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domingo, 22 de julio de 2018

FICHA: WALLERSTEIN, IMMANUEL. “LAS CIENCIAS SOCIALES EN EL SIGLO XXI. CAP. 1” (1999)




Noticia bibliográfica:

Para la redacción de esta ficha utilicé la traducción española de Julieta Barba y Silvia Jawerbaum, incluida en: Wallerstein, Immanuel. (2005).Las incertidumbres del saber. Barcelona: Gedisa. (pp. 15-21). El texto en cuestión es el capítulo 1 de la obra, titulado “A favor de la ciencia, en contra del cientificismo: Los dilemas de la producción contemporánea del saber”.

Título original: "Social sciences in the twenty-first century". Publicado por primera vez: Kazancigil, Ali y Makinson, D., comps. (1999). World Science Report, 1999. Unesco. (pp. 42-49).


En los siglos XIX y XX la ciencia era considerada como “la única forma segura de la verdad” (p. 15). Mientras que la teología, la filosofía y la sabiduría popular ofrecían verdades discutibles, parecía que la ciencia era la única actividad que podía ofrecer certezas; esto era así porque mientras las demás formas de aserción de la verdad eran ideológicas o subjetivas, las afirmaciones científicas podían ser revisadas o refutadas si surgían nuevos datos.

Hacia 1980 la ciencia empezó a ser cuestionada. Se la acusó de ser ideológica, subjetiva y poco fiable. Se esgrimieron contra ella una serie de acusaciones: 1) en las teorías científicas existen muchas premisas que no hacen otra cosa que reflejar las posturas culturales dominantes en cada época; 2) los científicos manipulan los datos; 3) no hay verdades universales y todas las afirmaciones científicas son necesariamente subjetivas.

La ciencia respondió afirmando que “esos ataques eran producto de un retorno a la irracionalidad.” (p. 16).

En vez de la defensa cerrada ensayada por los científicos, Wallerstein propone un camino basado en la reflexión sobre las premisas filosóficas de la actividad científica y el contexto político de las estructuras del saber.

¿Cómo sabemos que una afirmación científica nueva es válida o al menos plausible?

Debido a la magnitud alcanzada por la especialización, muy pocas personas están en condiciones adecuadas para decidir sobre el interrogante planteado. Esta situación es más aguda en las ciencias “duras”. ¿Cómo se resuelve? “Solemos usar el criterio de la validación por parte de autoridades prestigiosas. Colocamos los lugares de publicación en una tabla de posiciones de fiabilidad y lo mismo hacemos con las personas que comentan la proposición nueva.” (p. 16). ¿De dónde salen estas tablas de fiabilidad? No hay ningún manual sobre esto ni un ranking de tablas de fiabilidad; por ende, “las tablas de fiabilidad provienen de otras tablas de fiabilidad.” (p. 16). El edificio de las tablas de fiabilidad se sostiene, a su vez, en la confianza en los expertos en cada especialidad. Se supone que éstos rechazarán las proposiciones que no estén bien fundamentadas o cuya evidencia sea insostenible. No confiamos en un experto individual, sino “en comunidades de expertos autoerigidas.” (p. 17; el resaltado es mío – AM-). Nuestra confianza en los expertos se apoya en dos supuestos: “los expertos se han capacitado en instituciones que los avalan y dentro de lo posible, no responden a intereses personales.” (p. 17). Dado que una especialización requiere de una formación rigurosa, ésta se realiza en instituciones formales, las cuales son evaluadas según escalas de fiabilidad. Estas instituciones se controlan entre sí. Por ello tenemos confianza en los profesionales surgidos de ellas. En síntesis, “damos crédito a la reputación y los antecedentes académicos.” (p. 17). Además, se piensa que los científicos son desinteresados, en el sentido de que “están siempre dispuestos a aceptar toda verdad que surja de una interpretación inteligente de los datos, sin tener la necesidad de ocultar esas verdades, ni de distorsionarlas, ni de negarlas.” (p. 17).

Las críticas contra la ciencia apuntaron a la combinación de “buena capacitación” y “desinterés”. Respecto a la capacitación, hicieron hincapié en que la capacitación profesional omite elementos importantes en sus análisis como consecuencia de las creencias dominantes en las capas sociales de las que provienen los científicos. Los críticos distinguieron entre la cuestión del sesgo deliberado (prejuicio) y el sesgo estructural o institucionalizado (del que los científicos no son conscientes). Respecto al desinterés, esta es una norma central “a la institucionalización de la ciencia moderna. (…) se supone que la norma es tan fuerte que restringe la tendencia a violarla. (…) actuar desinteresadamente significa que el científico investigará todo lo que requieran la lógica de su análisis y los modelos emergentes de los datos, y estará dispuesto a publicar los resultados obtenidos incluso si la publicación afecta las políticas sociales que él apoya o daña la reputación de colegas que admira.” (p. 18). Pero los científicos están sometidos a muchas presiones externas, (gobiernos, instituciones, personas influyentes), internas (las de su superyó) y al principio de Heisenberg (los procesos y procedimientos de investigación transforman al objeto que se investiga). Además, la certificación profesional requerida para operar en una ciencia permita que la comunidad científica restrinja el ingreso a la misma por motivos que están en las antípodas del desinterés. Lo mismo ocurre con la intromisión política en el proceso de certificación.

Frente a lo expuesto en el párrafo anterior, Wallerstein concluye que no hay ningún argumento convincente capaz de contrarrestar el escepticismo. Sin embargo, hay un camino posible. El autor sostiene que hay que distinguir entre ciencia y cientificismo. El segundo se refiere “a la idea de que la ciencia es desinteresada y extrasocial, que sus enunciados de verdad se sostienen por sí mismos sin apoyarse en afirmaciones filosóficas más generales y que la ciencia representa la única forma legítima de saber.” (p. 19). Los escépticos de 1980 en adelante arremetieron contra las debilidades de la lógica del cientificismo. Si los científicos optan por proteger a éste, debilitarán la legitimidad de la ciencia. (p. 19).

Wallerstein reivindica la ciencia como “una aventura humana fundamental”, cuyos dos enunciados principales son: “1) hay un mundo que trasciende nuestra percepción, que siempre ha existido y siempre existirá. Este mundo no es producto de nuestra imaginación. Con este enunciado, rechazamos concepciones solipsistas del universo. 2) Ese mundo real puede conocerse parcialmente por métodos empíricos y el conocimiento obtenido puede resumirse por teorizaciones heurísticas. Aunque no es posible conocer íntegramente el mundo ni, por cierto, predecir el futuro correctamente (pues el futuro no está dado), resulta muy útil ir en busca del saber para tener una interpretación más acabada de la realidad y mejorar las condiciones de nuestra existencia.” (p. 19-20).

En resumen, “nunca vamos a estar seguros de si lo que dicen los expertos es cierto, pero es improbable que nos vaya mejor si descartamos por completo sus afirmaciones.” (p. 20). Frente a la crisis del sistema-mundo contemporáneo, el autor sostiene que es preciso desembarazarse del cientificismo: “Debemos reconocer que, además de apoyarse en el conocimiento de las causas eficientes, las elecciones científicas están cargadas de valores y propósitos. Es necesario incorporar el pensamiento utópico en las ciencias sociales. Debemos descartar la imagen del científico neutral y adoptar una concepción de los científicos como personas inteligentes pero con preocupaciones e intereses, y moderados en el ejercicio de su hybris.” (p. 21).



Villa del Parque, domingo 22 de julio de 2018

viernes, 18 de agosto de 2017

FICHA DE LECTURA: WALLERSTEIN. ABRIR LAS CIENCIAS SOCIALES. CAP. 1


Immanuel Wallerstein (1930-2019) es un sociólogo estadounidense, quien a comienzos de los años ‘90 del siglo pasado era director del Fernand Braudel Center de la Universidad de Binghamton (New York State). Para esa época era ampliamente conocido por su obra The Modern World-System (cuyo primer volumen apareció en 1974, el segundo en 1980 y el tercero en 1989).


En Portugal tiene su sede la Fundación Calouste Gulbenkian, fundada en los años ‘50 del siglo XX por un millonario petrolero de origen armenio. Dicha Fundación organizó patrocinó varios espacios de reflexión sobre el futuro de Portugal, en los que participaron científicos sociales de diversas disciplinas.


La confluencia entre Wallerstein y la Fundación Gulbenkian tuvo lugar a partir de una propuesta del sociólogo a los directivos de la Fundación, que consistía en conformar una Comisión para la reestructuración de las Ciencias Sociales. Lacomo  Fundación aprobó el proyecto y en julio de 1993 se creó la mencionada Comisión, con Wallerstein como su presidente. La lista de sus miembros es la siguiente: Calestous Juma, Evelyn Fox Keller (n. 1936), Jürgen Kocka (n. 1941), Dominique Lecourt (n. 1944), Valentin Y. Mudimbe, Kinhide Mushakoji, Ilya Prigogine (1917-2003), Peter J. Taylor (n. 1944) y Michel-Rolph Trouillot (1949-2012). Richard Lee se desempeñó como secretario científico de la Comisión.


La Comisión celebró tres reuniones plenarias: la primera se realizó en Lisboa en junio de 1994; la segunda en la Maison de Sciences de l’Homme en París en enero de 1995; la tercera en el Fernand Braudel Center en Binghamton en abril de 1995. Abrir las ciencias sociales es el informe, coordinado por Wallerstein, de los trabajos de la Comisión.


A continuación presento una ficha de lectura del texto, confeccionada a partir de la traducción española realizada por Stella Mastrángelo: Wallerstein, Immanuel, coord. (1999). Abrir las ciencias sociales: Informe de la Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales. México D. F.: Siglo XXI & Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM.






Cap. 1. La construcción histórica de las ciencias sociales desde el siglo XVIII hasta 1945 (pp. 3-36)


Wallerstein (W. a partir de aquí) comienza por distinguir entre la sabiduría y la ciencia social. La primera se construyó en torno a “la idea de que podemos reflexionar de forma inteligente sobre la naturaleza de los seres humanos, sus relaciones entre ellos y con las fuerzas espirituales y las estructuras sociales que han creado, y dentro de las cuales viven”. Ejemplos de esta sabiduría: los textos religiosos, los textos filosóficos, la sabiduría oral. (p. 3).


La ciencia social es una empresa del mundo moderno. Surgió en el siglo XVI y fue parte inseparable de la construcción de dicho mundo. Constituye el intento “por desarrollar un conocimiento secular sistemático sobre la realidad que tenga algún tipo de validación empírica” (p. 4).


A partir de la Modernidad, la ciencia “pasó a ser definida como la búsqueda de las leyes naturales universales que se mantenían en todo tiempo y espacio” (p. 5). Se constituyó en torno a dos premisas: a) modelo newtoniano, que postula la simetría entre el pasado y el futuro; b) dualismo cartesiano, que consiste en la distinción entre naturaleza y seres humanos, entre la materia y la mente entre el mundo físico y el mundo social. (p. 4).


En paralelo con la afirmación del carácter infinito del espacio (idea desarrollada por los físicos de los siglos XVII y XVIII), se volvió fundamental la idea de progreso. (p. 5). Se trató de un ideal de progreso ilimitado, que se fortaleció con la noción de la infinitud del tiempo y del espacio. En la práctica, el progreso se tradujo en una exploración de toda la superficie terrestre y, posteriormente, del espacio. Progreso y descubrimiento fueron de la mano.


La ciencia natural se fue separando progresivamente de la filosofía. Cuando la primera pasó a apoyarse en el trabajo experimental y empírico, la filosofía fue equiparada a teología y abandonada. A comienzos del siglo XIX, la separación era completa; ciencia pasó a ser identificada con ciencia natural. (1)


En este punto, W. introduce al análisis la dimensión del poder: “la lucha epistemológica sobre qué era conocimiento legítimo ya no era solamente una lucha sobre quién controlaría el conocimiento sobre la naturaleza (...) sino sobre quién controlaría el conocimiento sobre el mundo humano.” (p. 8). Aquí, “la necesidad del estado moderno de un conocimiento más exacto sobre el cual basar sus decisiones” (p. 8) generó el ambiente para la aparición de un nuevas categorías de conocimiento sobre la sociedad.


La Universidad, moribunda desde el siglo XVI, revivió a fines del siglo XVIII para la creación de ese tipo de conocimiento. (p. 8-9). En torno a la Facultad de Filosofía se constituyeron las nuevas estructuras de conocimiento. A diferencia de los científicos naturales (2), los aspirantes a científicos sociales buscaron el apoyo del Estado y de la Universidad para solventar sus investigaciones.Fueron ellos quienes fortalecieron a la Universidad. Para ello atrajeron hacia ellas a los científicos naturales, por el prestigio que poseían éstos. Como consecuencia, “las universidades pasaron a ser la sede principal de la continua tensión entre las artes o humanidades y las ciencias, que ahora se definían como modos de conocimiento muy diferentes, y para algunos antagónicos.” (p. 10).


La Revolución Francesa modificó las urgencias. No sólo existía el espacio para la aparición de la ciencia social; había una profunda necesidad social de ella. La revolución hacía imposible la explicación de la sociedad que hablaba de un supuesto orden natural de la vida social (3), pues lo natural había desaparecido tras la intervención de las masas en la historia. La irrupción de la “soberanía del pueblo” hizo que las clases dominantes vieran la necesidad de organizar y estudiar el cambio social; para hacer eso era preciso estudiarlo y comprender sus reglas. De ahí surge la corriente positivista, que sostuvo que era posible lograr un conocimiento exacto adoptando los métodos de las ciencias naturales (la física newtoniana). (p. 11).


En otros países, el problema político principal era el logro de la unificación nacional (caso Alemania). Allí los estudiosos de lo social se volcaron a la elaboración de relatos históricos nacionales. Surgió una historia basada en investigaciones empíricas de archivo, que rechazó la especulación como lo habían hecho la ciencia natural y la ciencia social. Pero estos historiadores mostraron desconfianza hacia los intentos de establecer leyes generales de la sociedad. (p. 11-12).


[El análisis de W es sumamente unilateral. La mención a la Revolución Francesa deja de lado el hecho de que la burguesía se vio obligada a movilizar a los campesinos y a los sectores trabajadores de las ciudades, con el objetivo de vencer a los feudales. Esa movilización, sumada al mayor desarrollo político y económico de las masas urbanas, hizo que la burguesía triunfante enfrentara por primera vez a una amenaza por izquierda. La Revolución Industrial, por su parte, dio origen a la clase obrera moderna. W. nada dice de ella ni del proletariado. Esto le permite dejar de lado completamente al socialismo y, en particular, al marxismo. Ahora bien, ¿es posible comprender el desarrollo de las ciencias sociales modernas dejando afuera de la consideración al marxismo?]


El siglo XIX se caracterizó por la multiplicación de disciplinas que cubrían una amplia gama de posiciones epistemológicas. En un extremo, la matemática (actividad no empírica), luego las ciencias naturales experimentales, luego la ciencia social (nomotética, es decir, que procuraba la formulación de leyes generales), la historia (ciencia idiográfica, dedicada a la comprensión de hechos particulares), finalmente en el otro extremo, las humanidades. Los científicos sociales quedaron atrapados en la lucha entre científicos naturales y las humanidades. (p. 12).


El contexto de la disputa anterior fue la victoria de la ciencia (newtoniana) sobre la filosofía especulativa (filosofía). Se trató, en rigor, de un repudio de la metafísica aristotélica y no del interés filosófico en sí. “Se proclamó que la ciencia era el descubrimiento de la realidad objetiva utilizando un método que nos permitía salir fuera de la mente, mientras se decía que los filósofos no hacían más que meditar y escribir sobre sus meditaciones.” (p. 13-14).


El sociólogo francés Auguste Comte (1798-1857) propuso elaborar una física social, que debería ser el instrumento de los gobiernos para superar la anarquía intelectual derivada de la Revolución Francesa, permitiendo la reconciliación del orden y el progreso. (p. 14).


Las universidades reconocieron la diversificación de disciplinas sociales recién en el período entre 1850-1914. (p.15) (4). En este punto, “la creación de las múltiples disciplinas de ciencia social fue parte del intento general del siglo XIX de obtener e impulsar el conocimiento ‘objetivo’ de la ‘realidad’ con base en descubrimientos empíricos (lo contrario de la ‘especulación’). Se intentaba ‘aprender’ la verdad, no inventarla o intuirla.” (p. 16).


W. analiza, por orden de aparición, cada una de las disciplinas de la ciencia social.


Primero surgió la historia. Siempre hubo relatos del pasado, pero lo que distinguió a la nueva disciplina fue el énfasis riguroso en conocer lo que realmente ocurrió en el pasado. Los historiadores rechazaron la filosofía especulativa apelando a estos argumentos: a) existencia de un mundo real que es objetivo y cognoscible; b) énfasis en la evidencia empírica; c) neutralidad del investigador; d) los datos tenían que buscarse en los archivos y no en los escritos anteriores (otros autores) o en los propios procesos de pensamiento. A diferencia de otros disciplinas sociales, los historiadores también rechazaban la filosofía porque ésta proponía esquemas generales para explicar los datos empíricos. La historia, en cambio, se propuso desde el comienzo como ciencia ideográfica y antiteórica. Además, los historiadores se concentraron en la elaboración de “historias nacionales”, tanto por su afirmación de la ideografía como por las presiones sociales. En este sentido, contribuyeron a reforzar la cohesión social de los Estados. Los historiadores se ubicaron en las facultades de letras, evitando ser identificados con las ciencias sociales (p. 18-19).


La segunda disciplina en aparecer fue la economía, que surgió a finales del siglo XVIII. El predominio de las teorías liberales hizo que pasara de denominarse “economía política” (s. XVIII) a “economía” (s. XIX). Esta disciplina se volcó hacia el estudio del presente. En Alemania floreció durante el siglo XIX una disciplina que no era ni nomotética ni ideográfica, llamada Staartswissenschaften (“ciencias del estado”), que sucumbió frente a las categorías disciplinarias de Francia e Inglaterra. La economía se estableció en las universidades orientada hacia el presente y nomotética. (p. 20-21).


A continuación surgió la sociología, en la segunda mitad del siglo XIX, “gracias a la institucionalización y transformación dentro de las universidades de la obra de asociaciones de reforma social cuyo plan de acción había tendido principalmente a encarar el descontento y el desorden de las muy crecidas poblaciones de trabajadores urbanos.” (p. 22). Los sociólogos se ubicaron en el campo nomotético. (p. 22).


La ciencia política tuvo origen más tardío, en parte por la resistencia de las facultades de derecho a renunciar a su monopolio en ese campo. Incorporó a su estudio la filosofía política y su desarrollo sirvió también para legitimar a la economía como ciencia separada. (p. 22-23).


El desarrollo del sistema mundial (la colonización del resto del mundo por los europeos) permitió la aparición de la antropología, dedicada al estudio de los pueblos no europeos. Esta nueva disciplina se inició como práctica de exploradores, viajeros y funcionarios de los servicios coloniales de las potencias europeas. Luego fue institucionalizada en el mundo universitario, aunque segregada de las otras disciplinas sociales que estudiaban el mundo europeo. (p. 23-24). Los antropólogos se convirtieron en etnógrafos de pueblos particulares, mediante una metodología muy concreta: el trabajo de campo y la observación participante. (p. 24). Practicaron en su mayoría una epistemología idiográfica. (p. 25).


La existencia de civilizaciones como el mundo árabe musulmán, China y Japón, hizo que aparecieran los estudios orientales, separados de la antropología. Se distinguieron de los estudios clásicos, abocados a la investigación de la antigüedad griega y romana, concebida como el prólogo de la Modernidad. (p. 26-27).


W. señala que hubo tres campos que nunca llegaron a ser completamente incluidos en las ciencias sociales: geografía (5), psicología (6) y derecho (7).


[Nada acerca de la relación entre cada una de las ciencias sociales estudiadas aquí y el desarrollo del capitalismo. Así, por ejemplo, el surgimiento de la economía moderna es inconcebible sin la expansión de la producción y circulación de mercancías. Así, por ejemplo, la ciencia política se desarrolló a la par que se extendía el sufragio universal y la democracia representativa. Sólo en el caso de la antropología, W. establece la relación con el proceso de expansión colonial del capitalismo.]


En síntesis, entre 1850 y 1945 se formó el campo de conocimiento conocido como ciencia social: institucionalización de la enseñanza en las universidades; institucionalización de la investigación; construcción de asociaciones de estudiosos según líneas disciplinarias; creación de colecciones y bibliotecas catalogadas por disciplinas. Todo el período de surgimiento de la clase social estuvo marcado por la búsqueda de la extensión del ámbito de cada disciplina. En primer lugar, se estableció la distinción entre la historia (ideográfica) y el resto de las ciencias sociales (nomotéticas). Luego, entre cada una de las disciplinas nomotéticas. (p. 34-35).


[El texto de W. es un documento de época. Escrito poco después de la caída de la URSS, da la impresión de que procura limpiar las ciencias sociales de todo contacto con “la antigualla” marxista. Es, si cabe, una versión progresista del fin de la historia proclamado por Fukuyama.]

Villa del Parque, viernes 18 de agosto de 2017


NOTAS:

(1) En paralelo, se desarrolló la distinción entre ciencia (=conocimiento cierto) y lo que no era ciencia (=conocimiento imaginado e incluso imaginario) (p. 7).
(2) Estas ciencias “tenían la capacidad de solicitar apoyo social y político con base en su promesa de producir resultados prácticos de utilidad inmediata.” (p. 10).
(3) Se refiere a la filosofía contractualista (Hobbes, Locke, Rousseau).
(4) La institucionalización de las ciencias sociales se produjo en Gran Bretaña, Francia, las Alemanias, las Ias Italias y Estados Unidos. Fueron reconocidas cinco ciencias: historia, economía, sociología, ciencia política y antropología.
(5) La geografía tiene un origen muy antiguo. En el siglo XIX se transformó en una disciplina nueva en las universidades alemanas. Fue la primer ciencia social que se dedicó al estudio del conjunto del mundo, con una orientación generalista, sintetizadora y no analítica. La división de las disciplinas sociales en compartimentos separados y su encierro en lo nacional convirtieron a la geografía en disciplina anacrónica. Esto motivó que las disciplinas sociales descuidaran el tratamiento del tiempo y del espacio.(p. 28-29).
(6) La psicología se separó de la filosofía y trató de convertirse en una ciencia. Para ello se acercó al campo de la medicina, pretendiendo ser una psicología fisiológica, e incluso química. Por eso se trasladó a las facultades de ciencias naturales. (p. 31).

(7) Los estudios legales estaban demasiado ligados a la formación de abogados, por ello no fueron considerados parte de las disciplinas sociales. (p. 32).

jueves, 21 de abril de 2016

FICHA: WALLERSTEIN. “EL FIN DE LAS CERTIDUMBRES EN LAS CIENCIAS SOCIALES” (2000)




Noticia bibliográfica:

Para la redacción de esta ficha utilicé la traducción española de Julieta Barba y Silvia Jawerbaum, incluida en: Wallerstein, Immanuel. (2005). Las incertidumbres del saber. Barcelona: Gedisa. (pp. 37-54). El texto en cuestión es el capítulo 3 de la obra. Agradezco la colaboración de mi compañera Pez López, quien me facilitó sus notas de lecturas.

Título original: "The End on Certainties in the Social Sciences". Publicado por primera vez en SCIENZA E STORIA, núm. 13, 2000, pp. 17-29.



El punto de partida de Wallerstein consiste en la idea de que la incertidumbre es un factor desestabilizador de la vida social, pues genera inseguridad. Para evitar este riesgo, los seres humanos recurrieron a fuentes de certeza (magia y los magos, dioses y sacerdotes, la autoridad colectiva y comunitaria). De ahí que la religión [para hablar en general] servía para “estabilizar las estructuras sociales” (p. 37). [Wallerstein limita el papel de la religión a lo cognitivo e ideológico, dejando afuera el papel político de la misma.]

La eficacia de las fuentes de certeza se plasmaba en las predicciones. Cuando éstas fallaban, se condenaba a los artífices del arte de la certidumbre (ej., los sacerdotes) y no a la creencia en la posibilidad de certezas ni en el sistema que las aseguraba. (p. 37-38).

El sistema-mundo moderno (el capitalismo) requería predicciones precisas; la inversión y la ganancia no podían apoyarse ni en magia ni en religión. Surgió (y fue respaldado y sancionado socialmente) “un nuevo modelo de certificación de la verdad”: la ciencia moderna. (p. 38).

La creación de la ciencia moderna se dio a través de dos etapas:

1)    Ataque filosófico al significado de las verdades reveladas (conocidas únicamente por los sacerdotes). “Los filósofos defendieron la idea de que todos los seres humanos tienen la capacidad innata de razonar por sus propios medios y llegar a la verdad. (…) su principal interés fue negar el derecho de las autoridades religiosas y políticas a promulgar la verdad.” (p. 38). Según Wallerstein (W a partir de aquí) en esto consiste el mensaje fundamental de la Modernidad. (p. 38).

2)    Fundamentación de por qué los científicos producen enunciados verdaderos. Los enunciados verdaderos tienen que comprobarse con evidencia empírica. Los datos deben recolectarse siguiendo métodos específicos, que pueden ser reproducidos por el conjunto de la comunidad científica. “En realidad, los científicos afirmaban que no eran todos los filósofos sino un subgrupo de ellos, los científicos, quienes tenían el derecho moral de ser reconocidos como fuente de enunciados verdaderos válidos.” (p. 39). Para comienzos del siglo XIX los científicos eran los únicos individuos cuyos enunciados sobre el mundo contaban con plena aprobación social.

El credo de la ciencia tenía una característica contradictoria. En el plano teórico, “los científicos proclamaban el rechazo absoluto de toda autoridad como fundamento de legitimación de la verdad y un igualitarismo absoluto respecto de quién podía formular enunciados verdaderos válidos.” (p. 39). Ah, pero en la práctica… “los científicos mostraban que no era exactamente eso lo que querían decir. En realidad, no creían que toda autoridad fuese legítima ni que cualquiera pudiese exponer sus verdades en el libre mercado de las ideas.” (p. 39). Eran las pequeñas comunidades de especialistas (los practicantes de cada ciencia específica) quienes constituían la autoridad colectiva; sólo aquellos que tenían una formación especializada en una disciplina tenían derecho a opinar. (p. 39).

“A un observador de otro planeta le parecería que la deferencia con que se trataba a los científicos en el siglo XX no era muy distinta del trato que recibían los magos, los sacerdotes o las autoridades locales de antaño.” (p. 39).

Otra paradoja de los científicos. Mientras predicaban el escepticismo, “también afirmaban que la certidumbre era intrínsecamente posible y que por lo tanto llegaría el día en que se sabría todo de todas las cosas. Esa es la concepción determinista del mundo, central para lo que llamamos la ciencia moderna.” (p. 40; el resaltado es mío – AM-). El determinismo fue la piedra de toque de la mecánica newtoniana, “considerada durante mucho tiempo el programa científico fundamental, el modelo de toda empresa científica.” (p. 40). Los criterios de cientificidad fueron: determinismo, linealidad, equilibrio y reversibilidad. (p. 40).

Sin embargo, durante el siglo XX el modelo de ciencia newtoniana recibió críticas severas, provenientes de la física y de la matemática. Resultados: las probabilidades ocuparon el lugar de las certezas; el caos determinista, el lugar del determinismo; la tendencia a alejarse del equilibrio y la bifurcación en lugar de la linealidad; los fractales en lugar de las dimensiones de enteros; la flecha del tiempo en vez de la reversibilidad; la ciencia como parte de la cultura en vez de cómo actividad fundamentalmente distinta del pensamiento humanístico. (p. 40).

¿Cuál fue el impacto en las CS del cuestionamiento de la ciencia newtoniana?

Hay que empezar reconociendo que las CS se institucionalizaron a fines del siglo XIX en pleno predominio cultural de la ciencia newtoniana. “El objeto de las ciencias sociales, dijeron los científicos una y otra vez, es descubrir leyes de alcance universal afines a las formuladas en la física.” (p. 40). Pero en la práctica se mostraron impotentes para realizar predicciones. Atribuyeron ese fracaso a la inmadurez colectiva de sus disciplinas, no al modo de teorización elegido. (p. 41).

La crítica a la ciencia newtoniana modificó la psicología colectiva de los científicos sociales, pues los puso “en condiciones de considerar seriamente por primera vez el enunciado del sentido común que con tanto rigor habían rechazado: la idea de que el mundo social es un terreno intrínsecamente incierto.” (p. 41).

W afirma que pensar el mundo social como un terreno incierto es un enunciado de sentido común. (p. 41).

¿Qué ocurriría si el mencionado enunciado – carácter incierto del mundo social – se tomara como fundamento del trabajo de las CS?

[W retoma conceptos de Prigogine] Los científicos buscan regularidades dentro de un sistema, pero dicho sistema se aleja del equilibrio y en un momento dado se transforma en otra cosa. Por eso, las regularidades obtenidas terminan siendo inútiles.

“…en el mundo hay modelos de explicación para los cambios y que los cambios en sí caen dentro de dos categorías bien distintas: los que forman parte de las regularidades intrínsecas del sistema y los que implican una transición o transformación de un contexto sistémico a otro.” (p. 42).

Si se define a las sociedades como sistemas sociales históricos, hay que distinguir tres momentos en el análisis: la génesis, el funcionamiento continuo y la crisis sistémica.

W presenta una guía metodológica (Búsqueda de ritmos cíclicos y tendencias seculares) para “observar al mismo tiempo cómo se conservan intactos los rasgos esenciales del sistema y cómo el sistema evoluciona en una dirección que lo aleja del equilibrio y lo lleva a una inexorable bifurcación.” (p. 44).

W sostiene que los sistemas sociales se comportan del mismo modo que los otros sistemas, pero son más complejos y, por ende, resulta más complicado medir sus ritmos. (p. 45).

La dificultad es la siguiente. En los sistemas, el equilibrio siempre está en movimiento y es posible observar en qué dirección se mueve. Esto se llama linealidad del sistema para los deterministas y tendencias seculares según W. (p. 45). Ahora bien, “todas las tendencias seculares alcanzan un punto en el que no pueden seguir extendiéndose de manera lineal. Y este es el punto preciso en que los sistemas históricos llegan a una crisis que conduce a la bifurcación.” (p. 46).

A continuación, W vuelve a la carga contra la “ciencia normal” newtoniana. Plantea que hay que tener en cuenta tres cuestiones:

1)    “Su legitimidad proviene de los resultados de las políticas que se eligen tomándola como fundamento. En el caso de las ciencias naturales, la legitimidad está en sus aplicaciones tecnológicas o de ingeniería.” (p. 47). Las CS intentaron seguir el mismo camino, se volcaron a la formulación de leyes nomotéticas y a la consiguiente predicción. Fracasó la ingeniería social. Esto puede promover la búsqueda de otro camino.

2)    Optar por el camino esbozado en el punto 1 hizo que las CS se pusieran “anteojeras epistemológicas”. Recién ahora los cientistas sociales han vuelto a la filosofía. [No estoy de acuerdo. En sus orígenes, la sociología clásica y el marxismo fundamentaron de manera sólida sus bases epistemológicas. Marx, Durkheim, Weber son prueba de ello.]

3)    La “ciencia normal” newtoniana deja de lado toda preocupación por las “incertidumbres más generales de la realidad social”. Dichas incertidumbres son las que “delinean la evolución histórica de la especie humana y que nos dicen lo que realmente queremos saber: dónde estuvimos, dónde estamos y hacia dónde es probable que nos dirijamos o, mejor aún, cuál de los futuros posibles es razonable que busquemos porque lo preferimos a otros.” (p. 47).

W apunta al pasar que una de las razones por las que no se presta atención al estudio de las bifurcaciones fundamentales radica en que el conocimiento de las mismas afecta la acción de las “minorías privilegiadas” (p. 48). [Ni una palabra de clases ni mucho menos de lucha de clases.] Sostiene que la mayoría de las “revoluciones” (políticas, económicas, etc.) fueron “ajustes menores”. Los verdaderos pasajes de un sistema histórico a otro “pueden haber sido muy caóticos y difíciles de clasificar”. (p. 48).

W afirma que en la actualidad:

“el sistema-mundo moderno se encuentra ante una bifurcación fundamental. Atraviesa una crisis sistémica, que en consecuencia afecta también las estructuras del saber. (…) tenemos frente a nosotros no una sino dos grandes incertidumbres sociales: cuál será la naturaleza del nuevo sistema histórico que estamos construyendo y cuál será la epistemología de nuestras nuevas estructuras del saber.” (p. 48).

Respecto a la crisis de la economía-mundo capitalista, W no va a ocuparse. Sólo indica: “producto de largas tendencias seculares que se han alejado del equilibrio, hoy en día asistimos a un recorte de las ganancias que impedirá la acumulación ilimitada de capital, fuerza motriz del desarrollo capitalista. Esta restricción es el resultado de por lo menos tres vectores separados: el incremento secular de los salarios reales en toda la economía-mundo, la creciente destrucción del medio ambiente como consecuencia de la externalización institucionalizada de los costos, y las crisis fiscales estatales, provocadas por la democratización del sistema mundo, que han elevado significativamente los niveles mínimos de exigencias al Estado en materia de educación, salud y salario mínimo de por vida. Además, ha colapsado la legitimidad de las estructuras del Estado gracias a la creciente desilusión respecto de la posibilidad de reducir la polarización del sistema-mundo, legitimidad que fue durante mucho tiempo un mecanismo fundamental para mantener el equilibrio.” (p. 48-49).

¿Qué sucede con las estructuras del saber?

La ofensiva de los científicos quebró la unidad del saber, hasta concretar el divorcio entre ciencia y filosofía (o humanidades) hacia 1750. Además, desde el siglo XIX, los científicos acapararon el monopolio de la verdad. Esto se resquebrajó en el último tercio del siglo XX, donde se presentaron argumento en contra de la división entre la ciencia y la filosofía.

Conceptos como el de flecha del tiempo (Prigogine), ayudaron a los científicos sociales a comprender que podía existir la reversibilidad de los procesos. Se retomó la noción de que no puede haber análisis social que no sea histórico. (p. 50).

El surgimiento de los estudios culturales muestra la crisis del modelo newtoniano en las CS. Los defensores de estos estudios “sostenían que toda actividad cultural tiene lugar dentro de un contexto social, y se produce y evalúa de diferente manera según la ubicación social de quien la produce y quien la evalua. Y, además, la ubicación social es en sí misma una realidad histórica cambiante, de modo tal que la apreciación de un texto que haga una persona hoy puede ser muy distinta de la que esa misma persona haga del mismo texto mañana.” (p. 52).

La crisis de la economía-mundo capitalista va de la mano con la crisis de las estructuras del saber. W afirma:

“estamos al borde de una reestructuración epistemológica fundamental, una reunificación de los métodos de investigación en los distintos campos del saber, donde el ámbito de las ciencias sociales será centra, si no termina abarcándolo todo. Después de todo, las ciencias sociales se dedican al estudio de los sistemas más complejos que existen, y por lo tanto los más difíciles de traducir a un análisis sistémico. También constituyen el fundamento inevitable – aunque con frecuencia no reconocido – de lo que históricamente se ha denominado estudios humanísticos. Son de hecho una actividad necesaria para todos, desde los físicos hasta los estudiosos de la literatura. Pero este no es un llamado al imperialismo de las ciencias sociales, sino una sugerencia de que su ámbito lo abarque todo.” (p. 52).

La incertidumbre domina el panorama de las CS en la actualidad. Hay que hacer elecciones, el conocimiento consiste precisamente en hacer esto.

“Si la realidad es incierta, no hay forma de evitar las elecciones. Y si las elecciones no pueden evitarse, es también imposible pretender que los valores, las preferencias y los presupuestos del analista no afecten el proceso de análisis. (…) toda búsqueda de lo verdadero implica puntos de vista sobre lo bueno y lo bello.” (p. 53).

Finalmente, W formula una serie de sugerencias para las CS. En primer lugar, exponer las premisas en tono analítico y no acusador. En segundo lugar, tener comunidades científicas formadas por personas con distinta trayectoria colectiva. Finalmente, atender a la distinción entre bifurcaciones grandes y pequeñas. (p. 53).



Villa del Parque, jueves 21 de abril de 2016

viernes, 15 de abril de 2016

FICHA: WALLERSTEIN, “LAS CIENCIAS SOCIALES EN EL SIGLO XXI” (1999)

Puente Golden Gate



Noticia bibliográfica:

Para la redacción de esta ficha utilicé la traducción española de Julieta Barba y Silvia Jawerbaum, incluida en: Wallerstein, Immanuel. (2005). Las incertidumbres del saber. Barcelona: Gedisa. (pp. 23-35). El texto en cuestión es el capítulo 2 de la obra.
Título original: "Social sciences in the twenty-first century". Publicado por primera vez: Kazancigil, Ali y Makinson, D., comps. (1999). World Science Report, 1999. Unesco. (pp. 42-49).


Wallerstein encara la cuestión de tratar el futuro inmediato de las ciencias sociales, esto es, el siglo XXI [Recordar que el texto fue redactado en 1999].

El método elegido es el siguiente: a) examinar el pasado reciente de las ciencias sociales (CS a partir de aquí), y para ello analiza el proceso histórico de construcción de las mismas; b) el proceso histórico de construcción de las CS se ubica dentro de la evolución de las estructuras del saber en general y del marco institucional del sistema universitario en particular (p. 23). Tanto a como b se abordan en tres marcos temporales: la construcción histórica, los desafíos actuales y las posibles alternativas futuras. A su vez, en cada marco temporal trata tres cuestiones: las estructuras del saber en general, la evolución del sistema universitario, el carácter particular de las ciencias sociales. (p. 23-24).


Las estructuras generales del saber en los distintos sistemas históricos son diferentes a las del mundo moderno. En los primeros, “todo el saber se consideraba unificado en el nivel epistemológico” (p. 24) (1). En el sistema moderno, en cambio, hay “dos culturas”: filosofía y ciencia.

Entre 1750-1850 se produjo la separación entre filosofía y ciencia. A partir de allí, ambas fueron consideradas como formas de saber antagónicas.

La mencionada escisión se reflejó de dos modos en el sistema universitario: a) la reorganización de las facultades, sobre todo la evolución de la facultad de filosofía. Aparecieron dos facultades separadas: una de artes (o humanidades o filosofía) y otra de ciencias; b) crecimiento sostenido del prestigio cultural de la ciencia a expensas de las humanidades/filosofía.

Las CS se institucionalizaron a fines del siglo XIX, en pleno predominio de la ciencia. La división en “dos culturas” se expresó como disputa metodológica: 1) epistemología idiográfica, con acento puesto en la particularidad de los fenómenos sociales, la utilidad limitada de las generalizaciones y la necesidad de empatía para la comprensión de los fenómenos sociales; 2) epistemología nomotética, centrada en la utilización de los métodos de las ciencias naturales para la búsqueda de leyes universales. Los primeros seguían el modelo de las humanidades; los segundos, el de la ciencia. Las tres CS principales (economía, ciencia política, sociología) eligieron ser nomotéticas; el resto, fueron más humanísticas y narrativas. (p. 25). (2)

El proceso de disciplinarización de las CS fue complejo:

1750-1850: Panorama confuso. Multiplicidad de nombres para designar a las protodisciplinas.

1850-1945: Simplificación del panorama. La multiplicidad se redujo a pocos nombres. Tres clivajes a fines del siglo XIX: división entre pasado (historia) y presente (economía, ciencia política, sociología); división entre el mundo occidental civilizado (las cuatro disciplinas mencionadas) y el resto del mundo (antropología para los pueblos “primitivos” y los estudios orientales para las grandes civilizaciones no occidentales); división entre la lógica del mercado (economía), la del Estado (ciencia política) y la de la sociedad civil (sociología).

1945: Auge de la disciplinarización. Comienza a desintegrarse la división en divisiones claras. La expansión de los sistemas universitarios en todo el mundo y el crecimiento del número de cientistas sociales promovió la búsqueda de nuevos “nichos” de trabajo. Auge de los programas de estudios interdisciplinarios. Ampliación del número de nombres, proceso que prosigue en la actualidad. La situación se asemeja a la del período 1750-1850. (p. 26).

La división trimodal del saber (ciencias naturales, humanidades, CS) pasó a ser criticada. Surgieron dos grandes movimientos nuevos de saber: ciencias de la complejidad (originadas en las ciencias naturales) (3) y los estudios culturales (origen en las humanidades) (4). Ambos se dirigieron contra la modalidad dominante en las ciencias naturales desde el siglo XVII: la mecánica newtoniana.

La doble ofensiva sobre la mecánica de Newton trajo como consecuencia en las CS que los científicos sociales pudieran considerar seriamente la afirmación: “el mundo social es en sí un área incierta.” (p. 28).

A comienzos del siglo XXI, las CS se encuentran con “una considerable incertidumbre acerca de la validez de los límites disciplinares dentro de las ciencias sociales y con un cuestionamiento real, por primera vez en dos siglos, de la legitimidad de la línea divisoria epistemológica entre las «dos culturas» y, con ello, de la partición triple del saber en las supercategorías ciencias naturales, humanidades y ciencias sociales, éstas últimas ubicadas en el medio.” (p. 28).

Wallerstein analiza el panorama actual de las CS tomando en cuenta las dos culturas, la posible reestructuración de las CS, la relación de esos cambios con el sistema universitario en sí. (p. 28).

El divorcio entre ciencia y filosofía se basó en una división de tareas: los filósofos se ocupaban de “lo bueno”; los científicos, de “lo verdadero”. Por eso la ciencia se atribuyó el monopolio de la búsqueda de la verdad. (p. 29). Posteriormente, hubo intentos de unificar la búsqueda del bien y la de la verdad. Pero chocaron con la falta de unidad de los dos movimientos serios que cuestionaron la división en “dos culturas”: las ciencias de la complejidad y los estudios culturales. No ha podido elaborarse una epistemología nueva: ni nomotética ni idiográfica, ni universalista ni particularista, ni determinista ni relativista. (p. 30).

La construcción de un nuevo consenso epistemológico tiene que contemplar los siguientes asuntos de larga data:

1)    Partiendo del supuesto de que el universo es real, ¿cómo es posible concebir una realidad más general que la que representa la fotografía individual de un momento irrepetible de ese universo?

2)    ¿Cómo puede medirse el impacto del observador en el objeto medido?

3)    ¿Cómo llevar adelante las comparaciones, detectando similitudes y diferencias?

4)    ¿Cuáles son las unidades más significativas de análisis que pueden resultar útiles para comprender el universo y sus partes?

Más allá de las disputas epistemológicas, la división trimodal expresa divisiones de organización fuertes. Por ejemplo: los estudiantes de grado y posgrado obtienen títulos en disciplinas específicas. “Así, las disciplinas, en cuanto organizaciones, controlan en medida el ingreso, confieren prestigio y rigen el avance dentro de la jerarquía de la carrera académica. También tienen autoridad para poner en vigencia leyes «proteccionistas».” (p. 31).

Las disciplinas existentes son “culturales” = “comparten recortes y supuestos en la elección de los temas de investigación, el estilo del análisis y las lecturas requeridas dentro de la comunidad académica. Dan a conocer a sus héroes culturales (a quienes ubican dentro de la «tradición») y practican los rituales necesarios para revalidar su propia cultura. Pocos cientistas sociales de hoy dejan de identificarse, con mayor o menor comprensión, con una disciplina en particular y de asegurar, al menos sotto voce, la superioridad de su  propia disciplina sobre aquellas con las que compite dentro de las ciencias sociales. No debería subestimarse el alcance y la eficacia de tal lealtad cultural.” (p. 32).

Existen dos “fuerzas potentes” que debilitan la capacidad de las disciplinas para reproducirse a sí mismas: a) la práctica real de los académicos más activos (5); b) las necesidades de quienes manejan los recursos financieros. (6)

Wallerstein pasa a analizar las perspectivas. Dos cosas son seguras: 1) la Universidad ya no tiene el monopolio de la producción y reproducción del saber; 2) se reabrió el debate en torno a las “dos culturas”.

La posibilidad de construir un nuevo consenso en las CS gira en torno al cuestionamiento de la división trimodal de la Universidad en ciencias naturales, humanidades y CS.

Por último, “las ciencias sociales intentan articular lo que sucede, ofrecen una interpretación de la realidad social que la refleja y la afecta al mismo tiempo, de modo que constituyen una herramienta tanto para los poderosos como para los oprimidos. Son un campo de lucha social, pero no es única, y probablemente no el principal. Su forma se verá condicionada por el resultado de las luchas sociales futuras así como su forma histórica se vio condicionada por luchas sociales del pasado.” (p. 35).

[Más allá de esta última observación, todo el artículo gira en el vacío de lo social, en el sentido de que no dice una palabra acerca del proceso de luchas sociales que influyeron decisivamente en la constitución de las CS. Esta es la mayor tara del texto.]



Villa del Parque, viernes 15 de abril de 2016

NOTAS:

(1)  La ausencia de límites era doble: “no existía la idea de que los académicos tuvieran que acotar su actividad a un campo de conocimiento, y la filosofía y la ciencia no se consideraban campos separados del saber.” (p. 24).

(2)  Wallerstein acota que también las humanidades procuraron ser “científicas” a su manera. Mostraron interés por los datos empíricos, pero dejaron de lado las generalizaciones universales. (p. 25).

(3)  Sus postulados: el equilibrio es una excepción; el futuro está intrínsecamente indeterminado; la autoorganización es el proceso esencial de toda materia. En síntesis: flecha del tiempo en lugar de la certeza; la incertidumbre como supuesto epistemológico; la explicación de la complejidad (y no de la simplicidad) como producto último de la ciencia. (p. 27).

(4)  Sus ejes: el ataque al determinismo y el universalismo. “Los textos son fenómenos sociales, creados y leídos o evaluados en un determinado contexto.” (p. 27).

(5)  Estos académicos conforman en torno a sí (a sus proyectos de investigación) pequeñas comunidades de investigadores, poco numerosas, integradas por especialistas de varias disciplinas. Ello erosiona el carácter monolítico de las disciplinas. Su labor no tiene en cuenta la divisoria clásica: presente/pasado, civilización/barbarie, mercado/Estado/sociedad civil.


(6)  La expansión de los sistemas universitarios (proceso que se inició después de 1945) desarrolló la competencia por recursos financieros. La crisis económica agudizó ese proceso. En la actualidad ha llevado a que muchos académicos abandones las estructuras universitarias y se instalen en instituciones por fuera de las mismas. Esto contribuye a horadar las divisiones tradicionales en las CS.