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miércoles, 19 de agosto de 2020

CIENCIA POLÍTICA CURSO 2020 – CLASE N° 3

 

“Los atenienses son de los que creen que la virtud es algo

que puede adquirirse o aprenderse. Es natural, pues, que tus conciudadanos

admitan que un herrero o un zapatero den consejos sobre asuntos políticos.”

Protágoras, citado por Platón en el diálogo homónimo

 

Bienvenidas y bienvenidas a la segunda clase del curso.

Hoy nos toca comenzar nuestra excursión por la filosofía política clásica. Bajo este término agrupamos la producción de los filósofos griegos, pero también la de los romanos. Dados los límites temáticos y temporales de nuestro curso, no podemos hacer más que un recorrido muy breve por algunos autores y textos. La selección es arbitraria (como toda selección). Hemos privilegiado la revisión de los autores más conocidos, como Platón (c. 427-347 a. C.) y Aristóteles (384-323 a. C.), aunque también incorporamos a Protágoras (481-411 a. C.), un filósofo que no suele ser trabajado en los cursos introductorios como éste. A lo largo de la exposición justificaré la selección de autores y textos.

Los temas son muchos y disponemos de poco tiempo, así que pasemos ahora a la clase.


Los argumentos de Protágoras y Platón sobre la democracia:

La obra de Platón (c. 427-347 a. n. e.) es punto de referencia ineludible para todos los interesados la teoría social en general. Platón dio su forma primera a la filosofía política. No se trata, por supuesto, de negar los aportes de los filósofos que pensaron los problemas políticos con anterioridad a él [1]; pero Platón contribuyó decisivamente en la transformación de ese conjunto de reflexiones en una disciplina, cuyo núcleo fue el debate en torno a quiénes deben gobernar.

Ninguna teoría gira en el vacío. Mejor dicho, toda teoría se construye en contra de algo; el pensamiento es esencialmente belicoso. Las mejores ideas surgen de la confrontación, del conflicto. En este sentido, la fuerza de la filosofía platónica se deriva de la fortaleza del adversario que se propuso enfrentar: la democracia ateniense. Podemos afirmar, con cierta exageración, que sin las características novedosas de la democracia en Atenas no existiría la filosofía platónica y, probablemente, la filosofía griega, por lo menos tal como la conocemos.

No es este el lugar para una exposición detallada de los rasgos específicos del régimen democrático en Atenas. Basta con mencionar aquello que constituyó su base: la figura del ciudadano trabajador. [2] El rasgo fundamental de esta democracia fue la participación directa de campesinos y artesanos en el gobierno de la polis.

No han llegado hasta nosotros los argumentos con que los demócratas defendían la forma de gobierno basada en la asamblea; por el contrario, se han conservado las críticas contra la democracia, siendo Platón el representante más conspicuo de los críticos. Existe, no obstante, una excepción y se encuentra precisamente en un diálogo de Platón, Protágoras. [3]

Protágoras (c. 485- c. 411 a .n. e.), el más conocido de los filósofos sofistas, realizó una defensa del régimen democrático; su argumento puede considerarse como la única defensa de la democracia ateniense que ha llegado hasta nuestros días. Además, y a diferencia de otros diálogos, en los que los interlocutores de Sócrates son presentados de modo muchas veces grotesco, en el Protágoras Platón trata con respeto al sofista. [4]

El debate entre Platón (cuyas ideas se expresan a través de su alter ego en el diálogo, Sócrates) y Protágoras tiene por propósito establecer quiénes deben participar en el gobierno de la polis. Sócrates sostiene que la democracia es una mala forma de gobierno porque permite que participen del gobierno aquellos que no poseen el saber necesario para hacerlo; Protágoras defiende la tesis de que el saber político está distribuido entre todos por igual y que se aprende por medio de la participación efectiva en el gobierno.

Pasemos a examinar el contenido del debate.

El disparador del intercambio es el reconocimiento por Protágoras de que su programa de enseñanza consiste en hablar de la ciencia política y hacer a los hombres “buenos ciudadanos” (319a).

Sócrates responde a Protágoras a partir de 319b. En su respuesta rechaza que se pueda enseñar a ser “buen ciudadano”. Toma la asamblea [5] como piedra de toque para elaborar su argumentación. Cuando ésta debe tratar asuntos relacionados con cuestiones técnicas (por ejemplo, construcciones), se llama a los que saben, a los especialistas (por ejemplo, los constructores). En cambio, cuando “se trata algo que atañe al gobierno de la ciudad [de la polis] y es preciso tomar una decisión” (319d), todos (carpinteros, herreros, curtidores, mercaderes, navegantes, ricos, pobres, etc.) aconsejan sobre el particular. Sócrates concluye: “Evidentemente, es porque creen que no se trata de algo que pueda aprenderse.” (319d).

En síntesis, Sócrates cierra su argumento afirmando:

            “Creo que no es enseñable la virtud.” (320b).

Ahora bien, si la virtud política no es enseñable, ¿cómo se la obtiene? ¿Quién la posee? Platón aclara estas cuestiones en la República, donde plantea que la virtud política es patrimonio de los filósofos y que, por tanto, son ellos quienes deben gobernar. Los zapateros, los herreros, el conjunto de los trabajadores, carecen de virtud política y por eso están incapacitados para gobernar.

Protágoras es invitado a demostrar que la virtud es enseñable. Estructura su argumento en torno al mito de Prometeo. [6] Según éste, los dioses encargaron a Epimeteo el reparto de las capacidades a las “razas mortales”, para que existiera un equilibrio y ninguna de ellas fuera aniquilada. Epimeteo se encargó del reparto, pero se olvidó de dotar a la especie humana. Prometeo resolvió el problema robándoles a Hefesto [7) y Atenea [8] “su sabiduría profesional junto con el fuego – ya que era imposible que sin el fuego aquella sabiduría pudiera adquirirse o ser de utilidad a alguien- y, así, luego lo ofrece como regalo a los seres humanos.” (321c).

Pero los seres humanos no poseían la ciencia política, pues ésta estaba en manos de Zeus. [9] Los seres humanos formaban ciudades para defenderse de las fieras, pero sin arte político “se atacaban unos a otros (…) de modo que de nuevo se dispersaban y perecían.” (322b).  Zeus, observando semejante desastre, encomendó a Hermes [10] “que trajera a los seres humanos el sentido moral y la justicia, para que hubiera orden en las ciudades y ligaduras acordes de amistad.” (322c).

En este punto aparece lo fundamental: Zeus resuelve que el sentido moral y la justicia tienen que estar repartidos entre todos los seres humanos, a diferencia de los saberes técnicos, que son dominados por algunos y no por todos.

Zeus es terminante:

“Pues no habría ciudades, si sólo algunos de ellos participaran [del sentido moral y de la justicia], como de los otros conocimientos. Además, impón una ley de mi parte: que al incapaz de participar del honor y de la justicia le eliminen como a una enfermedad de la ciudad.” (322d).

Protágoras dice que ésta es la razón por la que todos participan de los debates políticos en la asamblea: “es el deber de todo el mundo participar de esta excelencia [política]; de lo contrario, no existirían ciudades.” (323a).

¿Por qué no existiría la polis sin la virtud política?

Protágoras piensa a la polis como una unidad; si la ciencia política (el saber para gobernar) pertenece a algunos, esa polis se divide en varias polis: la de quienes gobiernan y la de quienes son gobernados, la de los ricos y la de los pobres. En otros términos, la ciudad se unifica por medio de  la participación de todos en su gobierno. Cabe acotar que esta unidad no incluye a todos, pues las mujeres, los esclavos y los extranjeros no participaban de la asamblea.

Luego de argumentar que la ciencia política está distribuida entre todos los seres humanos (no es patrimonio de una minoría), Protágoras pasa a demostrar que dicha ciencia es enseñable. Para ello recurre a dos ejemplos: primero, toda vez que alguien carece de cualidades que se obtienen por “medio del ejercicio y la atención”, es reprendido por no haber hecho el esfuerzo para adquirirlos. Detrás de la reprimenda está el supuesto “de que se trata de algo que puede adquirirse por medio del aprendizaje” (324a). Segundo, el caso de los castigos a los criminales. En ellos se observa otra vez la idea de que la virtud es enseñable, pues no se castiga a los criminales por venganza (dado que es imposible volver atrás), sino “con vistas al futuro, para que no obren mal de nuevo ni éste mismo [el criminal] ni otro, al ver que éste sufre su castigo.” (324b).

En consecuencia, también los atenienses “son de los que creen que la virtud es algo que puede adquirirse o aprenderse. Es natural, pues, que tus conciudadanos admitan que un herrero o un zapatero den consejos sobre asuntos políticos.” (324c).

La consecuencia política de la teoría de que la virtud es enseñable y que está distribuida entre todos, consiste en que los trabajadores deben participar en el gobierno. Se vislumbra aquí la pertinencia de la figura del ciudadano-trabajador para comprender la especificidad de la democracia ateniense.

Por último, Protágoras apunta a otra objeción de Sócrates: el hecho de que los grandes políticos (como Pericles) no saben enseñar su saber a sus hijos. Para refutarla, comienza planteando la siguiente pregunta: “¿Acaso existe, o no, algo de lo que es necesario que participen todos los ciudadanos, como condición para que exista la ciudad?” (324c). La respuesta al interrogante es, precisamente, la ciencia política. Es por eso que, desde el nacimiento mismo nos van enseñando a ser justos: “Empezando desde la infancia, a lo largo de toda la vida la enseñan y aconsejan. (325d). Toda la enseñanza gira en torno a la virtud política. [11]

En definitiva, “en este asunto de la virtud, si ha de existir la ciudad, nadie puede desentenderse.” (326e-327a). Más adelante refuerza esto con la siguiente afirmación: “Pues creo que la justicia y la virtud nos benefician mutuamente, por eso, cualquiera a quienquiera que sea le habla y le enseña animosamente las cosas justas y legales.” (327d).

Por todo lo expuesto, Protágoras concluye que, más allá de la enseñanza que los políticos proporcionen a sus hijos,

“incluso el que te parece el hombre más injusto entre los educados en las leyes, ése mismo sería justo y un entendido en ese asunto, si hubiera que juzgarlo en comparación con personas cuya educación no conoce tribunales ni leyes ni necesidad alguna que le forzara a cuidarse de la virtud, es decir, que fueran unos salvajes.” (327c-d).

Wood nos invita a poner atención en los elementos que utiliza Protágoras en su defensa de la democracia:

“El hincapié que hace Protágoras en la universalidad de la virtud es esencial, desde luego, en su defensa de la democracia. Pero, de igual importancia es su concepción del proceso por el cual se transmite el conocimiento moral y político. Sin duda la virtud se enseña, pero el modelo de enseñanza no es tanto el escolar como el del aprendiz. En las denominadas sociedades «tradicionales» el proceso al que se somete un aprendiz es algo más que un medio para dominar habilidades técnicas. ‘Es también – por citar a un distinguido historiador de la Inglaterra del siglo XVIII – el mecanismo de transmisión intergeneracional’, el medio por el cual la gente es iniciada en las habilidades de los adultos o en determinadas artes prácticas y, al mismo tiempo, introducida ‘a la experiencia social y el conocimiento general de la comunidad’. No hay mejor manera de caracterizar el proceso de aprendizaje descrito por Protágoras, el mecanismo por medio del cual la comunidad del ciudadano transmite su conocimiento colectivo, sus prácticas, valores y expectativas usuales.” [12]

Protágoras define al aprendizaje de la virtud política como una práctica, muy lejos de la posición platónica, que defiende el carácter innato del conocimiento político. Para el filósofo sofista los zapateros deben gobernar; para Platón, los zapateros deben dedicarse a sus zapatos y dejar que gobiernen los que saben.

“De modo que tanto Protágoras como Platón ponen los valores culturales en la techné, las artes prácticas del ciudadano trabajador, en el centro de su argumento político, aunque con fines opuestos. Mucho de lo que ocurre después en toda la tradición de la filosofía occidental procede de este punto de arranque. Y no es sólo la filosofía política de Occidente la que debe su origen a este conflicto sobre el papel político de zapateros y herreros. Para Platón la división entre los que gobiernan y los que trabajan, los que laboran con la mente y son alimentados y los que producen alimentos y son gobernados, no es tan sólo el principio básico de la política. La división del trabajo entre gobernantes y productores, que es la esencia de la justicia en la República, es asimismo, para él, la esencia de su teoría del conocimiento. La oposición radical y jerárquica entre el mundo sensible y el inteligible, y entre sus formas de cognición correspondientes – oposición que es identificada como la característica más distintiva del pensamiento griego y que a partir de entonces ha sido la plataforma de la filosofía occidental -, está basada, en Platón, en una analogía de la división social del trabajo que excluye al productor de la política.” [13]

A pesar del tiempo transcurrido, el debate Protágoras – Platón tiene enorme actualidad. Vivimos en sociedades cuyo régimen democrático se basa en el ritual del voto, única instancia en la que los ciudadanos tienen algún poder decisorio. Pasadas las elecciones, los zapateros vuelven a sus zapatos y los representantes, elegidos en esas elecciones, toman todas las decisiones. Con el correr de las clases iremos profundizando en estas ideas, que por el momento son harto esquemáticas.


La solución “platónica” para la crisis de la polis:

La distancia que nos separa de las vicisitudes de la política ateniense de los siglos V y IV a. C. genera un efecto específico: tendemos a examinar la teoría platónica del Estado como si se tratara de una reflexión académica, despojada de toda intención de incidir en la política concreta. Sin embargo, Platón se propuso construir una alternativa a la democracia ateniense, cuyo núcleo era la restauración de la dominación de la aristocracia y el restablecimiento de una rígida jerarquía social. Para él resultaba especialmente intolerable la figura del ciudadano trabajador, y por ello hacía hincapié en que el saber político era propiedad exclusiva de una minoría. Su obra más conocida, República, expresa de modo acabado lo que acabamos de decir. [14]

Resulta imposible siquiera resumir aquí la diversidad de cuestiones tratadas en República. No nos queda más remedio que seguir el programa y hacer un análisis de algunos pasajes del Libro IV de la obra. Allí Platón retoma una problemática ya discutida en el debate con Protágoras: ¿quiénes poseen el conocimiento para gobernar?

Parte del postulado de que en el Estado “hay múltiples variedades de conocimiento” (428b, p. 215). Por ejemplo: el conocimiento de los carpinteros, de los albañiles, de los zapateros, etc. Ahora bien, ¿cuál de esos conocimientos hace al Estado “sabio y prudente” (428b, p. 215). Platón niega que ese conocimiento sea el de los trabajadores, pues no se trata de un saber técnico, particular, sino que es un conocimiento general, que abarca el conjunto de los asuntos políticos. Dicho de otro modo, hay “un tipo de conocimiento presente en algunos ciudadanos, por el cual no se delibere sobre alguna cuestión particular sino sobre éste en su totalidad y sobre la modalidad de sus relaciones consigo mismo y con los demás Estados” (428c, p. 215).

El saber al que se refiere Platón existe en una minoría de ciudadanos:

“Al sector más pequeño por naturaleza le corresponde el único de estos tipos de conocimiento que merece ser denominado «sabiduría».” (429a, p.216).

Nos encontrarnos otra vez, aunque no aparece el nombre, con la “virtud política” del debate entre Platón y Protágoras. La posición de Platón sigue siendo la misma: la “virtud política” reside en una minoría, la única capacitada para gobernar. Como hemos visto, esta idea constituye el núcleo de la crítica platónica de la democracia.

Luego de discurrir sobre la valentía y la moderación, otras dos virtudes del Estado ideal [15], Platón aborda la cuestión de la justicia. Luego de varias vueltas, termina por afirmar que “la justicia ha de consistir en hacer lo que corresponde a cada uno, del modo adecuado” (433b, p. 223). Un poco más adelante refuerza esta idea: “habría que convenir que la justicia consiste tanto en tener cada uno lo propio como en hacer lo suyo.” (434a, p. 224).

En otros términos, Platón considera que el Estado “justo” (el Estado ideal) es aquel en el que cada clase hace lo suyo, sin entrometerse en  las tareas de las otras. El Estado “injusto”, en cambio, es aquel en el que las clases se mezclan entre sí, sin respetar la jerarquía “natural”.

Para finalizar, ¿cuáles son las clases que distingue Platón? En la polis existen tres clases: guardianes, auxiliares y negociantes. Los primeros son los filósofos, pues ellos poseen el saber para gobernar; los segundos son los militares, encargados de la defensa de la polis; los terceros son los trabajadores (campesinos y artesanos). De este modo, el supuesto de Platón es una sociedad estratificada en tres grandes grupos sociales, entre los cuales existe una jerarquía “natural”, que no debe ser modificada por las instituciones sociales. Es por eso que la democracia era, para Platón, la peor de las abominaciones, pues permitía que las personas no calificadas para gobernar (la clase de los trabajadores) participaran de la toma de decisiones.

Para no hacer demasiado extensa esta clase corto aquí. En la próxima clase trabajaremos Aristóteles. Mientras tanto, irán recibiendo las primeras clases grabadas, que servirán de complemento y apoyo a lo dicho aquí.

 

 

Villa del Parque, miércoles 19 de agosto de 2020


NOTAS:

[1] Como es el caso de Protágoras.

[2] El estudiante interesado en esta cuestión puede consultar con provecho: Wood, E M. (2000). “El trabajo y la democracia antigua y moderna”. EN: Wood, E. M. (2000). Democracia contra capitalismo: La renovación del materialismo histórico. México D. F.: Siglo XXI. (p. 216). La misma autora señala: “No sería exagerado decir (…) que el carácter distintivo de la polis misma como forma de organización estatal radica precisamente en ello, en la unión del trabajo y la ciudadanía, y de manera específica en el ciudadano campesino.” (p. 219).

[3] En esta clase trabajé con la siguiente edición: Platón. (1985). Diálogos I: Apología, Critón, Eutifrón, Ión, Lisis, Cármides, Hipias Menor, Hipias Mayor, Laques, Protágoras. Madrid: Gredos. El Protágoras se encuentra en pp. 487-589 de dicha edición. En las citas textuales utilizo la numeración marginal clásica. Analizaremos una parte del debate entre Protágoras y Sócrates, aquella comprendida entre 319b y 328d. Platón adoptó el género literario del diálogo para exponer su pensamiento. En sus diálogos el protagonista suele ser su maestro, el también filósofo griego Sócrates (470-399 a. C.). Carlos García Gual  (n. 1943), filólogo y helenista español, traductor de la versión que empleo aquí, ubica al texto entre los Diálogos socráticos, que pueden datarse entre 393-388 a. C. y que corresponden al primer período de la producción platónica. El Protágoras es el último de dichos Diálogos. 

[4] Wood indica que “se presenta bajo una luz más o menos amable al sofista Protágoras desarrollando el único argumento sistemático a favor de la democracia que ha sobrevivido desde la Antigüedad.” (Wood, op. cit., p. 224). Otro argumento favorable a la democracia ateniense se encuentra en el Discurso fúnebre de Pericles (c. 495-429 a. C.), pronunciado por éste en homenaje a los primeros caídos en la Guerra del Peloponeso (431-404 a. C.). Ver Tucídides, Historia de la guerra de la Guerra del Peloponeso, Libro II, 35-46.

[5] La asamblea era la máxima autoridad en la democracia ateniense. Podían participar de ella todos los ciudadanos atenienses varones.

[6] Prometeo era en la mitología griega el titán amigo de los mortales, que robó el fuego a los dioses para entregárselo a los SH. Epimeteo era un titán, cuya cualidad principal era ver con retraso cosas que ya habían acontecido.

[7] El dios del fuego y de la forja en la mitología griega.

[8] Para los griegos, diosa de la guerra, la civilización, la sabiduría. También conocida como Palas Atenea.

[9] En la mitología griega es el dios que gobierna a los demás dioses.

[10] En el Olimpo (la morada de los dioses para los griegos), dios encargado de transmitir los mensajes de las deidades. También era dios del comercio y de los viajeros.

[11] Wood indica que Protágoras “demuestra (…) de qué manera la virtud puede ser una cualidad universal sin ser innata, y que debe y puede ser enseñada. Todos los que viven en una comunidad civilizada, especialmente en una polis, están expuestos desde su nacimiento al proceso de aprendizaje que imparte la virtud cívica; en el hogar, en la escuela, con reproches y castigos y, más que nada, por las costumbres y leyes de la ciudad, sus nomoi. La virtud cívica es al mismo tiempo aprendida y universal, de manera muy similar a lo que ocurre con la lengua materna. El sofista que, como Protágoras mismo, presume de enseñar la virtud no puede hacer otra cosa que perfeccionar este proceso continuo y universal, y un hombre puede poseer las cualidades de un buen ciudadano sin haber contado con la instrucción experta del sofista.” (Wood, op. cit., p. 225).

[12] Wood, op. cit., pp. 225-226. El autor mencionado en la cita es el historiador inglés Edward Palmer Thompson (1924-1993).

[13] Wood, op. cit., p. 227.

[14] Aquí utiliza la edición: Platón. (1988). Diálogos: IV. República. Madrid: Gredos. La traducción es de Conrado Eggers Lan. Quien esté interesado en una aproximación a la obra puede empezar por leer la introducción de la obra, redactada por Eggers Lan. En las citas utilizo la numeración marginal de la edición Gredos, a la que acompaño con el número de página de la mencionada edición.

[15] El Estado posee, según Platón, cuatro cualidades: sabiduría, valentía, moderación y justicia. Si posee todas estas cualidades, el Estado alcanza la “excelencia”.

jueves, 14 de mayo de 2020

DERECHOS HUMANOS, SOCIEDAD Y ESTADO CURSO 2020 – CLASE N° 4


“Dijo que recordaba al doctor Juan José Castelli, en el ejército del Alto Perú,
jurándole que un hombre libre es igual a otro hombre libre,
y que donde fuesen las armas de la libertad darían tierra,
pan, trabajo y escuelas a blancos, negros e indios.”
Andrés Rivera (1928-2016), escritor argentino.

Bienvenidas y bienvenidos a la cuarta clase de este curso.
Ante todo, pido disculpas por la demora. Escribo el texto de cada clase y eso lleva tiempo, dados los múltiples cursos que dicto a la vez. Prometo intentar presentar las clases en tiempo y forma. Veremos si soy capaz de cumplirlo.
Hoy nos toca examinar una parte del Libro II de la República del filósofo griego Platón (c. 427-347 a. C.). [1] Nuestro objetivo consiste en presentar la concepción platónica de la sociedad griega (la polis), sobre todo en lo que hace a las causas del conflicto social. Esto nos servirá para tratar la cuestión de la democracia, algo que haremos a partir de nuestro próximo encuentro. Además de la República, emplearé como material auxiliar el artículo de la historiadora canadiense Ellen Meiksins Wood (1942-2016), “El trabajo y la democracia antigua y moderna”. [2]
Pasemos ahora a la clase.

¿Por qué hablar de Atenas [3] y de las polis griegas en 2020, sobre todo en un curso dedicado a estudiar el Estado y la democracia? ¿Qué sentido tienen para nosotros las reflexiones acerca de la política formuladas por los filósofos griegos, quienes vivieron 2400 años?
Son preguntas pertinentes, que suelen hacerse los estudiantes, aunque no se animen a formularlas frente al profesor. Supongo que los alumnos de este curso no son la excepción; más de uno estará maldiciendo a las lecturas, a las clases, al profesor. Es un buen síntoma, pues puede ser indicador de un espíritu que se niega a aceptar sin más lo explicado y que necesita que se fundamente aquello que se enseña.
En verdad no tengo respuestas para esas preguntas (estoy tentado a decir que no tengo respuestas para casi nada). Sin embargo, podemos formular nuevas preguntas y, de ese modo, plantear de otro modo el problema del estudio de los griegos en particular y, más en general, de las sociedades precapitalistas. [4]
A la pregunta de ¿por qué hablar de Atenas y de las polis griegas en 2020? puedo responder preguntando a su vez: ¿Por qué no? Esta pregunta nos lleva a identificar la existencia de elementos comunes entre esa sociedad y la nuestra y, lo que es más importante todavía, la existencia de elementos y RS diferentes entre una y otra. Una de las principales dificultades del estudio de nuestra sociedad radica en que no conocemos otra forma de organización social, de modo que tendemos a ver como “natural” la manera en que vivimos. Esto puede llevarnos a pensar que el capitalismo, el mercado, el trabajo asalariado, existieron siempre y que cualquier otra forma de organizar la sociedad es inviable, porque iría en contra del “orden natural”. Si aceptamos este punto de vista, cuestiones tales como las desigualdades económicas, sociales, de género, etc., etc., pueden llegar a ser concebidas como “naturales”, lo cual equivale a decir, de un modo más sofisticado por cierto, cosas tales como: “pobres hubo siempre”.
Que Atenas y los filósofos griegos estén tan lejos de nosotros es una ventaja, pues esa distancia permite examinar desde lejos a nuestra sociedad. Tomar distancia y comparar. Comparar para comprender mejor nuestra forma de organización social, al confrontarla con otras formas muy diferentes.
Atenas era una polis, es decir, una forma específica de organización social precapitalista. Estaba constituida por una ciudad y por un territorio que rodeaba a aquélla, en la que vivían campesinos que trabajaban la tierra. Esos campesinos, a diferencia de lo que ocurría en buena parte del mundo antiguo, eran libres y participaban del gobierno de la polis: eran ciudadanos. La democracia ateniense se caracterizaba por un hecho inusitado: los trabajadores formaban parte del gobierno y participaban de la toma de decisiones. Estos campesinos-ciudadanos no elegían representantes, como lo hacemos nosotros, que dejamos en manos de éstos las tareas de hacer las leyes y gobernar, sino que eran el gobierno.
El órgano supremo de gobierno en Atenas era la asamblea. Podían participar de ella todos los ciudadanos. ¿Quiénes eran ciudadanos? Los hombres libres, atenienses y mayores de edad. Quedaban fuera de la ciudadanía las mujeres, los esclavos, los extranjeros. Esto es bien conocido y ha llevado a que muchos califiquen a Atenas de “democracia esclavista”, poniendo el acento en el hecho de que quienes realizaban la mayoría de los trabajos (los esclavos) estaban excluidos de la ciudadanía.
Sin embargo, la caracterización anterior es incorrecta por dos razones. En primer lugar, el grueso de los trabajos agrícolas y urbanos era realizado por trabajadores libres (campesinos y artesanos) y no por esclavos. En segundo lugar, esos trabajadores libres eran ciudadanos con plenos derechos y participaban de la asamblea. Esto último marca una diferencia fundamental no sólo con el resto de las sociedades precapitalistas, sino también con nuestra sociedad, en la que los trabajadores eligen representantes, pero no participan de ninguna de las decisiones del gobierno.
La democracia ateniense estaba basada en la figura del trabajador ciudadano (campesino o artesano), que participaba directamente en el gobierno.
E. M. Wood sintetiza así la especificidad del régimen democrático en Atenas:
“Los griegos no inventaron la esclavitud, pero en cierto sentido inventaron la mano de obra libre. Aunque la esclavitud creció en proporciones sin precedentes en la Grecia clásica y sobre todo en Atenas, en el mundo antiguo no había nada novedoso en el trabajo obligatorio o en la relación entre el amo y el esclavo. Pero el trabajador libre que disfrutaba el estatus de ciudadano en una sociedad estratificada, específicamente el ciudadano campesino, con la libertad jurídica/política que esto implicaba y la liberación de diversas formas de explotación mediante la coerción directa por parte de los terratenientes o los Estados, fue sin duda una formación distintiva y que señalaba una relación única entre las clases apropiadoras y las productoras.” [5]
Cabe recordar que las clases dominantes en las sociedades precapitalistas mantenían su estilo de vida, sus lujos, sus castillos y viviendas, apropiándose el excedente de la producción de los campesinos mediante el uso de la violencia física. Esa dominación era personal: un señor feudal gobernaba a decenas y cientos de familias campesinas, y ese señorío se transmitía a sus hijos, que gobernaban a las mismas familias campesinas.
En las sociedades precapitalistas la dominación era personal.
El carácter personal de la dominación implicaba que nadie (ni los señores feudales ni los campesinos) podía salir de su condición de nacimiento. El señor feudal nacía señor feudal en el seno de una familia noble. El campesino nacía campesino en el seno de una familia campesina. Ni el señor feudal ni el campesino podían cambiar su condición social a lo largo de la vida. Esto es bien diferente del capitalismo, donde la posesión de dinero, de mucho dinero, convierte a un trabajador en capitalista (si se decide a explotar a trabajadores asalariados).
Durante toda su vida el campesino x debía pagar tributo al señor feudal y. El Estado (generalmente la monarquía) era propiedad de la clase feudal; es decir, siempre estaba a cargo de un miembro de la nobleza. El rey era primus inter pares (primero entre pares). La función del Estado era asegurar la apropiación del excedente campesino por la nobleza y, a su vez, sacar su propia tajada de esa apropiación vía impuestos y tributos. El Estado aplastaba las rebeliones campesinas y organizaba expediciones de saqueo o conquista contra otros países. Los campesinos y artesanos no podían tener voz y voto en ese Estado, pues ello habría debilitado la dominación de la clase feudal.
Lo anterior permite comprender el carácter peculiar de la democracia ateniense, en tanto incluía al ciudadano trabajador (y lo incluía en la toma de todas las decisiones importantes de gobierno).
E. M. Wood afirma lo siguiente:
“El estatus de que gozó el trabajo libre de la Atenas democrática no tiene ningún precedente y no ha sido igualado desde entonces. El ciudadano campesino de la Antigüedad clásica representa una forma social única que, en grados variables, es una característica de la sociedad tanto griega como romana, pero que en ningún lugar se desarrolló tanto como en la democracia ateniense.” [6]
No podemos desarrollar aquí el proceso histórico que terminó con la instauración y consolidación de la democracia en Atenas. Basta con señalar que la democracia fue el resultado de un proceso de lucha de clases entre la nobleza ateniense (las familias propietarias de las mayores extensiones de tierra) y los campesinos, y que en el curso de esa lucha los campesinos demostraron la suficiente capacidad de organización para imponerse al poder de las familias aristocráticas.
La democracia fue combatida por la mayoría de los filósofos [7]; entre ellos, el más conocido es Platón. La filosofía adoptó esta actitud de rechazo a la democracia porque este régimen presuponía la igualdad de los SH (entendida aquí como igualdad entre los varones que gozaban de la condición de ciudadanos). La filosofía, en cambio, apoyaba la tesis de la desigualdad esencial de los SH. [8] Desde la perspectiva de los filósofos la democracia era sencillamente inaceptable. Platón desarrolló de manera consecuente esa perspectiva.
“Para decirlo lisa y llanamente, la división entre dirigentes y productores es el principio fundamental de la filosofía de Platón, no sólo de su pensamiento político sino también de su epistemología. En su obra podemos apreciar en toda su plenitud el estatus del trabajo en la democracia ateniense. (…) Los escritos de Platón son (…) una negación deliberada de la cultura democrática.” [9].
República contiene lo fundamental de los argumentos platónicos contra la democracia ateniense. En ella se encuentra el “mito de los metales”, con su justificación de la desigualdad humana, y la propuesta del gobierno de los filósofos, los únicos capacitados para gobernar porque son los únicos que poseen la sabiduría para hacerlo. Pero también contiene el diagnóstico de la situación social de Atenas, causa del surgimiento del régimen democrático y de la crisis de la polis. Dicho diagnóstico, que se encuentra contenido en el Libro II de la obra, incluye varias observaciones de importancia para los fines de nuestro curso. [10]
Ante todo, Platón consideraba que la democracia era la expresión de la crisis de la polis. [11] Como ya dijimos, la polis era una organización económica, social y política. Los griegos no concebían la vida fuera de la polis; de ahí que el destierro fuese una pena terrible en Atenas. Demócratas y aristócratas coincidían en la centralidad de la polis en la vida de los individuos; diferían, en cambio, respecto a la forma de organización política que debía tener ella.
Platón desarrolló una crítica sistemática de la democracia. Esa crítica se sustentó en un análisis de la organización social ateniense; una parte sustancial del mismo se encuentra en el Libro II. Aquí no podemos desarrollar toda la riqueza del texto; nos limitaremos a comentar los aspectos fundamentales del mismo.
El texto que tienen en sus manos (o en sus pantallas) puede dividirse en tres partes: a) los fines de la sociedad; b) la exposición de las características del Estado “sano”; c) las características del Estado “enfermo” (y las razones por las que se pasa de una a otra forma de Estado).
a)  El origen y los fines de la sociedad:
Para empezar, es necesario aclarar una confusión que surge del texto de la República. Platón habla constantemente de Estado en vez de sociedad [12], cosa que lleva a confusiones, porque históricamente existieron sociedades sin Estado. La sociedad preexiste al Estado.  La existencia del Estado implica que las relaciones entre grupos sociales se han vuelto conflictivas, a punto tal que se vuelve necesaria la existencia de una institución que asegure la dominación de la clase dominante. Esa institución (o conjunto de instituciones cuan la sociedad se vuelve más compleja) es el Estado.
Una vez dicho lo anterior, aclaro que en esta clase utilizo el término Estado como sinónimo de sociedad.
Platón sostiene que la sociedad surge para satisfacer las necesidades de las personas. [13] Esta afirmación parece presuponer la existencia de una situación en la que no hay Estado, porque cada persona produce todo lo que necesita para sí misma. A la luz de lo visto hasta ahora podemos discutir la afirmación platónica. Los SH somos seres sociales, es decir, vivimos en sociedad, necesitamos relacionarnos con otros individuos para vivir. La vida humana es imposible fuera de la sociedad. De modo que la afirmación platónica es errónea.
Una vez aceptado el carácter esencialmente social de los SH podemos pasar adelante. La vida en sociedad supone la existencia de alguna forma de DT; una persona no puede realizar por sí misma todas las tareas (cazar y/o cosechar, confeccionar su ropa, construir su casa, elaborar todas las materias primas y utensilios necesarios para la vida cotidiana, etc.), pues ello significaría una gran pérdida de tiempo. Es por eso que las tareas se dividen al interior de cada sociedad: algunas personas se dedican a producir alimentos, otras a confeccionar vestimentas, etc., etc.
Platón describe el desarrollo de la DT al interior de la polis. Comienza enumerando los oficios que sirven para satisfacer las necesidades básicas (comer, vestirse, tener un lugar donde habitar, etc.) e indica que la DT permite producir más en menor tiempo (mayor productividad).
“La primera y más importante de nuestras necesidades es la provisión de alimentos con vistas a existir y a vivir. (…) La segunda de tales necesidades es la vivienda y la tercera la vestimenta”. [14]
En este sentido, el núcleo de la vida social es la satisfacción de necesidades. Esto va en línea con lo dicho al principio de la cursada, cuando dijimos que el proceso de producción era la llave para la comprensión de la sociedad. Platón es enfático al respecto, al Estado “lo forjarán nuestras necesidades”. [15]
Con la expansión de la DT se satisfacen mejor las necesidades de más personas. Se llega así a lo que Platón denomina un “Estado sano”, en el que cada persona obtiene lo necesario para vivir.
b)  El Estado “sano”:
Es aquella etapa de la polis en la que existe equilibrio entre la producción de bienes y la satisfacción de necesidades. Las personas no desean más porque tienen lo que necesitan y no conocen todavía el lujo ni las riquezas. El mencionado equilibrio entre producción y consumo se basa en el hecho de que la polis produce casi todo lo que necesita; en otras palabras, la polis es autárquica, se autoabastece.
El conflicto social no existe, pues las personas están satisfechas. Uno de los interlocutores de Sócrates en el diálogo califica de “un Estado de cerdos” [16] a esta situación, porque las personas se alimentan de manera frugal, consumiendo alimentos sencillos.
El equilibrio existente en el Estado “sano” implica la existencia de una jerarquía entre los individuos. Esto significa que éstos no son iguales, sino que desempeñan tareas diferentes a partir de constituciones naturales que son diferentes. Para Platón la DT se desarrolla a partir de la existencia previa de disposiciones “naturales” diferentes; en otras palabras, la DT surge para satisfacer mejor las necesidades humanas, pero se basa en la NH, que es desigual entre los individuos. O, dicho más claro, somos desiguales por naturaleza.
Veamos, por ejemplo, cómo describe Platón a los trabajadores:
“Hay aún otros tipos de servidores que no son muy valiosos para nuestra sociedad en inteligencia pero que poseen la fuerza corporal suficiente para las tareas pesadas. Porque ponen en venta el uso de su fuerza y denominan «salario» a su precio son llamados «asalariados».” [17]
En otras palabras, las personas que son forzudas pero poco inteligentes (y estas condiciones vienen de nacimiento) están destinadas a ser trabajadores, porque harían mal cualquier otra tarea. Platón afirma así la existencia de un orden “natural”, basado en la NH. Ese orden es jerárquico, implica que hay personas que deben gobernar mientras otras se ocupan de trabajar. Nosotros ya examinamos “el mito de los metales”, así que no es necesario decir más al respecto.
Todo lo anterior permite aseverar que Platón piensa que gobierno debe estar en manos de los filósofos, porque ellos poseen el saber para hacerlo. Los gobernantes deben procurar mantener la ausencia de conflicto, y para ello es imprescindible evitar el aumento de la riqueza en la sociedad.
c)  El Estado “enfermo”:
Una vez esbozadas las características del Estado “sano”, Platón pasa a describir al Estado “enfermo”. La pregunta que surge inmediatamente es ¿por qué se pasa de un Estado a otro? La respuesta es el surgimiento de nuevas necesidades, las que no pueden ser satisfechas con los productos de la polis y requieren el desarrollo del comercio.
Platón no indaga en las causas de esas nuevas necesidades. Le basta con afirmar que esto es así, y luego pasa a examinar los efectos del comercio. En principio, éste surge entre las distintas sociedades, que intercambian aquello que producen en exceso. Ahora bien, la expansión del comercio genera el surgimiento de la clase de los mercaderes y de toda una serie de oficios relacionados, como por ejemplo los marinos y los constructores de barcos. Se profundiza así la DT. Todo ello hace que la sociedad se vuelva más compleja y que, en su interior, algunas personas comiencen a acumular más riqueza que otros. Los mercaderes obtienen pingües beneficios del tráfico comercial con otras regiones, y eso hace que se enriquezcan.
La acumulación de riquezas profundiza, a su vez, la DT, pues aparecen oficios vinculados con la satisfacción de las necesidades de los ricos (por ejemplo, los joyeros, los perfumistas). Cuanta más rica es una polis, mayor es la DT. Crece la población y se expanden las necesidades, que ya no pueden ser satisfechas con lo producido en el territorio. Comienzan las expediciones de conquista, dirigidas a saquear otras polis o, lisa y llanamente, a apoderarse de nuevos territorios.
Surge la guerra y con ella la necesidad de mantener un ejército, ya sea para la defensa, ya sea para emprender conquistas. A su vez, el éxito en las conquistas y la expansión territorial profundizan la acumulación desigual de riquezas al interior de la polis. Terratenientes, comerciantes, militares afortunados, todos ellos pasan a tener mucho más que el resto de la población. En el otro extremo de la pirámide social surgen los esclavos.
La desigualdad de riqueza, las guerras, producen nuevos conflictos en la polis. Se llega así a la situación del Estado “enfermo”. Por eso Platón termina el Libro II dedicándose al examen de las características que tienen que tener los guardianes y a la censura a los poetas.
En la próxima clase veremos cómo Platón sostiene que la democracia potencia todos los males sociales. A la vez, analizaremos los argumentos de los demócratas. Para ello trabajaremos una parte del Protágoras de Platón. Por supuesto, les enviaré una copia del texto vía correo electrónico.


Villa del Parque,  jueves 14 de mayo de 2020

ABREVIATURAS:
DT = División del trabajo / NH = Naturaleza humana / RS = Relaciones sociales / SH = Seres humanos

NOTAS:
[1] Utilizo la traducción española de Conrado Eggers Lan: Platón. (1988). Diálogos IV: República. Madrid, España: Gredos.
[3] Wood, E M. (2000). “El trabajo y la democracia antigua y moderna”. EN: Wood, E. M. (2000). Democracia contra capitalismo: La renovación del materialismo histórico. México D. F.: Siglo XXI. (pp. 211-237).
[3] La referencia a Atenas se fundamenta en el hecho de que fue la polis griega (utilizo aquí este término como sinónimo de ciudad-Estado) en la que alcanzó mayor desarrollo la democracia. Grecia era en la Antigüedad un mosaico de polis grandes, medianas y pequeñas, que nunca conformaron una unidad política. En ese mosaico había realidades sociales y políticas diferentes. El caso más conocido es el de Esparta, la polis más fuerte en términos militares, que se enfrentó a Atenas en la guerra del Peloponeso (431-404 a. C.), resultando victoriosa.
[4] Para las sociedades precapitalistas ver: Mayo, A. (2015). La ideología del conocimiento. Buenos Aires: Jorge Baudino. (Cap. 1).
[5] E. M. Wood, op. cit., p. 211.
[6] E. M. Wood, op. cit., p. 216.
[7] Una parte de los filósofos, básicamente algunos sofistas, apoyaron el régimen democrático. En la próxima clase examinaremos el argumento a favor de la democracia del más conocido de los filósofos sofistas, Protágoras (c. 485-c. 411 a. C.).
[8] Dedicamos la clase N° 3 del curso al análisis del “mito de los metales”, fragmento de la República de Platón, en donde se expone la tesis de la desigualdad de los SH.
[9] E. M. Wood, op. cit., pp. 222-223.
[10] Platón. (1988). Diálogos IV: República, op. cit., pp. 121-146.
[11] Por supuesto, los demócratas tenían una opinión bien diferente a la de Platón. Esto se verá cuando trabajemos el Protágoras, diálogo de Platón en el que éste expone el argumento del filósofo sofista sobre la democracia.
[12] No sé griego antiguo y mucho menos soy filólogo; por tanto, no puedo entrar en el tema de cuál es el término griego que utiliza Platón para designar al Estado (y si esa palabra admite múltiples acepciones). Prefiero concentrarme en lo importante para este curso, es decir, la teoría social de Platón. En este sentido, acepto la palabra utilizada por C. Eggers Lan, el traductor, y empleo el término ‘Estado’ como sinónimo de sociedad.
[13] “El Estado nace cuando cada uno de nosotros no se autoabastece, sino que necesita de muchas cosas”. (Platón, República, op. cit., p.121.
[14] Platón, República, op. cit., p. 122.
[15] Platón, República, op. cit., p. 122.
[16] La calificación es obra de Glaucón. Ver Platón, República, op. cit., p. 127.
[17] Platón, Republica, op. cit., p. 126.