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miércoles, 5 de junio de 2019

LA ACUMULACIÓN ORIGINARIA EN LA CULTURA: BAUMAN Y LA DESAPARICIÓN DE LAS "CULTURAS SILVESTRES"



La sociología en particular y la teoría social en general, se ocupó una y otra vez del proceso de transición del feudalismo al capitalismo. No hay sociólogo que no haya abordado esta cuestión. Zygmunt Bauman (1925-2017), sociólogo polaco que desarrolló buena parte de su carrera académica en Gran Bretaña, no podía ser la excepción. Así, por ejemplo, en su obra Legislators and interpreters: On Modernity, Post-Modernity, Intellectuals. Ithaca, Nueva York: Cornell University Press, 1977, examinó la cuestión desde la perspectiva de las transformaciones culturales que conllevó dicha transición.  La presente ficha está dedica al capítulo 4 de la obra (cuyo título es “Guardabosques convertidos en jardineros), dedicado específicamente al pasaje de las culturas silvestres (características de las sociedades precapitalistas) a las culturas de jardín (propias del capitalismo). Cabe acotar que Bauman lleva adelante su análisis realizando la “hazaña” de no mencionar ni al capitalismo ni a la burguesía en ascenso.

Para trabajar el texto utilicé la traducción española de: Legisladores e intérpretes: Sobre la modernidad, la postmodernidad y los intelectuales. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, 1997. El mencionado capítulo 4 comprende las pp. 77-100 de dicha edición.

El profesor Bauman plantea la siguiente hipótesis:

La emergencia de la Modernidad fue [el] proceso (…) de transformación de culturas silvestres en culturas de jardín”. (p. 77; el resaltado es mío – AM-).

Las culturas de jardín son aquellas que no pueden crecer sin la atención permanente de un personal literario y especializado. Las cultura silvestres, en cambio, son las culturas populares anteriores a la Modernidad. Este proceso de surgimiento de las culturas de jardín adquirió impulso en el período comprendido entre el siglo XVI y principios del siglo XIX; en términos espaciales no fue un proceso generalizado y sólo se completó en el extremo occidental de la península europea.

El pasaje de una forma cultural a otra implicó la aparición de nuevos actores sociales: el jardinero reemplazó al guardabosque. El siguiente cuadro sintetiza el planteo de Bauman.

Cuadro 1: El poder en las culturas silvestres y en las de jardín

Sociedades premodernas
Clase dirigente feudal
Guardabosques colectivo
Modernidad
Poder pastoral del Estado
Poder del jardinero

¿Por qué se produjo el pasaje de la una a la otra?

Bauman sostiene que la causa principal fue “la creciente incapacidad de la cultura silvestre para sostener su propio equilibrio y el ciclo reproductivo anual, a causa del desequilibrio perturbador entre el volumen de la demandas de los guardabosques y la capacidad productiva de los seres a su cargo, en la medida en que estos últimos se guiaban por sus «hábitos intemporales», y finalmente por la ineptitud de aquéllos para obtener el rendimiento que querían, mientras se mantenían dentro de los límites de los pasatiempos tradicionales de su actividad.” (p. 79).

La cultura silvestre [precapitalista] “no puede percibirse como cultura, es decir, un orden impuesto por los seres humanos, ya sea por acción u omisión. (…) aparece como algo mucho más fuerte de lo que puede originar o sustentar un acuerdo humano – explícito o tácito -.  Se la ve como Naturaleza, creación de Dios, un designio respaldado en sanciones sobrehumanas y perpetuado por una custodia sobrehumana.” (p. 79).

Para que se produjera la transformación de una cultura en la otra fue necesaria la confluencia de dos cambios monumentales:

a)      “Intelectualmente, la redefinición del orden social como un producto de la convención humana, como algo que no era «absoluto» ni estaba más allá del control del ser humano, fue con mucho el mojón más importante en el camino hacia la modernidad.” (p. 79). [1]

b)     Para lograr a), tuvo que producirse una revolución en la manera en que se reproducía el orden social.” (p. 79).

A partir del siglo XVI se produce una retirada de las relaciones comunitarias. Un indicador de ésta es “la puesta en evidencia de la fragilidad esencial en que se basaba el intercambio humano cotidiano.” (p. 81).
Se desarrolla la oposición entre la razón y las pasiones. La primera era concebida como el conocimiento, transmitido por otras personas; las segundas, como el equipamiento natural de los seres humanos, adquirido al nacer, sin ayuda de otras personas. A partir de esta oposición se elaboró una teoría de la sociedad, que “articulaba la oposición entre las raíces «naturales» y también individuales de los fenómenos antisociales, y el mecanismo social, organizado y jerarquizado del orden social. Destacaba el poder indispensable del poder supraindividual (del Estado) en la protección y perpetuación de una relación ordenada entre los seres humanos; y los malsanos y desastrosos efectos de cualquier relajamiento del control del poder o de la confianza en las «predisposiciones naturales» de los semejantes.” (p. 82).

Los pensadores del siglo XVII destacaron la noción de interés. Ésta no debe confundirse con la acepción del término en el siglo XIX, ligada a la idea de ganancia. “La verdadera oposición entre intereses y pasiones era, una vez más, la diferencia entre un orden social planificado y el estado no elaborado, salvaje, natural del ser humano. La sustancia del interés importaba menos que su artificialidad, sinónimo de su orientación social.” (p. 84). De este modo, “cuanto más se alababa el comportamiento interesado como socialmente beneficioso, más nociva y perjudicial parecía la conducta aguijoneada por las pasiones y vuelta hacia sí misma.” (p. 85).

Se desarrolló el discurso de la Razón contra las pasiones. Éste tuvo un efecto perlocutivo. Se produjo la recategorización de los pobres y humildes, que pasaron a ser “clases peligrosas, que tenían que ser guiadas para impedir que destruyeran el orden social.” (p. 86); la recategorización del modo de vida de los pobres, que pasó a ser concebida como el producto de la naturaleza animal de los seres humanos, inferior a la vida de la razón y en guerra con ella. (p. 86). Todo esto redundó en la deslegitimación de la cultura silvestre. A partir de ese momento, los pobres y humildes se convirtieron en objetos legítimos y pasivos de los jardineros culturales. (p. 86).

Como consecuencia de los procesos descriptos en el párrafo anterior, se expandió la acción regulatoria del Estado (siglo XVIII), que redundó en un ataque generalizado a la cultura silvestre. El régimen de la monarquía absoluta, los gobernantes y las minorías ilustradas desarrollaron un modelo cultural uniforme y universalmente obligatorio.  Bauman resume así la situación:

“Este patrón no podía tolerar alternativamente que reclamaran legitimidad mediante la invocación de tradiciones localizadas, en la misma medida que el monarca absoluto no podía soportar costumbres locales que invocaran en su respaldo antiguas leyes, escritas o no escritas. Pero esto significaba aplastar toda la intrincada estructura de culturas locales con la misma decisión y no menos ferocidad que la utilizada para echar abajo las solitarias torres de la autonomía y privilegios locales.” (p. 89).

El profesor Bauman indica que, desde la Reforma y la Contrarreforma hasta los revolucionarios jacobinos, se puede trazar una línea ininterrumpida de persecuciones. Se dio una “completa desposesión y un desarme de las classes populares rurales y urbanas.” (p. 92). La cruzada contra las culturas silvestres englobó a voceros de las iglesias establecidas, puritanos, jansenistas, philosophes cultos y partidarios de la revolución.” (p. 92).

Bercé plantea que en el siglo XVI se produjo la ruptura entre la “cultura elitista educada” y la “cultura baja”. La primera fue “el primer modo de vida verdaderamente merecedor del nombre de «cultura», dado que se organizaba en torno de ideales conscientemente aceptados y en oposición igualmente explícita a los modos de vida alternativos.” (p. 93). A su vez, la Iglesia renunció a la cohabitación con las tradiciones locales. El Estado asumió la función de jardinero, en tanto que paralelamente la cultura de los sectores populares fue objetivada.

El rechazo de las clases dominantes a la cultura popular se debía, entre otras cosas, a que en las fiestas “se mezclaban indiscriminadamente las personas ahora firmemente divididas entre agentes y objetos de las iniciativas sociales.” (p. 94); además, en las fiestas el pueblo tomaba la iniciativa. Las clases dominantes comenzaron a disputar el terreno de las fiestas : “El fin estratégico de la lucha (…) era reducir al «pueblo» a la condición de receptor pasivo de la acción, como un espectador de los acontecimientos públicos, que ahora se convertían en despliegues espectaculares del poder de los poderosos y la riqueza de los ricos.” (p. 94). Esta lucha por el espacio público fue entendida “cada vez más como el espacio controlado, un espacio ordenado, un sistema seguro de fosas y murallas que protegen las fortalezas del nuevo poder social.” (p. 97). En definitiva, formó parte de la lucha por el “control de los ámbitos desde los cuales los juicios podían pronunciarse con autoridad.” (p. 98).

El resultado fundamental de esta cruzada cultural fue el “cambio de frente del poder social en el sentido del derecho a la iniciativa y el control del tiempo y el espacio”. Se verificó el “establecimiento gradual de una nueva estructura de dominación – el gobierno de los conocedores y el conocimiento como fuerza dirigente -. La cultura tradicional, autónoma y que se reproducía a sí misma quedó en ruinas. Privada de autoridad, desposeída de sus activos territoriales e institucionales, carente de sus propios expertos y administradores, ahora erradicados y degradados, dejó a los pobres y a los humildes, incapaces de autopreservarse y dependientes de las iniciativas administrativas de profesionales capacitados.” (p. 99).

Por último, en paralelo a la destrucción de la cultura popular premoderna, surgió la demanda de administradores y educadores para el pueblo. Bauman completa la “hazaña” mencionada al comienzo de esta ficha: escribir sobre la desaparición de las culturas populares previas a la Modernidad sin decir una palabra de capitalismo ni nada semejante. 


Villa del Parque, miércoles 5 de junio de 2019

NOTAS:
[1] El profesor Bauman discute los alcances de la imagen del “estado natural” propuesta por el filósofo inglés Hobbes (1588-1679) en el Leviatán, sobre todo en el capítulo XIII de esta obra.