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viernes, 16 de octubre de 2020

EPISTEMOLOGÍA DE LAS CIENCIAS SOCIALES CURSO 2020 – CLASE N° 10: CONCEPCIÓN NATURALISTA-EMPIRISTA

 


“Es verdad que, mientras no hacía otra cosa que considerar

las costumbres de las demás personas, no encontraba en ellas

casi nada seguro, y hallaba en ellas casi tanta diversidad como

había encontrado antes entre las opiniones de los filósofos. “

René Descartes (1596-1650), filósofo francés.

 

Bienvenidas y bienvenidos a la décima clase del curso.

Nuestro encuentro de hoy estará dedicado al artículo del profesor Pardo, “El desafío de las ciencias sociales” [1], cuyo análisis fue iniciado en la clase anterior. Además, comenzaremos el estudio del artículo “La teoría de la ideología”. [2]

Vayamos ahora al contenido de la clase propiamente dicha.


En nuestro encuentro anterior examinamos algunos aspectos de la CNE de las CS. Esa concepción predominó en el siglo XX, a punto tal que fue denominada concepción estándar de las CS. [3] Eso significa que las diferentes teorías de la economía, de la sociología, de la ciencia política, etc., se basaron en los supuestos epistemológicos de dicha concepción. En otras palabras, esas teorías pensaron la sociedad desde la concepción estándar. Por supuesto, hubo perspectivas diferentes, siendo el marxismo un ejemplo de estas últimas.

La CNE presenta una serie de inconvenientes, que fueron advertidos rápidamente por muchos científicos sociales. El primero de los problemas de la CNE radica en la separación entre el científico y su objeto de estudio (en este caso, la sociedad). La dificultad radica en que un economista, un sociólogo, etc., forma parte de la sociedad que estudia, forma parte de su objeto de estudio. Si esto es así, ¿cómo puede escindirse en una persona que vive en una sociedad determinada, por un lado, y en un científico social que estudia dicha sociedad por el otro?

La cuestión planteada en el interrogante anterior se vuelve más compleja si se tiene en cuenta que los científicos sociales producen conocimiento en el marco de una sociedad dividida en clases sociales que tienen intereses opuestos, antagónicos. Dicho en forma esquemática, el capitalismo es una forma de organización social que posee las siguientes características: un grupo de personas, los capitalistas, concentra la propiedad de los medios de producción, en tanto que otro grupo de personas, los trabajadores (cuyo número es mucho mayor que el de los capitalistas) se ve obligado a trabajar para los primeros y así obtener en forma de salario el dinero necesario para comprar las mercancías que requiere para vivir. En otras palabras, empresarios y trabajadores viven de modo diferente y, además, tienen intereses antagónicos, más allá de los diferentes tipos de acuerdos que tengan en momentos determinados. Sé que esto es extremadamente esquemático, pero se trata de una presentación general del problema.

Veamos un ejemplo para ilustrar lo anterior. Supongamos que un economista elabora una teoría sobre el salario, en la que sostiene que es preciso reducir los ingresos de los asalariados para mejorar la competitividad de la economía. Esa teoría puede estar apoyada en pruebas empíricas, puede estar expresada en fórmulas matemáticas. Como es de esperarse, será aceptada por los empresarios, que suelen ver con buenos ojos una rebaja de los salarios. Sin embargo, los trabajadores asalariados la rechazarán, por ir en contra de sus intereses. Por más pruebas científicas que presente el economista, los trabajadores considerarán a su teoría como una expresión de los intereses del empresariado. Como puede verse, pasamos del terreno científico al político.

Dejo aquí el ejemplo, cuya única finalidad es presentar una de las dificultades implicadas en la CNE de las CS: el rechazo del carácter político de las CS. Si vivimos en una sociedad contradictoria y desigual, ¿por qué podríamos tener CS neutrales frente a esas contradicciones y desigualdades?

La crítica anterior a la CNE fue desarrollada, entre otros, por Karl Marx (1818-1883, sobre todo en su obra El capital (1867), donde discute los fundamentos de la economía política. El profesor Pardo, por su parte, menciona otra de las críticas a la CNE, cuya expresión fue la llamada reacción comprensivista. [4] 

Los comprensivistas, cuyos principales exponentes son los sociólogos Max Weber (1864-1920) y Alfred Schütz (1899-1959) defendieron la existencia de una distinción fundamental entre CN y CS. Mientras que en las primeras los científicos podían abordar a su objeto de estudio como algo ajeno (algo exterior a ellos), en las CS los científicos no podían separarse de su objeto. Mientras que para los positivistas (una de las variantes de la CNE) las CN y las CS formaban parte de un continuum, los comprensivistas sostenían la existencia de una separación radical entre ambos tipos de ciencia. Esta separación pasaba no sólo por la diferente posición del científico respecto al objeto de estudio en unas y otras, sino también por los métodos que debían utilizar los científicos naturales y los científicos sociales.

El profesor Pardo resume los rasgos característicos del comprensivismo en la página 114. Allí define la noción de comprensión:

“«Conocer» en ciencias sociales ya no será subsumir – desde la objetividad – fenómenos particulares mediante leyes (explicar), sino «comprender»: esto es, desocultar significados, alcanzar – desde la propia subjetividad del intérprete – la subjetividad del actor social. El conocimiento de las ciencias sociales posee, entonces, un ineludible componente de empatía: se trata de desentrañar los propósitos e intenciones del otro; algo así como acceder al alma del otro. Sólo así sería posible entender el proceso social.”

Aquí es necesario tener presente dos cosas: en primer lugar, el comprensivismo fue minoritario dentro de las CS, pues la corriente mayoritaria en el siglo XX siguió adhiriendo a los postulados de la CNE. En segundo lugar, desde el principio el comprensivismo fue criticado por subjetivismo o psicologismo. El profesor Pardo explica así esta última cuestión:

“El problema de la concepción naturalista-empirista radicaba en la desmedida pretensión metodológica de un punto de partida objetivo que permitiera la formulación de leyes generales explicativas. La particular dificultad de las ciencias sociales de establecer leyes de ese tipo derivaba, por un lado, en la afirmación de una esencial inferioridad de éstas en comparación con las disciplinas físico-matemáticas («ciencias blandas», «ciencias duras»); y por otro, en una descripción del quehacer del científico social que no hace justicia de la especificidad de su labor: hacer ciencias sociales no es sólo una actividad explicativa, o al menos mediante esta actividad no se da cuenta totalmente de la tarea llevada a cabo en una investigación social. Ahora bien, si la concepción estándar peca de reduccionismo, la visión comprensivista lo hace de psicologismo y, por ende, de subjetivismo. ¿Qué significa esto? Que, en la medida en que la comprensión – modo de conocimiento propio de las ciencias sociales – es concebida como empatía, vale decir, como acceso al pensamiento o a la mente del autor, no es controlable científicamente. ¿Cómo sería posible establecer – con ciertos criterios de cientificidad – lo que ocurre en la mente de otra persona? Si comprender es recrear en la subjetividad del investigador las intenciones, los sentimientos y los propósitos del otro, en tanto objeto de estudio, es inevitable la objeción de psicologismo y de subjetividad a-metodológica y, por tanto, a-científica.” [5]

Los partidarios de la concepción estándar atacaron al comprensivismo y mantuvieron sus posiciones hegemónicas en las CS. A despecho de las críticas de marxistas y comprensivistas [6], la CNE siguió proveyendo a los científicos sociales de fundamentos epistemológicos para sus teorías. Sin embargo, los comprensivistas no permanecieron quietos. En la segunda mitad del siglo XX elaboraron un método que reforzaba la objetividad de la comprensión: ese método fue la hermenéutica.

 

El profesor Pardo describe la hermenéutica en el tercer apartado de su artículo [7] el desarrollo de la incorporación de la hermenéutica a las CS. Hay que tener presente que la hermenéutica se originó como una disciplina externa a las CS. En rigor, surgió como método para la interpretación de los libros sagrados de la religión y de allí pasó al estudio de los textos literarios. Fueron dos filósofos, el alemán Hans-Georg Gadamer (1900-2002) y el francés Paul Ricoeur (1913-2005), quienes desarrollaron la aplicación de este método a las CS.

La idea central de los hermeneutas consiste en dotar de bases objetivas a la interpretación de los motivos de la acción de los individuos. Para ello recurren a los instrumentos forjados en el marco de la interpretación del sentido de los textos literarios. De ese modo intentan eliminar los factores subjetivos del proceso de comprensión. Pardo resume así la posición de los hermeneutas:

“Afirmar el carácter interpretativo de todo conocimiento implica, en primer lugar, reconocer que a esa supuesta primera relación de sujeto-objeto en la que se asienta la «objetividad» la antecede otra más originaria: la ligazón del ser humano con un mundo, con una tradición. Y esa relación previa a la subjetivación, suelo ineludible de todo posible teorizar, es lo que en la hermenéutica se denomina pertenencia. Entonces no sólo las ciencias sociales estarán determinadas por ese círculo entre el intérprete y el objeto, sino que el conocimiento todo se mueve dentro de una cierta circularidad: al fin y al cabo, siempre hablamos «desde» algún lugar.” [8]

El profesor Pardo sostiene que las nociones de tradición y pertenencia son fundamentales para la entender los aportes de la hermenéutica al comprensivismo. Desde esta perspectiva, la sociedad es concebida como una “comunidad de prejuicios condicionantes” [9]; si se acepta esto, es inaceptable la CNE, pues resulta imposible fundamental la objetividad, dado que el propio científico pertenece a esa “comunidad”.

No es preciso proseguir con esta cuestión. Los que están interesados en profundizar el tema de la hermenéutica pueden consultar la bibliografía mencionada en el artículo del profesor Pardo. [10]

Antes de concluir el análisis del texto de Pardo quiero indicar la importancia de los ejes problemáticos señalados al principio del artículo. [11] Se trata de ejes en torno a los cuales gira el debate epistemológico en las CS: el objeto de estudio, el método y el estatus epistemológico. Ya hemos hablado de los dos primeros ejes; respecto a la cuestión del estatus epistemológico, muchas personas piensan que las CS no son ciencias: tal es la influencia de la CNE. En este punto cabe situar el debate entre la CNE y el comprensivismo (hay que agregar a los marxistas, con una posición diferente a las de los otros dos contendientes). Repito algo que ya hemos dicho, desde el punto de vista de la CNE, las CS sólo pueden ser ciencias en la medida en que acepten los postulados naturalistas-empiristas.

Sobre el final del artículo, el profesor Pardo enumera los rasgos del escenario posnaturalista y posempirista [12], esto es, de las corrientes que cuestionaron a la CNE a partir de la década de 1960. La descripción de cada rasgo es precisa en el texto, así que no es necesario repetirla aquí. Pero resulta conveniente prestar atención a alguno de esos rasgos: en primer lugar, el giro lingüístico:

“Con esta denominación volvemos a referirnos al cambio fundamental que reviste la consideración del lenguaje, el cual ya no es comprendido al modo de un medio de comunicación, de un mero instrumento para intermediar la relación del hombre con las cosas, sino como «materia prima del mundo social», esto es, como horizonte último de la inteligibilidad de los procesos históricos y sociales. La realidad social y, a la vez, el hombre mismo, su racionalidad, son lenguaje.” [13]

En segundo lugar, el supuesto hermenéutico, que implica una ruptura con el empirismo propio de la CNE. Si se acepta este supuesto: “La tarea de las ciencias sociales es interpretar una realidad que ya ha sido interpretada por otros, por los actores sociales. A esto suele hacerse referencia con el concepto de doble hermenéutica.” [14]

Por último, está la pertenencia del intérprete a una tradición, es decir, a una comunidad de sentido aceptada por el conjunto de los individuos que viven en una sociedad determinada, incluyendo en este conjunto a los científicos sociales. Esta pertenencia es previa a toda práctica que busca la objetividad.

Luego del análisis del texto de Pardo tenemos que pasar a mi texto sobre la ideología. Para no hacer demasiado extensa a esta clase voy a limitarme a presentar la estructura de este último artículo, cuyo examen concluirá la clase siguiente.

El artículo sobre ideología tiene el objetivo de plantear los alcances de la objetividad en las CS. Recordemos que la CNE concibe a la objetividad como toma de distancia, como distanciamiento respecto al objeto de estudio. La puesta en práctica del distanciamiento implica que el científico está obligado a desechar sus supuestos previos sobre el hecho o los hechos que está estudiando (sus teorías, sus prejuicios, su ideología, etc.), dedicándose a recopilar y examinar los hechos “desnudos” (insisto, dejando de lado todo marco conceptual anterior a ese examen de los hechos).

La teoría de la ideología permite discutir esta noción de objetividad. Mediante dicha teoría es posible establecer los límites de la objetividad en las CS o, todavía mejor, las características que asume la objetividad en las CS. No se trata de rechazar toda noción de objetividad y convertir así a las CS en un lugar donde se puede decir cualquier cosa. Nada de eso. La teoría de la ideología permite comprender los alcances de nuestra objetividad como científicos sociales. Ya veremos esto con más detalle.

Desde el punto de vista de su estructura, el artículo se divide en tres partes: a) presentación de la teoría de la ideología y su relación con la cuestión de la objetividad [15]; b) ejemplos de teorías de la ideología. Esta parte, la más extensa del texto, está dedicada a la descripción de algunas de las teorías de la ideología. En ella desfilan los “ideólogos”, la teoría de la falsa conciencia (Marx y Engels), la teoría del fetichismo de la mercancía (Marx), la teoría de las prenociones (Durkheim) [16]; c) una síntesis en la que se desarrolla la relación entre ideología y objetividad en las CS. [17]

En la próxima clase trataremos los contenidos del artículo, en especial las teorías de la ideología de Marx.

Como les digo siempre, agradezco mucho su atención.

 

Villa del Parque, viernes 16 de octubre de 2020


ABREVIATURAS:

CN = Ciencias naturales / CNE = Concepción naturalista–empirista / CS = Ciencias sociales / NH = Naturaleza humana / SH = Seres humanos


NOTAS:

[1] Pardo, R. (2012), “El desafío de las ciencias sociales: desde el naturalismo a la hermenéutica”, en Palma, H. y Pardo, R. (edit.) (2012), Epistemología de las ciencias sociales. Perspectivas y problemas de las representaciones científicas de lo social, Buenos Aires, Biblos. (pp. 103-126).

[2] Mayo, A. (2012), “La teoría de la ideología”, en Palma, H. y Pardo, R. (edit.) (2012), Epistemología de las ciencias sociales. Perspectivas y problemas de las representaciones científicas de lo social, Buenos Aires, Biblos. (pp. 223-247).

[3] El profesor Pardo menciona a la concepción estándar en la pág.108 del artículo que estamos trabajando. Lamentablemente carecemos de tiempo para mencionar las corrientes teóricas agrupadas bajo ese término (y mucho menos para analizarlas). Basta decir que la sociología empírica estadounidense, adhirió a los supuestos de la concepción estándar.

[4] Pardo, op. cit., pp. 112-115.

[5] Pardo, op. cit., p. 115.

[6] Como ya indicamos en repetidas oportunidades, el marxismo constituyó desde sus orígenes una alternativa al modelo de CS desarrollado desde la Revolución Industrial. En este sentido, su planteo epistemológico difiere esencialmente de los postulados de la CNE y del comprensivismo. Más adelante proporcionaremos algunos elementos para entender las diferencias entre el marxismo y las otras corrientes epistemológicas.

[7] Pardo, op. cit., pp. 115-121.

[8] Pardo, op. cit., p. 118-119.

[9] Pardo, op. cit., p. 119.

[10] Respecto al comprensivismo, pueden consultar: Mayo, A. (2013). Ficha de lectura. Alfred Schütz: «El sentido común y la interpretación científica de la acción humana» (1953). Blog Miseria de la Sociología: 11/07/2013.

[11] Pardo, op. cit., p. 105-106.

[12] Pardo, op. cit., pp. 121-124.

[13] Pardo, op. cit., p. 121.

[14] Pardo, op. cit., p. 123.

[15] Mayo, “La teoría de la ideología”, op. cit., pp. 223-226.

[16] Mayo, “La teoría de la ideología”, op. cit., pp. 226-241

[17] Mayo, “La teoría de la ideología”, op. cit., pp. 241-247.


viernes, 9 de octubre de 2020

EPISTEMOLOGÍA DE LAS CIENCIAS SOCIALES CURSO 2020 – CLASE N° 9: CONCEPCIÓN NATURALISTA-EMPIRISTA

 

“[La razón] debe obligar a la naturaleza a responder a sus preguntas,

más no debe dejarse conducir por ella como si fuera llevada del cabestro.”

Immanuel Kant (1724-1804)

 


Bienvenidas y bienvenidos a la novena clase del curso.

Nuestro encuentro de hoy girará en torno al artículo del profesor Pardo, “El desafío de las ciencias sociales” [1]; nos dedicaremos a examinar el origen y desarrollo de las ciencias sociales. Desde el punto de vista histórico es la continuación del tema del encuentro pasado, la filosofía política.

Vayamos ahora al contenido de la clase propiamente dicha.


Las CS modernas surgieron entre los siglos XVIII y XIX. Su desarrollo está ligado de modo inseparable a la expansión del capitalismo. Esta forma de organización social experimentó un desarrollo exponencial a partir de la primera Revolución Industrial (cuyos orígenes se dieron en Inglaterra, de 1760 en adelante). En el transcurso de un siglo casi todos los territorios del planeta quedaron comprendidos bajo la economía capitalista; ninguna otra organización social en la historia había experimentado una expansión semejante.

El capitalismo constituye una forma de organización de la producción radicalmente distinta a las anteriores (por ejemplo, el feudalismo); a diferencia de otras clases dominantes a lo largo de la historia, la burguesía se involucró directamente en el proceso productivo; el empresario capitalista organiza y controla dicho proceso. Todo esto hizo que las cuestiones económicas adquirieran una relevancia fundamental bajo el capitalismo. No tiene nada de extraño, pues, que la economía política fuera la primera CS moderna. [2] En el siglo XIX, los problemas de la transición del feudalismo al capitalismo y los conflictos entre capitalistas y trabajadores dieron origen a la sociología. Posteriormente, el proceso de conquista y colonización por las potencias europeas de África, Asia y Oceanía tuvo como una de sus consecuencias el surgimiento de la antropología. Por último, la expansión del derecho de voto hizo que apareciera la ciencia política en el sentido moderno del término. [3]

Las nuevas CS (“nuevas” con relación a su ilustre antepasado, la filosofía política) adoptaron en sus comienzos el método (y ciertas ideas sobre el funcionamiento del mundo) de las ciencias naturales. No hay nada de extraño en esta elección: a fines del siglo XVIII, cuando surgió la economía política, los éxitos de la física eran notables; por ejemplo, los físicos podían predecir con exactitud la posición y las características de un planeta desconocido por los astrónomos a partir de las perturbaciones en el movimiento de otros cuerpos celestes ya conocidos. [4]

Las CN ofrecían, pues, un modelo atractivo para las flamantes CS: la observación objetiva de los hechos permitía derivar de ellos, aplicando la inducción, leyes a partir de las cuales podían derivarse, a su vez, predicciones sobre el comportamiento de los objetos estudiados. A esto hay que sumarle que las CN cumplían (o parecían cumplir) uno de los ideales de la Modernidad, el llamado a priori matemático: las relaciones entre los diversos objetos y fenómenos podían expresarse (y explicarse) en términos matemáticos. [5]

Los científicos sociales procuraron adoptar para sí los métodos (y aún las metáforas y conceptos) de las CN. [6] Por ejemplo, el filósofo y sociólogo francés Auguste Comte (1798-1857), quien acuñó el término “sociología”, pensaba que la ciencia de la sociedad tenía que denominarse “física social” y la concebía como una aplicación a la sociedad de las leyes y métodos de la física.

La influencia de las CN sobre las CS no se ejerció únicamente a través de la física; la biología, que experimentó un auge notable en el siglo XIX [7], fue tomada como modelo por varios científicos sociales. Herbert Spencer (1820-1903), sociólogo inglés de enorme influencia en su época, utilizó una adaptación de la teoría de la evolución para explicar el desarrollo de las sociedades. Por su parte, Emile Durkheim (1858-1917), sociólogo francés, utilizó la metáfora del organismo para describir la estructura de la sociedad.

Resulta innecesario multiplicar los ejemplos de influencia de las CN sobre las CS. El clima cultural de la época, hegemonizado por el positivismo, consideraba que la física y la biología eran las CIENCIAS con mayúsculas. Los primeros científicos sociales se encontraron ante la disyuntiva de: o adoptar los métodos de las CN o ser catalogados como ensayistas y/o charlatanes. Para comprender mejor esa situación basta con mencionar una situación conocida por muchos de ustedes: cuando le comentan a alguien que estudian “ciencias sociales” (no importa cuál de ellas), esa persona se encoge de hombros y los mira con compasión. Para la mayoría de las personas las CS son una especie de charla de café con algo más de sofisticación. Si bien hay que reconocer que los científicos sociales contribuimos a que las personas tengan esa imagen de nosotros (estudiamos muchas veces cuestiones absolutamente irrelevantes con conceptos igualmente irrelevantes), también es cierto que las CN siguen siendo el modelo de CIENCIA (con mayúsculas) en la actualidad.

El profesor Pardo describe los rasgos principales de las CS, tal como se desarrollaron en el siglo XIX bajo la influencia de las CN, y denomina concepción naturalista-empirista al modelo dominante en dichas ciencias. [8] No voy a ahondar en la cuestión, pues remito a lo expuesto por Pardo. Sin embargo, conviene detenerse en algunos puntos del texto.

Varias clases atrás nos referimos a la relación entre la Modernidad y el capitalismo. Más concretamente, el desarrollo de la producción mercantil (las cosas se producen para ser vendidas en el mercado) y del mercado mundial, la acumulación de capital en manos de la burguesía, la Revolución Industrial y el surgimiento de la fábrica, fueron procesos que modificaron la percepción del mundo y de la sociedad por las personas. En la primera parte de este curso examinamos la influencia de estos factores en la Revolución Científica (así como también el modo en que esta última modificó nuestra forma de ver el mundo).

El profesor Pardo inicia su análisis de la CNE planteando la relación entre las CS y el proyecto filosófico de la Modernidad.

“Según éste [el proyecto de la Modernidad], debe procurarse trasladar ese progreso tan vertiginoso como impresionante que han experimentado las ciencias naturales desde la revolución científica de los siglos XVI y XVII al ámbito del conocimiento y control del mundo social.” [9]

Conviene agregar que se trata del proyecto filosófico del capitalismo, esa forma de organización social que modificó dramáticamente la vida de las personas. Dicho de otro modo, el proyecto de las CS es el capitalismo, su consolidación y expansión. Todas las CS que surgieron entre los siglos XVIII y XX tuvieron como objetivo solucionar los problemas derivados de la transición del feudalismo al capitalismo, fortalecer el orden político y social capitalista y construir representaciones y subjetividades acorde con dicho orden. Es por eso por lo que no puede ubicarse al marxismo (o materialismo histórico) dentro del corpus de las CS, pues aquél se plantea como objetivo la superación radical de la sociedad capitalista. Si bien desarrollaremos esta cuestión en la próxima clase, quería dejar indicado este punto, pues permite comprender mejor los rasgos específicos de las CS.

El profesor Pardo enumera y describe las características de la CNE en las páginas 109-112 de su artículo. Si bien no voy a hacer un examen de cada una de ellas, considero necesario enfatizar un par de temas que aparecen en dicha enumeración.

En primer lugar, la cuestión del supuesto naturalista, es decir, el estudiar a la sociedad del mismo modo que las CN tratan a la naturaleza. El núcleo del supuesto reside en la frase “consiste en homologar el mundo social al físico, entendiendo a ambos como estructuras invariantes en las que es posible encontrar regularidades empíricas”. [10] No podemos discutir aquí la medida en qué este supuesto es válido para el mundo físico; sí corresponde indicar que de ningún modo puede considerarse a la sociedad como una “estructura invariante”. El desarrollo de las fuerzas productivas y las consiguientes transformaciones en las relaciones sociales, en las instituciones y en las representaciones, hacen que “todo lo sólido se desvanezca en el aire”. [11]

Pero los problemas con el supuesto naturalista no terminan allí. No se trata únicamente de que el objeto de estudio (la sociedad) permanezca invariante. El supuesto implica afirmar que los SH son un objeto pasivo, en el sentido de que sus conductas y sus relaciones no se ven modificadas por el conocimiento de esas mismas conductas y relaciones. Dicho de otro modo, las personas reaccionan frente a las teorías sociales, las adoptan y modifican a su antojo, en función de sus propios intereses; las personas comunes y silvestres también elaboran explicaciones sobre su sociedad y, muchas veces, esas explicaciones tienen más influencia que las teorías de los economistas y los sociólogos. En otras palabras, la idea de un objeto pasivo que se deja estudiar por los científicos sociales resulta cómoda para estos últimos, pues parece ponerlos por encima de los conflictos sociales y, de ese modo, les permite intervenir en ellos como si se tratara de sujetos neutrales.

En un sentido más general, la adopción del supuesto naturalista implica la alineación de las CS con el capitalismo. Los científicos sociales se “alejan” del conflicto social para poder intervenir en él desde la perspectiva de la clase dominante. Esta cuestión, que aquí sólo podemos esbozar, se encuentra ligada al segundo punto de la enumeración: el reduccionismo cientificista [12] Este principio supone que el conocimiento científico es la única forma válida de conocimiento. ¿De dónde proviene esta validez? Del supuesto de que los científicos sociales proceden del mismo modo que los científicos naturales, es decir, tomando distancia, separándose del objeto de estudio.

La separación del objeto de estudio (la sociedad, los distintos grupos humanos, las relaciones entre éstos) implica que el científico social no toma partida por ninguna de las partes en conflicto en la sociedad, sino que se limita a emitir un dictamen científico para cada situación. Ese dictamen es “racional”, es “científico” porque resulta de la mencionada toma de distancia. Sin embargo, y esto es algo que intentaremos demostrar en la próxima clase, esa separación no es otra cosa que la aceptación de la ideología de la clase dominante. Por ejemplo, cuando los economistas hablan de productividad, siempre la consideran desde la perspectiva del empresario (del capital) y no de la fuerza de trabajo (los trabajadores).

Lo que acabamos de decir se ve claramente en el séptimo principio, la objetividad. El profesor Pardo señala lo siguiente: “Por objetividad debe entenderse la capacidad del sujeto de elevarse por sobre todo condicionamiento histórico y subjetivo y tomar la distancia respecto del objeto a conocer, como para adoptar el punto de vista de un observador neutral.” [13]

Ahora bien, ningún científico social puede estar por encima de “todo condicionamiento histórico y subjetivo”. Esa es una idea ideológica, si se me permite la expresión. Tanto la filosofía política como las ciencias sociales se construyeron tomando posición en los conflictos sociales de cada época. Pero ya trataremos esta cuestión en la próxima clase.

Concluyo aquí para no excederme en la extensión. En nuestro próximo encuentra concluiré la revisión del texto de Pardo y comenzaremos el análisis del artículo sobre la ideología. [14]

Intercalo a continuación algunas consultas (y mis respuestas) formuladas por estudiantes durante el primer cuatrimestre de este año. Me parece que les pueden resultar de utilidad para la mejor comprensión de los temas que venimos trabajando.


Preguntas, respuestas, intercambios varios:

¿Puede ser que el uso político-ideológico de la NH esté relacionado con la manipulación, justificación y aceptación de la condición del SH en la edad clásica, así como también en la era moderna, obviamente relacionado con las desigualdades?

El profesor Palma apunta en su artículo [15] a los usos ideológicos de la concepción de la NH. Esto significa que la filosofía política desarrolló una teoría de las características que nos definen como SH, cuyo objetivo central era justificar las relaciones de poder imperantes en la sociedad. Por ejemplo: en una organización social esclavista (basada en el trabajo de los esclavos), los filósofos defendían la idea de que los SH eran desiguales. O sea, los hombres libres eran los únicos capacitados para ser autónomos (no depender de nadie) y, por ende, podían mandar sobre los demás. En cambio, los esclavos estaban incapacitados para ser autónomos. La naturaleza de los hombres libres y los esclavos era diferente. Recuerden, en este sentido, nuestro análisis del argumento de Aristóteles (384-322 a. c.) en defensa de la esclavitud. [16] Palma presenta la cuestión en las páginas 184-185 de su artículo. Allí encontrarán un mejor desarrollo del tema.

Quería consultarle una duda surgida sobre la pregunta 1. Al desarrollar los usos político-ideológicos de la naturaleza humana, ¿debemos abarcar desde la antigua Grecia hasta Marx?

La primera pregunta del parcial [me refiero al parcial que tomé durante el primer cuatrimestre] está centrada en la descripción de los usos políticos de la concepción de la NH. Una forma de responder puede ser la siguiente: en primer lugar, se puede explicar en general el uso de la noción de NH por los filósofos políticos. Palma desarrolla esto en las páginas 184-185 del artículo. Luego de aclarar esto, el paso siguiente para redondear la respuesta puede consistir en explicar un uso político concreto de la noción de NH, es decir, tomar el ejemplo de Aristóteles o el de Hobbes (1588-1679). No me parece conveniente describir las teorías de ambos porque esto implicaría extender demasiado la respuesta. Por supuesto, se trata de una sugerencia.

Comencé a hacer el parcial y me surgió una duda. Necesitaría en lo posible que me oriente en la primera pregunta. No entiendo a qué se refiere cuando dice: "describa los usos político-ideológicos de la noción de NH", ¿se refiere a las afirmaciones/ideas/pensamientos sobre la noción de naturaleza humana de los filósofos políticos (mencionados en el capítulo) a lo largo de la historia? 

Le pido perdón si repito cosas ya dichas. Pero en temas de parciales es preferible la repetición en la medida en que sirva para comprender lo pedido. Paso a contestar. En el punto 1 del examen se hace referencia al modo en que la concepción de la NH fue empleada en un sentido político-ideológico, con el objetivo de legitimar una forma determinada de orden social (por ejemplo, el feudalismo) o para luchar contra ella (es el caso de Rousseau y su enfrentamiento contra el Antiguo Régimen). Una forma de responder a la cuestión es comenzar describiendo los rasgos generales de la concepción de la NH, desarrollados por Palma en las páginas 184-185 de su artículo, y luego continuar con la descripción de uno de los ejemplos de uso político-ideológico de la NH (Aristóteles, Hobbes, etc.).

  

Villa del Parque, viernes 9 de octubre de 2020


ABREVIATURAS:

CN = Ciencias naturales / CNE = Concepción naturalista–empirista / CS = Ciencias sociales / NH = Naturaleza humana / SH = Seres humanos


NOTAS:

[1] Pardo, R. (2012), “El desafío de las ciencias sociales: desde el naturalismo a la hermenéutica”, en Palma, H. y Pardo, R. (edit.) (2012), Epistemología de las ciencias sociales. Perspectivas y problemas de las representaciones científicas de lo social, Buenos Aires, Biblos. (pp. 103-126).

[2] Los historiadores de las ciencias sociales consideran que la obra La riqueza de las naciones (1776) del economista escocés Adam Smith (1723-1790) marca el nacimiento de la economía política moderna. Utilizo el término economía política para designar a la nueva ciencia porque era el término empleado por los primeros economistas y porque permite acentuar la ligazón entre economía y política. Algunos autores, entre los que se destaca el sociólogo argentino Juan Carlos Portantiero (1934-2007), afirman que la primera ciencia social moderna fue la ciencia política, cuyo desarrollo arranca con el filósofo italiano Maquiavelo (1469-1527).

[3] Esta enumeración es incompleta y tiene una finalidad ilustrativa. La lista de ciencias sociales es más extensa y no podemos tratarla aquí, pues no disponemos de tiempo suficiente ni es un tema central en la cursada. De todos modos, en la clase próxima dedicaremos tiempo a presentar algunos rasgos fundamentales del marxismo, que se erigió en alternativa al modelo de ciencias sociales dominante en el siglo XIX.

[4] Me refiero aquí al descubrimiento del planeta Urano (1846), cuya existencia había sido establecida por matemáticos y físicos a partir de los datos de las órbitas de los planetas Júpiter, Saturno y Neptuno, que no se comportaban de acuerdo con lo esperado por las leyes de Kepler (1571-1630) y Newton (1643-1727). Los interesados en este tema pueden consultar la Wikipedia (artículos Neptuno y Urano).

[5] Para una presentación del método inductivo, consultar: Pardo, R. (2012), “La verdad como método: La concepción heredada y la ciencia como producto”, en Palma, H. y Pardo, R. (edit.) (2012), Epistemología de las ciencias sociales. Perspectivas y problemas de las representaciones científicas de lo social, Buenos Aires, Biblos. (pp. 51-55). Para una descripción de los fundamentos filosóficos de la Modernidad, entre los que se encuentra el a priori matemático, consultar: Pardo, R. (2012), “La invención de la ciencia: La constitución de la cultura occidental a través del conocimiento científico”, en Palma, H. y Pardo, R. (edit.) (2012), Epistemología de las ciencias sociales. Perspectivas y problemas de las representaciones científicas de lo social, Buenos Aires, Biblos. (pp. 35-38).

[6] En este curso, a diferencia de otros anteriores, no dedicamos espacio al estudio del uso de la metáfora en las ciencias. El estudiante interesado en el tema puede consultar: Palma, H. (2018), “Ciencia y metáforas. Crítica de una razón incestuosa”, en Palma, H. (2018) (edit.) Conexiones y fronteras. Desafíos filosóficos de las ciencias sociales en el siglo XXI, Buenos Aires, Biblos, 2018, pp. 201-226.

[7] La biología moderna surgió en 1859, con la publicación del libro El origen de las especies, del naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882). Su influencia sobre las CS fue enorme.

[8] Ver Pardo, “El desafío de las ciencias sociales”, pp. 107-112.

[9] Pardo, op. cit., p. 107.

[10] Pardo, op. cit., p. 109.

[11] La frase es de Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895), y aparece en el Manifiesto Comunista (1848).

[12] Pardo, op. cit., p. 109.

[13] Pardo, op. cit., p. 111.

[14] Mayo, A. (2012), “La teoría de la ideología”, en Palma, H. y Pardo, R. (edit.) (2012), Epistemología de las ciencias sociales. Perspectivas y problemas de las representaciones científicas de lo social, Buenos Aires, Biblos.

[15] Palma, H. (2012), “El problema de la “naturaleza humana” en los estudios sobre la sociedad”, en Palma, H. y Pardo, R. (edit.), Epistemología de las ciencias sociales. Perspectivas y problemas de las representaciones científicas de lo social. Buenos Aires: Biblos(pp. 177-222).

[16] Ver la clase N° 7, Miseria de la Sociología, viernes 25 de septiembre de 2020.

jueves, 5 de abril de 2018

POSITIVISMO Y HERMENÉUTICA EN LAS CIENCIAS SOCIALES: NOTAS SOBRE UN ARTÍCULO DE PINTO




Julio Pinto, actual profesor Consulto y Profesor Asociado regular de la Materia Fundamentos de Ciencia Política en la Carrera de Ciencia Política de la UBA, es autor del artículo “El aporte de la hermenéutica filosófica al debate epistemológico de las ciencias sociales”, publicado en la revista POSTData, núm. 3-4, agosto de 1998, pp. 19-37.

El título es un tanto engañoso, pues alude a las Ciencias Sociales (CS a partir de aquí) pero, en rigor, se concentra en la Ciencia Política (CP a partir de aquí).

El artículo se divide en tres apartados: 1) El nacimiento de las ciencias sociales y su identificación con el positivismo (pp. 19-23); 2) La creciente vigencia del paradigma hermenéutico en las ciencias sociales (pp. 24-33); 3) Conclusiones (pp. 33-37).

El presente texto es una ficha de lectura del artículo de Pinto. Por ello, me ciño al desarrollo realizado por el autor. Sólo por excepción formulo comentarios de mi autoría.


1] Ciencias Sociales y Positivismo:

Las Ciencias Sociales (CS a partir de aquí) surgieron institucionalmente en el siglo XIX. Desde su origen, estuvieron fuertemente influenciadas por la filosofía y el método de las CN (CN a partir de aquí).

Auguste Comte (1798-1857) sacralizó el método científico [el de las CN], afirmando que su utilización permitiría eliminar todos los males sociales. Considera a la sociología como la cumbre de las ciencias, como la legítima reemplazante de la teología. “El carisma de la razón desplaza al carisma de la tradición; el método científico a la creencia religiosa como fuente de legitimidad de la dominación política.” (p. 20). [1]

Pinto ubica la concepción comteana en el marco del proceso de “creciente secularización de las sociedades occidentales” (p. 19). Dicho en otros términos, “la fe en que la ciencia provee los medios necesarios para un progreso ilimitado de la humanidad pasa a ser el más fuerte elemento de legitimación política en las incipientes democracias liberales.” (p. 19). En Gran Bretaña, EE.UU. y Francia, “la filosofía positiva y la praxis política se identifican totalmente. El Estado racional moderno, el mercado y la ciencia, están en ellas fuertemente vinculadas entre sí, siendo esa interacción sistémica la que da su pujante dinámica a esas sociedades nacionales.” (p. 19).

El positivismo de Comte parte del reconocimiento del isomorfismo entre los objetos de estudio de la biología y las CS. Los procesos de evolución y cambio son análogos en el organismo humano y en el organismo social. De este modo, el mecanicismo y el organicismo se constituyen en pilares de las CS.

El sometimiento de la sociología a las CN se hace especialmente patente en la obra de Talcott Parsons (1902-1979), quien desarrolló el estructural-funcionalismo en base a la perspectiva filosófica del positivismo. Parsons ejerció una enorme influencia sobre las CS de mediados del siglo XX.

El organicismo comteano se actualiza en la obra de Parsons por medio del concepto de sistema social, que se regula a sí mismo a través de procesos homeostáticos (equilibrio con el medio ambiente).

La CP se identificó desde sus orígenes con el paradigma positivista. Surgió como disciplina autónoma a través de la revolución conductista y asumiendo como propios los principios metodológicos de la sociología estructural-funcionalista. Es por ello que la CP se caracterizó por su énfasis en el empirismo y por privilegiar los análisis micropolíticos y no los macropolíticos.  

En las últimas décadas, la dependencia de las CS respecto a las CN se trocó en dependencia de la economía, disciplina que gozó de un amplio reconocimiento social. El concepto de homo economicus se volvió fundamental para la sociología y la CP. El concepto de equilibro general de los modelos económicos tuvo sus correlatos en los modelos sociológicos del estructuralismo parsoniano o politológicos del conductismo. El individuo egoísta, que toma decisiones a partir del cálculo racional y que busca satisfacer su propio interés, se convirtió en el elemento central de los procesos sociales. [2]

El paradigma positivista se encuentra en crisis a fines del siglo XX. Sin embargo, sigue vigente en las CS estadounidenses, donde muchos científicos adhieren al neopositivismo lógico, en tanto que otros profesan el racionalismo crítico de Popper (1902-1994) y unos pocos son partidarios del discurso hermenéutico.


2] El paradigma hermenéutico en las ciencias sociales:

La impugnación al paradigma positivista comenzó a finales del siglo XIX en Alemania, en buena medida gracias a la obra del filósofo Wilhelm Dilthey (1833-1911).

Dilthey pensaba que “el sujeto que protagoniza la interacción social está orientado por premisas históricamente sustentadas. Por ese motivo el análisis comprensivo de las mismas resulta indispensable en este tipo de conocimiento.” (p. 24). Por eso los alemanes denominaron ciencias históricas a las CS. [3]

El sociólogo Max Weber (1864-1920) aplicó a la sociología y la CP la postura epistemológica desarrollada por Dilthey. Weber “percibe el hecho de que aún en las sociedades industriales de la Modernidad el individuo es un hombre de cultura. Un sujeto que se interpreta y comprende a sí mismo en el contexto de sus circunstancias históricas. Los juicios de valor, los preconceptos que, transmitidos por el lenguaje, le dan las mismas, constituyen la dimensión histórico-social de su comportamiento social. Comportamiento que se explica sólo parcialmente por la creciente racionalidad científico-tecnológica que distingue a nuestro tiempo, de allí la imposibilidad de unificar los comportamientos sociales en un único patrón racional. Del mismo modo que existe una acción racional orientada a fines, existe una acción racional orientada por valores.” (p. 24-25).

En las CS existe una doble mediación simbólica: “la que se evidencia en los valores que orientan la acción social de los sujetos observados y la que existe en la deducción de ciertas hipótesis de investigación – y no de otras – por parte del investigador.” (p. 25).

“Weber no rechaza el conocimiento empírico que reivindica el positivismo, adhiere firmemente al mismo. Y por esta razón entiende que la comprensión teórica del fenómeno social debe estar unida a una explicación que sea constatable empíricamente. Explicación que será siempre unilateral, porque el marco teórico que ha elegido subjetivamente un investigador lo hace orientar su observación en cierta dirección y no en otras.” (p. 25). [4] Para resolver el problema de la constatación empírica, elaboró los tipos ideales (abstracciones conceptuales que sirven para categorizar analíticamente la observación empírica).

Weber rechazó la posibilidad de enunciar leyes generales universalmente válidas (al estilo de las CN); utilizó la expresión alemana chancen (probabilidad) y no causa, “cuando describe la posibilidad de que ciertos factores originan determinados hechos sociales. Estos últimos son (…) el producto de una interacción humana provista de sentido por determinadas circunstancias históricas, no constituyen entonces un mero reflejo de la autorregulación espontánea de la sociedad.” (p. 25).

El politólogo italiano Norberto Bobbio (1909-2004) sostuvo que Weber fue el mayor teórico político del siglo XX. Entre sus contribuciones a la CP, cabe indicar que Weber establece la autonomía de la política, “a la que considera un producto de la decisión humana, orientada históricamente, y no un simple epifenómeno de lo social.” (p. 25-26). El análisis científico de la política exige recurrir al método de la comparación, ante la imposibilidad de universalizar los comportamientos políticos de la humanidad.

La mayor contribución de Weber a la CP es la valorización del concepto de legitimidad “para comprender la vigencia social que puede llegar a alcanzar un orden político.” (p. 26). La teoría clásica de las formas de gobierno fue desplazada por la tipología weberiana de las formas legítimas de dominación: tradicional, legal y carismática. “Aquello que destaca Weber no es cuál es la forma de gobierno que legaliza al poder, sino cuál es el tipo de dominación que legitima al poder. Y lo hace por entender que el poder sólo se transforma en autoridad política cuando la necesidad de su utilización institucional es reconocida consensualmente por la sociedad.” (p. 26-27). Dicho en otros términos, “para Weber no hay dominación política posible si al monopolio de la violencia física que distingue al mismo no lo acompaña la percepción social de que el uso de la mismo por parte del Estado es legítimo. La coacción legal debe estar acompañada por el consenso social.” (p. 27).

Pinto sostiene que Weber postula un individualismo diferente al homo economicus de los economistas, mucho más cercano al aristotélico zoom politikon, “cuya existencia adquiere sentido en el oxígeno cultural de la comunidad en que se forma su personalidad.” (p. 28).

La epistemología hermenéutica fue desarrollada posteriormente por el filósofo Martin Heidegger (1889-1976) y su discípulo Hans-Georg Gadamer (1900-2002).

Gadamer afirma que el individuo se socializa por medio del lenguaje, vehículo privilegiado de transmisión de los valores culturales. A partir de esta socialización se encuentra en condiciones de interpretar el mundo. Esta interpretación no surge de la nada, sino que se da desde el horizonte cultural que distingue a su sociedad. La interpretación consiste en un preenjuiciamiento valorativo que orienta el juicio racional. Es producto intersubjetivo de la cultura en la que estamos insertos. Esto podría implicar caer en el círculo hermenéutico, es decir, no poder salir de esa interpretación orientada por los valores de una cultura determinada. Sin embargo, toda cultura forma a los individuos que la componen como personas, pero también es transformada por ellos. Este proceso ocurre entre distintas generaciones de la misma cultura, pero también entre individuos de diferentes culturas.

“La existencia resulta ser entonces una permanente mediación hermenéutica entre distintas perspectivas de vida. Por eso no tiene sentido hablar de una interpretación definitivamente válida. De esto se deduce que Gadamer coloca en un primer plano la dimensión histórica de la comprensión, el sentido de la acción social surge de una tradición cultural y la comprensión del mismo por sus intérpretes depende de la inserción de éstos en una determinada tradición de investigación.” (p. 30). [5]

Jürgen Habermas (n. 1929) utilizó la hermenéutica filosófica de Gadamer para enfrentar al neopositivismo reinante en las CS. Sostiene que los conceptos centrales de las CS son “conceptos históricamente enraizados” (p. 30). Por ende, los investigadores en CS deben tomar nota (mediante la hermenéutica) de que sus categorizaciones conceptuales están en relación de dependencia con una precomprensión originada en la identificación con una tradición de investigación.

Según Habermas, “los investigadores [los científicos sociales] no pueden (…) plantear una relación objetiva de sujeto a objeto como sucede (…) en las CN. Aquellos hechos que están analizando forman parte de su tradición cultural, o de otra que les es ajena, pero en ambos casos sus criterios valorativos orientan su reflexión crítica. Deben entonces ser conscientes de los prejuicios que han socializado en el transcurso del proceso cultural intersubjetivo en el que tomó forma su subjetividad. Así la comprensión hermenéutica permite a los investigadores alcanzar una autocomprensión de los valores que orientan su análisis, permitiéndoles no una imposible neutralidad axiológica pero sí una objetividad valorativa.” (p. 31).

A pesar de la adhesión de Habermas a muchas de las tesis de Gadamer, también tiene algunas diferencias significativas. Considera que Gadamer, con su reconocimiento a la historia y a la tradición, está bajo la influencia de reminiscencias conservadoras y románticas. Habermas propone una interpretación hermenéutica que no sea una simple continuación de la tradición; “exige entonces la necesidad de un distanciamiento crítico del intérprete, que le permita de este modo tanto incorporar, como dejar de lado, las pretensiones de validez de su tradición cultural.” (p. 31). La interpretación hermenéutica debe ir acompañada de la crítica ideológica, responsabilidad de una sociología crítica. [6]

Gadamer responde a Habermas afirmando que no existe una situación de confrontación entre tradición cultural y reflexión crítica. Acepta la premisa del distanciamiento crítico. Pero rechaza el planteo de Habermas respecto a que el lenguaje es sólo una de las dimensiones de la vida social. No corresponde oponer la política o la economía al lenguaje, pues las dos primeras actividades se encuentran mediadas por el tercero. Es debido a esta mediación que el posible la comprensión hermenéutica de la política y la economía. [7]

Pinto afirma que Gadamer y Habermas permitieron que las CS tomen “distancia de la filosofía y métodos del neopositivismo que tanto las limitaba epistemológicamente, impidiéndoles concretar un desarrollo teórico que fuera congruente con su elefantiásico desarrollo cuantitativo.” (p. 32).

El filósofo francés Paul Ricoeur (1913-2005) integró las tesis de Gadamer y Habermas. Sostiene que “la acción social se basa en una dialéctica de acontecimiento y significado. Una acción social es significativa cuando aporta pautas valorativas, que por serlo se convierten a su vez en los documentos que orientan la acción humana. La acción humana se transforma en acción social sólo cuando se asienta en la historia, cuando a causa de su sedimentación en el tiempo se transforma en institución, depsicologizando su significado. Una acción social resulta ser significativa cuando su importancia supera su inserción espacio – temporal.” (p. 32). [8]

Ricoeur desarrolla el paradigma de lector, como solución a las contradicciones metodológicas de las CS: “No existe una dicotomía sino una dialéctica permanente entre comprender y explicar.” (p. 33). La interpretación hermenéutica escapa del círculo hermenéutico, es decir, de la supeditación al pensamiento original del autor al fusionar los horizontes culturales de éste con los del exégeta. [9]

Pinto termina el apartado afirmando que Ricoeur logra conciliar la hermenéutica filosófica con la ciencia, “al sostener exitosamente que la comprensión asociada a la explicación permiten llegar a una interpretación válida científicamente en las ciencias sociales.” (p. 33).


3] Conclusiones:

El debate epistemológico iniciado en las CS a finales del siglo XIX persiste en la actualidad, pero ya es posible formular algunos de sus resultados:

a)    Reconocimiento por los científicos sociales de la distorsión en la observación de los hechos sociales generada por la doble mediación simbólica. Los prejuicios valorativos del investigador “gravitan fuertemente sobre su juicio crítico en el momento de la elección sobre qué problemas investigar – postergando otros igualmente importantes – y sobre su deducción de cierto tipo de hipótesis, al dejar de lado el análisis de otras que pueden ser igual o mayormente fecundas para la investigación.” Es imposible neutralizar totalmente los prejuicios antropológicos, semánticos y sociológicos. (p. 34).

b)    Si bien la neutralidad axiológica es imposible de alcanzar, el distanciamiento crítico que permite la objetividad científica constituye una responsabilidad ética y metodológica.

c)    El investigador debe ser consciente de que la indagación científica es una búsqueda interminable. No existe una solución definitiva, una teoría que resuelva todos los problemas. Existen respuestas aproximativas, originadas en distintos horizontes culturales.

d)    La acumulación de conocimientos en las CS se da a través del conocimiento de los clásicos. Existen diferentes tradiciones, pero los cultores de una de ellas están obligados a conocer la argumentación de sus adversarios. “Es entonces ese dominio de los conceptos teóricos expuestos por los clásicos, propios y ajenos, el que da inteligibilidad teórica a las ciencias sociales, pese a estar las mismas caracterizadas hoy en día por la vigencia de paradigmas diferentes y controversiales. Un permanente diálogo entre distintas perspectivas conceptuales hace cada vez más fecunda la investigación y más amplia la acumulación del conocimiento. Las ciencias sociales son percibidas actualmente por gran parte de sus cultores como una comunidad de dialogo, la que desde las diferentes tradiciones de investigación que dan lugar a distintos paradigmas, logra empero – eclécticamente – avanzar en el conocimiento a través de argumentaciones contrapuestas avaladas empíricamente.” (p. 37). [10]


Villa del Parque, jueves 5 de abril de 2018


NOTAS:
[1] Pinto engloba a los primeros sociólogos bajo el paraguas del positivismo. Así, Comte, Marx, Spencer y Pareto, “tienen en común el estar convencidos de haber encontrado la ley general que explica el sentido de la historia. Su mecanicismo los lleva a pretender a ocupar en las ciencias sociales un lugar similar al alcanzado por Newton en la física.” (p. 20). En el caso de Marx, esto implica desconocer su rechazo del mecanicismo en los procesos sociales. Véase, por ejemplo, su correspondencia con Vera Zasulich sobre los posibles caminos de la revolución en Rusia.
[2] Pinto rechaza la concepción del individuo desarrollada en el seno de la economía: “El sujeto, que es el protagonista de la interacción humana que distingue una estructura social, no puede ser definido social y políticamente sólo como el individuo racional y calculador que persigue egoístamente la maximización de su interés. Debe ser también considerado como el individuo subjetivo que, al haber interiorizado determinadas reglas de conducta, orienta su acción social y política por una escala de valores. Valores que le transmite una historia social, aquella en la que ha desarrollado su personalidad, en su condición de zoom politikon.” (p. 22). Pinto reconoce [esto es característico de los años ‘90] que la democracia [burguesa] y la economía de mercado [capitalismo] se impusieron mundialmente, pero argumenta que existen diferencias sustanciales entre capitalismos, como las que se dan entre la economía neoliberal de EE.UU. y la economía “socialmente responsable” de Alemania. Dichas diferencias se explican a partir de las diferencias en la intersubjetividad y no por el carácter egoísta y calculador de los individuos. Pinto prepara el terreno para su presentación de la hermenéutica, a la que considera como el mejor instrumento para comprender la sociedad.
[3] En el transcurso del debate epistemológico con el positivismo, el concepto de ciencias morales, acuñado por John Stuart Mill (1806-1873), fue traducido como ciencias del espíritu, término que fue adoptado por los científicos alemanes.
[4] Pinto señala que Weber rechazó las concepciones organicistas y mecanicistas del positivismo, y que eso explica sus fuertes ataques al socialismo de la II Internacional. En la nota 1 planteé mis diferencias con el enfoque de Pinto respecto al marxismo, al que atribuye las mismas características del positivismo. El socialismo de la II Internacional es equiparado al marxismo. Pinto imita el procedimiento weberiano de construir un rival endeble para luego demolerlo con facilidad (Weber hace esto con el marxismo).
[5] Pinto recomienda la obra de Gadamer, Verdad y método, Salamanca, Sígueme, 1991.
[6] Pinto sugiere la lectura de Habermas, La lógica de las ciencias sociales, Madrid, Tecnos, 1990; Habermas, Conocimiento e Interés, Madrid, Taurus, 1982.
[7] La respuesta a Habermas se encuentra en: Gadamer, “Réplica a Hermenéutica y Crítica de las Ideologías”, en Verdad y Método II, Salamanca, Sígueme, 1992.
[8] Ver Ricoeur, Hermenéutica y Acción, Buenos Aires, Docencia, 1985.
[9] Ricoeur afirma que la interpretación debe seguir criterios de validación semejantes a los de la falsación popperiana. Por eso, “una interpretación no sólo debe ser probable, sino que debe ser más probable que otras.” (p. 33). La comprensión equivale al concepto de conjetura, la explicación al concepto de validación. (p.33).
[10] Más allá de otras cuestiones, éste es el punto más discutible del artículo de Pinto, pues deja de lado el carácter antagónico de las teorías que pretende conciliar. Por ejemplo, el marxismo y la sociología comprensiva de Weber son dos visiones irreconciliables de la sociedad y no hay conciliación posible, sin que ello signifique negar el valor de ciertos aspectos de la teoría weberiana. Aclaro que digo esto desde el punto de vista del marxismo. Un weberiano consecuente diría algo semejante respecto a la teoría de Marx.