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viernes, 16 de julio de 2021

FICHA: ELLIOTT, J. H. LA CONQUISTA ESPAÑOLA DE AMÉRICA

 



El historiador e hispanista británico John Huxtable Elliott (Reading, 1930) fue profesor en la Universidad de Cambridge (1957-1967), en el King’s College de Londres (1968-1973), en la Universidad de Princeton (1973-1990) y en la Universidad de Oxford (1990-1997). Elliott es especialista en historia de España y del imperio español en la Edad Moderna.

Esta ficha se refiere a la colaboración de Elliott en la Historia de América Latina, dirigida por Leslie Bethell (n. 1937): Elliot, John, (1990). “La conquista española y las colonias de América”, en Leslie Bethell (ed.), Historia de América Latina. Barcelona: Crítica. Tomo 1. Pp. 127-169. Todas las citas pertenecen a dicha edición.


Preludio a la conquista. España (y un poco de Portugal también…)

El profesor Elliott comienza examinando el significado de la conquista para los españoles del siglo XVI. El antecedente más inmediato era la Reconquista (denominación que recibió el movimiento de los reinos cristianos hacia el sur de la península, con el objetivo de recuperar - conquistar - la región ocupada por los moros), que fue a la vez: 1) guerra para ensanchar los límites de la fe cristiana; 2) guerra de expansión territorial; 3) guerra de frontera; 4) emigración de la gente y su ganado; 5) proceso de asentamiento y colonización controlados, basado en el establecimiento de ciudades.

“Movilidad significa aventura, y la aventura en una sociedad militar aumentaba enormemente las oportunidades para mejorar la situación de uno mismo a los ojos de los compañeros. El deseo de ≪ganar honra≫ y ≪valer más≫ era una ambición central en la sociedad de la Castilla medieval, basada en la conciencia del honor y los límites que imponía el rango. El honor y la riqueza se ganaban más fácilmente con la espada y merecían formalizarse en una concesión de estatus más alto por un soberano agradecido.” (p. 128).

La Reconquista terminó al final del siglo XIII. Los grupos más dinámicos de la sociedad ibérica comenzaron a buscar nuevas fronteras a través de los mares (catalanes y aragoneses hacia Sicilia, Cerdeña, norte de África y este del Mediterráneo; castellanos y portugueses hacia África y las islas del Atlántico)[1].

Además de las tendencias específicas de la sociedad ibérica, pueden mencionarse las tendencias generales de la sociedad europea del siglo XV, que todavía sufrían la desarticulación social y económica derivada de la peste negra, algunos de cuyos efectos fueron: escasa oferta de trabajo; disminución de los ingresos de los aristócratas; competencia entre los monarcas y los nobles por incrementar su poder y el número de sus súbditos.

A fines del siglo XV se desarrolló la carabela, un tipo de embarcación capaz de navegar en el océano (era una combinación del aparejo cuadrado europeo del norte con la vela latina del Mediterráneo). A esta innovación hay que sumarle la utilización del astrolabio y el cuadrante, instrumentos para medir las distancias y latitudes; compás magnético, que permitía la orientación y el trazado de la posición en una carta de navegación; cartografía, que desarrolló las ya mencionadas cartas de navegación, que pasaron de Italia a la península ibérica.

Sevilla pasó a ser una capital marítima y comercial. En ella se instalaron muchos genoveses, que fueron allí en busca de fuentes alternativas de abastecimiento de productos (dado el dominio turco en el este del Mediterráneo).

Sin embargo, no fueron los reinos españoles, sino Portugal quien tomó la delantera en la expansión ultramarina. En este país, la comunidad mercantil autóctona ayudó a subir al trono a la Casa de Avis en la revolución de 1383-1385; la Corona y los comerciantes emprendieron el camino del mar. Hacia 1460, los portugueses habían penetrado 2500 kms en dirección al sur, en la costa occidental de África, y se habían adentrado también en el Atlántico (archipiélagos de Madeira, Azores, Cabo Verde). En la expansión utilizaron la fectoria (factoria), plaza comercial fortificada; este sistema permitió prescindir de las conquistas y asentamientos hechos a gran escala, y asegurar la presencia portuguesa en grandes extensiones del planeta sin necesidad de profundas penetraciones en las regiones continentales[2].


Los conquistadores. Hombres, Corona, Iglesia:

La conquista de América fue llevada a cabo mayoritariamente por los españoles. Los conquistadores eran caudillos que debían demostrar éxito en movilizar hombres y armas, y luego triunfar en la guerra.

“Pero el gran movimiento expansionista que llevó la presencia española a través del Atlántico era algo más que un esfuerzo masivo de una empresa privada que adopta temporalmente formas colectivas. Más allá de la unidad individual y colectiva había otros dos participantes que colocaron un sello indeleble en todo la empresa: la iglesia y la Corona.” (p. 131).

El papel de la Iglesia y del Estado es presentado así por Elliott:

“La Iglesia proveía la sanción moral que elevaba una expedición de pillaje a la categoría de cruzada, mientras el Estado consentía los requerimientos para legitimar la adquisición de señoríos y tierras.” (p. 131).

Respecto a la Corona. Le correspondía al rey repartir las tierras conquistadas y autorizar los asentamientos coloniales[3]. Los conquistadores debían aportar ⅕ del botín para el rey, el llamado quinto real. En pocas palabras, “la monarquía era el centro de toda la sociedad medieval castellana” (p. 132)[4].

Durante la Reconquista, Castilla “era la sociedad patrimonial, construida en torno a una concepción de obligaciones mutuas, simbolizadas en las palabras servicio y merced” (p. 132). Este modelo social se desmoronó a finales de la Edad Media; fue reconstruida en Castilla durante el reinado de Fernando e Isabel (1474-1504) y llevada a América para implantarse en las islas y el continente.

Los Reyes Católicos fueron los primeros soberanos autocráticos de España. La unión de Castilla y Aragón creó un poder muy superior a las fuerzas de cualquier facción rebelde. La creciente clase de los letrados proporcionó los servidores necesarios para el fortalecimiento de la monarquía. La monarquía renovada se presentó como jefa natural de una gran empresa colectiva: derribar los últimos restos de la dominación árabe (Granada) y “purificar” la Península de los “elementos contaminantes” (judíos). La agresividad de la nueva monarquía pronto obtuvo frutos: en las décadas de 1480 y 1490, Castilla ocupó las islas Canarias (bases para las expediciones en la costa de África y para los viajes de exploración en el Atlántico). En abril de 1492, Colón acordó capitulaciones con los Reyes Católicos. Fue nombrado virrey hereditario[5] y gobernador de todas las tierras que encontrara. Se le otorgó el 10 % de las ganancias del tráfico y comercio.

En 1493, el papa Alejandro VI (1431-1503, cuyo papado se extendió entre 1492-1503) emitió Bulas que aseguraron el derecho español sobre las tierras “descubiertas”. Esto “elevó la empresa de Indias al grado de empresa santa ligando los derechos exclusivos de Castilla a una obligación exclusiva para que se ganaron a los paganos para la fe” (p. 134). Se trataba de la justificación moral para la conquista y colonización.


Modelo de las islas (1492-1519), o de cómo la búsqueda del oro terminó en la esclavitud y exterminio de los pueblos originarios, más otros sucesos que merecen ser mencionados

La Española (isla que acoge en la actualidad a República Dominicana y Haití), primera zona conquistada y colonizada en América, representó un problema para la Corona: ¿cómo imponer estabilidad en un mundo donde todo estaba cambiando? Colón y sus hombres pronto la transformaron en un “espacio yermo” (p. 136). Obtuvieron muy poco oro; Colón optó por embarcar indios caribeños hacia España para venderlos como esclavos. Esto planteó la cuestión del estatus de la población indígena, tema estrechamente relacionado con la esclavitud. Según el derecho romano, los bárbaros podían ser esclavizados; los teólogos medievales equipararon bárbaros con “infieles” (las personas que habían rechazado la “verdadera fe” - el cristianismo - ). Pero los indios eran paganos (no conocían el cristianismo); por lo tanto, debía predicárseles el Evangelio; sólo si lo rechazaban pasaba a ser infieles y podían ser esclavizados[6].

1498 = Fundación de Santo Domingo (La Española). Era notoria la necesidad de equilibrar los recursos disponibles y la cantidad de colonos. La administración de la isla, a cargo de la familia Colón, fue ineficaz. La Corona envió a fray Nicolás de Ovando (1460-1511), gobernador de la isla entre 1502 y 1509. En 1503 la Corona aprobó el sistema de trabajo forzoso (a pedido de Ovando), autorizando al gobernador a repartir mano de obra indígena en las minas y en los campos, debiendo pagar los salarios aquellos que recibieran el repartimiento. Se implantó así el sistema de encomienda[7], que no incluía ni el reparto de tierras o de rentas: “Era simplemente una asignación pública de mano de obra obligatoria, ligada a responsabilidades especificadas hacia los indios asignados al depositario o encomendero.” (p. 138). El encomendero era el establecido (propietario que tenía residencia urbana).

Ovando utilizó su control sobre el suministro de manos de obra con el propósito de fomentar el asentamiento de españoles en pequeñas comunidades urbanas, cada una con su cabildo (según el modelo español). La mano de obra tenía que ser asignada sólo a vecinos. Los indios también eran redistribuidos; sus caciques se responsabilizaban de suministrar mano de obra a los españoles[8]. Con esta política, Ovando procuró crear “una sociedad armónica”, en la que coexistieran las comunidades de pueblos originarios y españoles bajo el control del gobernador real. En pocas palabras, “bajo el gobierno de Ovando, La Española hizo la transición desde centro de distribución a colonia.” (p. 138).

Pero la implantación del trabajo forzoso aceleró la casi total extinción de la población indígena, consecuencia de la guerra, las enfermedades propagadas por los españoles, los malos tratos, etc. Los colonos procuraron proveerse de mano de obra invadiendo las islas Bahamas y trayendo su población lucaya a La Española. La llegada de nuevos inmigrantes españoles acentuó la inestabilidad. En 1509 Ovando fue cesado en su cargo y en 1511 se estableció la Audiencia de Santo Domingo. Los agentes del gobierno legal pasaron a estar bajo control de los agentes de la justicia real.

La solución a la desaparición de la mano de obra indígena fue la importación de esclavos negros[9]. En 1505 arribó a La Española el primer embarque de negros ladinos (de habla española). La introducción de esclavos se aceleró desde 1518. África vino a compensar la balanza demográfica del Nuevo Mundo.

La caída de la población originaria tuvo otra consecuencia: la necesidad de exportar el exceso de población española en la isla. Se organizaron nuevos viajes de exploración (1508, colonización de Puerto Rico; 1509, colonización de Jamaica; 1511, comienzo de la conquista de Cuba[10]).

Además, la Corona estaba expidiendo licencias para el descubrimiento y conquista de las tierras ubicadas hacia el este. En 1513, Juan Ponce de León (1460-1521) descubrió Florida, pero no la colonizó. Ese mismo año, Vasco Núñez de Balboa (1475-1519) descubrió el océano Pacífico desde Darién. En 1519 Pedrarias Dávila (1468-1531) fundó la ciudad de Panamá; ese año, Hernán Cortés (1485-1547) desembarcó en México y Hernando de Magallanes (1480-1521) emprendió el viaje de circunnavegación del globo.

Cada nueva expedición española amplió el radio de destrucción. Disminuyó la población indígena y se enviaron expediciones a sitios más lejanos para reponer la mano de obra. En el período que siguió a la ocupación del istmo de Panamá y el descubrimiento y conquista del Perú, “las incursiones se convirtieron en una forma de vida regulada y sumamente organizada” (p. 141). El lucrativo negocio del tráfico de esclavos indígenas aumentó el conocimiento geográfico, ya que los invasores exploraron las costas de Tierra Firme, Panamá, Honduras y Florida. Se trazaron los mapas de las Bahamas y de las pequeñas Antillas.


Conquista de la América continental (1519-1540), o de como unos pocos se impusieron a los muchos:

En esta época España tenía una superficie de más de 500000 km² en la Península (con 6 millones de súbditos en Castilla y 1 millón en Aragón). En el transcurso de dos décadas la Corona conquistó 2 millones de km², con una población (luego diezmada) de 50 millones de habitantes.

Desde las Antillas partieron dos grandes líneas de conquista:

A] Salió de Cuba y aplastó al Imperio azteca (1519-1522). Después se irradió desde la meseta central mexicana hacia el norte y el sur. Precisamente en el sur, se realizaron las conquistas de Guatemala y El Salvador (1524). Hacia 1540, los centros mayas más importantes de Yucatán habían sido sometidos.

B] Salió de Panamá. En un primer momento marchó al norte (conquista de Nicaragua, 1523-24); luego, hacia el sur (conquista del Imperio inca, 1531-1533). Desde Perú se llevó adelante el avance sobre Quito (1534) y (1536). Pero en el sur la conquista de Chile se estancó, como consecuencia de la guerra con los araucanos.

Por fuera de esas grandes líneas estaba la región del Río de la Plata. Allí se produjo el fracaso de Pedro de Mendoza (1499-1537), quien fue derrotado por los originarios en 1535-36. Buenos Aires sólo pudo ser fundada definitivamente en 1580.

En este punto surge la pregunta de rigor: ¿por qué fue tan rápida la conquista de las zonas más densamente pobladas del continente americano?

La respuesta de Elliott es compleja. En primer lugar, señala que la arrolladora superioridad numérica de la población indígena sobre los españoles fue contrarrestada por la gran diversidad de esa población, que hizo muy difícil su unidad frente al invasor. En segundo lugar, en las áreas muy pobladas de Mesoamérica y los Andes existían formas de control central (imperios azteca e inca), las cuales eran enfrentadas por grupos sometidos. Los españoles aprovecharon esas diferencias para confrontar a un grupo contra otro[11]. En tercer lugar y a modo de prueba inversa, los pueblos de la periferia de los imperios azteca e inca fueron más difíciles de someter, debido a que aprendieron la forma de combate de los españoles y emplearon también caballos y armas de fuego.

No obstante lo anterior, los invasores enfrentaron una resistencia fuertemente militarizada en varias zonas. El caballo les dió la ventaja de la sorpresa inicial y les proporcionó movilidad, pero la importancia de los equinos no debe ser exagerada: Cortés tenía sólo 16 caballos en su marcha hacia el interior de México. Los españoles también tenían la ventaja de la “superioridad tecnológica decisiva” (p. 145). Pero los españoles estaban “pobremente equipados” en comparación con el modelo europeo del siglo XVI. Por ejemplo, los soldados contaban con espadas, picas y cuchillos; sólo contaban con 13 mosquetones[12], 10 cañones de bronce y 4 cañones ligeros. Pero las armas de madera no se podían comparar con el acero de los españoles:

“En una batalla campal, las fuerzas de los aztecas e incas, a pesar de su amplia superioridad numérica, tenían pocas esperanzas de emplazar a una fuerza española compuesta de caballería e infantería, con tan sólo 50 hombres, a menos que consiguieran reducirlos por agotamiento. La mejor posibilidad consistía en atrapar pequeños grupos de españoles desprevenidos fuera de sus guarniciones, o atacarlos en lugares donde no tuvieran oportunidades de reorganizarse ni maniobrar.” (p. 146).

El profesor Elliott describe las distintas formas de organización de las expediciones de conquista. La financiación de incursiones (como en el mar Caribe, donde se organizaban expediciones para atacar islas y capturar esclavos) requería poco capital. Pero las expediciones más grandes eran otra cosa.

“La conquista de América fue posible gracias a una red de créditos que circulaban por intermedio de agentes locales y empresarios respaldados por funcionarios reales y ricos encomenderos de las Antillas, y aun más lejos (...) por Sevilla y las grandes casas bancarias de Génova y Austria.” (p. 148).

A los factores militares, tecnológicos y financieros hay que agregar la acción del factor espiritual o ideológico [que el lector elija el término que más le guste]:

“Esta confianza en su propia superioridad sobre los enemigos que los superaban en número, estaba basada, al menos en parte, en una actual superioridad  de técnica, organización y equipamiento. Pero, detrás de cualquier factor material estaba un conjunto de actitudes y reacciones que daban a los españoles ventajas en muchas de las situaciones en las que se encontraron; una creencia instintiva en la natural superioridad de los cristianos sobre simples bárbaros; un sentido de la natural providencia de su empresa, que hacía cada triunfo contra unas fuerzas en apariencia abrumadoramente superiores una nueva prueba del favor de Dios; y un sentimiento de que había una recompensa última para cada sacrificio a lo largo de la ruta. (...) Sentían también que tomaban parte en una aventura histórica y que la victoria significaría una inscripción de sus nombres en una lista de inmortales juntos a los héroes de la antigüedad clásica.” (p. 149)


La conquista después de la conquista, o de la organización de los territorios conquistados

A mediados del siglo XVI los españoles controlaban vastas zonas de la América central y del sur. Sin embargo y en palabras del profesor Elliott, “pero la verdadera conquista apenas había empezado.” (p. 155)

En los actuales territorios de México y Perú, los españoles destruyeron los imperios azteca e inca y consolidaron rápidamente su posición. Para ello, aprovecharon tanto la supervivencia de la maquinaria fiscal y administrativa del período prehispánico como la docilidad de la población, aliviada por el derrocamiento de sus antiguos señores. Pero los españoles fracasaron al enfrentar a adversarios que carecían de estructuras centralizadas: los chichimecas del norte de México y los araucanos de Chile.

Los conquistadores no estaban solos. Junto con ellos (o inmediatamente después) llegaron los misioneros. Posteriormente llegó una masiva migración desde España (conquista demográfica); también arribaron los burócratas, decididos a imponer la autoridad de la Corona. Respecto al primer grupo, Elliott indica que no es cierto que la conquista haya sido realizada por militantes profesionales y/o nobles; si se toma la lista de encomenderos de la ciudad de Panamá (1519), de un grupo de 96 conquistadores, sólo la mitad eran soldados o marineros de profesión, 34 habían sido campesinos o artesanos y otros 10 procedían de las clases medias y profesionales de las ciudades (p. 157). Si bien se trata de un caso particular, no hay razón para pensar que esta composición no haya sido semejante a la de los otros grupos de conquistadores.

Una vez reconocido lo anterior, puede afirmarse que los hombres con algún título de nacimiento noble - procedentes de capas inferiores de caballeros e hidalgos - estuvieron presentes en un número considerable en la conquista. Por lo tanto, “las actitudes y aspiraciones de este grupo [los hidalgos] tendieron a inspirar todo el movimiento de la conquista militar” (p. 157) Las expediciones de conquista eran el medio más rápido para enriquecerse; los hombres de entre 20 y 30 años tenían en mente el modo de vida del magnate castellano y andaluz: “un hombre que vivía para gastar” (p. 157)

La Corona estaba en contra de la formación de una nueva sociedad feudal en América; muy pocos conquistadores recibieron títulos de nobleza. Las recompensas de la conquista (saqueos, encomiendas, repartimientos de la tierra, cargos municipales, prestigio) eran muy considerables. Muchos conquistadores hicieron fortunas y muchos las perdieron (pues, por ejemplo, eran jugadores natos).

Era muy difícil arraigar a los conquistadores. Cortés procuró convertir a los soldados en ciudadanos. Se fundaron ciudades según un plano de parrilla con intersección de calles, como en Santa Domingo. Cada soldado pasaba a ser vecino con un terreno; pero, dado el desdén por el trabajo manual, era preciso contar con mano de obra forzada para trabajarlo. La encomienda de indios tomó su puesto al lado de la ciudad. Cortés, que era un constructor antes que un destructor, tenía en mente crear una Nueva España, entendida como

“sociedad de colonización en la cual la Corona, los conquistadores y los indios, estuvieran vinculados todos ellos en una cadena de obligaciones recíprocas” (p. 160).

En esa sociedad nueva, la Corona debía constituir encomiendas hereditarias para los conquistadores, garantizando así mano de obra india a perpetuidad; los encomenderos asumirían una doble obligación: defender el país y velar por el bienestar espiritual y material de sus indios; los originarios, por su parte, desempeñarían sus servicios de trabajo en sus propios pueblos.

La casta de gobernantes comenzó a constituirse al ritmo de la concesión de encomiendas en Nueva España, América Central y Perú. Se trató de un grupo de élite entre los soldados de la conquista: no había más de 600 encomenderos en Nueva España en la década de 1540; en Perú no pasaban de 500. Vivían de la mano de obra de sus indios y se consideraban a sí mismos como “señores naturales de la tierra” (p. 160). Sin embargo, el poder de los encomenderos no era tan sólido como parecía:

“La encomienda no era un estado y no comportaba título alguno sobre la tierra ni derecho de jurisdicción. (...) no podía llegar a convertirse en un feudo en embrión. A pesar de sus esfuerzos, los encomenderos no lograrían transformarse en una nobleza hereditaria de tipo europeo.” (p. 160).

La Corona se opuso a que las encomiendas fueran hereditarias. En 1542 promulgó las Leyes Nuevas, en las que decretó que las encomiendas volvían a manos de la Corona luego de la muerte del propietario ordinario. Los encomenderos eran una minoría en la creciente población española. Los desposeídos y los excluidos miraban con bronca a los encomenderos. En Perú, los virreyes se sirvieron del reparto de encomiendas como medio de consolidar su poder. La Corona también procuró limitar los derechos de los encomenderos sobre los indios. En 1549 se dictó la abolición del deber de los indios de efectuar el servicio personal obligatorio; en adelante, los indios quedaron sujetos al tributo, que se estableció en una cantidad menor que la que antes habían tenido que pagar a sus señores. En otras palabras, se produjo la transformación de la encomienda basada en servicio personal a encomienda basada en el tributo.

Los encomenderos más ricos empezaron a utilizar su riqueza en inversiones diversificadas; se apuraron para adquirir nuevas tierras y construir haciendas agrícolas.

Respecto a los resultados de la evangelización de América, Elliott es tajante. A pesar de algunos éxitos iniciales, en el largo plazo las cosas no salieron como se pensaba y terminó por conformar una religión sincrética.

Durante el siglo XVI se produjeron grandes cambios demográficos: caída de la población indígena e inmigración española[13]. Hubo un intenso proceso de mestizaje (españoles e indios). Fuerte corriente de inmigración africana (importados como esclavos). Los descendientes de sus uniones con blancos eran los mulatos; los de sus uniones con indias, los zambos.

El aumento del número de mestizos y zambos creó una población de desocupados voluntarios o involuntarios. Paulatina desintegración de la “república de indios”, que sólo pudo conservarse en las regiones remotas, donde había pocos españoles, donde había pocos españoles.

Como consecuencia de la catástrofe demográfica, “a mediados del siglo XVI, la América española era un mundo completamente diferente del que se había previsto en las consecuencias inmediatas de la conquista” (p. 167)

A mediados del siglo XVI se intensificó el conflicto entre los colonos, y entre la Corona y los colonos, en torno a una participación mayor en el suministro de una mano de obra en disminución. El descubrimiento de los yacimientos de plata en México y Perú (1540) marcó el comienzo de la actividad minera a gran escala: se concedió la prioridad a la extracción minera y actividades auxiliares en la distribución de mano de obra india.

El descenso de la población indígena provocó la desocupación de amplias extensiones de tierra. Coincidió con el aumento de la demanda de alimentos por las ciudades. Encomenderos y pobladores ricos obtuvieron mercedes de la Corona: origen de los terratenientes.

En resumidas cuentas, luego de la 1° generación de la conquista, en América estaba surgiendo una nueva sociedad. Pasado el tiempo de los conquistadores, llegó el tiempo de los funcionarios reales. Pero esa es otra historia…

 

Villa del Parque, viernes 16 de julio de 2021



NOTAS

[1] En 1248 la conquista de Sevilla y el avance consiguiente sobre el estrecho de Gibraltar, dotaron a la corona de Castilla y León de un nuevo litoral atlántico. En esta zona, la combinación de conocimientos norteños y mediterráneos dio origen a una raza de marinos que promovieron y aprovecharon avances en la construcción naval y las técnicas de navegación.

[2] Cristóbal Colón (1451-1506) estaba familiarizado con este tipo de colonización y la aplicó en el Caribe.

[3] “La tierra y el subsuelo se encontraban dentro de las regalías que pertenecían a la corona de Castilla y, por consiguiente, cualquier tierra adquirida a través de una conquista por una persona privada no le correspondía por derecho, sino por la gracia y el favor reales.” (p. 131)

[4] La ideología que legitimaba este sistema político y social se encuentra desarrolla en las Siete Partidas, del rey Alfonso X.

[5] Título que los monarcas de Aragón concedían al diputado nombrado para gobernar los territorios que el rey no podía administrar en persona.

[6] En 1500 la Corona declaró a los indios “libres y no sujetos a servidumbre''. Pero siguieron siendo esclavizados en las “guerras justas”. Sólo en 1542, con la aprobación de las Leyes Nuevas, quedó abolida la esclavitud de los indios.

[7] Utilizado durante la Reconquista. Consistía en la asignación o encomienda de poblados moros a miembros de las órdenes militares.

[8] La mano de obra estaba constituida por: a) indios de encomienda; 2) naborías, quienes servían a las familias españolas como servidores domésticos.

[9] La institución de la esclavitud negra ya existía en la sociedad medieval mediterránea. Los comerciantes portugueses importaban negros en Portugal desde el siglo XIII; el número de esclavos negros en la península ibérica aumentó desde el siglo XV (penetración portuguesa en el Golfo de Guinea).

[10] La Habana, fundada en 1519, reemplazó a Santo Domingo como puerto hacia las Indias.

[11] “La conquista de Cortès fue tanto una revuelta de la población sometida contra sus señores supremos, como una solución impuesta desde el exterior.” (p. 151).

[12] Su frecuencia de fuego era inferior a las de los arcos de los nativos.

[13] A mediados del siglo XVI había en América unos 100000 blancos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me sirvió mucho para repasar el texto. ¡Muchas gracias!

Ariel Mayo (1970) dijo...

Me alegro de que te haya sido de utilidad. Saludos,