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domingo, 25 de julio de 2021

FICHA: EL BRASIL IMPERIAL, 1822-1889

 



Boris Fausto (Sao Paulo, 1930), historiador y cientista político brasileño, autor de la obra História Concisa do Brasil. EDUSP, IMESP, 2000. Existe traducción española, realizada por Juan Ferguson: Fausto, B. (2003). Historia concisa de Brasil. Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica de Argentina. 293 p.

La historia de Brasil es terreno desconocido en Argentina, salvo entre estudiantes de historia y especialistas en América Latina. No es este el lugar para explicar esta ignorancia ni mucho menos para remediarla. Sin embargo, consideramos oportuno publicar algunos materiales que pueden resultar de utilidad para el público en general.

La presente ficha abarca el capítulo 2 titulado “El Brasil monárquico (1822-1889)” (pp. 69-119). Todas las citas pertenecen a la edición del Fondo de Cultura Económica.


La consolidación de la independencia de Brasil fue rápida; el gobierno inglés (Brasil era su tercer mercado externo) aceptó informalmente la emancipación brasileña, aunque retrasó el acto formal, pues quería que Brasil adoptara la medida del cese inmediato del tráfico de esclavos. Portugal, por su parte, reconoció la independencia en 1825. Pero velocidad no es sinónimo de tranquilidad; la transición a la independencia no fue pacífica y se produjeron enfrentamientos armados. En todo caso, la rapidez con que se estableció el nuevo régimen estuvo relacionada con que este no implicó grandes alteraciones en el orden social ni en la forma de gobierno.

“La élite política que promovía la independencia no tenía interés en propiciar rupturas que pusieran en peligro la estabilidad y continuidad de la antigua vida de la colonia.” (p. 70)

La élite adoptó la monarquía como forma de gobierno, hecho que diferenció a Brasil del resto de América Latina. El régimen monárquico se transformó en símbolo de autoridad, más allá de que la figura de tal o cual emperador fuese cuestionada.

Sin embargo, es erróneo afirmar que nada cambió. La profundización de la relación de dependencia con Gran Bretaña (se venía robusteciendo desde 1808, cuando se produjo la apertura de los puertos al comercio) implicó el cambio de inserción de la ex-colonia en el sistema económico internacional. Además, surgió la necesidad de construir un Estado nacional, algo innecesario durante el período colonial. En este punto es necesario aclarar otro malentendido: en 1822 (y en los años subsiguientes) no existía una élite política homogénea; por el contrario, faltaba un acuerdo sobre las líneas básicas de la organización del nuevo Estado. Esto hizo que se desarrollara un período de agudas luchas políticas entre 1822-1840.

La Constitución de 1824 representó el primer intento de organizar el nuevo sistema político. Fue sancionada de arriba hacia abajo; el emperador disolvió la Asamblea Constituyente y aprobó por decreto su propio proyecto. Estableció el régimen monárquico, hereditario y constitucional; había una nobleza, conformada en base a títulos no hereditarios otorgados por el emperador; la religión católica fue reconocida como religión oficial, aunque permitía el culto particular de otras religiones; el Poder Legislativo estaba constituido por el Senado (integrado por personajes elegidos de manera vitalicia por el emperador) y la Cámara (cuyos miembros eran elegidos de manera temporaria, por voto indirecto y censitario. En primer término se realizaban elecciones elecciones primarias, en las que votaban los ciudadanos que poseían una renta anual de 100 mil reis o más en bienes raíces, industria, comercio o empleo; de esas elecciones surgía un cuerpo electoral, cuyos miembros debían poseer una renta anual de 200 mil reis y no ser libertos; el cuerpo electoral elegía los diputados, entre los ciudadanos con renta anual de 400 mil reis o más, que profesaran la religión católica). Una de las paradojas del texto constitucional consistía en que, siendo el ordenamiento fundamental de una sociedad esclavista, en ella no se mencionaba a los esclavos. Su aplicación, por lo menos en lo que hace al terreno de los derechos, era muy relativa.

“A éstos [derechos] se superponía la realidad de un país donde incluso el conjunto de la población libre dependía de los grandes propietarios rurales, donde sólo un pequeño grupo tenía instrucción y donde existía una tradición autoritaria.” (p. 72)

En cuanto al ordenamiento de los poderes locales, la Constitución dividía al país en provincias; el emperador nombraba al presidente de cada una de ellas. Existía un Consejo de Estado, integrado por consejeros vitalicios designados por el emperador. Estos consejeros debían tener una edad mínima de 40 años, renta no inferior a 800 mil reis anuales. El Consejo daba su opinión en temas tales como declaración de guerra, ajustes en los pagos, negociaciones en las que el emperador se propusiera ejercer atribuciones propias del Poder Moderador.

El texto constitucional convertía al emperador en el Sol del sistema político. Su persona fue considerada inviolable y sagrada, y no estaba sujeta a ninguna responsabilidad. El emperador nombraba a los senadores, podía disolver la Cámara y convocar a elecciones para sustituirla. También estaba facultado para vetar las decisiones de la Cámara y del Senado. En definitiva, la Constitución fijaba el predominio del emperador y de los burócratas y comerciantes (muchos de ellos portugueses) que formaban parte del círculo de sus íntimos.

La Constitución de 1824 rigió, con algunas modificaciones, hasta el final del Imperio. Pero los comienzos del nuevo ordenamiento no fueron fáciles. El régimen imperial debió enfrentar la revolución de Pernambuco (julio-noviembre de 1824), de carácter marcadamente urbano y popular, aplastada por medio las tropas imperiales. Luego, Brasil afrontó la guerra con Argentina (1825-1827) por la posesión de la Banda Oriental. El conflicto fue un desastre militar y una catástrofe financiera para el Imperio.

Las rentas del gobierno dependían en gran medida del impuesto sobre las importaciones. En los primeros años del Imperio, los precios del algodón, cuero, cacao, tabaco y café tendieron a caer. Ello produjo una desvalorización de la moneda brasileña e inflación. Si bien la devaluación favoreció las exportaciones, también perjudicó las importaciones de bienes de consumo, demandadas por las élites y por los sectores medios urbanos. La situación económica agudizó el conflicto entre brasileños y portugueses (estos últimos controlaban la mayor parte del comercio al por menor). La élite política se hallaba dividida en absolutistas (defensores a ultranza del emperador, el orden y la propiedad) y liberales (defensores del orden y la propiedad, pero también de la libertad constitucional). Los brasileños adhirieron más a los liberales, en tanto que los portugueses se abroquelaron tras la figura del emperador.

El conflicto se resolvió en 1831: una revuelta apoyada por el ejército forzó la abdicación de Pedro I (1798-1834; emperador de Brasil en 1822-1831) en favor de su hijo, quien recibió la denominación de Pedro II (1825-1891; emperador de Brasil en 1831-1889).

Dada la corta edad del nuevo emperador, hubo un período de Regencia (1831-1840), a la espera de la mayoría de edad de Pedro II. Fue una etapa agitada en lo político, pues las élites no se ponían de acuerdo en torno al orden constitucional más conveniente. En principio, puede afirmarse que los liberales moderados se llevaron la parte del león con la abdicación. Se suprimió el Consejo de Estado, se crearon asambleas provinciales con poderes mayores (podían nombrar y destituir a los funcionarios públicos; se convirtieron en un arma importante para los políticos locales). En agosto de 1831 se creó la Guardia Nacional, en sustitución de las antiguas milicias; estaba compuesta por todos los ciudadanos con derecho a voto en las elecciones primarias con edades comprendidas entre los 21 y los 60 años.

Durante la Regencia se sucedieron las rebeliones y revueltas provinciales. Las más importantes: Guerra dos cabanos (Pernambuco, 1832-1835); Farroupilha (Rio Grande do Sul, 1835-1845). Todos estos movimientos fueron derrotados, no sin dificultades, por las fuerzas imperiales.

En esta etapa de la historia brasileña se conformaron los dos grandes partidos: conservadores y liberales. Los primeros agruparon a magistrados y burócratas, una parte de los propietarios rurales (Río de Janeiro, Bahía y Pernambuco) y a los grandes comerciantes; los segundos, a la pequeña clase media urbana, algunos sacerdotes y propietarios rurales de áreas menos tradicionales (Sao Paulo, Minas Gerais y Río Grande do Sul).

En julio de 1840 Pedro II asumió el trono, apoyado por los liberales. Entre sus primeras medidas estuvo el restablecimiento del Consejo de Estado. La totalidad del aparato administrativo y judicial volvió a manos del gobierno central, recortando los poderes locales. Se impulsó así la centralización política. De esta manera se dio el paso decisivo para terminar con las rebeliones provinciales, la última de las cuales fue la Praieira (Pernambuco, 1848-1850).

El período comprendido entre la independencia (1822) y el final de la Regencia (1840) estuvo signado por la inestabilidad política, cuyo indicador más evidente fue el número de rebeliones contra el poder central. En este punto cabe hacerse la pregunta: ¿Por qué Brasil logró mantener la unidad territorial? El profesor Fausto sostiene que el elemento explicativo fundamental es el sistema esclavista. El interés por el mantenimiento de la esclavitud llevó a las provincias más importantes a desechar una separación del Imperio, pues se verían debilitadas frentes a las presiones antiesclavistas de Gran Bretaña. Pero el mantenimiento de la unidad también fue apoyado por los ingleses, quienes defendían así su mayor mercado en América Latina. Además, se fue constituyendo una élite homogénea (cuyos integrantes se formaron en la Facultad de Derecho de Coimbra, luego en las Facultades de Olinda, Recife y Sao Paulo), dotada de una concepción jerárquica y conservadora.

El sistema político permitió la alternancia en el gobierno de los dos partidos (hubo 36 gobiernos en 50 años), sin que se recurriera a las armas. En 1847 se creó el Consejo de Ministros o Gabinete, encargado del Poder Ejecutivo. Debía contar con la confianza de la Cámara y del emperador para poder mantenerse en el gobierno.

¿Qué pasaba, mientras tanto, con la economía brasileña?

En las primeras décadas del siglo XIX surgió la producción de café para la exportación. Este cultivo se llevó adelante en el extenso valle del río Paraíba (que atraviesa gran parte de Río de Janeiro y Sao Paulo). Allí se instalaron las fazendas, grandes propiedades que utilizaban fuerza de trabajo esclava. Las tierras fueron ocupadas según la ley del más fuerte. Para instalar una fazenda de café, el fazendeiro tenía que realizar inversiones significativas (tala del bosque, preparación de la tierra, siembra, instalaciones, compra de esclavos). Las primeras cosechas sólo podían recogerse luego de cuatro años de espera. Los capitales provenían: a) ahorro obtenido con la gran expansión del comercio (luego de la llegada del rey de Portugal, Juan VI, a Brasil en 1808); b) ganancias obtenidas con la producción de café; c) capitales liberados por la finalización del tráfico de esclavos (luego de 1850). La producción tenía carácter extensivo. La mayor parte del café se producía para la exportación, siendo EE.UU. el principal comprador. Entre 1821-1830, el café generaba el 18 % del valor total de las exportaciones brasileñas; en 1881-1890, era el 61 % del valor total de las exportaciones del país. El complejo cafetalero desplazó definitivamente el centro dinámico del país hacia el centro y el sur del territorio. En contrapartida, se produjo la decadencia del noreste, proceso ya irreversible hacia 1870.

La economía brasileña tuvo problemas de balanza de pagos a lo largo del siglo XIX:

“Para conseguir créditos y empréstitos, el país dependía fundamentalmente de Inglaterra. En este sentido, su deuda externa estaba contraída fundamentalmente con los banqueros ingleses. Pero las transacciones comerciales con Inglaterra no proveían recursos suficientes para hacer frente a las importaciones de ese país y para atender los compromisos de la deuda.” (p. 92)

La esclavitud estaba sometida a crecientes presiones de parte de Gran Bretaña, que reclamaba su abolición. Brasil resistió la presión; el tráfico de esclavos creció: entre 1811-1820, el ingreso anual de esclavos fue de 32700 cautivos promedio; en 1821-1830, ascendió a un promedio de 43100 cautivos. Los esclavos ingresaban fundamentalmente por los puertos al sur de Bahía, sobre todo Río de Janeiro. La mayoría de los esclavos iban a las plantaciones de café del valle del Paraíba. El régimen esclavista permanecía firme pues “no existía una alternativa viable al trabajo esclavo en la gran propiedad, así como también [por] la falta de rebeliones generalizadas de esclavos” (p. 94). Sin embargo, a mediados de siglo la presión inglesa se volvió insostenible; la marina británica comenzó a bloquear los puertos brasileños. En septiembre de 1850 se aprobó una ley presentada por el Ministerio de Justicia, que equiparaba al tráfico de esclavos con la piratería. La entrada de esclavos cayó de 54000 en 1849 a menos de 23000 en 1850 y 3300 en 1851; en los años siguientes, desapareció. En un primer momento los fazendeiros se proveyeron de esclavos comprándolos en las regiones en decadencia.

En 1850 se aprobó la Ley de Tierras. Con ella se procuró evitar que la inmigración interna comprara tierras públicas (y, por ende, los inmigrantes se verían empujados a emplearse como mano de obra). Ese mismo año se aprobó, además, el primer Código Comercial.

El fin de la importación de esclavos trajo aparejada la liberación de capitales. Se desató una intensa actividad de negocios y de especulación: bancos, empresas de navegación a vapor, industrias, ferrocarriles.  En definitiva, dio comienzo la modernización capitalista en las áreas más dinámicas del país.

La producción de café, lejos la principal mercancía de exportación del país, se desplazó de la zona del valle del Paraíba (que alcanzó su apogeo alrededor de 1850) hacia el oeste paulista, donde existía gran disponibilidad de tierras que permitía la continua incorporación de nuevas áreas de cultivo; el valle del Paraíba había alcanzado su máxima extensión (las tierras, agotadas y erosionadas, bajaron su rentabilidad y perdieron valor). Se conformaron dos clases regionales: a) los fazendeiros del Paraíba, quienes apoyaban la monarquía, pero se separaron de ella a medida que se aprobaba la legislación contra la esclavitud; b) la burguesía del café del oeste paulista.

En las últimas décadas del siglo XIX la región de Sao Paulo comenzó su proceso de transformación en una economía capitalista. Acumulación de capitales, diversificación de las actividades económicas, formación de un mercado de tierras, de producción y de consumo. La acumulación de capitales comenzó con la producción cafetalera, combinada con inversiones en tierras, bancos y comercios. En torno a la expansión del café se constituyó una red de núcleos urbanos, centros de pequeña producción y consumo.  En la década de 1880 comenzó la entrada de inmigrantes.

Las diferencias entre los fazendeiros del Paraíba y la burguesía cafetalera no eran tan grandes:

“Los dos grupos partieron de presupuestos comunes y se diversificaron en razón de diferentes realidades del medio físico y social. Ambos practicaron la agricultura extensiva y utilizaron ampliamente la mano de obra esclava. Los fazendeiros paulistas no se volcaron al inmigrante porque creían en las virtudes o en la mayor rentabilidad del trabajo libre, sino porque la alternativa del esclavo iba desapareciendo y había que dar una respuesta al problema.” (p. 100)

A partir de 1850 el aprovisionamiento de esclavos se realizó por medio del tráfico interprovincial. “De esta manera, las migraciones internas en Brasil comenzaron bajo la triste forma de la transferencia forzada de esclavos de una región a otra.” (p. 100) Pero este tráfico no suplía de manera completa las necesidades de la producción; era necesario encontrar otra alternativa para proveer de mano de obra a las zonas dinámicas (como Sao Paulo). La burguesía exploró otras alternativas. No obstante la urgencia, no se intentó convertir a los esclavos en trabajadores libres, en parte debido al prejuicio de los fazendeiros hacia los esclavos, así como también a la probable reticencia de estos últimos a aceptar una condición no muy diferente a la que tenía. Tampoco se intentó promover la llegada de inmigrantes pobres desde el noreste, por prejuicio racista, que desvalorizaba no sólo a los esclavos, sino también a los ex-esclavos y a los mestizos. Además, los dueños de los ingenios y de las plantaciones de algodón del noreste no aceptarían de buen grado el traslado de una fuerza de trabajo que estaba bajo su control.

Se fomentó la inmigración europea: el número de inmigrantes a Sao Paulo pasó de 6500 personas (1885) a casi 92000 (1888); los italianos constituyeron la inmensa mayoría de la inmigración (cerca del 90 % en este período).

El profesor Fausto dedica bastante espacio al análisis de la Guerra del Paraguay (1864-1870):

“Paraguay quedó arrasado por el conflicto, perdiendo porciones de su territorio a manos de Brasil y Argentina, además de su propio futuro. El proceso de modernización se volvió una cosa del pasado y Paraguay se convirtió en un país exportador de productos de poca importancia.” (p. 108)

Brasil terminó la guerra endeudado con Gran Bretaña. Su esfuerzo bélico fue enorme: la población masculina era de 4.9 millones en 1865 y el número total de brasileños movilizados osciló entre 135 y 200 mil. “Pero la mayor consecuencia del conflicto fue la afirmación del Ejército como una institución con perfil y objetivos propios.” (p. 108)

Hacia 1870 aparecieron síntomas en el Segundo Reinado. Comienzo del movimiento republicano; surgieron fricciones entre el gobierno imperial y el Ejército y la Iglesia. El problema político central siguió siendo el fin de la esclavitud. El proceso comenzó en 1871, con la sanción de la Ley de Vientre Libre (proyecto elaborado por un gabinete conservador), que declaró libres a los hijos de la mujer esclava nacidos luego de la promulgación de la ley. Estos hijos quedaban en manos de los señores de sus madres hasta los 8 años de edad. Luego, los señores podían optar: a) recibir una indemnización del Estado, o b) utilizar los servicios del menor hasta que éste cumpliera los 21 años.

La ley fue sancionada debido al temor a las insurrecciones de esclavos (el Estado había quedado debilitado por la guerra). Pero la clase dominante consideraba que la ley era subversiva. Pero la norma legislativa tuvo poca efectividad en la práctica; se entregaron pocos niños al Estado y los dueños de esclavos continuaron utilizando sus servicios.

En la década de 1880 creció el movimiento abolicionista. En 1884 el estado de Ceará, en el noreste, declaró unilateralmente el fin de la esclavitud. En 1885 se aprobó la Ley de los Sexagenarios, que concedió la libertad a los cautivos mayores de 60 años; además, estableció normas para la liberación gradual de todos los esclavos mediante una indemnización. En la segunda mitad de la década de 1880 se produjo la desorganización del trabajo en las fazendas por la fuga en masa de los esclavos. La élite cafetalera paulista recurrió a la inmigración para aprovisionarse de fuerza de trabajo. En 1888 sólo adherían a la esclavitud los representantes de las zonas cafetaleras del valler del Paraíba. Finalmente, el 13 de mayo de 1888 se declaró la abolición de la esclavitud.

¿Qué sucedió con los ex-esclavos?

En el noreste se transformaron en dependientes de los grandes propietarios. En el valle del Paraíba se convirtieron en aparceros de las fazendas de café en decadencia; luego, en chacareros o peones de ganado. En el oeste paulista, se produjo una fuga en masa con anterioridad a 1888 hacia Sao Paulo y otras regiones. En general, persistió la profunda desigualdad social de la población negra; esto reforzó el prejuicio contra el negro, considerado un ser inferior (sobre todo en zonas de intensa inmigración). Eso muestra que,

“El sistema esclavista no estaba sostenido sólo por la violencia, aunque ésta fuese fundamental. Su amplitud, la diferenciación entre los esclavos, las expectativas - reales o imaginarias - de alcanzar la libertad, también contribuyeron a que tuviera una larga vida.” (p. 112)

El otro problema político central de las últimas décadas del Imperio fue el desarrollo del movimiento republicano, que hizo su aparición en Río de Janeiro hacia 1870. Su base social estaba constituida por militares, periodistas y miembros de las profesiones liberales. Luchaba por una mayor representación política de los ciudadanos, por los derechos y las garantías individuales, y por la finalización del régimen esclavista. En la década de 1870 también surgió el movimiento republicano conservador en las provincias. En 1873 fue fundado el PRP (Partido Republicano Paulista); sus cuadros provenían de la burguesía cafetalera; defendía la federación, que garantizaba una amplia autonomía a las provincias. El PRP pensaba que el Imperio era incompatible con la federación. A diferencia de los republicanos de Río de Janeiro, los republicanos paulistas evitaban tomar posición frente a la esclavitud.

La década de 1870 vio también la aparición de una crisis entre el Estado y la Iglesia (p. 115). También se tensaron las relaciones con el Ejército. Muchos oficiales eran críticos del Imperio desde la Guerra del Paraguay. Los jóvenes militares defendían el desarrollo de la educación y de la industria, la construcción de ferrocarriles y el fin de la esclavitud. La Escuela Militar de la Praia Vermelha (Rio de Janeiro) se convirtió en la práctica en centro de estudios de matemática, filosofía y letras; el positivismo tuvo gran influencia: “En el caso brasileño, el positivismo contenía una fórmula de modernización conservadora centrada en la acción del Estado y en la neutralización de los políticas tradicionales, que repercutió con fuerza entre los militares.” (p. 117). [No se trató de que los militares se convirtieran en filósofos; los militares tomaron del positivismo aquello que les servía en la práctica.]

En 1881 se sancionó la Ley Saraiva, que estableció una reforma electoral con el voto directo para las elecciones legislativas. No obstante ello, mantuvo el nivel mínimo de renta (censo económico). En 1882 se introdujo el Censo Literario (voto restringido a los alfabetizados). El voto se extendió a los no católicos, los brasileños naturalizados y los libertos. Pero los efectos del Censo Literario, en un país de analfabetos, fueron notorios: en 1872, los votantes eran el 10,8 % de la población del país; en 1886, el 0,8% de la población. Se mantuvieron el fraude y las presiones sobre los electores.

En junio de 1887 los oficiales organizaron el Club Militar, asociación permanente para la defensa de sus intereses. Crecieron los contactos entre los militares y los líderes republicanos paulistas y gaúchos. Su intención era derrocar a la monarquía.

15 de noviembre de 1889 = El mariscal Deodoro Da Fonseca ocupó el ministerio de Guerra y proclamó la República. A los pocos días la familia del ex-emperador partió al exilio. El Ejército derrocó a la monarquía, pero “la burguesía cafetalera le permitiría a la República contar con una base social estable, cosa que ni el Ejército ni la población urbana de Río de Janeiro podían asegurar por sí mismos.” (p. 119)

El profesor Fausto concluye afirmando que la caída de la monarquía fue el resultado de una disputa entre élites divergentes (p. 119)

 

Villa del Parque, domingo 25 de julio de 2021

jueves, 22 de julio de 2021

CONCEPTOS BÁSICOS DE ECONOMÍA (SOBRE BASES INDIVIDUALISTAS Y MARGINALISTAS)



Esta ficha comienza con la afirmación de una negación: no es posible estudiar la ciencia de la sociedad sin saber economía. Mejor dicho, la economía forma parte inseparable de la ciencia de la sociedad. Sin embargo, la organización del mundo académico, con sus compartimentos y especializaciones desarrolladas hasta el paroxismo, ha enredado y confundido la comprensión de la totalidad social. La cuestión se complica todavía más si abordamos el problema desde la perspectiva marxista; aquí la cuestión no pasa tanto por la fragmentación y compartimentalización de la ciencia de la sociedad, sino por tendencia a vivir en el pasado, con su correspondiente actitud de desprecio hacia lo nuevo (con el agravante de que la etiqueta “lo nuevo” designa a la producción de las ciencias sociales desde 1920 en adelante).

Por todo esto es necesario aprender economía, teniendo presente en todo momento que esa tarea es un prolegómeno al estudio de la ciencia de la sociedad, y no esa ciencia en sí misma. Quienes practican las ciencias sociales no pueden prescindir de la economía, salvo que quieran recorrer su camino intelectual navegando entre abstracciones. Quienes practican la ciencia social desde el marxismo no pueden prescindir de la ciencia económica moderna, salvo que quieran pasarse la vida convocando a los fantasmas del pasado y a las ilusiones perdidas. 

El libro Economía: principios y aplicaciones (México DF: McGraw-Hill Interamericana, 2008), escrito por los profesores Francisco Mochón y Víctor Beker, tiene amplio uso en los cursos universitarios de introducción a la economía. Se trata de un manual y, en tanto tal, cumple la doble función que se espera de él: proporcionar los elementos necesarios para proseguir los cursos superiores de economía e inculcar (y/o reforzar) en los estudiantes la ideología económica capitalista. Por eso su lectura es un buen comienzo para quienes desean estudiar la ciencia económica y, a la vez, la ideología capitalista. La presente ficha está dedicada al cap. 1, “La economía: conceptos básicos” (pp. 1-21). Trabajo con un ejemplar de la edición 2008.

Abreviaturas:

DT = División del trabajo /FPP = Frontera de posibilidades de producción  / FT = Fuerza de trabajo


¿De qué hablamos cuando hablamos de ciencia económica?

Los autores comienzan con el interrogante que es habitual en los manuales: ¿Qué es la economía? 

La respuesta se va desplegando a medida que avanzamos en la lectura. La economía, “se ocupa de las cuestiones que surgen en relación con la satisfacción de las necesidades de los individuos y de la sociedad” (p. 1).

[Para poder satisfacer las necesidades individuales y sociales es preciso desarrollar alguna forma del proceso de producción, pero los autores omiten por el momento la cuestión del trabajo y se concentran en la elección de qué producir.]

Las necesidades se satisfacen con bienes. Un bien es “todo medio capaz de satisfacer una necesidad, tanto de los individuos como de la sociedad” (p. 1). 

A partir de la introducción del concepto de bien, los profesores Mochón y Beker profundizan su primera definición de economía, afirmando que ésta se ocupa “de la manera en que se administran los recursos escasos, con el objeto de producir bienes y distribuirlos para su consumo entre los miembros de la sociedad,” (p. 1). También puede ser denominada ciencia de la elección, dado que la administración de los recursos escasos requiere de la realización de elecciones, estableciendo qué producir. 

[En la definición precedente queda claro que la producción es crucial para toda sociedad por el sencillo hecho de que sin ella no podría existir. De ahí se desprende el camino seguido por los marxistas: estudiar el proceso de trabajo para comprender la estructura de la sociedad. Pero los autores optan por colocar en el centro del análisis a la cuestión de la elección; para hacerlo, introducen sin mayor explicación la noción de escasez. De este modo, se desplazan desde lo objetivo (el proceso de trabajo) hacia lo subjetivo, las elecciones de los individuos.]

Pero, ¿Qué es la escasez, ese caballito de batalla de los economistas pasados,  presentes y futuros?

Los autores definen escasez como un “concepto relativo, en el sentido de que existe un deseo de adquirir una cantidad de bienes y servicios mayor que la disponible.” (p. 2) 

[Para convertir al deseo en el centro del análisis económico, los economistas deben efectuar varias operaciones. La primera y principal: presentar la cuestión en términos abstractos, sin ninguna referencia a una sociedad concreta. Los individuos desean más de lo que pueden obtener; por ende, hay escasez. Pero, ¿el deseo es una cuestión meramente individual, algo propio de cada individuo? Por ejemplo, puedo desear tener un unicornio azul como mascota y como no puedo hallarlos en el mercado, dictamino que hay escasez de unicornios. El dictamen puede ser importante para mí, amante de los unicornios; pero, desde el punto de vista de la economía, sería irrelevante hablar de escasez en esta cuestión. En este punto debemos abandonar el terreno de la psicología barata y pasar al terreno de lo social. Los deseos, como todas las conductas humanas, se conforman en un medio social (no nacen en el vacío). Simplificando la cuestión: deseamos aquello que sabemos que existe y que podemos obtener. Así, un campesino medieval deseaba un árbol de chorizos, pues comía poco y salteado, y su anhelo era disponer de alimentos abundantes. En este sentido cabe hablar de escasez, pero es una escasez que obedece a dificultades técnicas (incrementar la productividad de la agricultura) y sociales (la distribución de lo producido entre campesinos y señores feudales). Ahora estamos en el terreno de la economía entendida como ciencia social.]

Existen dos enfoques para estudiar la economía: 

MICROECONOMÍA = Estudia los comportamientos económicos de los agentes económicos individuales. Esto implica analizar el modo en que toman decisiones los hogares y las empresas y las formas en que interactúan. 

MACROECONOMÍA = Analiza los comportamientos agregados y globales. Se ocupa del empleo, la inflación y el producto total de una economía. Estudia los fenómenos que afectan al conjunto de la economía.


En el principio era la producción...

Ahora Mochón y Beker profundizan el abordaje de la producción, es decir, de la manera en que se obtienen los bienes y servicios requeridos para la satisfacción de las necesidades. El texto adquiere el carácter de un glosario de palabras clave.

Para producir son necesarios los factores productivos (también denominados factores de producción o recursos productivos - inputs-). En pocas palabras, son los recursos utilizados por las empresas o las unidades económicas para producir bienes y servicios. La clasificación tradicional de los factores de producción distingue entre: tierra (o recursos naturales), o sea, todo lo que aparta la naturaleza al proceso productivo; trabajo, esto es, el tiempo y las capacidades intelectuales dedicadas a las actividades productivas; capital, constituido por los bienes duraderos dedicados a producir otros bienes y no al consumo. 

Mochón y Beker profundizan en el factor capital. Sostienen que significa capital físico = máquinas y edificios, no capital financiero. Por eso, toda vez que se habla de inversión, debe entenderse inversión real, es decir, acumulación de máquinas y edificios, y no la compra de bienes financieros. A su vez, debe distinguirse entre capital físico y capital humano (los gastos en educación y formación profesional, pues ambos implican inversión de capital, dado que tienen por objetivo incrementar la capacidad productiva de la economía). 

El capital humano es definido como “los conocimientos y cualificaciones adquiridas por los individuos por medio de la educación y de la experiencia” (p. 2); se utiliza para producir bienes y servicios. [Resulta útil comparar el tratamiento del capital humano con la cuestión del deseo. Mientras que este último recibe un abordaje abstracto, el primero aparece ligado de manera inseparable a la producción. El saber adquirido posee sentido si es útil para producir y por eso la adquisición de conocimiento es concebida como inversión. Los autores no hacen explícito el supuesto subyacente a su manera de abordar el problema: la producción es producción mercantil, basada en la propiedad privada de los medios de producción. Ese supuesto hace que el único trabajo que vale como tal es el que produce mercancías. Como puede observarse, el enfoque de Mochón y Beker combina la máxima abstracción (el deseo moviéndose en el vacío social) y el mantenerse dentro de los límites estrictos de una economía mercantil]

Toda sociedad tiene que resolver tres problemas económicos fundamentales: 

  1. ¿Qué producir?

  2. ¿Cómo producir?

  3. ¿Para quién producir?

Los distintos agentes económicos que actúan en una multitud de mercados proporcionan las respuestas a esas preguntas. Por el momento, Mochón y Beker no avanzan más allá de esta afirmación. [Pero no puede dejarse pasar que el enfoque que adoptan es individualista y les permite, una vez más, poner a la subjetividad en el centro del análisis económico. Si les tomamos la palabra, debemos examinar cada una de las elecciones de los agentes económicos si queremos comprender el funcionamiento del sistema económico en su conjunto. Aquí hay que recordar que Mochón y Beker conciben a la economía como ciencia de la elección - individual, agrego -. En este momento, más que desarrollar la crítica de esta perspectiva, es conveniente indicar que esa concepción es congruente con la adopción del individualismo metodológico como base epistemológica de la ciencia económica.]

Luego de este primer paseo por el campo de la ciencia económica, los autores pasan a caracterizar los alcances de la disciplina. En primer lugar, distinguen entre afirmaciones positivas, las afirmaciones positivas, que son explicaciones objetivas del funcionamiento de los fenómenos económicos; tratan sobre ≪lo que es y podría ser≫ (p. 3), y las afirmaciones normativas, que ofrecen prescripciones para la acción basados en definiciones de valor personal y subjetivo, es decir, se refieren a ≪lo que debería ser≫ (p. 3). La distinción entre ambas clases de afirmaciones constituye la base de la clasificación entre economía positiva, cuya tarea consiste en establecer proposiciones del tipo ≪si se dan todas las circunstancias entonces tendrán lugar tales acontecimientos≫ (p. 3) y economía normativa, que se ocupa de “los preceptos éticos y normas de justicia” (p. 4). Más la economía no trata únicamente de la teoría. La economía es una ciencia que apunta también a modificar la realidad. Los economistas pueden influir sobre la actividad económica a través de políticas económicas

Existen dos tipos de política económicas: a) microeconómicas, inciden en el fundamento de los mercados específicos; b) macroeconómicos, se ocupan de temas tales como el control de la inflación o el estímulo para la creación de empleo a nivel global.

Mochón y Beker vuelven otra vez al leitmotiv de la economía: en la vida real las necesidades son ilimitadas. [Esta afirmación es errónea cuando se la piensa en términos concretos: siempre deseamos aquello que podemos alcanzar. En otras palabras, nuestros deseos se hallan en consonancia con la estructura productiva de la sociedad, con las posibilidades presentes o las que se desprenden de su posible evolución futura.]

La economía es presentada como un freno a los deseos ilimitados de las personas . Una de sus tareas es, precisamente, formular la frontera de posibilidades de producción (FPP o curva de transformación) = “muestra la cantidad máxima posible de unos bienes o servicios que puede producir una determinada economía con los recursos y la tecnología de que dispone, y dadas las cantidades de otros bienes y servicios que también produce.” (p.4). 

Mochón y Beker siguen adelante y plantean que la economía enseña que no hay nada gratis. [Frase que debe entenderse como una verdad de Perogrullo, pues resulta evidente que toda producción supone consumo de bienes y servicios: nada es gratis.]

De la concepción anterior, los autores formulan la noción de costo de oportunidad de una cosa, que equivale a aquello a lo que se renuncia para conseguirla. (p. 6). O, “más concretamente, el costo de oportunidad de un bien o servicio es la cantidad de otros bienes o servicios a los que se debe renunciar para obtenerlo.” (p. 5) Este costo se incrementa con la especialización de los factores productivos (p. 7)í

Si se acepta el argumento presentado hasta aquí, puede comprenderse el planteo que sigue: las personas racionales piensan en términos marginales. En economía, muchas de las decisiones exigen llevar a cabo “pequeños ajustes adicionales”. Se trata de cambios marginales, “pequeños ajustes adicionales de un plan de acción” (p. 6).

[De modo imperceptible, los problemas económicos fundamentales dejan de ser cuestiones sociales y pasan al terreno de las decisiones individuales. Mochón y Beker nos meten el perro: proponen una visión particular de la ciencia económica - la desarrollada por la revolución marginalista del último tercio del siglo XIX - como si fuese la concepción adoptada por todos los economistas. Esto lleva a la pregunta acerca de la falta de unificación teórica de la economía, pero ello conduciría a un terreno muy distante del libro de Mochón y Beker.]

Los autores enuncian la ley de los rendimientos decrecientes, que se refiere a la relación entre factores productivos y bienes obtenidos en el proceso de producción. “Existen rendimientos decrecientes en la producción de un bien, si la cantidad de producto adicional que obtenemos cuando añadimos sucesivamente unidades adicionales iguales de algunos factores en relación con otro u otros factores que permanecen fijos, es cada vez menor.” (p. 7). Los autores aclaran que esta ley “no tiene validez para todo tipo de tecnologías” (p. 7).

[La ley no indica otra cosa que el hecho de que toda tecnología posee límites. En ningún estadio del desarrollo humano las posibilidades de crecimiento son ilimitadas. Se trata, nuevamente, de una verdad de Perogrullo. En esta cuestión lo importante queda fuera del análisis de Mochón y Beker: la cuestión de los factores que determinan los límites de la tecnología o, dicho de otro modo, el problema de los límites no tecnológicos de la tecnología.]

Abierto el grifo del marginalismo, los autores siguen por ese camino. La variación marginal de una variable “es una pequeña variación del valor de esta” (p. 8) Por su parte, el principio marginal “establece que se debe aumentar una actividad si su ingreso marginal es mayor que el costo marginal” (p. 8)

Una vez expuesto el objeto de estudio de la economía y sus problemas principales, Mochón y Beker pasan a exponer el método de trabajo de los economistas. La economía explica los fenómenos económicos recurriendo a teorías y modelos.


El discurso del método

Una teoría es “una explicación del mecanismo que subyace en los fenómenos observados” (p. 8) Las teorías están constituidas por un conjunto de definiciones [conceptos] y por una serie de supuestos o hipótesis sobre el comportamiento de las variables económicas. 

Las variables económicas pueden definirse como algo que “influye en las decisiones relacionadas con los problemas económicos fundamentales o algo que describe los resultados de esas decisiones.” (p. 8) Los supuestos son “proposiciones cuya validez se toma como dada y se introducen porque concretan los modos de conducta de los agentes económicos” (p. 9) Los supuestos más conocidos de la economía son: a) los agentes económicos actúan de forma racional; b) los individuos son utilitaristas o egoístas, por lo tanto, siempre trata de maximizar alguna magnitud.

[Se trata de supuestos individualistas metodológicos, pues ponen el acento en el comportamiento del individuo como elemento explicativo de los fenómenos sociales. Estos supuestos pueden ser criticados, pero el problema con Mochón y Beker es otro; los autores hacen pasar estos supuestos como si su aceptación fuera unánime entre los economistas. La ciencia económica dominante no juega limpio (tampoco está obligada a hacerlo, dado que su terreno es el de la lucha de clases.]

Los autores hacen una afirmación sobre la ciencia: “Las teorías no deben evaluarse por el realismo de sus supuestos sino por la validez de sus predicciones.” (p. 9). En otras palabras, sostienen que la ciencia debe soperse por su capacidad de predicción. La afirmación es, por lo menos, arriesgada; la ciencia económica no cuenta con muchas predicciones acertadas en su haber. Pero la posición defendida por Mochón y Beker adolece de otro defecto: las ciencias sociales (entre las que se incluye la economía) tratan con objetos que hablan y que poseen capacidad para modificar sus conductas, de modo que las predicciones no poseen el carácter inexorable que tienen en las ciencias naturales. Además, toda ciencia tiene como una de sus tareas fundamentales la descripción de los hechos.]

Luego de tratar la cuestión de la teoría, los autores pasan a explicar qué es un modelo = “una simplificación y una abstracción de la realidad que, a través de supuestos, argumentos y conclusiones, explica una determinada proposición o un aspecto de un fenómeno más amplio.” (p. 10).

Ya tenemos definido el objeto de estudio, la perspectiva teórica y las herramientas epistemológicas; ahora, en el resto del capítulo 1, se despliegan los conceptos principales de la ciencia económica. La exposición tiene mucho de glosario, por cierto.


Un vasto glosario de conceptos y definiciones...

Para comprender los problemas de la producción es preciso utilizar una serie de conceptos. El primero de ellos es la eficiencia = “propiedad según la cual la sociedad aprovecha de la mejor manera posible sus recursos escasos” (p. 11) [Aquí hay un problema: en ninguna sociedad existe “la sociedad” a secas. Hay clases sociales que ocupan distintas posiciones en la sociedad. Esas posiciones no surgen de cuestiones técnicas, sino políticas: se derivan de una determinada distribución del poder en la sociedad. Este punto es importante para establecer la distinción entre economía como parte de la ciencia social y la ciencia económica como herramienta de legitimación de un status quo particular.]

El crecimiento económico = “supone el crecimiento de la capacidad productiva de la economía” (p. 12) [En términos gráficos supone el desplazamiento hacia la derecha de la curva de FPP] Ahora bien, puede darse ese crecimiento por: 1) mejora en la tecnología y/o mejoras en los métodos para producir bienes y servicios; 2) aumento del volumen de capital (resultado del incremento del ahorro y la inversión); 3) aumento de la FT; 4) descubrimiento de nuevos recursos naturales.

En la sociedad moderna (capitalista) se da la especialización, “que tiene lugar cuando los individuos y los países concentran sus esfuerzos en un conjunto particular de tareas. Esto permite que utilicen sus capacidades y recursos de la mejor manera posible.” (p. 13) Permite reducir los costos y abarata los precios de los bienes y servicios producidos. [Hay que explicar el porqué de esta tendencia inexorable a la extensión de la especialización. Tal como plantean las cosas los autores, parece que “la sociedad” (así, en abstracto) resuelve seguir el camino más eficiente para lograr el crecimiento.] Mochón y Beker agregan que el moderno sistema de producción en cadena (la fábrica) muestra las ventajas de la especialización, pues permite: a) aumentar la relación entre capital y trabajo (el número de unidades de capital por unidad de trabajo); b) empleo de nuevas fuentes de energía; c) uso de mecanismos automáticos de autoajuste; d) división de procesos complejos en simples operaciones repetitivas; e) uso de fases estandarizadas en la producción. (p. 14)

Si bien el tema es abordado un poquitín más adelante, corresponde relacionar la especialización con la división del trabajo, pues la segunda puede considerarse un aspecto de la primera. La división del trabajo es “la división de la producción en una serie de pequeñas tareas o etapas”. (p. 14). [El tratamiento del tema DT es muy unilateral; en este sentido, conviene rescatar el enfoque de la sociología, tanto el de los sociólogos propiamente dichos, como el de aquellos que construyeron ciencia social por fuera de la sociología. Durkheim y Marx entienden que la DT es un proceso que va mucho más allá de la producción y que abarca el conjunto de la sociedad. Por ejemplo, una forma de DT es la división de tareas entre el campo y la ciudad.]

La especialización y la DT se encuentran limitadas por la extensión del mercado. En la actualidad, este último se ha expandido de manera exponencial. La globalización es “el aumento de la integración económica de los países y se plasma en el crecimiento espectacular de los movimientos internacionales de bienes, servicios y capital.” (p. 14)

Además de los conceptos relacionados directamente con la producción, aparecen los vinculados con el intercambio. Así, el trueque es definido como “el intercambio de un bien o servicio por otro. En una economía de trueque, el precio es la relación a la que se intercambian las cosas.” (p. 13). En el trueque, cada individuo se desprende del producto del que tiene excedente y adquiere aquel o aquellos que necesita. Requiere de la coincidencia de necesidades y presenta, entre otros problemas, la dificultad provocada por la indivisibilidad de algunos bienes y la cantidad de participantes en el intercambio. 

El trueque, forma más primitiva del intercambio, presenta inconvenientes (algunos ya fueron mencionados en el párrafo anterior). La regularización de los intercambios termina por provocar la aparición del dinero y del precio = “todo medio de pago, generalmente aceptado, que puede intercambiarse por bienes y servicios. El precio de un bien es el número de unidades de dinero que se intercambian por una unidad del bien.” (p. 13).

[La mención del trueque, del dinero y del precio muestra que la producción mercantil tiene una historia. Mochón y Beker no avanzan en esta dirección, pero la aparición de estos temas indica la necesidad de abandonar el tratamiento abstracto de los conceptos.]

Las economías modernas [que no son otra cosa que economías capitalistas] se caracterizan por: 1) la especialización; 2) uso intensivo de dinero (medio de pago que facilita el intercambio); 3) empleo de grandes cantidades de capital. La acción conjunta de estos factores estimula el empleo de procesos productivos eficientes y eleva la productividad.

La productividad = “cantidad de bienes y servicios producidos por cada hora de trabajo.” (p. 14).

Mochón y Beker están en condiciones de abordar ya la cuestión del sistema económico en su conjunto. Lo hacen, como en todo el capítulo, acumulando definición tras definición.

El sistema económico es el “conjunto de relaciones básicas, técnicas e institucionales que caracterizan la organización económica de una sociedad y condicionan el sentido general de sus decisiones fundamentales, así como los cauces predominantes de su actividad.” (p. 14). Según los autores, existen dos sistemas económicos principales: uno de ellos se basa en el mercado, mientras que el otro lo hace en la autoridad. De ese modo, podemos distinguir entre economía de mercado = “cuando los diferentes agentes sociales actúan libremente dentro de un marco institucional determinado” (p. 14) y la planificación central = “si las relaciones entre los agentes sociales están determinadas por las decisiones que toma una autoridad” (p. 14). 

Como era de esperarse, los autores profundizan en la temática de la economía de mercado. En ella, los recursos son asignados por medio de las decisiones descentralizadas de muchas empresas y hogares conforme interactúan en los mercados de bienes y servicios. Además de las instituciones económicas en las que se coordinan los compradores y vendedores, existen instituciones de carácter público, los organismos del Estado, encargados de regular la actividad económica.

El mercado = “mecanismo por medio del cual los compradores y los vendedores interactúan para fijar los precios e intercambian bienes y servicios.” (p. 15). En estas condiciones, el precio de un bien = “valor expresado en dinero. Los precios representan los términos en los que las personas y las empresas intercambian voluntariamente las diferentes mercancías.” (p. 15)

Hasta ahora los autores mencionaron a “la autoridad”, concepto vago y abstracto. Pero llega el momento de hablar del Estado, que es introducido en el texto sin mayor preámbulo. Los motivos que pueden justificar la intervención del Estado en la actividad económica: 

a) la redistribución del ingreso y la equidad. Cabe hablar de políticas redistributivas, cuyo objetivo es lograr que las diferencias de ingresos no superen determinados niveles y que todos los individuos alcancen un mínimo de ingreso. Incluyen (o pueden incluir también) el acceso a servicios públicos como la salud y la educación.

2) razones macroeconómicas; 

3) existencia de fallos del mercado (“tienen lugar cuando un mercado no asegura eficientemente los recursos por sí mismo - p. 17-)

La economía mixta es definida como aquella en la que “el sector público colabora con la iniciativa privada para dar respuesta a las preguntas sobre el que, el cómo y el para quién del conjunto de la sociedad.” (p. 17).

Luego de este recorrido por los conceptos básicos de la disciplina, Mochón y Beker dedican la segunda parte de la obra a la microeconomía. Pero esa es otra historia...



Villa del Parque, jueves 22 de julio de 2021