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lunes, 20 de febrero de 2012

LAS PARADOJAS DEL KIRCHNERISMO, O DE CÓMO LAS MULTINACIONALES MINERAS SE TRANSFORMARON EN ADALIDES DE LA EMANCIPACIÓN NACIONAL Y SOCIAL

A diferencia de lo ocurrido con otros temas, en los que los voceros del  "kirchnerismo" derivaban hacia los medios de la "corpo" (CLARÍN y, en menor medida, LA NACIÓN) la responsabilidad por la situación, en el caso de las multinacionales mineras no les ha quedado más remedio que expresarse sobre el fondo de la cuestión. A la nota de Ricardo Forster en PÁGINA/12 del, viene a sumarse ahora Eduardo Aliverti con la nota "Los nuevos descubridores", publicada en el día de la fecha en el mismo medio.

Ahora bien, ¿cuál es el fondo de la cuestión? 

Por supuesto, no se trata de la ya ancentral disputa entre el "kirchnerismo" y los medios de la "corpo" que, a esta altura, ya forma parte del paisaje cotidiano. Tampoco, aunque el tema es, por cierto, importante, de la lucha de los "ambientalistas" contra la tecnología que despedaza el planeta. En rigor, el mote de "ambientalistas" ha sido usado hasta el cansancio tanto por los medios de la "corpo" privada como por los de la "corpo" oficial, en buena medida porque dicho calificativo permite esquivar el núcleo económico del problema, transformándolo en una pelea "romántica" por el planeta.

El debate acerca de la megaminería y de las multinacionales mineras remite al problema, viejo como el mundo, de cómo una sociedad resuelve la cuestión de cómo producir y cómo distribuir lo producido entre sus miembros. Unido de manera inseparable a esta cuestión está el problema político de quién toma dichas decisiones. Por lo tanto, en el caso de las multinacionales mineras están unidas las dos problemáticas fundamentales de toda sociedad. De ahí que ni siquiera quienes han hecho una profesión del arte de esquivar el bulto puedan eludir en este caso la referencia a los temas decisivos.



Tomemos entonces a las multinacionales mineras en Argentina y veamos cómo se dio respuesta a los dos problemas fundamentales enunciados más arriba. ¿Quién toma las decisiones de qué producir y cómo producirlo? Son las empresas, a partir de la legislación neoliberal aprobada por el peronismo "menemista" en los '90. El Estado, tanto el nacional como los provinciales, se ha limitado, hasta ahora, a percibir una parte insignificante de la renta minera.

¿Cómo han resuelto las multinacionales los problemas de cómo y cuánto producir?

Para no herir las susceptibilidades de los compañeros "kirchneristas" preferimos cederle la palabra a Alfredo Zaiat, periodista que cubre las cuestiones económicas para PÁGINA/12: "El actual modelo minero fue estructurado con el acuerdo federal minero, con el Código Minero y con la reforma constitucional del ’94, que en su artículo 124 dispone que les corresponde a las provincias el dominio originario de los recursos naturales existentes en su territorio. Esto último ha provocado una grieta difícil de reparar para instrumentar una administración nacional e integral de las riquezas hidrocarburíferas y mineras. Ese marco legal facilitó el desarrollo de lo que se denomina «economía de enclave»: ingresan capitales del exterior para explotar ricos yacimientos mineros, realizan millonarias inversiones, pagan una muy baja proporción de impuestos en relación a su giro (por ejemplo, están exentos del impuesto al cheque, a los combustibles), tienen estabilidad fiscal por treinta años y gozan de un régimen de importación sin aranceles. Las regalías abonadas a las provincias son bajas (de 2,5 a 4,0 por ciento en boca de mina), pero a la vez esos recursos son muy importantes para las finanzas de esos gobiernos. Esta dependencia fiscal explica la defensa férrea que legisladores y gobernadores de provincias mineras realizan de esa actividad. (...) Desde que se inició la minería en gran escala hace poco más de quince años, la actividad tuvo un crecimiento exponencial. Hay actualmente doce grandes proyectos en operación, tres en construcción y 340 “prospectos” en diversas etapas de desarrollo para extraer diversos minerales. Entre 1998 y 2009, la participación de la minería en el PBI saltó del 1,5 al 4,5 por ciento. Podría alcanzar el 6,0 por ciento cuando dentro de poco entre en funcionamiento el gigante Pascua-Lama, un emprendimiento binacional argentino-chileno en San Juan que tiene reservas de 18 millones de onzas de oro, de acuerdo a la información difundida a la prensa." En síntesis, el régimen legal sancionado por el peronismo "menemista" en los '90 produjo un crecimiento fenomenal de la actividad minera en Argentina, crecimiento que estuvo a cargo de las multinacionales mineras. Zaiat, a quien no puede acusársele precisamente de enemigo del gobierno, agrega: "El kirchnerismo se ha sentido cómodo en ese marco de negocios de las mineras, incluso ha impulsado con énfasis esas inversiones."


De modo que las multinacionales mineras hacen y deshacen a su antojo, siendo su actividad alentada tanto por los gobiernos provinciales como por el Estado nacional. Como quiera que sea, en el contexto actual, marcado por la creciente necesidad de divisas por parte del Estado y por las protestas populares contra los emprendimientos mineros, los voceros del "kirchnerismo" se ven en la obligación de decir algo diferente a lo ensayado hasta ahora acerca de la producción minera. Los argumentos y propuestas realizadas merecen atención, porque dicen mucho sobre la naturaleza del "kirchnerismo".


El argumento es, más o menos, el siguiente:

El capitalismo es la forma más racional de organizar el proceso productivo. Todos los intentos ensayados a lo largo del siglo XX para organizar la producción de un modo diferente han fracasado. El capitalismo no es una unidad, sino que existen distintos tipos de capitalismo; así, en Europa impera el "anarcocapitalismo" (Cristina Fernández), es decir, la dominación del capital financiero, que suburdina la producción a las necesidades de los bancos y en el que el Estado se ve incapaz de intervenir en el proceso económico. En cambio, en América Latina, a partir de comienzos de la década pasada ha surgido otro modelo de capitalismo, cuyos pilares son la intervención del Estado en la economía, el énfasis en la producción y no en la valorización financiera y la importancia del mercado interno. Pero el capitalismo latinoamericano carece del capital necesario para modernizar los aspectos claves de la economía; de ahí que los distintos gobiernos promuevan a aquellos sectores capaces de generar las divisas indispensables para el desarrollo.


No es nuestra intención discutir aquí el argumento anterior; ya tendremos oportunidad de examinar con atención sus supuestos. Por el momento prefiero analizar las consecuencias prácticas que se derivan del mismo. La primera y principal consiste en que las multinacionales mineras son actores imprescindibles para lograr el desarrollo económico. ¿Cómo hacen los voceros del "kirchnerismo" para digerir este simpático sapito? Aliverti lo resuelve remitiendo a lo escrito por Ricardo Forster: "En su estupendo artículo del martes pasado en este diario, Ricardo Forster aludía a una de las claves: «Ninguna corriente ecologista, o medianamente ambientalista, puede resolver la ecuación, extremadamente compleja, entre creación de riqueza, disminución de la pobreza y distribución igualitaria, si no se hace cargo de darles alternativas a sociedades que necesitan salir del atraso y la dependencia (...) Lo demás es falso virtuosismo, incapaz de pensar la cuestión social, o simplemente cinismo»". Traducido a un español corriente, Aliverti (vía Forster) sostiene que, guste o no, las multinacionales mineras son imprescindibles para general riqueza. Sin esa riqueza, es imposible repartir nada. En otras palabras, las multinacionales mineras son generadoras de justicia social. A esta conclusión se llega si se acepta el argumento de los "muchachos kirchneristas". Ahora bien, ¿qué diferencia existe entre esto y el argumento neoliberal de que primero hay que hacer crecer la torta y luego repartirla?

Enfrentados a la desoladora realidad de que la "burguesía nacional" es un conjunto de lobos que consideran que lo "nacional" pasa por llenarse los bolsillos lo más rápido posible (y de cualquier manera), los voceros del "kirchnerismo" llegan a la paradójica conclusión de que la "emancipación nacional y social" pasa por dejar a las multinacionales mineras en plena libertad para invertir y producir. De este modo, todo el debate queda limitado a la discusión en torno a la tajada de la renta minera que el Estado nacional y los gobiernos provinciales pueden arañarle a las multinacionales. Zait lo expresa con claridad: "Ante las fuertes restricciones legales para implementar cambios profundos en el generoso esquema de promoción diseñado en los noventa, sólo pudo avanzar con fijar retenciones a las exportaciones del 5 al 10 por ciento, medida que algunas mineras resisten en la Justicia, y, desde noviembre pasado, con obligarlas a liquidar los dólares de sus ventas al exterior en el mercado local. Y en el marco de redefinición de la política de subsidios, le retiraron los que gozaban para la electricidad. Ahora también ha alentado la unión de las provincias mineras para unificar estrategias ante el poder de las mineras. (...) el Gobierno podría alentar en el Congreso la modificación del esquema regulatorio de la minería, aunque todavía no ha manifestado esa voluntad política. Esos cambios legislativos no alterarían los proyectos en curso por la existencia de derechos adquiridos, pero establecerían, para futuros emprendimientos, normas equilibradas entre el interés privado y el desarrollo nacional. Como la renta minera es generosa, en un contexto internacional de alza estructural de los precios de esas materias primas, las corporaciones mineras primero rechazarían esos cambios alertando por una caída de las inversiones, pero se sabe por otros antecedentes, pasados y recientes, que finalmente las realizarán –incluso asociadas con el Estado– por las abundantes riquezas escondidas en cerros y montañas."

O sea, y siempre aceptando el argumento "kirchnerista", lo máximo a lo que podemos aspirar es a quedarnos con una porción mayor de la renta minera. Mientras tanto, el control de las decisiones de la economía (¿qué producir?, ¿cómo?, ¿qué cantidad?) queda en manos del capital. Esto supone, además, que la mayoría de las personas de este país pierden su soberanía, entendida como la capacidad para tomar de manera autónoma las decisiones que atañen a su vida.  Parafraseando a un viejo vecino de Mataderos, ¡pavada de emancipación nacional y social!

Buenos Aires, lunes 20 de febrero de 2012


NOTAS:
(1) Ver la nota completa en: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-187962-2012-02-20.html También conviene leer la nota de Alfredo Zait, "Debate", http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-187900-2012-02-19.html, quien desde una óptica más económica y con mayor profundidad, enuncia ideas semejantes a las de Aliverti.

viernes, 17 de febrero de 2012

LOS INTELECTUALES KIRCHNERISTAS Y LAS MULTINACIONALES MINERAS

Pastiche. Imitación o plagio que consiste en tomar determinados
 elementos característicos de la obra de un artista y combinarlos, 
de forma que den la impresión de ser una creación independiente.
(Real Academia Española) 

La profunda crisis sufrida por la ideología neoliberal en 2001 abrió un resquicio para discutir la racionalidad del capitalismo. Sin embargo, la apertura de un nuevo espacio para el pensamiento no significa automáticamente que las ideas que se generen en él sean una superación del modelo anterior. Muchas veces, la necesidad de reemplazar las viejas ideas por otras nuevas termina dando origen a un pastiche, sobre todo cuando las relaciones sociales defendidas por la ideología en crisis no han sufrido ninguna modificación sustancial.

Ricardo Forster es un digno ejemplo de como el pastiche se ha convertido en la forma de pensamiento adoptada por los intelectuales progresistas que adhieren al "kirchnerismo". Dado que esta afirmación puede ser considerada exagerada, es conveniente dedicar algunos párrafos al análisis del artículo de Forster sobre la cuestión de las multinacionales mineras en Argentina, publicado en PÁGINA/12 (2).

Forster no dice nada novedoso respecto de las empresas multinacionales que explotan los recursos mineros de varias provincias argentinas. En un lenguaje enredado, que resulta una marca de fábrica de su escritura, termina afirmando que la tarea actual de "invención democrática" consiste en encontrar la "ecuación adecuada" que reúna "en un mismo movimiento la indispensable generación de riquezas –industriales y primarias–, la distribución equitativa, la preservación y expansión de los derechos y la protección del medio ambiente". Como veremos más adelante, las cosas son siempre un poco más complejas de los que parece y no suelen acomodarse a las intenciones de los intelectuales progresistas. Por el momento hay que registrar que Forster, en tanto intelectual partidario del "kirchnerismo", muestra perplejidad ante la represión desatada por las policías proviciales contra las manifestaciones populares en contras de las multinacionales mineras (3). 


La perplejidad de nuestro intelectual se revela en el siguiente pasaje: "Así como resulta absurdo, económica y políticamente, desconocer la historia y la proyección futura de la minería en un país que es atravesado de norte a sur por miles de kilómetros de cordillera, también resulta indispensable reconocer el derecho de los habitantes de esas geografías a ser partes activas a la hora de planificar y resolver estrategias de desarrollo que involucran directamente sus vidas y la de sus hijos. No hay soberanía territorial que no venga acompañada por la soberanía del pueblo, pero no entendida como unanimidad abstracta, sino como conjunción de diversidades. “Pruebas de fuego –escribe María Pía López– para los gobiernos populares, que deben refundar su legitimidad permanentemente en el ejercicio de una vasta conversación que se hace de conflictos, tensiones, discusiones y acuerdos. Nunca –salvo propicios y escasos momentos– de consensos unánimes. Por eso, las destrezas no deberían dedicarse tanto a la búsqueda de estas efímeras unanimidades –que conocimos en días de fiesta o de combate contra un enemigo exterior–, sino a la composición democrática de lo heterogéneo.” 

¡Qué problema! ¿Cómo hará la "invención democrática" para conciliar el apetito de ganancias de las empresas multinaciones mineras con los intereses de las poblaciones en las que se realizan las explotaciones mineras? ¿Cómo lograr la "composición democrática" de lo "heterogéneo"?

Forster no supera el estadio de la perplejidad y su reclamo de "invención democrática" muestra que no da pie con bola frente al problema. Es por eso que resulta más interesante abordar los supuestos de su planteo, pues el conocimiento de éstos permite comprender claramente los límites del progresismo kirchnerista (o, si se prefiere, de la "izquierda kirchnerista").


El sistema social imperante en nuestro país es el capitalismo. Una economía capitalista se basa en la división entre un grupo que posee la propiedad de los medios de producción y otro grupo que sólo tiene su fuerza de trabajo, estando obligados estos últimos a venderse en el mercado para obtener un salario y poder así subsistir. Esto genera la "heterogeneidad" a la que hace alusión Forster. Capitalistas y trabajadores son, pues, dos elementos fundamentales de la "diversidad" de la sociedad capitalista. Y no se trata de una división meramente funcional, sino que implica una radical desigualdad en el poder social de unos y otros. Más claro, quien está obligado a vender su cuerpo y/o su cerebro en el mercado laboral se encuentra en una situación de inferioridad frente al empresario. El sistema democrático se asienta sobre esta desigualdad, guste o no a los progresistas kirchneristas. La "invención democrática" requiere, por tanto, hacer frente a esta fuente primordial de desigualdad; dejar de lado a la diferencia entre empresarios y trabajadores es un buen indicador del nivel de sanata de un discurso político.


Forster se encuentra enfrentado, en el caso particular de las multinacionales mineras, al problema crucial de la democracia. Si la democracia es entendida como el gobierno del pueblo (y la inmensa mayoría del pueblo está compuesto por trabajadores asalariado), sólo puede ser realizada en la medida en que enfrente al capitalismo. Dicho de otro modo, el establecimiento de un régimen democrático consecuente requiere de la supresión del capitalismo, independientemente de que esta tarea sea extremadamente difícil o de los fracasos experimentados por los distintos proyectos socialistas en el siglo XX. Si el planteo parece abstracto, hay que decir que la dominación capitalista supone que la mayor parte de la vida de la inmensa mayoría de las personas transcurre en condiciones de dictadura, pues en el lugar de trabajo las decisiones acerca de qué, cómo y cuánto producir son tomadas de forma unilateral por el empresario. La democracia no entra en el lugar de trabajo. Volvamos ahora al artículo de Forster.


En una sociedad capitalista, es imposible unificar los intereses objetivos de capitalistas y trabajadores, salvo que se entienda por tal unificación el sometimiento absoluto del trabajador a las demandas de los capitalistas. (4). En el caso concreto de las multinacionales mineras, ¿cómo es posible unificar los intereses de la mayoría de la sociedad (los trabajadores) con los de los empresarios de las multinacionales mineras? Si se elige el camino capitalista (y a Forster no se le ocurre ninguna otra alternativa), la "invención democrática" elige dos vías, complementarias entre sí, para lograr "la composición democrática de lo heterogéneo": a) la negociación entre los Estados provinciales y las multinacionales mineras para que los primeros consigan una tajada mayor de la renta minera; b) los palos de las policías para "componer" (o descomponer) las cabezas de quienes no se resignan a que todo pueda ser comprado o vendido. Pero admitir esto es hablar con franqueza, y el progresismo kirchnerista se siente incómodo en esta situación. ¿Qué hace Forster? Realiza varias operaciones ideológicas para transformar un problema crucial de la democracia en una discusión estéril entre los aspectos "buenos" y los aspectos "malos" de la minería explotada por las multinacionales. 


En primer lugar, Forster parte del reconocimiento del carácter ineludible del capitalismo. Por supuesto, no puede ser franco en este punto y recurre a la frase "la indispensable generación de riquezas –industriales y primarias–". Ahora bien, ¿qué es "indispensable"? Puesto que nuestro sistema de producción es capitalista (y Forster no dice una palabra en contra del mismo), quiere decir que el capitalismo es indispensable para producir riqueza. El corolario: cualquier otro planteo es utópico o irracional.


En segundo lugar, la minería constituye un componente indispensable en esa produccion (capitalista) de riqueza. Otra vez Forster se ve obligado a emplear un lenguaje deliberadamente retorcido: "políticas de transformación económico-productivas que requieren de nuevas tecnologías y de emprendimientos extractivos, y sin las cuales es muy difícil imaginar la creación de riquezas socialmente distribuibles". Traducido al castellano corriente. Forster dice que las multinacionales mineras son indispensable porque aportan "nuevas tecnologías" y promueven "emprendimientos extractivos", imposibles de realizar por la siempre buscada (por los progresistas) "burguesía nacional".

En tercer lugar, los enemigos de las multinacionales mineras son vistos como "ecologistas o medioambientalistas", o sea, como una especie de ingenuos que no comprenden la totalidad del problema: "Ninguna corriente ecologista o medioambientalista puede resolver la ecuación, extremadamente compleja, entre creación de riquezas, disminución de la pobreza y distribución igualitaria si es que no se hace cargo de darle alternativas a sociedades que necesitan salir del atraso y de la dependencia; alternativas que no respondan a visiones regresivas y neoconservadoras, sino que puedan dar un profundo debate, de matriz humanista, sobre los vínculos entre producción, tecnologías, medio ambiente, inversión necesaria y sustentabilidad. Lo demás es falso virtuosismo incapaz de pensar la cuestión social o simple cinismo." Para Forster, "pensar la cuestión social" significa no sacar los pies del plato del capitalismo, y esto queda claro si se observa que en ningún momento llega a comprender que nuestra producción, nuestra tecnología, nuestra inversión, nuestro concepto de sustentabilidad, es capitalista. Es por ello que la "invención democrática para componer lo heterogéneo" termina por ser la peor forma de la utopía, esto es, la defensa de la desigualdad existente por medio de la apelación al perfeccionamiento de dicha desigualdad hasta llegar a una situación óptima.


A partir de lo todo lo anterior se comprenden cuáles son los límites de la "invención democrática" invocada por Forster. Puesto que se da por supuesta la necesidad del capitalismo y de las multinacionales mineras, todo su argumento se reduce al esforzado intento por convencer a los sectores populares de la imposibilidad de pensar una producción fuera de las condiciones del capitalismo. Dado que es preciso producir para distribuir, y que las multinacionales mineras son las únicas capaces de aportar tecnología a la producción minera, Forster reduce el problema al viejo tema de compatibilizar la búsqueda de ganancias por los capitalistas con una distribución que mitigue la desigualdad que esa misma producción genera. Ahora bien, Forster puede pensar lo que quiera sobre las multinacionales mineras y sobre la producción capitalista. Lo que no debe hacer es afirmar que las multinacionales mineras son un elemento indispensable para lograr "la emancipación nacional y social". A menos que su concepción de dicha emancipación sea un pastiche.


Buenos Aires, sábado 18 de febrero de 2012

NOTAS: 

(1) Ricardo Forster (Buenos Aires, 1957) es un filósofo y ensayista, integrante del grupo Carta Abierta, núcleo que reune a los intelectuales progresistas que adhieren al "kirchnerismo"

(2) El artículo se titula "La minería, la invención democrática y el desarrollo sustentable" y puede consultarse en:http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-187563-2012-02-14.html

(3) Forster escribe "se vuelve indispensable no sólo impedir que policías provinciales acostumbradas a actuar como capangas y como fuerza de choque de los poderosos repriman la genuina protesta de quienes tienen derecho a oponerse a la minería a cielo abierto –y esto más allá del indispensable debate en torno a su sustentabilidad o no–". Reconocer la existencia de la represión bajo el gobierno de Cristina Fernández no es poca cosa, sobre todo tratándose de un intelectual tan identificado con el "kirchnerismo" como Forster. Claro que, reflejos rápidos mediante, carga toda la responsabilidad sobre las policías provinciales pues, como sabemos, cuando hay un reparto generoso de palos sobre una manifestación popular el gobierno nacional se convierte en un ente metafísico, que flota por encima de los palos, balas de goma y gases lacrimógenos. Pero, dejando de lado esta minucia, el reconocimiento está.


(4) Marx, con su habitual lucidez, escribió hace mucho tiempo que "la verdadera definición de trabajador productivo consiste en lo siguiente: un hombre que no necesita ni exige nada más que lo estrictamente necesario para estar en condiciones de procurar a su capitalista el mayor beneficio posible." (Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, México D. F., Siglo XXI, 1997, tomo 1, pág. 215). Sin darse cuenta, muchos progresistas, al naturalizar al capitalismo, terminan por adherir a esta definición del trabajador.