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miércoles, 26 de enero de 2011

NOTAS DE LECTURA SOBRE "APUNTES PARA LA MILITANCIA" (1964) DE JOHN WILLIAM COOKE (TERCERA PARTE)

La siguiente nota es la continuación de la publicada el domingo 23 de enero:

Antes de comenzar con los comentarios del texto quiero aclarar que esta va a ser una lectura política, que puede ser obviada por aquellos acostumbrados a los trabajos académicos. Una lectura política significa que nuestro objetivo fundamental es aprender de la experiencia de Cooke en la dura tarea de cambiar las condiciones de vida de los sectores populares, para emplear ese conocimiento en el análisis y la transformación de la situación actual de nuestro país.

En estas notas hemos utilizado la versión de los "Apuntes para la militancia" (1964) de John William Cooke (1920-1968), que se encuentra disponible en versión pdf en:www.elortiba.org/pdf/JW_Cooke_Apuntes_para_la_militancia.pdf Todas las citas utilizadas remiten a la paginación del archivo pdf de esa publicación. La obra consta de un pequeño prólogo redactado por Cooke (p. 2), del prólogo que escribieron Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde para la edición de los "Apuntes" realizada en 1973 (pp. 3-7), y de tres capítulos: I. Malestar en las bases (pp. 8-11); II. El orden de la jerarquía liberal (pp. 11-22); III. La brisa de la historia (pp. 22-31). Por razones de espacio y porque queremos centrarnos en el análisis de las concepciones de Cooke, hemos dejado de lado el prólogo de Ortega Peña y Duhalde.

A partir de su diagnóstico de las causas de las derrotas de 1955 y de la Resistencia peronista, Cooke comienza a desarrollar las tareas que debían ser encaradas para transformar al peronismo en un partido revolucionario. En primer término está la necesidad de establecer una clara distinción entre los dos tipos de peronismo. Cooke califica a uno de estos tipos de "pejotismo liberal", en tanto que denomina al otro "peronismo revolucionario" (p. 11). Cooke resume ambas posiciones: "Tenemos por un lado el peronismo rebelde, amenazante para los privilegios, y por otra parte, aparatos de dirección en los que predomina una visión burguesa, reformista, burocrática, en lugar de la visión revolucionaria que corresponde a la realidad objetiva del papel que cumple el peronismo en la vida nacional." (p. 10-11).

Como indicamos en las notas anteriores, Cooke sigue considerando que la "burocracia" es la responsable del predominio del "pejotismo liberal". Sin embargo, tanto la descripción de la política propiciada por el "pejotismo liberal", como las propuestas para superar esta situación, adquieren una profundidad mayor que los análisis correspondientes a la burocratización del peronismo en 1946-1955 o el de las causas de la derrota de la Resistencia. Es que en 1964 Cooke estaba profundamente preocupado porque el peronismo se mostraba impotente para derribar al régimen, y era perfectamente conciente de que esa situación fortalecía al por entonces mayoritario "pejotismo liberal". El peronismo podía mutar de "hecho maldito" del país burgués a la "maldición" de todo aquel que se propusiera transformar revolucionariamente las bases de la sociedad argentina.

Cooke entiende que la hegemonía de la "burocracia" se traduce en: a) la concentración en la táctica cotidiana, olvidando la elaboración de una estrategia revolucionaria que tenga como objetivo la toma del poder; b) la tendencia a sustituir el criterio administrativo por el criterio político en la toma de decisiones. El primer punto es fundamental, pues un partido no puede llamarse revolucionario si no elabora una estrategia tendiente a la toma del poder. Cooke está totalmente convencido de que la política gira en torno a la conquista del Estado, y actúa en consecuencia. Así, escribe que el movimiento peronista "no ha logrado (...) dotar a esa vocación de poder de una práctica eficaz. La resistencia no es suficiente: sin contraataque no hay victoria." (p. 10). En otras palabras, no existe ninguna esencia ahistórica que haga que el peronismo sea revolucionario. Al contrario, su carácter perturbador para el régimen capitalista en Argentina se debió a la acción de los trabajadores, que transformaron lo que en sus orígenes era un proyecto centrado en la conciliación de clases en un dolor de cabeza para la dominación de la burguesía. Pero en las condiciones de 1964, con un sindicalismo poderoso y refractario a todo proyecto revolucionario (como era el caso del vandorismo), el peronismo devenía en "pejotismo liberal".

La propuesta de Cooke radica, por tanto, en una vuelta a la lucha de clases. Esto suponía dejar de lado la estrechez de miras de la "burocracia" y pasar a cuestionar todo el orden existente. "Cada vez que se nos cierran los caminos de la semilegalidad, la burocracia declara la guerra. Pero nada más. Esta queda librada a la espontaneidad de sacrificados activistas que oponen una violencia inorgánica, inconexa e insuficiente, frente al potencia y a la técnica siemptre en aumento de los órganos represivos oligárquicos imperialistas. Esta vacancia de conducción dura hasta que viene un nuevo período de soluciones negociadas. Entonces, los que estuvieron en la retaguardia durante el combate pasan a ser la vanguardia en los trámites de la tregua y capitalizan la abnegación de las bases en la mesa de arena de los acuerdismos." (p. 10). La descripción es bien gráfica, pero Cooke sigue sin profundizar en el análisis de las bases sociales de la "burocracia". El sindicalismo de 1964 era bien diferente al de 1945. El vandorismo, centrado en los gremios industriales como la UOM (Unión Obrera Metalúrgica), se hallaba muy distante de las organizaciones obreras de 1945, cuyo eje eran los gremios del transporte como la UF (Unión Ferroviaria). La sustitución de importaciones había sentado las bases de una industria más concentrada y desarrollada tecnológicamente, contrastando con el predominio de los pequeños talleres en 1945. En este sentido, la sociedad argentina era mucho más compleja en 1964 que en 1945, y su clase obrera se hallaba unificada en un grado tal que era inconcebible para los parámetros del resto de América Latina. El vandorismo se había construido en torno a dichas transformaciones, y expresaba algo más que una "traición" o un "error". Cooke, a pesar de sus aciertos (que no son pocos), no logra comprender el papel que jugaba la "burocracia" en el contexto de 1964. No se trata, por cierto, de un "vacío de conducción", como señala en el texto, sino de una "conducción" (la de la "burocracia") que había vivido la experiencia de la Resistencia, y que había hecho de la integración al régimen burgués la fuente de su poder social. Derrotada la alternativa revolucionaria, los dirigentes sindicales asumieron las funciones que les competían en una sociedad capitalista: negociar las condiciones de venta de la fuerza de trabajo; también comprendieron que, dado que la relación salarial es parte indisoluble del capitalismo, su poder de negociación se derivaba de la estabilidad del sistema.

Cooke comprendía que para poder derrotar al "pejotismo liberal" era preciso analizar las nuevas condiciones políticas: "si para esos objetivos [soberanía política, independencia económica y justicia social] aplicamos métodos que eran adecuados a una realidad de hace 20 años, la inoperancia desvirtúa y desmiente la fidelidad a los objetivos. Esa manera burocrática de conseguir las cosas, no es ortodoxia peronista, es apenas oficialismo peronista. Una teoría política que se refiere a una realidad, debe cambiar con esa realidad." (p. 27). Estas observaciones son absolutamente correctas, y muestran la distancia existente entre Cooke y los guardianes de una supuesta ortodoxia peronista (la burocracia sindical y los políticos "neoperonistas"), que seguían apelando al discurso de 1945. Pero Cooke no concreta en los Apuntes ningún paso hacia la reformulación de una teoría política revolucionaria adecuada a las condiciones de 1964.

En los Apuntes queda claro que es imposible revivir el "frente policlasista antiimperialista" conformado al calor de la movilización obrera del 17 de octubre (esto es, un frente en el que la clase obrera ocupaba una posición subordinada en lo que hace a la toma de decisiones). Cooke asumía asía una posición que lo ubicaba a años-luz de la dirigencia de su movimiento, incluido el mismo Perón. (2) Su afirmación sobre la imposibilidad de volver a contar con los militares en ese frente es verdaderamente antológica (p. 30), teniendo en cuenta la verdadera adoración que muchos dirigentes sindicales manifestaban por los uniformes. En los Apuntes Cooke plantea implícitamente que el movimiento peronista tenía que dejar de lado el policlasismo y conformar un movimiento dirigido por la clase obrera; esta concepción trascendía los límites históricos y sociales del peronismo. Sus referencias a la lucha de clase demuestran cuánto había avanzado en la dirección de una política revolucionaria (que superaba el tradicional reformismo del peronismo). Pero Cooke no logra ir más allá en esa dirección, por lo menos en el texto que estamos comentando.

En las notas anteriores ya mencionamos cómo la "burocracia" le sirve a Cooke de herramienta teórica para eludir la construcción de un análisis centrado en la lucha de clases. Aquí corresponde agregar que Cooke también sigue anclado en las coordenadas de 1945, pues no dedica ni una sola línea a examinar los cambios experimentados por la sociedad argentina entre 1945 y 1964. El enorme avance de la sustitución de importaciones (potenciada por el desarrollismo frondicista) y la conformación de una clase obrera industrial moderna, quedan fuera del horizonte de los Apuntes (sin negar algunas intuiciones geniales que hemos señalado en el texto). Esta ausencia debilita el análisis de Cooke y le impide comprender en toda su complejidad el papel jugado por la burocracia sindical.


Por último, las debilidades teóricas expuestas en el párrafo anterior se traducen en el plano de la práctica política en la posición cada vez más marginal que ocupaba Cooke en el movimiento peronista. Luego de la derrota de la Resistencia, y de la estabilización del régimen burgués, Perón dejó de lado la vía insurreccional como camino para retomar el poder. A partir de ese momento, la izquierda peronista le fue útil como instrumento táctico para presionar a la burocracia sindical cuando ésta se volvía demasiado independiente. Pero quedó clausurada, por lo menos hasta después del Cordobazo (1969), la posibilidad de conformar una izquierda peronista con capacidad de acción independiente. Cooke nunca se conformó con ser un mero instrumento de Perón, pero tampoco se decidió a romper con Perón. Cada vez más aislado políticamente, únicamente su adhesión a la Revolución Cubana lo salvó del desierto de la soledad política.

Mataderos, jueves 27 de enero de 2011

NOTAS:

(1) Hay que acotar que esta distinción lleva implícita la necesidad de reformular la tesis del "equilibrio" entre el régimen burgués y la masa peronista. El reconocimiento del predominio del "pejotismo liberal" obliga a reconocer que la noción de equilibrio oscurece la posición de dominio que detentaba la burguesía, y que se expresa, por ejemplo, en que a lo largo de la década del ´60 los sectores populares no formularon proyectos alternativos al modelo de sustitución de importaciones.


(2) Hay que recordar que en 1973 Perón planteó una reedición del "frente policlasista" a través del Acuerdo Social entre la CGT, la CGE y el Estado. Los sucesos posteriores mostraron rápidamente hasta qué punto se encontraba agotada dicha fórmula.

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