno que proclama la justicia social y en la práctica no hace más que gestionar la asistencia a un número creciente de pobres. Cansancio y hartazgo frente a Juntos por el Cambio que ya gobernó y se mostró tan inepto como el peronismo para mejorar las condiciones de vida de la población. Hartazgo frente a los vendedores de humo y chamuyeros que sólo buscan mejorar sus propias condiciones de vida accediendo a cargos públicos. Hartazgo frente a políticos que han convertido al ñoqui en uno de los emblemas nacionales. Hartazgo frente a un Estado presente en el salario de los funcionarios, pero en retirada en salud, educación, vivienda, seguridad, etc., etc.

El voto a Milei no es el triunfo de las ideas liberales. La mayoría de los ciudadanos no vota en base a ideología. El triunfo de La Libertad Avanza muestra (una vez más) que sin condiciones materiales no hay derechos que valgan. Milei, a su manera, demostró que nuestra democracia está desnuda y que se ha convertido en fábrica de pobres, de delincuentes y de desesperados.

Las fuerzas políticas tradicionales (un amplio arco que va desde Unión por la Patria, pasando por Juntos por el Cambio y que incluye al FIT-U) hablan del pasado. Milei logró convencer a sus votantes de que hay futuro, aunque ese futuro sea inviable en lo técnico (ejemplo: la dolarización) y espantoso en su concreción (aumento exponencial de la pobreza). Pero cabe recordar que en política y al momento de los comicios, lo que importa es que las personas se convenzan de que un futuro x es posible, con independencia de la factibilidad de su realización.

Los militantes de Milei, luego del triunfo, cantaban el hit de diciembre de 2001: ¡Qué se vayan todos!, ¡que no quede ni uno solo! Algo de verdad hay en ello. La Libertad Avanza está empezando a enterrar a las fuerzas (kirchnerismo y macrismo) y al sistema político que llevó adelante la salida de la crisis de 2001.

Milei ya dijo lo suyo. Ahora es el momento de dejar de enterrar de una vez por todas el pasado y empezar a construir, en el pensamiento y en la práctica, una alternativa que contemple los intereses de los trabajadores, los jubilados y los demás sectores populares. Tarea larga, sin certezas a la vista, pero imprescindible para quienes defendemos la necesidad y la conveniencia del socialismo. Aunque no esté de moda en estos días.

 

Villa del Parque, lunes 14 de agosto de 2023