“Un fantasma recorre
la Argentina: el fantasma de Adam Smith.”
Variación libre del Manifiesto Comunista.
Es común que los militantes
peronistas chicaneen a sus adversarios afirmando que cualquier discusión es
inútil, porque en definitiva todos los argentinos somos peronistas.
Sin embargo, algunos hechos
de los últimos días permiten establecer que los argentinos no somos peronistas,
sino liberales. Más concretamente, somos seguidores de Adam Smith.
El economista escocés,
considerado como uno de los padres fundadores del liberalismo económico, goza
de una enorme popularidad entre los políticos de la burguesía argentina.
La semana pasada tuve
oportunidad de comentar los dichos de Cristina Fernández de Kirchner, quien
para calificar de “locura” al socialismo recurrió a una cita de Smith. En el
día de ayer, Hermes Binner, el principal referente del “socialismo” argentino (así,
entre comillas – el Partido Socialista es cualquier cosa menos socialista-) y
diputado nacional por el FAP (Frente Amplio Progresista), redobló la apuesta
hecha por la presidenta y volvió a mentar al viejo Smith. ¿La excusa? La
discusión del proyecto de modificación de las leyes de Defensa del Consumidor,
Defensa de la Competencia, Abastecimiento y la de Lealtad al Consumidor.
Binner se opone a dichos proyectos
porque considera que ponen obstáculos al funcionamiento de…”la mano invisible
del mercado”:
“Creemos todavía en la mano invisible
del mercado, porque es la que, en definitiva, sigue la historia, siguen las décadas
y sigue siempre presente que hay una forma donde se van adaptando y arreglando
las cuestiones.” (-citado en EL ARGENTINO, edición del 15 de agosto de 2014).
Binner se expresa de modo un
tanto confuso, pero queda clara su admiración por Smith.
Ahora bien, los dichos de Cristina
Fernández de Kirchner y Hermes Binner deben ser tomados como expresiones del “progresismo”
argentino. Por eso, sus comentarios sobre Smith dan cuenta del horizonte
político de esta corriente. Para ello, nada mejor que recordar algunos aspectos
centrales de la teoría de Smith.
La política económica
propuesta por Adam Smith supone el reconocimiento de que el Estado tiene por
objetivo fundamental servir al capital. El Estado debe abstenerse de intervenir
en los asuntos económicos en la medida en que ello favorezca la acumulación de
los empresarios. Esto, ni más ni menos, es la esencia del pensamiento del
economista escocés. Nuestros progresistas, sean kirchneristas o “socialistas”,
han leído correctamente a Smith. El Estado argentino, gobiernen Néstor,
Cristina, Binner o Macri, debe asegurar las ganancias de los empresarios.
Las declaraciones de
Cristina Fernández y Hermes Binner muestran algo que el progresismo procura
esconder debajo de la alfombra: la hegemonía de las tesis económicas del
liberalismo en nuestra clase dirigente, llámense estos peronistas,
kirchneristas, “socialistas”, radicales o el “ismo” que el lector prefiera. En
este plano, el menemismo y la “década ganada” del kirchnerismo han tenido un efecto
acumulativo. Mientras que durante la campaña electoral y en las visitas a los
medios los políticos “progresistas” suelen
criticar al “neoliberalismo”, en lo sustancial existe un consenso en
torno a la validez de las tesis económicas liberales. Dicho consenso se basa en
dos ideas básicas: 1) el Estado debe servir a la acumulación de capital, es
decir, a la burguesía; 2) la burguesía tiene el control indiscutido de las
palancas del proceso económico.
Una muestra de la hegemonía
del pensamiento liberal es la unanimidad de criterios entre los políticos de la
burguesía respecto a la cuestión del pago de la deuda externa. Por supuesto,
que un Macri llame a pagar la deuda hasta el último centavo no genera mayor
sorpresa; en cambio, que los dirigentes del kirchnerismo y, más en general, del
“progresismo”, consideren que pagar la deuda externa es un acto de liberación
nacional merece atención. La explicación de esta actitud, que aquí sólo podemos
esbozar, radica en la aceptación de las reglas de juego impuestas en Argentina
por la dictadura militar de 1976. En su esencia, estas reglas dicen que el
capitalismo es la única forma posible de organizar el proceso productivo;
cualquier otra forma cae en el espectro de la locura.
La popularidad de Adam Smith
marca que las continuidades entre el menemismo y el kirchnerismo son mayores
que las rupturas. Sólo la izquierda clasista pone en cuestión la base de estas
continuidades. Es por eso que resulta tan revulsiva para los políticos,
intelectuales y periodistas de variado pelaje que aceptan las reglas de juego.
Villa del Parque,
viernes 15 de agosto de 2014
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