“Y cuando el buey agotado
todo el
trabajo hubo hecho,
aramos dijo el mosquito,
muy orondo y
satisfecho”
Hernán Brienza,
editorialista político del diario Tiempo Argentino, nos ofrece en su artículo
“Los dilemas de la CGT” una clase de “realismo político”, tal como lo entiende
hoy día el “kirchnerismo”. La excusa es la división de la CGT (Confederación
General del Trabajo) entre el sector liderado por Hugo Moyano y la pléyade de
dirigentes sindicales más o menos acomodados con el gobierno de Cristina
Fernández.
Pido disculpas a los
lectores, aunque no me corresponde a mi hacerlo, por el tono presuntuoso que se
desprende de las citas de Brienza, pero deben comprender que la “alta política”
esbozada por este señor no es materia sencilla para los mortales que sufren la
realidad a diario.
Desde el comienzo,
Brienza muestra que sólo se preocupa por las cosas “importantes” y que le
preocupa un bledo la situación de los trabajadores. Así procede un verdadero
“realista” de la política:
“Y como no hay mal que
por bien no venga, el berrinche de Hugo Moyano de las últimas semana sirve,
claro, para detenerse a revisar qué tipo de sindicalismo queremos los
trabajadores argentinos y, sobre todo, qué estrategias sindicales, políticas,
nacionales, pueden darse a sí mismas, no las agrupaciones de representación
minoritarias, sino las formaciones gremiales con vocación mayoritaria.”
¡Clarísimo! Brienza
no está para cosas chiquitas, tales como construir pacientemente organizaciones
de trabajadores que no transen con la patronal. ¡No!, eso cosa propia de la
“paleo-izquierda” (Horacio Verbitsky), que en este siglo XXI sigue pensando que
existe la explotación de los trabajadores, y no de los periodistas
consustanciados con la “causa nacional y popular” como el señor Brienza. Así
que nada de agrupaciones de “representación minoritaria” que no le interesan a
nadie. Vamos con las “formaciones gremiales con vocación mayoritaria”. Es
cierto que este cuento tiene algunas fallas, tales como el hecho de que las
“formaciones gremiales con vocación mayoritaria” se preocupan todo el tiempo
por denunciar a los trabajadores que osan enfrentar a las patronales por
salarios y demás condiciones laborales. Como los trabajadores saben (los
trabajadores de carne y hueso, no los que practican el “realismo político”) los
sindicatos están en connivencia con las empresas y recurren a todos los
recursos a su alcance (incluyendo la intervención de las simpáticas barras
bravas para “persuadir” a los opositores). La CGT puede dividirse y los
dirigentes de las “formaciones gremiales con vocación mayoritaria” dedicarse al
“rosqueo” sistemático, pero de ninguna manera una “agrupación minoritaria”
puede pretender desafiar el régimen de lista única existente en los sindicatos.
A este comportamiento “democrático” Brienza lo define como “vocación
mayoritaria”.
Apaleados los
opositores (¿recuerda Brienza el caso de Mariano Ferreyra, asesinado por las
“formaciones gremiales con vocación mayoritaria”?) y establecido el régimen de
lista única, el señor Brienza puede dedicarse a… contar los porotos, esto es, a
practicar el “realismo político”.
“Ya es tiempo de dejar
atrás el debate sobre la equivocación estratégica del líder de la CGT y pensar
en los futuros reacomodamientos y, sobre todo, en el rol fundamental que
deberán cumplir en los próximos años en el sostén de un modelo económico basado
en los sectores productivos.”
Ya estamos en el
terreno de la “alta política”. Pero para contrarrestar la tendencia del señor
Brienza a volar por las nubes, es conveniente recurrir al testimonio de algunos
exponentes de la “paleo izquierda”, con el objeto de poder caracterizar el
modelo económico al que deben sostener las “formaciones gremiales con vocación
mayoritaria”.
En primer lugar, cedo
la palabra a la señora presidenta Cristina Fernández:
“Yo quiero dirigirme a todos los argentinos para
decirles que hay 9 millones de argentinos registrados, tenemos un 32 por ciento
que está sin registro, trabajo en negro, más un 7 por ciento de desocupación
porque está muy en boga este tema del impuesto a las ganancias, que en realidad
más que impuesto a las ganancias es un impuesto a los altos ingresos, que
existe en todas partes del mundo. Y yo quiero decirles que de acuerdo con
nuestros archivos, a la información que contiene el SIPA, que tiene la AFIP,
solamente de esos 9 millones 159 mil el 19 por ciento paga impuesto a las
ganancias o a los altos ingresos; el 81 por ciento de los trabajadores no llega
a los mínimos no imponibles, estoy hablando de los registrados. Vuelvo a reiterar:
tenemos un 32 en negro y un 7 por ciento de desocupados que están cubiertos con
la Asignación Universal por Hijo que cubre a 3.800.000 pibes y 1.800.000
familias. Estoy hablando de los que tienen la suerte de tener trabajo, obra
social y jubilación asegurada, PAMI, etcétera.” (Palabras de la Presidenta en el lanzamiento de un nuevo plan de créditos para jubilados (ARGENTA), 26 de junio de 2012.)
A continuación, cito
el testimonio del periodista Alfredo Zaiat:
“Los niveles de pobreza
siguen siendo significativos, la informalidad laboral alcanza a un tercio de la
población y aún persisten importantes bolsones de desigualdad. El déficit
habitacional es agudo, un porcentaje de la población no accede a infraestructura
básica de servicios esenciales y todavía existen sustanciales brechas
educativas según estratos socioeconómicos. El desempleo y el subempleo
involucran al 14,5 por ciento de la población económicamente activa, el
regresivo Impuesto al Valor Agregado se ubica en un elevado 21 por ciento y las
jubilaciones mínimas son insuficientes. Este marco general convive con años
donde han avanzando indicadores sociales, económicos y laborales, mejoraron las
condiciones materiales de los trabajadores y a la vez se revirtió la tendencia
negativa en la distribución del ingreso, ganando posiciones los sectores
postergados por décadas. Esto significa que pese a la recomposición de la
situación sociolaboral aún se mantienen rasgos estructurales de profunda
desigualdad.”( Página/12, 1 de julio de 2012 )
No creo que el señor
Brienza se atreva a acusar a Cristina Fernández o a Alfredo Zaiat de
partidarios de las agrupaciones de “representación minoritaria”. De modo que
tendría que estar anoticiado de que el modelo de acumulación imperante no
ofrece solamente rosas a los trabajadores. Pero nada de esto preocupa al señor
Brienza. La explotación o la emancipación de los trabajadores son cosas del
precámbrico. Ahora la “política realista” pasa porque los trabajadores se
dediquen a apuntalar a…los patrones.
Cedo otra vez la
palabra a nuestro “realista”:
“Y como telón de fondo, lo
verdaderamente importante: el rol importantísimo que deberá cumplir el
movimiento obrero organizado como sostén fundamental –porque a juzgar por los
resultados mostrados por la siempre flácida burguesía nacional− del modelo
productivo nacional. Porque de eso se trata: una vez más, los trabajadores van
a ser los únicos responsables de mantener sus propias fuentes de trabajo porque
–como algunos ejemplos así lo indican− muchos empresarios van a defeccionar de
su rol como clase dirigente en los momentos de crisis.”
¿No será mucho?
Lejos
de cualquier veleidad de “emancipación nacional y social”, Brienza plantea que:
a) vivimos en una economía capitalista y que la clase dirigente es la burguesía
(los empresarios); b) los trabajadores tienen que dedicarse a trabajar y, a lo
sumo, conseguir una mejor posición en la venta de su fuerza de trabajo (mejores
salarios), pero sin ofender al patrón. Todo esto era conocido desde la época de
los dinosaurios, incluido el antiquísimo lamento sobre la “incapacidad” de la
burguesía “nacional”. Sin embargo, el señor Brienza llega al colmo de la
desvergüenza (perdón, del “realismo”) cuando sostiene que son los trabajadores
quienes tienen que preservar sus fuentes de trabajo. ¿Qué puede significar esto
en un contexto de crisis como el actual? Nada más ni nada menos que trabajar
sin chistar, aceptando todo lo que proponga la patronal. A esto se reduce la
sabiduría política que el señor Brienza predica a los trabajadores.
¿Quedó alguna duda?
Nuestro autor se ocupa de despejarla en el siguiente párrafo:
“El modelo económico
–sacudido por la crisis internacional− necesita de un estado –¿y por qué no un
Estado?− de compromiso en el cual empresarios y trabajadores moderen sus
ambiciones en la puja distributiva. ¿Serán capaces los empresarios argentinos
de calmar su voracidad? No, seguramente no. Será el Estado, entonces, el
encargado de controlar las ganancias de los capitalistas marcándoles, a través
de la presión impositiva –que incluya una reforma progresiva, también− e
incentivos particulares y sectoriales, los márgenes de ganancia y de
distribución de los excedentes. La CGT deberá ser, entonces, un ariete contra
la codicia de los empresarios –industriales y (fundamentalmente)
agroexportadores− pero nunca un factor de desestabilización del propio modelo.
Y mucho menos llevar adelante medidas de fuerza irracionales que terminen
favoreciendo a los sectores empresariales.”
El Estado, que como
todos sabemos “nunca ha favorecido a los empresarios” (¡Líbrenos dios de pensar
que es un Estado de la clase dominante!), debe regular las relaciones entre
empresarios y trabajadores. Esto significa que los empresarios serán
reconvenidos a moderar sus ganancias, pero no mucho, no vaya a ser que dejen de
invertir. (De paso, hay que decir que esto implica aceptar la vigencia de la
explotación de los trabajadores, aunque el “realista” Brienza seguramente
piensa que hablar de explotación es absolutamente utópico y ridículo). Esto
significa que los trabajadores tienen que aceptar los ofrecimientos de aumentos
de salario de la patronal y no exigir una recomposición del salario real. El
Estado, en esta relación, tiene que refrendar el hecho de que unos nacen para
mandar y otros para laburar. Y aquí termina la cosa. Si hay quejas, seguramente
serán motivadas por las “agrupaciones minoritarias”, que, como todos sabemos,
no pinchan ni cortan en el mundo laboral.
Amigo lector: tal vez
piense que los dichos de Brienza son un poco increíbles o que exageré
deliberadamente la nota. Dejo entonces, para su solaz, esta frase de Brienza
que no tiene desperdicio:
“…se sabe, mientras no se invente “Un
mundo feliz”, el trabajo es la única herramienta que tiene el laburante para
pelearle a la pobreza a la que lo condena el capitalismo, y más precisamente el
capitalismo neoliberal.”
O sea que el
capitalismo condena a los trabajadores a la miseria…, pero no es “realista”
pensar en organizarse para combatirlo. Lo único que puede hacer usted, amigo
lector, es trabajar mucho, acostarse temprano y dejar de pensar en tonterías. No
en vano nuestro autor invoca la figura de Augusto Timoteo Vandor al momento de
referirse a un sindicalismo “realista”.
…Hace mucho tiempo,
los trabajadores pensaban que las “únicas herramientas para pelearle a la
pobreza” eran la organización y la lucha. Es muy probable que si se hubiera
impuesto el “realismo” de los Brienza jamás hubiera habido, por ejemplo, un 17
de octubre de 1945, porque los trabajadores se hubieran dedicado a laburar en
vez de marchar sobre Plaza de Mayo. Toda una paradoja del “realismo político”.
Buenos Aires, domingo
8 de julio de 2012