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jueves, 26 de diciembre de 2019

NIETZSCHE Y SU CRÍTICA A LA OBJETIVIDAD DEL CONOCIMIENTO: APUNTES DE LECTURA




“El filósofo, que es el más engreído de los SH, está convencido de que el
universo tiene puesta telescópicamente su mirada en sus actos y pensamientos.”
Friedrich Nietzsche
El filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900) discutió en su obra varios de los fundamentos de la filosofía de la Modernidad. Ésta se constituyó a la par del desarrollo del capitalismo y de la Revolución Científica de los siglos XVI y XVII. Uno de sus ejes fue la teoría del conocimiento, campo en el que dicha filosofía elaboró especialmente la cuestión del método. Nietzsche critica esa teoría del conocimiento en su ensayo Verdad y mentira en sentido extramoral (Über Wahrheit und Lüge im aussermoralischen Sinne), redactado en 1873 y publicado por primera vez en 1896 por su hermana Elisabeth, cuando el filósofo ya se hallaba incapacitado por la enfermedad.
Nietzsche arremete contra la concepción que defiende la objetividad y la neutralidad de la ciencia en términos políticos. En este punto influyó sobre el filósofo francés Michel Foucault (1926-1984), quien comentó el ensayo que estamos examinando en su obra La verdad y las formas jurídicas.
El presente trabajo no pretende ser más que una ficha de lectura, cuyo objetivo es promover la discusión en torno al problema de la objetividad de las ciencias sociales. La supuesta neutralidad de la ciencia es un elemento importante en la ideología del capitalismo y debe ser discutida en profundidad si se pretende construir una perspectiva diferente del conocimiento científico.
Nota bibliográfica:
Para la redacción de esta ficha trabajé con la traducción española de Enrique López Castellón. El texto se encuentra disponible en:
Abreviaturas:
SH = Seres humanos.

Nietzsche arranca su ensayo con la famosa metáfora de los “animales inteligentes” que “descubrieron el conocimiento” (p. 227).
“Cuando desaparezca [el intelecto humano], no habrá ocurrido nada, puesto que ese intelecto no tiene ninguna misión que vaya más allá de la vida humana. Únicamente es humano, y sólo su creador y poseedor lo considera tan patéticamente como si fuera el eje del mundo.” (p. 227). [1]
El intelecto sirve a los seres humanos para sobrevivir, pues el animal humano carece de otros recursos, como ser dientes y garras afiladas. El intelecto “ejerce su fuerza principal en el acto de fingir”. Así, el SH disimula, adula, miente, comete fraude, calumnia, engaña y demases.
“Apenas hay nada más incomprensible como que el SH tienda sinceramente a la verdad pura. [Por el contrario], se halla profundamente inmerso en ilusiones y ensueños, su mirada resbala por la superficie de las cosas de las que sólo percibe «formas»; su sensibilidad no lo lleva en modo alguno a la verdad, sino que se limita a recibir estímulos como si jugara a palpar el dorso de las cosas. (…) El SH, en su ignorante indiferencia, duerme aferrado a sus sueños sobre el lomo de un tigre – valga la expresión -, es decir, sobre un fondo de crueldad, codicia e instintos insaciables y homicidas. ¿De dónde iba a surgir, en semejantes condiciones, el impulso hacia la verdad?” (p. 228).
Cometiendo un verdadero anacronismo, Nietzsche supone la existencia del “estado de naturaleza”. [2] Sostiene que por “necesidad” y “aburrimiento” los SH firman un “tratado de paz” y adoptan “una vida gregaria”. Lo verdadero surge a partir de ese tratado. El lenguaje, “se inventa una forma universalmente válida de designar las cosas, y el código lingüístico suministra asimismo las primeras leyes de la verdad, pues en este terreno aparece por primera vez la oposición entre verdad y mentira.” (p. 229).
Si el SH se contenta con tautologías [3], está obligado a tomar ilusiones por verdades.
“Cuando hablamos de árboles, colores, nieve o flores, creemos saber algo de las cosas mismas, pero sólo poseemos metáforas de las cosas que no corresponden en modo alguno a su ser natural.” (p. 230).
A partir de lo anterior, Nietzsche se refiere a la formación de conceptos:
Elaboramos el concepto prescindiendo de lo individual y real, y del mismo modo obtenemos la forma, pero la naturaleza no sabe de formas ni de conceptos, como tampoco de géneros; en ella sólo existe una x a la que no podemos acceder ni definir. Igualmente antropomórfica es nuestra oposición entre individuo y especie, que no procede del ser de las cosas, aunque no me atreva a decir que no se ajusta a ella pues estaría formulando una afirmación dogmática y, en cuanto tal, tan indemostrable como su contraria.” (p. 231; el resaltado es mío – AM-).
Entonces, ¿qué es la verdad para Nietzsche?
En su lenguaje, bello pero recargado y que se presta a la imprecisión, aporta estas características, que se conjugan para proporcionar una definición del concepto de verdad
·         “Dinámico tropel de metáforas, metonimias, antropomorfismos”;
·         “conjunto de relaciones humanas que, realzadas, plasmadas y adornadas por la poesía y la retórica, un pueblo considera sólidas, canónicas y obligatorias” (p. 231).
·         Metáforas cuya fuerza desapareció con el uso.
La sociedad establece la “obligación de ser veraz”, esto es, de utilizar las metáforas en uso (p. 231).
En otras palabras,
“Hablando en términos morales, sólo hemos prestado atención a la obligación de mentir, en virtud de un pacto, de mentir de una forma gregaria, de acuerdo con un estilo universalmente válido.” (p. 231).
Lejos de referirse a algo objetivo – por ejemplo, la teoría de la verdad como correspondencia -, Nietzsche sostiene que la verdad es un producto social.
“…el SH comprueba lo honorable, seguro y beneficioso que es decir la verdad. Desde ese momento, el SH, como ser racional, somete sus actos al imperio de la abstracción; ya no se deja llevar por impresiones rápidas ni intuiciones pasajeras, sino que generaliza éstas convirtiéndolas en conceptos más sólidos y más fríos para uncirlos al curso de su vida y de su comportamiento. Todo lo que sitúa al SH por encima del animal se debe a esta capacidad suya de volatilizar en esquemas las metáforas intuitivas, de disolver, en suma, las imágenes en conceptos.” (p. 231).
En síntesis, en el acto de conocer las impresiones e intuiciones [4] se convierten en conceptos. Ahora bien, Nietzsche no dice nada acerca de la relación entre las cosas y las impresiones; está más interesado en mostrar el carácter social de los conceptos. [5]
Los conceptos desarman, por decirlo así, el material de las impresiones. Ellos construyen: a) un orden piramidal con divisiones – niveles; b) leyes, precedencias, subordinaciones, delimitaciones. El orden de los conceptos aparece como “instancia reguladora imperativa” (p. 232).
A partir de lo establecido en el párrafo anterior, queda claro que la verdad consiste en respetar el orden y la jerarquía de esos conceptos. El SH “considera que amar a la verdad es tender a buscar a cada dios (es decir, a cada concepto) sólo en la casilla que le corresponde.” (p. 232).
El SH construye con conceptos: “cabe admirar al poderoso genio constructor del SH, que es capaz de levantar sobre cimientos tan inestables.” (p. 232). Sin embargo, afirmar que los conceptos se construyen sobre impresiones no significa necesariamente que aquéllos sean “inestables”. Subyace al argumento nietzscheano la vieja idea kantiana de “la cosa en sí”. [6]
“Si alguien esconde una cosa detrás de un matorral y luego lo busca en ese sitio y lo encuentra, su descubrimiento no le da motivo para vanagloriarse demasiado; sin embargo, esto es lo que supone precisamente buscar y descubrir la «verdad» dentro del ámbito de la razón.” (p. 232).
Pero, los conceptos se originan en las impresiones. En este sentido, la construcción de los conceptos no puede ser completamente aleatoria. La argumentación aparece aquí floja de papeles, pues la construcción de conceptos está relacionada con ciertos patrones sociales. Más claro, los conceptos y la clasificación de la realidad consiguiente tienden a reforzar cierta distribución del poder social. Así, la idea misma de neutralidad del conocimiento beneficia a quienes detentan el poder en la sociedad. En la Modernidad capitalista, es la burguesía quien tiene el poder en la sociedad. Nietzsche, manejándose en un alto nivel de abstracción, nada dice de esto.
¿Qué sería entonces la verdad, con independencia de los conceptos?
“«Verdadera en sí», esto es, real y universal independiente del ser humano. En última instancia, quien busca tales verdades sólo trata de humanizar el mundo, de comprenderlo en términos humanos y, en el mejor de los casos, consigue el sentimiento de una asimilación. (…) Su procedimiento consiste en considerar que el ser humano es la medida de todas las cosas [7], con lo que parte del error de pensar que tiene ante sí tales cosas de una forma inmediata, como objetos puros. Es decir: olvida el carácter metafórico de las intuiciones originarias, y las toma por las cosas mismas.” (p. 232-233).
Todo el pasaje está lleno de valoraciones que operan como otras tantas peticiones de principio. [8] Por ejemplo, ¿por qué es negativo que el SH aparezca como “medida de todas las cosas”? Bien mirada la cuestión, éste es el único punto de partida posible. No tenemos la sensibilidad específica del perro, por ejemplo. El logro humano consiste en haber descubierto regularidades del cosmos y de la sociedad que funcionan con independencia de nuestra experiencia, por ejemplo: la gravitación universal.
El SH “se olvida que es un sujeto, y un sujeto que actúa como creador y como artista.” (p. 233). Sin embargo, y tal como se indicó en el párrafo anterior, las posibilidades de creación se encuentran limitadas por la experiencia de las personas, que nunca es ilimitada. Nietzsche sostiene que los conceptos son productos humanos (vuelvo a repetir que los sociólogos escribiríamos “sociales), no fórmulas objetivas; no obstante, no desarrolla las consecuencias de esta afirmación, pues no hace referencia a las condiciones sociales de construcción de esos conceptos.
No existe la “percepción correcta”. No disponemos de esta medida. Por otra parte, objeto y sujeto son “dos esferas completamente distintas”. Entre objeto y sujeto puede haber, a lo sumo, una “conducta estética”. (p. 233).
Prefiere evitar usar la palabra “fenómeno” porque “no es cierto que el ser de las cosas «se manifieste» en el mundo empírico.” (p. 233). Entre la “excitación nerviosa” y la “imagen producida” no hay relación de causalidad. [9]
¿Qué son las leyes de la naturaleza, estudiadas por los físicos, los químicos, etc.?
“Algo que no conocemos en sí mismo, sino sólo por sus efectos; es decir, por sus relaciones con otras leyes de la naturaleza que, a su vez, no conocemos sino como relaciones añadidas a otras, mientras que su esencia nos resulta totalmente incomprensible. En realidad, simplemente conocemos lo que aportamos a ellas el tiempo y el espacio, es decir, las relaciones de sucesión y los números.” (p. 234).
Las representaciones de tiempo y espacio las producimos nosotros. Son propiedades creadas por los SH y que “añadimos a las cosas”. (p. 234).
En resumen, Nietzsche pone en cuestión la noción de objetividad del conocimiento y, en especial, la idea misma de verdad como algo neutral respecto al poder. Al hacerlo, critica la concepción positivista del desarrollo lineal del saber y, por ende, del progreso humano.

Parque Avellaneda, jueves 26 de diciembre de 2019

NOTAS:
[1] Nietzsche dedica un párrafo significativo a los filósofos: “El filósofo, que es el más engreído de los SH, está convencido de que el universo tiene puesta telescópicamente su mirada en sus actos y pensamientos.” (p. 227).
[2] El estado de naturaleza es un supuesto utilizado por los filósofos contractualistas entre los siglos XVII y XVIII y consiste en afirmar que los seres humanos viven naturalmente fuera de la sociedad, y que ésta es artificial, producto de la decisión de los SH, la cual se expresa en un pacto o contrato. De este modo, estos filósofos negaron la validez de la proposición aristotélica, que sostenía el carácter esencialmente social del SH.
[3] Nietzsche se refiere a ellas con la expresión “cáscaras vacías de contenido” (p. 229).
[4] Asemejándose al filósofo inglés David Hume (1711-1776), escribe: “la ilusión de la plasmación artística de una excitación nerviosa es, si no la madre, la abuela de todo concepto.” (p. 232).
[5] Los sociólogos escribiríamos: “la construcción social de los conceptos”.
[6] El filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804) sostenía “que no es posible ningún conocimiento si no es dentro de las fronteras de la experiencia. En este sentido se aproxima al empirismo [Corriente filosófica que afirma que los sentidos son la única fuente de conocimiento válido.], y declarará la imposibilidad del conocimiento metafísico, entendido como conocimiento de las cosas en sí, porque para que éste fuese posible tendrían que sernos dados los objetos metafísicos (Dios, el alma, etc.), cosa que evidentemente no ocurre. Lo único que nos es dado son las impresiones, y solamente sobre base de éstas podrá elaborarse el conocimiento.” (Adolfo Carpio, Principios de filosofía, Buenos Aires, Glauco, 2003, p. 233).
[7] Referencia al filósofo griego Protágoras (480-410 a. c.), quien afirmaba el principio de homo mensura (“el hombre es la medida de todas las cosas”). Carpio hace la siguiente interpretación: “quedaba eliminada toda validez objetiva, sea en la esfera del conocimiento, sea en la de la conducta; todo es relativo al sujeto; una cosa será verdadera, justa, buena o bella para quien le parezca serlo, y será falsa, injusta, mala o fea para quien no le parezca.” (Carpio, op. cit., p. 59).
[8] Es una falacia, es decir, un tipo de razonamiento que, aunque incorrecto en su forma, es psicológicamente persuasivo. La petición de principio (petitio principii) se produce “si alguien toma como premisa de su razonamiento la misma conclusión que pretende probar.” (Irving Copi, Introducción a la lógica, Buenos Aires, Eudeba, 2010, p. 81 y 94).
[9] Coincide en este punto con la crítica de Hume a la noción de causalidad. Según este filósofo, es imposible fundamentar la conexión causal entre dos hechos, pues ésta implica “además de la sucesión [temporal], que el segundo hecho sea necesariamente producido por el primero. (…). La experiencia nos muestra sólo sucesiones (…); pero no nos enseña absolutamente nada más. No nos dice, en modo alguno, que entre los hechos haya una relación necesaria tal que, dado el primer hecho, forzosamente tenga que ocurrir el segundo.” (Carpio, op. cit., p. 189). Según Hume, la causalidad que manejamos se basa en el hábito o costumbre: “Porque esa especie de mecanismo mental que es el hábito, y que se forma mediante un proceso de repetición – piénsese en la memorización de una poesía, v. gr. -, consiste en la tendencia a reproducir un plexo o conjunto de hechos psíquicos aprendidos cuando se revive una parte de dicho conjunto.” (Carpio, op. cit., p. 191).

jueves, 28 de marzo de 2019

FOUCAULT, LA VERDAD Y LAS FORMAS JURÍDICAS: APUNTES SOBRE LA 1º CONFERENCIA




Michel Foucault (1926-1984) desarrolló su concepción del conocimiento y del origen de las ciencias sociales en La verdad y las formas jurídicas, cuyo origen fueron las conferencias pronunciadas por Foucault en la Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro (Brasil), entre los días 21 y 25 de mayo de 1973. Cabe indicar que La verdad y las formas jurídicas ocupa un lugar importante en el desarrollo de la obra del filósofo francés. Simplificando las cosas, representa la conexión entre los trabajos de los años ’60, como El nacimiento de la clínica (1963), Historia de la locura en la época clásica (1964) y Las palabras y las cosas (1966), y las obras del período de madurez, como Vigilar y castigar (1975).
El presente trabajo es una ficha de lectura sobre la primera de las conferencias que conforman la obra, la cual fue pronunciada el 21 de mayo de 1973. En ella Foucault expone las líneas principales de su concepción del conocimiento.
Para la confección de la ficha utilicé la traducción española de Enrique Lynch: Foucault, M. (2003). [1º edición: 1980]. La verdad y las formas jurídicas. Madrid. Editora Nacional.


El programa de investigación foucaultiano
La 1° Conferencia es de carácter metodológico. El autor presenta tres líneas de trabajo, planteando que convergen en una investigación más amplia. Se trata de una suerte de síntesis taquigráfica de los trabajos que había emprendido en la década de 1960.
1] ¿Cómo se formaron dominios de saber a partir de las prácticas sociales?
2] Un tema más estrictamente metodológico: “el análisis del discurso como juego estratégico y polémico” (p. 11).
3] Reelaboración de la teoría del sujeto.
Foucault sostiene que 1], 2] y 3]  confluyen en un proyecto de investigación, cuyo objeto de estudio es el siguiente:
“La constitución histórica de un sujeto de conocimiento a través de un discurso tomado como un conjunto de estrategias que forman parte de las prácticas sociales.” (p. 12-13).
Las prácticas sociales permiten estudiar la aparición de nuevas formas de subjetividad. Nuestro autor se concentra en un tipo específico de prácticas sociales: las prácticas judiciales. [1]
Foucault fundamenta así la importancia del estudio de las prácticas judiciales. En la sociedad hay distintos sitios en los que se definen “tipos de subjetividad, formas de saber y, en consecuencia, relaciones entre el ser humano y la verdad” (p. 13). Cabe decir que en estos sitios se forma la verdad. Uno de ellos, que Foucault denomina historia interna de la verdad, es la historia de la ciencia; allí la verdad se corrige según criterios internos a ella misma. Otros sitios conforman la historia externa de la verdad: uno de ellos es el de las prácticas judiciales.
El tema de las conferencias es, según el autor: “Las formas jurídicas, por consiguiente, su evolución en el campo del derecho penal como lugar de origen de un determinado número de formas de verdad.” (p. 13).
El filósofo francés indica que intentará demostrar que ciertas formas de verdad pueden ser definidas a partir de la práctica penal.  Distingue entre:
·         Indagación. Surgió, como forma de investigación de la verdad, en el seno del orden jurídico durante la Edad Media.
·         Examen. Surgió en el siglo XIX, a partir de problemas jurídicos, judiciales y penales. El examen dio origen a la sociología, la psicología, la psicopatología, la criminología, el psicoanálisis. (p. 14).


La influencia de Nietzsche
Foucault toma a Friedrich Nietzsche (1844-1900) como modelo para su investigación. [2] Destaca que el filósofo alemán no admite “jamás la preexistencia de un sujeto de conocimiento” y que en su obra se encuentra “el análisis histórico de un cierto tipo de saber” (15).
Concuerda con Nietzsche en que el conocimiento fue una invención [Erfindung]: “El conocimiento fue (…) inventado. Decir que fue inventado es decir que no tuvo origen [Ursprung], o lo que es lo mismo aunque parezca paradójico, que el conocimiento no está en absoluto inscrito en la naturaleza humana. El conocimiento no constituye el instinto más antiguo del ser humano, o a la inversa, no hay en el comportamiento humano, en los apetitos, en el instinto humano, algo que se parezca a un germen del conocimiento.” (p. 18).
¿Qué es el conocimiento?
Sigue a Nietzsche y escribe: “el conocimiento es simplemente el resultado del juego, el enfrentamiento, la confluencia, la lucha y el compromiso entre los instintos.” (p. 18). De modo que el conocimiento es el resultado de esa lucha entre instintos, es el “compromiso” que resulta de dicha lucha. Es contra-instintivo, anti-natural.
Ahora bien, que el conocimiento es una invención tiene un segundo sentido. Hay una naturaleza humana y un mundo, y entre ambos algo que se llama conocimiento, “no habiendo entre ellos ninguna afinidad, semejanza o incluso lazo de naturaleza” (p. 19). [3]
Nietzsche opera una doble ruptura con la tradición filosófica occidental:
a) niega que entre el conocimiento y las cosas haya una relación de continuidad. En esa tradición, dios era la “garantía de la unidad de ambos”. Al quebrar la relación entre el conocimiento y las cosas a conocer, Nietzsche sacó a dios del esquema;
b) desaparición del sujeto en su unidad y soberanía. [4]“Si es cierto que por un lado están los mecanismos del instinto, los juegos del deseo, los enfrentamientos entre la mecánica del cuerpo y la voluntad, y por otro lado, en un nivel de naturaleza totalmente diferente, el conocimiento, entonces la unidad del sujeto humano ya no es necesaria. Podemos admitir sujetos, o bien el sujeto no existe.” (21). De este modo, rompiendo la unidad del sujeto, Nietzsche “rompe con la tradición filosófica más antigua y arraigada de Occidente.” (22).


¿Qué es el conocimiento?
Ahora bien, una vez postulada la desaparición de la unidad del sujeto, ¿cómo pueden los instintos, mediante los juegos de sus pasiones, producir un conocimiento que nada tiene que ver con ellos?
Conocemos porque en el fondo del comprender está el juego y la lucha de tres instintos (reír, deplorar, odiar). Los tres tienen en común “conservar el objeto a distancia. (…) diferenciarse o romper con él.” (23). En pocas palabras, nuestros instintos procuran alejarse del objeto o destruirlo.
“No hay en el conocimiento una adecuación al objeto, una relación de asimilación sino que hay, por el contrario, una relación de distancia y dominación; en el conocimiento no hay nada que se parezca a la felicidad y al amor, hay más bien odio. Y hostilidad: no hay unificación sino sistema precario de poder.” (p. 23-24).
La raíz del conocimiento es la lucha, la relación de poder.
“Si quisiésemos saber qué cosa es el conocimiento no hemos de aproximarnos a él desde la forma de vida, de existencia de ascetismo característica del filósofo. Para saber qué es, para conocerlo realmente, para aprehenderlo en su raíz, en su fabricación, debemos aproximarnos a él no como filósofos sino como políticos, debemos comprender cuáles son las relaciones de lucha y de poder. Solamente en esas relaciones de lucha y poder, en la manera como se odian entre sí los seres humanos, luchan, procuran dominarse unos a otros, quieren ejercer relaciones de poder unos sobre otros, comprendemos en qué consiste el conocimiento.” (p. 24; el resaltado es mío – AM-).
Por eso Foucault propone elaborar una historia política del conocimiento, de los hechos y del sujeto de conocimiento.
Foucault resume la posición de Nietzsche sobre el conocimiento [5]: “Nietzsche quiere decir que no hay naturaleza, ni esencia ni condiciones universales para el conocimiento, sino que éste es cada vez el resultado histórico y puntual de condiciones que no son del orden del conocimiento. El conocimiento es un efecto o un acontecimiento que puede ser colocado bajo el signo del conocer, no es una facultad y tampoco es una estructura universal.” (p. 26). En este sentido, Nietzsche enfatiza el carácter perspectivo del conocimiento: “el conocimiento es siempre una cierta relación estratégica en la que el ser humano está situado.” (p. 26). Finalmente, el carácter a la vez generalizante y particularizante del conocimiento: “El conocimiento es al mismo tiempo lo más generalizante y lo más particularizante.” (27). Por un lado arrasa con las particularidades, esquematiza; por otra parte, apunta siempre a individuos, a situaciones personales.
En síntesis, “a través de los textos de Nietzsche podemos establecer no una teoría general del conocimiento sino un modelo que permite abordar (…) como es el problema de la formación de ciertos determinados dominios de saber a partir de relaciones de fuerza y relaciones políticas en la sociedad.” (p. 27).


La crítica al “marxismo académico”
Al comienzo de la conferencia, Foucault indica que su posición respecto al origen de las ciencias sociales (los “dominios del saber”), difiere de la del “marxismo académico”.
El “marxismo académico” se construye en torno a una tesis principal, que sostiene que “las condiciones económicas de la existencia encuentran en la conciencia de los seres humanos su reflejo y expresión” (p. 10). El sujeto de las formas de conocimiento permanece inalterado.
Frente a estos marxistas, Foucault plantea que el sujeto de conocimiento tiene una historia (la relación del sujeto con el objeto): “la verdad misma tiene una historia”. (p. 10). Por ejemplo, en el siglo XIX, las prácticas sociales de control y vigilancia engendraron un cierto saber del ser humano y “un tipo absolutamente nuevo de sujeto de conocimiento”. (p. 10).
Foucault investiga “la historia de los dominios de saber en relación con las prácticas sociales, excluida la preeminencia de un sujeto de conocimiento dado definitivamente.” (p. 11).
El “marxismo académico” emplea la noción de ideología, a la que concibe como “especie de elemento negativo”, como “el estigma de estas relaciones políticas o económicas de existencia aplicado a un sujeto de conocimiento que, por derecho, debería estar abierto a la verdad.” (p. 28).
Foucault esboza otra concepción de la ideología: “Mi propósito es demostrar en estas conferencias cómo, de hecho, las condiciones políticas y económicas de existencia no son un velo o un obstáculo para el sujeto de conocimiento sino aquello a través de lo cual se forman los sujetos de conocimiento y, en consecuencia, las relaciones de verdad. Sólo puede haber ciertos tipos de sujetos de conocimiento, órdenes de verdad, dominios de saber, a partir de condiciones políticas que son como el suelo en que se forman el sujeto, los dominios de saber y las relaciones de verdad. Una historia de la verdad será posible para nosotros sólo si nos desembarazamos de estos grandes temas del sujeto del conocimiento, al mismo tiempo originario y absoluto, utilizando eventualmente el modelo nietzscheano.” (p. 28; el resaltado es mío – AM-).
Estos apuntes críticos sobre el “marxismo académico” (en ningún momento menciona a quienes engloba bajo esa denominación) son útiles para la comprensión de las relaciones de Foucault con la obra de Marx. Sin embargo, para abrir un juicio fundamentado acerca de dicha relación es preciso examinar las obras del período de madurez, como Vigilar y castigar.

Villa del Parque, jueves 28 de marzo de 2019


NOTAS:
[1] La escuela sociológica francesa, si cabe utilizar esta denominación, siempre concedió gran importancia al estudio del derecho y las normas jurídicas. Ver al respecto las observaciones de Emile Durkheim (1858-1917) en Las reglas del método sociológico (1895), en especial el capítulo 3. Allí, en el marco de la distinción entre lo normal y lo patológico, analiza el papel social del crimen.
[2] Foucault se refiere al ensayo de Nietzsche, Verdad y mentira en sentido extramoral, escrito en 1873. Explica del siguiente modo su manera de usar el texto del filósofo alemán: “tomé este texto de Nietzsche en función de mis intereses, no para mostrar que ésta era la concepción nietzscheana del conocimiento (…) sino apenas para mostrar que existen en Nietzsche ciertos elementos que ponen a nuestra disposición un modelo para el análisis histórico de lo que yo denominaría política de la verdad.” (p. 25).
[3] Foucault desarrolla este punto: “Y así como entre el instinto y el conocimiento encontramos no una continuidad sino una relación de lucha, dominación, subordinación, compensación, etc., de la misma manera vemos que entre el conocimiento y las cosas que éste tiene para conocer no puede haber ninguna relación de continuidad natural. Sólo puede haber una relación de violencia, dominación, poder y fuerza, una relación de violencia. El conocimiento sólo puede ser una violación de las cosas a conocer y no una percepción, reconocimiento, identificación de o con ellas.” (20).
[4] “La unidad del sujeto humano era asegurada por la continuidad entre el deseo y el conocer, el instinto y el saber, el cuerpo y la verdad. Todo esto aseguraba la existencia del sujeto.” (p. 21).
[5] Foucault menciona el ensayo de Nietzsche, La voluntad de poder (1888), en donde el filósofo alemán afirma que no hay Ser en sí ni conocimiento en sí. (25-26).