La figura y la obra de José Ingenieros (1877-1925) ocupan
un lugar de intersección entre la incipiente sociología académica argentina y
el desarrollo de los partidos políticos de izquierda. Dirigente y fundador del
Centro Socialista Universitario (1894), tuvo una activa participación en el
proceso que derivó en la fundación del Partido Socialista (1896). Como director
del periódico “La Montaña”
(1896) mantuvo contactos con el anarquismo. Fue uno de los defensores de la Reforma Universitaria
(1918). Finalmente, ejerció una importante influencia en los orígenes del
Partido Comunista, a través de su defensa de la Revolución Rusa.
Aunque es conocido por sus trabajos en el campo de la
psiquiatría y la criminología, Ingenieros elaboró una obra sociológica
relevante, tanto en el campo de la teoría como en el de la historia de las
ideas. En ella confluyen el positivismo, el determinismo biológico, los valores
del liberalismo argentino y el idealismo.
En esta ponencia, nos proponemos indagar
en esta peculiar confluencia de elementos del campo político y del campo de la
sociología académica en ciernes que definen la obra de Ingenieros. Para ello,
se hará un análisis de los ejes fundamentales
de la sociología de Ingenieros, tal como aparecen en su texto La evolución de las ideas argentinas
(1918, 1920), para luego esbozar la influencia de su pensamiento sociológico sobre
la izquierda argentina en las dos primeras décadas del siglo XX.
1. INTRODUCCIÓN
La figura de José
Ingenieros ha sido identificada habitualmente con el pensamiento positivista en
Argentina. Si bien esta caracterización es parcialmente correcta (en la dos secciones
siguientes se discutirán las particularidades del positivismo de Ingenieros), tiende
a dejar de lado tanto la complejidad y especificidad de su positivismo como la
relación del autor con el pensamiento de izquierda en Argentina. Raúl Orgaz
(1888-1948), quien comentó la sociología de Ingenieros, señaló con acierto que
su sociología combinaba elementos del positivismo con concepciones propias del
materialismo histórico[1].
En esta ponencia,
presentaremos el positivismo de la sociología de Ingenieros en su conexión con
las ideas de la incipiente izquierda argentina de fines del siglo XIX y
comienzos del XX. En ese marco centraremos nuestra atención en la categoría de
los ideales, fundamental para
entender tanto los rasgos específicos del pensamiento positivista del autor
como su relación con las corrientes socialistas y anarquistas. Este concepto,
propio de una concepción idealista de la historia, se imbrica con las ideas
positivistas de Ingenieros, dando origen a una teoría particular, en la que se
combinan el progresismo social con las ideas racistas y el darwinismo social.
En definitiva, el análisis de la obra de Ingenieros sirve para demostrar la
inexactitud de concebir al positivismo como una corriente teórica homogénea,
centrada en el empirismo y en la defensa del orden social. También nos
proponemos establecer los límites de la sociología de Ingenieros, y la forma en
que los mismos condicionaron el carácter de su actuación política.
La ponencia tiene la
siguiente estructura. En la segunda sección examinamos las relaciones entre
Ingenieros y la sociología. En la tercera sección nos concentramos en el problema
del positivismo de Ingenieros, para lo cual abordamos también la cuestión
general del carácter del positivismo argentino. En la cuarta sección
presentamos la concepción sociológica de Ingenieros tal como aparece en La evolución de las ideas argentinas,
mientras que en la quinta tratamos la evolución de Ingenieros en el período de
defensa de la Revolución Rusa.
Finalmente, en las conclusiones intentamos esbozar el carácter de las
relaciones de Ingenieros con el pensamiento de la izquierda argentina de principios
del siglo XX. Hay que decir que se trata de un estudio preliminar, y que en el
texto no se abordan cuestiones importantes tales como la relación de Ingenieros
con la UCR y con
el pensamiento de la Reforma Universitaria.
2. INGENIEROS Y LA
SOCIOLOGÍA
2.1. Reseña biográfica[2]
La biografía de Ingenieros constituye un buen punto de
partida para la comprensión de la complejidad de las influencias que
confluyeron en la constitución de su teoría sociológica. De ahí que comencemos
esta sección con una sucinta biografía del autor. En la misma hacemos hincapié
en la periodización de su producción teórica.
José Ingenieros nació en Buenos Aires en 1877. Su padre,
Salvador (1848, Palermo Italia), participó en la I Internacional y en las
organizaciones obreras europeas; posteriormente, emigró a Buenos Aires, donde
militó en el incipiente movimiento obrero y en la masonería.
Desde el punto de vista de las teorías sociológica que
desarrolló, es posible distinguir tres etapas en la vida intelectual de
Ingenieros: a) la primera se extiende desde la finalización de sus estudios en
el Colegio Nacional Buenos Aires hasta el comienzo de su amistad con J. M.
Ramos Mejía y F De Veyga. En este
período estuvo influido por un materialismo histórico tomado de segunda mano,
por el anarquismo y por el pensamiento de la Generación del 80; b)
la segunda, a la que podríamos calificar como período positivista propiamente
dicho, abarca toda la primera década del siglo XX, en la que el autor estuvo
abocado a los estudios psiquiátricos y criminológicos; c) la tercera comienza
cuando Ingenieros se exilió voluntariamente en Europa (1911). En muchos
sentidos es el período más complejo en la producción teórica de Ingenieros,
porque el autor se volcó a los estudios filosóficos, en un intento de fundar
filosóficamente sus concepciones sociales y psicológicas, a la vez que volvía a
acercarse progresivamente al campo de la izquierda, a punto tal que defendió la Reforma Universitaria
y apoyó con entusiasmo a la Revolución Rusa.
Esta etapa, que se extiende hasta la muerte del autor, es la que será estudiada
con especial atención en esta ponencia[3].
A partir de la periodización anterior, los principales
hitos en la vida de Ingenieros son los siguientes: egresado de Colegio Nacional
Buenos Aires, comenzó a estudiar medicina en la UBA (1893). Ya en el Colegio Nacional encabezó
una huelga estudiantil a partir de la que publicó el periódico “La Reforma”. En 1894
fundó en el Hospital de Clínicas el Centro Socialista Universitario y en
1895 participó de la fundación del Partido
Socialista Obrero Internacional, del que fue designado Secretario
General[4].
De activa participación partidaria junto a Lugones (con quien redacta “La Montaña”, “periódico
socialista”) enfrentó las posturas moderadas de Juan B. Justo (1865-1928)[5],
pero en 1902 renunció a la afiliación al partido. Como todos los socialistas
locales (excepto J. B. Justo) Ingenieros no leyó directamente a Marx sino que
lo hizo por vía indirecta, a través de las obras de Achille Loria (1857-1943)[6].
Siendo estudiante trabó amistad con José María Ramos
Mejía (1849-1914) y con Francisco De Veyga. Este último lo alentó en sus
primeros estudios sobre psicología, psiquiatría y criminología, además de
colocarlo como secretario del periódico “Semana Médica” donde publicó
numerosos artículos y notas bibliográficas.
En 1900 se doctoró con la tesis “Simulación de la
locura por alienados verdaderos”. Anteriormente, De Veyga lo había nombrado
Jefe de Clínicas en el Servicio de observación de alienados de la Policía.
Su labor en la docencia es múltiple: fue nombrado jefe de
clínica en la cátedra de Ramos Mejía y participó del II Congreso Científico
Latinoamericano (1901). Fue nombrado Director de los Archivos de
criminología, medicina legal y psiquiatría, dictó un curso libre de
Semiología nerviosa en la
Facultad de Medicina que repitió al año siguiente (1902);
publicó Simulación de la locura ante la sociología criminal y la clínica psiquiátrica[7]
y presentó un informe sobre las condiciones higiénicas y sociales de la clase
obrera, a pedido de la
Municipalidad de Buenos Aires, que sirvió para un proyecto de
ley de Joaquín V. González (1903); logró por oposición la suplencia de la Cátedra de Psicología en la Facultad de Filosofía y
Letras cuyo titular, Horacio Piñeyro, había introducido la Psicología Experimental
y Clínica en la universidad, a la vez que fue nombrado Director del Servicio de
observación de alienados de la
Policía (1904); participó del V Congreso de Psicología que se
realizó en Roma, donde presentó los trabajos “Disturbios del lenguaje musical
en los histéricos” y “Clasificación clínica de los delincuentes”; luego,
durante más de un año recorrió Europa, donde se vinculó con personalidades de
la época (entre otros, Ferri, Ribot, Enrique
Moselli y Félix Le Dantec, 1905); a su
retorno organizó el Instituto de Criminología, del que fue el primer director
(1907); ocupó la cátedra de Psicología Experimental en la Facultad de Filosofía y
Letras de la UBA,
fundó la Sociedad
de Psicología (1908); es nombrado presidente de la Sociedad Médica
Argentina (1909); publicó La evolución argentina[8]
(1910); se presentó a concurso para la cátedra de Medicina Legal de la Facultad de Medicina de la UBA, pero por la intervención
del Poder Ejecutivo no pudo ganar el concurso; esto motivó que se impusiera un
autoexilio, renunciando a sus cátedras y puestos oficiales, y emprendiendo un
segundo viaje al viejo continente. Instalado en Lausana se propuso reconstruir
toda su cultura científica, al tiempo que siguió cursos de Ciencias Naturales,
estudió la obra de Ameghino y se volcó al estudio de la historia de la
filosofía (1911); en 1914 contrajo matrimonio (tendrá 4 hijos) y retornó a la Argentina. Dirigió
la Revista de
Filosofía y participa del Congreso Científico Latinoamericano invitado por la Fundación Carnegie,
donde presentó la monografía “La
filosofía científica en la organización” (1915); dictó un curso sobre Emerson y
el eticismo en la Facultad
de Filosofía y Letras, que se publicó luego bajo el título de Hacia una
moral sin dogmas (1917); aparecieron Proposiciones relativas al porvenir
de la filosofía y el primer volumen de La evolución de las ideas
argentinas (1918); publicó Las doctrinas de Ameghino, la tierra la vida
y el hombre, dictó en la Facultad
de Filosofía y Letras el primer curso completo de filosofía, a título interino
y renunció a todos los cargos docentes y directivos de la facultad (1919);
publicó el 2º volumen de Evolución de las ideas argentinas (1920) y Los
tiempos nuevos, ocho ensayos sobre la Revolución rusa (1921). También fundó la revista Renovación, que dirigió en conjunto con Aníbal
Ponce y Gabriel S. Moreau, publicó Emile Boutroux y la filosofía
universitaria en Francia (1923). También formó parte del movimiento
antiimperialista latinoamericano, siendo uno de los fundadores de la Unión Latinoamericana,
cuyo programa redactó (1925).
En 1925 realizó un tercer viaje a Europa donde explicó
los alcances de la Reforma Universitaria
a los estudiantes latinoamericanos y su importancia para el continente. Allí
promovió la formación de la Federación Universitaria de Estudiantes de
América y formó un Comité de Solidaridad con América Latina, con el fin de
apoyar al gobierno de México contra las amenazas de EE.UU. Al poco tiempo de
retornar a Buenos Aires falleció el 31 de octubre como consecuencia de una
meningitis.
2.2. Las obras sociológicas de Ingenieros
Para hablar de la
producción sociológica de Ingenieros hay que tener presente la periodización de
su trayectoria intelectual (nos remitimos aquí a la sección anterior). En la
primera etapa Ingenieros adhirió a una visión determinista económica y
mecanicista del materialismo histórico[9].
En la segunda, sus concepciones se encuentran cercanas a los postulados del
determinismo biológico y del positivismo decimonónico; los elementos de una
teoría sociológica se encuentran dispersos en sus numerosos textos sobre
psiquiatría criminal y psicología. En la tercera, hay un intento por
fundamentar filosóficamente los estudios sociológicos, es también el período en
que abordó el estudio de la historia del pensamiento social argentino. Para los
fines de este trabajo nos concentraremos en el tercer período. De esta época
datan La evolución de las ideas
argentinas y Los tiempos nuevos.
Hay que tener presente que Ingenieros no elaboró ninguna obra dedicada
exclusivamente a la teoría sociológica, pues el texto titulado Sociología argentina (1913) es, en
rigor, la recopilación de diversos artículos y ensayos[10].
Su teoría social debe ser rastreada, pues, entre los textos de su vasta producción.
En La evolución de las ideas argentinas
aplicó sus concepciones sociológicas a la historia del pensamiento social
argentino, mientras que en Los tiempos
nuevos presentó su concepción del proceso histórico tomando como piedra de
toque la Revolución Rusa.
Es por eso que nos hemos concentrado en estos dos últimos trabajos para
presentar la sociología de Ingenieros.
2.3. La evolución de las
ideas argentinas en la obra sociológica de Ingenieros
La evolución de las ideas argentinas (EIA a partir de aquí) ocupa
un lugar importante en la producción de Ingenieros. Concebida como un estudio
del desarrollo del pensamiento social argentino, en el transcurso del análisis
se ve obligado a abordar el marco social en el que se desenvolvieron las
distintas teorías sociales desde la
Colonia, y ello permitió que Ingenieros expusiera los puntos
fundamentales de su teoría sociológica. A diferencia de su Sociología argentina, en EIA los conceptos sociológicos no son
desarrollados en forma abstracta, sino que son aplicados al estudio de un
proceso histórico. De ahí que EIA revela con claridad las limitaciones de la
sociología de Ingenieros. A nuestro juicio es en esta obra donde se encuentran
las claves para comprender tanto las peculiaridades del positivismo del autor,
como la forma en que su teoría se relacionó con las corrientes de izquierda en la Argentina de las dos
primeras décadas del siglo XX[11].
La obra se encuentra
dividida en tres libros, precedidos por un estudio sobre La Mentalidad Colonial.
El libro I está dedicado a La Revolución.
Fue publicado en 1918, junto con el estudio del período
colonial. El libro II, en el que se estudia La Restauración (el período del gobierno de Juan
Manuel de Rosas), apareció en 1920. El libro III, en el que iba a tratar La Organización (el
período posterior a 1852, marcado por la Generación del 80), quedó inconcluso debido a la
muerte del autor[12], y fue
publicado póstumamente por Aníbal Ponce.
3. EL POSITIVISMO DE INGENIEROS
3.1 El
positivismo en Argentina
El primer problema que enfrentamos al pretender estudiar
al positivismo argentino es la vaguedad del primero de los dos términos; el
segundo cumple la función de adjetivo, con el que pretendemos situar
geográficamente al primero, para de ese modo ir acotando la vaguedad inicial. Ferrater
Mora, en su artículo sobre el positivismo en su Diccionario de filosofía (1951), considera fundamental para poder
efectuar una primera reducción de dicho concepto el recurrir a la situación
histórica. En nuestro caso nos abocamos al desarrollo de ésta corriente
filosófica en la Argentina
en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del siglo XX.
Uno de los motivos por el que el concepto positivismo es
particularmente problemático es que dentro de él coexisten una gran diversidad
de escuelas o corrientes filosóficas y científicas que en algunos casos pueden
resultar antagónicas entre sí. Dado el carácter de esta ponencia, creemos que
la siguiente definición, si bien sigue siendo demasiado amplia, por lo menos
tiene la ventaja de poner un mojón como referencia: “... el positivismo es una
teoría del saber que se niega a admitir otra realidad que no sean los hechos y
a investigar otra cosa que no sean las relaciones entre los hechos” (Ferrater
Mora; 1951). En el caso argentino, el positivismo está vinculado con el
naturalismo que deriva en un cientificismo biológico.
Siguiendo a Ricaurte Soler (1968), en la Argentina, podemos
diferenciar dos momentos previos a la consolidación
de un pensamiento positivista: el período ilustrado (fines del siglo XVIII y
principios del XIX), en el que se desarrolla lo que podríamos llamar la
“ilustración argentina”; y el período romántico (mediados del siglo XIX), en el
que se desarrolla el “positivismo autóctono” de Echeverría, Sarmiento y Alberdi
(la llamada Generación de 1837). En ambas corrientes encontramos una común
preocupación por la formación de un estado democrático liberal.
Si bien es difícil encontrar el momento en que el
positivismo ingresa en la Argentina,
creemos poder mencionar algunos antecedentes significativos para su posterior
desarrollo. Belgrano introduce a Condorcet (1743-1794) en 1794 en el Río de la Plata. Es importante apuntar
que su concepción del progreso tendrá una influencia fundamental en Comte y por
lo tanto en el positivismo en un sentido más amplio.
Con el desarrollo de la Ideología[13]
se esboza una primera sistematización del empirismo argentino, que desborda el
pensamiento político liberal en desarrollo, encontrando en la sociedad
posrevolucionaria un sitio en que anidar. Es conveniente remarcar la influencia
del ideólogo Cabanis[14]
tanto en Cosme Argerich (que desde 1808 ya enseñaba el “sensacionismo”) como en
lo cursos de Ideología dictados entre 1819 y 1842. En dichos cursos vemos
claramente un desarrollo que partiendo de las posturas eclécticas de Lafinur
llegamos a Fernández de Agüero y Diego Alcorta en los que la psicología
fisiológica ya se encuentra liberada de referencias teológica y metafísicas.
Este sesgo fisiológico en la psicología permite el desarrollo de una gnoseología
que crea las condiciones para el desembarco del positivismo y el cientificismo
en la Argentina. En
este sentido podemos decir que los ideólogos son el nexo entre el pensamiento
filosófico posrevolucionario y el positivismo de fines del siglo XIX y
principios del XX. La
Ideología argentina no sólo promovió una concepción
filosófica naturalista, sino que también manifestó una concepción del mundo
político vinculado a las vicisitudes históricas que, como ya mencionamos, tenía en el horizonte la consolidación de un Estado
liberal. Estas características se cristalizan en el pensamiento de Amédée
Jacques (1813-1865), quien llegó a plantear “la necesidad de una filosofía que
organice las ciencias” (Soler, 1968: 49), sin con ello agotar la filosofía.
La culminación de este proceso llega de la mano de la
gran trasformación que se produce en las ciencias naturales durante la Generación del 80, que
repercute tanto en las ciencias sociales como en la filosofía, que terminan
incorporando la terminología y la metodología de las ciencias naturales[15].
En este marco y dentro de los acotados límites del presente trabajo creemos
imposible dejar a un lado los instrumentos conceptuales aportados por Ameghino
(1854-1911) y Bunge (1875-1918). Ameghino no sólo produjo importantes avances en
paleontología, sino que tuvo gran influencia en el campo de la filosofía. En
este sentido, Ricaurte Soler afirma que “... contribuyó a la fundamentación
biofilosófica del cientificismo argentino” (Soler 1968: 92). Su teoría de la
filogenia establece un punto de referencia para el desarrollo del concepto de
la evolución. Esta concepción deriva en una cosmología evolucionista que afirma
la “continuidad fundamental entre las leyes naturales y las leyes humanas”
(Soler, 1968: 71), por lo que toda investigación sobre las leyes naturales (que
de esta manera incluye también a las sociales) puede y debe considerar las
causas primeras y las causas finales. De esta forma Ameghino dio una
fundamentación natural que prescinde claramente de cualquier explicación trascendente,
desechando tajantemente cualquier explicación creacionista. Carlos Octavio
Bunge tendió a integrar el psicologismo y el biologicismo evolucionista[16]
aunque la conciliación efectiva será obra de sus sucesores. Para él, el
instinto es el fenómeno psíquico fundamental, y la inteligencia no es más que
una manifestación más evolucionada de la actividad instintiva. Por otro lado
Bunge reveló los postulados metafísicos del evolucionismo materialista. La
metafísica positiva debía delimitar lo cognoscible[17].
3.2. Ingenieros y su relación con el positivismo
En este apartado describiremos someramente la filosofía de
Ingenieros. En ésta, partiendo de los avances en las ciencias biológicas
logrados principalmente por Ameghino y Bunge, encontramos la integración y
sistematización de los resultados de la ciencia de su época. Ingenieros
construyó un monismo naturalista que se fundamenta en un evolucionismo
antimecanicista. Él mismo precisa que “la unidad de lo real (monismo) se
transforma continuamente (evolucionismo) por medio de causas naturales
(determinismo)”. Decimos que la filosofía de Ingenieros es monista porque parte
de la unidad de la materia, que fundamenta la formación de la materia viviente
y la personalidad consciente. Existe por lo tanto una continuidad entre
funcional entre lo inorgánico y lo orgánico. Encontramos aquí el origen de una
bio-filosofía. La formación de la materia viviente deriva de la condensación
energética, que es regida por una larga evolución morfogénica y fisiogénica.
Pero esta evolución no está determinada por un mecanicismo de acción
energética-reacción energética, sino que la condensación energética intermedia
entre la acción-reacción, dando lugar a un proceso central en la concepción de
Ingenieros: la experiencia. Las funciones psíquicas en este aspecto están
relacionadas con el grado y complejidad del proceso evolutivo. Entre las
funciones psíquicas resalta la memoria por su función de conservar los cambios
producidos por los las acciones energéticas pasadas. De esta forma vemos que la
principal función de la experiencia es la adaptación del organismo al medio.
Ingenieros clasifica tres clases de experiencia: la de las especies
(experiencia filogenética), la de las sociedades (experiencia sociogenética) y
la del individuo (experiencia ontogenética). Dentro de esta concepción la
conciencia tiene una rol de escaso protagonismo pues aparece como una función
adaptativa que se desprende en la experiencia sociogenética.
Este enfoque realista antiintelecual, en el que existe
una unidad que está sometida a una evolución natural,
basada en los criterios brindados por los avances de la biología; se
complementa con una metafísica de la experiencia. Su realismo reconoce
el devenir del cosmos objetivo dentro del que la experiencia (y en su mayor
grado de desarrollo: la ciencia) garantiza la ininterrumpida adaptación a este
cosmos que, a pesar de los esfuerzos, siempre supera la capacidad de
aprehención científica y filosófica. La inteligencia, por lo tanto, tiene
límites precisos. De aquí el concepto de perenidad de lo inexperencial, relacionado
con la metafísica positiva planteada por Bunge.
Esta concepción bio-filosófica
antiintelecualista se ve reflejada en sus teorías sociológicas. El paralelismo
político-filosófico[18],
que implica una sociología del conocimiento, es totalmente coherente con el
concepto de experiencia sociogenética, en tanto que supone la adaptación de los
grupos sociales al medio físico, económico, político, etc. De esto se deriva la
posibilidad de una filosofía argentina. Igualmente a nuestro entender cuando
Ingenieros se vuelca a analizar la evolución de la filosofía en la Argentina prevalece un
enfoque idealista. Esta última cuestión será analizada en la sección siguiente.
4. LA
TEORÍA
SOCIOLÓGICA EN LA EVOLUCIÓN DE LAS IDEAS ARGENTINAS
Para examinar la teoría
sociológica de Ingenieros conviene comenzar por el punto de partida adoptado
por el autor para examinar el desarrollo del pensamiento social argentino. En
esta exposición dejaremos de lado el análisis particular que hace Ingenieros
del proceso histórico de las ideas argentinas, y nos concentraremos en los
pasajes en los que esboza sus ideas sociológicas. Para explicar la evolución
del pensamiento social argentino, Ingenieros recurre a cuatro elementos
fundamentales: a) una teoría general del desarrollo histórico; b) la analogía
con el desarrollo europeo, presentada como una teoría del desarrollo histórico;
c) el idealismo, entendido como primacía de las ideas en la explicación del
desarrollo social; d) elementos del determinismo biológico (básicamente el
racismo), como complemento del idealismo mencionado en el punto anterior. A
continuación presentaremos cada uno de estos puntos por separado.
4.1. La teoría general del desarrollo histórico
En la sección 2 de este trabajo
apuntamos que Ingenieros comenzó su carrera intelectual adhiriendo a los
postulados del materialismo histórico. Por supuesto, se trataba de un
materialismo histórico de segunda o tercera mano, en el que el determinismo
económico jugaba el papel de motor del desarrollo histórico. Esta concepción se
vio modificada en el segundo período de la trayectoria intelectual de
Ingenieros, siendo reemplazado por un determinismo biológico y por concepciones
cercanas al darwinismo social[19].
Ahora bien, en EIA Ingenieros volvió a revisar su teoría general del desarrollo
histórico, como resultado tanto de su evolución intelectual (a partir de su
autoexilio europeo de 1911 se había dedicado a revisar los fundamentos
filosóficos de sus concepciones biológicas, camino que lo llevó a introducir
fuertes modificaciones en su pensamiento), como de la necesidad de analizar el
proceso empírico de la evolución del pensamiento argentino. Es por ello que
Ingenieros debió precisar su esquema de interpretación del proceso histórico,
de un modo mucho más sistemático que lo que había realizado en trabajos
anteriores.
Para Ingenieros, toda la
historia moderna, desde el siglo XV en adelante, se explica como un conflicto
entre los ideales del feudalismo y los ideales modernos de emancipación del
individuo y de progreso social, que identifica genéricamente con el pensamiento
del Renacimiento. El autor resume así el proceso histórico iniciado, según él,
con el Renacimiento: “…hace varios siglos que la humanidad civilizada lucha por
sustituir la ideología del Renacimiento a la del Medioevo; - desde la Revolución Francesa
la historia de cada pueblo es una guerra a muerte entre los partidarios de dos
filosofías políticas incompatibles; - no es moral prodigar idénticas loas a los
conservadores de la
Feudalidad y a los propulsores de la Democracia; - después
de la guerra actual hará crisis en cada país la lucha entre los dos partidos,
el uno propicio al Absolutismo, al Privilegio y al Error, amigo el otro de la Libertad, la Justicia y la Verdad.” (Ingenieros,
1946: 1: 7-8). El conflicto principal de la historia moderna es la lucha entre
la ideología del Renacimiento y la ideología medieval. Es, por tanto, un
conflicto entre ideales. Ni una palabra de feudalismo ni de capitalismo. Si se
habla de lucha de clases, la misma queda reducida a una lucha entre ideales
contrapuestos, cada uno encarnado en una clase o grupo de clases; las clases
sociales terminan reducidas al papel de títeres de los ideales en pugna.
Además, sostener en 1918 que el conflicto principal se da entre Feudalismo y
Renacimiento, equivale a negar la centralidad de la lucha de clases entre
burguesía y proletariado. En las condiciones específicas de Argentina en 1918
implica poner en el centro de la escena política a las tareas de la revolución
democrático-burguesa[20].
De ahí la relevancia que Ingenieros le adjudicó a la Reforma Universitaria,
a la que veía como expresión del desarrollo de los nuevos ideales.
En el libro I de EIA,
publicado en 1918 (en el mismo momento en que se estaba llevando a cabo la Reforma Universitaria),
Ingenieros se refería así a las tareas del los jóvenes en Argentina: “¿Conviene
que la nueva generación argentina medite sobre esos problemas y tome
conscientemente posiciones, por el pasado o por el porvenir? De eso se trata:
de completar mediante grandes reformas el nuevo
régimen iniciado por la
Revolución o de resistir a su advenimiento conservando los
residuos del antiguo régimen. Son dos
filosofías, dos sistemas de ideas generales. Toda política que lo ignore, pasada
esta hora sombría de la historia mundial, será un ciego andar a tientas, sin
rumbo y sin esperanzas.” (Ingenieros, 1946, 1: 8). Como puede verse, para
Ingenieros en 1918 el conflicto político principal se daba entre el antiguo
régimen y el nuevo régimen[21],
y se trataba, ante todo, de una lucha entre ideales. En este sentido puede
decirse que Ingenieros entronca con el pensamiento de la Generación del 80 y con
el liberalismo del siglo XIX.
Esta centralidad del
conflicto entre Feudalismo y Renacimiento permite entender mejor la importancia
fundamental que Ingenieros, a lo largo de EIA, atribuye al enfrentamiento entre
el pensamiento moderno y la Iglesia. Para
Ingenieros, las luchas políticas desde la Revolución Francesa
de 1789 son, básicamente, un conflicto entre el Estado (representante de los
ideales nuevos) y la Iglesia:
“La lucha entre la Iglesia
y el Estado es uno de los motores subterráneos de toda la política del siglo
XIX, en las naciones donde la religión católica es profesada por el pueblo o auspiciada
por el gobierno. Los cambios constitucionales e institucionales no la suprimen
ni resuelven, en momento alguno; debajo de los intereses propiamente nacionales
se mueve un partido político internacional, admirablemente organizado, más
eficaz porque opera a la sordina, con un programa sencillo: mantener la
preeminencia de la Santa Sede
en todas las naciones y bajo todos los programas.” (Ingenieros, 1946, 2: 49).
En esta preeminencia otorgada a la lucha contra el pensamiento de la Iglesia se encuentra otro
punto de contacto entre Ingenieros y la Generación del 80.
Luego de establecer que el
conflicto político central de la época moderna es la lucha entre los ideales
del Feudalismo y del Renacimiento, Ingenieros pasa a formular una teoría del
desarrollo revolucionario, que funciona como una verdadera teoría de la
historia. La misma se encuentra expuesta en el manuscrito del Libro III de EIA.
“Todo proceso histórico
que renueva las instituciones básicas de una civilización de una cultura pasa,
habitualmente, por tres grandes fases; para quien no se extravíe entre la
maraña de los episodios menores, ellas son fáciles de distinguir y de
caracterizar. Las transmutaciones de la constitución social no se operan
siguiendo un ritmo rectilíneo y uniforme. El ciclo palingenésico que en la Europa de Occidente,
determinó el paso del absolutismo feudal al sistema representativo
constitucional asentado en la soberanía popular, fue un proceso secular,
iniciado por la Revolución,
obstruido por la
Restauración y realizado por la Organización. Un
caso particular de este ciclo fue la constitución de nacionalidades
democráticas en las antiguas colonias españolas de América”. (Ingenieros, 1946,
3: 7-8). En definitiva, Ingenieros elabora una teoría que pretende dar cuenta
de la transición de la sociedad feudal a la sociedad capitalista, pero dicha
elaboración se basa en un esquema abstracto, que prescinde de cualquier
referencia a las transformaciones de las relaciones sociales y del proceso
productivo. En estos pasajes se puede observar claramente que la sociología de
Ingenieros está muy lejos de la teoría marxista, aun en su versión determinista
económica desarrollada por los teóricos de la II Internacional[22].
Ingenieros desarrolla su
teoría de la revolución en el mundo moderno en el siguiente pasaje: “Toda
transmutación histórica tiene tres fases: I. Los ideales revolucionarios se postulan como doctrinas universales y obran con
ese carácter, mezclando lo posible con lo imposible; II. Fracasan parcialmente
por la resistencia que le oponen los intereses creados de las diversas
realidades sociales, demostrando y eliminando lo imposible, aunque
transitoriamente también se elimina lo posible: restauración; III. Se establece el equilibrio, renunciando a lo
imposible y realizando lo posible: organización.
Revolución, Restauración, Organización.” (Ingenieros, 1946, 3: 8). Obligado a
formular una concepción general del desarrollo histórico, Ingenieros recurre a
abstracciones tales como “lo posible” y “lo imposible”, sin hacer ninguna alusión
a los problemas concretos de la transición del feudalismo al capitalismo. En
todo momento se perciben las limitaciones que presentan los conceptos que
utiliza para analizar una realidad concreta. Unos párrafos más adelante recurre
a la oposición entre lo viejo y lo nuevo para explicar la evolución histórica: “Existe
en todo tiempo y lugar una discordancia entre la variación incesante de la
realidad social y la estabilización creciente de las instituciones sociales. Lo
nuevo discrepa de lo viejo, el devenir conspira contra el ser, lo que vendrá
retoña entre lo que fue. Cuanto más dura un régimen social, mayor es la
estabilidad de sus instituciones, convertidas en baluarte legal de los
intereses creados; pero, al mismo tiempo, crece en proporción su discordancia
con la realidad social, según sea más o menos acelerado el ritmo de las
variaciones.” (Ingenieros, 1946, 3: 9).
4.2. El uso de la analogía entre el desarrollo europeo y el
argentino
En el punto anterior
mostramos cómo Ingenieros planteaba una teoría general del desarrollo histórico
del mundo moderno. En los Libros I y II de EIA se encuentra la aplicación de
esta teoría al desarrollo del pensamiento social argentino. El procedimiento es
sencillo. Ingenieros considera que la situación latinoamericana en general, y
la argentina en particular, reflejan en su evolución las mismas vicisitudes del
proceso europeo. Así, la
Colonia es equiparada al Antiguo Régimen, y la Revolución de Mayo es
presentada como el equivalente argentino de la Revolución
Francesa. Por último, Rosas aparece como el exponente
autóctono de la
Restauración borbónica en Francia. Estas analogías son
posibles porque, en el fondo, no hay diferencias sustanciales entre el
desarrollo europeo y el argentino. Dado que Ingenieros adopta una concepción
idealista (en la que priman las ideas como motores de la evolución histórica),
Francia y Argentina enfrentan los mismos problemas y adoptan las mismas
soluciones. No hay un verdadero estudio de los procesos empíricos ni de las
transformaciones de las relaciones sociales. Se trata, meramente, de volcar los
hechos y las citas en los moldes de los conceptos elaborados de antemano, a
partir de la experiencia francesa.
En EIA se encuentran
numerosos ejemplos del citado procedimiento. Así, refiriéndose a la Revolución de Mayo,
afirmó: “...el proceso de la Revolución
Argentina fue análogo al de la Revolución Francesa,
sin más diferencia esencial que su menor formato; no es de extrañar que el
mimetismo, comenzado con la reedición de Rousseau por Moreno, viniera a rematar
en el encumbramiento del joven militar que tenía en la imaginación a Bonaparte
y acabada de realizar su soñado 18 Brumario.” (Ingenieros, 1946, 2:79). Más
adelante, al estudiar los sucesos políticos de 1820 en Buenos Aires, lee el
proceso en los siguientes términos: “Los jacobinos derrotados obligaron a
cambiar rumbo a los conservadores, apartándolos de sus pasadas flaquezas
monarquistas y clericales. Nunca han triunfado de otra manera los partidos de
la extrema izquierda, que sólo por accidente pueden retener el gobierno; su
función en la vida política consiste en equilibrar la presión de la extrema
derecha. Si pujan más los jacobinos, el equilibrio es favorable a un gobierno
liberal; cuando son vencidos por los reaccionarios, dominan gobiernos
conservadores.” (Ingenieros, 1946, 2:160). La utilización de las categorías
políticas de la Revolución Francesa
para el análisis es coherente con la concepción general de Ingenieros acerca
del desarrollo histórico del mundo moderno. Para él se trata, ante todo, de un
conflicto entre los ideales medievales y los ideales progresistas del Renacimiento
y la Ilustración.
Ahora bien, este método de análisis, implica negar la
especificidad del desarrollo político argentino, y obliga al autor a recurrir a
conceptos abstractos para explicar el desarrollo del proceso argentino.
En definitiva, la historia argentina, y por
extensión la latinoamericana, no es otra cosa que la repetición, en un
escenario cuantitativamente diferente, de lo acaecido en Europa. Esto es así,
porque el desarrollo histórico es un proceso teleológico, que sigue los dictados
de los ideales del mundo europeo. “El conocimiento de ese proceso general [Se
refiere a la historia política francesa en el período 1815-30] nos permitirá
comprender el caso particular de la Argentina, con las diferencias implícitas en su
estado de inferior civilización.” (Ingenieros, 1946, 3: 12). Como puede observarse,
Ingenieros no hace historia, sino que se limita a volcar en el molde europeo
los datos de la evolución histórica de las ideas en Argentina.
El método mencionado en este apartado es el
resultado de la concepción idealista del proceso histórico que subyace en el
esquema del proceso histórico elaborado por Ingenieros. En el siguiente
apartado nos dedicaremos a presentar los rasgos principales del idealismo de
Ingenieros.
4.3.
El idealismo de Ingenieros
Ante todo corresponde aclarar que se trata de
idealismo entendido como una concepción filosófica que sostiene la primacía de
las ideas frente a los otros factores involucrados en los procesos sociales. Esta
posición parece contradictoria, a priori, con los postulados positivistas
defendidos por Ingenieros. Pero no hay aquí ninguna contradicción. Hay que
tener presente, por un lado, que el positivismo de Ingenieros no es un mero
empirismo[23], y que
EIA es posterior a la etapa de la trayectoria intelectual de Ingenieros más influida
por el determinismo biológico. En EIA, como en las demás obras del tercer
período de la producción de Ingenieros, el motor del proceso histórico lo
constituyen los ideales, que son las
ideas que encarnan los principios fundamentales del proceso histórico en cada
una de sus etapas. En la etapa moderna, se produce la pugna entre los ideales
viejos (el feudalismo) y los ideales nuevos (los del Renacimiento y la Revolución Francesa).
Se trata, en rigor, de un conflicto entre ideas, en las que los actores
sociales son meros portadores de esos ideales. De ahí que las luchas políticas
quedan vaciadas de contenido concreto en EIA (salvo algunos pasajes aislados),
y se transformen en el vehículo de expresión de los antagonismos ideológicos,
que son los que dan el contenido a la historia. El ejemplo más claro de esta
concepción se encuentra en el papel que Ingenieros asigna a las minorías
cultas.
Casi al principio del libro I de EIA,
Ingenieros aclara que su objeto de estudio son las minorías cultas[24].
Esto es así porque “Es ridículo pensar que una Revolución la hacen todos los
habitantes de un país…” (Ingenieros, 1946, 1: 180). Sólo las minorías cultas
hacen historia, en el sentido en que entiende Ingenieros la historia, esto es,
el proceso por el que los ideales viejos son reemplazados por los ideales
nuevos. Sólo las minorías cultas pueden hacer la historia porque son las
portadoras de las ideas capaces de transformar las formas tradicionales de
pensar.
En un largo pasaje del libro I de EIA,
Ingenieros presenta en detalle su concepción del papel jugado por estas
minorías cultas. Consideramos conveniente reproducirlo, más allá de su
extensión, porque en él Ingenieros expresa con inusual claridad su concepción: “¿Qué
derecho tiene una minoría pensante y activa para imponer revolucionariamente
sus ideales a una mayoría pasiva que los ignora, los teme o los repudia? Toda
la filosofía política podría concentrarse en torno a esta pregunta, a la que
siempre darán respuestas contradictorias los progresistas y los conservadores.
Los argentinos, que aceptamos como legítima la situación creada por la Revolución, no podemos
desconocer el derecho de la exigua minoría que en 1810 la inició desde Buenos
Aires fracasando en su intento de extenderla a todo el Virreinato. Rara vez
todos los habitantes de un agregado político poseen la homogeneidad de ideas y
de sentimientos que constituye un espíritu nacional; causas históricas y
geográficas se suman para engendrar sociedades diferentemente evolucionadas,
que coexisten en el Estado, sin refundirse por la contigüidad. Y dentro de cada
una, en apariencia homogénea, la diversa cultura de las clases sociales
engendra grupos distintos, cuyos anhelos suelen no concordar en el orden
político, económico y moral. El conocimiento de los ideales comunes –la
conciencia social- no es idéntico en todos los componentes de una sociedad: es
más claro y seguro en sus núcleos animadores (…) La voluntad social, o
capacidad de realizar ciertos progresos necesarios, suele ser, como aquella
conciencia, un privilegio de pequeñas minorías que se anticipan a su tiempo. Los
cambios que éstas piensan y ejecutan, suelen ser más tarde aprovechados por los
otros grupos que las imitan; la masa tiene por misión conservar lo que antes
fue iniciativa de sus núcleos innovadores. En este sentido, concordante con los
resultados de la psicología social, todo progreso histórico ha sido, es y será
obra de minorías revolucionarias. Frente a esas fuerzas de variación, esencialmente genitivas y que empujan hacia
el porvenir, existen fuerzas de herencia
que constituyen la tradición y consolidan el pasado. De su contraste resulta el
vaivén continuo que remueve las ideas y las instituciones de la sociedad,
siendo su consecuencia la adopción definitiva de aquellas variaciones que por
ser más legítimas resultan ineludibles. En ello reside, esencialmente, el
progreso. Toda la evolución histórica, general de la humanidad o particular de
un estado, tiene por trama esa lucha de la variación contra la herencia, de los
melioristas contra los tradicionalistas; y, en los momentos de crisis, de los
revolucionarios contra los reaccionarios. No siendo uniforme el ritmo de
progreso, obsérvanse en cada sociedad períodos críticos de atraso y de
renovación. Durante los primeros tórnanse rutinarias las ideas y los
sentimientos, dominando las costumbres de más vieja raigambre; en los segundos,
todo tiene a variar originalmente, ajustándose a los cambios que, sin cesar,
modifican la constitución de la sociedad.” (Ingenieros, 1946, 1: 177-179). Es
significativo que Ingenieros otorgue a las minorías cultas el papel de
constructoras de la conciencia nacional, pues esto lo ubica en la misma línea
de pensamiento que la
Generación del 80, con la salvedad de que
Ingenieros escribía en un período diferente de la historia argentina. Pero queda claro que son las minorías cultas las que hacen la historia, mientras que las mayorías desempeñan el papel de espectadoras o, a lo sumo, el de auxiliares de las minorías progresistas o conservadoras[25]. En pocas palabras, la política queda reducida a un conflicto entre ideales. Ahora bien, este esquema, si bien útil desde el punto de vista de los objetivos políticos de Ingenieros (en las conclusiones de este trabajo nos referiremos a los mismos), presentaba el inconveniente de que los ideales parecían girar en el vacío. Para evitar este problema Ingenieros utilizó el recurso del determinismo biológico, como expediente para reforzar el carácter “científico” de su interpretación de la historia.
Ingenieros escribía en un período diferente de la historia argentina. Pero queda claro que son las minorías cultas las que hacen la historia, mientras que las mayorías desempeñan el papel de espectadoras o, a lo sumo, el de auxiliares de las minorías progresistas o conservadoras[25]. En pocas palabras, la política queda reducida a un conflicto entre ideales. Ahora bien, este esquema, si bien útil desde el punto de vista de los objetivos políticos de Ingenieros (en las conclusiones de este trabajo nos referiremos a los mismos), presentaba el inconveniente de que los ideales parecían girar en el vacío. Para evitar este problema Ingenieros utilizó el recurso del determinismo biológico, como expediente para reforzar el carácter “científico” de su interpretación de la historia.
4.4.
El rol del determinismo biológico
En el esquema idealista de la historia
propuesto en EIA, el determinismo biológico juega el rol de elemento que llena
las grietas de la argumentación. Debe quedar claro que el determinismo
biológico es, ante todo, racismo.[26]En
el comienzo del libro I de EIA encontramos un pasaje característico: “Las
nuevas naciones que en estos territorios [América] van sustituyendo
progresivamente a los imperios y tribus en que se agrupaban las razas
indígenas, continúan la historia de las razas blancas inmigrantes; el título de
civilizadas sólo suele discernírseles en la justa medida en que a la
mestización inicial ha sucedido el predominio de la sangre aria.” (Ingenieros,
1986, 1: 14). La civilización es, entonces, un atributo de la raza y no la
expresión de determinadas condiciones sociales; la biología es la que determina
las características de una sociedad en general, y de un grupo social en
particular. Más adelante, Ingenieros sistematiza su concepción de la influencia
del factor racial: “La formación de toda nueva sociedad humana obedece a
principios generales, hoy perfectamente conocidos. Se forma siempre por
migración. Las migraciones a territorios ocupados por razas distintas, tienden
a ser substitutivas, como en los Estados Unidos, aunque transitoriamente pueden
engendrar promiscuidades étnicas, como en Hispano-América; en este caso,
andando el tiempo, en el tipo mestizado se acentúan los caracteres de la raza
mejor adaptada al medio, que al fin predomina sobre la otra o la excluye
totalmente. Si persiste la autóctona, la inmigrada vejeta en núcleos aislados y
acaba por refundirse en la primitiva; es el caso corriente de las razas
europeas en las regiones tropicales de otros continentes. Si la inmigrada se
adapta al medio, sufre una variación y engendra un nuevo tipo: base sociológica
de una nueva nacionalidad.” (Ingenieros, 1946, 2: 138).
La biología, a través de la raza, impone una
necesidad que tiene que ser interpretada adecuadamente por las minorías cultas,
las únicas capaces de comprender los imperativos del desarrollo histórico. El
papel determinante de los intelectuales queda refrendado por la invocación a la
acción del determinismo histórico. De este modo, Ingenieros parece pretender
sellar la contradicción entre determinismo y voluntad en la historia. Sin
embargo, Ingenieros no fundamenta adecuadamente ni el papel de los ideales en
la historia ni el rol de la raza en la determinación de los procesos sociales. En
definitiva, la interpretación del proceso histórico elaborada en EIA se muestra
como un instrumento sumamente deficiente para abordar el estudio de la
evolución del pensamiento social argentino.
5. SOCIOLOGÍA Y POLÍTICA: LOS
TIEMPOS NUEVOS
El estallido de la Primera Guerra Mundial (1914)
ejerció una enorme influencia en el pensamiento de Ingenieros[27].
Aunque no disminuyó su admiración por los modelos europeos de pensamiento,
contribuyó a que Ingenieros revalorizara el papel jugado por los trabajadores y
las masas en la historia[28].
Hay que tener en claro que
la guerra mundial fue caracterizada por Ingenieros según el esquema de la
historia expuesto en EIA. Así, a los pocos días de estallar el conflicto,
publicó el artículo “El suicidio de los bárbaros”, en el que escribió lo
siguiente: “La civilización feudal, imperante en las naciones bárbaras, ha
resuelto suicidarse, arrojándose al abismo de la guerra. (…) Esta crisis
marcará el principio de otra era humana. Dos grandes orientaciones pugnaron
desde el Renacimiento. Durante cuatro siglos la casta feudal, sobreviviente en la Europa política, siguió
levantando ejércitos y carcomiendo naciones, perpetuando la tiranía de los
violentos; la minoría pensante e innovadora, a duras penas respetada, sembró
escuelas y fundó universidades, esparciendo cimientos de solidaridad humana.
Por cuatro centurias ha vencido la primera. Príncipes, teólogos, cortesanos,
han podido más que filósofos, sabios y trabajadores. Las fuerzas malsanas
oprimieron a las fuerzas morales. Ahora el destino inicia la revancha del
espíritu nuevo sobre la barbarie enloquecida. La vieja Europa feudal ha
decidido morir como todos los desesperados: por el suicidio.” (Ingenieros, 1963a:
11). Como se desprende de este pasaje, la guerra mundial no era otra cosa que
otra etapa (claro que concebida como definitiva) del viejo enfrentamiento entre
el Feudalismo y el Renacimiento. Sin embargo, la dinámica de conflicto, el
triunfo de la Revolución Rusa
y la propia evolución del pensamiento de Ingenieros, llevaron a éste a plantear
que el progreso histórico ya no estaba encarnado por la burguesía, sino por las masas trabajadoras, cuya expresión
eran los intelectuales jóvenes. En un sentido, se trata de un retorno a sus
posiciones juveniles, de la época del Centro Socialista Universitario y de la
publicación de “La Montaña”.
Pero este retorno, realizado en el marco de una nueva atmósfera política, se
tradujo en un aumento de la influencia política de Ingenieros. Dos hechos
significativos de este proceso fueron el apoyo dado por Ingenieros a la Reforma Universitaria
y a la Revolución Rusa.
Aquí sólo podemos ocuparnos de su defensa de la Revolución de 1917.
Hay que decir que
Ingenieros tuvo una comprensión muy limitada de la Revolución Rusa.
Para él, se trataba de un movimiento revolucionario que estaba dentro de la
línea del proceso iniciado en el Renacimiento. La cuestión del socialismo o de
la lucha contra el capitalismo pasaba a un segundo plano. En su artículo
“Ideales viejos e ideales nuevos” (1918) Ingenieros reiteró su opinión de que
la guerra mundial formaba parte del conflicto entre Feudalismo y Renacimiento.
En ese momento, Ingenieros no veía diferencias significativas entre los
objetivos de Lenin y del presidente norteamericano Wilson: “Mis simpatías
acompañan al presidente Wilson, que ha intervenido en la guerra en nombre del
derecho y de la justicia, no para extender en el mundo el dominio de su pueblo,
sino para sembrar en todos los pueblos los ideales que han cimentado la
grandeza del propio (…) Mis simpatías están con Francia, con Bélgica, con
Italia, con Estados Unidos, porque esas naciones están más cerca de los ideales
nuevos y más reñidas con los ideales viejos. Mis simpatías, en fin, están con
la revolución rusa, ayer con la de Kerensky, hoy con la de Lenin y de Trotsky”
(Ingenieros, 1963b: 22). De un modo todavía más evidente que en EIA, el
carácter abstracto del esquema histórico de Ingenieros naufraga al pretender
analizar un proceso histórico concreto.
En noviembre de 1918 Ingenieros
pronunció su conferencia “Significación histórica del movimiento maximalista”.
En ella, si bien sigue utilizando el esquema de los ideales feudales versus los
ideales nuevos, la defensa de la Revolución
Rusa se hace más contundente que en el texto anterior. Aquí
utiliza el término “Revolución Social” para referirse al proceso iniciado en
Rusia y continuado a fines de 1918 en Alemania: “Sin mucho don profético puede
preverse que ahora vendrá lo que desde antes de la guerra se miraba como su
consecuencia: una transformación profunda de las instituciones en todos los
países europeos y en los que viven en relación con ellos. Eso, solamente eso,
merece el nombre de Revolución Social –con mayúsculas- y no los pasajeros
desórdenes y violencias que lo acompañarán.” (Ingenieros, 1963c: 38). Pero,
como en los textos anteriores, Ingenieros sigue sin referirse al problema del
contenido anticapitalista de la Revolución
Rusa. En ningún momento consigue salir del esquema propuesto
en EIA. En otras palabras, y más allá de la honestidad intelectual con la que
Ingenieros se volcó a la defensa de la Revolución Rusa[29],
sus concepciones se mantenían en el terreno de los conflictos políticos de la Europa de la primera mitad
del siglo XIX (en los que la política se movía en el terreno establecido por la Revolución Francesa).
En rigor, el capitalismo se encuentra ausente en el horizonte teórico de
Ingenieros. Esta concepción del proceso histórico determina las limitaciones de
la intervención de Ingenieros en la política, pero también constituye la
explicación del enorme atractivo ejercido por su figura entre la juventud del
período de la Reforma Universitaria y de las décadas posteriores. En las
conclusiones abordaremos la cuestión de la conexión de Ingenieros con las
corrientes de la izquierda argentina.
6. CONCLUSIONES
La influencia de
Ingenieros en los medios intelectuales de las dos primeras décadas del siglo XX
es indiscutible. Se apoyó, por cierto, en una vasta producción intelectual y en
una conducta indoblegable frente al poder político. Su combinación de elementos
del pensamiento de la
Generación del 80 con los aportes del determinismo biológico
y del materialismo histórico le permitió desarrollar una obra original, que
sirvió para conectar el pensamiento social argentino de la última mitad del
siglo XIX con las corrientes de izquierda que comenzaron a proliferar desde la
década de 1890. En el marco de las transformaciones sociales generadas por el
crecimiento económico del país, la figura de Ingenieros sirvió de modelo a los
intelectuales jóvenes, descontentos con el rol subordinado que les asignaba el
modelo agroexportador vigente.
Su relación con la
izquierda argentina fue fluida, y se extendió a lo largo de toda su producción
teórica. Desde sus comienzos en el período fundacional del Partido Socialista y
sus contactos con el anarquismo, hasta su defensa de la Revolución Rusa
y su influencia en el recién creado Partido Comunista, Ingenieros siempre se
ubicó en las filas del pensamiento social progresista. Aunque influenciado por
el pensamiento de la
Generación del 80, Ingenieros nunca se sumó a los
intelectuales orgánicos del modelo agroexportador ni adhirió al radicalismo que
había ascendido al poder en 1916. Sin embargo, la posición intelectual y
personal de Ingenieros nunca se tradujo en una militancia política consistente.
Luego de su renuncia a la afiliación al socialismo (1902), Ingenieros
permaneció fuera de las agrupaciones políticas. En buena medida, este
alejamiento fue una consecuencia de las limitaciones de su concepción de la
sociedad. Como indicamos en las dos secciones anteriores, Ingenieros permaneció
anclado en una visión del conflicto político propia de la Revolución Francesa.
Luego de sus primeros escritos, la cuestión social nunca ocupó una posición
central en su teoría social. En su esquema de la historia, el conflicto central
de la época moderna se daba entre los ideales del feudalismo y los ideales del
mundo moderno. El concepto de ideales
reemplaza en su sociología al examen de los conflictos de clase y de los
problemas del desarrollo del capitalismo en la Argentina de las
primeras décadas del siglo XX. De este modo, la concepción de Ingenieros
adquirió importancia en el sentido de actitud moral, de conducta intelectual,
pero careció de respuestas para los problemas concretos de la política
práctica. Ingenieros fue más importante, desde el punto de vista del
pensamiento de izquierda, por su personalidad que por su teoría social. De
hecho, Aníbal Ponce (1898-1938), su discípulo más relevante, debió romper con
los postulados teóricos de su maestro para acceder a una concepción marxista de
la sociedad[30].
7. BIBLIOGRAFÍA
Aricó, J. (1999). La
hipótesis de Justo: Escritos sobre el socialismo en América Latina. Buenos
Aires: Sudamericana.
Bagú, S. (1963). Vida
de José Ingenieros. Buenos Aires: Eudeba.
Comte, A. (1999). Discurso
sobre el espíritu positivo: Discurso preliminar del Tratado Filosófico de
Astronomía Popular. Madrid: Biblioteca Nueva.
Eagleton, T. (1997). Ideología:
Una introducción. Barcelona: Paidós.
Ferrater Mora, J. (1951). Diccionario de filosofía. Buenos Aires: Sudamericana.
Ingenieros, J. (1946). La evolución de las ideas argentinas. Buenos Aires: Editorial
Problemas. En 4 volúmenes.
Ingenieros, J. (1956a). “El suicidio de los bárbaros”. En
J. Ingenieros, Los tiempos nuevos
(pp.11-12). Buenos Aires: Elmer Editor.
Ingenieros, J. (1956b). “Ideales viejos e ideales
nuevos”. En J. Ingenieros, Los tiempos
nuevos (pp. 13-28). Buenos Aires: Elmer Editor.
Ingenieros, J. (1956c). “Significación histórica del
movimiento maximalista”. En J. Ingenieros, Los
tiempos nuevos (pp. 29-42). Buenos Aires: Elmer Editor.
Marsal, J. F. (1963). La
sociología en la Argentina. Buenos Aires: Compañía General Fabril Editora.
Oddone, J. (1983). Historia
del socialismo argentino. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.
Orgaz, Raúl. (1937). “Ingenieros sociólogo”. En Páginas de crítica y de historia. Buenos
Aires.
Rodríguez Kauth, A. (2001). “El racismo en el pensamiento
de José Ingenieros”. En: http://www.revista.unam.mx/vol.2/num3/art2/index.html
Salceda, J. A. (1957). Aníbal Ponce y el pensamiento de Mayo. Buenos Aires: Lautaro.
Soler, R. (1968). El
positivismo argentino. Pensamiento
filosófico y sociológico. Buenos Aires: Paidós.
Tarcus, Horacio. (2007)
Terán, O. (1986a). “José Ingenieros o la voluntad de
saber”. En O. Terán, En busca de la
ideología argentina (pp. 51-83). Buenos Aires: Catálogos Editora.
Terán, O. (1986b). “Aníbal Ponce o el marxismo sin
nación”. En O. Terán, En busca de la ideología
argentina (pp. 131-178). Buenos Aires: Catálogos Editora.
[2] Para los datos biográficos de
Ingenieros nos hemos basado principalmente en Bagú (1963).
[3] Para una periodización mucho más
detallada de la trayectoria intelectual de Ingenieros, puede consultarse Terán
(1986a).
[4] Este partido, inicialmente denominado
Partido Socialista Obrero Argentino, pasó a llamarse en 1896 Partido
Socialista, en el Congreso Constituyente celebrado en Buenos Aires en junio de
ese año. Ver Oddone (1983).
[5] Para un análisis de los logros y
limitaciones del socialismo de Justo, puede consultarse la obra de Aricó
(1999).
[6] “Poco leyó a Marx y Engels. Por entonces
nadie tenía con ellos en Buenos Aires trato frecuente, ni aun los dirigentes
socialista más cultos [Juan B. Justo, traductor del Libro I de El Capital, era la excepción]. Es
frecuente encontrar en las glosas caseras de la época un marxismo corregido y
adaptado, simple y mecanicista, en el que el padre de la doctrina reconocería
sólo algunos criterios básicos. A quien estudió con detenimiento fue a Loria.
Las ideas fundamentales sobre la interpretación del proceso histórico, a las
que adhirió, no fueron tomadas de Marx ni de Engels, sino de Loria.” (Bagú,
1963: 19-20). En los dos años que siguieron a la redacción de ¿Qué es el socialismo?, leyó a Loria,
Tarde (1843-1904), Spencer (1820-1903), Lombroso (1835-1909), Charcot
(1825-1893), Max Nordau (1849-1923) y los socialistas utópicos (Bagú, 1963:
19).
[7] A partir de la 3ª edición la obra se
divide en dos, con los títulos de Simulación de la locura y La simulación en la lucha por la vida.
[8] En 1913 se transformaría en la obra Sociología
argentina.
[9] Esta visión quedó plasmada en el
folleto ¿Qué es el socialismo?,
destinado a la labor de propaganda del Centro Socialista Universitario. También
se encuentra en el editorial del nº 1 del periódico La
Montaña, donde también se percibe la influencia de las
concepciones anarquistas referidas a la supresión del Estado.
[10] Además,
pertenece a la segunda etapa del pensamiento del autor, marcada por la
influencia del determinismo biológico.
[11] Para un mejor entendimiento
de su relación con la izquierda es conveniente analizar los ensayos reunidos en
Los tiempos nuevos, así como también
los textos del período de la constitución de la Unión Latinoamericana,
que marcan la evolución del autor desde la Revolución Rusa
y la Reforma Universitaria
hasta su muerte. En esta ponencia trabajamos con Los tiempos nuevos, pero hemos dejado de lado las obras posteriores
por razones de espacio.
[12] Aníbal Ponce, al preparar la
edición de las obras de Ingenieros, indicó que “sobre la mesa de trabajo de
Ingenieros su esposa encontró junto a las páginas de Las Fuerzas Morales, un puñado de notas relativas al capítulo
primero del libro tercero de La evolución
de las ideas argentinas. Aunque varias veces lo habían anunciado como si ya
estuviera “en prensa”, la verdad era que después de su viaje a México se
disponía recién a terminarlo. (…) La muerte lo sorprendió cuando ya había
empezado a escribir el capítulo primero de “La Organización”. (…) se
trata de un borrador muy incompleto.” (Ingenieros, 1946, 4: 3).
[13] Para una presentación de la
corriente filosófica desarrollada en Francia por los “ideólogos”, consultar
Eagleton (1997).
[14] Georges Cabanis (1757-1808)
es uno de los referentes de la
Ideología. Es interesante destacar que promovió la reducción
de todo análisis psicológico a la fisiología.
[15] Vale la pena resaltar que la
influencia de las ciencias naturales en el desarrollo de las ciencias sociales
no es una particularidad circunscripta a la Argentina, sino que es
una de las características principales asumidas por las flamantes ciencias
sociales.
[16] “La evolución filogenética
del hombre es muy parecida a la evolución histórica de los pueblos” (C. O
Bunge: Principes de Psychologie individuelle et sociale, Paris Alcan 1903, p,
30 citado por Soler, 1968: 73).
[17] Ingenieros retomará esta idea
al plantear la perenidad de lo “inexperiencial”.
[18] Esta teoría postula la imposibilidad de separar el estudio de la
historia de la filosofía de la historia de las doctrinas políticas.
[19] Terán, refiriéndose a la
diferencia entre el primer y el segundo períodos de la trayectoria intelectual
de Ingenieros, escribe: “…la reflexión sobre la crisis –que en el período
anterior era un pensar sobre el parasitismo del sistema como condición del
hundimiento del capitalismo- se transforma ahora en una meditación acerca de la
patogenia del organismo social,
ubicada en vecindades estrechas con las regiones de la locura y el delito. De
modo que si otrora dicha problemática se constituía alrededor de la cuestión
social –entendida como interrogante cuya resolución legitimaba la ruptura
revolucionaria-, en este nuevo momento la problemática se desplaza y pasa a
interrogarse por el problema de la nación.”
(Terán, 1983a: 63).
[20] Esta concepción puede
apreciarse en la forma en que Ingenieros caracteriza a las tareas de la Revolución Rusa.
Ver la sección siguiente de esta ponencia.
[21] En el libro II de EIA se
encuentra otro pasaje en el que Ingenieros aborda la cuestión de la actualidad
del conflicto entre Feudalismo y Renacimiento: “Lo
esencial de la nueva filosofía política no fue la sustitución de la monarquía
por la república, sino la suplantación del viejo régimen por el nuevo régimen;
nadie ignora que Montesquieu y Rousseau predicaron sus ideales políticos sin
ponerles como condición expresa la forma republicana de gobierno. Se quería
mucho más: reemplazar el derecho divino por la soberanía del pueblo y los
privilegios del feudalismo por la justicia social. Ese era y sigue siendo el programa, ya que la gran transmutación
histórica está solamente en sus comienzos en las más de las naciones.”
(Ingenieros, 1946, 2: 50-51. El resaltado es nuestro.).
[22] Esto fue así aún en el
período juvenil de la producción de Ingenieros, y se vio reflejado en su acción
militante en las filas socialistas. Mientras que Juan B. Justo, lector de Marx
y de los socialistas de la
II Internacional, preconizaba un socialismo reformista,
fuertemente influenciado por el determinismo económico, Ingenieros proponía un
extremismo abstracto, centrado en principios (primera versión de los “ideales”)
alejados de toda consideración política práctica. En este sentido, Bagú
sostiene, refiriéndose al período de constitución del Partido Socialista
Argentino: “Todas las posiciones extremas contaron
con la adhesión entusiasta de Ingenieros y Lugones, mientras Justo, con
serenidad y conocimiento, lograba que se introdujeran en el programa algunas
cuestiones fundamentales.” (Bagú, 1963: 13). En un volante del Centro
Socialista Universitario, liderado por Ingenieros, podía leerse la siguiente
definición del socialista, en la que se comprueba el peso de los principios
abstractos: “El socialismo es la expresión de las nuevas formas que, bajo la
influencia de la evolución económica, han tomado las ideas de justicia, derecho
y libertad.” (Citado por Bagú, 1963: 12). En resumen, inclusive durante su
período socialista, Ingenieros nunca fue marxista, aun en el sentido limitado
de determinismo económico de la II
Internacional.
[23] En rigor, corresponde decir
que es habitual confundir al positivismo con el empirismo, como si se tratara
de una versión moderna de la vieja corriente filosófica. El mismo Comte, en su Discurso sobre el espíritu positivo,
ponía en guardia contra esta confusión: “Importa (…) mucho percatarse que el
verdadero espíritu positivo no está menos alejado, en el fondo, del empirismo
que del misticismo; entre estas dos aberraciones, igualmente funestas, debe
avanzar siempre” (Comte, 1999: 80).
[24] “Después
de mucho leer y meditar sobre las corrientes ideológicas que han inspirado a
las minorías cultas, durante la formación de la sociedad argentina…” (Ingenieros,
1946, 1: 9).
[25] En el libro III de EIA se
encuentra un pasaje significativo: “La minoría
ilustrada, de espíritu europeo, con su núcleo principal en Buenos Aires; la
mayoría, inculta, de espíritu indoespañol, diseminada en las llanuras y en las
montañas del inmenso virreinato. La Revolución había sido pensada y ejecutada por la minoría,
con el apoyo de los militares; la mayoría, según las circunstancias,
resultábale, indistintamente, cómplice, aliada o enemiga.” (Ingenieros, 3: 16).
[26] Para un examen del racismo en
la obra de Ingenieros, escrito por un admirado confeso de su obra, ver
Rodríguez Kauth (2001).
[27] Cabe recordar que Ingenieros,
a partir de su autoexilio de 1911, ya había comenzado a reexaminar las bases de
su pensamiento con anterioridad al comienzo de la guerra. En el período 1911-14
Ingenieros había estudiado filosofía para intentar fundamentar filosóficamente
sus teorías sociales; estos trabajos lo llevaron a iniciar un viraje desde el
determinismo biológico hacia concepciones más idealistas.
[28] Sin embargo, y tal como
mostramos en la sección anterior, esta revalorización tendría un sentido
fuertemente limitado. Se trató, sobre todo, de la percepción del agotamiento
del rol progresista de la burguesía, que había mostrado su incapacidad para
evitar la guerra mundial. Este percepción no se hizo extensiva al papel de los
intelectuales, quienes siguieron siendo concebidos como los motores del
desarrollo histórico, a través de su concepción de los ideales.
[29] Ingenieros
también atacó duramente la represión sufrida por los trabajadores durante la Semana Trágica de enero de 1919:
en una encuesta realizada por la “Revista Vida Nuestra” (febrero de 1919),
publicación de la comunidad israelita de Buenos Aires, declaró: “Suponer que
los judíos rusos radicados en Buenos Aires pueden ser los causantes de esos
desórdenes, es una imbecilidad. [Esta huelgas son] el primer anuncio de
movimientos obreros más significativos y mejor organizados, que se producirán
en los años siguientes.” En su “Revista de Filosofía” (Año IX, nº 1),
transcribió la entrevista citada y escribió: “La xenofobia es una simple farsa
de políticos oligárquicos que temen perder sus privilegios feudales por el
incremento de nuevas generaciones de argentinos trabajadores y democráticos.”
(Ambas citas tomadas de Bagú, 1963: 79. Ver también Rodríguez Kauth, 2001). En
la segunda cita Ingenieros vuelve a colocar el conflicto social en el marco de
la lucha contra el feudalismo.
[30] Para la trayectoria intelectual de Ponce, consultar Terán (1986b). En
Salceda (1957) se encuentra un análisis de las relaciones entre Ingenieros y
Ponce desde una óptica propia del Partido Comunista Argentino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario