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viernes, 16 de octubre de 2020

INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA CURSO 2020 – CLASE N° 15: DURKHEIM

 


“Hay que renunciar a la costumbre, muy extendida, de juzgar una institución, una práctica o una máxima moral, como si fuesen buenas o malas en sí mismas y por sí mismas, para todos los tipos sociales sin distinción.”

Emile Durkheim (1858-1917)

 

Bienvenidas y bienvenidos a la decimoquinta clase del curso.

En esta clase concluiremos la presentación de la teoría del sociólogo francés Emile Durkheim (1858-1917). Para ello utilizaremos su trabajo Las reglas del método sociológico (1895). [1] En clases anteriores desarrollamos los conceptos de hecho social y de prenociones; hoy abordaremos la cuestión de la distinción entre lo normal y lo patológico; para ello trabajaremos con la introducción y el primer apartado del capítulo III de la obra mencionada.

Dejemos la presentación y pasemos a la clase.


Cabe recordar que Durkheim dedica el capítulo I de Las reglas del método sociológico a establecer qué son los HS, esto es, el objeto de estudio de la sociología. Luego pasa a esbozar en el capítulo II cuál es el método para estudiarlos, además de formular los rasgos principales de la teoría de las prenociones (el conocimiento de sentido común de los fenómenos sociales).

Al observar los HS, se plantea el problema de la distinción entre: a) “los que son todo lo que debe ser” (fenómenos normales); b) “los que deberían ser diferentes a como son” (fenómenos patológicos) (p. 102). Durkheim formula el problema en los términos siguientes: “¿Dispone la ciencia de los métodos que permiten establecer esta distinción?” (p. 102)

A partir de la respuesta a dicho interrogante, es posible establecer el papel que corresponde a la ciencia (en especial, a las CS). Nuestro autor comienza por distinguir la siguiente postura:

La ciencia no enseña nada sobre lo que debemos ser. Su objeto son los hechos. Todos ellos tienen el mismo valor e interés. Observa los hechos y no los explica; no los juzga. “A sus ojos el bien y el mal no existen. Ciertamente, puede decirnos como ciertos efectos, pero no qué fines son los que hay que perseguir.” (p. 103).

Como corolario de lo anterior, se desprende que la ciencia pierde eficacia práctica:



“Siempre hay varios caminos que llevan a una determinada meta, por tanto, hay varios caminos que elegir entre ellos. Ahora bien, si la ciencia no puede prestarnos ayuda en la elección del mejor fin, ¿cómo podrá enseñarnos cuál es el mejor camino para alcanzarlo? ¿Por qué habrá de recomendarnos el más rápido más bien que el más económico, el más seguro más bien que el más sencillo o al revés? Si no puede guiarnos en la determinación de los fines superiores, no es menos importante cuando se trata de fines secundarios o subordinados que llamamos medios.” (p. 103).

Durkheim omite señalar que la ciencia gana su mayor eficacia práctica al servicio de la acumulación de capital. Dicho de manera burda: sirve para que los empresarios ganen dinero. La ciencia no es una actividad ajena a la lógica del capital. Suponer que se encuentra desconectada de dicha lógica implica romper la totalidad dialéctica que es la sociedad, y que constituye la base del método marxista. No existen fines desinteresados para la práctica científica.

La sociología ideológica, cuyos máximos exponentes fueron Auguste Comte (1798-1857) y Herbert Spencer (1820-1903), era consciente del problema. Si la ciencia no puede determinar qué fines son más valiosos, la fijación de estos fines se llevaba a cabo por medios extra científicos (por ejemplo, la religión). Pero los cultores del “método ideológico” (ver el capítulo 2 de Las reglas)

“Eran demasiado racionalistas como para admitir que la conducta humana no tuviese necesidad de ser dirigida por la reflexión; y sin embargo, no verían nada en los fenómenos - considerados en sí mismos y con independencia de todo dato subjetivo - que permitiese clasificarlos de acuerdo con su valor práctico. Parecía, por tanto, que el único medio de juzgarlos era referirlos a algún concepto que lo dominase; de este modo, el empleo de nociones que rigiesen el cotejo de los hechos, en lugar de derivar de ellos, se convertía en algo indispensable en toda sociología racional; pero sabemos que, si en estas condiciones la práctica se convierte en algo reflexivo, la reflexión así utilizada no es algo científico.” (p. 103-104).

El problema es más amplio de lo que plantea Durkheim. No se trata sólo de establecer una jerarquía entre los fines (los valores), sino también de formular criterios de distinción entre los fenómenos significativos (que deben ser estudiados) y aquellos que son irrelevantes. De este modo, al fijar dichos criterios la teoría estará en condiciones de guiar la observación.

 

Durkheim quiere resolver el problema reivindicando los derechos de la razón y desechando la ideología. Para ello tiene que encontrar “un criterio objetivo, inherente a los hechos”, que permita distinguir la salud (“buena y deseable”) de la enfermedad (“cosa mala, que debe ser evitada”) en los fenómenos sociales. De este modo la ciencia proporcionará un criterio para decidir en la vida práctica y mantendrá, a la vez, el método científico (“tratar los hechos como cosas”). (p. 104)

Aclara que el estado de “salud” se establece para el conjunto, no para el individuo, porque la ciencia todavía no puede decir nada de éste. Pero ese estado será “punto de referencia para orientar la conducta” (p. 104

Durkheim dedica el primer apartado del capítulo III (p. 105-114) a establecer ese criterio. Para ello aplica el método presentado en el capítulo II. En concreto, la regla enunciada en p. 90: mediante signos exteriores, distingue entre los fenómenos normales y los fenómenos patológicos.

Utiliza un criterio “estadístico” para establecer la demarcación entre ambos tipos de hechos. Aquí corresponde indicar que presenta a la sociología como continuación de la biología, pero sin justificar esto de modo convincente.

Todo hecho social puede presentar dos tipos de formas:

1) “Unas son generales en toda la extensión de la especie, se encuentran si no en todos los individuos al menos en la mayor parte de ellos y si no se repiten de idéntico modo en todos los casos en que se observan, sino que varían de un sujeto al otro, esas variaciones están comprendidas dentro de límites muy próximos.” (p. 110-111).

2) “Hay otras formas que son excepcionales; no sólo se encuentran en menos casos, sino que incluso cuando se producen lo más frecuente es que no duren toda la vida del individuo. Son una excepción tanto en el tiempo como en el espacio.” (p. 111).

A partir de allí construye el tipo medio = “ser esquemático que se formaría reuniendo en un mismo todo, en una especie de individualidad abstracta, a los caracteres más frecuentes en la especie junto con sus formas más frecuentes.” (p. 111).

El tipo medio es una construcción y constituye “el objeto de estudio inmediato de la ciencia y viene a ser el mismo que el tipo genérico.” (p. 111).

Agrega que las condiciones de salud y enfermedad no pueden ser definidas en abstracto ni son válidas para todos los HS. Cada tipo social tiene formas normales y patológicas de los HS que les son propios.


El corolario de lo anterior es:

“Así, pues, un hecho social sólo puede ser llamado normal en una especie social determinada en relación con una fase igualmente determinada de su desarrollo; por consiguiente, para saber si tiene derecho a recibir esta denominación, no basta con observar bajo qué forma se presenta en la generalidad de las sociedades que pertenecen a esta especie, sino que hay que tener cuidado también con considerarlos en la fase correspondiente de su evolución.” (p. 113).

La normalidad no es una esencia abstracta que define de una vez y para siempre a la cosa. Es histórica y, por tanto, mutable. Este rasgo de la sociología de Durkheim impide hacer “la fácil” de clasificarla como una variante del funcionalismo - entendiendo por éste una concepción estática de la sociedad -.

Ahora bien, la anormalidad no puede ser el rasgo de una especie. No puede concebirse una especie cuyo carácter definitorio fuese la enfermedad. En consecuencia, “la especie es la norma por excelencia y, por consiguiente, no podría ser anormal bajo ningún concepto.” (p. 113).

Los caracteres que constituyen el tipo medio son los más frecuentes porque son los más ventajosos para la conservación de la especie. La mayor frecuencia estadística - criterio para seleccionar los caracteres que forman el tipo medio - es producto de la utilidad. Detrás está el supuesto de la sociedad concebida como organismo, es decir, la idea de que la sociedad es naturalmente armónica. Pero si se concibe la sociedad como una totalidad contradictoria, este tipo medio es funcional a la conservación de esas contradicciones. El tipo medio es el conjunto de caracteres propio de una sociedad de clases antagónicas. La normalidad expresa la relación de fuerzas entre las clases propia de una determinada distribución del poder social (ante todo, de la propiedad de los medios de producción). Pero esto excede largamente los límites de esta clase.

La próxima clase estará dedicada al sociólogo alemán Max Weber (1864-1920), otro de los exponentes de la sociología clásica.

Les agradezco la paciencia y atención.

 

 

Villa del Parque, viernes 16 de octubre de 2020


ABREVIATURAS:

CS = Ciencias sociales / HS = Hechos sociales (o hecho social)


NOTAS:

[1] Durkheim, Emile. (1998). Las reglas del método sociológico. Barcelona: Altaya. Traducción española de Santiago González Noriega. Todas las citas utilizadas en la clase corresponden a esta edición.

 


miércoles, 11 de abril de 2018

CANGUILHEM Y LA DISTINCIÓN ENTRE LO NORMAL Y LO PATOLÓGICO: NOTAS DE LECTURA


La distinción entre lo normal y lo patológico ocupa un lugar importante en la sociología clásica. En este blog ya nos hemos ocupado del tratamiento de la cuestión por Émile Durkheim (1858-1917) en su obra Las reglas del método sociológico (1895). La idea de normalidad conlleva una carga ideológica y política que es preciso desentrañar, si se pretende evitar la naturalización de las relaciones sociales existentes.

Georges Canguilhem (1904-1995) fue un filósofo y médico francés, especializado en Epistemología y en Historia de la Ciencia. Influenciado por Gaston Bachelard (1884-1962), ejerció, a su vez, influencia sobre Louis Althusser (1918-1990) y Michel Foucault (1926-1984).

El ensayo “Acerca de algunos problemas relativos a lo normal y lo patológico” es la tesis de Doctorado en Medicina, presentada por Canguilhem en julio de 1943 ante la Facultad de Medicina de Estrasburgo. En paralelo a la redacción de la tesis, el autor dictó un curso sobre “Las normas y lo normal” en Clermont-Ferrand. [1]

Para la redacción de estas notas trabajé con la traducción española de Ricardo Postchart: Canguilhem, Georges. (1971). Lo normal y lo patológico. Buenos Aires: Siglo XXI de Argentina (El ensayo mencionado está incluido en las pp. 7-177).

El ensayo tiene la siguiente estructura: en primer término, el prefacio a la 2° edición (publicada en 1950); luego, la 1° parte, “¿Es el estado patológico sólo una modificación cuantitativa del estado normal?” (pp. 15-80). Por último, la 2° parte, “¿Existen ciencias de lo normal y de lo patológico?” (pp. 81-177).

Esta es la primera de una serie de fichas de lectura sobre la obra, elaboradas sobre la base de los apuntes incluidos en un cuaderno redactado en agosto-septiembre de 2003. Espero que sea de alguna utilidad para los lectores.



Canguilhem comienza indicando que los problemas que le interesaban en esa época [1943] eran “el de las relaciones entre ciencia y técnica, el de las normas y lo normal.” (p. 11). La filosofía aportaba a la cuestión “las exigencias del pensamiento filosófico, que consiste en volver a abrir los problemas más que en cerrarlos.” (p. 13).

El punto de partida es el reconocimiento de la existencia de dos concepciones de la enfermedad:

A] Teoría ontológica:

“Ya significa tranquilizarse, en parte, considerar a todo enfermo como un hombre al cual se le ha agregado o quitado un ser. (…) la enfermedad es algo que le sobreviene al hombre.” (p. 17) “…si se confía a la técnica – mágica o positiva – la tarea de restablecer la norma deseada al organismo afectado, es porque nada bueno se espera de la naturaleza de por sí.” (p. 18).

B] Teoría dinamista o funcional.

Concepción propia de la medicina griega (corpus hipocrático). “La naturaleza [Physis], tanto en el hombre como fuera de él, es armonía y equilibrio. La enfermedad es la perturbación de ese equilibrio, de esa armonía. (…) la enfermedad es una reacción generalizada con intenciones de curación.” (p. 18).  A diferencia de la teoría ontológica, el optimismo está aquí en el sentido de la naturaleza y no en el efecto de la técnica humana. (p. 18-19). Se trata de una concepción naturista, que “poco espera de la intervención humana para la restauración de lo normal.” (p. 19).

Ambas teorías tienen en común que

“consideran a la enfermedad – o mejor, a la experiencia del enfermo – como una situación polémica, ya sea como una lucha entre el organismo y un ser extraño, ya sea como una lucha interna de fuerzas enfrentadas. La enfermedad difiere del estado de salud, lo patológico de lo normal, como una cualidad difiere de otra, ya sea por presencia o ausencia de un principio definido, ya sea por reelaboración de la totalidad orgánica (…) heterogeneidad de los estados normal y patológico.” (p. 19).

Las dos teorías, pero sobre todo la dinamista o funcional, enfrentan el mismo problema: ¿Cómo sostener la alteración cualitativa que separa lo normal y patológico?

Para el filósofo inglés Francis Bacon (1561-1626), sólo se gobierna la naturaleza obedeciéndola. Por eso, “gobernar la enfermedad significa conocer sus relaciones con el estado normal que el hombre vivo (…) desea restaurar.” (p. 19).

Para poder llevar a cabo esa restauración, es preciso fundar una patología científica. En esta línea hay que ubicar al médico inglés Thomas Sydenham (1624-1689), quien afirmaba que para ayudar al enfermo es necesario deslindar y determinar su mal. (p. 19).

Como resultado del desarrollo de esta línea de pensamiento médico, se dio la

“formación de una teoría de las relaciones entre lo normal y lo patológico de acuerdo con la cual los fenómenos patológicos sólo son en los organismos vivos variaciones cuantitativas, según el más y el menos, de los respectivos fenómenos fisiológicos. Semánticamente, lo patológico es designado a partir de lo norma no tanto como a o dis, sino como hiper o hipo. Por más que se conserve la confianza tranquilizante de la teoría ontológica en la posibilidad de vencer por medios técnicos al mal, se está muy lejos de creer que salud y enfermedad sean opuestos cualitativos, fuerzas en lucha. La necesidad de restablecer la continuidad, para conocer mejor con el fin de actuar mejor, es tal que en última instancia el concepto de enfermedad desaparecería. La convicción de poder restaurar científicamente lo normal es tal que termina por anular lo patológico.” (p. 20).

En el siglo XIX los biólogos y médicos convirtieron en dogma la “identidad real de los fenómenos vitales normales y patológicos” (p. 20). En Francia, los máximos representantes de dicha concepción fueron Auguste Comte (1798-1857) y Claude Bernard (1813-1878).

En el caso de Comte,

“el interés se orienta de lo patológico hacia lo normal, con el fin de determinar especulativamente las leyes de lo normal, puesto que la enfermedad se muestra digna de estudios sistemáticos como substituto de la investigación biológica a menudo impracticable, especialmente en el hombre. La identidad de lo normal y de lo patológico es afinada para beneficio del conocimiento de lo normal.” (p. 21).

En Bernard,

“el interés se orienta de lo normal hacia lo patológico, para actuar racionalmente sobre lo patológico (…) La identidad de lo normal y de lo patológico es afirmada para beneficio de la corrección de lo patológico.” (p. 21).

En este punto, Canguilhem sintetiza así la relación entre ciencia y sociedad:

“La historia de las ideas no es necesariamente congruente con la historia de las ciencias. Pero como los científicos desarrollan su vida de hombres en un medio ambiente y en un entorno no exclusivamente científicos, la historia de las ciencias no puede dejar de lado a la historia de las ideas.” (p. 23).

Como se desprende del párrafo anterior, es erróneo atribuir a Thomas Kuhn (1922-1996) la exclusividad en la introducción de la historia a la epistemología. De ahí una de las razones para el estudio de la obra de Canguilhem. En fichas posteriores seguiremos trabajando el tema.


Villa del Parque, miércoles 11 de abril de 2018



NOTAS:

[1] Canguilhem estudió Filosofía y luego comenzó la carrera de Medicina, dedicándose paralelamente a la enseñanza de la Filosofía. En el prefacio de la 2° edición, explica así su interés por la ciencia médica: “Lo que esperábamos estrictamente de la medicina era una introducción a problemas humanos concretos. La medicina se nos aparecía [como la] encrucijada de muchas ciencias, más que como una ciencia propiamente dicha. (…) lo fundamental en ella [la medicina] seguía siendo (…) la clínica y la terapéutica, es decir, una técnica de instauración o de restauración de lo normal que no se deja reducir total y sencillamente al mero conocimiento.” (p. 11-12).