La contribución de Karl Marx
(1818-1883) a la teoría de la sociedad y a la elaboración de una política de la
clase trabajadora es tan vasta, que resulta difícil sintetizarla en pocas
líneas. Cualquier intento resulta incompleto y genera confusiones. Aclarado
esto, y si se quiere avanzar en el tema, puede decirse que los logros
fundamentales de la teoría marxista son los siguientes: a) la centralidad del proceso de trabajo para la determinación
del carácter de una sociedad; b) las nociones de clase social (entendida como el producto de las relaciones de
producción) y de lucha de clases; c)
el carácter histórico del capitalismo;
d) el reconocimiento de que la clase
trabajadora es la única que puede enfrentar con éxito a la burguesía y lograr el pasaje del
capitalismo al socialismo.
Los logros mencionados en el
párrafo anterior se apoyan en una serie de premisas de carácter más general. En
mi opinión, una de las más importantes es aquella que se refiere a la cuestión
de la esencia humana. Durante
milenios, la filosofía política afirmó que los seres humanos se caracterizaban
por poseer ciertos rasgos que los definían, precisamente, como tales. En otras
palabras, lo humano se hallaba concentrado en una esencia. Ahora bien, esta
esencia no era igual en todas las personas. Los grupos dominantes en la
sociedad poseían una esencia que era diferente a la de los grupos explotados.
Aristóteles (384-322 a.c.), el filósofo más notable de la Antigüedad clásica,
sostenía que el hombre libre y el esclavo poseían esencias diferentes, siendo
estas esencias las que determinaban la posición que ocupa cada uno de ellos en
la sociedad. Así, el esclavo tenía una esencia que le impedía valerse por sí
mismo, quedando determinada así su dependencia respecto al hombre libre.
La definición filosófica de
la esencia humana se caracterizaba por ser ahistórica e inmutable, es decir,
que la esencia se hallaba fuera de la historia y que no experimentaba ningún
cambio. Esto tiene una importancia capital, pues cuando se produjo el ascenso
de la burguesía y la nueva filosofía política pasó a revisar la cuestión del
carácter desigual de la naturaleza humana, proclamando que todos los seres
humanos eran iguales, los filósofos de la burguesía estuvieron en condiciones
de afirmar que la esencia humana poseía los atributos del empresario
capitalista (egoísmo, búsqueda de maximizar los propios beneficios, afán
competitivo, etc.). Como la esencia humana era histórica e inmutable, el capitalismo
era un fenómeno natural y cualquier conducta anticapitalista era contraria a la
naturaleza humana. ¿Por qué había desigualdad en el capitalismo? Justamente
porque la competencia, derivada de la esencia humana, determinaba que las
personas más emprendedoras ocuparan los puestos superiores en la sociedad, en
tanto que los inferiores quedaban en manos de aquellos que no habían demostrado
habilidad en la competencia.
La definición de esencia
humana esbozada en el párrafo precedente, y el individualismo, constituyeron
los dos pilares filosóficos del capitalismo. Todo lo que pueda decirse acerca
de su función legitimante es poco. Debe tenerse en cuenta que la utilización de
la teoría de la esencia humana como instrumento para legitimar la desigualdad
social se encontraba respaldada por una práctica milenaria. Este es el contexto
en el que irrumpe Marx.
Sin vueltas. Marx
revoluciona la filosofía política al dinamitar las bases mismas de la teoría de
la esencia humana. El contenido de esta revolución se encuentra condensado en
las Tesis sobre Feuerbach, tesis n° 6. Discutiendo con el Feuerbach (1804-1872),
afirma lo siguiente:
“La
esencia humana no es algo abstracto e inmanente a cada individuo. Es, en su
realidad, el conjunto de las relaciones sociales.” (p. 667) (1)
En dos líneas, Marx ajusta
cuentas con la tradición filosófica. En primer lugar, al plantear que la
naturaleza humana no es algo que se halla contenido en el interior de cada
individuo, rompe con la tradición clásica y con el individualismo burgués. En
segundo lugar, al sostener que la naturaleza humana es un conjunto de
relaciones pasa a postular un enfoque relacional de dicha naturaleza, opuesto
al esencialismo de la tradición filosófica.
Si la esencia humana deja de
ser ahistórica e inmutable, no es posible justificar las diferencias sociales a
partir de la naturaleza de los individuos. Es preciso recurrir a otro criterio.
Si la esencia humana es el conjunto de relaciones sociales, ese criterio no
puede ser otro que otro el análisis de la estructura formada por el conjunto de
las relaciones sociales, el cual determina el carácter de la naturaleza humana,
y también el carácter de la sociedad. Eso no es todo. Si la esencia humana es
el conjunto de relaciones sociales, es claro que la misma se enriquece o
empobrece según sean estas relaciones. En otras palabras, la esencia humana es
perfectible, si se entiende por ello el acrecentamiento de la riqueza de las
relaciones sociales. Si la naturaleza humana es perfectible, es posible un
cambio radical de la sociedad, pues nada está obligado a permanecer igual a sí
mismo por los siglos de los siglos.
La transformación radical
del concepto de esencia humana es un caso particular del modo en que Marx
dinamita la noción tradicional de esencia. Expresado de un modo más sencillo: La filosofía tradicional construía definiciones a partir de rasgos que se
suponía inmutables. La esencia era, pues, la última palabra sobre las cosas y,
por ende, la definición construida sobre la misma era definitiva.
En la tesis n° 6, expresado
de modo lacónico, está contenida una revolución filosófica, que permitió el
desarrollo de la crítica del capitalismo. Es por ello que merece ubicarse en un
listado de los logros fundamentales de la teoría marxista.
Villa del Parque,
sábado 13 de diciembre de 2014
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