“Cristina corazón,
acá tenés los pibes para la liberación.”
(Canto que suele
entonarse en los actos de Cristina Fernández).
“Billetera mata
galán.”
(Viejo dicho
popular).
Néstor Kirchner asumió la
presidencia de la Nación en 2003 sin una estructura partidaria adicta y con un
muy bajo porcentaje de apoyo electoral. En esas condiciones, una de las tareas
centrales del nuevo gobierno fue construir una base de sustentación propia, que
le permitiera llevar adelante la tarea de la recomposición del capitalismo
argentino luego de la fenomenal crisis de 2001. Kirchner comprendió que era imposible
realizar esa reconversión recurriendo a la ideología neoliberal que había
imperado en Argentina durante los años ’90, a la que habían adherido casi todos
los dirigentes del PJ (incluido el mismo Kirchner y su esposa, Cristina
Fernández). Había que encontrar un sustituto de esa ideología.
Para resolver el problema,
el kirchnerismo mezcló elementos del viejo peronismo, del progresismo, del
socialismo “nacional” y del nacionalismo a secas. Simplificando en extremo, el
kirchnerismo se presentó como el “peronismo del siglo XXI” (o, según el gusto
del interlocutor, como la “izquierda posible” en las condiciones de la sociedad
argentina). Colaboraron en la elaboración de la mescolanza intelectuales
convencidos y tránsfugas desesperados por venderse al mejor postor. La inmensa
mayoría de la izquierda proveniente del PC (Partido Comunista) apoyó con
entusiasmo la construcción del “kirchnerismo”, porque sentían que por primera
vez “estaban ganando” (o algo parecido). La lucha del gobierno contra la
burguesía agraria en torno a las suba de las retenciones a las exportaciones (2008),
hizo pensar a esos intelectuales que estaban participando de un proyecto “revolucionario”
y animó a muchos que estaban renuentes a subirse al tren del “kirchnerismo”.
Una década después de
iniciado el gobierno kirchnerista, quedó claro que la burguesía fue la gran
beneficiada. Sus ganancias aumentaron de forma exponencial. Pero los
intelectuales kirchneristas seguían planteando que estábamos en plena “revolución
cultural” y que el kirchnerismo era un paso necesario para la “liberación
nacional y social” de nuestro país.
En el día de ayer, Cristina
pronunció un discurso en la Casa Rosada. Más de una vez señalé en este blog que
Cristina, se piense lo que se quiera de ella, suele cometer verdaderos “sincericidios”
en sus discursos. Esta vez tampoco fue la excepción.
En primer lugar, Cristina
precisó cuál es el contenido fundamental de la “década ganada”. Así,
refiriéndose a la necesidad de que los empresarios inviertan, dijo:
“… digo
que también hay que invertir y seguir apostando al país. No solamente a los
usuarios y consumidores, a los argentinos, sino también a los empresarios,
sobre todo, que piensen un poco en todo lo bien que les fue en esta década”.
Nada hay de novedoso. En
otras ocasiones, Cristina ya había expresado lo mismo con más crudeza, al decir
que “los empresarios la levantaban con pala”.
Pero, y esto es mucho más
importante que lo anterior, la presidenta dijo lo siguiente:
“voy a
repetir lo que me dice siempre el Dr. Kicillof que me recuerda que Adán [sic] Smith
decía que el panadero no está para hacer beneficencia, el carnicero tampoco, el
carpintero tampoco, están todos para ganar plata. Así que, por favor, terminen con esas locuras del socialismo y
todas esas cosas. Y tienen razón, todos quieren ganar plata, así que bueno,
vamos a hacerlo ganar plata, pero por favor hagamos las cosas bien.” [El
resaltado es mío].
Cabe recordar que Adam Smith
es considerado, entre otras cosas, el fundador del liberalismo económico.
Como nunca antes, Cristina
desnudó hasta qué punto el “progresismo”, el “socialismo nacional”, la “emancipación
nacional y social”, son puras pavadas, que sirven para garantizar el apoyo del
progresismo y para aliviar la conciencia de los intelectuales que adhieren al
kirchnerismo.
Hace muchos años, en los
comienzos de la década del peronismo menemista, Adelina Dalesio de Viola, una
dirigente de la UCD devenida menemista, dijo esta frase antológica:
“Basta
de proletarios, tiene que haber propietarios.”
Para Cristina, para Adelina
y para los dirigentes de los partidos hegemónicos, el socialismo es una
estupidez y/o algo que hay que combatir con todas las armas. Esto muestra, como
nunca, la magnitud de la impostura del kirchnerismo al autodefinirse como la
continuidad de la izquierda peronista de los ’70. En todo caso, si de
continuidades se trata, el kirchnerismo se emparenta con el menemismo.
Para el kirchnerismo, el
progreso social pasa por el enriquecimiento individual. Así lo declara
Cristina, apoyándose en los consejos del ministro Kicillof. Al lector que piense que esto es producto de armar una interpretación
capciosa a partir de una frase aislada de la Presidenta, lo invito a leer con
atención los discursos de Cristina. Allí encontrará numerosos reconocimientos
del carácter del kirchnerismo, en especial de su defensa de la burguesía. No
creo necesario agregar nada más al respecto.
A confesión de parte, relevo
de pruebas.
Villa del Parque,
viernes 8 de agosto de 2014
6 comentarios:
muy buen artículo, esclarecedor del transformismo burgués como fenómeno político
Muchas gracias por el comentario. Es oportuna la referencia al transformismo, sobre todo teniendo en cuenta las condiciones de arranque del kirchnerismo (2001-2003). Es preciso trabajar esto con más detenimiento. Saludos,
Genial!! Desde Uruguay, un saludo. Y apoyo para que sigas adelante con tu investigación! !!
Muchas gracias por el último comentario. No es necesario decir que ningún agradecimiento es retórico, pues cuando se escribe a pulmón y completamente fuera del sistema académico,los comentarios (los favorables y los desfavorables) son el indicador de que no se está solo. Un abrazo desde Buenos Aires
Muy cierto
Muy cierto
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