Noticia
bibliográfica:
Para la redacción de esta
ficha utilicé la traducción española de Julieta Barba y Silvia Jawerbaum,
incluida en: Wallerstein, Immanuel. (2005). Las
incertidumbres del saber. Barcelona: Gedisa. (pp. 37-54). El texto en
cuestión es el capítulo 3 de la obra. Agradezco la colaboración de mi compañera
Pez López, quien me facilitó sus notas de lecturas.
Título original: "The
End on Certainties in the Social Sciences". Publicado por primera
vez en SCIENZA E STORIA, núm. 13, 2000, pp. 17-29.
El punto de partida de
Wallerstein consiste en la idea de que la incertidumbre
es un factor desestabilizador de la vida social, pues genera inseguridad. Para evitar este riesgo,
los seres humanos recurrieron a fuentes
de certeza (magia y los magos, dioses y sacerdotes, la autoridad colectiva
y comunitaria). De ahí que la religión [para hablar en general] servía para
“estabilizar las estructuras sociales” (p. 37). [Wallerstein limita el papel de
la religión a lo cognitivo e ideológico, dejando afuera el papel político de la
misma.]
La eficacia de las fuentes
de certeza se plasmaba en las predicciones. Cuando éstas fallaban, se condenaba
a los artífices del arte de la certidumbre (ej., los sacerdotes) y no a la
creencia en la posibilidad de certezas ni en el sistema que las aseguraba. (p.
37-38).
El sistema-mundo moderno (el
capitalismo) requería predicciones precisas; la inversión y la ganancia no
podían apoyarse ni en magia ni en religión. Surgió (y fue respaldado y
sancionado socialmente) “un nuevo modelo de certificación de la verdad”: la ciencia moderna. (p. 38).
La creación de la ciencia
moderna se dio a través de dos etapas:
1) Ataque
filosófico al significado de las verdades
reveladas (conocidas únicamente por los sacerdotes). “Los filósofos
defendieron la idea de que todos los seres humanos tienen la capacidad innata
de razonar por sus propios medios y llegar a la verdad. (…) su principal
interés fue negar el derecho de las autoridades religiosas y políticas a
promulgar la verdad.” (p. 38). Según Wallerstein (W a partir de aquí) en esto
consiste el mensaje fundamental de la Modernidad.
(p. 38).
2) Fundamentación
de por qué los científicos producen
enunciados verdaderos. Los enunciados verdaderos tienen que comprobarse con
evidencia empírica. Los datos deben recolectarse siguiendo métodos específicos,
que pueden ser reproducidos por el conjunto de la comunidad científica. “En
realidad, los científicos afirmaban que no eran todos los filósofos sino un
subgrupo de ellos, los científicos, quienes tenían el derecho moral de ser
reconocidos como fuente de enunciados verdaderos válidos.” (p. 39). Para
comienzos del siglo XIX los científicos eran los únicos individuos cuyos
enunciados sobre el mundo contaban con plena aprobación social.
El credo de la ciencia tenía una característica contradictoria. En el
plano teórico, “los científicos proclamaban el rechazo absoluto de toda
autoridad como fundamento de legitimación de la verdad y un igualitarismo
absoluto respecto de quién podía formular enunciados verdaderos válidos.” (p.
39). Ah, pero en la práctica… “los científicos mostraban que no era exactamente
eso lo que querían decir. En realidad, no creían que toda autoridad fuese
legítima ni que cualquiera pudiese exponer sus verdades en el libre mercado de
las ideas.” (p. 39). Eran las pequeñas comunidades de especialistas (los
practicantes de cada ciencia específica) quienes constituían la autoridad
colectiva; sólo aquellos que tenían una formación especializada en una
disciplina tenían derecho a opinar. (p. 39).
“A un observador de otro
planeta le parecería que la deferencia con que se trataba a los científicos en
el siglo XX no era muy distinta del trato que recibían los magos, los
sacerdotes o las autoridades locales de antaño.” (p. 39).
Otra paradoja de los
científicos. Mientras predicaban el escepticismo, “también afirmaban que la
certidumbre era intrínsecamente posible y que por lo tanto llegaría el día en
que se sabría todo de todas las cosas. Esa
es la concepción determinista del mundo, central para lo que llamamos la
ciencia moderna.” (p. 40; el resaltado es mío – AM-). El determinismo fue
la piedra de toque de la mecánica
newtoniana, “considerada durante mucho tiempo el programa científico
fundamental, el modelo de toda empresa científica.” (p. 40). Los criterios de
cientificidad fueron: determinismo, linealidad, equilibrio y reversibilidad.
(p. 40).
Sin embargo, durante el
siglo XX el modelo de ciencia newtoniana recibió críticas severas, provenientes
de la física y de la matemática. Resultados: las probabilidades ocuparon el
lugar de las certezas; el caos determinista, el lugar del determinismo; la
tendencia a alejarse del equilibrio y la bifurcación en lugar de la linealidad;
los fractales en lugar de las dimensiones de enteros; la flecha del tiempo en
vez de la reversibilidad; la ciencia como parte de la cultura en vez de cómo
actividad fundamentalmente distinta del pensamiento humanístico. (p. 40).
¿Cuál fue el impacto en las
CS del cuestionamiento de la ciencia newtoniana?
Hay que empezar reconociendo
que las CS se institucionalizaron a fines del siglo XIX en pleno predominio cultural
de la ciencia newtoniana. “El objeto de las ciencias sociales, dijeron los
científicos una y otra vez, es descubrir leyes de alcance universal afines a
las formuladas en la física.” (p. 40). Pero en la práctica se mostraron
impotentes para realizar predicciones. Atribuyeron ese fracaso a la inmadurez
colectiva de sus disciplinas, no al modo de teorización elegido. (p. 41).
La crítica a la ciencia
newtoniana modificó la psicología colectiva de los científicos sociales, pues
los puso “en condiciones de considerar seriamente por primera vez el enunciado
del sentido común que con tanto rigor habían rechazado: la idea de que el mundo
social es un terreno intrínsecamente incierto.” (p. 41).
W afirma que pensar el mundo
social como un terreno incierto es un enunciado de sentido común. (p. 41).
¿Qué ocurriría si el
mencionado enunciado – carácter incierto del mundo social – se tomara como
fundamento del trabajo de las CS?
[W retoma conceptos de
Prigogine] Los científicos buscan regularidades dentro de un sistema, pero
dicho sistema se aleja del equilibrio y en un momento dado se transforma en
otra cosa. Por eso, las regularidades obtenidas terminan siendo inútiles.
“…en el mundo hay
modelos de explicación para los cambios y que los cambios en sí caen dentro de
dos categorías bien distintas: los que forman parte de las regularidades
intrínsecas del sistema y los que implican una transición o transformación de
un contexto sistémico a otro.” (p. 42).
Si se define a las
sociedades como sistemas sociales históricos, hay que distinguir tres momentos
en el análisis: la génesis, el funcionamiento continuo y la crisis sistémica.
W presenta una guía
metodológica (Búsqueda de ritmos cíclicos y tendencias seculares) para
“observar al mismo tiempo cómo se conservan intactos los rasgos esenciales del
sistema y cómo el sistema evoluciona en una dirección que lo aleja del
equilibrio y lo lleva a una inexorable bifurcación.” (p. 44).
W sostiene que los sistemas
sociales se comportan del mismo modo que los otros sistemas, pero son más
complejos y, por ende, resulta más complicado medir sus ritmos. (p. 45).
La dificultad es la
siguiente. En los sistemas, el equilibrio siempre está en movimiento y es
posible observar en qué dirección se mueve. Esto se llama linealidad del sistema para los deterministas y tendencias seculares según W. (p. 45).
Ahora bien, “todas las tendencias seculares alcanzan un punto en el que no
pueden seguir extendiéndose de manera lineal. Y este es el punto preciso en que
los sistemas históricos llegan a una crisis que conduce a la bifurcación.” (p.
46).
A continuación, W vuelve a
la carga contra la “ciencia normal” newtoniana. Plantea que hay que tener en
cuenta tres cuestiones:
1) “Su
legitimidad proviene de los resultados de las políticas que se eligen tomándola
como fundamento. En el caso de las ciencias naturales, la legitimidad está en
sus aplicaciones tecnológicas o de ingeniería.” (p. 47). Las CS intentaron
seguir el mismo camino, se volcaron a la formulación de leyes nomotéticas y a
la consiguiente predicción. Fracasó la ingeniería social. Esto puede promover
la búsqueda de otro camino.
2) Optar
por el camino esbozado en el punto 1 hizo que las CS se pusieran “anteojeras
epistemológicas”. Recién ahora los cientistas sociales han vuelto a la
filosofía. [No estoy de acuerdo. En sus orígenes, la sociología clásica y el
marxismo fundamentaron de manera sólida sus bases epistemológicas. Marx,
Durkheim, Weber son prueba de ello.]
3) La
“ciencia normal” newtoniana deja de lado toda preocupación por las
“incertidumbres más generales de la realidad social”. Dichas incertidumbres son
las que “delinean la evolución histórica de la especie humana y que nos dicen
lo que realmente queremos saber: dónde estuvimos, dónde estamos y hacia dónde
es probable que nos dirijamos o, mejor aún, cuál de los futuros posibles es
razonable que busquemos porque lo preferimos a otros.” (p. 47).
W apunta al pasar que una de
las razones por las que no se presta atención al estudio de las bifurcaciones
fundamentales radica en que el conocimiento de las mismas afecta la acción de
las “minorías privilegiadas” (p. 48). [Ni una palabra de clases ni mucho menos
de lucha de clases.] Sostiene que la mayoría de las “revoluciones” (políticas,
económicas, etc.) fueron “ajustes menores”. Los verdaderos pasajes de un
sistema histórico a otro “pueden haber sido muy caóticos y difíciles de
clasificar”. (p. 48).
W afirma que en la
actualidad:
“el sistema-mundo
moderno se encuentra ante una bifurcación fundamental. Atraviesa una crisis
sistémica, que en consecuencia afecta también las estructuras del saber. (…)
tenemos frente a nosotros no una sino dos grandes incertidumbres sociales: cuál
será la naturaleza del nuevo sistema histórico que estamos construyendo y cuál
será la epistemología de nuestras nuevas estructuras del saber.” (p. 48).
Respecto a la crisis de la
economía-mundo capitalista, W no va a ocuparse. Sólo indica: “producto de
largas tendencias seculares que se han alejado del equilibrio, hoy en día
asistimos a un recorte de las ganancias que impedirá la acumulación ilimitada
de capital, fuerza motriz del desarrollo capitalista. Esta restricción es el
resultado de por lo menos tres vectores separados: el incremento secular de los
salarios reales en toda la economía-mundo, la creciente destrucción del medio
ambiente como consecuencia de la externalización institucionalizada de los
costos, y las crisis fiscales estatales, provocadas por la democratización del
sistema mundo, que han elevado significativamente los niveles mínimos de
exigencias al Estado en materia de educación, salud y salario mínimo de por
vida. Además, ha colapsado la legitimidad de las estructuras del Estado gracias
a la creciente desilusión respecto de la posibilidad de reducir la polarización
del sistema-mundo, legitimidad que fue durante mucho tiempo un mecanismo
fundamental para mantener el equilibrio.” (p. 48-49).
¿Qué sucede con las
estructuras del saber?
La ofensiva de los
científicos quebró la unidad del saber, hasta concretar el divorcio entre
ciencia y filosofía (o humanidades) hacia 1750. Además, desde el siglo XIX, los
científicos acapararon el monopolio de la verdad. Esto se resquebrajó en el
último tercio del siglo XX, donde se presentaron argumento en contra de la
división entre la ciencia y la filosofía.
Conceptos como el de flecha del tiempo (Prigogine), ayudaron
a los científicos sociales a comprender que podía existir la reversibilidad de
los procesos. Se retomó la noción de que no puede haber análisis social que no
sea histórico. (p. 50).
El surgimiento de los estudios culturales muestra la crisis
del modelo newtoniano en las CS. Los defensores de estos estudios “sostenían
que toda actividad cultural tiene lugar dentro de un contexto social, y se
produce y evalúa de diferente manera según la ubicación social de quien la
produce y quien la evalua. Y, además, la ubicación social es en sí misma una
realidad histórica cambiante, de modo tal que la apreciación de un texto que
haga una persona hoy puede ser muy distinta de la que esa misma persona haga
del mismo texto mañana.” (p. 52).
La crisis de la
economía-mundo capitalista va de la mano con la crisis de las estructuras del
saber. W afirma:
“estamos al borde de
una reestructuración epistemológica fundamental, una reunificación de los
métodos de investigación en los distintos campos del saber, donde el ámbito de
las ciencias sociales será centra, si no termina abarcándolo todo. Después de
todo, las ciencias sociales se dedican al estudio de los sistemas más complejos
que existen, y por lo tanto los más difíciles de traducir a un análisis
sistémico. También constituyen el fundamento inevitable – aunque con frecuencia
no reconocido – de lo que históricamente se ha denominado estudios
humanísticos. Son de hecho una actividad necesaria para todos, desde los
físicos hasta los estudiosos de la literatura. Pero este no es un llamado al
imperialismo de las ciencias sociales, sino una sugerencia de que su ámbito lo
abarque todo.” (p. 52).
La incertidumbre domina el
panorama de las CS en la actualidad. Hay que hacer elecciones, el conocimiento
consiste precisamente en hacer esto.
“Si la realidad es
incierta, no hay forma de evitar las elecciones. Y si las elecciones no pueden
evitarse, es también imposible pretender que los valores, las preferencias y
los presupuestos del analista no afecten el proceso de análisis. (…) toda
búsqueda de lo verdadero implica puntos de vista sobre lo bueno y lo bello.”
(p. 53).
Finalmente, W formula una
serie de sugerencias para las CS. En primer lugar, exponer las premisas en tono
analítico y no acusador. En segundo lugar, tener comunidades científicas
formadas por personas con distinta trayectoria colectiva. Finalmente, atender a
la distinción entre bifurcaciones grandes y pequeñas. (p. 53).
Villa del Parque,
jueves 21 de abril de 2016
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