“…sin la asistencia y
cooperación de millares de seres humanos,
la persona más
humilde en un país civilizado no podría disponer
de aquellas cosas que
se consideran las más indispensables y necesarias.”
Adam Smith (1723-1790)
Nota
bibliográfica:
Para escribir esta ficha he
utilizado la traducción española de Gabriel Franco: Smith, Adam. (1958). Investigación sobre la naturaleza y causas
de la riqueza de las naciones. México D. F.: Fondo de Cultura Económica.
Adam Smith da cuenta en los
primeros dos capítulos del Libro I de La
riqueza de las naciones (RN a partir de aquí) de los fundamentos
filosóficos de su teoría económica. Como la crítica de cualquier teoría social
implica necesariamente el examen de sus supuestos filosóficos, la discusión de
los mencionados capítulos es de vital importancia al momento de llevar a cabo
la crítica de la economía dominante en la sociedad capitalista.
En esta ficha se hará una
breve presentación de la concepción filosófica de Smith, tal como aparece en
dichos capítulos.
Smith comienza la obra con
una constatación: la riqueza de una nación es generada por el trabajo:
“El
trabajo anual de cada nación es el fondo que en principio la provee de todas
las cosas necesarias y convenientes para la vida, y que anualmente consume el
país. Dicho fondo se integra siempre, o con el producto inmediato del trabajo,
o con lo que mediante dicho producto se compra de otras naciones.” (p. 3).
Al hacer esta afirmación,
Smith realiza un corte radical respecto a la tradición clásica en filosofía,
que tendía a ignorar al trabajo. Para la filosofía clásica, el trabajo carecía
de relevancia intelectual porque era una actividad realizada por las clases
subordinadas, por aquellos que jamás iban a hacer filosofía. Un ejemplo es la
actitud de desdén, hacia el empirismo en general y hacia el experimento en
particular, demostrado por la filosofía anterior a la Modernidad. Es verdad que
Smith no fue el primero en prestar atención al trabajo como un elemento
fundamental para la filosofía política (véase el papel que le otorga Locke en
el surgimiento de la propiedad privada en su Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil). Pero Smith fue el primero
en desarrollar toda una reflexión acerca de la sociedad apoyándose en la noción
de trabajo. No es casual que dicha reflexión se haya aplicado al terreno de la
economía, pues en él resulta imposible soslayar al proceso de producción.
Smith empieza su
investigación constatando la diferencia entre “las naciones salvajes de
cazadores y pescadores” y las “naciones civilizadas y emprendedoras”. Así,
mientras que en las primeras reina la miseria, en las segundas,
“aunque
un gran número de personas no trabaje absolutamente nada, y muchas de ellas
consuman diez o, frecuentemente cien veces más el producto del trabajo que
quienes laboran, el producto del trabajo entero de la sociedad es tan grande
que todos se hallan abundantemente provistos, y un trabajador por pobre y
modesto que sea, si es frugal y laborioso, puede disfrutar una parte mayor de
las cosas necesarias y convenientes para la vida que aquellas de que puede
disponer un salvaje.” (p. 4).
Dejemos de lado que Smith no
dice nada de la tremenda desigualdad de riqueza que existe al interior de las
naciones “civilizadas”, expresada a través de la diferencia de consumo. En este
momento, interesa más la cuestión de la solución que propone Smith al problema
de cómo explicar la diferencia de riqueza entre las naciones “civilizadas” y
las naciones “salvajes”. En el fondo, toda su investigación en esta obra gira
en torno a la explicación de la mencionada diferencia. Veamos cómo Smith
elabora su respuesta al problema.
Ante todo, la diferencia
entre naciones ricas y naciones pobres se explica a partir del “progreso en las
facultades productivas del trabajo” (p. 4). Al proponer este criterio, Smith
establece un parámetro objetivo para medir el progreso de la humanidad: la
productividad del trabajo. Que se entienda bien. No se trata de un criterio
absoluto. A mayor desarrollo de las “facultades productivas del trabajo”, mayor
control sobre la naturaleza.
Smith va más allá del
reconocimiento del trabajo como fuente de la riqueza. El núcleo principal de
los dos primeros capítulos de RN es el descubrimiento del papel de la división del trabajo (DT a partir de
aquí).
“El progreso
más importante en las facultades productivas del trabajo, y gran parte de la
aptitud, destreza y sensatez con que éste se aplica o dirige, por doquier,
parecen ser consecuencia de la división del trabajo.” (p. 7).
En una sociedad en la que
prima la producción de mercancías, es lógico que la división del trabajo se
acentúe y profundice. Smith toma nota de este proceso y lo ilustra por medio de
lo que sucedía en las manufacturas.
En el capítulo 1 da el ejemplo clásico de la fabricación de alfileres (págs.
8-9). Mientras que un obrero, ejecutando todas las operaciones que requiere la
producción de un alfiler, no puede hacer más de unos 20 alfileres diarios,
varios operarios, realizando cada uno de ellos una operación, pueden fabricar
decenas de alfileres diarios. La DT multiplica la producción, pero también
engendra nuevos oficios y nueva maquinaria.
Smith expresa así las
consecuencias de la DT:
“Este
aumento considerable en la cantidad de personas que un mismo número de personas
puede confeccionar, como consecuencia de la división del trabajo, procede de
tres circunstancias distintas: primero, de la mayor destreza de cada obrero en
particular; segunda, del ahorro de tiempo que comúnmente se pierde al pasar de
una ocupación a otra, y por último, de la invención de un gran número de máquinas,
que facilitan y abrevian el trabajo, capacitando a un hombre para hacer la
labor de muchos.” (p. 11).
El aumento de productividad
derivado de la extensión de la DT hace que un campesino europeo, que vive en el
marco de una sociedad donde la DT se ha incrementado poderosamente, disfrute de
mayores comunidades que las de los reyes de los países africanos (p. 15). Según
Smith, es la profundización de la DT la que permite distribuir mejor la riqueza
en la sociedad:
“La
gran multiplicación de producciones en todas las artes, originadas en la
división del trabajo, da lugar, en una sociedad bien gobernada, a esa opulencia
universal que se derrama hasta las clases inferiores del pueblo. Todo obrero
dispone de una cantidad mayor de su propia obra, en exceso de sus necesidades,
y como cualesquiera otro artesano, se halla en la misma situación, se encuentra
en condiciones de cambiar una gran cantidad de sus propios bienes por una gran
cantidad de los creados por los otros; o lo que es lo mismo, por el precio de
una gran cantidad de los suyos. El uno provee al otro de lo que necesita, y
recíprocamente, con lo cual se difunde una general abundancia en todos los
rangos de la sociedad.” (p. 14).
De modo que la DT no sólo
engendra la multiplicación de la riqueza social, sino también una mejor
distribución de la misma. Smith anticipa aquí la célebre teoría del “derrame”,
tan de moda durante el período neoliberal. Ahora bien, es interesante indicar
cuál es el supuesto que se encuentra detrás de la tesis del enriquecimiento
general de la sociedad. En el párrafo anterior se ve con claridad que Smith
tiene en mente una sociedad de pequeños propietarios privados, cada uno de los
cuales lleva la mercancía producto de su trabajo al mercado. No hay indicios de
la concentración del capital que caracteriza a la versión capitalista de la
producción mercantil. Cuando esta última se transforma en producción
capitalista, los frutos de la producción de mercancías (el plusvalor) son apropiados
por el capitalista y no por el trabajador.
Smith no se queda en el mero
registro de los efectos y consecuencias de la DT. Procura establece cuál es el
motivo que hace que la DT se extienda. Al dar respuesta a este problema, Smith
sale del terreno de la teoría económica y se adentra en la filosofía:
“Esta
división del trabajo, que tantas ventajas reporta, no es en su origen efecto de
la sabiduría humana, que prevé y se propone alcanzar aquella general opulencia
que de él se deriva. Es la consecuencia gradual, necesaria aunque lenta, de una
cierta propensión de la naturaleza humana que no aspira a una utilidad tan
grande: la propensión a permutar, cambiar y negociar una cosa por otra.” (p.
16).
La DT, fuente de la
opulencia de la sociedad moderna, es el resultado de la naturaleza humana. Es nuestra naturaleza la que determina que nos
inclinemos hacia el comercio. Es nuestra naturaleza la que hace que nos
inclinemos hacia aquello que hacemos mejor, hacia aquello para lo que estamos
mejor dotados. La producción mercantil (y, más adelante, la producción
capitalista) no es otra cosa que el desarrollo de nuestra propia esencia. Según
Smith, nos guste o no, poseemos una esencia mercantil y egoísta (dicho esto
último en sentido no peyorativo).
“…el
hombre reclama en la mayor parte de las circunstancias la ayuda de sus
semejantes y en vano puede esperarla sólo de su benevolencia. La conseguirá con
mayor seguridad interesando en su favor el egoísmo de los otros y haciéndoles
ver que es ventajoso para ellos hacer lo que les pide. Quien propone a otro un
trato le está haciendo una de esas proposiciones. Dame lo que necesito y
tendrás lo que deseas, es el sentido de cualquier clase de oferta, y así
obtenemos de los demás la mayor parte de los servicios que necesitamos. No es
la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura
el alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus
sentimientos humanitarios sino su egoísmo; ni les hablamos de nuestras
necesidades, sino de sus ventajas.” (p. 17).
La combinación de propensión
al comercio y de egoísmo constituye el fundamento de la riqueza y de la
civilización. En otras palabras, riqueza y civilización son producto de la
naturaleza humana. Smith, que escribe en un siglo dominado por la creencia en
la omnipotencia de la razón, concede a este un papel subordinado. Si “la
sabiduría humana” procura promover la riqueza de un país, debe limitarse a
dejar actuar a las tendencias presentes en nuestra naturaleza. Cualquier otro
comportamiento resultaría antinatural y terminaría en fracaso. La razón, en
todo caso, tiene que limitar su cometido a mejorar el conocimiento de nuestra
naturaleza o a profundizar el conocimiento de la naturaleza. Reformar la
sociedad, proponer planes para distribuir la riqueza, son albures que chocarían
inevitablemente contra nuestra esencia.
Smith no se contenta con
describir la importancia de la DT en el aumento de la productividad de la riqueza
material. También propone aplicar el principio de la DT a la teoría social:
“Con
el progreso de la sociedad, la Filosofía y la especulación se convierten, como cualquier
otro ministerio, en el afán y la profesión de ciertos grupos de ciudadanos.
Como cualquier otro empleo, también ése se subdivide en un gran número de ramos
diferentes, cada uno de los cuales ofrece cierta ocupación especial a cada
grupo o categoría de filósofos. Tal subdivisión de empleos en la Filosofía, al
igual de lo que ocurre en otras profesiones, imparte destreza y ahorra mucho
tiempo. Cada uno de los individuos se hace más experto en su ramo, se produce
más en total y la cantidad de ciencia se acrecienta considerablemente.” (págs.
13-14).
En el párrafo precedente,
Smith está planteando las líneas generales del proyecto de ciencias sociales
desarrollado por la burguesía en los siglos XIX y XX: dividir el objeto de
estudio (la sociedad) en una serie de parcelas (cada una de las ciencias sociales),
separar al investigador de la sociedad (de la que forma parte de manera
indisoluble), adoptar una postura neutral (buscar el conocimiento “para toda la
sociedad”) y evitar toda referencia a la lucha de clases. Si se siguen estos
pasos, queda garantizado el aumento del conocimiento del conjunto. Sin embargo,
y como ocurre en el caso de la riqueza material, Smith pasa por alto el hecho
de que en una sociedad dividida en clases, el conocimiento pasa a ser apropiado
y utilizado por la minoría que controla los medios de producción.
La relación del descubrimiento
del papel de la DT en la economía moderna queda incompleta si se deja de lado
que Smith remarca que la DT fortalece el carácter
social del trabajo. El énfasis puesto en el papel del egoísmo oscurece el
hecho fundamental de que Smith tiene plena conciencia de que la DT refuerza la
dependencia entre los individuos.
“Si
observamos las comodidades de que disfruta cualquier artesano o jornalero, en
un país civilizado y laborioso, veremos cómo excede a todo cálculo el número de
personas que concurren a procurarle aquellas satisfacciones, aunque cada uno de
ellos sólo contribuya con una pequeña parte de su actividad. Por basta que sea,
la chamarra de lana, pongamos por caso, que lleva el jornalero, es producto de
la labor conjunta de muchísimos operarios. El pastor, el que clasifica la lana,
el cardador, el amanuense, el tintorero, el hilandero, el tejedor, el batanero,
el sastre, y otros muchos, tuvieron que conjugar sus diferentes oficios para
completar una producción tan vulgar. Además de esto, ¡cuántos tratantes y
arrieros no hubo que emplear para transportar los materiales de unos a otros de
estos mismos artesanos, que a veces viven en regiones apartadas del país!
¡Cuánto comercio y navegación, constructores de barcos, marineros, fabricantes
de velas y jarcias no hubo que utilizar para conseguir los colorantes usados
por el tintorero y que, a menudo, proceden de los lugares más remotos del mundo!
¡Y qué variedad de trabajo se necesita para producir las herramientas del más
modesto de estos operarios!” (p. 14).
El párrafo precedente muestra
que Smith veía con claridad que la DT reforzaba los lazos entre los individuos.
El egoísmo de la naturaleza humana es contrarrestado por la dependencia general
en que la DT pone a los individuos en la economía mercantil. Es cierto que
Smith considera que esta dependencia es producto de la acción inconsciente de
los individuos (que siguen a su naturaleza) y no de medidas conscientes. Pero
el énfasis en el carácter social del trabajo fue retomado posteriormente por
autores como Karl Marx y Emile Durkheim, permitiéndoles formular una concepción
muy diferente de la sociedad. Claro que eso ya es otra historia.
Villa del Parque,
viernes 21 de junio de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario