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domingo, 24 de julio de 2011

NORBERTO GALASSO Y EL "SOCIALISMO NACIONAL" (V)


En la nota final de esta serie nos ocuparemos de la crítica formulada por Galasso a las distintas corrientes de la izquierda en Argentina.

Galasso hace una crítica general a toda la izquierda, y luego plantea una serie de críticas particulares a cada una de las expresiones de dicha izquierda. Examinemos, por tanto, las formulaciones de Don Norberto en el mismo orden en que éste las presenta.

En el comienzo mismo del texto, Galasso hace referencia a una izquierda que desconoce a "la cuestión nacional existente en la Argentina". (p. 7).

¿Cuál es la causa de este desconocimiento?

Galasso sostiene que el socialismo en Argentina fue, desde sus orígenes, un producto extraño, traído por los inmigrantes extranjeros de fines del siglo XIX. "El socialismo aparece así en la Argentina, no como el resultado natural de una sociedad capitalista en plena expansión donde los obreros se nuclean en grandes fábricas, sino como un producto importado por esos inmigrantes (...) Estos luchadores sociales europeos importan un socialismo ya inficionado de reformismo, en franco aburguesamiento y uno de cuyos elementos claves es la desviación nacionalista reaccionaria. En estos inmigrantes, la bandera del internacionalismo se constituirá en una de sus reivindicaciones más irreductibles pero detrás de ese internacionalismo aparente permaneció siempre vivo el chovinismo alemán o francés, acrecido por la lejanía de la patria y manifestado permanentemente en una fervorosa adhesión a la «civilización» que, por supuesto, no es posible crear desde la Argentina bárbara sino importar desde la Europa adelantada." (p. 43-44).

El pasaje transcrito es significativo, pues marca que el "nacionalista" Galasso adopta una posición "cosmopolita" para analizar la cuestión del socialismo en Argentina. En vez de realizar un estudio cuidadoso de las formas y los caminos peculiares por los que se fue implantando el socialismo (y, corresponde decirlo, al momento de fundarse el Partido Socialista - 1896 -, el socialismo tenía una larga historia en nuestro país), Galasso parte de una "tesis universal", de un esquema "transnacional". Según Don Norberto, el socialismo es el "resultado natural" de la expansión del capitalismo, de la aparición de las grandes fábricas.

Ahora bien, y antes de seguir con el análisis, es preciso dejar sentadas dos cuestiones: a) el socialismo (incluido el "nacional") es un producto europeo, pues el capitalismo, nos guste o no, tuvo su origen en Europa (concretamente, en algunas zonas de Europa occidental); b) la expansión del socialismo, su desarrollo, sigue una evolución calcada del patrón europeo (grandes fábricas = socialismo).

No es casual que Galasso se manifieste respecto de los orígenes del socialismo en Argentina en la misma forma que lo hacen los auténticos nacionalistas, esos que no precisan de una cobertura socialista para justificar su ideología. Dichos nacionalistas razonan del siguiente modo: lo único genuino es lo nacional, es decir, aquello que tuvo origen en esta tierra; el socialismo es foráneo, pues fue traído de Europa; el socialismo es malo, pues no es nacional. Galasso, mucho más "ilustrado" que estos nacionalistas, no califica de "malo" al socialismo; en vez de usar esos calificativos, prefiere decir que es "antinacional". Don Norberto se queda muy orondo con su razonamiento, pero no advierte que, al hacer esto, se da la mano con nuestros nacionalistas que, por lo general, han hecho un culto de la lucha contra los intereses populares.

Ahora bien, si lo único valioso (en un sentido positivo) es lo nacional, entonces sólo las teorías, ideas y concepciones desarrolladas por los pueblos originarios pueden pasar la prueba del criterio del amigo Galasso. Tanto el socialismo "nacional" de Galasso, como el nacionalismo, como el capitalismo, son creaciones europeas y, por tanto, "foráneas". ¿Por qué, entonces, endilgarle exclusivamente al socialismo algo que es un pecado general? Galasso no responde a este interrogante. En rigor, tal pregunta no existe para él. Don Norberto razona de un modo esquemático, totalmente alejado de las dificultades que implica estudiar lo concreto. Al igual que los nacionalistas "genuinos", Galasso piensa que existe una esencia de lo nacional (algo que algunas nacionalistas denominan el "Ser Nacional"). Para Galasso, esa esencia habita en el pueblo (en los "descendientes de las Montoneras" del siglo XIX), y solamente haciendo caso a esa esencia puede construirse un movimiento de liberación verdaderamente popular. Esta concepción es tan profundamente "foránea" (el nacionalismo moderno es producto del capitalismo) como disparatada. El socialismo moderno se construyó, precisamente, rompiendo con la tradición esencialista en el pensamiento social. Si existen las esencias en el sentido de matrices inmutables, idénticas a sí mismas, es imposible pensar la política. Sólo hay buenos y malos, que se enfrentan en una larga e interminable lucha. En Don Norberto, dicha lucha adopta la forma de confrontación entre el "socialismo nacional" (representado en la figura del mismísimo Galasso) y el "socialismo antinacional" (todos los demás).

El error fundamental radica en la forma misma en que Galasso plantea el problema. La cuestión no pasa por el origen nacional o "foráneo" (dejemos esta cuestión para los nacionalistas "genuinos", siempre tan preocupados por los problemas "europeos"), sino por la existencia o no de una voluntad política de construir una hegemonía popular que discuta el orden establecido por las clases dominantes. Galasso, inmerso en los problemas "europeos", deja la resolución de la cuestión en manos del peronismo.

En un sentido fuerte, todas las secciones del libro dedicadas a la crítica de la izquierda están de más. Esto es así porque, desde el comienzo, la izquierda argentina arrastra un "pecado original": tener un origen "foráneo". No obstante esto, Galasso dedica su esfuerzo crítico a "pulverizar a cada una de las manifestaciones de esa izquierda "antinacional".

El viejo Partido Socialista se lleva una parte importante de los palos de Don Norberto pues, al fin y al cabo, es el responsable directo del "pecado original". ¿Qué dice de los grupos socialistas que confluyeron en la fundación del Partido Socialista? "Su agrupamiento por nacionalidades, sus periódicos en lengua extranjera y sus festejos del 1º de mayo con cánticos en idioma natal, constituyen la mejor prueba de que no se trata de socialistas internacionalistas actuando en la Argentina sino del reflejo, en la Argentina, de los distintos grupos de la socialdemocracia europea, disimulando bajo la bandera internacionalista sus orgullos y pretensiones nacionales." (p. 44). Si no fuera porque ya conocemos el paño, habría que decir que este pasaje (¡cómo tantos otros!) es un insulto a los esfuerzos de tantos militantes anónimos, que trabajaron en condiciones extremadamente difíciles desde, por lo menos, principios de la década de 1870.

Juan B. Justo (1865-1928), uno de los fundadores y principal dirigente del Partido Socialista y quien tiene entre sus méritos el ser autor de la primera traducción al español del Libro Primero deEl capital de Karl Marx (1818-1883), es despachado así por Don Norberto: "pequeño burgués formado en la universidad oligárquica, Justo adhiere a los mitos que la oligarquía implanta a través de diarios, libros y escuelas, como reaseguro de su concubinato con el imperialismo." (p. 44).

El socialismo, producto "foráneo", queda reducido al carácter de "socialismo colonial, definidamente antinacional, que jugará siempre - fiel a su origen - como ala izquierda de la oligarquía." (p. 45). Definida su esencia, fija por los siglos de los siglos, ya no queda más que decir. Galasso se dedica, por tanto, a encontrar calificativos: "Ese partido socialista, alimentado por el liberalismo oligárquico antinacional y el reformismo socialdemócrata claudicante, constituyó así un importante aliado de la oligarquía y por ende del régimen semicolonial que ella y el imperialismo habían implantado en la Argentina." (p. 47).

No es nuestra intención hacer una defensa del Partido Socialista. Estamos muy lejos de eso. Sin embargo, hay que decir que resulta extraño que alguien que se dedica a la historia haga un análisis tan esquemático. En vez de acumular calificativos, sería más responsable estudiar las condiciones sociales que ejercieron influencia sobre el tipo específico de socialismo que se desarrolló en Argentina. Pero, claro está, hacer esto implicaría dejar de lado el punto de vista centrado en la disputa "lo nacional versus lo antinacional", y esto es imposible para un "socialista" como Galasso.

Toda la crítica a la izquierda en Argentina está signada por el enorme nivel de abstracción. Para Galasso, la Argentina es una "semicolonia" desde fines del siglo XIX y hasta 1973 inclusive. No hay cambios (salvo, por supuesto, los que implantó el peronismo en 1946-1955 y que fueron removido por el golpe de 1955). Dada la naturaleza semicolonial de la sociedad argentina, cualquier izquierdista que privilegie la lucha de clases (capitalistas versus trabajadores) es un cipayo al servicio de intereses foráneos. Si el lector piensa que esto es exagerado, le recomendamos el siguiente pasaje: "En un país colonial o semicolonial [Galasso nunca aclara la diferencia], la cuestión nacional es el problema fundamental a resolver. La clase dominante es una oligarquía (minera o agraria) asociada al imperialismo y el orden que prevalece, en favor de esa alianza, significa la opresión sobre el resto de las clases sociales. Allí está la contradicción fundamental y por eso los movimientos nacionales asumen un contenido revolucionario, aún cuando no se definan como antiimperialistas [Lo nacional es revolucionario, sea o no antiimperialista...¡Pobre socialismo, cuántos crímenes se cometen en tu nombre!] Porque si bien el país subyugado sufre, en última instancia, la opresión del capitalismo como sistema mundial en su etapa imperialista, esa opresión no se manifiesta como desarrollo capitalista en la semicolonia, sino todo lo contrario, como insuficiencia de capitalismo. De ahí que los primeros avances nacional-democráticos de la semicolonia signifiquen al par que la liberación de la opresión imperialista, el crecimiento de las fuerzas productivas en el marco capitalista. Los seudo izquierdistas distraídos protestan entonces porque la pretendida liberación no avanza por el camino de la supresión de las clases sociales y después de escandalizarse porque esa revolución crea «nuevos ricos», pasan a la oposición donde inevitablemente la oligarquía reaccionaria los recibe con los brazos abiertos. En cambio, los desocupados, que no sufrían de capitalismo, sino de falta de capitalismo, se convierten en obreros e integran entusiastamente la caravana del movimiento nacional" (p. 60-61).

En su entusiasmo, Galasso olvida algunos detalles. En primer lugar, confunde al enemigo, porque el Partido Socialista nunca abogó decididamente por la supresión de la propiedad privada. En segundo lugar, y esto es mucho más importante, pasa por alto la necesidad de construir una alternativa política propia por parte de los trabajadores y de los sectores populares. Galasso propone sumarse al movimiento de liberación nacional (liderado por la burguesía "nacional") y punto. En otras palabras, incorporarse al peronismo. En esta cuestión, Don Norberto muestra, otra vez, hasta que punto dejó de ser socialista. La única garantía de que las luchas sociales deriven hacia una organización socialista de la sociedad es la construcción de una política autónoma por parte de los trabajadores. La burguesía, sea "foránea" o "nacional", no está interesada en el socialismo.

Las opciones que plantea Galasso son falsas si nos paramos a analizarlas desde el punto de vista de una política socialista. Para Galasso se trata: a) "coincidir con los sectores conservadores usufructuarios del coloniaje" (p. 62); o, b) "apoyar esta revolución en marcha luchando por la profundización del proceso"(p. 62). En ambos casos, los socialistas son veletas que apuntan hacia donde sopla el viento. Perón(1895-1974), cuya maestría para construir un movimiento a partir de fuerzas heterogéneas está fuera de discusión, precisaba de una izquierda que se moviera entre las opciones planteadas por Galasso.

La izquierda argentina, a lo largo del siglo XX, ha mostrado una gigantesca incapacidad para construir una política alternativa a la de las clases dominantes. Frente a este problema, que es nada más ni nada menos que el de construir una política propia, Galasso responde planteando la necesidad de esconderse en las filas del "movimiento nacional". Esta solución muestra claramente la renuncia a la elaboración de toda política socialista.

Hay que decir, para ser honestos con Don Norberto, que nuestro autor tiene conciencia de la crítica que acabamos de formular. Así, se preocupa por responder de antemano: "Durante el período de ascenso del nacionalismo democrático en la semicolonia, el auténtico socialismo sólo cumple un papel revolucionario si apoya críticamente el proceso, asumiendo el papel de ala izquierda de la Revolución Nacional y pugnando porque la clase obrera se convierta, cada vez más en actor protagonista del proceso. En vez de condenar al movimiento nacional porque haya burgueses en su seno (...) ese socialismo luchará porque la clase obrera tenga hegemonía en el frente nacional, profundizando así su vigor revolucionario y dándole al antiimperialismo un contenido socialista." (p. 62-63). Todo esto es muy lindo, pero ¿cómo conquistar la hegemonía en ese "frente nacional" si la política propuesta por Galasso consiste en esconder la cabeza y en reemplazar al socialismo por el nacionalismo? No hay que olvidar que todo el texto gira en torno a la idea de que la cuestión nacional es más importante que la lucha de clases y que la renta colonial ha reemplazado a la extracción de plusvalor como la fuente principal del poder capitalista. Hablar de hegemonía de la clase obrera cuando se ha destruido a conciencia la base teórica de esa hegemonía es, por lo menos, poco serio.

Para terminar, porque esta nota se ha extendido mucho más allá de lo previsto, observemos como Don Norberto despacha al resto de las corrientes de la izquierda argentina.

El Partido Comunista es presentado como una organización "foránea", manejada a control remoto por la mano de Stalin (1879-1953): "el nuevo grupo representaba otro socialchovinismo [la comparación es con el Partido Socialista] que sacrificaba toda posible acción revolucionaria en aras de la exaltación y propaganda del proceso ruso (...) La stalinización del Partido Comunista de la Argentina lo convierte, entonces, enun mero títere que brinca, salta, hace reverencias y cae con las piernas abiertas sobre el escenario, según lo determinan los hilos que lo atan a Moscú." (p. 91). Hacer esta afirmación es demasiado fácil, y no exige gran esfuerzo mental. Sin embargo, creemos que es más interesante, para la causa socialista, rastrear las raíces "nacionales" del reformismo del Partido Comunista.

Por último, y hay que tener en cuenta que Galasso escribe su ensayo en 1973, nuestro autor reserva algunos dardos para la guerrilla no peronista (el PRT-ERP). Como era de suponerse, ubica a la misma en las filas del socialismo "antinacional". Su crítica incluye dosis de paternalismo (un reconocimiento del "heroísmo" de los combatientes del ERP) y de suficiencia doctrinaria (los califica de jóvenes de la pequeña burguesía alejados de las masas). Así, "ambos [El PRT y el PST], más allá de sus distintos métodos, propugnan una política proletaria pura cuyo único programa es un socialismo neto que obsequisamente ofrecen a la clase trabajadora mientras sindican al resto de los partidos y del pueblo como agentes de la burguesía. Por supuesto, no operan progresivamente en la política argentina, sino que repiten los viejos vicios del socialismo antinacional." (p. 99). El análisis de Galasso, como tantas otras veces, resulta vacío de todo contenido real, pues su crítica al PRT-ERP omite, precisamente, lo fundamental del contexto de 1973, que es la situación prerrevolucionaria abierta por el Cordobazo en 1969. Don Norberto, que escribe en medio de una situación inédita en la historia argentina, se aferra a los viejos patrones de análisis y pierde toda conciencia del momento que estaba viviendo. En este sentido, su esencialismo le juega otra mala pasada.

En definitiva, Galasso pretende mostrarnos el camino para la construcción de un socialismo "nacional". Por este camino (y no nos corresponde dudar de sus intenciones) llega a la renuncia de los principios teóricos fundamentales del socialismo y al abandono de cualquier intención de construir una organización política propia, capaz de disputarle poder a la burguesía. Dados estos resultados, resulta extraño que hoy en día (2011) Galasso aparezca, a los ojos de algunos, como una especie de prócer del pensamiento antiimperialista. En nuestra opinión, sólo la persistencia de las transformaciones estructurales impuestas por la dictadura militar de 1976-1983 puede dar cuenta de semejante disparate.

Mataderos, domingo 24 de julio de 2011

miércoles, 20 de julio de 2011

NORBERTO GALASSO Y EL "SOCIALISMO NACIONAL" (IV)


En esta nota, y antes de pasar a la crítica que hace Galasso a la izquierda argentina, nos vamos a referir al modo en que nuestro autor despacha el tema de la cuestión nacional en la obra de Lenin (ya habíamos comenzado a tratar esta cuestión en la nota anterior).

El punto de partida es la supuesta centralidad que Lenin otorga a la cuestión nacional. En las notas anteriores hemos abordado extensamente esta temática, así que aquí vamos a evitar, en la medida de lo posible, caer en repeticiones. Galasso afirma que la teoría del imperialismo, desarrollada por Lenin, constituye la base para comprender la relevancia de la cuestión nacional para el socialismo. Al igual que en la nota anterior al mencionar el papel de la cuestión nacional en la obra de Lenin, tampoco aquí vamos a profundizar en el análisis de la teoría leninista del imperialismo. Hacer esto nos llevaría muy lejos del objetivo de estos notas. Basta con concentrarse en la interpretación que hace Galasso de la teoría leninista.

Don Norberto dice textualmente: "Este replanteo de Lenin [la afirmación de la importancia de la cuestión nacional] está estrechamente ligada a su estudio sobre el fenómeno imperialista, pues [la] sobrevivencia del capitalismo se hace posible gracias a la exportación del capital, es decir, a la dominación sobre las colonias" (p. 51). El argumento es claro. La cuestión nacional desplaza a la lucha de clases en el centro de la política socialista porque la acumulación de capital se desplaza desde la extracción de plusvalor a los trabajadores hacia la extracción de una renta extraordinaria en las colonias. Si se admiten estos desplazamientos, se puede aceptar la posición de Galasso. Si son falsas, el argumento de Galasso se transforma en una mera defensa del nacionalismo, en la que el socialismo brilla por su ausencia. Como ya explicamos en la nota anterior, las afirmaciones de Galasso acerca del papel que cumple la renta colonial en la acumulación de capital son insostenibles.

En este punto, no estamos discutiendo la pertinencia actual del análisis leninista del imperialismo. Casi resulta innecesario aclarar que una obra escrita en 1916 [fecha de la primera publicación de El imperialismo, fase superior del capitalismo, de Lenin] no puede pretender seguir vigente, sin modificaciones, en 2011, pues ello implicaría pasar por alto la naturaleza dinámica del capitalismo. De lo que se trata es de Galasso, y hay que decir que Don Norberto, escribiendo en 1973, no hace referencia a ninguna crítica o discusión sobre el texto de Lenin. En Galasso todo se halla cristalizado, nada se mueve. Esto puede parecer extraño en alguien que ejerce el oficio de historiador, pero es así. 1916 es la fecha en que el capitalismo queda petrificado en una estructura metrópolis imperialistas - colonias fuentes de renta colonial.

¿Hace falta decir algo más sobre la interpretación que hace Galasso de Lenin?

Poco. Conviene transcribir esta pasaje: "La cuestión nacional (...) adquiere así una relevancia fundamental en toda política socialista. El socialismo debe asumir pues en las semicolonias un contenido antiimperialista, es decir, nacional, en sentido revolucionario." (p. 56). En verdad, y como ya indicamos, para Galasso todo el socialismo (ya sea de las colonias o de las metrópolis capitalistas) tiene que alzar la bandera de la cuestión nacional, pues el capitalismo "sobrevive" gracias a la explotación de las colonias.

El resto de la argumentación consiste en demostrar la necesidad de que la clase trabajadora actúe subordinada políticamente a la burguesía, pues la cuestión nacional está por encima de todo. "Mientras en el país opresor la socialdemocracia se adueña de los obreros y la lleva a justificar la dominación imperialista en perjuicio de sus hermanos de clase, a su vez, en el país oprimido la lucha antiimperialista alinea en el frente nacional a los proletarios junto a sectores de su burguesía." (p. 79; el resaltado es mío.).

En resumen, el socialismo "nacional" de Galasso se basa en tres grandes supuestos: a) el capitalismo ha pasado de un estadio competitivo a un estadio imperialista; b) en su estadio imperialista, la fuente principal de la acumulación de capital es la renta colonial; c) la centralidad de la renta colonial produce un desplazamiento de la contradicción principal fundamental de la sociedad capitalista, que deja de ser la lucha entre capitalistas y trabajadores, y pasa a ser el conflicto entre países dominantes y colonias. Como hemos visto, estos tres supuestos son falsos.

Para concluir esta nota hay que hacer una observación sobre la "ingenuidad" de la caracterización que hace Galasso de la división internacional del trabajo en el capitalismo. Para él sólo existen potencias imperialistas y países coloniales, estando los segundos plenamente sometidos a la dominación de los primeros. No se esfuerza en ningún momento por establecer "matices" y "distinciones" al interior del grupo de los países coloniales. Así, por ejemplo, la estructura social argentina es muy diferente, y esto tiene enormes consecuencias para la acción política en Argentina y en Haití. Galasso, obsesionado por marcar la primacía de la cuestión nacional, no se ocupa para nada de estas diferencias.

¿Cuál es la causa de este "olvido"?

Galasso lo dice con toda claridad: "La cuestión nacional es el punto de partida para la comprensión de la realidad argentina, de su historia, de su presente y de toda posibilidad revolucionaria futura." (p. 102). Si todo se reduce a la cuestión nacional, ¿qué sentido tiene hablar de socialismo? Así, el esquematismo en el análisis, la renuncia a tomar nota de los cambios experimentados por el capitalismo a partir de 1916, la negativa a tomar en cuenta las diferencias de situación entre los distintos países coloniales, todo ello es funcional a una radical afirmación del nacionalismo sobre el socialismo. Para un socialista, el punto de partida es el proceso de trabajo. Para Galasso, el proceso de trabajo es, probablemente, un mito imperialista...

En la nota final de esta serie nos ocuparemos de la crítica que Galasso hace a las distintas corrientes de la izquierda en Argentina.

Buenos Aires, miércoles 20 de julio de 2011

domingo, 10 de julio de 2011

NORBERTO GALASSO Y EL "SOCIALISMO NACIONAL" (III)

Al final de la nota anterior, indicamos que Galasso transforma a Lenin en un "socialista nacional". Es interesante observar el procedimiento por el que realiza esta conversión, porque dice mucho acerca de la naturaleza del trabajo teórico de Don Norberto. "El capitalismo, al entrar en su etapa imperialista e incorporar a su sistema a los 'pueblos sin historia', desafía entonces a los teóricos socialistas de principios del siglo XX obligándolos a una redefinición de las relaciones entre 'nacionalismo' y 'socialismo', entre cuestión nacional y cuestión social. Y será Lenin quien dará la respuesta adecuada." (p. 51).

¿Cuál es el contenido de esta redefinición?

En párrafos anteriores señalamos el papel que Galasso atribuye al imperialismo en la domesticación del proletariado y del socialismo. Don Norberto sostiene que Lenin comprendió esto y que llegó a la conclusión de que "la lucha por la liberación nacional en [las] colonias adquiere un contenido revolucionario, al debilitar al capitalismo, reintroduciendo la crisis en los grandes países. De ahí pues la necesaria revalorización del nacionalismo antiimperialista de las colonias y de su vinculación con toda política socialista." (p. 51). "...el fenómeno imperialista ha modificado sustancialmente la relación entre nacionalismo y socialismo. Si para el análisis de Marx, referido a países cuya cuestión nacional estaba resuelta, el proletariado no tiene 'patria' y todo nacionalismo es revolucionario, ahora, al dividirse el mundo entre países opresores y países oprimidos, Lenin enfoca el problema desde una doble óptica: por un lado, el nacionalismo resulta doblemente reaccionario para los socialistas de los países adelantados en tanto implica la conciliación con la burguesía (consolidando el capitalismo), al tiempo que significa apoyar la explotación sobre los pueblos coloniales (sentenciando injusticia y atraso para ellos). Por otro lado, el nacionalismo - en su carácter defensivo, de 'antiimperialismo' y lucha por la liberación nacional - debe ser asumido por los socialistas de los países atrasados como una de las batallas fundamentales a librar en el camino hacia el auténtico socialismo. Esa liberación de los pueblos coloniales tiene, a su vez, un doble carácter progresivo porque no sólo coloca al país atrasado en condiciones de desarrollar sus fuerzas productivas, sino que, al privar a la potencia imperialista de la renta colonial, reintroduce en ella la crisis deteriorando el maridaje entre la burguesía y el proletariado de la metrópolis, reproduciendo las condiciones para una auténtica lucha proletaria." (p. 53-54).

Hay que armarse de paciencia y comenzar a refutar las ideas de Galasso, pues en su simplicidad expresan el contenido fundamental de este nacionalismo que se arroga el nombre de socialista. En primer lugar, hay que decir que es falso que las luchas de liberación nacional "reintroduzcan la crisis" en las metrópolis capitalistas; en el capitalismo, la crisis es un rasgo estructural que se deriva de la misma organización de la producción; por lo tanto, no necesita ser introducida "desde afuera". Las luchas obreras del siglo XX en los países centrales obedecen a contradicciones de sus modelos de acumulación (que incluían, por cierto, también a la relación con los países del Tercer Mundo). Galasso pasa por encima de la historia de dichas luchas obreras, y prefiere quedarse con la imagen de un proletariado domesticado, una situación que supone que es la de finales del siglo XIX, cuando el imperialimo permitía ceder las migajas del pastel a los trabajadores. Como señalamos más arriba, la periodización del capitalismo adoptada por Galasso es demasiado esquemática, y paraliza cualquier intento por avanzar en la comprensión de los cambios en el modo de producción capitalista. Hipnotizado por la relación entre las metrópolis y las colonias, Galasso deja de lado la cuestión de que los capitalistas de los países centrales siguen extrayendo plusvalor de sus propios trabajadores. Es por eso que sobrevalora el papel de los movimientos de liberación nacional.

En segundo lugar, la mencionada fijación en la relación "países opresores - países oprimidos" le impide comprender la dialéctica del capitalismo, impidiéndole integrar la problemática del mercado nacional y del mercado mundial. El capitalismo es una forma de organización social que tiene la peculiaridad de expandirse de modo ininterrumpido, tanto en extensión (abarcando cada vez más regiones del planeta) como en intensidad (sometiendo a la condición de mercancía a cada vez más cosas, a cada vez más personas, a cada vez más relaciones sociales). Es por ello que cabe hablar de capitalismo como de un sistema mundial, que subsume en su interior a los distintos mercados nacionales. Esta totalidad universal se expresa en el dominio universal de la ley del valor (todo pasa a ser mercancía, cuyo valor se mide a partir del tiempo de trabajo socialmente necesario que requiere su producción) y se basa en la apropiación del plusvalor por los capitalistas. Su funcionamiento no suprime la existencia de mercados nacionales, pues la expansión del capitalismo implica una exacerbación de la competencia entre capitalistas. Surgen así los bloques regionales, así como también se intensifica la pugna de las burguesías por asegurarse espacios propios, relativamente libres de la competencia (mercados nacionales, mercados regionales, etc.). La competencia promueve, además, una profundización de la explotación del trabajo por el capital al interior de cada espacio nacional y/o regional. Nada de esto aparece en el texto de Galasso. Nuestro autor reduce toda la complejidad del capitalismo a la relación entre "países opresores y países oprimidos". En este punto, sobran los comentarios.

En tercer lugar, al examinar los efectos de los movimientos de liberación nacional, propone implícitamente la tesis de que la "renta colonial" constituye una fuente importante de los ingresos de la burguesía de los centros capitalistas, a punto tal que su supresión produce una "crisis". Si bien Galasso no profundiza en la cuestión, hay que decir que argumento conduce a minizar la centralidad de la apropiación del plusvalor como mecanismo de la dominación capitalista. Ya se ha indicado que todo el texto está dirigido a relegar la lucha entre capitalistasy trabajadores detrás del antagonismo entre "países opresores y países oprimidos". Si esto es así, el socialismo deja de ser socialismo y pasa a convertirse en nacionalismo. Para el nacionalismo, todos los conflictos son secundarios frente a la cuestión nacional; la nación, la patria, está por encima de la clase. En este sentido, aún el nacionalismo más popular tiende a considerar a los empresarios nacionales (¡que también explotan de modo capitalista a sus trabajadores!) como compañeros, puesto que no son extranjeros.

Galasso desarrolla, ahora sí, de modo sistemático su argumento: "Aquella polarización creciente entre una minoría enriquecida y una nueva mayoría hambrienta - que había profetizado Marx - se daba ahora pero no en el plano nacional, sino en el plano mundial: un reducido grupo de naciones imperialista y el resto del mundo hundido en el atraso colonial. Ello no significaba (...) que
la lucha de clases dejaba de existir sino que esa lucha cambiaba de forma: ya no se daba invariablemente como enfrentamiento entra la burguesía y el proletariado, características del capitalismo en su etapa de desarrollo, sino que se manifestaba de este otro modo: por un lado, las burguesías imperialistas de los grandes países, con el apoyo del resto de las clases del gran país y la complicidad de las oligarquías de los países coloniales y enfrente a las restantes clases de las colonias configurando movimientos nacionales de liberación, entre los cuales la clase obrera podría tener mayor o menor peso según el grado de desarrollo del país colonial. El progreso histórico se produce, entonces, en cada liberación nacional de un país atrasado que debilita al capitalismo como un sistema mundial, mientras que, además, en cada colonia, esa liberación nacional se nutre al mismo tiempo de reivindicaciones sociales que expresan el avance de los sectores más explotados. La cuestión nacional se resuelve en las colonias como antesala de la revolución socialista y la pérdida de las colonias significa para las metrópolis el primer paso hacia el reencuentro con su propia cuestión social, aletargada en las últimas décadas por la abundancia lograda gracias al saqueo de Asia, África y América Latina." (p. 55; el resaltado es mío.).

El planteo es tan coherente (con respecto al argumento expuesto hasta aquí por nuestro autor) como errado. Galasso se ha propuesto abandonar el socialismo para justificar su adhesión al peronismo, y lo consigue con creces.

Repasemos nuevamente el argumento. El socialismo coloca en el lugar principal de los antagonismo sociales a la lucha de clases entre capitalistas y trabajadores; Galasso considera que la lucha central se da entre los "países opresores" y los "países oprimidos". Para el socialismo, la fuente primordial del poder capitalista es la apropiación de plusvalor (trabajo no pagado), gracias a la propiedad privada de los medios de producción; para Galasso, la base del poder capitalista es la "renta colonial", que ha permitido la "abundancia" en las metrópolis. Para el socialismo, es la clase trabajadora la encargada de liderar a los sectores populares en la conquista del poder; para Galasso, es el movimiento de liberación nacional, una alianza policlasista que incluye a la burguesía (por eso identifica a la oligarquía, y no a la burguesía, como el enemigo a vencer).

Sin embargo, el argumento de Galasso es falso no sólo desde el punto de vista exclusivamente teórico. Su planteo ignora, además, todo el proceso de desarrollo del capitalismo en el siglo XX, así como también las luchas sociales que enfrentaron a éste. Galasso, doctrinario a más no poder, congela su visión del capitalismo en 1916 (cuando Lenin publicó
El imperialismo, etapa superior del capitalismo) y descuida toda su evolución posterior. En rigor, no nos dice nada acerca del capitalismo realmente existente, como si analizar la realidad fuera una tarea extranjerizante. Sólo así se puede llegar a defender lugares comunes tales como afirmar que los movimientos de liberación nacionales debilitaron al capitalismo. La experiencia histórica muestra otra cosa. La época de oro de los movimientos de liberación nacional en el Tercer Mundo (décadas de 1959 y 1960) coincide con la expansión sin precedentes de los capitalismos metropolitanos. Durante todo este período, la fuente principal del poder capitalista fue el aumento de la productividad en los países centrales y no la "renta colonial" extraída de la periferia. La crisis capitalista que estalló a mediados de la década de 1970 tuvo por causa fundamental la caída de la tasa de ganancia, motivada por el agotamiento del modelo fordista de extracción de plusvalor. Es por esto que puede decirse que el argumento de Galasso es abstracto en el peor sentido del término, pues se construye en base a ignorar olímpicamente la lucha de clases terrenal.

"La cuestión nacional (...) adquiere así una relevancia fundamental en toda política socialista. El socialismo debe asumir pues en las semicolonias un contenido antiimperialista, es decir, nacional, en sentido revolucionario. (...) Por eso una consecuente concepción revolucionaria lleva a un socialista de un país sometido por el imperialismo a fundir la bandera de la liberación nacional con la de la lucha de la clase oprimida, es decir, a sostener un socialismo de contenido antiimperialista y enraizado en las condiciones específicas de esa colonia o semicolonia, es decir, un socialismo nacional." (p. 56).

El socialismo (pues Galasso considera que en los países centrales la clase trabajadora está literalmente comprada con las migajas de la "renta colonial") queda transformado en nacionalismo, al que se adosa la etiqueta de "antiimperialista". El sentido político de todo el argumento consiste en justificar la adhesión de Don Norberto al peronismo. Sólo una vez que se ha vaciado al socialismo de todo contenido de clase pueden hacerse afirmaciones como la siguiente: "el que viene hablando desde hace varios años de Socialismo Nacional es Juan Domingo Perón. (...) Perón se definió en favor del 'socialismo nacional'. (...) coherente con su condición de Jefe del movimiento nacional de una semicolonia, Perón no adhiere a una deformación stalinista del socialismo cuyo internacionalismo oculta el socialchovinismo ruso que se expresa hoy en la 'coexistencia pacífica'. Y en cambio, da su adhesión al socialismo nacional por el cual debe entenderse aquel que posee un claro contenido antiimperialista, que por ende plantea la cuestión nacional como eje de la revolución, que desarrolla a partir de la resolución de esa cuestión nacional su concepción avanzada de reivindicaciones socialistas y que por otra parte arraiga profundamente en las condiciones nacionales elaborando su política, en íntegra ligazón con las especificidades del país semicolonial." (p. 128-129). Sin pretender convertirse en intérprete del pensamiento del general, es claro que Perón sería el primer sorprendido ante este análisis del contenido de su política. La coyuntura de 1973 hacía que a Galasso no le fuera posible proclamarse nacionalista (agregándole la denominación "antiimperialista", "popular", etc.) en vez de socialista.

Por último, Galasso sostiene que fue Lenin quien "enriqueció" al socialismo con la tesis de la centralidad de la cuestión nacional. No es este el lugar para analizar detenidamente la posición de Lenin frente al problema nacional. Tampoco es necesario para rebatir a Galasso, puesto que Don Norberto cita unos pocos textos sin presentar el contexto de los mismos ni indagar el lugar de los mismos en la obra de Lenin. Galasso parece ignorar que Lenin, para bien o para mal, siguió pensando toda su vida que el socialismo sólo era posible en la medida en que se produjeran revoluciones en los países centrales. En este sentido, cabe decir que para Lenin la cuestión social era central, en tanto que la cuestión nacional se hallaba subordina a ésta.

El ensayo de Galasso fue escrito en 1973. Ello explica la referencia a Lenin, al que trata como una especie de "padre fundador" del socialismo nacional. En la actualidad, el "socialista" Galasso puede prescindir de esta mención al dirigente bolchevique. Con ello se completa el abandono del socialismo, aún en su forma puramente discursiva.

Mataderos, lunes 11 de julio de 2011

domingo, 3 de julio de 2011

NORBERTO GALASSO Y EL "SOCIALISMO NACIONAL" (II)


Tal como indicamos al final de la nota anterior, vamos a seguir a Galasso en la tarea de transformar el contenido del socialismo. No se trata de una cuestión menor. El movimiento socialista, cuyo objetivo inicial era la liberación de los trabajadores (y de la humanidad en general) de la opresión y de la explotación capitalistas, tiene que ser transmutado en nacionalismo. El alquimista Galasso (aunque sería más correcto denominarlo "aprendiz de brujo") realiza varias operaciones para lograr la mencionada transmutación. El resultado obtenido no es el oro que buscaban los alquimistas, sino una sustancia indefinida, que no es ni nacionalismo ni socialismo, ni chicha ni limonada.

La primera dificultad que tiene que afrontar Don Norberto consiste en el carácter internacionalista que Marx y Engels imprimieron al socialismo. Nuestro héroe empieza por aclarar que el internacionalismo proletario es una respuesta al nacionalismo reaccionario de los países más desarrollados. (5). Sin embargo, y con ser correcto, este argumento es unilateral. Marx y Engels no adoptan el internacionalismo como una mera reacción a la ideología de la burguesía. Constituye, en cambio, una estrategia política fundada en el reconocimiento del carácter internacional del capital. Si bien cada burguesía precisa de sus respectivos mercados nacionales, su despliegue se completa en el mercado mundial, y allí se realiza definitivamente la ley del valor. Es por ello que la clase obrera precisa de una política internacionalista para enfrentar adecuadamente a la clase capitalista.

Lo expuesto en el párrafo precedente no implica validar como correcta una política centrada en lo internacional, que tienda a descuidar lo nacional por considerarlo "de cabotaje". Poner como eje de las reivindicaciones de un partido socialista en Argentina la defensa de las conquistas de los trabajadores griegos no es una buena forma de hacer política; por el contrario, es un verdadero suicidio político. Pero esto no quita que el internacionalismo un componente imprescindible de una política socialista.

Don Norberto procede de un modo distinto. El internacionalismo constituye una molestia en su planteo, pues obliga a revisar los mecanismo por los que el capitalismo y la ley del valor se imponen en el mercado mundial Así que, simplemente, descarta toda consideración en este sentido. Si Marx y Engels defendieron el internacionalismo, ello se debe a que ambos estaban imbuidos del clima cultural de la Europa de mediados del siglo XIX. Esto equivale a decir mucho... y a no decir nada. Gran gambeteador de las cuestiones importantes, Galasso elude con una frase la dificultad de tener que analizar la conexión entre el internacionalismo de Marx y Engels y la estructura del capitalismo.

Luego de haber transformado el internacionalismo de Marx y Engels en un fenómeno culturalmente determinado, Galasso puede avanzar hacia nuevas posiciones: "este internacionalismo de Marx no plantea (...) una política socialista al margen de los problemas nacionales, ni propone tampoco la posibilidad de una táctica común, universal, para todos los partidos socialistas del mundo (...) a un siglo de Manifiesto, Marx hubiese reprobado absolutamente la pretensión stalinista dirigida a someter a todos los partidos comunistas del mundo - que operan en condiciones históricas distintas - a una misma táctica política." (p. 31). Hay que recordar que Don Norberto estaba luchando contra el internacionalismo de Marx y Engels, y no contra el nacionalismo ruso de Stalin y cia. ¿Estamos ante un desliz producto de las ansias guerreras de nuestro luchador? No. Es otra gambeta que aleja a Galasso de los problemas de una política socialista. Recapitulemos. Galasso estaba discutiendo el carácter del internacionalismo de Marx y Engels; llegado a este punto, efectuó un viraje en la discusión e introdujo la idea (correcta, por cierto) de que Marx y Engels no estaban en contra de una política socialista nacional, entendiendo por esto una política tendiente a que la clase obrera conquiste el poder en cada país. Así las cosas, es imposible no darle la razón a Don Norberto. Sin embargo, nuestro autor omite lo fundamental: el eje de la política socialista pasa por la búsqueda de la emancipación de los trabajadores de la explotación capitalista, y esto implica necesariamente cuestionar las relaciones de producción capitalistas. A su vez, y dado el carácter internacional del capital, esto supone establecer una relación estrecha entre política nacional e internacional, pues únicamente de este modo es posible enfrentar con éxito al capitalismo.

A Don Norberto todos los problemas mencionados al final del párrafo anterior lo tienen sin cuidado. Su preocupación va más allá de esas minucias. A él le interesa demostrar que la cuestión nacional es el tema fundamental del socialismo. Esto significa afirmar que la cuestión social (la relación entre los capitalistas y los trabajadores) pasa a ser un tema secundario.

Galasso sigue avanzando: "el socialismo lucha por la subversión del statu quo y por la creación de un orden social superior y por tanto su táctica y su programa se adecuan a las condiciones históricas del país de que se trate." (p. 35). Ya veremos cómo este adecuarse a las "condiciones históricas de país de que se trate" significa, lisa y llanamente, transformar el socialismo en nacionalismo, subordinando la lucha de clases a las necesidades de la burguesía "nacional".

En el capítulo 3 (p. 49-73), Galasso empieza a poner las cartas sobre la mesa. Nuestro autor desarrolla el argumento de que las fallas ("culturales") de la concepción del socialismo en Marx y Engels fueron resueltas por Lenin, quien supo comprender la centralidad de la cuestión nacional. Acompañemos al maestro en su trabajo: "La óptica europea con que Marx había elaborado los fundamentos del socialismo científico (...) [dió lugar] a que él no revisase expresamente, con referencias a las colonias, su concepción de que 'los obreros no tienen patria'." (p. 49). En verdad, sería desconcertante que Marx hubiera desarrollado una concepción china, o rioplatense, o congoleña, del capitalismo, pues esta forma de organización social surgió en Europa, y Marx dedicó su vida a estudiar ese capitalismo, que era el único existente a mediados del siglo XIX. Nótese que Galasso, que plantea tamaña exigencia a Marx, se muestra sumamente perezoso al momento de estudiar el capitalismo de nuestra época. En este sentido, puede mencionarse la insuficiencia de su periodización del capitalismo, que distingue sólo entre una etapa competitiva y una etapa imperialista. Que hay toda una historia del capitalismo con posterioridad a 1917 (o a 1945) es otra minucia que no inquieta al maestro.

Volvamos al hilo de su argumentación: "ni Marx ni Engels podían ir más allá de los límites que les imponía la época histórica en que vivían". (p. 51). Es por ello que no pudieron comprender las tareas del socialismo en los países coloniales (p. 31, 49). Como consecuencia de esta incomprensión y de los efectos de la política imperialista sobre los países centrales, surgió una generación de "socialistas que creen que la lucha de clases, entendida como enfrentamiento proletariado-burguesía, es una receta aplicable automática y mecánicamente como si en todas las sociedades estuviese resuelta la cuestión nacional y el antagonismo principal se diera entre burgueses y proletarios." (p. 50). Galasso califica de "mecanicistas" (p. 50) a estos socialistas. Es significativa la forma en que Don Norberto arriba al punto que le interesa (la cuestión nacional). Para birlar al socialismo su contenido fundamental (la lucha de clases) recurre a esa variante del socialismo que fue la socialdemocracia de la II Internacional.. Luego de plantear las limitaciones culturales de Marx, pasa a confrontar con los marxistas de la socialdemocracia europea, para de ese modo mostrar el "abandono" de la cuestión nacional. Al hacer esto, Galasso formula mal la cuestión. El problema consiste en postular una opción entre lucha de clases (burguesía, proletariado) y cuestión nacional, sino comprender que la lucha de clases es mucho más compleja que la confrontación burguesía-proletariado.

Si el socialismo puede distinguirse como corriente política autónoma, es porque coloca a la lucha de clases como el eje de las luchas políticas.Además, esta lucha de clases tiene un contenido específico, pues remite a las condiciones económicas y sociales de una sociedad capitalista. Desde el punto de vista de los socialistas, los conflictos políticos giran en torno a la propiedad privada de los medios de producción y a la distribución del poder social condicionada por la misma. Esto no significa afirmar que todos los antagonismos políticos y sociales remitan inmediatamente a la disputa en torno a la propiedad privada, sino que la existencia de la propiedad privada de los medios de producción modifica radicalmente la forma en que se manifiesta en todos los antagonismos. Así, por ejemplo, la lógica del funcionamiento del capital no requiere del mantenimiento de la opresión de las mujeres por los hombres; se abre, así, un amplio espacio para la concreción de medidas tendientes a igualar la condición jurídica, social y económica de las mujeres y los hombres. Sin embargo, en el capitalismo una mujer puede acceder plenamente a las ventajas de esa igualación en la medida en que otras mujeres se vean sometidas a una doble explotación (en su propio hogar y en la casa ajena en la que trabajan como mucamas, cocineras, etc., etc.). La joven empresaria exitosa requiere de la presencia invisible de la mucama que le resuelve las cuestiones del hogar. Es por ello que el logro de una efectiva emancipación de la mujer requiere de una emancipación de los seres humanos de la lógica del capital. El socialismo se distingue, pues, de las otras corrientes políticas en que plantea la centralidad de la propiedad privada en la moderna sociedad capitalista.

Dado lo expuesto en el párrafo anterior, podemos pasar a explicar en qué consiste el yerro de Don Norberto. En las condiciones del capitalismo, la "cuestión nacional" es también un enfrentamiento entre burguesía y proletariado. Esto último no sólo porque durante la etapa imperialista las metrópolis capitalistas se repartieron el planeta, sino principalmente porque el desarrollo capitalista implica la subordinación de todo el orbe a la lógica de la expansión del capital. Un mundo capitalista es un mundo impregnado de desigualdad, y esta se da tanto al interior de los países, como en las relaciones internacionales. Galasso, al proponer la centralidad de la cuestión nacional, tiende a dejar de lado el antagonismo principal (la lucha entre burguesía y proletariado). Pero, además, al plantear la antítesis lucha proletariado-burguesía vs. cuestión nacional, Don Norberto olvida que para Marx la lucha de clases es algo mucho más complejo que la dicotomía burguesía vs. proletariado. (6). En este sentido, simplificar las cosas favorece la posición de Galasso, puede puede mostrar la insuficiencia del esquema dual burguesía-proletariado frente a la complejidad de la cuestión nacional. Esta es la causa por la que adopta al marxismo de la II Internacional como el enemigo a vencer, dejando de lado a Marx por medio del recurso de aludir a los condicionantes culturales.

En la nota siguiente analizaremos la forma en que Galasso transforma a Lenin en un socialista "nacional".


Mataderos, domingo 3 de julio de 2011
NOTAS:

(5) Galasso indica que estos son países que han resuelto la cuestión nacional en un sentido burgués (p. 30).

(6) Ver, por ejemplo, el 18 Brumario de Luis Bonaparte.

miércoles, 22 de junio de 2011

NORBERTO GALASSO Y EL "SOCIALISMO NACIONAL" (I)

La serie completa incluye cinco notas.





Norberto Galasso (n. 1936) se ha convertido por esos azares del destino en uno de los intelectual principales del campo "nacional y popular” en estos tiempos del kirchnerismo. Historiador flojo, centrado en lo anecdótico y proclive a presentar esquemas como si fueran la realidad misma, ha hecho de la dicotomía entre “lo nacional” y “lo antinacional” un verdadero medio de vida. Cada época se provee los intelectuales que necesita, y ésta no ha sido la excepción. Sin embargo, no es nuestra cuestión realizar una crítica exhaustiva de su obra historiográfica. Esto será tarea de los historiadores competentes que quieran afrontar esta ingrata labor. Nuestro propósito, en cambio, es mucho más modesto. Se trata de someter a discusión las concepciones desarrolladas por Galasso en su obra teórica más relevante, ¿Qué es el socialismo nacional? (1973). (1)

La elección no es casual. La obra mencionada representa, desde el punto de vista de Galasso, la formulación más coherente de las tesis del autor acerca de la centralidad de la cuestión nacional para el socialismo. A lo largo del texto, que tiene el formato de un ensayo, arremete contra las variantes de lo que denomina socialismo “antinacional”, esto es, contra todos los representantes de la izquierda en Argentina, desde el viejo socialismo hasta el PRT-ERP. Es por tanto, un trabajo que presenta un doble interés. Por un lado, porque Galasso se ve obligado a revisar en clave “nacional” la historia de la izquierda en Argentina; esta revisión lo lleva, por ende, a formular sus posiciones sobre las estrategias y las tácticas de la izquierda a lo largo de todo el período considerado. Por otro lado, Galasso se ve compelido a exponer de manera positiva las tesis fundamentales del llamado socialismo “nacional", permitiendo de ese modo una crítica más sistemática de dichas tesis.

La obra fue escrita y publicada en 1973. Galasso se propone establecer los lineamientos principales del llamado socialismo nacional, marcando las diferencias "con aquellas corrientes 'socialistas' que desconocen la cuestión nacional existente en la Argentina y que pretenden importar mecánicamente experiencias revolucionarias lejanas, sin reparar en las condiciones específicas de la Argentina y de América Latina." (p. 7).

Galasso carga en sus hombros una mochila muy pesada, pues se postula implícitamente al cargo de teórico oficial del "socialismo nacional". No es exagerado adjudicarle esta intención, pues con un ensayo pretende despachar toda la historia de la izquierda en Argentina y, a la vez, plantear una interpretación del marxismo que tiene mucho de divagación y poco de marxismo. Pero vayamos despacio.

El libro puede dividirse en tres partes. En la primera hace una rápida excursión por los clásicos del marxismo, planteando la importancia que tiene la cuestión nacional para Marx, Lenin y cia. En la segunda, efectúa un balance de la actuación de la izquierda en Argentina, que concluye poniendo el sello de "antinacional" a cada una de las corrientes de ésta. En la tercera, se dedica a demostrar que el movimiento peronista es la fuerza que encarna los ideales de liberación nacional y social en Argentina.

En pocas palabras, toda la argumentación de la obra se resume en afirmar que el peronismo es la encarnación del socialismo nacional: "Desplegando sus banderas revolucionarias los descendientes de los Montoneros irrumpen de nuevo en la escena: por la revolución nacional para liberar el país del imperialismo opresor, por la revolución socialista para liberar a la clase obrera del yugo capitalista, por una América Latina liberada, unida y socialista." (p. 135).

Nuestro teórico del "socialismo nacional" muestra con rapidez la hilacha, sobre todo si se tiene en cuenta las elevadas tareas para las que se ha postulado. Así, el hombre que se ha propuesto demostrar el carácter "antinacional" y "abstracto" de las vertientes de la izquierda argentina, abre su ensayo utilizando los mismos métodos polémicos de muchos de los izquierdistas a los que condena. Galasso considera que desarrollar el marxismo consiste en exponer un resumen de algún texto canónico, y chau pinela. Nada muy diferente a los manuales del viejo PC soviético, con el agravante de que Galasso la juega de heterodoxo.


El capítulo 1 del libro es, en su mayor parte, un resumen de escolar basado sobre todo en el Manifiesto Comunista (1848) de Marx y Engels, en el que pretende presentar los lineamientos fundamentales de la teoría marxista. Más allá de los pequeños y grandes errores que se encuentran en el texto (2), todo el capítulo rezuma una actitud sobradora y jactanciosa, poco apta para persuadir sobre bondades del marxismo (o de cualquier otra teoría social). Las referencias históricas concretas son tan escasas como abundantes las exégesis y los comentarios de los textos canónicos de los santos padres del marxismo, con el inconveniente adicional de que, por tratarse de un ensayo, no se realizan citas de los textos originales. Como ya se indicó más arriba, esta forma de exponer un argumento es propia de la ortodoxia estalinista, justamente aquella que Galasso dice combatir.


A modo de muestra, transcribo un pasaje característico: "La dialéctica intrínseca del desarrollo histórico armaba a la propia burguesía, para poder vivir, con un enorme cuchillo que era inmanejable y que si bien ahora le permitía alimentarse golosamente, tarde o temprano se volvería contra ella y la ultimaría sin remedio." (p. 18-19). O este otro: "Los ideólogos de la burguesía reflejaron desde entonces en sus diversos sistemas irracionalistas, la decadencia de la burguesía convertida ya en una clase reaccionaria. Su ciclo había concluido y ya no haría más que sobrevivirse agonizando." (p. 28). Este último pasaje hacer referencia al período posterior a la publicación del Libro Primero de El capital (1867). Como puede observarse, en la prosa de Galasso la frase reemplaza al análisis, el deseo a la consideración responsable de los hechos.


El capítulo 2 (p. 29-48) es particularmente importante en la estructura general del libro, pues Galasso comienza a formular allí la tesis de que en el pasaje de la etapa del "capitalismo competitivo" (p. 29) a la "etapa imperialista" del capitalismo (p. 35), la "cuestión nacional" pasa a ser el problema fundamental del movimiento socialista. Hay que aclarar que la forma en que Galasso plantea dicho pasaje es todavía vergonzante, y sólo alcanza su pleno desarrollo en los capítulos siguientes.


La mayor dificultad de Galasso en su tarea de elevar la "cuestión nacional" al rol de tema principal del marxismo consiste en que ello significa obviar la centralidad del proceso de trabajo y de las relaciones de producción en la teoría de Marx. El asunto no es fácil. ¿Cómo lo resuelve Galasso? Esto es lo que intentaremos mostrar a continuación.


En primer lugar, recurre a una periodización del capitalismo marcada por el desplazamiento progresivo desde la esfera de la producción a la esfera de la circulación. Galasso reconoce dos etapas en la historia del capitalismo: a) una fase competitiva, que se prolonga hasta bien avanzada la segunda mitad del siglo XIX; b) una fase imperialista que comienza hacia 1880 y se extiende hasta la actualidad.

Galasso no hace casi referencias concretas a la etapa competitiva (3). Esto le permite eludir desde el principio el trabajo de tener que examinar detenidamente las transformaciones en el proceso de producción capitalista. Como tantas otras veces, nuestro autor se dedica a las frases: "Ya avanzada la segunda mitad del siglo pasado [el XIX] el viento de la historia parecía soplar para el socialismo. Marx y Engels creían ya que se encontraban en las vísperas de la revolución social. En las barricadas del 48 y del 70, el proletariado ponía al borde del colapso a la sociedad burguesa." (p. 35). Está claro, por lo menos para los historiadores, que en 1848 y en 1871 [la Comuna de París] la sociedad burguesa no estaba en peligro, y que su capacidad para expandir las fuerzas productivas estaba en pañales. El entusiasmo revolucionario puede generar (y ha generado) errores en la apreciación de la coyuntura política, y esto es disculpable; pero, en el caso de Galasso, se verifica un extraño fenómeno de entusiasmo retrospectivo, cosa que no merece por cierto ninguna disculpa. Avancemos.

¿Cuál era la causa de la inestabilidad de la sociedad burguesa, esa sociedad que según Galasso se hallaba al borde del colapso? Nuestro autor, adoptando un aire bíblico, sostiene que en el principio estaba la escasa capacidad de consumo de los trabajadores y de los demás sectores populares. Así, en la sociedad capitalista "el valor que se produce y envía al mercado, excede el poder de compra generado, conduciendo periódicamente a crisis económicas de gran magnitud." (p. 23). De este modo, Galasso considera que la causa principal de las crisis en el capitalismo es el subconsumo de las masas; en otras palabras, la contradicción principal del capitalismo está situada en el plano de la distribución, y no en el de la producción (4).

Ahora bien, la expansión colonial del capitalismo fue el factor que permitió evitar el colapso del sistema en las metrópolis: "Ese capitalismo en fabulosa expansión, ahogado por la falta de nuevas oportunidades de inversión, saturadas sus posibilidades por la reducida demanda efectiva consecuencia de su explotación desvergonzada, saltó entonces las fronteras buscando nuevos aires en el mundo colonial. La exportación de capital se puso a la orden del día. El capitalismo, eliminada la libre competencia y convertido al monopolio, entró entonces en su fase superior: el imperialismo." (p. 36-37). Nótese, como otra vez, Galasso ubica en la insuficiencia de la demanda el problema central del capitalismo, camino que lo conduce a desplazar del centro del escenario a la cuestión del proceso de trabajo.

El imperialismo soluciona el problema central del capitalismo al resolver transitoriamente la insuficiencia de la demanda efectiva, que se ve incrementada por la incorporación de los mercados de las colonias y por el aumento del nivel de vida de los trabajadores en las metrópolis. Al hacer esto último, el imperialismo consolida la dominación capitalista, pues mella la voluntad revolucionaria de la clase obrera: "Amplias capas pequeño burguesas y la capa superior de la clase obrera comienzan entonces a coparticipar en la explotación colonial. La burguesía, convertida en imperialista, cola tras de sí, entonces, a sus antiguos enemigos y les arroja las migajas del festín. De este modo, la opresión imperialista le permite a la burguesía alejar el peligro de la revolución social transformando a sus hasta ahora irreductibles antagonistas en complacientes y precedentes interlocutores." (p. 37-38). Dado que, como hemos visto, Galasso sostiene que el problema central del capitalismo es la insuficiente demanda efectiva de las masas, es lógico avanzar en esa línea y postular que la clase obrera de los países centrales perdió todo carácter revolucionario a partir del ascenso del imperialismo. En verdad, la expansión del imperialismo desplaza la contradicción principal del imperialismo desde el ámbito de la producción hacia el de la distribución y el de la circulación.

Galasso afirma que la trayectoria de la socialdemocracia europea en el período del imperialismo expresa con claridad el contenido del desplazamiento mencionado en el punto anterior. "Así, el gran ideal socialista se reduce a la obtención de mejoras económicas y sociales inmediatas, dentro del capitalismo, circunstancia que sólo será posible merced al carácter imperialista que ha tomado ese capitalismo. (...) La huelga revolucionaria y la insurrección popular son reemplazadas por la sesuda polémica parlamentaria." (p. 39). El imperialismo vuelve, pues, reformistas a los trabajadores, y nacionalistas a los socialistas en los países centrales.

Si se acepta el esquema expuesto en los párrafos anteriores, se está en condiciones de efectuar una transformación "radical" en el socialismo. Como era de esperarse, Galasso pone manos a la obra. En la nota siguiente seguiremos a nuestro autor en esta ardua tarea.

Buenos Aires, miércoles 22 de junio de 2011

NOTAS:

(1) Hemos empleado la siguiente edición de la obra: Galasso, Norberto. (2010).
¿Qué es el socialismo nacional? Rosario: Germinal Ediciones. La 1° edición de la obra es de 1973. El texto fue redactado entre marzo y octubre de 1973.

(2) Por ejemplo, su descripción de la dialéctica hegeliana como tesis, antítesis y síntesis (p. 21), o la frase final del capítulo, en la que se proclama la situación agónica de la burguesía (p. 28).

(3) Salvo un pasaje en la p. 36, donde menciona "la pequeña empresa capitalista y del empresario individual, ascético e individualista."

(4) En rigor, Galasso también hace referencia a la producción de plusvalía (p. 23), pero se trata de una mención secundaria, tal como demostraremos en las páginas siguientes.