En el actual contexto
económico y social de la Argentina resulta fastidioso tener que dedicar tiempo
a justificar la necesidad de un paro nacional. Crisis del modelo económico
kirchnerista, caída de la inversión, recesión combinada con inflación, defol de
la deuda externa, tarifazos varios en los servicios públicos, caída del salario
real, despidos, suspensiones, jubilación mínima cada vez más retrasada frente a
la suba de precios, etc., son motivos más que suficientes como para justificar
una medida de fuerza de los trabajadores.
Sin embargo, es preciso
explicar los motivos del paro. Hay dos razones fundamentales que nos obligan a
hacerlo.
En primer lugar, la inmensa
mayoría de los intelectuales (incluimos bajo esta denominación a periodistas,
conductores de televisión, editorialistas de los medios oficiales y de la
autodenominada oposición) son contrarios a la medida de fuerza.
En segundo lugar, porque la
medida es producto de una convocatoria en la que confluyen diversos actores
sociales, siendo Hugo Moyano el más prominente de ellos.
Comencemos por revisar los
argumentos contrarios al paro formulados por los intelectuales kirchneristas.
El primero consiste en
afirmar que el paro perjudica la lucha emprendida contra los “fondos buitres”
por el gobierno de Cristina Fernández. Dicha pelea tendría por objetivola
reafirmación de la soberanía nacional. Por tanto, quienes están en contra de la
confrontación con los “buitres” son enemigos de la Patria. Aplicado al paro,
los huelguistas del 28/08 son traidores de la patria, en la medida en que
anteponen su interés particular al interés nacional encarnado por el gobierno
de Cristina Fernández. El Jefe de Gabinete de Ministros, Jorge Capitanich, afirmó
al respecto que los sindicatos que van al paro están pagados por los “fondos
buitres”.
Ahora bien, el gobierno de
Cristina Fernández, como el de Néstor Kirchner, procuró en todo momento cumplir
con los pagos de la deuda externa. Esa deuda fue contraída por dictaduras
militares, por gobiernos democráticos neoliberales y siguen las firmas. Ahora
bien, si aceptamos el argumento “patriótico”, esa deuda se contrajo para
perjudicar a la “patria”, recortándole al máximo la capacidad de tomar
decisiones de manera autónoma. Videla, Menem y Cavallo, son algunos de los
responsables de la deuda externa que el kirchnerismo quiere pagar a cualquier
precio. Néstor Kirchner y Cristina Fernández aceptaron que la justicia
norteamericana fuera el tribunal que juzgara los litigios derivados de los canjes
de la deuda en 2005 y 2010. Hace poco, el ministro Axel Kicillof negoció la
deuda existente con el Club de París; en la negociación, Kicillof acordó pagar
un monto de deuda superior al que figuraba al comienzo de la negociación
(punitorios dobles y otros mecanismos abultaron la cifra adeudada, Kicillof
dijo a todo que sí).
A partir de lo anterior y si
se toma al pie de la letra la cuestión de la patria, ¿es necesario decir que el
kirchnerismo se ha comportado de un modo poco patriótico?
El concepto de patria
carece de utilidad para explicar qué sucede en Argentina. Es más útil y
práctico hablar de capitalismo y de los intereses de nuestra burguesía. Así, durante
el menemismo, época en la que muchos de los hoy patriotas kirchneristas eran entusiastas
neoliberales, la deuda externa fue abultada con el propósito de permitir que tanto
las empresas privatizadas pudieran girar utilidades como para que la burguesía
argentina fugara capitales al exterior. El endeudamiento proveía los dólares
para hacer posible esto. La deuda externa, lejos de ser una perversidad, forma
parte de los mecanismos de acumulación de capital de nuestra burguesía. No se
trata de buscar la misteriosa burguesía “nacional” y separarla de la burguesía “cipaya”.
La clave de la deuda externa está en nuestro país, no en el exterior .Es la lógica
del capital, guste o no.
En un país como el nuestro,
donde basta con caminar un poco para observar los efectos de la desigualdad
social, la patria es el argumento invocado para tapar todas las porquerías que
hace nuestra burguesía. En Argentina no hay un interés común que deba ser
defendido frente a la voracidad de los “buitres”, sino una burguesía que vende
hasta a su madre con tal de obtener beneficios. Los empresarios argentinos
piensan que los trabajadores deben ser patriotas, lo que significa que los
segundos tienen que hacer todos los sacrificios necesarios para asegurar las
ganancias de los primeros. A esto se reduce el “patriotismo”, tanto de los
kirchneristas como de otras especies de patriotas que andan pululando por ahí.
Si la burguesía argentina
defiende sus intereses apelando a todos los recursos, ¿por qué no habrían de
hacer lo mismo los trabajadores?
El otro argumento en contra
de la huelga sostiene que hacer un paro perjudica la marcha de la economía y
termina por generar más recesión. Dicho de otro modo, los trabajadores tienen
que ajustarse el cinturón y trabajar más para asegurar las ganancias
empresarias y así mantener la vitalidad de la economía. Como puede verse,
nuestro intelectual (el kirchnerista y el de la autodenominada “oposición”) se
ha convertido en un mero vocero del empresariado.
Para que la afirmación
anterior sea correcta es preciso que los intereses de los empresarios y de los
trabajadores sean comunes. Si esto fuera así, es claro que los trabajadores
tendrían que poner el hombro junto a los empresarios. Pero esto es un cuento de
hadas, algo que puede ser usado como propaganda pero que no tiene ningún
sustento real. El empresario produce para obtener ganancias, no para hacerle un
favor a la sociedad. Para obtener ganancias debe explotar a los trabajadores.
Cuanto más producen los trabajadores, más ganancias se apropian los empresarios
y, por ende, más se fortalece la posición de la burguesía. Es corta la bocha:
esto es capitalismo, no una sociedad de beneficencia.
El argumento anterior puede
sintetizarse diciendo que los trabajadores no sólo deben trabajar para los
empresarios a cambio de un salario, sino que tienen que adoptar como propia la
lógica del capital y deslomarse trabajando para que los empresarios estén
contentos. Los paros, las tomas de fábricas, las movilizaciones, son “locuras”.
El trabajador tiene que trabajar y punto. Si quiere hacer otra cosa, que junte
dinero y que se haga empresario. Punto.
Es claro que el argumento
anterior es inaceptable en la medida en que los trabajadores no quieran subordinarse
a los empresarios. En las condiciones de la Argentina actual, el capitalismo ha
llevado (¡otra vez!) a una profunda crisis, que empieza a ser pagada por los
trabajadores por la vía de tarifazos, despidos, suspensiones y reducción del
salario real. El argumento funciona bien para los empresarios, pero empieza a
patinar cuando se aplica al trabajador que se levanta temprano todos los días,
viaja horas en “cómodos” medios de transporte, realizar un trabajo tedioso y
cobra un salario cada vez más reducido (inflación mediante).
Frente al argumento de los
intelectuales devenidos empresarios, nuestra posición es que los trabajadores
defienden sus intereses luchando contra la burguesía. Como muestra la
experiencia de las últimas décadas, el capitalismo significa privaciones cada
vez más agudas para los trabajadores, no sólo en lo que hace a la cuestión
laboral, sino también a la salud, a la educación, al transporte, etc. Esto es
algo que cada trabajador experimenta todos los días. No puede hablarse, pues,
de intereses comunes entre empresarios y trabajadores, salvo que se tenga en
mente un trabajador convertido en apéndice del empresario
Por último, está la cuestión
Moyano.
Dejemos de lado los matices:
Hugo Moyano es una lacra para los trabajadores (como lo son también el resto de
los burócratas sindicales). Su interés radica en negociar las condiciones de
venta de la fuerza de trabajo (el monto de los salarios), no en luchar contra
el sistema que oprime a los trabajadores. Por eso Moyano ha estado siempre del
lado de los empresarios. Por eso les resulta tan fácil a Moyano y a los demás
dirigentes de la burocracia sindical convertirse en empresarios. Por eso Moyano
está tan interesado en expulsar de los sindicatos a los militantes de
izquierda, porque sabe con claridad que la izquierda “le escupe el asado”. Más
allá de los alineamientos coyunturales (algunos burócratas apoyan a Cristina,
muchos otros buscan nuevos horizontes para acomodarse con miras al 2015), todos
ellos coinciden en que la izquierda es su enemigo común. Y en esto coinciden
también con los empresarios y con Cristina Fernández.
Pero Moyano y Barrionuevo
forman parte de los dirigentes y las organizaciones que convocan al paro.
El kirchnerista dice:
¡Horror! La izquierda va detrás de Moyano y Barrinuevo. A la izquierda no le
interesa defender a los trabajadores. La izquierda hace de idiota útil de los
Moyanos y los Barrionuevos.
El kirchnerista pasa por
alto dos cuestiones. Por un lado, Moyano fue aliado de Néstor Kirchner y
Cristina Fernández durante muchísimos años. Durante ese tiempo, “los jóvenes para
la liberación” no se sintieron incómodos por tener esa compañía. Como en tantas
otras cuestiones, otra vez el kirchnerista padece de mala memoria.
Dejando de lado las
chicanas, hay algo fundamental. Tanto Moyano como
Cristina, Macri como Scioli, Massa como Binner, ven en la izquierda al ENEMIGO.
Las razones: la izquierda (sobre todo el Partido Obrero y los demás partidos
que conforman el FIT) cuestiona las bases del capitalismo en Argentina. Sólo la
izquierda se anima a sacar los pies del plato. De modo que Moyano convoca al
paro (lo hace por sus propias necesidades políticas, que no podemos analizar
aqui), pero se siente incómodo con la presencia de la izquierda. Una prueba de
esto es que ni Moyano ni Barrionuevo van a estar presentes en la movilización
convocada por la izquierda para el día de hoy. Moyano y Barrionuevo tienen
tanto miedo de la izquierda que procuraron dejar en claro por todos los medios
que no van a promover la realización del piquete durante estas jornadas de
lucha.
No vamos a negar que la
izquierda tiene todavía una influencia pequeña. Es por ello que no puede
convocar por sí misma un paro general y debe acompañar las medidas de fuerza convocadas
por personajes como Moyano. Pero la sola presencia de la izquierda cambia el
contenido de la huelga. El lector puede tomar nota de las continuas críticas de
Cristina, Capitanich, Pignanelli (SMATA), Berni y otros, al Partido Obrero.
La izquierda tiene todavía
una influencia reducida. Pero está. Y eso modifica las condiciones de la lucha
política. Cristina Fernández y Hugo Moyano lo saben. Por eso coinciden en
pegarle a la izquierda. Porque la izquierda representa la única alternativa
real a la lógica del capital en Argentina. Nada más, y nada menos, que eso.
Villa del Parque,
miércoles 27 de agosto de 2014
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