Vistas de página en total

domingo, 30 de enero de 2011

LAS HUELGAS EN LOS PUERTOS DE SANTA FE Y LA "PROFUNDIZACIÓN" DEL MODELO

Advertencia necesaria: La nota que sigue es producto de una escritura urgente, así que pido disculpas a los lectores por las inexactitudes e imprecisiones que pueda contener. Agradezco desde ya cualquier información que contribuya a mejorar los datos que se proporcionan en ella. También aclaro que, a medida que disponga de nueva información, iré modificando e introduciendo correcciones en el texto de la nota.

Desde el miércoles 26 de enero, el puerto de Rosario y los demás puertos de la provincia de Santa Fe se encuentran paralizados en lo que hace a la carga y descarga por una huelga de los trabajadores de las plantas agroindustriales y de los terminales agroexportadoras. Los motivos del paro son los siguientes: a) mejoras salariales, esto es, los trabajadores tercerizados reclaman que se les pague el mismo sueldo que el fijado por el convenio colectivo de los trabajadores aceiteros; b) mejoras en las condiciones de trabajo (sobre todo, en las condiciones de seguridad); c) eliminación de la tercerización, cuestión que está estrechamente ligada a la cuestión de la seguridad laboral, como veremos a continuación. Al exigir ser encuadrados en el convenio colectivo de los aceiteros, los trabajadores han percibido que la heterogeneidad de las condiciones laborales es la principal fuente de su debilidad política frente a los empresarios.

Uno de los detonantes del conflicto fue la muerte de un joven trabajador en el mes de diciembre del año pasado. El periodista Raúl Dellatorre describe así su muerte: "A principios de diciembre, un joven de 22 años, Oscar González, perdió la vida trabajando en las instalaciones portuarias de la aceitera Noble. Quedó sepultado bajo una montaña de materiales en un depósito de dicha empresa. Pero González figuraba como empleado de una empresa contratista y, por lo tanto, no recibía ninguno de los beneficios del convenio aceitero. Tercerización e incumplimiento de las condiciones de seguridad e higiene quedaron trágicamente cruzados, como componentes de una misma conducta patronal irregular, en esta trágica muerte." (Página/12, 30/01/2011; el resaltado es nuestro).

No se trata de la única muerte ocasionada por las terribles condiciones laborales que imponen las patronales. El mismo periodista afirma que: "Meses antes, un camionero había muerto al ser rociada con agroquímicos y pesticidas la carga que transportaba, pero con el chofer adentro “para no perder tiempo”. El hecho pretendió diluirse buscando mostrar la muerte como ajena a la aplicación de agrotóxicos, pero tampoco ese había sido el primer hecho de similares características, aunque los anteriores hubieran tenido un fin menos trágico (descomposturas, mareos u otros síntomas que afectaron la salud del chofer). Pero fue a partir del fallecimiento de Oscar González que se desató la rabia acumulada y contenida." (Página/12, 30/01/2011; el resaltado es nuestro).

¿Quiénes son las empresas que recurren afanosas al trabajo tercerizado?

Según el citado periodista, se trata de once plantas agroexportadoras, seis de las cuales pertenecen a Cargill, Bunge, Noble, Buyatti, Vicentín y Terminal 6. La empresas mencionadas han comenzado a enviar telegramas de suspensión a los trabajadores en huelga, con el objetivo de debilitar la medida de fuerza. (1)

¿Quiénes llevan adelante la huelga?

En este punto, los medios no son demasiado precisos. Todos coinciden en que es la CGT de San Lorenzo está encabezando la medida de fuerza, pero los piquetes y la decisión de ir a la huelga son producto de la participación de "varios sindicatos" (Página/12, 30/01/2011). Sin embargo, la nota de Raúl Dellatorre no da ninguna precisión sobre cuáles son esos gremios ni si existen diferencias en cuanto a los objetivos de la huelga y a la modalidad de acción adoptada. Por lo que parece, la CGT San Lorenzo pretende encabezar la representación de los trabajadores en las negociaciones con los empresarios, pero esto ha sido rechazado por estos últimos.

¿En qué consiste la medida de fuerza llevada adelante por los trabajadores?

En el bloque, mediante piquetes, del acceso a los puertos privados de las empresas agroexportadoras. "Los piquetes siguen instalados en los puertos cerealeros privados de Nidera, Cargill, Bunge, Terminal 6, ACA, Molinos Río de La Plata, La Plata Cereal, en las ciudades de San Lorenzo y Puerto General San Martín. Y en las terminales de embarque Noble y Dreyfus de la localidad de Timbúes. Por cuarta jornada consecutiva, ayer tampoco se pudo cargar granos ni aceite en el principal núcleo agroexportador del país y uno de los mayores del mundo." (Página/ 12, 30/01/2011).

Sin embargo, la masividad de la huelga ha hecho que los piquetes tengan carácter simbólico: "Los piquetes son simbólicos porque la totalidad de los gremios con acción en los puertos adhirieron al paro: los recibidores de granos (que reciben a los camiones e inspeccionan el cereal), los estibadores portuarios (que trabajan a bordo de los buques y en los elevadores) y los marítimos (que "estacionan" los buques en el muelle con remolcadores)." (La Nación, 28/01/2011).
Alberto Rodríguez (titular de la CIARA, mencionada abajo) declaró que el conflicto es "uno de los más importantes de los últimos tiempos; no se recuerda un paro total en todas las plantas". (La Nación, 30/01/2011).


¿Qué consecuencias tiene el bloqueo a los puertos para los capitalistas?

La CIARA (Cámara de la Industria Aceitera) denunció que más de 30 barcos esperan para ser cargados en los puertos del Paraná. (Página/12; 30/01/2011).


¿Cuál es la posición de los empresarios?

El director de la CIARA, Alberto Rodríguez exigió que el Ministerio de Trabajo de la Nación, o el de la Provincia de Santa Fe, tomen medidas para resolver la cuestión: "Esperamos que en esta situación el Ministerio de Trabajo de la Nación o el de la provincia tomen cartas en el asunto para terminar con esta situación de piquetes, y que podamos volver inmediatamente a la actividad." (La Capital, 30/01/2011). Rodríguez rechazó tanto la participación de la CGT San Lorenzo en las negociaciones como la unificación de la situación de los trabajadores: "la CGT de San Lorenzo está reclamando que el personal de cualquier actividad que entre a desarrollar una tarea dentro de la fábrica de aceite de los puertos tiene que tener un salario similar al sueldo acordado con los industriales aceiteros. Obviamente, esa pretensión no es aceptada por nuestra parte porque, primero, la CGT no discute salarios en ningún lugar, no hay antecedentes de ello, y segundo porque la ley de convenciones colectivas establece que cada sindicato tiene que discutir salarios con los empresarios de su rama de actividad”. Es interesante hacer notar (Raúl Dellatorre hace hincapié en esto) que para los dueños del capital el problema es exclusivamente salarial, mientras que la tercerización y las condiciones de seguridad en el trabajo quedan fuera del horizonte visual.

¿Qué han hecho los organismos estatales competentes?

El ministerio de Trabajo de la Provincia de Santa Fe no ha podido resolver el conflicto; ni siquiera ha podido establecer quiénes deben sentarse en la mesa de negociaciones. El Ministerio de Trabajo de la Nación sostiene que no puede intervenir porque la cuestión todavía está bajo la competencia de su homónimo provincial. (2)

Hasta aquí la información que hemos podido reunir y que iremos completando con el correr de las horas. La huelga de los trabajadores portuarios y aceiteros encuadrados en los sindicatos afiliados a la CGT San Lorenzo es otra muestra más de la gravedad que asume la "cuestión social" en Argentina. No es casual que las empresas que se encuentran involucradas en el conflicto pertenezcan a un sector que ha obtenido enormes ganancias a partir del modelo de acumulación llevado adelante por el "kirchnerismo". La tercerización vuelve a aparecer en escena, por más que muchos políticos (tanto del "kirchnerismo" como de la autodenominada "oposición") intenten minimizar su importancia o recurran al cómodo expediente de esconder la cabeza debajo de la tierra.

Otra vez nos vemos obligados a repetir un mismo argumento. Un crecimiento económico de la magnitud del experimentado por la Argentina en la primera década del siglo XXI requiere de la sobreexplotación de importantes sectores de los trabajadores, salvo que estos últimos tengan la posibilidad real de controlar el proceso. A esta altura resulta significativo que una verdad tan sencilla sea discutida con tantos argumentos baladíes, detrás de los cuales está la firme voluntad de no hacer nada al respecto y dejar que siga vigente "el orden natural de las cosas". Con el 35% de la fuerza de trabajo en negro hay cosas que no debieran parecer extrañas. El capital es el capital, nos guste o no, y su esencia es la explotación. Si, además, se mantiene vigente una legislación laboral heredada de la década neoliberal no es difícil prever qué es lo que puede ocurrir. Y es lo que efectivamente ocurrió entre el 2002 y la actualidad. A esto nos referimos una y otra vez cuando planteamos que es preciso "revisar" qué significa la expresión "profundizar el modelo".

Buenos Aires, domingo 30 de enero de 2011

NOTAS:

(1) Según fuentes sindicales, esta medida (las suspensiones) abarcaría a unos 3000 trabajadores. (Página/12; 30/01/2011).

(2) Según Alberto Rodríguez (CIARA): "El dirigente recordó que la Ciara, el Centro de Exportadores de Cereales y la Cámara de Puertos Privados hicieron el jueves “la presentación formal” ante el Ministerio de Trabajo nacional con la solicitud para que intervenga en el conflicto. Al respecto, explicó que se pidió a la Nación que “tome cartas en el asunto para terminar con esta situación”, dado que el ministerio provincial “determinó que no podía seguir actuando. Se ve que alguien no le llevó al ministro (de Trabajo nacional, Carlos Tomada) nuestra presentación, pero sabemos que la tienen” (La Capital; 30/01/2011).

miércoles, 26 de enero de 2011

NOTAS DE LECTURA SOBRE "APUNTES PARA LA MILITANCIA" (1964) DE JOHN WILLIAM COOKE (TERCERA PARTE)

La siguiente nota es la continuación de la publicada el domingo 23 de enero:

Antes de comenzar con los comentarios del texto quiero aclarar que esta va a ser una lectura política, que puede ser obviada por aquellos acostumbrados a los trabajos académicos. Una lectura política significa que nuestro objetivo fundamental es aprender de la experiencia de Cooke en la dura tarea de cambiar las condiciones de vida de los sectores populares, para emplear ese conocimiento en el análisis y la transformación de la situación actual de nuestro país.

En estas notas hemos utilizado la versión de los "Apuntes para la militancia" (1964) de John William Cooke (1920-1968), que se encuentra disponible en versión pdf en:www.elortiba.org/pdf/JW_Cooke_Apuntes_para_la_militancia.pdf Todas las citas utilizadas remiten a la paginación del archivo pdf de esa publicación. La obra consta de un pequeño prólogo redactado por Cooke (p. 2), del prólogo que escribieron Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde para la edición de los "Apuntes" realizada en 1973 (pp. 3-7), y de tres capítulos: I. Malestar en las bases (pp. 8-11); II. El orden de la jerarquía liberal (pp. 11-22); III. La brisa de la historia (pp. 22-31). Por razones de espacio y porque queremos centrarnos en el análisis de las concepciones de Cooke, hemos dejado de lado el prólogo de Ortega Peña y Duhalde.

A partir de su diagnóstico de las causas de las derrotas de 1955 y de la Resistencia peronista, Cooke comienza a desarrollar las tareas que debían ser encaradas para transformar al peronismo en un partido revolucionario. En primer término está la necesidad de establecer una clara distinción entre los dos tipos de peronismo. Cooke califica a uno de estos tipos de "pejotismo liberal", en tanto que denomina al otro "peronismo revolucionario" (p. 11). Cooke resume ambas posiciones: "Tenemos por un lado el peronismo rebelde, amenazante para los privilegios, y por otra parte, aparatos de dirección en los que predomina una visión burguesa, reformista, burocrática, en lugar de la visión revolucionaria que corresponde a la realidad objetiva del papel que cumple el peronismo en la vida nacional." (p. 10-11).

Como indicamos en las notas anteriores, Cooke sigue considerando que la "burocracia" es la responsable del predominio del "pejotismo liberal". Sin embargo, tanto la descripción de la política propiciada por el "pejotismo liberal", como las propuestas para superar esta situación, adquieren una profundidad mayor que los análisis correspondientes a la burocratización del peronismo en 1946-1955 o el de las causas de la derrota de la Resistencia. Es que en 1964 Cooke estaba profundamente preocupado porque el peronismo se mostraba impotente para derribar al régimen, y era perfectamente conciente de que esa situación fortalecía al por entonces mayoritario "pejotismo liberal". El peronismo podía mutar de "hecho maldito" del país burgués a la "maldición" de todo aquel que se propusiera transformar revolucionariamente las bases de la sociedad argentina.

Cooke entiende que la hegemonía de la "burocracia" se traduce en: a) la concentración en la táctica cotidiana, olvidando la elaboración de una estrategia revolucionaria que tenga como objetivo la toma del poder; b) la tendencia a sustituir el criterio administrativo por el criterio político en la toma de decisiones. El primer punto es fundamental, pues un partido no puede llamarse revolucionario si no elabora una estrategia tendiente a la toma del poder. Cooke está totalmente convencido de que la política gira en torno a la conquista del Estado, y actúa en consecuencia. Así, escribe que el movimiento peronista "no ha logrado (...) dotar a esa vocación de poder de una práctica eficaz. La resistencia no es suficiente: sin contraataque no hay victoria." (p. 10). En otras palabras, no existe ninguna esencia ahistórica que haga que el peronismo sea revolucionario. Al contrario, su carácter perturbador para el régimen capitalista en Argentina se debió a la acción de los trabajadores, que transformaron lo que en sus orígenes era un proyecto centrado en la conciliación de clases en un dolor de cabeza para la dominación de la burguesía. Pero en las condiciones de 1964, con un sindicalismo poderoso y refractario a todo proyecto revolucionario (como era el caso del vandorismo), el peronismo devenía en "pejotismo liberal".

La propuesta de Cooke radica, por tanto, en una vuelta a la lucha de clases. Esto suponía dejar de lado la estrechez de miras de la "burocracia" y pasar a cuestionar todo el orden existente. "Cada vez que se nos cierran los caminos de la semilegalidad, la burocracia declara la guerra. Pero nada más. Esta queda librada a la espontaneidad de sacrificados activistas que oponen una violencia inorgánica, inconexa e insuficiente, frente al potencia y a la técnica siemptre en aumento de los órganos represivos oligárquicos imperialistas. Esta vacancia de conducción dura hasta que viene un nuevo período de soluciones negociadas. Entonces, los que estuvieron en la retaguardia durante el combate pasan a ser la vanguardia en los trámites de la tregua y capitalizan la abnegación de las bases en la mesa de arena de los acuerdismos." (p. 10). La descripción es bien gráfica, pero Cooke sigue sin profundizar en el análisis de las bases sociales de la "burocracia". El sindicalismo de 1964 era bien diferente al de 1945. El vandorismo, centrado en los gremios industriales como la UOM (Unión Obrera Metalúrgica), se hallaba muy distante de las organizaciones obreras de 1945, cuyo eje eran los gremios del transporte como la UF (Unión Ferroviaria). La sustitución de importaciones había sentado las bases de una industria más concentrada y desarrollada tecnológicamente, contrastando con el predominio de los pequeños talleres en 1945. En este sentido, la sociedad argentina era mucho más compleja en 1964 que en 1945, y su clase obrera se hallaba unificada en un grado tal que era inconcebible para los parámetros del resto de América Latina. El vandorismo se había construido en torno a dichas transformaciones, y expresaba algo más que una "traición" o un "error". Cooke, a pesar de sus aciertos (que no son pocos), no logra comprender el papel que jugaba la "burocracia" en el contexto de 1964. No se trata, por cierto, de un "vacío de conducción", como señala en el texto, sino de una "conducción" (la de la "burocracia") que había vivido la experiencia de la Resistencia, y que había hecho de la integración al régimen burgués la fuente de su poder social. Derrotada la alternativa revolucionaria, los dirigentes sindicales asumieron las funciones que les competían en una sociedad capitalista: negociar las condiciones de venta de la fuerza de trabajo; también comprendieron que, dado que la relación salarial es parte indisoluble del capitalismo, su poder de negociación se derivaba de la estabilidad del sistema.

Cooke comprendía que para poder derrotar al "pejotismo liberal" era preciso analizar las nuevas condiciones políticas: "si para esos objetivos [soberanía política, independencia económica y justicia social] aplicamos métodos que eran adecuados a una realidad de hace 20 años, la inoperancia desvirtúa y desmiente la fidelidad a los objetivos. Esa manera burocrática de conseguir las cosas, no es ortodoxia peronista, es apenas oficialismo peronista. Una teoría política que se refiere a una realidad, debe cambiar con esa realidad." (p. 27). Estas observaciones son absolutamente correctas, y muestran la distancia existente entre Cooke y los guardianes de una supuesta ortodoxia peronista (la burocracia sindical y los políticos "neoperonistas"), que seguían apelando al discurso de 1945. Pero Cooke no concreta en los Apuntes ningún paso hacia la reformulación de una teoría política revolucionaria adecuada a las condiciones de 1964.

En los Apuntes queda claro que es imposible revivir el "frente policlasista antiimperialista" conformado al calor de la movilización obrera del 17 de octubre (esto es, un frente en el que la clase obrera ocupaba una posición subordinada en lo que hace a la toma de decisiones). Cooke asumía asía una posición que lo ubicaba a años-luz de la dirigencia de su movimiento, incluido el mismo Perón. (2) Su afirmación sobre la imposibilidad de volver a contar con los militares en ese frente es verdaderamente antológica (p. 30), teniendo en cuenta la verdadera adoración que muchos dirigentes sindicales manifestaban por los uniformes. En los Apuntes Cooke plantea implícitamente que el movimiento peronista tenía que dejar de lado el policlasismo y conformar un movimiento dirigido por la clase obrera; esta concepción trascendía los límites históricos y sociales del peronismo. Sus referencias a la lucha de clase demuestran cuánto había avanzado en la dirección de una política revolucionaria (que superaba el tradicional reformismo del peronismo). Pero Cooke no logra ir más allá en esa dirección, por lo menos en el texto que estamos comentando.

En las notas anteriores ya mencionamos cómo la "burocracia" le sirve a Cooke de herramienta teórica para eludir la construcción de un análisis centrado en la lucha de clases. Aquí corresponde agregar que Cooke también sigue anclado en las coordenadas de 1945, pues no dedica ni una sola línea a examinar los cambios experimentados por la sociedad argentina entre 1945 y 1964. El enorme avance de la sustitución de importaciones (potenciada por el desarrollismo frondicista) y la conformación de una clase obrera industrial moderna, quedan fuera del horizonte de los Apuntes (sin negar algunas intuiciones geniales que hemos señalado en el texto). Esta ausencia debilita el análisis de Cooke y le impide comprender en toda su complejidad el papel jugado por la burocracia sindical.


Por último, las debilidades teóricas expuestas en el párrafo anterior se traducen en el plano de la práctica política en la posición cada vez más marginal que ocupaba Cooke en el movimiento peronista. Luego de la derrota de la Resistencia, y de la estabilización del régimen burgués, Perón dejó de lado la vía insurreccional como camino para retomar el poder. A partir de ese momento, la izquierda peronista le fue útil como instrumento táctico para presionar a la burocracia sindical cuando ésta se volvía demasiado independiente. Pero quedó clausurada, por lo menos hasta después del Cordobazo (1969), la posibilidad de conformar una izquierda peronista con capacidad de acción independiente. Cooke nunca se conformó con ser un mero instrumento de Perón, pero tampoco se decidió a romper con Perón. Cada vez más aislado políticamente, únicamente su adhesión a la Revolución Cubana lo salvó del desierto de la soledad política.

Mataderos, jueves 27 de enero de 2011

NOTAS:

(1) Hay que acotar que esta distinción lleva implícita la necesidad de reformular la tesis del "equilibrio" entre el régimen burgués y la masa peronista. El reconocimiento del predominio del "pejotismo liberal" obliga a reconocer que la noción de equilibrio oscurece la posición de dominio que detentaba la burguesía, y que se expresa, por ejemplo, en que a lo largo de la década del ´60 los sectores populares no formularon proyectos alternativos al modelo de sustitución de importaciones.


(2) Hay que recordar que en 1973 Perón planteó una reedición del "frente policlasista" a través del Acuerdo Social entre la CGT, la CGE y el Estado. Los sucesos posteriores mostraron rápidamente hasta qué punto se encontraba agotada dicha fórmula.

domingo, 23 de enero de 2011

NOTAS DE LECTURA SOBRE "APUNTES PARA LA MILITANCIA" (1964) DE JOHN WILLIAM COOKE (SEGUNDA PARTE)

La siguiente nota es la continuación del comentario iniciado en la nota publicada el viernes 21 de enero: http://miseriadelasociologia.blogspot.com/2011/01/notas-de-lectura-sobre-apuntes-para-la.html

Antes de comenzar con los comentarios del texto quiero aclarar que esta va a ser una lectura política, que puede ser obviada por aquellos acostumbrados a los trabajos académicos. Una lectura política significa que nuestro objetivo fundamental es aprender de la experiencia de Cooke en la dura tarea de cambiar las condiciones de vida de los sectores populares, para emplear ese conocimiento en el análisis y la transformación de la situación actual de nuestro país.

En estas notas hemos utilizado la versión de los "Apuntes para la militancia" (1964) de John William Cooke (1920-1968), que se encuentra disponible en versión pdf en:www.elortiba.org/pdf/JW_Cooke_Apuntes_para_la_militancia.pdf Todas las citas utilizadas remiten a la paginación del archivo pdf de esa publicación. La obra consta de un pequeño prólogo redactado por Cooke (p. 2), del prólogo que escribieron Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde para la edición de los "Apuntes" realizada en 1973 (pp. 3-7), y de tres capítulos: I. Malestar en las bases (pp. 8-11); II. El orden de la jerarquía liberal (pp. 11-22); III. La brisa de la historia (pp. 22-31). Por razones de espacio y porque queremos centrarnos en el análisis de las concepciones de Cooke, hemos dejado de lado el prólogo de Ortega Peña y Duhalde.

El núcleo del texto de Cooke consiste en la búsqueda de un camino que permita transformar al Movimiento peronista, superando las causas que lo llevaron a la derrota de 1955.

El punto de partida es el reconocimiento de que "estamos en un equilibrio: el régimen que no tiene fuerza para institucionalizarse pero sí para mantenerse mientras el peronismo y la masa popular y otras fuerzas tiene suficiente potencia para no dejarse institucionalizar, pero no para cambiarlo." (p. 31). No tenemos espacio aquí para discutir extensamente la noción de "equilibrio" (que en algunos estudios académicos de la época aparecía bajo la denominación de "empate hegemónico"), pero cabe decir que bajo este término se hace referencia a una situación en la que las clases dominantes, si bien detentan el control del aparato estatal, carecen de la fuerza suficiente para doblegar a las clases subordinadas e imponerles sus planes de racionalización capitalista (en otras palabras, intensificar la explotación de la fuerza de trabajo). Al mismo tiempo, las clases subordinadas poseían el poder suficiente como para limitar el avance de la burguesía sobre sus condiciones de vida, pero no tenían la fuerza para derribar el orden capitalista e imponer un modelo alternativo de sociedad. Ahora bien, hay que decir que la caracterización formulada por Cooke es parcialmente correcta y no sirve para expresar la complejidad de la situación política y de la lucha de clases en la Argentina de 1964. La noción misma de "equilibrio" oculta el hecho fundamental de que el sindicalismo (la principal fuerza social con la que contaba el peronismo en ese momento) se hallaba cada vez más integrado al régimen imperante, a punto tal de que su máximo dirigente, Augusto Timoteo Vandor (1923-1969) había comenzado a construir un "peronismo sin Perón". En otras palabras, la noción de "equilibrio" es engañosa, pues tiende a presentar una situación estática, mientras que en la política real todo equilibrio es necesariamente inestable y sujeto a transformación constante. En 1964 el grueso del Movimiento peronista había dejado atrás los ideales de la Resistencia, convirtiéndose en una fuerza mucho menos subversiva para el orden existente. En este punto, cuanto se leen los "Apuntes" hay que distinguir entre el Cooke militante, que se ve obligado a transmitir la confianza en la victoria "inevitable" del movimiento, y el Cooke teórico político (que se entienda, era justamente su militancia la que lo llevaba a hacer teoría, y no a la inversa, como suele suceder en el mundo académico), que percibe, y usa para ello la noción expresiva de "malestar", que el régimen ha logrado consolidarse y que sólo podrá ser derrotado elevando la calidad de la actividad política de los sectores populares.

Para Cooke era preciso construir una teoría y una organización política capaz de quebrar el equilibrio en favor de la clase obrera (recordar que para Cooke "masa peronista" y "clase obrera" son términos intercambiables). Cooke es perfectamente consciente de que el tiempo no juega a favor del peronismo: "Mientras [el peronismo] no encuentre la política que lleve a conseguirlo [a quebrar el equilibrio], prorroga la vigencia del régimen, y simultáneamente se debilita internamente."(p. 9.). Con esta afirmación Cooke muestra todo lo engañoso que hay en la noción de "equilibrio" aplicada a la coyuntura de 1964. Para Cooke estaba cada vez más claro que si el peronismo no se transformaba en un partido revolucionario, la victoria del régimen burgués era segura, por más referencias al "equilibrio" y al "empate hegemónico" que se hicieran. También Cooke llega a percibir que el peronismo estaba mal preparado para dar un salto cualitativo y transformarse en un partido revolucionario. (1) El énfasis que pone en el carácter "policlasista" del "frente antiimperialista" que dió la victoria al peronismo en 1945-1946, y las referencias a la posterior "burocratización" del mismo, así como también la relación cada vez más estrecha que establece entre "masa peronista" y clase obrera", demuestran que Cooke consideraba que no podía llegarse a la victoria con una teoría y una práctica políticas centradas en la reconstitución (por obra y gracia de las dotes de "conductor" de Perón) de ese frente policlasista en las condiciones de 1945. Después de 1955 y de la derrota de la Resistencia, el partido revolucionario tenía que articularse en torno a la clase obrera, pues ésta era el único sector social que se había opuesto de manera consecuente al régimen burgués instaurado en 1955.

¿Cuáles son las causas por las que el peronismo no podía quebrar el "equilibrio" vigente a partir de 1955?

Para Cooke el problema está en la vigencia de una "concepción burocrática" en el seno del Movimiento, derivada del proceso de burocratización experimentado por el mismo en 1946-1955 (hicimos referencia a este proceso en la nota anterior). El predominio de esta concepción burocrática es descripto en estos términos: "entre los anhelos de tomar el poder y los episodios de nuestra lucha, no se ve la relación de una estrategia que avance hacia los objetivos últimos. Se organiza lo táctico, pero sin integrarlo en una política que, por arduo que sea el camino que señale, presente la revolución como factible, como meta hacia la cual marchamos." (p. 8-9). En otras palabras, Cooke se da cuenta de que el sindicalismo peronista (y esto también es aplicable a los políticos involucrados en los distintos partidos "neoperonistas") ha renunciado al objetivo último, que es la toma del poder por la "masa peronista", y ha pasado a privilegiar sus objetivos particulares. Otra vez, como en el análisis de las causas de la derrota en 1955, Cooke deja de lado el análisis centrado en la lucha de clases y hace de la burocracia un recurso multiuso que le permite explicar las limitaciones e insuficiencias del movimiento peronista sin verse obligado a discutir el carácter mismo del proyecto peronista. Sin embargo, como ya lo hemos señalado en la nota anterior, la agudeza con la que Cooke analizar la acción del peronismo le permite trascender en varios pasajes la superficialidad de este análisis. El pasaje que hemos citado al comienzo de este párrafo es una buena muestra de ello, y brinda elementos para elaborar una crítica más profunda de la actuación del peronismo a mediados de la década de 1960.

Cooke está convencido de que el peronismo sólo podía vencer si superaba las concepciones y las formas organizativas de 1945. La ausencia de una política revolucionaria se traducía en el oportunismo y en la aceptación del statu quo. Y es la burocracia (el sindicalismo vandorista, el neocorporativismo de José Alonso, los partidos "neoperonistas") quien capitalizaba la incapacidad del peronismo para convertirse en un partido revolucionario. En el texto hay que volver a distinguir dos planos en el análisis que hace Cooke. En tanto militante, Cooke se esfuerza por mostrar el carácter inevitable de la victoria del movimiento peronista, remitiendo en última instancia a la "misión histórica" (p. 2) de la "masa peronista" (en este punto cabe apuntar que procede de la misma forma que la izquierda a la que critica, pues parte de un sujeto revolucionario que se encuentra más allá de la historia, la "masa peronista" cuya misión histórica es la liberación de la explotación nacional e internacional). Pero, cuando Cooke hace referencia a algunos rasgos del "equilibrio" existente en la política argentina de la época, aparecen elementos que cuestionan esta visión simplista.

Mataderos, domingo 23 de enero de 2011


NOTAS:

(1) El acercamiento de Cooke a la Revolución Cubana y su estadía en Cuba fueron elementos importantes en su evaluación de la derrota de la Resistencia. La experiencia cubana mostró los obstáculos que había que remover para construir un partido revolucionario.

viernes, 21 de enero de 2011

NOTAS DE LECTURA SOBRE "APUNTES PARA LA MILITANCIA" (1964) DE JOHN WILLIAM COOKE (PRIMERA PARTE)

Antes de comenzar con los comentarios del texto quiero aclarar que esta va a ser una lectura política, que puede ser obviada por aquellos acostumbrados a los trabajos académicos. Una lectura política significa que nuestro objetivo fundamental es aprender de la experiencia de Cooke en la dura tarea de cambiar las condiciones de vida de los sectores populares, para emplear ese conocimiento en el análisis y la transformación de la situación actual de nuestro país.


En estas notas hemos utilizado la versión de los "Apuntes para la militancia" (1964) de John William Cooke (1920-1968), que se encuentra disponible en versión pdf en: www.elortiba.org/pdf/JW_Cooke_Apuntes_para_la_militancia.pdf Todas las citas utilizadas remiten a la paginación del archivo pdf de esa publicación. La obra consta de un pequeño prólogo redactado por Cooke (p. 2), del prólogo que escribieron Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde para la edición de los "Apuntes" realizada en 1973 (pp. 3-7), y de tres capítulos: I. Malestar en las bases (pp. 8-11); II. El orden de la jerarquía liberal (pp. 11-22); III. La brisa de la historia (pp. 22-31). Por razones de espacio y porque queremos centrarnos en el análisis de las concepciones de Cooke, hemos dejado de lado el prólogo de Ortega Peña y Duhalde.

El "disparador" de los "Apuntes" de Cooke es el reconocimiento del fracaso de la Resistencia peronista, de su incapacidad para derrotar al régimen surgido del golpe de 1955. Esto llevó a Cooke a plantear los límites mismos del proyecto peronista y a discutir los principios básicos de la estrategia política del movimiento peronista. El "malestar" a que alude en el primer capítulo es el que experimentaban muchos de los militantes más lúcidos del peronismo, que veían la creciente integración de los sindicatos peronistas a un régimen político que excluía al movimiento del que formaban parte esos sindicatos. Así, bajo el término de "burocracia" Cooke engloba a toda la dirigencia que estaba "traicionando" la "misión histórica" del peronismo. (1)


Cooke rememora la historia de la Resistencia, y recuerda que en 1955 "la reconquista del poder nos parecía próxima e inexorable" (p. 8). En 1964 la situación era bien diferente, y muchos militantes abrigaban "sospechas sobre la actitud del Movimiento para doblegarlo [al régimen]" (p. 8); Cooke reconoce que inclusive ha surgido el interrogante de "si no estaremos malogrando tanto sacrificio" (p. 8).


Para poner en contexto las inquietudes e incertidumbres de Cooke hay que decir que, hacia 1964, los militantes que habían protagonizado la Resistencia peronista (1955-1958 y 1959-1960) se hallaban dispersos, y muchos de ellos estaban desmoralizados y habían abandonado la actividad política o se reciclaron en las filas de la emergente burocracia sindical (cuyo exponente más acabado era el vandorismo). Las luchas contra la dictadura de Aramburu-Rojas y el gobierno de Frondizi demostraron tanto la capacidad del movimiento obrero para resistir la campaña de desperonización y los planes de racionalización capitalista del proceso de trabajo; sin embargo, también quedó claro que la Resistencia peronista era impotente para abatir el nuevo régimen. Aquí hay que ubicar el punto de partida de las reflexiones de Cooke.


Cooke sostiene que en 1955 se produjo el triunfo del régimen burgués como consecuencia de la disgregación del "frente policlasista antiimperialista" que se había conformado en torno a Perón en 1945. En 1955 "la única fuerza real con que contaba el peronismo (...) era la clase obrera" (p. 28). Frente a ella se hallaba "una tremenda coalición nacional e internacional" (p. 29). ¿Cómo se llegó a esta situación? Cooke elabora una respuesta compleja, que remite a dos niveles de análisis, y que lo lleva a cuestionar, paradójicamente, la naturaleza misma del movimiento peronista.


En un primer nivel, se encuentra el estado de la lucha de clases hacia 1945. Cooke sostiene que la genialidad política de Perón residió en la "forma perfecta" en que planteó el problema nacional, condensada según Cooke en la frase: "Cien años de explotación interna e internacional han creado un fuerte sentimiento libertario en el espíritu de las masas populares." (p. 28). Es ese espíritu libertario el que explica la explosión del 17 de octubre y el papel central jugado por la clase obrera en la conformación del "frente policlasista antiimperialista"; es, justamente, la incomprensión de este estado de las masas populares (que remite a su experiencia de luchas durante la década del ´30) la que colocó a la izquierda en una situación de fuera de juego. Para Cooke es claro que el objetivo de las masas peronistas era la liberación de la explotación nacional e internacional. Ahora bien, y esto es soslayado por Cooke, no eran los trabajadores los que tenían el control del "frente policlasista". Llegados a este punto, es preciso hacer referencia al segundo nivel de análisis. Cooke achaca a la "burocracia" la responsabilidad por la disgregación del frente policlasista que dió el triunfo al peronismo en 1946.


¿Qué es y cómo surgió esta burocracia? Hay que decir que Cooke deja de lado en este punto la lucha de clases, y afirma que la burocracia surge del mismo ejercicio de las tareas gubernamentales por el peronismo: "el partido y la administración y gran parte del sindicalismo sufrieron un proceso de burocratización (...) se transformó en una esclerotizada estructura burocrática donde cualquier recomendado por el mismo podía ir de gerente de una empresa, como interventor del partido. Se identificaron las tareas administrativas con las tareas políticas y lógicamente en estos casos se produce una cierta degeneración: cualquier burócrata firma un decreto y cree que ha contribuido a la grandeza de la nación..." (p. 29). Además, sostiene que una de las causas de la burocratización fue "el mal proceso de selección" de los funcionarios. Así, mientras que "el sentimiento libertario" de las masas peronistas en 1945 era consecuencia de la lucha de clases, la burocratización del movimiento a partir de 1946 obedecía a causas ajenas a la lucha de clases. En ningún momento Cooke hace referencia a la creciente verticalidad de la conducción de Perón, que lo llevó a exigir la disolución del Partido Laborista en 1946, y a presionar por la renuncia de Luis Gay como Secretario General de la CGT en enero de 1947. Sin entrar aquí al añejo debate sobre el bonapartismo, está claro que, en condiciones de una economía capitalista, un frente policlasista con una importante participación de la clase trabajadora sólo puede mantenerse unido si posee una conducción capaz de evitar el "desborde" de los descamisados. La burocratización no surge en el vacío sino que expresa ella misma la lucha de clases.


En definitica, el proceso que Cooke describe de modo superficial es el resultado de los límites del proyecto político del primer peronismo. Conformado como "frente policlasista" en 1945, al calor de una coyuntura nacional e internacional muy peculiar, en sus primeros años pagó su deuda con la movilización obrera del 17 de octubre conformando una clase trabajadora unificada y conciente de su fuerza. Pero, hacia fines de la década del '40, el impulso del proyecto comenzó a agotarse y cada vez más se fueron perfilando dos alternativas. O bien en el peronismo se volvían hegemónicos los sectores burgueses, y el movimiento llevada adelante un proceso de racionalización capitalista que llevaría a echar por tierra muchas de las conquistas populares. O bien el peronismo se trasformaba en un movimiento revolucionario dirigido por la clase obrera. Perón, que en un sentido había sido creado por la clase trabajadora el 17 de octubre, no se resolvió por ninguna de estas alternativas. El resultado es conocido: la disgregación del "frente policlasista" y la capitulación frente a los golpistas en septiembre de 1946.


A pesar de las deficiencias de su análisis, Cooke es demasiado sagaz como para no percibir el contenido de clase del proceso que llevó a la derrota de 1955. En un pasaje clave escribe "todos los lamentos póstumos sobre las milicias obreras, para mí son simples especulaciones fantasiosas. Porque no se puede armar la clase trabajadora para que defienda a su régimen y al otro día decirle: Bueno m'hijo, devuelva las armas y vaya a producir plusvalía para el patrón. La milicia obrera y la defensa del régimen implicaba cambios sociales." (p. 29). Cooke vuelve aquí al terreno de la lucha de clases, pero al hacer esto se ve obligado a reconocer que el peronismo, entendido como "frente policlasista" en el que la hegemonía no estaba en manos de la clase trabajadora, no podía llevar adelante "cambios sociales" necesarios para enfrentar victoriosamente al golpe. En 1955 se da la paradoja de que, para vencer, el peronismo tenía que dejar de ser peronismo (por lo menos en el sentido en que lo había sido en 1946-1955).


Con su habitual franqueza, Cooke reconoce que en 1955 "la lucha de clases estaba agudizada, pero el régimen peronista seguía planteando el problema del país, como si todavía existiese el frente policlasista antiimperialista del año 1945, con Perón como General en Jefe, y ese frente ya estaba desintegrado." (p. 28). Cooke no es consecuente en el análisis y no llega a plantear que esta lectura de la situación no fue un error de Perón, sino el resultado de la percepción por éste de los límites del peronismo. Perón sabía que para conservar el poder en 1955 tenía que dejar de ser peronista, cosa que estaba fuera de su menú de opciones. Cooke refleja algo de lo imposible de esta situación cuando dice: "lo insólito es que si bien el general Lucero es lógico que creyera en la palabra de honor de sus camaradas, qué diablos tenía que depender la clase trabajadora de la palabra de honor de algún militar, si la única fuerza real con que contaba eran sus propios puños y su propia fuerza. Y aunque el peronismo no era un régimen del proletariado, tampoco era la dictadura de la burguesía." (p. 28-29). En la coyuntura de 1955 el peronismo había dejado de ser útil tanto para la clase obrera, pues era impotente para aplastar el golpe reaccionario y preservar así las conquistas obtenidas en 1946-1955, como para la burguesía, pues no le ofrecía ninguna garantía de poner en caja a los trabajadores para aumentar la productividad.
(Continuará)
Buenos Aires, viernes 21 de enero de 2011
NOTAS:

(1) Cooke afirma que la "misión histórica" de la masa peronista es "liberar nuestra patria de la explotación nacional e internacional" (p. 2). Hay que aclarar que para Cooke la "masa peronista" es un término intercambiable con el de "masas obreras".

martes, 18 de enero de 2011

HISTORIA DEL MOVIMIENTO SOCIALISTA (6): LOS ORÍGENES DEL SOCIALISMO INGLÉS

Aclaración previa. Todas las citas provienen, salvo indicación en contrario, de: Cole, G. H. D. (1980). Historia del pensamiento socialista. I: Los precursores, 1789-1850. México D. F.: Fondo de Cultura Económica. La traducción es de Rubén Landa. En números romanos indico el número de volumen, y en arábigos la página.

8. Thomas Paine (1737-1809) (1)
Fue la figura principal del radicalismo inglés. Sus escritos ejercieron gran influencia sobre un público popular. Dos de sus obras más importantes, The Crisis y Common Sense (2), defendieron la independencia de los EE.UU. respecto a Gran Bretaña, así como también la instauración de un Estado democrático.
Paine fue un pensador democrático y no un socialista: "...tenía una fe profunda en las virtudes del gobierno representativo basado en una igualdad democrática completa, como medio para resolver las cuestiones sociales. Al mismo tiempo, creía que la coacción del gobierno era un mal necesario que debía mantenerse dentro de límites estrechos, siempre que hubiese peligro de que afectase al ejercicio de los derechos naturales del hombre." (I: 38). Paine pensaba que los derechos del hombre eran anteriores a toda norma legal. El Estado tenía la obligación de crear un ambiente propicio para el ejercicio de estos derechos. "Todo derecho que hubiese sido reconocido públicamente debiera ser considerado, a su parecer, 'como un derecho natural canjeado y permutado', es decir, la forma dada de acuerdo con las condiciones necesarias de vida en una sociedad organizada." (I: 38). La propiedad estaba incluida entre los derechos del hombre. (3)
En la 2° parte de Rights of Man (4) exigía, al lado de los derechos políticos, la instauración de los derechos económicos. En este punto reside, efectivamente, la divisoria de aguas entre el liberalismo y la democracia radical. Así, mientras que los liberales no van más allá de los derechos políticos, a los que consideran la condición suficiente para el desarrollo pleno de los seres humanos, los demócratas radicales sostienen que los derechos políticos sólo pueden ejercerse en la medida en que estén basados en derechos económicos, esto es, en derechos que garanticen realmente la igualdad de oportunidades entre los individuos. Esta distinción, planteada aquí de manera sumamente esquemática, atraviesa la política del siglo XIX, y fue retomada por los autores socialistas.
Paine plantea que los derechos económicos tiene que concederse como compensación por hallarse en suspenso el derecho natural de los seres humanos de usar libremente los frutos de la tierra. Aquí Paine retoma un viejo tema del liberalismo inglés. John Locke (1632-1704) había planteado en su Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, que dios había dado la tierra a todos los seres humanos en propiedad común. Es interesante destacar que los autores liberales y muchos demócratas radicales esgrimieron el derecho natural contra las instituciones existentes, rompiendo con el uso tradicional que le habían dado los intelectuales del Ancien Régime, que lo habían utilizado para defender la estructura de poder tradicional.
Paine propone que los impuestos sean utilizados "como instrumento para la redistribución de ingresos en beneficio de la justicia social." (I: 39). También proponía pensiones para ancianos y que la educación se prestase como servicio público (en este último punto disentía con William Godwin).

Para solventar económicamente su programa de reformas, en Agrarian Justice (1797) (5) propuso un impuesto sobre toda clase de propiedad de la tierra, exigible a la muerte del dueño. (6) "Con este impuesto se constituiría un fondo con cargo al cual todo ciudadano recibiría una suma en compensación con la parte que había perdido del derecho natural a la tierra." (I: 40). "Hasta el punto en que el socialismo puede identificarse con la institución del 'Estado Benefactor' o de servicio social, basado en las contribuciones redistributivas como instrumento de democracia, Paine puede, sin duda, ser considerado como el primero que tuvo ideas prácticas acerca de este tipo de legislación." (I: 40).
Más allá de lo expresado en el último párrafo por Cole, hay que decir que Paine no puede ser considerado como un integrante de la tradición socialista, y sí como un miembro de pleno derecho de la tradición democrática que tuvo a la Revolución Francesa como su expresión más relevante. No se trata, por cierto, de una distinción dogmática. En líneas generales, cabe afirmar que el socialismo supone no sólo el reconocimiento de la necesidad de una reorganización radical del proceso de trabajo, un trastocamiento generalizado de las relaciones de poder el interior del lugar de trabajo y en la sociedad, sino también una aceptación de la organización política autónoma de los trabajadores. Ambos elementos están ausentes en Paine quien, más allá de todos los aciertos, pertenece a una etapa anterior de los movimientos populares que luchaban por un ensanchamiento del número de personas que podían participar efectivamente en la toma de decisiones políticas y por un mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo. También falta en Paine (y en el conjunto de autores que hemos tratado en estas notas dedicadas a los orígenes del socialismo inglés) una teoría acerca de la producción capitalista, que todavía se hallaba en sus comienzos en Gran Bretaña.
Buenos Aires, martes 18 de enero de 2011

NOTAS:
(1) También fue conocido como Tom Paine.
(3) Paine nunca propuso abolir o limitar la propiedad privada, salvo en la cuestión de los impuestos. (I: 40). Sin embargo, en su Agrarian Justice estableció una distinción entre formas legítimas e ilegítimas de propiedad.
(5) El texto de este panfleto de Paine se encuentra disponible en: http://www.cooperativeindividualism.org/paine_agrarianjustice_01.html (Parte 1) y en http://www.cooperativeindividualism.org/paine_agrarianjustice_02.html (Parte 2)
(6) Más tarde propuso que este impuesto se impusiese tanto sobre la propiedad personal como sobre la propiedad de la tierra. (I: 40).

domingo, 16 de enero de 2011

HISTORIA DEL MOVIMIENTO SOCIALISTA (5): LOS ORÍGENES DEL SOCIALISMO INGLÉS

William Godwin (1756-1836)



Aclaración previa. Todas las citas provienen, salvo aclaración en contrario, de Cole, G. H. D. (1980). Historia del pensamiento socialista: I. Los precursores, 1789-1850. México D. F: Fondo de Cultura Económica. La traducción es de Rubén Landa. En números romanos indico el número de volumen, y en arábigos la página.

7. William Godwin (1756-1836)

Fue una figura importante en el radicalismo inglés y en el pensamiento de los primeros tiempos de la clase trabajadora inglesa. Cole afirma que fue más un filósofo cuasi anarquista que un pensador socialista. Su obra fundamental es Enquiry into Political Justice (1793).(1).

Su teoría se elaboró a partir de dos aportes principales: a) el pensamiento de la Ilustración; b) la tradición puritana inglesa.

Respecto a la influencia de la Ilustración en el su pensamiento, Cole sostiene que Godwin "creía en la razón como guía infalible hacia la verdad y el bien, presente en todos los hombres, aunque oscurecida en las sociedades actuales [las de la época de Godwin] por convenciones irracionales y prácticas coercitivas." (I: 32). También creía en la perfectibilidad de la raza humana, que presentaba un "continuo e infinito avance hacia una racionalidad superior y un aumento de bienestar." (I: 32). Godwin concebía al progreso como el perfeccionamiento de los seres humanos en el saber. Como a muchos otros pensadores de la Ilustración, a Godwin "le parecía indudable que conocer el bien y realizarlo eran una y la misma cosa: la razón que exaltaba era una razón moral, la cual conduciría a los hombres, por su misma naturaleza, a actuar rectamente en la medida en que comprendiesen las leyes de la justicia." (I: 32).(2)

Su adscripción a la tradición puritana se advierte en lo que Cole califica de peculiar anarquismo. Hacía "una completa exaltación de los derechos de la conciencia individual, comprendiendo un repudio total de cualquier obligación de obedecer más que a la exigencia de aquélla (...) No podía reconocer ningún derecho a ninguna colectividad, por muy democrática que fuese para ordenar a un individuo a comportarse, más que como le pidiese su conciencia ilustrada por la razón." (I: 33). "...el hombre ideal era el que confiaba en su propio esfuerzo, sin necesidad de jefe. Consideraba no sólo el gobierno, sino toda clase de colaboración impuesta a los hombres, como un mal, que lleva consigo la sujeción del hombre al hombre. (...) consideraba a la asociación, a lo más, como un mal necesario.Negaba que la sociedad misma, como distinta de los individuos que la componen, pueda exigir la lealtad del individuo o su deber moral, y su mejor concepción de las relaciones humanas era la de un número de individuos independientes, cada uno de los cuales buscaría el bienestar de los otros sin ninguna atadura entre ellos, excepto los derechos y deberes mutuos." (I: 33-34). Su raigambre puritana también se manifestaba en su desdén hacia toda forma de consumo personal e innecesario, "consideraba el lujo en todas sus formas como sumamente destructor de las condiciones de la vida humana." (I: 33).

Partiendo de la influencia de la Ilustración y de la tradición puritana, Godwin elaboró una teoría que establecía:

1) Todos los seres humanos tienen los mismos derechos. En cuanto a los medios de vida, censuraba no sólo la apropiación privada, sino que algunos hombres retuviesen el sobrante, habiendo otros que lo necesitasen. "Su doctrina era un puro «comunismo» en el goce de los frutos de la naturaleza y del trabajo hombre sobre lo proporcionado por la naturaleza." (I: 32). "...quería, no tanto hacer la propiedad colectiva, como abolir su concepción misma. Este derecho de la posesión que él le permitía, descansaba por completo en la capacidad y en la voluntad de hacer buen uso de la cosa poseída conforme al interés general de los individuos que formasen la sociedad; y no proponía más medio de regular esta posesión que el sentido común y la buena voluntad de los individuos." (I: 34).

2) Su ideal eran las pequeñas comunidades, dedicadas al cultivo de la tierra. La producción de ésta aumentaría muchísimo con la abolición de la propiedad. Todos los ciudadanos tendrían acceso a la tierra. No se oponía a los inventos, "esperaba que algún día el avance de la mecanización llevaría prácticamente a hacer innecesario el trabajo manual. Sí se oponía a la clase de mecanización que obligaba a muchas personas a trabajar juntas bajo una disciplina impuesta, o que conducía a la acumulación de productos innecesarios, para los cuales había que buscar mercados después." (I: 33).

3) A pesar de su convicción de que los seres humanos sólo se podían gobernar a sí mismos por la razón, reconocía, sin embargo, que no podían prescindir ni de la organización social ni de la coacción. "Quería ver un mundo de pequeñas comunidades locales independientes, gobernando cada una sus propios asuntos con un mínimo de coacción y descansando lo más posible en la discusión libre como camino para un acuerdo, y sin un poder coactivo o federal superpuesto." (I: 34). Había que suprimir los gobiernos nacionales, pues ellos eran la fuente de las guerras. Las comunidades debían conservar un mínimo de coacción para reprimir a los malhechores (no con un castigo retributivo, sino impidiéndoles hacer daño y educándolos por el conocimiento del bien). Se oponía a las leyes sancionadas por los Estados, pues consideraba que debían imperar únicamente las leyes de la razón. Había que gobernar mediante un acuerdo general.

4) Se oponía al empleo de la violencia para construir la nueva sociedad: "...la razón sólo podía servir como medio adecuado para favorecer el tipo de sociedad concebido por él (...) el uso de la violencia con este fin era inútil, porque la fuerza nada puede hacer para cambiar la mentalidad de los hombres. La revolución que se necesitaba era, en primer lugar, la del espíritu de los hombres, y la transformación de sus instituciones sólo podía conseguirse después de este proceso de aclaración en la inteligencia." (I: 36).

5) Se opuso a la creación de un sistema público de enseñanza. "La enseñanza impuesta es tan mala como el gobierno impuesto e inevitablemente produciría los mismos resultados." (I: 36). Proponía, en cambio, la enseñanza y el aprendizaje espontáneos de los individuos en las comunidades locales.


Mataderos, domingo 16 de enero de 2011
NOTAS:

(1) El volumen 2 de la edición original de 1793 (no así el volumen 1) se encuentra disponible en:http://books.google.com.ar/books?id=5IQ8AAAAcAAJ&pg=PA560&dq=william+Godwin+enquiry+into+political+justic

(2) En otras palabras, "conocer el bien es quererlo, y a un hombre no se le puede hacer responsable de su ignorancia, y mucho menos en una sociedad que no ha tomado las medidas necesarias para instruirle." (I: 35).

viernes, 14 de enero de 2011

DE LA CUESTIÓN SOCIAL COMO "HECHO MALDITO" DEL MODELO

Las luchas populares que se sucedieron entre octubre y diciembre del año pasado pusieron otra vez a la cuestión social en el centro del escenario político. Los tercerizados del Roca, la lucha de los q'om por la tierra en Formosa, la ocupación del Parque Indoamericano, cambiaron el panorama político.
Los artículos de Horacio Verbitsky (n. 1942) sobre el empleo de trabajo esclavo por la multinacional Nidera (1) expresan la forma en que el "kirchnerismo" ha comenzado a procesar la "reaparición" de la cuestión social. Con todas las limitaciones de estos artículos, es saludable que un periodista de la talla de Verbitsky se dedique a investigar las condiciones de trabajo en Argentina, pues el trabajo y los trabajadores suelen tener muy poco espacio en los medios, ya sean estos los del "monopolio" o los del "kirchnerismo".
Para entender la magnitud de la transformación que se ha operado, es preciso hacer referencia a un par de cuestiones estructurales que, "casualmente", son dejadas de lado en los análisis realizados por el "kirchnerismo" y en los efectuados por la autodenominada oposición: a) la economía argentina experimentó un importante crecimiento desde el 2003 hasta la actualidad; b) el desempleo se redujo considerablemente, pero en 2010 los datos oficiales indican que el trabajo no registrado abarca un 35% del total de los trabajadores, situación que se ha visto reforzada por la vigencia de una legislación laboral "flexibilizadora", sancionada por el menemismo en los '90. Es habitual que se pierda de vista la conexión entre a y b, de manera tal que el crecimiento económico aparece desvinculado de la situación de los trabajadores en la fábrica, en la oficina, en el campo y en los comercios. Según este esquema de pensamiento, el crecimiento responde a las bondades del modelo; la tercerización, el trabajo esclavo y otras yerbas que pululan por ahí, son, en cambio, el resultado de la maldad y del egoísmo de determinados empresarios.
Los sucesos verificados entre octubre y diciembre del año pasado muestran que la separación entre a y b es insostenible. Si Argentina pudo crecer a un ritmo vertiginoso entre 2003 y 2010, esto se debió en parte a la persistencia de una situación de sobreexplotación de importantes sectores de la clase trabajadora. No se trata, por cierto, de negar la influencia de otros factores en dicho crecimiento, sino de poner el énfasis en una cuestión que suele ser ignorada. El modelo fue viable en la medida en que garantizó la existencia de una clase obrera sumisa, y las distintas formas de trabajo "en negro", flexibilizado, tercerizado, explican en buena medida dicha sumisión, así como también la continuidad de la debilidad relativa de los trabajadores, a pesar de la ya mencionada reducción de la desocupación. Por ejemplo, en el sector agropecuario, apenas entre un 30-35 % de los trabajadores se encuentran registrados. ¿Es tan absurdo suponer que existe "alguna" relación" entre tales niveles de precariedad laboral y las fabulosas ganancias de los empresarios agrarios?
La pregunta que cierra el párrafo anterior puede aplicarse también al sector industrial y al sector servicios. Es por esto que puede decirse que el "regreso" de la cuestión social obliga a poner en discusión el modelo de acumulación instaurado en nuestro país luego del colapso de la Convertibilidad en 2001. En este sentido, es crucial, tanto desde el punto de vista económico como desde el político, examinar lo ocurrido en el plano de las relaciones laborales, pues allí se encuentra la clave para entender la forma en que está organizado el poder en Argentina. En principio, a nadie le debiera resultar extraño que un crecimiento de la magnitud del verificado en Argentina en 2003-2010, realizado bajo las condiciones de una economía capitalista dependiente, haya exigido de altos niveles de explotación de los trabajadores, sobre todo si se tiene en cuenta la existencia de una legislación laboral neoliberal. Pero la tendencia generalizada a separar el modelo (al que se liga exclusivamente con la redistribución, la ley de medios, el matrimonio igualitario y la promoción de los juicios a los genocidas de los '70) de las condiciones en que trabaja cotidianamente la mayoría de la población del país, lleva a relativizar la explotación o a considerarla como un producto accidental, resultado de la codicia de algunos empresarios o de las multinacionales. En este sentido, el énfasis puesto en los llamados "cambios culturales" no es otra cosa que una manifestación de dicha separación originaria.
Para el "kirchnerismo", el "regreso" de la cuestión social ha sido como un rayo en cielo sereno. Un ejemplo basta para expresar su sorpresa ante lo inesperado: Horacio Verbitsky en la primera de las notas referidas al trabajo esclavo en Nidera, escribió que "éste es el doloroso contraste con la Argentina eufórica de consumo y placeres que desde la tarde del jueves colmó todas las rutas de salida de las grandes ciudades". Más allá de que en un primer momento se intentó responsabilizar al PO (Partido Obrero) por la aparición de lo que estaba escondido debajo de la alfombra, lo cierto es que la innegable visión de que el modelo se ha apoyado en la sobreexplotación de vastos sectores de los trabajadores, obligará a muchos militantes "kirchneristas" a repensar el contenido de frases tales como "hay que profundizar el modelo".
La fuerza del primer peronismo (1946-55) residió en su capacidad para unificar a la clase obrera. Las políticas de proscripción y persecución al peronismo, llevadas adelante por los distintos gobiernos que siguieron al golpe de 1955, no hicieron más que reforzar la cohesión de la clase trabajadora. El golpe de 1976 tuvo como uno de sus objetivos lograr la disgregación de la unidad de los trabajadores y demás sectores populares. En esta línea, el menemismo vino a completar esta tarea mediante la flexibilización laboral y la desocupación.
El período de crecimiento económico iniciado en 2003 se dió en el marco de una clase trabajadora cuyas condiciones de vida y de trabajo son muy heterogéneas. A diferencia de otras épocas, la reducción de la desocupación no se tradujo en un aumento del poder político del conjunto de los trabajadores debido, entre otras cosas, a la persistencia de una amplia gama de modalidades de trabajo que se encuentran por fuera de los convenios colectivos. Los casos de trabajo esclavo detectado en el agro (y los casos de trabajo esclavo en los talleres textiles, "curiosamente" dejados de lado en estos días) constituyen sólo la forma más aberrante e inhumana de una sucesión que va desde el trabajo esclavo hasta el empleado "en negro" y el trabajador que es despedido un día antes de cumplir los tres meses para evitar efectivizarlo en su puesto. Como indicamos más arriba, son estas formas las que han garantizado el mantenimiento de la sumisión de los trabajadores, a pesar de la reducción de la desocupación. Aquí se encuentra el "hecho maldito" del modelo defendido por el "kirchnerismo".
En definitiva, la reaparición de la cuestión social obliga a poner en debate la naturaleza y el contenido de la salida a la crisis del neoliberalismo en 2001. En notas posteriores abordaremos la tarea de examinar algunos aspectos de esta cuestión.
Mataderos, viernes 14 de enero de 2011
NOTAS:
(1) El primero de los artículos se publicó el domingo 2 de enero de 2011 y se encuentra disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-159715-2011-01-02.html El segundo apareció el domingo 9 de enero y puede consultarse en: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-160113-2011-01-09.html

miércoles, 12 de enero de 2011

HISTORIA DEL MOVIMIENTO SOCIALISTA (4): LOS ORÍGENES DEL SOCIALISMO INGLÉS

Thomas Spence



Aclaración previa. Todas las citas provienen, salvo aclaración en contrario, de Cole, G. H. D. (1980). Historia del pensamiento socialista: I. Los precursores, 1789-1850. México D. F: Fondo de Cultura Económica. La traducción es de Rubén Landa. En números romanos indico el número de volumen, y en arábigos la página.

5. Los precursores del socialismo inglés.

En la época anterior a la Revolución Francesa de 1789, en Gran Bretaña hubo un pensamiento liberal radical o avanzado (cuyos exponentes fueron John Wilkes, Majoz Cartwright, Richard Price, Joseph Priestley, Thomas Paine), pero no podemos calificar a esta corriente de socialista, pues "la cuestión planteada en la Gran Bretaña hasta 1789 se refería exclusivamente a derechos políticos, incluso a impuestos, y no a un cambio de sistema social." (I: 30). Aún las expresiones más avanzadas del pensamiento radical inglés, como la Corresponding Society (Sociedad de Correspondencia, una organización que actuaba en Londres y otras ciudades) (1), carecía de una concepción clara de un nuevo sistema social que pudiera reemplazar al existente: "Sus esfuerzos principales estaban concentrados en las reformas políticas" (I: 30).

Sin embargo, la afirmación realizada en el párrafo anterior admite algunas excepciones importantes. En la 2° parte de Rights of Man (1791), la gran obra de Thomas Paine (1737-1809), se expone un programa social en favor del pueblo (2). Más adelante dedicaremos atención a este trabajo.

6. Thomas Spence (1750-1814)

Fue un reformador social que puede aproximarse a Babeuf (1760-1797) (3) por la amplitud de sus objetivos sociales. Integró la Corresponding Society (primero en Newcastle-upon-Tyne y luego en Londres). En 1812 surgió la sociedad de Spencean Philantropists, que adquirió cierta importancia después de la muerte de Spence.

En 1775 publicó en Newcastle la 1° versión de su plan de reforma social, que fue reformulado a través de sucesivas versiones. La más completa, The Restorer of Society to its Natural State, data de 1801.

Su programa era el siguiente. Las comunidades locales se apoderarían de las propiedades e instaurarían la propiedad colectiva de la tierra. Estas comunidades arrendarían las tierras a los labradores, y con las rentas pagarían los gastos del gobierno. Spence planteaba reducir los gastos de la función pública, para obtener un gobierno sencillo de comunidades locales, agrupadas en una federación muy libre que atendería a las necesidades poco complicadas de una administración central. Para entender este planteo y no agregarle enseguida el mote de "utópico", es importante tener presente que Spence escribía en el marco de una situación social anterior a la Revolución Industrial. Su idea del gobierno no tiene en cuenta las dificultades que surgirían a partir de la extensión de la división del trabajo. En definifiva, es un proyecto de reforma de una sociedad precapitalista, todavía predominantemente agraria.

Spence tuvo muy poca influencia en el desarrollo contemporáneo del pensamiento radical inglés. A pesar de que Spence se ocupó sobre todo de cuestiones teóricas, entre los spencianos hubo un pequeño grupo de partidarios de la insurrección. En 1816 un grupo de ellos organizó en Londres una manifestación semitumultuosa, aprovechada por el gobierno para "descubrir" una supuesta conspiración. En 1820, un grupo dirigido por Arthur Thistlewood (1774-1820) proyectó asesinar a todo el Gabinete y luego apoderarse del poder mediante un golpe de mano. Este episodio fue conocido como la "Conspiración de la Cato Street", y fue descubierto con mucha anticipación por el gobierno. En él sólo tomó parte un puñado de conspiradores. Thistlewood fue apresado, condenado por traición y ahorcado el 1° de mayo de 1820.

Mataderos, miércoles 12 de enero de 2011

NOTAS:

(1) Para la Corresponding Society puede consultarse La formación de la clase obrera en Inglaterra, de E. P. Thompson.

(2) La versión completa de la edición de 1795 de la obra de Paine se encuentra disponible online en: http://books.google.com/books?id=kkYUAAAAYAAJ&printsec=frontcover&dq=thomas+paine+rights+of+man&hl=es&ei=sTkuTY31KcH-8AafqZWVCQ&sa=X&oi=book_result&ct=result&resn

(3) Para Babeuf, consultar la nota anterior de este blog, publicada el 2 de enero de 2011: http://miseriadelasociologia.blogspot.com/2011/01/cole-3-babeauf-y-la-conspiracion-de-los.html

domingo, 2 de enero de 2011

HISTORIA DEL MOVIMIENTO SOCIALISTA (3): BABEUF Y LA CONSPIRACIÓN DE LOS IGUALES (1796)



4. Babeuf y la Conspiración de los Iguales (1796)[1]

¿Por qué tomar 1789 como punto de partida para una historia del socialismo? Cole da esta respuesta: “Este es el momento desde el cual es posible seguir, no sólo un desarrollo continuo en la esfera del pensamiento, sino también una conexión creciente entre el pensamiento y los movimientos que tratan de darle expresión práctica.” (I: 19).

La Revolución Francesa tuvo como una de sus consecuencias que la cuestión social se ubicara “por primera vez en el primer plano, no sólo como problema moral para un grupo de intelectuales y reformadores, sino como tema práctico reincidente que implicaba un conflicto real y amenazador entre los ricos y los pobres, entre los propietarios y los no propietarios, entre las clases privilegiadas de la antigua sociedad y los no privilegiados del «tercer estado».” (I: 20). Cole menciona a Chappuis, quien presentó proyectos ante la Asamblea Constituyente, en los que proponía la creación de comunidades colectivas (anticipando en esto a los falansterios de Fourier).

En la Revolución Francesa los campesinos consiguieron la tierra y la liberación de las exacciones feudales. Los artesanos y los obreros de las ciudades no obtuvieron ventajas económicas. En 1793 la Constitución les aseguró los derechos políticos, pero ésta nunca llegó a aplicarse[2]. Los pobres de las ciudades pasaron a engrosar las filas de los grupos más radicales, combinando el reclamo de los derechos del ciudadano con las exigencias de trabajo y pan (I: 20-21).

Cole sintetiza así la importancia de la Revolución Francesa para el desarrollo del movimiento socialista: “…los acontecimientos del período comprendido ente 1789 y la derrota de la «Conspiración de los Iguales» [marcaron] por primera vez, [hicieron] de la lucha de clases, aunque en pequeña escala y momentáneamente, una realidad manifiesta en la sociedad moderna, y en el curso de la batalla entre ricos y pobres condujo a que fuesen formuladas las doctrinas socialistas que, no siendo seguidas nunca más que por un pequeño número de partidarios, representaba, sin embargo, un nuevo elemento en el desarrollo histórico de la sociedad occidental.” (I: 21). “Lo que hizo la Revolución Francesa no fue crear el socialismo como un movimiento social, sino, más bien, convertir por primera vez en una lucha política el antagonismo entre ricos y pobres, y sustituir con este antagonismo los anteriores entre las clases privilegiadas y las no privilegiadas, preparando el terreno para las prolongadas luchas sociales de la Europa del siglo XIX, de las cuales nació el movimiento socialista moderno.” (I: 26-27).

Hay que situar la emergencia de François-Noël Babeuf (1760-1797)[3] y su grupo en un contexto de tensión de guerra y de derrota y decapitación del jacobinismo (y de la consiguiente ola de Terror Blanco que siguió a la ejecución de Robespierre). Corresponde a Babeuf la elaboración de “un plan casi completo de comunismo proletario, el cual puede considerarse como el precursor no sólo de las doctrinas socialistas posteriores de propiedad y explotación colectiva de los medios de producción, sino también de la idea de la dictadura del proletariado como manera de someter a las demás clases y de derrotar los intentos de contrarrevolución.” (I: 25).

La Conspiración de los Iguales fue “el primer movimiento socialista del pueblo” (I: 25). Sus ideas de comunismo y de igualdad social habían sido tomadas de Mably (1709-1785) y de otros filósofos utopistas del siglo XVIII. “Lo nuevo era la transformación de estas ideas utópicas en una forma de movimiento social que aspiraba al cambio inmediato de la sociedad existente y de sus instituciones, tanto económicas como políticas.” (I: 25). Fue un movimiento minoritario, que alcanzó a dirigir a sólo una parte del “proletariado”[4] urbano. Fue una conspiración de pocos y no un movimiento de masas; trató de ganarse a los descontentos generados por el hambre y la carestía que signaron el período posterior a la caída de los jacobinos.

“En realidad, el babouvismo fue esencialmente producto de la decepción revolucionaria. Se había esperado demasiado de la revolución [Este “demasiado” es, por lo menos, un anacronismo. En una revolución las masas liberan toda su energía, todas sus esperanzas (como decía Amado, “la revolución es la fiesta de los pobres”). Sería absurdo políticamente pedir que autolimitaran sus expectativas y sus acciones a las “posibilidades” de la clase que dirige políticamente la revolución – tengo en mente al escribir esto a la burguesía en las revoluciones burguesas -. Cole desconoce con esta frase la naturaleza de la ruptura representada por las revoluciones, que hace imposible mensurarlas según las normas políticas ordinarias.]; y lo que parecía haberse logrado para la parte más pobre de la población urbana, fue mayor miseria y sufrimiento. Los campesinos habían obtenido tierra, los obreros sólo hambre y falta de trabajo. Alguien sería culpable de esto, la revolución tenía que haber sido traicionada por alguno. ¿Por quién? Seguramente por los ricos, que habían seguido viviendo con lujo mientras que la inmensa mayoría sufría, y por quienes en nombre de la propiedad habían permitido que sucedieran estas cosas. Pero las protestas no fueron muy eficaces, a pesar de las calamidades; porque dividían a los revolucionarios, incluso en las ciudades, y no hallaban ningún eco en las aldeas.” (I: 26). Esta impotencia política de las masas trabajadoras urbanas era el resultado tanto del carácter burgués de la revolución como de la carencia de un proyecto político autónomo, sustentado en un diagnóstico certero de la transición del feudalismo al capitalismo. Las herramientas teóricas eran insuficientes. Pero, aún disponiendo de ellas, subsistía el problema (terriblemente complejo) de cómo lograr la unificación de obreros, artesanos y campesinos detrás de un proyecto político común. Si esto último no podía concretarse, el resultado inevitable era “el solo fúnebre del proletariado”, al que aludía Karl Marx (1818-1883).

¿Cómo se desarrolló la Conspiración de los Iguales?

Babeuf dirigía la Union du Pantheón, una sociedad secreta en la que confluían elementos políticos y sociales heterogéneos. Babeuf y un pequeño grupo se retiraron de ella cuando el Directorio suprimió la Union. Formaron una conspiración secreta, que trató de ganarse el apoyo de los dirigentes clandestinos de los jacobinos. Los conspiradores planeaban apoderarse del poder y formar un gobierno revolucionario, apoyado en las sociedades locales de Paris, que debía convocar a una asamblea nacional, elegida en base a los derechos concedidos por la Constitución de 1793 (que, como dijimos, nunca había sido implementada en la práctica). Mientras era convocada esta asamblea nacional, Babeuf se proponía implantar una dictadura temporal, apoyada en los “obreros”[5] de Paris. En el Manifiesto de los iguales, redactado por Sylvain Maréchal (1750-1803)[6], se encuentra el programa de esta dictadura revolucionaria. Cole califica a este documento como “la primera declaración política socialista” (I: 29).

El programa de Babeuf y su grupo incluía:

a) Expropiación inmediata de toda propiedad que perteneciese a las corporaciones y a los enemigos del pueblo. Hay que enfatizar que no proponían sólo la expropiación de la tierra, sino también de las grandes compañías industriales (más bien, de las grandes manufacturas). Esta acción encontraba su justificación en el principio consignado en la 1º sección del mencionado Manifiesto: “La naturaleza ha dado a todos los hombres el mismo derecho a gozar de todos los bienes.” (I: 28).

b) Abolición de todos los derechos de herencia (así, aplicando esta norma, en una generación toda la propiedad de Francia sería colectiva).

c) La propiedad comunal sería administrada por funcionarios de elección popular que cobrarían igual salario que los trabajadores. Para ello Francia sería dividida en nuevos distritos administrativos.

d) El trabajo sería obligatorio para todos; sólo las personas que realizaran un trabajo útil podrían votar. Cabe aclarar que, en cuanto al voto, se ceñían a lo establecido por la Constitución de 1793, que concedía este derecho a todos los varones (las mujeres quedaban excluidas, a pesar de su importante participación en la Revolución Francesa).

e) La educación sería universal, y estaría dirigida a inculcar en el pueblo los principios de la nueva sociedad.

La Conspiración fue desbaratada fácilmente por el Directorio. Uno de los militares involucrados en ella era un infiltrado, que denunció a los jefes en vísperas de la insurrección. Fueron detenidos y sometidos a juicio. Babeuf y Darthé (1769-1797) fueron guillotinados. Otros dirigentes, como el ya citado Maréchal y Philippe-Michel Buonarotti (1761-1837), fueron deportados.

Buonarotti, descendiente de Miguel Ángel, publicó La Conspiration pour l’egalité (Bruselas, 1828)[7], en la que dió a conocer por primera vez de manera completa los sucesos. Este texto se convirtió en un verdadero manual de revolucionarios durante la década de 1830 y hasta la Revolución de 1848. Fue traducida al inglés y comentada por Bronterre O’Brien, Buonarroti’s History of Babeuf’s Conspiracy (1836)[8], ejerciendo influencia sobre la izquierda cartista.

La derrota de Babeuf significó un duro revés para el socialismo igualitario en Francia, a punto tal que sólo logró reaparecer como movimiento político revolucionario luego de la Revolución de 1830. Cole afirma que, luego de desbaratada la Conspiración de los Iguales, “durante algún tiempo no fue posible ningún movimiento político basado sobre todo en un llamamiento a las clases obreras.” (I: 44).

Buenos Aires, domingo 2 de enero de 2011


NOTAS:

[1] Los temas abordados en esta nota son tratado por Cole en el capítulo II de su obra, titulado “La Gran Revolución Francesa y la conspiración de Gracchus Babeuf “ (I: 19-29). Nuestro autor sugiere que la mejor obra sobre la Conspiración es: Advielle, Victoire (1884). Histoire de Gracchus Babeuf et du babouvisme. Para los “joaquineros”,en la biblioteca del ISP Dr. J. V. González hay un ejemplar (donado por mi padre) de la traducción española de varios escritos de Babeuf (su producción periodística en LE TRIBUN DU PEUPLE).

[2] Esta Constitución, sancionada por los jacobinos, fue calificada por Marx como “la más radical de las Constituciones” en su célebre artículo “Sobre la cuestión judía” (1844), en el que hace varias menciones críticas a dicha Constitución de 1793.

[3] Más conocido como Gracchus Babeauf. Había tomado este seudónimo del tribuno del pueblo romano, que había intentado resolver la cuestión agraria a favor de los plebeyos. Se destacó como editor y principal redactor del periódico LE TRIBUN DU PEUPLE (1794-1796).

[4] Las comillas obedecen a que no se trataba de un proletariado moderno ni mucho menos. Era una mezcla abigarrada de artesanos, jornaleros y operarios de algunas (pocas) grandes manufacturas.

[5] Como se dijo en otra nota, el término “obreros” no debe ser entendido en un sentido moderno.

[6] Maréchal fue el principal teórico de los conspiradores. Se había destacado como periodista revolucionario por sus ataques contra la religión. Era autor de un Diccionario de los ateos. (I: 29).

[7] El volumen 1 de la edición 1828 (no encontré el volumen 2 en formato digital) está disponible en ese verdadero tesoro para bibliófilos que es el sitio Google books: http://books.google.com/books?id=w1oPAAAAQAAJ&printsec=frontcover&dq=philippe+buonarotti+la+conspiration&hl=es&ei=cgMgTb-uGI-u8Aau Consultado: 1/01/2011.

[8] La traducción de O’Brien se encuentra completa (en su edición de 1836) en el link: http://books.google.com/books?id=05HRAAAAMAAJ&printsec=frontcover&dq=philippe+buonarotti&hl=es&ei=rAIgTe_8N8Kt8AasmrWGDg&sa=X&oi= Consultado: 1/01/2011.