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martes, 10 de enero de 2012

MÁS SOBRE LA TEORÍA KIRCHNERISTA DEL ESTADO: COMENTARIOS A UNA ENTREVISTA A ERNESTO LACLAU

"Los hombres que están siempre de vuelta en todas las cosas 
son los que no han ido a ninguna parte."
Antonio Machado

El diario LA NACIÓN del día domingo pasado publicó una entrevista a Ernesto Laclau, realizada por el periodista Hugo Alconada Mon (1). En ella, Laclau vierte algunas opiniones que resultan de interés para la comprensión de la concepción "kirchnerista" del Estado.

Laclau afirma que está en contra de "las visiones ultralibertarias que pregonan que hay que crear una democracia de base y que hay que ignorar al Estado como enemigo." Laclau no menciona cuáles son esas "visiones ultralibertarias". Esto resulta sugestivo, porque esa vaguedad le permite crearse un enemigo a su imagen y semejanza. En toda la nota, nuestro autor va a combatir contra enemigos imaginarios, soslayando de ese modo las cuestiones fundamentales de la política moderna.  Analicemos el procedimiento con un poco de detalle. 

En una sociedad capitalista, esto es, aquella forma de organización social en la que los medios de producción son propiedad de UNA PARTE de la población, la desigualdad es una cuestión notoria. Esta desigualdad, que se manifiesta en cuestiones tan disímiles como la forma de viajar, el acceso a la salud y a la vivienda, la educación, etc., etc., también se expresa en el plano de la política. Aquellos que poseen medios de producción tienen la capacidad de controlar a la política a partir de su dominio de la palanca principal de una economía capitalista, que es la inversión. Los asalariados, por su parte, se encuentran subordinados a la dictadura del empresario en su lugar de trabajo, siendo educados así en la resignación a que las decisiones importantes las tomen los otros. Al poder que da el control de la inversión, se suma la influencia del lugar de trabajo como escuela de "democracia". En una sociedad basada en la desigualdad, el Estado no puede hacer otra cosa que reproducir esa desigualdad. Esto se nota, entre otras cosas, en el hecho de que el eje de toda la política estatal es el crecimiento económico. Ahora bien, en una economía capitalista, crecimiento económico significa fortalecimiento de los capitalistas. El secreto del Estado moderno es, pues, la satisfacción de los intereses de los empresarios. Uno puede pensar lo que quiera del Estado, puede sostenerse que el esquema esbozado en las líneas precedentes debe hacerse más complejo (y esta complejización es, por supuesto, necesaria), puede sostenerse, en fin, que en el Estado confluyen varias lógicas. Pero lo que no puede hacerse es negar que el Estado moderno está ligado de manera inseparable a los intereses de la acumulación capitalista. Es por ello que no cabe hablar de neutralidad del Estado en el marco de las relaciones entre capital y trabajo. El Estado actual puede hacer muchas cosas, pero está impedido por su propia lógica a ir en contra de la acumulación capitalista.

Volvamos al amigo Laclau. Hemos optado por una presentación general del carácter del Estado porque nuestro autor se mueve en un terreno de suma ambigüedad en el pasaje citado. Luego haremos referencia a cuestiones más concretas. En este marco general, Laclau reprocha a los "ultralibertarios" el considerar al Estado como "un enemigo". ¿Es esto un pecado? Si se escribe desde el punto de vista de los empresarios en su conjunto (está claro que hay situaciones puntuales en las que el Estado es el enemigo para ciertos grupos de capitalistas), el Estado de ninguna manera es "el enemigo". No lo es porque: a) es el guardián de la propiedad privada (pilar de la producción capitalista); b) el objetivo fundamental de su política es el crecimiento económico. Ahora bien, desde los trabajadores y demás sectores populares, el Estado aparece como el defensor de los intereses de los empresarios y, es por tanto, mucho más "enemigo" que "amigo". De modo que en la "discusión virtual" que sostiene Laclau con los no menos "virtuales ultralibertarios", son estos últimos los que se hallan más cerca de la verdad.

Si el Estado no es considerado como "el enemigo", entonces ¿cómo concibe Laclau al Estado? En primer término, indica que se trata de un lugar aparentemente neutro. En sus palabras, "el Estado no es un enemigo. Es simplemente un terreno en el que la lucha democrática tiene que ejercerse". La caracterización del Estado como "terreno" debe entenderse en el sentido de que es pensado como un lugar en el que se enfrentan los distinos grupos sociales (Laclau, posmarxista, rechaza el concepto de clase sociales). Pero este "lugar" parece no formar parte de los sectores en lucha, lo cual nos permite dejar de concebirlo como "enemigo". Si quedan dudas acerca del carácter que Laclau le otorga al Estado, basta leer la frase "lucha democrática". El Estado es el lugar en que se desarrolla la lucha democrática. Esta expresión tiene dos significados, complementarios entre sí:

a) el Estado no pertenece a un grupo en especial, sino que expresa el balance de la lucha "democrática" entre los distintos grupos de la sociedad en un momento histórico determinado. Esto refuerza la idea de que el Estado no es "el enemigo", puesto que no se trata de una institución (o conjunto de instituciones) en disputa, sino de un lugar en el que se expresan las luchas de los distintos actores sociales. En otros términos, no podemos pensarlo como "enemigo" porque simplemente expresa luchas cuyo resultado se modifica constantemente;

b) la frase "lucha democrática" sirve para desterrar del vocabulario la noción de "lucha de clases". El Estado no es, por tanto, expresión de la lucha de clases. Más claro, Laclau plantea la inexistencia de la lucha de clases. De ahí el valor de la expresión "lucha democrática". Hay que tener presente que la supresión de la noción de lucha de clases es imprescindible para sustentar la tesis de un Estado neutral. Laclau hace bien los deberes.

Una vez rechazada la definición del Estado como "enemigo", Laclau pasa adelante. Si el Estado es "amigo", las tareas a realizar son las siguientes: "El modelo económico debe seguir con las mismas directivas sin hacer concesiones inadecuadas a los organismos internacionales para seguir en el G20. [Es evidente que la sanción de la Ley Antiterrorista ha obligado a Laclau a abrir el paraguas] (...) Hay que derivar las inversiones al mercado interno, diversificar la producción nacional y esto no se hace en dos días." La orquesta parece sonar afinada, pero al poco tiempo comienzan las disonancias. Si nuestra economía es capitalista, y nadie niega esto ni en la teoría ni en la práctica, y nuestro Estado carece de los recursos necesarios para impulsar un capitalismo de Estado (sin entrar aquí en la discusión de si esto último es posible), se vuelve obligatorio llegar a un acuerdo con los capitalistas para asegurar las inversiones. Esto es perfectamente lógico para quienes aceptan las reglas de juego del sistema, pero resulta un camino inviable para quienes quieren luchar decididamente contra la desigualdad. Este es el principal punto en disputa con los exponentes de la "izquierda kirchnerista", quienes sostienen que el gobierno nacional encarna un proyecto emancipatorio al que hay que sumarse para garantizar su profundización (entendida dicha profundización como "más liberación"). Pero la liberación es imposible sin combatir las relaciones sociales que garantizan la profundización de la desigualdad. Y Laclau propone todo lo contrario.

A continuación, "asegurada la derivación de las inversiones hacia el mercado interno", Laclau la emprende con la democracia: "El segundo desafío es la democratización a distintos niveles, a nivel de los medios de difusión y a nivel de las instituciones. Es necesario crear una democracia de base, más profunda, de modo que no sea sólo el aparato del Estado el lugar donde se generan las decisiones." (El resaltado es mío). En este punto Laclau deja por un momento la seriedad y despliega su veta humorística. En el punto anterior había sostenido que el Estado debía impulsar que las inversiones fueran la mercado interno. En el contexto argentino actual, las inversiones pueden ser  realizadas por los empresarios, quienes no suelen comportarse por amor al próximo. Más claro, Laclau propone que el Estado haga todo lo necesario para mantener las ganancias de los empresarios. Esta es, en el marco de la sociedad capitalista, la manera real y práctica de lograr inversiones. (2) Si esto es así, ¿cómo se puede crear una democracia más profunda si se fortalece a la vez al capitalismo? Pero Laclau, para quien estas cuestiones son pequeñeces, prefiere descomprimir la tensión con un chiste: según Don Ernesto, el aparato del Estado es el lugar donde se generan las decisiones. Si es así, la teoría política es innecesaria. Para qué rompernos la cabeza pensando la relación entre el Estado y la sociedad. Que el Estado tome las decisiones que sean necesarias y punto. Esto es lo que parece querer decirnos Laclau, pero preferimos optar por considerar su afirmación como un mal chiste. Es preferible ser piadoso.

Tras su incursión humorística, Laclau se pone serio y dice: "la lucha democrática no se acaba en el Estado. Existe en todos los niveles de la sociedad civil y en este gobierno ví esta voluntad de democratización colectiva." Es una declaración muy bonita, pero deja de lado el papel antidemocrático del capitalismo. Vamos al grano. Laclau parte del supuesto de que capitalismo y democracia con compatibles. Esto es posible porque su planteo consiste en garantizar la dictadura de los capitalistas en las empresas, con el objetivo de garantizar las inversiones. El Estado tiene que encargarse de "derivar las inversiones", pero no discutir la forma en qué produce el capital. Ahora bien, ¿es posible democratizar la sociedad si aquello que hace la mayoría de las personas la mayor parte de sus vidas, esto es, trabajar, se realiza en condiciones dictatoriales? Si los empresarios deciden qué producir, cómo producir y en qué cantidad, ¿es posible "profundizar la democracia"? Sin embargo, ninguna de estas cuestiones es importante para Laclau.

Una buena ejemplificación de lo expuesto en el párrafo anterior se encuentra en la forma en que Laclau se refiere a la CGT: "La CGT y el movimiento obrero tienen que entender que ya no estamos en el 46. La estructura social del país es muy distinta, los sectores que participan en el proceso de cambio son mucho más amplios y aunque el movimiento obrero sigue siendo un elemento privilegiado, no tiene la centralidad que tuvo en el pasado. Sería muy importante para superar este conflicto que se viera más claramente identificada a la CGT con el proyecto nacional, ya que cuando las demandas de un grupo son puramente corporativas, ese grupo no ayuda al proceso de cambio." Veamos: a) ¿qué significa que "ya no estamos en el 46"? Así presentada la frase, parece más un golpe de efecto que una afirmación meditada y fundamentada. Si bien a continuación figura la frase "la estructura social del país es muy distinta", pero Don Ernesto también nos deja a oscuras. Es muy fácil (de tan obvio) señalar que las cosas en 2011 son diferentes a las cosas de 1946, pero lo realmente significativo es la descripción de las diferencias. Tampoco esto interesa a Laclau; b) la afirmación "los sectores que participan en el proceso de cambio son mucho más amplios" es un tanto desconcertante. En 1946 la coalición social peronista incluía al movimiento obrero, al Ejército, a la Iglesia y a una parte sustancial del empresariado. Si esto no es amplio, ¿dónde está la amplitud? Pero Laclau dice expresamente que en 2011 los sectores que participan en el cambio "son mucho más amplios". Tal vez Laclau se refiera al apoyo que han dado al "kirchnerismo" buena parte de los empresarios agrarios, a pesar del conflicto de 2008. En todo caso, está claro que la amplitud no garantiza la emancipación; c) el movimiento obrero "sigue siendo un elemento privilegiado (...) no tiene la centralidad del pasado". Esto sólo tiene sentido si se explica cuáles son los cambios que se han producido en la estructura social del país y qué rasgos tiene el modelo de acumulación imperante desde la crisis del neoliberalismo en 2001. Pero Laclau es parco a la hora de conceder migajas de saber a los mortales; d) si la CGT no está "claramente identificada con el proyecto nacional", ¿puede decirse que la UIA si lo está?, ¿De Mendiguren sí lo está? Todo es posible cuando la retórica reemplaza al análisis fundado de la realidad. Lo asombroso, a esta altura, es que Laclau siga siendo considerado una figura de renombre en el campo de la teoría política.

Mataderos, viernes 13 de enero de 2012

NOTAS:


(2) Es bueno recordar que la franja de empresas que se destaca por un dominio abrumador del capital nacional (las pequeñas y medianas empresas) constituye el segmente en el que más abunda la precariedad laboral. En esto, el capital nacional es fiel al refrán "porque te quiero te aporreo".

4 comentarios:

Volar Libremente dijo...

Se es libertario, en tanto se practica y se defiende "la Libertad" en todas sus formas; o no se lo es.

"...Cualquier persona que haya leído la historia de la humanidad, comprenderá que la desobediencia es la virtud original del hombre." Oscar Wilde

Salu2

Ariel Mayo (1970) dijo...

Volar, un saludo para vos y gracias por lado cita de Wilde. Laclau, lector de Marx y de Gramsci, debería tener presente una frase de este último: "Todo Estado es una dictadura" (y conste que Gramsci no era anarquista). La liviandad con la que Laclau trata la cuestión de la democracia sólo es comparable a la ligereza con la que aborda los problemas cotidianos de la gente común (trabajo, vivienda, salud, transporte, etc.). Es interesante hacer notar cómo la coerción económica, producto de la propiedad privada y que se expresa en el hecho de que los trabajadores tienen que vender su fuerza de trabajo como asalaridos, no es considerada una traba para la democracia. También es sugestiva la manera en que los intelectuales tipo Laclau pasan por alto el hecho de que la fábrica también es un lugar político. Saludos,

Nino dijo...

Comparto la posiciòn del autor, da para mucho mas que el blog y los comentarios porsupuesto. Es muy notorio como violenta la capacidad de praxis que incita siempre el pensamiento gramsciano, como mutila una categoría vital para comprender por donde hay que intentar la lucha de clases hoy (hegemonía)y como refuerza todo eso grotescamente, diciendo en la pólemica con el otro impresentable de Feinman (recuerdo en los 90 cuando estudiabamos violencia -y leiamos la sangre derramada militando-, donde decía una de las berretadas mas grandes que se ha escuchado en un intelectual: que el CHE era uno de los responsables de la violencia y la muerte que hubo en Latinoamérica)..decía: que no tiene nada que ver que los gobernantes sean millonarios!...ya es larga la lista de los intelectuales -casi todos académicos- que en Argentina mutilaron el pensamiento con mas vigencia y capacidad de "guiar" intentos de praxis...siguen cayendo muchos que devienen progres-liberales en las academias argentinas.

Ariel Mayo (1970) dijo...

Nino: Gracias por el comentario. El problema principal con los intelectuales tipo Laclau radica en que parten de la negación de la lucha de clases (las clases se les aparecen como fósiles que se encuentran en el Museo de Ciencias Naturales). Si esto es así, no hay intereses antagónicos entre empresarios y trabajadores, y el Estado puede ser presentado como el gran moderador. De ahí el encarnizamiento de Don Ernesto con la noción misma de clase social. Saludos,