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viernes, 25 de octubre de 2019

GEARY, EL SOCIALISMO Y EL MOVIMIENTO OBRERO ALEMÁN ANTES DE 1914: FICHA




Dick Geary (n. 1945) es un historiador inglés, especializado en historia del movimiento obrero europeo y del marxismo. En 1989 fue el compilador de la colección de trabajos titulada Labour and Socialist Movements in Europe before 1914 (Berg Publishers). En ella se encuentra el artículo de Geary, “El socialismo y el movimiento obrero alemán antes de 1914”. La presente ficha de lectura es un resumen del mencionado artículo, con algunos comentarios de mi autoría.

NOTICIA BIBLIOGRÁFICA:
Trabajé con la traducción española de María Teresa Casado: Geary, D., comp. (1992). Movimientos obreros y socialistas en Europa, antes de 1914. Madrid: Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. España. (pp. 149-197).

Abreviaturas:
MO = Movimiento obrero  / PGM = Primera guerra mundial / SPD = Partido Socialdemócrata Alemán

En 1914 Alemania tenía el partido socialista más grande del mundo (en rigor, se denominaba Partido Socialdemócrata Alemán – SPD-) [1], que contaba con un millón de afiliados que pagaban su cotización mensual y una enorme red de organizaciones  entre sus simpatizantes. En 1912, las últimas elecciones al Reichstag (Parlamento alemán) antes de la PGM, el SPD obtuvo cuatro millones de votos, un tercio del total de los votantes.

En 1914 Alemania tenía uno de los movimientos sindicales más importante del mundo y se encontraba estrechamente relacionado con el SPD. Los llamados Sindicatos Libres sumaban 2.6 millones de afiliados (frente a los 19000 que tenían en 1872).

En 1914 Alemania era el país más industrializado de Europa y el segundo a nivel mundial, detrás de los EE.UU. La transformación que había experimentado era inmensa, si se tiene en cuenta que hacia 1860 era un país agrícola. En el período comprendido entre 1875-1914 se produjo un impresionante crecimiento urbano, alimentado por inmigrantes provenientes del Este de Alemania, que fluían hacia las ciudades para trabajar en la industria y los servicios. De modo que en 1914, la mitad de los trabajadores industriales y mineros eran primera generación de obreros; muchos de ellos apenas conocían el idioma alemán, pues eran polacos o masurianos. Ello contribuyó a la fragmentación de la clase obrera alemana, debido a las divisiones étnicas y confesionales.

El crecimiento urbano generó un enorme problema de vivienda. Las familias obreras vivían hacinadas y, en los casos en los que era posible, compartían su vivienda con huéspedes (una manera de aumentar los ingresos familiares). Dada lo exiguo del tamaño de los hogares, la vida de los trabajadores varones transcurría en la taberna, verdaderos centros de la vida social de los obreros. En la taberna y en la costumbre de albergar huéspedes se fueron forjando lazos de solidaridad entre los obreros de primera generación y las viejas generaciones de trabajadores.

Las pésimas condiciones de vivienda iban de la mano con las penurias de la vida en la fábrica: bajos salarios, jornadas laborales muy extensas, accidentes laborales.

En 1914 el SPD era el partido de los obreros manuales industriales de las grandes ciudades industriales de la Alemania protestante; su presencia era mucho más débil en las pequeñas ciudades y pueblos industriales de las provincias.

Al analizar los orígenes del movimiento obrero alemán, se observa que las organizaciones de trabajadores surgieron con anterioridad a la industrialización. En 1840 aparecieron organizaciones de artesanos; la revolución de 1848, a pesar de su derrota, estimuló el proceso de organización de la clase obrera. El desarrollo experimentado a partir de 1863, año en que comenzó a activar Ferdinand Lassalle, puede ser considerado una continuación del proceso anterior. Los trabajadores que participaron en la creación de las organizaciones obreras en la década de 1860 y principios de la década siguiente pertenecían a los sectores más calificados y mejor remunerados de la clase trabajadora alemana.

En la década de 1870 surgió un MO más moderno [es decir, centrado en la fábrica mecanizada y no en el artesanado). Sobre esta base se construyeron el SPD y los sindicatos. Esas organizaciones se edificaron en torno a los trabajadores calificados. Geary enfatiza que el SPD agrupaba a los trabajadores calificados. De ahí deriva la siguiente conclusión: “Esto sugiere que la penuria y la pobreza no bastaban por sí solas para generar una organización política e industrial colectiva de los asalariados (…). Los primeros en formar organizaciones estables fueron aquellos que necesitaban defender su estatus u obtener mejoras, quienes tenían expectativas, una tradición organizativa y fuerza para negociar en el mercado laboral.” (p. 160).

Los bajos salarios, las penosas condiciones fabriles, el pésimo alojamiento no bastan para explicar la organización ni las luchas del MO. La cronología de las huelgas y las oleadas de huelgas (conjunto de huelgas que afectaban más o menos simultáneamente a más de una industria) muestra que éstas se producían en momentos de crecimiento económico (1869-1873 y 1905-1907) y no en períodos de crisis (finales de la década de 1870 y principios de la de 1880). Este comportamiento se explica así: en los períodos de expansión, muchas ramas de producción se aproximaban al pleno empleo y, en algunos casos, había escasez de fuerza de trabajo. Esto aumentaba la capacidad de los trabajadores, sobre todo de los calificados, cuyo saber específico requería un prolongado tiempo de formación. Por ello eran capaces de llevar adelante huelgas ofensivas, cuyo objetivo era mejorar los salarios y las condiciones laborales. En cambio, los trabajadores menos calificado o no calificados recurrían frecuentemente a las huelgas defensivas, para evitar despidos o mantener el poder adquisitivo de los salarios.

La economía alemana experimentó una expansión continuada en 1896-1914 (interrumpida en 1903-1904 y 1907-1909). Este fue el contexto propicio para que en 1880-1900 se produjera un aumento sostenido de los salarios, que no se vio disminuido por un período de relativo estancamiento de los mismos en 1900-1914. En el período previo a la PGM disminuyó la jornada laboral (aunque se intensificó el ritmo de trabajo, de manera que aún trabajando menos horas los trabajadores terminaban más agotados que antes). A esto hay que sumarle las medidas de bienestar social promovidas por Bismarck y continuadas por sus sucesores (pensiones para la tercera edad, prestaciones para la enfermedad, etc.), modestas sí, pero que mejoraban la situación de la clase obrera.

La transformación del SPD en partido de masas no se correspondió con un aumento de la pobreza, sino con un mejoramiento del nivel de vida de la clase trabajadora.

Geary alerta sobre el error de considerar que antes de 1914 existía una clase obrera acomodada. En 1900-1914 los salarios estuvieron por debajo de la inflación; los empresarios se organizaron mejor para enfrentar las huelgas [2] y las direcciones sindicales obraron con mayor cautela (esto provocó tensiones entre los dirigentes y las bases). Había grandes diferencias salariales entre trabajadores calificados y no calificados; entre ramas de producción y regiones; entre hombres y mujeres.

La solidaridad de clase entre trabajadores no calificados y de diversa procedencia (más arriba indicó las diferencias idiomáticas, confesionales, etc.) se dieron en el vecindario y en la taberna. La lucha por un alquiler barato, la socialización en la taberna, fueron los espacios en los que se creó y desarrolló dicha solidaridad (intereses compartidos en torno a la vivienda y el ocio común). Para superar el fraccionalismo de la clase era necesaria la intervención activa del partido y de los sindicatos. El desarraigo motivado por la emigración constituyó un freno a la organización; fueron los artesanos y trabajadores calificados establecidos quienes dieron el paso de construir organizaciones sindicales.

Los trabajadores no calificados constituían el eslabón más débil de la clase obrera alemana. Sus luchas acompañaban el ciclo económico; en épocas de crisis, sufrían despidos y/o reducciones de salarios. Su falta de calificación los hacía fácilmente reemplazables. Padecían las jornadas laborales más largas y disponían de poco tiempo para organizarse sindical y/o políticamente. Pero la clase trabajadora alemana era más débil que la inglesa porque la industrialización en Alemania fue más intensiva en capital; la introducción de una tecnología más moderna reforzó las posiciones de los empresarios frente a los trabajadores. Además, desde 1879 la industria del Reich estaba protegida de la competencia extranjera.

Los industriales alemanes supieron encontrar formas de vincular a los obreros a sus empleos y debilitar la organización sindical. El “paternalismo” empresario consistente en proveer viviendas, escuelas y clínicas y sistemas de pensiones y seguros por enfermedad fue una política deliberada de cooptación de los trabajadores.  [3] Éstos eran amenazados con perder esos beneficios (y aún el empleo) si no aceptaban colaborar con las patronales, hasta el punto de estar obligados a la delación de los compañeros que realizaban actividades sindicales. Se crearon sindicatos “amarillos” (de empresa), se elaboraron “listas negras” de activistas. Todas estas medidas condicionaron la acción de los trabajadores, que se organizaron allí donde podían hacerlo.

Las mujeres eran el arquetipo del trabajador no organizado y no calificado. Sin embargo, la organización de mujeres del SPD contaba con 200 mil afiliadas en 1914. La mayoría de las afiliadas al SPD eran amas de casa, esposas de artesanos también miembros del partido. La movilización política de las mujeres comenzó, pues, en el ámbito hogareño. Las mujeres trabajaban en la agricultura, el servicio doméstico, la producción agropecuaria y la manufactura textil no calificada: se trabaja de oficios geográficamente dispersos, lo que dificultaba la organización sindical. Los salarios eran bajos y las jornadas muy largas. Tenían poca fuerza para negociar, eran reemplazadas con facilidad, carecían de recursos para sostener una organización estable. Trabajaban más que sus colegas varones, porque debían realizar las tareas domésticas además de las de la fábrica. La mayoría de las mujeres que trabajaban en la fábrica lo hacían porque lo necesitaban, y el trabajo era una etapa en el camino al matrimonio.

Lo novedoso del MO alemán fue: a) la rapidez con que ciertos sectores adoptaron una política independiente de la burguesía (década de 1860); b) el grado de apoyo prestado al movimiento socialista.

Geary se pregunta por las causas de la radicalidad del MO alemán, puesto que los trabajadores de Gran Bretaña y EE.UU encontraron poco atractivo el socialismo en el mismo período. Descarta la pobreza como factor (más arriba describió la mejora de las condiciones de vida de la clase obrera en el período que culmina en 1914). Es discutible el papel de la ideología del partido en la movilización de los trabajadores. [4] Pero incluso si la ideología socialista hubiera tenido sentido para la base del SPD [5], hay que explicar las razones de por qué era preferida a otras opciones como, por ejemplo, el reformismo. Ser socialista en Alemania implicaba correr el riesgo de ser perseguido.

La radicalización de la clase obrera alemana se explica por: el papel y las actitudes de la burguesía alemana, las políticas adoptadas por los empresarios antes los trabajadores, la naturaleza del Estado imperial antes de 1914. Respecto a la burguesía alemana, el crecimiento industrial alemán generó el desarrollo de una nueva clase media (abogados, médicos, ingenieros, periodistas). La clase media alemana adhirió inicialmente al liberalismo, pero la derrota del movimiento liberal en 1861-1863 y la política proteccionista adoptada por el gobierno prusiano, hicieron que la burguesía y los sectores medios apoyaran las políticas del Estado prusiano (luego alemán). El gobierno agitó la amenaza del “peligro rojo” y ello aglutinó a la burguesía. El SPD también se benefició, pues ocasionó la afluencia de nuevos militantes, pero quedó condenado al ostracismo político. El radicalismo de la clase obrera era producto, en buena medida, del aislamiento de la clase trabajadora, debido al rechazo de la burguesía a establecer alianzas con ella (p. 178). Pero también fue consecuencia de las políticas de la burguesía alemana: la organización de ésta, su capacidad para organizar cierres patronales de las empresas como medida para enfrentar a las huelgas, hizo que en el período previo a la PGM los éxitos obreros en la lucha sindical fuesen escasos. Eso volcó a los trabajadores a la lucha política en las filas del SPD.

El papel del Estado fue crucial para la radicalización de los trabajadores. Sobre todo en Prusia, las leyes electorales quitaban poder al voto obrero. La policía perseguía a los militantes socialistas y sindicales.

“Los representantes de los trabajadores quedaron excluidos de la toma de decisiones, tanto a escala nacional como local. Fue esta exclusión la que generó un movimiento socialista de masas que exigía un cambio social y económico cualitativo, incluso aunque algunos de sus miembros no estuvieran muy seguros de lo que ese cambio significaba en términos concretos.” (p 187).

Al aislamiento político hay que sumarle la heterogeneidad de la clase obrera alemana. El SPD tenía su mayor arraigo en las grandes ciudades industriales de la Alemania protestante (Berlín, Hamburgo, Leipzig), pero no logró ganar, por lo menos significativamente, a los obreros de las pequeñas ciudades, a los trabajadores rurales y a los campesinos. [6] Además, una parte de los trabajadores adhería a sindicatos católicos, liberales y “amarillos”. A eso debe agregarse que una parte significativa de la clase obrera no estaba sindicalizada. Geary sostiene que todo esto condicionó al SPD, obligándolo a adoptar una actitud cada vez más cautelosa, para así poder enfrentar el aislamiento político.


Parque Avellaneda, viernes 25 de octubre de 2019

NOTAS:

[1] El SPD (Sozialdemokratische Partei Deutschlands) fue fundado en 1875, producto de la fusión de la Unión General de Trabajadores Alemanes (creada en 1863 por F. Lassalle) y el partido de Eisenach (creado por W. Liebknecht y A. Bebel e influido por las ideas de K. Marx). En 1878-1890 sus actividades fueron prohibidas (salvo la participación en elecciones) como consecuencia de la ley de excepción contra los socialistas, promovida por el canciller Bismarck. El partido no dejó de crecer durante las persecuciones y, además, se radicalizó. La persecución coincidió con la larga depresión económica de 1878-1896, de modo que los militantes aceptaron la justeza del análisis marxista respecto a la crisis del capitalismo y el carácter de clase del Estado. En 1891 se aprobó el nuevo programa del SPD, conocido como “programa de Erfurt”, que adoptaba las ideas marxistas. En 1914 era el mayor partido político de Alemania y, a pesar de la infrarrepresentación resultante de las leyes electorales, contaba con 110 escaños en el Reichstag (Parlamento).
[2] Había altos niveles de centralización del capital en la industria pesada, la química y la electrotecnología. Eso facilitó la organización de los empresarios para hacer frente a la clase trabajadora.
[3] Entre las grandes empresas que adoptaron esta política estaban las compañías del carbón, el hierro y el acero (Krupp y Stumm-Halberg), electrotecnología (Siemens), química (BASF).
[4] Entre los trabajadores organizados, sólo una pequeña minoría se sirvió de las bibliotecas creadas por el SPD y los sindicatos (en Hamburgo sólo recurrían a ellas el 3% de los obreros). Los trabajadores que concurrían a estas bibliotecas consultaban poco los clásicos del marxismo, salvo La mujer y el socialismo, de Bebel; y Las doctrinas económicas de Karl Marx, de Kautsky. Preferían la literatura profesional (que les permitía instruirse en su oficio), estudios de biología evolucionista y ficción histórica.
[5] “Resulta extremadamente difícil saber lo que significaba el marxismo oficial del partido para los miembros de base.” (p. 188).
[6] “Por encima de todo, el SPD era en lo fundamental un partido de consumidores urbanos y, por esta razón, rechazaba cualquier política de protección al campesinado que supusiera el aumento de los precios de los alimentos.” (p. 196).

miércoles, 8 de febrero de 2017

MARX: “GLOSAS MARGINALES AL ARTÍCULO EL REY DE PRUSIA Y LA REFORMA SOCIAL. POR UN PRUSIANO” (1844)



Ariel Mayo (ISP Joaquín V. González / UNSAM)


“La única tarea de un hombre que piensa y que ama la verdad
ante el primer estallido del levantamiento obrero de Silesia
no consistía en jugar el papel de maestro de escuela de este
acontecimiento sino más bien en estudiar su carácter peculiar.
Para ello se requiere en todo caso de cierta capacidad científica
y de un amor por los hombres,mientras que para la otra operación
basta por completo con una fraseología hecha empapada  de un
egoísmo vacío.”


Karl Marx

Karl Marx (1818-1883) publicó este artículo, fechado en París el 31 de julio de 1844, en el periódico VORWÄRTS (1). Apareció en dos partes: la primera en el núm. 63, 7 de agosto de 1844; la segunda, en el núm. 64, 10 de agosto de 1844.


Para la redacción de esta ficha utilicé la traducción española de Rubén Jaramillo: Marx, Karl. (2008). Escritos de Juventud sobre el Derecho. Textos 1837-1847. Barcelona: Anthropos Editorial. (pp. 111-132).


Si bien no son tan conocidas como otros textos del período del pasaje de Marx del liberalismo al socialismo (por ejemplo, al día de la fecha no se encuentra disponible en la sección española de marxists.org), las “Glosas marginales” tienen un  gran importancia, pues en ellas Marx pone por primera vez por escrito la influencia que ejerció sobre su pensamiento la acción de la clase obrera. La rebelión de los tejedores de Silesia mostró de manera práctica, no teórica, las enormes potencialidades políticas de la clase trabajadora. Esto, más el contacto con las organizaciones obreras parisinas, aceleró la adhesión de Marx al socialismo.


Las “Glosas marginales” contienen también una teoría del Estado y de la distinción entre la revolución burguesa (“emancipación política”) y la revolución socialista (“emancipación humana”), producto de la revisión crítica de la experiencia de la Revolución Francesa de 1789-1794, iniciada por Marx en 1843. En este sentido, deben ser leídas en conjunto con la “Introducción a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel” y “Sobre la cuestión judía”, artículos publicados en 1844.






1 - La rebelión de los tejedores de Silesia según Arnold Ruge.


Marx discute el artículo de Arnold Ruge, “El rey de Prusia y la reforma social”, aparecido en VORWÄRTS, núm. 60, 27 de julio de 1844. (2)


Maximilien Rubel sintetiza así contenido del artículo de Ruge:


“Critica una ordenanza de Federico Guillermo IV, en la que se establecía que las autoridades encargadas de socorrer a los pobres y a los niños abandonados debían recurrir a la caridad cristiana, con el fin de obtener la ayuda de todos. Ruge ataca el comentario del periódico parisiense La Réforme, que veía en aquélla una medida tomada bajo el imperio del temor y del sentimiento religioso, tras la revuelta de los tejedores de Silesia y de Bohemia. En realidad, afirmaba el periódico francés, la ordenanza prusiana es el signo precursor de una revolución que la situación de Europa torna necesaria. Ruge rechaza esta interpretación aventurada y responde que Alemania no está aún madura para elaborar una concepción general de los males profundos del mundo civilizado y que la miseria de los obreros de los distritos industriales sólo tiene carácter local. Esto explica que un reducido número de tropas hubiera logrado sofocar la rebelión. En cuanto al pretendido sentimiento religioso del gobierno, no era sino la expresión de la doctrina política del Estado prusiano, doctrina que implica el cristianismo. El responsable era el mismo Estado prusiano, pero el rey había preferido descargar al Estado de su responsabilidad, endosándola a la falta de caridad de los creyentes y a la inercia de la administración. Para Ruge, ricos y pobres eran por igual incapaces, en Alemania, de comprender la verdadera causa del mal, por carecer de ese espíritu político que distinguía a los franceses e ingleses. El artículo termina con esta frase: ‘Es imposibles una revolución social sin alma política (es decir, sin concepción organizativa del conjunto). En esta materia, la iniciativa estará sin duda reservada a Francia e Inglaterra, cualesquiera sean las pretensiones reformadoras del rey de Prusia’.” (p. 84). (3)






2 - La rebelión de los tejedores de Silesia según Karl Marx.


El artículo de Marx tiene como eje la caracterización de la rebelión de los tejedores de Silesia (4). Marx adopta una actitud completamente diferente a la de Ruge (la cita elegida como epígrafe del presente trabajo da cuenta de manera elocuente del tenor de sus diferencias). Mientras que el periodista liberal considera a la rebelión como un suceso menor, Marx compara a ésta con las acciones de la burguesía alemana y escribe:


“En un país en el cual no hubo necesidad de ningún soldado para ahogar en toda la burguesía liberal el deseo de libertad de prensa y de constitución; en un país en donde la obediencia pasiva está a la orden del día, en un país tal, ¿el empleo opresivo de la fuerza armada contra débiles tejedores no sería un acontecimiento (...)? Y los débiles tejedores salieron vencedores del primer encuentro. Ellos fueron reprimidos ulteriormente gracias a un acrecentamiento del número de las tropas (...) Que nuestro astuto prusiano compare la revuelta de los tejedores de Silesia con los levantamientos de los obreros ingleses y los tejedores de Silesia le parecerán tejedores fuertes.” (p. 114).


Marx explica que el monarca de Prusia, Federico Guillermo IV (1795-1861; rey de Prusia de 1840 a 1861), no dio gran importancia a la sublevación de los trabajadores porque “el levantamiento no estaba dirigido directamente contra el rey de Prusia sino contra la burguesía.” (p. 114).  Agrega: “El rey de Prusia, en cuanto político, tiene su contrincante inmediato en el liberalismo. Para el rey el antagonismo del proletariado existe tan poco como el rey existe para el proletariado. Se requeriría que el proletariado hubiese alcanzado ya un poder decisivo para ahogar las antipatías, las oposiciones políticas, para atraerse toda la hostilidad de los políticos.” (p. 115).






3 - El tratamiento del pauperismo en Gran Bretaña.


Los partidos políticos culpan del pauperismo (la miseria de la clase trabajadora) al partido adversario: “ninguno de los partidos concibe una reforma de la sociedad.” (p. 117). La economía política y la prensa culpan de la miseria a los trabajadores. El gobierno y la legislación sobre pobres oscilaron entre atribuir el problema a una deficiencia de la beneficencia o a un exceso de ésta. Finalmente, “la miseria fue considerada como culpa de los miserables y castigada como tal en ellos.” (p. 120).


Marx resume así la política del Estado inglés:


“El pauperismo se ha erigido en una institución nacional en el curso de su desarrollo y a pesar de las medidas administrativas, y por por ello ha llegado a convertirse en objeto de una administración ramificada y ampliamente extendida. Pero una administración que ya no tiene como tarea extirparlo sino disciplinarlo y eternizarlo. Esta administración ha renunciado a agotar las fuentes del pauperismo por medios positivos (...) El Estado inglés, bien lejos de sobrepasar las medidas de administración y beneficencia, ha permanecido por detrás de ellas. Él administra solamente el pauperismo que se deja aprehender y encarcelar y que posee la desesperación para ello.” (p. 120).


El pauperismo es producto del desarrollo del capitalismo. Es una pobreza de nuevo tipo, moderna, que no puede compararse a la pobreza de las sociedades precapitalistas. El Estado es incapaz para suprimirlo pues para ello tendría que suprimir el capitalismo. Y el Estado moderno es indisociable del capitalismo. Es por ello que el Estado se limita a administrar el pauperismo y de disciplinarlo.






4 - Análisis de las medidas del Estado francés contra el pauperismo.


Toma nota de la impotencia de Napoleón Bonaparte (1769-1821; emperador de Francia, 1804-1814 y 1815) frente al problema de la mendicidad. También registra la ineficacia de la Convención (“el máximo de la energía política, del poder político y del entendimiento político - p. 122-) para resolver la cuestión.






5 - Análisis de las causas de la impotencia de los Estados para resolver el problema del pauperismo.


¿Cuál es la causa de esa impotencia?


“Para educar niños es necesario alimentarlos y liberarlos de la necesidad de trabajar para ganarse la vida. La alimentación y la educación de todo el proletariado en crecimiento, sería la aniquilación del proletariado y del pauperismo.” (p. 122).


La consideración del problema del pauperismo lleva a Marx a desarrollar los lineamientos principales de una teoría del Estado moderno.






6 - La teoría del Estado.


El punto de partida es la siguiente afirmación:


“El Estado y la organización de la sociedad no son, desde el punto de vista político, dos cosas diversas. El Estado es la organización de la sociedad. En la medida en que el Estado reconoce anomalías sociales busca la razón, bien en leyes naturales que ninguna potencia humana puede torcer, o en la vida privada, que es independiente de él, y en la ineficacia de la administración, que depende de él.” (p. 122-123).


El pasaje transcrito es riquísimo desde el punto de vista teórico. Cabe destacar lo siguiente:


1° - Marx rechaza la escisión entre sociedad civil y sociedad política, la cual constituye uno de los pilares de la ideología de la burguesía; de este modo, reafirma la unidad de la totalidad social, premisa del análisis del capitalismo realizado en El Capital.


2° - Concibe al Estado y a la sociedad como dos momentos de la misma totalidad orgánica. Como tales, se encuentran en conexión interna, no en una relación externa.


3° - Quiebra la forma esencialista de pensar el Estado, que pasa a ser concebido como el resultado de la lucha de clases.


4° - Enuncia alguno de los mecanismos (la referencia a las “leyes naturales” y a la “administración” por medio de los cuales el Estado oculta su esencia de clase.


El Estado pretende resolver los problemas sociales con medidas administrativas, “porque la administración es la actividad organizadora del Estado.” (p. 123).


A continuación, Marx explica las razones de porqué el Estado no puede resolver las contradicciones de clase:


“El Estado no puede, de una parte, suprimir la contradicción entre la determinación y la buena voluntad de la administración y sus medios y posibilidades sin suprimirse a sí mismo, pues él descansa sobre esta contradicción. Él descansa sobre la contradicción entre la vida pública y la vida privada, sobre la contradicción entre el interés general y los intereses particulares. La administración debe limitarse por ello a una actividad formal y negativa, pues allí donde comienzan la vida burguesa y su trabajo cesa el poder de la administración. Aún más, frente a la consecuencia que conlleva la naturaleza no social de esta vida burguesa, de esta propiedad privada, de este comercio, de esta industria, de este saqueo recíproco de las diferentes esferas burguesas, frente a estas consecuencias, la impotencia es la ley natural de la administración. Pues esta fragmentación, esta bajeza, esta esclavitud de la sociedad burguesa, constituyen el fundamento sobre el cual reposa el Estado moderno, de la misma manera que la sociedad civil del esclavismo constituía el fundamento material sobre el cual reposaba el Estado antiguo. (...) Si el Estado moderno quisiera suprimir la impotencia de su administración tendría que suprimir la vida privada actual. Si quisiera suprimir la vida privada tendría que suprimirse a sí mismo, pues él existe sólo en contraposición a la misma. (...) el Estado no puede creer en su impotencia intrínseca de su administración, esto es, de sí mismo. Él sólo puede descubrir imperfecciones formales y accidentales y esforzarse en corregirlas. Si estas modificaciones son infecundas es porque el mal social es una imperfección natural, independiente del hombre, una ley de Dios, o bien porque la voluntad privada está demasiado corrompida como para corresponder a las buenas intenciones de la administración.” (p. 123-124).


En este largo y admirable pasaje hay material para un libro entero. Marx empieza en el punto en que había quedado Jean-Jacques Rousseau en El contrato social (1762): la contradicción entre el interés general y los intereses particulares. El filósofo francés procuró encontrar una forma de Estado que satisficiera la condición de armonía entre interés general e intereses particulares; fracasó en esta tarea. El Estado moderno se basa en la propiedad privada, y ésta no engendra intereses particulares que no pueden conciliarse con el “interés general”; éste es abstracto, aquéllos concretos. Hegel procuró resolver el problema por medio del Estado, concebido como la representación del interés general. Tanto para Rousseau como para Hegel, la propiedad privada es un problema, pero ninguno de ellos propuso abolirla.


Marx toma el problema de Rousseau y lo redefine con herramientas conceptuales tomadas de Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), tales como la distinción entre Estado y sociedad civil. Su solución al problema es novedosa. En primer lugar, concibe al Estado y a la sociedad como partes de la misma totalidad orgánica; como expresiones y momentos diferenciados del mismo conjunto. Es por esto que no puede contraponerse una a otra, ni plantear que uno de los momentos puede dar la solución al problema. Rousseau comprendió la importancia de la propiedad privada, pero jamás propuso suprimirla. Al conservar la propiedad, conservaba la escisión entre el Estado y la sociedad civil. Rousseau encarna en el plano de la teoría todo lo que puede dar la democracia burguesa, el máximo de su amplitud. No es casual que haya sido el filósofo de los jacobinos. Marx va más allá, corre el horizonte teórico. El Estado moderno existe porque existe la sociedad civil; o, dicho de otro modo, el interés general existe porque existen los intereses particulares, y la sociedad civil existe porque existe la propiedad privada. Por eso es preciso detonar dicha propiedad, el núcleo de esa totalidad orgánica que es el capitalismo.


El Estado es parte del problema del capitalismo, no es la solución. El Estado necesita retroalimentar las miserias sociales para justificar su existencia. La “mala” conducta de la policía (su connivencia con el delito) es necesaria; no hay “maldad” en los “malos” policías. Además, las soluciones del Estado son administrativas. La administración es una relación social del tipo mando - obedezco, se establece desde arriba hacia abajo. Estas relaciones perpetúan la dominación, son relaciones de dominación.


Marx comprende así los límites del Estado moderno:


“Mientras más poderoso es el Estado y por consiguiente más político es un país, menos se inclina a buscar en el principio del Estado, es decir, en la organización actual de la sociedad, cuya expresión oficial y autoconsciente es el Estado, la razón de los males sociales y de comprender su principio general. El entendimiento político es justamente entendimiento político porque piensa en el interior de las limitaciones de la política. Mientras más agudo, mientras más viviente es, más incapaz para comprender los males sociales. (...) El principio de la política es la voluntad. Mientras más unilateral, esto es, mientras más perfecto es el entendimiento político, más cree él en la omnipotencia de la voluntad, más ciego es frente a las barreras naturales y más incapaz es por lo tanto de descubrir la fuente de los males sociales.” (p. 124).





7 - La conciencia política de los trabajadores alemanes.


Marx remarca una y otra vez la importancia de la rebelión de los tejedores de Silesia:


“...ni uno solo de los levantamientos de los trabajadores franceses e ingleses poseyó un carácter tan teorético y consciente como el levantamiento de los tejedores de Silesia.” (p. 126).


Para referirse a la conciencia de los obreros, Marx toma en cuenta la canción revolucionaria “El Tribunal de Sangre”. En ella, “el proletariado clama inmediatamente, de la manera más brutal, sorprendente, violenta y cortante, su oposición a la sociedad de la propiedad privada.” (p. 127).


Prosigue:


“El levantamiento de Silesia comienza justamente con aquello con lo cual terminan los levantamientos obreros ingleses y franceses, con la conciencia sobre la esencia del proletariado. La acción misma porta este carácter de superioridad. No sólo se destruyen las máquinas, estas rivales de los obreros, sino también los libros de comercio, los títulos de propiedad; mientras que todos los otros movimientos sólo se dirigen inicialmente contra el patrón industrial, el enemigo visible, este movimiento se dirige igualmente contra el banquero, el enemigo oculto. Por último, ni un solo levantamiento de los obreros ingleses ha sido dirigido con un valor, con una superioridad y una constancia similares.” (p. 127).


Elogia la obra de Wilhelm Weitling (1808-1871), Garantías de armonía y libertad (1842). Enuncia una tesis que tendrá continuidad a lo largo del siglo XIX:


“Que se compare la mezquina y prosaica mediocridad de la literatura política alemana con este debut enorme y brillante de los obreros alemanes. Que se compare este gigantesco zapato político del proletariado con el raquitismo del torcido zapato político de la burguesía alemana y será necesario predecir una forma atlética a la Cenicienta alemana. Se debe conceder que el proletariado alemán es el teórico del proletariado europeo y que el proletariado inglés es su economista, mientras el proletariado francés es su político. Se debe admitir que Alemania posee tanto una vocación clásica para la revolución social como una incapacidad para una revolución política. Pues así como la impotencia de la burguesía alemana es la impotencia política de Alemania, las aptitudes del proletariado alemán - incluso sin mencionar la teoría alemana - son las aptitudes sociales de Alemania. (...) sólo  en el socialismo puede un pueblo filosófico encontrar su praxis correspondiente y por lo tanto sólo puede encontrar en el proletariado el elemento activo de su liberación.” (p. 127-128).


La rebelión de los tejedores silesianos convenció a Marx de la capacidad política de la clase obrera alemana en particular, y de la clase obrera en general. Esto fue decisivo para su adhesión al socialismo, pues la impotencia de los liberales alemanes frente a las medidas represivas de Federico Guillermo IV había mostrado que la burguesía no quería una lucha a fondo contra la monarquía. La “Introducción a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel” (1844) permite conocer los puntos de vista de Marx sobre la situación política alemana y puede leerse en paralelo con las “Glosas marginales”.





8 - La crítica de la Revolución Burguesa. Diferencias entre “emancipación política” y “emancipación humana”.


La constatación de la debilidad del liberalismo alemán llevó a Marx a emprender una revisión crítica de la experiencia de la Revolución Francesa de 1789-1794. Esta tarea comenzó luego de la partida de Marx de la dirección de la RHEINISCHE ZEITUNG en marzo de 1843. (5)


En las “Glosas marginales”, Marx expuso los resultados de su análisis de la Revolución Francesa, poniendo el acento en los límites de la misma. En este sentido, las “Glosas marginales” complementan el análisis desarrollado en el artículo “Sobre la cuestión judía”.


Marx considera que las rebeliones de los trabajadores son mucho más significativas que las rebeliones políticas (esto es, los movimientos dirigidos exclusivamente a apoderarse del aparato estatal), pues afectan el núcleo de la organización social capitalista:


“La comunidad respecto de la cual se encuentra aislado el trabajador es una comunidad de una realidad completamente diferente y de una amplitud distinta por completo a una comunidad política. Esta comunidad de la cual la separa su propio trabajo es la vida misma, la vida física y espiritual, la moralidad humana, la actividad humana, el disfrute humano, la esencia humana. La esencia humana es la verdadera esencia comunitaria del hombre. De la misma manera que el aislamiento funesto respecto de esta esencia es incomparablemente más universal, más insoportable, más terrible, más contradictorio que el aislamiento de la comunidad política, así también la supresión de este aislamiento e incluso una reacción parcial, un levantamiento contra el mismo, tiene una dimensión mucho más infinita, del mismo modo que el hombre es más infinito que el ciudadano y la vida humana que la vida política. El levantamiento industrial puede por ello ser aún tan parcial, pero encierra en sí un alma universal. El levantamiento político puede ser tan universal y disimular bajo la forma más colosal un espíritu estrecho.” (p. 131).


Otro pasaje significativo:


“Una revolución social se sitúa en el punto de vista de la totalidad porque ella  - aunque se produjera solamente en un distrito fabril - es una acción de protesta contra la vida deshumanizada, porque ella parte del punto de vista del individuo real singular, porque que la comunidad (...) contra cuya separación protesta el individuo es el verdadero ser comunitario, la esencia humana. El alma política de una revolución consiste por el contrario en la tendencia de las clases que no tienen influencia política a suprimir su aislamiento respecto del Estado y del poder. Su punto de vista es el del Estado, una totalidad abstracta que sólo existe por la separación de la vida real, que es impensable sin la oposición organizada entre la idea general y la existencia individual del hombre. Conforme a la naturaleza limitada y ambigua de esta alma, una revolución de alma política organizada por ella también una esfera dominante en la sociedad, a expensas de la sociedad.” (p. 131-132).


Marx indica el carácter social y político de toda revolución:


“Toda revolución disuelve la antigua sociedad: en este sentido es ella social. Toda revolución derroca el antiguo poder: en este sentido ella es política.” (p. 132).


La realización del socialismo requiere el derrocamiento del orden político por medio de la revolución. Marx se separa aquí de socialistas como Charles Fourier (1772-1837) o Roberto Owen (1771-1858), quienes no contemplaban la lucha política contra el Estado burgués.  El párrafo siguiente expresa este punto de vista:


“...sin revolución el socialismo no puede realizarse. Él requiere de éste acto político en la medida en que requiere de la destrucción y de la disolución. Pero allí donde comienza su actividad organizadora, allí donde emerge su objetivo propio, su alma, el socialismo arroja su envoltura política.” (p. 132).


Marx concebía ya en 1844 al socialismo como lucha de clases, como una lucha política. Esta concepción alcanzó su expresión más acabada en el Manifiesto Comunista (1848).

Villa del Parque, martes 7 de febrero de 2017

NOTAS:


(1) Periódico bisemanal alemán fundado en París a comienzos de 1844 por un grupo de periodistas alemanes emigrados. En mayo de ese año, el nuevo director (L. F. Bernays) pidió la colaboración de Arnold Ruge (1802-1880), Heinrich Heine (1797-1856), Mijail Bakunin (1814-1876), George Werth, Friedrich Engels (1820-1895) y Karl Marx. Ver Maximilien Rubel, Karl Marx: Ensayo de biografía intelectual, Buenos Aires, Paidós, 1970, p. 84.
(2) Ruge firmó el artículo con el seudónimo “Un prusiano”. El título en alemán es “Der König von Preussen und die Sozialreform”. Fue reproducido en la edición MEGA (Obras completas de Marx y Engels), I, 3, pp. 587-598.
(3) Rubel, op. cit, p. 84.
(4) La insurrección de los tejedores de Silesia se desarrolló entre el 4 y el 6 de junio de 1844 y debió ser sofocada por el ejército prusiano. Löwy relata así los sucesos: “El 4 de junio de 1844, la policía detiene a un tejedor en el seno de un grupo que cantaba ese himno [se refiere a un canto creado por los tejedores del pueblo silesiano de Peterswalden] debajo de las ventanas del fabricante Zwanziger (que pagaba salarios de miseria y era, en la región, el símbolo de la opresión de los ricos). Es la gota que derrama el vaso: en la tarde, una masa rebelada saquea las casas de los industriales y destruye los libros de contabilidad; algunos proponen prender fuego, pero la mayoría se niega ‘porque los propietarios recibirían indemnizaciones y porque quieren arruinarlos, para que aprendan, a su vez, lo que es el hambre”. El 5 de junio, una multitud de 3000 tejedores camina hacia un pueblo vecino (Langebielau), donde se desarrollan escenas semejantes. Pero el ejército, alertado, ya interviene y dispara contra la multitud desarmada; mata a 11 obreros e hiere a 24; la masa desesperada reacciona y, a pedradas y palos, expulsa a los soldados del pueblo. Esta victoria duró poco: el 6 de junio llegan tres compañías de infantería y una batería de artillería que aplastan la rebelión. Los sobrevivientes buscan refugio en las montañas y bosques cercanos, donde son acorralados por las tropas: 38 tejedores son detenidos y condenados a duras penas de trabajos forzados.” (Michael Löwy, La teoría de la revolución en el joven Marx, Buenos Aires, Herramienta y El Colectivo, 2010, p. 161-162. Löwy se basa en F. Mehring, Geschichte der Deutschen Sozial Demokratie, p. 228-230). A diferencia de sucedido en los orígenes del movimiento obrero inglés, la rebelión fue contra los capitalistas y no contra las máquinas. El movimiento tuvo repercusiones en toda Silesia, Bohemia, Praga e incluso Berlín, donde se produjeron huelgas y motines obreros durante los meses de junio, julio y agosto de 1844.
El VORWÄRTS prestó gran atención a la rebelión. El 6 de julio publicó una nota que concluye con la siguiente frase: “por primera vez sobre el suelo de la patria alemana, en esta Silesia habitualmente tan tranquila, apareció un signo precursor de la transformación social, que dirige al mundo irresistiblemente, hacia el desarrollo ulterior de la humanidad.” (Citado en Löwy, p. 116). El 10 de julio, Heine publicó en el periódico su poema “Los pobres tejedores”, donde describe a los obreros cuando tejen la mortaja de la vieja Alemania y maldicen al falso Dios, al Rey de los ricos y a la falsa patria. El 13 de julio apareció una nueva nota, donde el levantamiento de los tejedores es presentado como “el grito del gallo que anuncia la llegada del nuevo mundo”. (Löwy, p. 116).
(5) El gobierno prusiano decidió el 21 de enero de 1843 la clausura del periódico, a contar desde el 1°de abril del mismo año. El motivo fue un pedido del zar Nicolás I, indignado porque en un artículo aparecido el 4 de enero se había denunciado a Rusia como el principal apoyo de la política exterior alemana. (Rubel, op. cit., p. 48).