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miércoles, 25 de octubre de 2017

EL LARGO CAMINO HACIA EL CAPITAL: EL ORIGEN DE LOS GRUNDRISSE



Roman Rosdolsky (1898-1967) fue uno de los mejores especialistas en la obra de Karl Marx (1818-1883), en especial en el estudio de la redacción y elaboración de ese vasto océano de escritos publicados e inéditos que conforman El Capital. Su trabajo más importante es Génesis y estructura de El Capital de Marx (estudios sobre los Grundrisse), cuya primera edición apareció en alemán en 1968 (1), está dedicado a los Grundrisse (G a partir de aquí), un largo manuscrito que puede ser considerado como la primera redacción de El Capital.

Las historia de la publicación de los G es fascinante y sólo puedo hacer una breve referencia aquí.

Los G son el “fruto de 15 años de estudios, en cuyo transcurso enfocó los problemas de la economía política desde puntos de vista siempre renovados, creando sólo entonces las bases para su propia construcción teórica en la economía.” (p. 27).

Rosdolsky distingue las siguientes etapas en el camino que llevó a Marx a escribir los G:

1) El manuscrito Kritik der Politik und Nationalökonomie (1844-46), del que se conservan los fragmentos publicados como Ökonomisch-Philosophische Manuskripte [Manuscritos económicos-filosóficos de 1844] en MEGA, III, 31-172. (2). Predomina el enfoque filosófico. Marx aplica a la economía política su concepción materialista de la historia. Rosdolsky caracteriza así a la etapa: “a menudo recoge simplemente las categorías económicas tradicionales para demostrar el carácter ≪cosificado≫, alienado con relación al hombre, tanto del orden social imperante como de la ciencia económica que refleja su desarrollo.” (p. 27).

Se trata de un “marco general”, que llenaron las investigaciones posteriores.

Debe incluirse en esta etapa el trabajo pionero de Engels, “Umrisse zu einer Kritik der Nationalökonomie” (3), que influyó sobre el pensamiento de Marx, constituyendo un estímulo de primer orden para que éste se volcara al estudio de la economía política.

Refiriéndose al entusiasmo despertado por los Manuscritos de 1844, Rosdolsky señala que “no podemos evitar la impresión de que mucho de lo que parece tan sorprendente [en ellos] ya hubiese podido encontrarse en El Capital, de habérselo leído correctamente. El hecho de que permaneciera inadvertido debe atribuirse, ante todo, a la concepción tradicional, puramente ≪economicista≫ de la obra fundamental de Marx.” (p. 27).

2) Con posterioridad a los Manuscritos de 1844, “se revela en toda su estatura como investigador de la economía, totalmente independiente y original, plenamente consciente de su parentesco con la escuela clásica como de su profunda oposición a ella” (p. 28).

Hacia 1848 había elaborado las “líneas fundamentales” de su teoría del plusvalor, pero quedaba por desarrollarla en detalle, proceso que realizó en los G. Todavía no había superado a David Ricardo en teoría del dinero, teoría de la renta de la tierra, ni tampoco había elaborado su teoría específica de la ganancia. (p. 28).

Obras principales de la etapa: Das Elend der Philosophie (4), Manifest der Kommunistischen Partei (5) y Lohnarbeit und Kapital (6).

La Revolución de 1848-49 interrumpió los estudios económicos de Marx. [En esta etapa realizó la crítica práctica de la política, sentando las bases para un análisis científico de la misma.]

3) Retomó su estudio de la economía política en el verano de 1850, exiliado en Londres.

En primer lugar, “de acuerdo con la concepción materialista de la historia (...) tratábase de investigar en qué medida habían estado determinados por el aspecto económico el estallido y la derrota de la revolución.” (p. 28). Así, basándose en los datos publicados en THE ECONOMIST, estudió la historia económica concreta del período 1848-50.

En septiembre de 1850, por pedido de sus compañeros (7), retomó sus estudios de economía. Leía en inglés (ya no en francés, como en la época de los Manuscritos de 1844). Parece que también influyeron las clases de economía política que dictaba para sus amigos más íntimos. Rosdolsky supone que estas clases continuaron, en su contenido, las conferencias pronunciadas en Bruselas y que fueron compiladas con el título de Trabajo asalariado y capital.

Entre septiembre de 1850 y octubre de 1851 copió extractos de obras de no menos de 52 economistas. Ya en mayo o junio de 1851 creía poder empezar a redactar la obra propiamente dicha. En una carta a Engels, del 2 de abril de 1851, Marx indica esa posibilidad y, además, afirma que la economía “ya no hizo progreso alguno desde A. Smith y D. Ricardo, por mucho que haya ocurrido en algunas investigaciones aisladas” (p. 29).

Es un problema no resuelto saber si Marx efectivamente redactó esta obra. David Riazánov dice que no se encontró ningún manuscrito en el legado de Marx. Se sabe que Marx negoció infructuosamente con varios editores para y publicación y que envió al periodista H. Ebner, de Francfort, un memorándum (hoy perdido). Riazánov dice que es posible que “se limitara a la confección de un memorándum y a la preparación del material, para luego, una vez celebrado el contrato, abocarse a la elaboración de la obra” (p. 29). En favor de la redacción del manuscrito, Rosdolsky cita las cartas a Engels del 14 de agosto y del 13 de octubre de 1851, en que le pida ayuda para realizar otras tareas, que se halla abocado a la “elaboración de la economía”. Además, Rosdolsky menciona la carta de Engels al editor Löwenthal, de Francfort, del 27 de noviembre de 1851, y la carta de Marx a Engels, del 13 de febrero de 1855: “Me he echado a perder la vista por leer mis propios cuadernos sobre economía…” (p. 29-30).

Rosdolsky concluye: “acaso pueda deducirse la confección, por lo menos iniciada, de un proyecto de la ≪Economía≫ planeada. Pero qué ocurrió con ese manuscrito, y por qué no se ha conservado es un interrogante al que tal vez jamás pueda responderse.” (p. 30).

Sobre el contenido y estructura de esta obra, Rosdolsky remite a la citada carta de Engels a Löwenthal, y a una carta de Marx a Engels del 24 de noviembre de 1851. De dichas cartas se infiere:

a) Marx renunció a incluir la crítica de la ≪Política≫, dado que quería limitarse a un “ajuste de cuentas” con la economía anterior y los sistemas socialistas;

b) La obra constaría de 3 tomos. El 1°, crítica de las categorías económicas tradicionales. El 2°, crítica de los socialistas. El 3°, la historia de la ciencia de la economía. Löwenthal pidió empezar por la 3° parte. Engels sugirió a Marx aceptar la propuesta, pero aumentado a dos el número de tomos dedicados a la historia, dado que resultarían “inevitables numerosas ≪anticipaciones del aspecto crítico≫. Luego vendría el 3° tomo (crítica de los socialistas) y como 4° lo ≪positivo≫, lo que Marx quería en realidad. (p. 30-31).

En esta época formuló su teoría de la renta de la tierra, apartándose de Ricardo (puede consultarse al respecto el intercambio de opiniones con Engels en enero de 1851). Sus reparos a la fundamentación de la renta diferencial por parte de Ricardo aparecen luego en el Libro III y en el Libro IV de El Capital. (p. 31).

En carta a Engels, del 3 de febrero de 1851 formuló su crítica de la Currency Theorie, separándose de Ricardo en la teoría del dinero. (p. 31).

En el epistolario se menciona la crítica del libro Idée générale de la révolution au XIX siècle, de Proudhon. Sobre este libro, Marx escribió un folleto de considerables dimensiones y que ofreció sin éxito a varios editores; el folleto se perdió, salvo el fragmento Das vollendete Geldsystem [El sistema monetario perfecto]. (p. 31-32).

En agosto de 1852 ofreció al editor Brockhaus, un tratado sobre Die Moderne Nationalökonomische Literature in England von 1830-1852. Brockhaus rechazó el ofrecimiento de inmediato. Rosdolsky supone que no pasó de la etapa de plan. Estaba dividido en: 1) obras generales; 2) trabajos especiales sobre población, colonias, problema bancario, protección aduanera y libertad de conciencia. (p. 32).

Entre el verano de 1852 y el otoño de 1856 se produjo un nuevo parate en sus estudios económicos. El motivo fueron sus actividades periodísticas y propagandísticas. Pero se ocupó de cuestiones prácticas, que luego sirvieron a su obra (en especial, sus artículos y estudios sobre las relaciones agrarias en Irlanda y en Escocia, así como sobre política inglesa respecto de la India). De esta época datan sus estudios sobre la forma de producción asiática y los resabios de comunismo agrario en Europa y Asia. (p. 33).

4) Los G fueron redactados entre julio de 1857 y marzo de 1858. (8)

Dos causas motivaron su redacción: a) el estallido de la crisis económica de 1857, que hizo pensar a Marx y Engels que la nueva revolución europea estaba próxima (de allí el apuro de Marx por formular los elementos fundamentales de su teoría). La crisis operó como un disparador del pensamiento de Marx: “hasta dónde el hecho de ocuparse intensivamente de los fenómenos de la crisis de 1857-1858 agudizó la visión de Marx, puede verse en la brillante digresión acerca del problema de la realización y la crisis, que se halla en los G” (p. 34) ;

b) la aspiración de Marx de ajustar cuentas con el proudhonismo, de moda en Francia. Los G comienzan con una polémica contra el proudhonista Alfred Darimon. Marx consideraba que la refutación del proudhonismo era uno “de los resultados de la 1° parte de la obra. La lucha contra las ideas de Proudhon contribuyó “en forma fundamental a la formación de la teoría marxiana del dinero.” (p. 34-35).


Villa del Parque, miércoles 25 de octubre de 2017


NOTAS:
(1) Rosdolsky, Roman. (1968). Zur Entstehungsgeschichte des Marxschen ‚Kapital‘. Der Rohentwurf des Kapital 1857–1858. 3. Frankfurt am Main/ Wien: Europäische Verlagsanstalt (EVA)/Europa Verlag.
Para la redacción de esta ficha utilicé la traducción española de León Mames: Rosdolsky, Roman. (1989). Génesis y estructura de El Capital de Marx. México D. F.: Siglo XXI. Es la 6° edición española.
(2) Hay traducción española por Miguel Vedda, Fernanda Aren y Silvina Rotemberg: Marx, Karl. (2004). [1° edición: 1932]. Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844. Buenos Aires: Colihue.
(3) Traducción española por Miguel Vedda, Fernanda Aren y Silvina Rotemberg: Engels, Friedrich. (2004). [1° edición: 1844]. “Esbozos para una crítica de la economía política”. Incluido en: Marx, Karl. (2004). Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844. Buenos Aires: Colihue. (pp. 1-39).
(4) Traducción española: Marx, Karl. (1981). [1° edición: 1847]. Miseria de la Filosofía: Respuesta a la ≪Filosofía de la Miseria≫ del señor Proudhon. Moscú: Progreso.
(5)Traducción española: Marx, Karl y Engels, Friedrich. (2008). [1° edición: 1848). El Manifiesto Comunista. Buenos Aires: Ediciones Libertador.
(6) Traducción española: Marx, Karl. (1985). Trabajo asalariado y capital. Barcelona: Planeta - De Agostini.
(7) Rosdolsky menciona una carta de la Liga Comunista de Colonia, fechada el 14 de septiembre de 1850.

(8) Todo el manuscrito (casi 50 pliegos de imprenta) fue redactado entre julio de 1857 y marzo de 1858. (p. 33).

sábado, 17 de octubre de 2015

CIENCIAS SOCIALES Y REFORMISMO: APUNTES SOBRE LOS GRUNDRISSE



“A menudo la respuesta sólo puede consistir en la crítica del problema
 y la solución sólo puede encontrarse negando el problema mismo.”
Karl Marx

La burguesía piensa de manera fragmentada la sociedad. Basta con revisar una Guía del Estudiante para visualizar cómo concibe la clase dominante en el capitalismo a la organización social: la sociedad es un número de compartimentos separados unos de otros, cada uno de los cuales es estudiado por una ciencia social específica. El auge del individualismo refuerza esta reticencia de la burguesía hacia la totalidad social. Sólo en situaciones de crisis los intelectuales del capitalismo procuran remontarse a la totalidad (Ejemplos: Durkheim y Weber en la sociología clásica; Keynes en la teoría económica), pero aún en esos casos enfrentan la desconfianza de la mayoría de su clase. No es este el lugar para explicar dicha incapacidad de la burguesía; basta con indicar que la fragmentación le resulta útil al momento de eludir la cuestión de la explotación de los trabajadores, tal como veremos más adelante.

El caso de la clase trabajadora es diferente. Por supuesto, en épocas normales el grueso de los integrantes de la clase adopta el punto de vista de la burguesía. Así, los sindicatos se dedican a negociar el precio de venta de la fuerza de trabajo sin cuestionar el sistema social que genera la relación asalariada. Para hacerlo mejor es conveniente limitarse a pensar que los trabajadores cumplen una función particular en la sociedad (importante, necesaria, bla, bla, bla) y no mentar nada parecido a la explotación. Para este tipo de sindicalismo, la fragmentación de lo social es un bien preciado (también las teorías organicistas de la sociedad, pero eso es tema para otro artículo).

No obstante lo anterior, aún en épocas como la nuestra, en que la clase obrera se encuentra a la defensiva, una parte de los trabajadores se resiste a quedar encerrada en los límites del capitalismo. Eso los lleva a cuestionar las bases mismas de la organización capitalista (la propiedad privada de los medios de producción). Para poder hacerlo de manera consecuente requieren de una concepción de la totalidad social. Este es el punto de encuentro entre la política de los trabajadores y el marxismo en tanto teoría de la sociedad.

El Capital  (1867) es una obra esencialmente política. No hay nada novedoso en esta afirmación, pero resulta un tanto extraña en un tiempo en que la producción académica sobre temas sociales se caracteriza por banalizar todas las cuestiones. Fragmentación y banalización son las notas dominantes en las ciencias sociales. El Capital propone una visión completamente diferente de lo social, siendo su relación con las luchas de los trabajadores la clave para comprender esa diferencia. La aplicación del método dialéctico al análisis del proceso económico responde a la necesidad de construir una ciencia de la totalidad social, que supere los enfoques fragmentarios propios de las ciencias sociales. La lucha de la clase trabajadora contra el capitalismo requiere como condición la formulación de una teoría del capitalismo en tanto sistema. Dicha teoría permite la ruptura con los planteos reformistas, que se basan en desgajar tal o cual aspecto del sistema total que es el capitalismo, considerando que ese aspecto es responsable de todos los males del sistema. Por ejemplo, las críticas recurrentes a los bancos, a los que se achaca la culpa de las continuas crisis en el capitalismo contemporáneo, se basan en la mencionada concepción fragmentaria de lo social. Así, cada una de las propuestas de reformar al capitalismo parte de la hipótesis de que es posible separar ese aspecto que se debe reformar de su “conexión interna” con el sistema en su conjunto.

Una de las mejores críticas de Marx al reformismo se encuentra al comienzo de los Grundrisse (1857-1858) (1). Esta obra, un extenso manuscrito publicado recién en 1939-1941, puede ser considerada como una primera versión de El Capital. Fue escrita en medio de la crisis económica de 1857 que, a juicio de Marx, reactivaría al movimiento revolucionario europeo luego de las derrotas de 1848-1849. El pronóstico resultó fallido, pero Marx tuvo la oportunidad de desarrollar sistemáticamente su crítica de la economía política.

Los Grundrisse, si se deja de lado la introducción metodológica (conocida como Einleitung), comienzan con una crítica de un libro de Alfred Darimon sobre la reforma de los bancos (1856). Darimon era un seguidor de las ideas de Proudhon, autor éste con quien Marx seguía debatiendo desde la época de la Miseria de la filosofía (1847). Darimon no le llega ni a los talones, pero supo plantear de un modo claro el punto de vista proudhoniano sobre el tema bancario. Darimon afirma que el sistema bancario, con su política de promover la circulación de oro y plata, no favorece las necesidades de la circulación y constituye, por tanto, un freno a la economía. La solución pasa por la abolición del fondo en metal (oro y plata) y su reemplazo por billetes emitidos por el banco; esa reforma, sumada a la intervención de los bancos sobre la economía (favoreciendo el crédito, etc.), modificaría radicalmente las condiciones de producción.

Marx somete el planteo de Darimon a una crítica minuciosa. No obstante, el núcleo de su crítica no está en los detalles, sino en la refutación de la concepción que subyace a la propuesta de Darimon. El párrafo clave es el siguiente:

“Hemos llegado aquí al problema fundamental, que no tiene ya vinculación con el punto de partida. El problema, se dice, es de naturaleza general: ¿es posible revolucionar las relaciones de producción existentes y las relaciones de distribución a ellas correspondientes mediante una transformación del instrumento de circulación, es decir, transformando la organización de la circulación? Además: ¿es posible emprender una transformación tal de la circulación sin afectar las relaciones de producción y las relaciones sociales que reposan sobre ellas? Si toda transformación en tal sentido de la circulación requiriese a su vez como supuesto previo transformaciones de las otras condiciones de producción y sacudimientos sociales, es evidente que esto refutaría a priori tal doctrina, que propone realizar malabarismos en materia de circulación precisamente para evitar, por un lado, el carácter violento de las transformaciones, y por el otro, para hacer de estas transformaciones mismas no un supuesto, sino viceversa un resultado gradual de la transformación de la circulación. Bastaría la falsedad de esa premisa fundamental para demostrar una incomprensión igual de la conexión interna de las relaciones de producción, de distribución y de circulación.” (p. 45).

El eje del argumento reside en la noción de “conexión interna”. En ella confluyen la dialéctica como método de investigación y la política autónoma de la clase obrera. Como es sabido, Marx sostiene que el proceso de producción es la clave para comprender la organización social, pero dicho proceso es concebido como un conjunto de relaciones sociales y no como una combinación técnica de factores. El punto es fundamental. Si la producción es una combinación más o menos eficiente de factores (medios de producción, trabajo, etc.), se vuelve más sencillo abstraerla del resto de las condiciones sociales. Los medios de producción son “naturalmente” capital, sin que sea pertinente la pregunta de qué condiciones sociales se requieren para que funcionen como tal. De este modo, la propiedad queda excluida del proceso de producción; es, a lo sumo, una condición del mismo, que no se ve modificada por éste. El empresario es propietario de los medios de producción, esto lo faculta para dirigir el proceso, pero ahí termina el papel de la propiedad. El empresario dirige la organización de los factores, eligiendo el procedimiento más eficiente para producir y obtener ganancias. No existe otra relación entre propiedad y producción. Es, pues, una relación externa al proceso laboral. Lo mismo puede decirse respecto al Estado. Éste es el terreno fértil para fragmentar el objeto de la teoría social y para imaginar reformas que modifiquen los rasgos más atroces del capitalismo sin cambiar al sistema social. En este sentido puede afirmarse que las ciencias sociales son reformistas, pues se basan en la mentada fragmentación de la sociedad. Al respecto, hay que tener presente que todo conservador consecuente (y las ciencias sociales tienen por objetivo preservar la sociedad capitalista) es siempre reformista, pues es consciente de que es preciso cambiar algo para que nada cambie.(2)

Al concebir el proceso de producción como un conjunto de relaciones sociales en “conexión interna” con las relaciones de distribución y de circulación, Marx rompe con el esquema de pensamiento propio de las ciencias sociales. La propiedad es la condición y el resultado del proceso, no un factor externo al mismo. Es resultado porque la propiedad se actualiza constantemente como relación social en el proceso de producción. La “conexión interna” indica que todas estas relaciones constituyen la totalidad social, y que cada una de ellas tiene sentido sólo en función del conjunto. Si, como lo hace Darimon, se pretende reformar el sistema bancario como medio para lograr una reforma total de la propiedad, el resultado será insignificante, pues la reforma ignora que ese sistema está moldeado a imagen y semejanza de la producción capitalista.

En palabras de Marx,

“sería necesario examinar (…) si las distintas formas civilizadas del dinero – moneda metálica, papel moneda, moneda de crédito, moneda de trabajo (como forma socialista) – pueden lograr lo que se pretende de ellas sin suprimir la relación misma de producción expresada en la categoría dinero y preguntarse luego si no es por otra parte una exigencia que se niega a sí misma el querer prescindir, a través de la transformación formal de una relación, de las condiciones esenciales de la misma. Las distintas formas del dinero pueden también corresponder mejor a la producción social en los distintos niveles; una puede eliminar inconvenientes para los cuales otra no está madura; pero mientras ellas sigan siendo forma del dinero y mientras el dinero permanezca como una relación de producción esencial, ninguna puede suprimir las contradicciones inherentes a la relación del dinero; cuanto más una forma puede representarlas de modo diferente que otra.” (p. 46).

Las ciencias sociales y el reformismo comparten la misma posición epistemológica: la sociedad debe abordarse de manera fragmentada, procurando ignorar o dejando en segundo plano la cuestión de la totalidad. Por eso no es casualidad que Marx comience su primera versión de El Capital, con una discusión de las ideas del proudhonista Darimon. Para Marx, la crítica de la ciencia burguesa y la crítica de la política del reformismo eran inseparables.

Villa del Parque, sábado 17 de octubre de 2015


NOTAS:

(1)  Marx, Karl. (1997). Elementos fundamentales para una crítica de la economía política: Borrador 1857-1858. México D. F.: Siglo XXI. (Traducción española por Pedro Scaron).


(2)  “Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie.” (Tomasi de Lampedusa, Giuseppe, El gatopardo, Barcelona, Noguer, 1963, p. 40.