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jueves, 17 de septiembre de 2020

INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA CURSO 2020 – CLASE N° 11: MARX

“No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino,

por el contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia.

Karl Marx (1818-1883)

 



Bienvenidas y bienvenidos a la undécima clase del curso.

Hoy nos corresponder culminar nuestra brevísima revisión del marxismo. Para ello utilizaremos el Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política, uno de los textos más conocidos de Karl Marx (1818-1883). [1] Redactado en Londres en enero de 1859, constituye la primera exposición pública de los principios fundamentales del materialismo histórico, luego de Miseria de la Filosofía (1847) y del Manifiesto Comunista (1848). [2]

Por su corta extensión, el Prólogo ha sido empleado muchas veces como introducción al pensamiento de Marx, sin tener en cuenta las dificultades que presenta su lectura (dificultades que, a nuestro juicio, obedecen principalmente al carácter esquemático del texto, consecuencia de la mencionada brevedad). Antes de pasar al análisis del texto, conviene adelantar que su contenido esencial radica en la tesis que afirma que las ideas no son el motor de la historia sino que, por el contrario, se encuentran condicionadas por las relaciones que entablan los seres humanos al encarar la reproducción de sus condiciones de existencia en el proceso de trabajo. La crítica (necesaria) de las ambigüedades y problemas del Prólogo no debe ocultar, sin embargo, la importancia primordial del contenido de la tesis mencionada. Sin el reconocimiento del carácter condicionado (no absoluto) de las ideas es imposible formular una verdadera ciencia de la sociedad. En este sentido, la tesis marxiana puede utilizarse contra las interpretaciones posmodernas de las ciencias sociales, las cuales equiparan la ciencia a un relato, como si la ciencia se encontrara al mismo nivel que la literatura.

Sin más, pasemos a la clase.


El lector del Prólogo encontrará en el texto las siguientes cuestiones:

1.   Una autobiografía intelectual. Luego de presentar el plan general de su crítica de la economía política, Marx explica su camino desde la filosofía hasta la economía. No considero necesario ahondar en esta parte del Prólogo, pues quien esté interesado sacará mayor provecho de la lectura directa del texto que de un comentario. No obstante, merecen mencionarse algunos temas.

Es habitual referirse al Marx de juventud como alguien concentrado en la filosofía. Pero al momento de confeccionar su autobiografía, prefirió destacar su paso por el Derecho:

“Mi carrera profesional ha sido la jurisprudencia, aunque sólo la he ejercido como disciplina subordinada, junto a la filosofía y a la historia.” (p. 3).

La afirmación es curiosa. Marx efectivamente inició estudios universitarios de Derecho. Ésta fue la carrera que eligió luego de egresar del Gymnasium [3]. Pero pronto dejó los estudios jurídicos, para abocarse a la Filosofía, graduándose finalmente de Doctor en dicha materia. Hasta donde sé, Marx jamás ejerció la Jurisprudencia como profesión.

La autobiografía es “intelectual” de un modo unilateral. Marx no menciona en ningún lugar la influencia que ejerció el movimiento obrero (en especial el francés) sobre el desarrollo de sus ideas. En el período de pasaje de la democracia radical al socialismo, el influjo de la rebelión de los tejedores de Silesia (1844), el contacto con los obreros franceses en París y las referencias al cartismo inglés brindadas por Friedrich Engels (1820-1895), fueron factores decisivos. En el Prólogo Marx presenta las cosas como si el materialismo histórico hubiera brotado exclusivamente del gabinete de estudio.

Por último, así como deja en la oscuridad la cuestión de sus relaciones con el movimiento obrero, Marx enfatiza su trabajo como periodista, cuestión que suele ser dejada de lado por los comentaristas de su obra. Dos ejemplos tomados del texto:

“Durante los años 1842-1843, en mi carácter de director de la Neue Rheinische Zeitung, me vi por vez primera en el compromiso de tener que opinar acerca de lo que han dado en llamarse intereses materiales.” (p. 3).

“Mi colaboración, que ya lleva ocho años, con el primer periódico anglo-americano, el New York Tribune, tornó necesaria una extraordinaria fragmentación de los estudios, puesto que sólo por excepción me ocupo de correspondencia periodística propiamente dicha. Sin embargo, artículos relativos a notables acontecimientos económicos en Inglaterra y en el continente constituían una parte tan significativa de mis contribuciones que me vi forzado a familiarizarme con detalles prácticos situados fuera del ámbito de la ciencia de la economía política propiamente dicha.” (p. 7).

De los pasajes citados se desprende que Marx atribuía gran importancia a su labor periodística. Esto es de utilidad al momento de evaluar el lugar que ocupan en la producción marxiana los numerosos textos periodísticos.

A continuación, Marx presenta una versión resumida de su teoría de la sociedad:

2.   El Derecho y las formas políticas (como, por ejemplo, la organización constitucional de un Estado) no son autónomos, no surgen a partir de principios propios o de normas trascendentes a la sociedad. Su naturaleza y forma dependen de las relaciones sociales que entablan los seres humanos en el proceso de producción. Al respecto, el pasaje clave es el siguiente:

“Mi investigación desembocó en el resultado de que tanto las condiciones jurídicas como las formas políticas no podían comprenderse por sí mismas ni a partir de lo que ha dado en llamarse el desarrollo general del espíritu humano, sino que, por el contrario, radican en las condiciones materiales de vida” (p. 4).

Este es el punto de partida de Marx. El énfasis en el estudio del proceso de producción se comprende desde la certeza de que los SH son lo que hacen y no lo que dicen de sí mismos. Esto, y no otra cosa, es el materialismo de Marx. Dicho en otros términos, el marxismo sólo puede comprenderse a partir del reconocimiento de que es imposible una filosofía autónoma, es decir, una filosofía independiente de las condiciones materiales de vida de los individuos. Por eso, antes de entrar en el debate acerca de si Marx era determinista económico, si era partidario de una teleología economicista, etc., etc., hay que tener presente que su materialismo no es nada más (pero tampoco nada menos) que el reconocimiento de que los SH son en la medida en que hacen. La centralidad de la producción se fundamenta en que es el proceso de trabajo el que permite la reproducción de la sociedad en su conjunto.

3.   En el proceso de producción de su existencia, los SH establecen relaciones sociales independientes de su voluntad. Es en este sentido que cabe decir que las relaciones sociales son “independientes” de las personas. Desde que nacemos todos nos enfrentamos a una realidad que no hemos creado, y que se nos impone a través de una infinidad de mecanismos que se encuentran más allá de nuestro control. El sociólogo francés Emile Durkheim (1858-1917) vio esto cuando sostuvo que la necesidad se manifiesta como coerción, como resistencia a nuestra voluntad. Esta independencia de las relaciones sociales respecto a los individuos es la base de las regularidades verificables de los hechos sociales y, por tanto, contiene en sí la posibilidad misma de las ciencias sociales. Aquí el pasaje fundamental es el siguiente:

“En la producción social de su existencia, los SH establecen determinadas relaciones, necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un determinado estadio evolutivo de sus fuerzas productivas materiales.” (p. 4).

La primera parte de este pasaje no admite mayor discusión si se acepta el punto de partida esbozado en el punto anterior. Puesto que las ideas son inseparables de las condiciones materiales de vida, es claro que la voluntad humana no puede crear de la nada las relaciones sociales. Afirmar lo contrario haría imposible toda forma de análisis científico de los procesos sociales, pues implicaría postular que todo es posible en todo momento. Ahora bien, la segunda parte de este pasaje, la referida a la existencia de una correlación entre relaciones de producción y “estadio evolutivo” de las fuerzas productivas, presenta dificultades que son examinadas en el punto siguiente.

4.   Las relaciones sociales que se establecen en el proceso de trabajo son también “necesarias”, es decir, mantienen una correspondencia con el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. Marx establece un matiz diferente a la noción de “independencia” desarrollada en los puntos 2 y 3, pues aquí no se trata de que las relaciones sociales existan independientemente de la voluntad de los individuos (por lo menos de la voluntad individual, no organizada políticamente), sino de que las relaciones sociales están determinadas exclusivamente por factores materiales (no humanas). Marx promueve esta interpretación al agregar que se refiere aquí a las “fuerzas productivas materiales”. Si esto es así, poco o nada es lo que pueden hacer los revolucionarios para transformar la realidad. En definitiva, sólo los ingenieros y los tecnólogos tendrían esta potestad, pues serían los únicos facultados para crear nuevas fuerzas productivas.

Este determinismo por las fuerzas productivas predomina en el Prólogo de 1859 y es fuente permanente de malentendidos acerca del carácter de la teoría de Marx. Aquí no podemos profundizar en la discusión pertinente, pero sí cabe indicar que en ninguna parte del Prólogo define concretamente que entiende por fuerzas productivas. La cuestión se vuelve aún más interesante si se tiene en cuenta que en Miseria de la Filosofía Marx había afirmado que los seres humanos eran la principal fuerza productiva. [4] En el texto que estamos analizando, remarca en todo momento que se trata de “fuerzas productivas materiales”.

 

5.   Derivado del punto anterior, está la concepción de la revolución social que aparecen en el Prólogo (en verdad, puede decirse que se trata de toda una concepción de la política), que es pensada como un producto de la relación entre fuerzas productivas y relaciones de producción.

“En un estadio determinado de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o – lo cual sólo constituye una expresión jurídica de lo mismo – con las relaciones de producción dentro de las cuales se había estado moviendo hasta ese momento. Esas relaciones se transforman de formas de desarrollo de las fuerzas productivas en ataduras de las mismas. Se inicia entonces una época de revolución social. Con la modificación del fundamento económico, todo ese edificio descomunal se trastoca con mayor o menor rapidez. Al considerar esta clase de trastrocamiento material de las condiciones económicas de producción, fielmente comprobables desde el punto de vista de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en suma ideológicas, dentro de las cuales los hombres cobran conciencia de este conflicto y lo dirimen.” (p. 5).

Así planteadas las cosas, da la impresión de que existe una conexión automática entre desarrollo de las fuerzas productivas materiales y relaciones de producción. Esta relación no aparece expresada en términos dialécticos, sino que hay un único factor dinámico, las fuerzas productivas. Las relaciones sociales de producción acompañan los cambios en las fuerzas productivas. Es cierto que Marx contempla la existencia de un proceso por el cual las relaciones sociales pasan de ser un factor de desarrollo de las fuerzas productivas a convertirse en ataduras para las mismas. Pero la relación sigue siendo concebida en términos de primacía de las fuerzas productivas.

El automatismo de la relación fuerzas productivas – relaciones de producción se ve complicado por el último pasaje del texto citado. Allí Marx dice expresamente que la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción se resuelve en el nivel de las formas ideológicas (entre las que incluye a las formas políticas). Es más, afirma que las personas toman conciencia en este nivel de la contradicción mencionada. O sea que el conflicto fuerzas productivas – relaciones de producción sólo encuentra solución en el nivel de la política (hago abstracción de las otras formas ideológicas dado que este nivel remite directamente al Estado). Si bien son las fuerzas productivas las que marcan la dinámica del desarrollo, este pasaje demuestra que Marx considera que las primeras sólo pueden imponerse a las relaciones de producción a través de la mediación de la política.

Con todo, la riqueza de posibilidades que abre el pasaje comentado en el párrafo anterior no da el tono general del Prólogo. Imbuido en la necesidad de hacer un resumen de su concepción de la sociedad, Marx opta por un esquema que recarga el peso de la explicación en la dinámica de las fuerzas productivas. El camino elegido tiene inconvenientes más graves que el mero esquematismo, pues puede llevar a pensar que las fuerzas productivas tienen vida propia, es decir, que son autónomas respecto al conjunto del proceso social. De este modo, las fuerzas productivas vendrían a ocupar el lugar de Dios para los teólogos o del Espíritu Absoluto para los hegelianos [5]        

6.   Derivado de los puntos 3 y 4: la cuestión de la metáfora del edificio, recurso empleado por Marx para graficar las relaciones entre fuerzas productivas y relaciones sociales de producción. Me limitaré a indicar que el principal defecto de ella radica en que presenta dicha relación en términos no dialécticos, deslizándose hacia la postulación de una causalidad lineal (causa – efecto), donde el factor dinámico es, como ya hemos mencionado, el desarrollo de las fuerzas productivas. Sin embargo, frases como “el modo de producción de la vida material determina el proceso social, político e intelectual de la vida en general” (p. 4-5), expresan las ambigüedades existentes en el Prólogo, pues el modo de producción es la combinación de fuerzas productivas y relaciones de producción, de manera que cabría decir que no sólo las fuerzas productivas determinan la marcha del proceso social.

Un buen ejemplo de las dificultades de la metáfora se encuentra en el pasaje que cito a continuación:

“Una formación social jamás perece hasta tanto no se hayan desarrollado todas las fuerzas productivas para las cuales resulta ampliamente suficiente, y jamás ocupan su lugar relaciones de producción nuevas y superiores antes de que las condiciones de existencia de las mismas no hayan sido incubadas en el seno de la propia antigua sociedad.” (p. 5).

En otras palabras, es el desarrollo de las fuerzas productivas quien marca el paso al cambio social. Si esto es aceptado al pie de la letra, es claro que la tarea de quienes pretenden transformar revolucionariamente la sociedad queda subordinada al dinamismo de las fuerzas productivas. Ahora bien, la práctica política de Marx (en la Liga de los Comunistas, en la I Internacional, en la socialdemocracia alemana) muestra una preocupación constante por la construcción de una organización política de los trabajadores, autónoma de la burguesía. De ninguna manera se corresponde con el automatismo fuerzas productivas – relaciones de producción que se desprende del pasaje citado.

El énfasis (necesario) en el reconocimiento de que los seres humanos se hallan condicionados por las condiciones materiales que ellos mismos construyen [6], desdibuja en este Prólogo uno de los mayores logros del pensamiento de Marx, que es precisamente la superación tanto del viejo materialista mecanicista como del viejo idealismo descolgado de la realidad material. Al respecto, conviene recordar que en las Tesis sobre Feuerbach, había planteado que:

“La falla fundamental de todo el materialismo precedente (incluyendo el de Feuerbach), reside en que sólo capta la cosa, la realidad, lo sensible, bajo la forma del objeto o de la contemplación, no como actividad humana sensorial, como práctica; no de un modo subjetivo. De ahí que el lado activo fuese desarrollado de un modo abstracto, en contraposición al materialismo, por el idealismo, el cual, naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, en cuanto tal.” (p. 665, tesis n° 1). [7]

En síntesis, y a pesar de todos los problemas mencionados (o, tal vez, gracias también a ellos mismos), el Prólogo de 1859 constituye uno de los textos más ricos en sugerencias de la obra de Marx. Su lectura atenta, crítica, sirve, entre otras cosas, para perderle el respeto a Marx sin dejar de respetarlo. Es decir, el mejor estado para leer a los clásicos.

En la próxima clase estudiaremos la obra del sociólogo y filósofo francés Auguste Comte (1798-1857). Les enviaré el material por correo electrónico.

Muchas gracias por su paciencia.

 

Villa del Parque, jueves 17 de septiembre de 2020


ABREVIATURAS:

SH = Ser humano (o seres humanos)


NOTAS:

[1] Todas las citas del Prólogo han sido tomadas de la siguiente edición: Marx, K. (2000). Contribución a la crítica de la economía política. México D. F.: Siglo XXI. (pp. 3- 7). Traducción española de León Mamés.

Zur Kritik der politischen Ökonomie (tal es el título del original alemán) fue publicada por primera en Berlín en 1859. Marx, en el plan de trabajo incluido al comienzo del Prólogo, indica que se trata del primer fascículo de su crítica de la economía política (El Capital): “Consideraré el sistema de la economía burguesa en la siguiente secuencia: el capitalla propiedad de la tierrael trabajo asalariadoel estadoel comercio exteriorel mercado mundial. Bajo los tres primeros investigaré las condiciones económicas de vida de las tres grandes clases en las que se divide la sociedad burguesa moderna; la relación entre los otros tres rubros salta a la vista. La primera sección del primer libro, que trata del capital, consta de los siguientes capítulos: 1] la mercancía; 2] el dinero o la circulación simple; 3] el capital en general. Los dos primeros capítulos constituyen el contenido del presente fascículo.” (p. 3).

Respecto al Prólogo en sí, Marx señala que fue la segunda opción, luego de la supresión de una Introducción: “He suprimido una introducción general que había esbozado, puesto que, ante una reflexión más profunda, me ha parecido que toda anticipación de los resultados que aún quedarían por demostrarse sería perturbadora, y el lector que esté dispuesto a seguirme tendrá que decidirse a remontarse desde lo particular hacia lo general.” (p. 3).

[2]  Miseria de la Filosofía constituye una respuesta a un escrito de Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865) y, por tanto, posee un carácter marcadamente polémico. Si bien en ella se encuentran pasajes fundamentales para la comprensión de la teoría marxista, éstos deben entresacarse de párrafos enteros dedicados al debate con el teórico anarquista francés. Además, la obra tuvo escasa difusión. En cuanto al Manifiesto, en 1859 su circulación era todavía pequeña. Sólo a partir de las décadas de 1870 y 1880 se multiplicaron las ediciones, convirtiéndose en la obra más conocida del socialismo marxista. Por ello puede afirmarse que el Prólogo vino a llenar un vacío en la literatura socialista, al presentar en pocas líneas la teoría marxista de la sociedad.

[3] Institución de educación secundaria propia del sistema educativo alemán.

[4] Transcribo el pasaje completo: “La existencia de una clase oprimida es la condición vital de toda sociedad fundada en el antagonismo de clases. La emancipación de la clase oprimida implica, pues, necesariamente la creación de una sociedad nueva. Para que la clase oprimida pueda liberarse, es preciso que las fuerzas productivas ya adquiridas y las relaciones sociales vigentes no puedan seguir existiendo unas al lado de otras. De todos los instrumentos de producción, la fuerza productiva más grande es la propia clase revolucionaria. La organización de los elementos revolucionarios como clase supone la existencia de todas las fuerzas productivas que podían engendrarse en el seno de la vieja sociedad.” (Marx, Karl, Miseria de la Filosofía, Moscú, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1981, p. 142; el resaltado es mío). A diferencia del Prólogo, aquí la mediación política entre fuerzas productivas y relaciones de producción es mucho más fuerte, a punto tal que Marx incluye a la clase revolucionaria entre las fuerzas productivas. Si nos ceñimos a la letra del Prólogo, las fuerzas productivas materiales están constituidas por la tecnología (por ejemplo, los instrumentos de producción). En el Prólogo, la mediación política opera en un marco ya prefigurado por la tecnología; es decir, la política interviene una vez que la tecnología ha llegado a un límite tal que no puede seguir avanzando si no son reemplazadas las viejas relaciones de producción. En Miseria se enfatiza el papel de la iniciativa de la clase revolucionaria. La dinámica histórica deja de concentrarse en el nivel de la tecnología.

[5] Los discípulos del filósofo alemán G. W. Hegel (1770-1831).

[6] Plasmado en pasajes clásicos como el que sigue: “Así como no se juzga a un individuo de acuerdo a lo que éste cree ser, tampoco es posible juzgar una época semejante de revolución a partir de su propia conciencia, sino que, por el contrario, se debe explicar esta conciencia a partir de las contradicciones de la vida material, a partir del conflicto existente entre fuerzas sociales productivas y relaciones de producción.” (p. 5).

[7] Traducción española de Wenceslao Roces, incluida en: Marx, Karl y Engels, Friedrich. (1985). La ideología alemana. Buenos Aires: Ediciones Pueblos Unidos y Cartago. 

sábado, 18 de febrero de 2017

LA CRITICA DE LA REVOLUCIÓN BURGUESA EN EL JOVEN MARX



“Ninguno de los llamados derechos humanos va más allá del hombre
egoísta, del hombre como miembro de la sociedad burguesa.”
Karl Marx


El artículo “Sobre la cuestión judía” fue publicado a finales de febrero de 1844 en el primer y único número de los DEUTSCH-FRANZÖSISCHE JAHRBÜCHER (Anales franco-alemanes), editados en París por Karl Marx (1818-1883) y Arnold Ruge (1802-1880). (1) Marca la ruptura intelectual con Bruno Bauer (1802-1880), uno de los principales referentes de los Jóvenes Hegelianos. Bauer había dedicado a la cuestión judía un extenso estudio en los DEUTSCH-FRANZÖSISCHE JAHRBÜCHER, y un artículo en las Vingt et une feuilles de Georg Herwegh. (2) La posición de Bauer era que los judíos sólo podían emanciparse política y humanamente si renunciaban a su religión.

En “Sobre la cuestión judía”, Marx comenta ambos textos de Bauer. La primera parte del artículo está dedicada a la discusión de “La cuestión judía” (pp. 175-204) (3); la segunda, a “Capacidad de los actuales judíos y cristianos para ser libres” (pp. 205-213). (4)

El tema central del artículo de Marx es la crítica de la Revolución Burguesa. Marx culminó así un programa de investigación iniciado luego de su renuncia a la dirección de la RHEINISCHE ZEITUNG (marzo de 1843), en el transcurso del cual revisó la historia de la Revolución Francesa y se convenció de sus límites en cuanto a la posibilidad de lograr la liberación de los seres humanos. Fue un paso crucial en su proceso de adhesión al socialismo.

En el presente artículo me limito a describir la crítica de Marx a la Revolución Burguesa y a presentar las principales características de la “emancipación humana” (denominación que sirve para designar a la Revolución Socialista, contrapuesta a la “emancipación política” defendida por la burguesía). De ningún modo pretendo agotar la gran riqueza de temas y observaciones contenida en “Sobre la cuestión judía”. De ahí que haya elegido el formato de ficha al momento de elaborar el trabajo.

Utilizo la traducción española incluida en: Marx, K. y Bauer, B. (2012). Sobre la liberación humana. Buenos Aires: Ediciones RyR. (pp. 173-213).



Marx critica a Bauer el haber realizado una formulación unilateral de la cuestión judía. En la Prusia de 1844, los judíos poseían menos derechos civiles y políticos que los cristianos. Frente a esta situación, Bauer afirmaba que los judíos tenían primero que emanciparse de la religión para poder acceder a la emancipación política.

“Bauer exige, pues, de una parte, que el judía abandone el judaísmo y que el hombre en general abandone la religión, para ser emancipado como ciudadano. Y, de otra parte, considera, consecuentemente, la abolición política de la religión como abolición de la religión en general. El Estado que presupone la religión no es todavía un verdadero Estado, un Estado real.” (p. 179).

En otros términos, la liberación de la religión era la condición para poder acceder a la liberación política (esto es, a la conquista plena de los derechos políticos). Bauer expresa así la idea central de los Jóvenes Hegelianos, para quienes la crítica de la religión constituía el paso clave para lograr la liberación de los seres humanos de todas las formas de opresión.

Marx comienza señalando los límites metodológicos del planteo de Bauer:

“No basta (...) con detenerse a investigar quién ha de emancipar y quién debe ser emancipado. La crítica tiene que preguntarse, además, otras cosa (...): de qué clase de emancipación se trata; qué condiciones van implícitas en la naturaleza de la emancipación que se postula. La crítica de la emancipación política misma era, en rigor, la crítica final de la cuestión judía y su verdadera disolución en el ‘problema general de la época’.” (p. 179-180).

Bauer concibe a la emancipación política como el límite último de toda emancipación humana. La Revolución Burguesa (como veremos más adelante, de eso se trata la “emancipación política”) constituye su horizonte intelectual; no hay nada más allá del logro pleno de las condiciones de vida burguesas. Es por eso que Marx reprocha a Bauer que

“...no investiga la relación entre la emancipación política y la emancipación humana (...) nosotros preguntamos, a la inversa: ¿tiene el punto de vista de la emancipación política derecho a exigir del judío la abolición del judaísmo y del hombre en general la abolición de la religión?” (p. 180).

Bauer, como casi todos los Jóvenes Hegelianos, transforma los problemas políticos en problemas religiosos. En el fondo, considera que la religión es el problema central de nuestro tiempo; liberarse de la religión es, por ende, la tarea principal. Marx sostiene que es necesario dejar de lado este punto de vista unilateral, para pasar a pensar el problema de las condiciones y los límites de la “emancipación política”:

“La religión no constituye ya, para nosotros, el fundamento, sino simplemente el fenómeno de la limitación secular. Nosotros explicamos, por tanto, las ataduras religiosas de los ciudadanos libres por sus ataduras seculares. No afirmamos que deben acabar con su limitación religiosa, para poder destruir sus barreras seculares. Afirmamos que acaban con su limitación religiosa tan pronto como destruyen sus barreras temporales. No convertimos los problemas seculares en problemas teológicos. (...) El problema de las relaciones de la emancipación política con la religión se convierte, para nosotros, en el problema de las relaciones de la emancipación política con la emancipación humana.” (p. 182).

A partir de aquí, Marx entra en lo que considera es la cuestión central del texto: los límites de la “emancipación política”. Comienza haciendo la siguiente constatación:

“El Estado puede haberse emancipado de la religión incluso aun cuando la gran mayoría siga siendo religiosa, y la gran mayoría no dejará de ser religiosa por el hecho de que su religiosidad sea algo puramente privado.” (p. 183).

¿En qué consiste la “emancipación política” respecto a la religión?

El Estado se declara laico, es decir, no reconoce como propia ninguna religión. La religión es privatizada, confinada al ámbito privado de las personas. Pero ese ámbito privado constituye el centro de la actividad de los seres humanos.

“La elevación política del hombre por encima de la religión comparte todos los inconvenientes y todas las ventajas de la elevación política en general.” (p. 184).

La “emancipación política” consiste en la creación de un ámbito específico, la “sociedad política”, en el que son abolidas las diferencias que desgarran a la sociedad. Pero esas diferencias se mantienen en el ámbito de la vida cotidiana de los individuos, la “sociedad civil”, donde rige la desigualdad basada en la propiedad privada y donde impera la competencia entre los individuos (la lucha de “todos contra todos”).

Marx ejemplifica lo anterior mostrando cómo el Estado lleva a cabo la abolición de la propiedad privada:

“¿Acaso no se suprime idealmente la propiedad privada, cuando el desposeído se convierte en legislador de los que poseen?

Sin embargo, la anulación política de la propiedad privada, no sólo no destruye la propiedad privada, sino que, lejos de ello, la presupone. El Estado anula a su modo las diferencias de nacimiento, de estado social, de cultura y de ocupación al declarar el nacimiento, el estado social, la cultura y la ocupación del hombre como diferencias no políticas, al proclamar a todo miembro del pueblo, sin atender a estas diferencias, como copartícipe por igual de la soberanía popular al tratar a estos elementos de la vida real del pueblo desde el punto de vista del Estado. No obstante, el Estado deja que la propiedad privada, la cultura y la ocupación actúen a su modo, es decir, como propiedad privada, como cultura y como ocupación, y hagan valer su naturaleza especial. Muy lejos de acabar con estas diferencias de hecho, el Estado sólo existe sobre estas premisas, sólo se siente como Estado político y sólo hace valer su generalidad en contraposición de estos elementos suyos.” (p. 184).

La relación entre el capitalista y el trabajador es otro ejemplo de los límites de la “emancipación política”. En el capitalismo, a diferencia de otras formas de organización social, los trabajadores son libres en sentido jurídico. No son propiedad de otra persona (como los esclavos), ni están sometido a relaciones de dependencia personal (como los vasallos en el feudalismo). Un trabajador puede demandar ante los tribunales a su empleador por incumplimiento de contrato, algo imposible en el feudalismo. Sin embargo, al entrar al lugar de trabajo, esos mismos trabajadores “libres” quedan sometidos a la dictadura del capital. ¿Qué producir?, ¿cómo producir?, ¿en qué cantidad?, ¿para quién?, son cuestiones cuya respuesta es potestad exclusiva del capital. Al trabajador sólo le queda agachar la cabeza y obedecer.

El Estado moderno, para ser tal, requiere de la separación entre las esferas de la política y la vida privada. Su eficacia como instrumento de la dominación burguesa radica en el mantenimiento de dicha separación. Frente al egoísmo y la lucha permanente de la sociedad civil, de la existencia cotidiana, el Estado se presenta como el garante de “lo general”, de la pertenencia de los individuos a una comunidad, del “bien común”. Pero en el capitalismo, una forma de organización social basada en la propiedad privada y en la búsqueda de la ganancia a cualquier precio, el “bien común” no puede ser otra cosa que una abstracción. En el ejemplo mencionado en el párrafo anterior, el Estado se presenta como garante de los “intereses generales” frente a empresarios y trabajadores. Sin embargo, el punto de partida del Estado es el reconocimiento de la propiedad privada, fundamento de la autoridad dictatorial del capitalista en la producción y base de la desigualdad social, siendo precisamente esta última la justificación última de la intervención estatal en los asuntos laborales. Al intervenir, el Estado logra aparecer como garante del interés común, ocultando el hecho de que constituye una pieza vital en el mantenimiento de la dominación capitalista.

Marx describe así la escisión propia de la sociedad burguesa:

“Sólo así, por encima de los elementos especiales, se constituye el Estado como generalidad. El Estado político acabado es, por esencia, la vida genérica del hombre por oposición a su vida material. Todas las premisas de esta vida egoísta permanecen en pie al margen de la esfera del Estado, en la sociedad civil, pero como cualidades de ésta. Allí donde el Estado político ha alcanzado su verdadero desarrollo, lleva el hombre, no sólo en el pensamiento, en la conciencia, sino en la realidad, en la vida, una doble vida, una celestial y otra terrenal, la vida en la comunidad política, en la que se considera como ser colectivo, y la vida en la sociedad civil, en la que actúa como particular; considera a los otros hombres como medios, se degrada a sí mismo como medio y se convierte en juguete de poderes extraños.” (p. 185).

El Estado es una herramienta fundamental en la dominación de la burguesía; para cumplir su función con eficacia es preciso que se presente ante el conjunto de la sociedad como el representante del “interés general”. De este modo puede enfrentar las luchas de la clase trabajadora, haciendo aparecer a éstas como expresiones de intereses “particulares”. Más arriba bosquejé el mecanismo por medio del cual el Estado construye esta “representación del bien común” en el ámbito de las relaciones laborales.

El Estado, máximo exponente del interés egoísta de la clase más egoísta de la sociedad, necesita investirse del manto del “interés general”. La escisión mencionada más arriba es un elemento primordial en la constitución del “interés general”.

Bauer pensaba que la “emancipación política” (la concreción de la escisión entre la sociedad política y la sociedad civil) era el último escalón de la “emancipación humana”. Marx insiste en las limitaciones de la “emancipación política”, que no debe confundirse con la “emancipación humana”:

“La escisión del hombre en el hombre público y el hombre privado, la dislocación de la religión con respecto al Estado, para desplazarla a la sociedad burguesa, no constituye una fase, sino la coronación de la emancipación política, la cual, por lo tanto, ni suprime ni aspira a suprimir la religiosidad real del hombre.” (p. 187-188).

Aún en los momentos más radicales de la Revolución Burguesa (y Marx tiene en mente la Revolución Francesa), la “emancipación política” no puede rebasar sus límites (que son impuestos por la propiedad privada):

“La desintegración del hombre en el judío y en el ciudadano, en el protestante y en el ciudadano, en el hombre religioso y en el ciudadano (...) no es una mentira contra la ciudadanía, no es una evasión de la emancipación política, sino que es la emancipación política misma, es el modo político de emancipación de la religión. Es cierto que, en las épocas en que el Estado político brota violentamente, como Estado político, del seno de la sociedad burguesa, en que la auto liberación humana aspira a llevarse a cabo bajo la forma de auto liberación política, el Estado puede y debe avanzar hasta la abolición de la religión, hasta su destrucción, pero sólo como avanza hasta la abolición de la propiedad privada, hasta las tasas máximas, hasta la confiscación, hasta el impuesto progresivo, como avanza hasta la abolición de la vida, hasta la guillotina. En los momentos de su amor propio especial, la vida política trata de aplastar a lo que es su premisa, la sociedad burguesa y sus elementos. Ya a constituirse en la vida genérica real del hombre, exenta de contradicciones. Sólo puede conseguirlo, sin embargo, mediante las contradicciones violentas violentas con sus propias condiciones de vida, declarando la revolución como permanente, y el drama político termina, por tanto, no menos necesariamente, con la restauración de la religión, de la propiedad privada, de todos los elementos de la sociedad burguesa, del mismo modo que la guerra termina con la paz.” (p. 188; el resaltado es mío - AM-).

Marx no niega el carácter progresivo de la Revolución Burguesa, pero insiste en que no tiene que ser confundida con la “emancipación humana”:

“No cabe duda de que la emancipación política representa un gran progreso, y aunque no sea la forma última de la emancipación humana en general, sí es la forma última de la emancipación humana dentro del orden del mundo actual. Y claro está que aquí nos referimos a la emancipación real, a la emancipación práctica.” (p. 187).

Marx prosigue su análisis de la Revolución Burguesa a través de un examen del contenido de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (p. 195-200). Ya dedicaré otra ficha a dicho examen. Aquí me limito a señalar que Marx llega a la conclusión de que los Derechos del Ciudadano expresan el ámbito de la “sociedad política”, en tanto que los Derechos del Hombre son la manifestación jurídica de la “sociedad civil”.

“Ninguno de los llamados derechos humanos va (...) más allá del hombre egoísta, del hombre como miembro de la sociedad burguesa, es decir, del individuo replegado en sí mismo, en su interés privado y en su arbitrariedad privada, y disociado de la comunidad. Muy lejos de concebir al hombre como ser genérico, estos derechos hacen aparecer, por el contrario, la vida genérica misma, la sociedad, como un marco externo a los individuos, como una limitación de su independencia originaria. El único nexo que los mantiene en cohesión es la necesidad natural, la necesidad y el interés privado, la conservación de su propiedad y de su persona egoísta.” (p. 198-199).

En definitiva:

“Incluso en los momentos de su entusiasmo juvenil, exaltado por la fuerza de las circunstancias, la vida política se declara como un simple medio cuyo fin es la vida de la sociedad burguesa.” (p. 199).

Acto seguido, Marx profundiza su caracterización de la Revolución Burguesa:

“La revolución política, que derrocó este poder señorial y elevó los asuntos del Estado a asuntos del pueblo y que constituyó el Estado político como incumbencia general, es decir, como Estado real, destruyó necesariamente todos los estamentos, corporaciones, gremios y privilegios, que eran otras tantas expresiones de la separación entre el pueblo y su comunidad.

La revolución política suprimió, con ello, el carácter político de la sociedad civil. Rompió la sociedad civil en sus partes integrantes más simples, de una parte los individuos y de otra parte los elementos materiales y espirituales, que forma el contenido de vida, la situación civil de estos individuos. Soltó de sus ataduras el espíritu político que se hallaba escindido, dividido y estancado en los diversos callejones de la sociedad feudal; lo aglutinó sacándolo de esta dispersión, lo liberó de su confusión con la sociedad civil y lo constituyó como la esfera de la comunidad, de la incumbencia general del pueblo, en la independencia ideal con respecto a aquellos elementos especiales de la vida civil. La determinada actividad de vida y la situación de vida determinada descendieron hasta una significación puramente individual. Dejaron de representar la relación general entre el individuo y el conjunto del Estado. Lejos de ello, la incumbencia pública como tal se convirtió ahora en incumbencia general de todo individuo, y la función política en su función general.” (p. 201-202).

La Revolución Burguesa quiebra todas las organizaciones que median entre el Estado y la sociedad. Al hacerlo, conforma un poder estatal con una capacidad de control sin precedentes en la historia. A la vez, constituye un ámbito privado (su exponente más conspicuo son las relaciones laborales) regido por la propiedad privada. Esta operación blinda el carácter capitalista de la relaciones de producción, pues le quita carácter político y las hace aparecer como si se tratara de un producto de la “libre voluntad” de las personas.

“La emancipación política fue, a la par, la emancipación de la sociedad civil con respecto a la política, su emancipación hasta de la misma apariencia de su contenido general.” (p. 202).

“La constitución del Estado político y la disolución de la sociedad burguesa en los individuos independientes - cuya relación es el derecho, mientras que la relación entre los hombres de los estamentos y los gremios era el privilegio - se lleva a cabo en uno y el mismo acto.” (p. 202).

Marx sintetiza así el contenido de la Revolución Burguesa:

“La revolución política disuelve la vida burguesa en sus partes integrantes, sin revolucionar estas partes mismas ni someterlas a crítica. Se comporta hacia la sociedad burguesa, hacia el mundo de las necesidades, del trabajo, de los intereses particulares, del derecho privado, como hacia la base de su existencia, como hacia una premisa que ya no es posible seguir razonando y, por tanto, como ante su base natural. Finalmente, el hombre, en cuanto miembro de la sociedad burguesa, es considerado como el verdadero hombre, a diferencia del ciudadano, por el hombre en su inmediata existencia sensible e individual, mientras que el hombre político sólo es el hombre abstracto, artificial, el hombre como una persona alegórica, moral. El hombre real sólo es reconocido bajo la forma de individuo egoísta; el verdadero hombre, sólo bajo la forma del ciudadano abstracto.” (p. 203).

Marx concibe así la emancipación humana:

“Sólo cuando el hombre individual real recobra en sí al ciudadano abstracto y se convierte, como hombre individual, en ser genérico, en su trabajo individual y en sus relaciones individuales, sólo cuando el hombre ha reconocido y organizado sus ‘fuerzas propias’ como fuerzas sociales y cuando, por tanto, no desglosa ya de sí la fuerza social bajo la forma de fuerza política, sólo entonces se lleva a cabo la emancipación humana.” (p. 204).

La “emancipación humana”, en la medida en que representa un camino diferente al de la “emancipación política”, pasa por la eliminación de las premisas de la sociedad burguesa. Más claro, el núcleo de la “emancipación humana” es la abolición de la propiedad privada y la eliminación de la escisión entre la sociedad política y la sociedad civil. En otras palabras, consiste en la abolición del Estado como ámbito que legitima la propiedad privada y la dominación capitalista.

La segunda parte del artículo de Marx está dedicada a discutir los argumentos de Bauer sobre las posibilidades de la emancipación de los judíos (pp. 205-213). No será analizado aquí, dados los límites del presente trabajo.


Villa del Parque, sábado 18 de febrero de 2017


NOTAS:
(1) El título original del artículo de Marx es “Zur Judenfrage”. Fue incluido en la edición MEGA (Obras completas de Marx-Engels), I, 1/1, pp. 576-606.
(2) El estudio de Bauer, cuyo título es “La cuestión judía”,  fue reeditado en forma de folleto con el título Die Judenfrage, Brunswick, 1843, 115 páginas. El segundo trabajo (publicado por Herwegh) se titulaba “Die Fähigkeit der heutigen Juden und Christen frei zu werden” (Capacidad de los actuales judíos y cristianos para ser libres).
(3) Traducción española incluida en: Marx, Karl y Bauer, Bruno. (2012). Sobre la liberación humana. Buenos Aires: RyR. (pp. 35-171).
(4) Traducción española incluida en: Vernik, Esteban. (2011). Volver a La cuestión judía. Barcelona: Gedisa.