"Así como los cristianos son iguales en el cielo y desiguales en la tierra,
los individuos que componen un pueblo son ahora iguales en el cielo de su mundo político,
desiguales en la existencia terrena de la sociedad."
Karl Marx (1818-1883).
Alejandro Robba es un economista argentino identificado con la polìtica del gobierno de Cristina Fernández. En el día de hoy el diario TIEMPO ARGENTINO publicó una columna en la que dicho economista hace algunas interesantes consideraciones sobre el papel que, en su opinión, debe jugar el Estado en "un gobierno nacional, popular y democrático". (1)
Luego de defender las medidas de política económica adoptadas recientemente por el gobierno nacional (entre ellas menciona las acciones para desalentar corridas especulativas contra el peso, la nueva política de subsidios, la Ley de Tierras, el nuevo Estatuto del Peón Rural y la declaración de interés público de la producción de papel prensa), Robba sostiene que todas ellas se basan en "la idea de que el Estado no es neutral, que es quien debe nivelar la cancha a favor de los sectores que menos posibilidades les da el «mercado» siempre ávido de profundizar las asimetrías y no de igualarlas. Es la política conduciendo la economía, que de eso se trata." Puesto que el argumento es característico de la posición "kirchnerista" (y del progresismo en general) en el debate acerca del rol de Estado es conveniente hacer algunas observaciones a las afirmaciones de Robba.
En primer lugar, corresponde decir que el Estado nunca ha sido "neutral". En el capitalismo, el Estado tiene la obligación de defender las ganancias de los empresarios, pues éstas son el motor del proceso económico (luego volveremos sobre esta cuestión). En este sentido, la afirmación de Robba es innecesaria y genera confusión. Adam Smith (1723-1790), considerado el padre del liberalismo económico, escribió en su obra La riqueza de las naciones que "el gobierno civil, en cuanto instituido para asegurar la propiedad, se estableció realmente para defender al rico del pobre, o a quienes tienen alguna propiedad contra los que no tienen ninguna" (2). Pasando del terreno de la teoría económica al de la política económica, los políticos y economistas neoliberales que comandaron el ministerio de Economía a partir del golpe de Estado de 1976 tuvieron absolutamente claro que el Estado era una palanca formidable para disciplinar a la clase trabajadora y a los demás sectores populares. Es conveniente recordar esto porque se ha vuelto un lugar común del pensamiento progresista (en el que abrevan muchos intelectuales "kirchneristas") afirmar que el neoliberalismo promovió (y promueve) un debilitamiento en el rol del Estado en la economía, olvidando que el neoliberalismo es responsable de una intervención estatal a gran escala para suprimir la capacidad de resistencia de la clase trabajadora.
En segundo lugar, Robba sostiene que el Estado elige para qué equipo jugar, esto es, que decide ponerse la camiseta de los "sectores que menos posibilidades les da el «mercado»". Bien mirado, esto contradice la afirmación anterior sobre la "neutralidad". Si el Estado puede elegir, es producto de que está por encima de los intereses de los equipos que juegan el partido. En otras palabras, el Estado puede jugar el partido para uno de los equipos porque no es hincha de ninguno de ellos. Traducido a un lenguaje un poco más teórico. El Estado (por lo menos el "nacional, popular y democrático" defendido por Robba) es autónomo respecto a los intereses de quienes dominan el mercado por tener la propiedad de los medios de producción.
En tercer lugar, Robba alude a una desigual distribución de las posibilidades de los distintos sectores, distribución que es responsabilidad del "mercado". Dado que el lenguaje de los intelectuales progresistas suele ser renuente a llamar al pan pan y al vino vino, la frase de Robba no deja de ser significativa, pues lleva implícito el reconocimiento de que el «mercado» es fuente de desigualdad. ¿Cómo genera "desigualdad" el "mercado"? Nuestro autor avanza un poco más, pues sostiene en la misma columna que la política del gobierno tiende a evitar que "los ganadores no sean los que pueden valerse por sus propios medios (poder, concentración, tamaño, posición dominante, etc.)". En otras palabras, el «mercado» supone una distribución desigual de las oportunidades, la cual se basa, a su vez, en una distribución desigual del "poder económico". Ahora bien, esto es propio de una economía capitalista, cuyo fundamento último es la propiedad privada de los medios de producción en manos de un sector de la población. La desigualdad es, por tanto, la base del capitalismo. Robba escribe: "siglos de capitalismo han comprobado que el mercado y la idea neoliberal de la libre competencia tienden a la concentración y a la desigualdad social". La frase suena lapidaria, pero hay que notar que en la misma no se alude a la propiedad privada de los medios de producción (¡qué es justamente la base de la desigualdad en el capitalismo!) y que en ella se sostiene que el capitalismo "tiende a la desigualdad", cuando que la realidad histórica muestra que el capitalismo supone la cristalización de la desigualdad. Decir que el capitalismo "tiende a la desigualdad" supone defender la idea de que esa tendencia puede ser corregida... por nuestro "gobierno nacional, popular y democrático". Como se verá más abajo, en la columna de Robba no se discuten de ningún modo los pilares de la dominación capitalista.
En cuarto lugar, es importante tener en cuenta la forma en que Robba alude a los sectores hacia los cuales se inclina el Estado. Se trata, según sus palabras, de "los sectores que menos posibilidades les da el «mercado»". La frase tiene su importancia. El autor no menta a los trabajadores o a los sectores populares o a los más humildes; escribe, "los sectores que menos posibilidades les da el «mercado»". Tomada literalmente, la frase permite incluir a los pequeños empresarios, a los medianos empresarios y aún a los capitalistas "amigos" que puedan resultar desfavorecidos en la competencia internacional. En criollo, todos somos argentinos y entre nosotros tenemos que ayudarnos; el Estado tiene que asegurar las ganancias de los empresarios y que los trabajadores tengan trabajo. Si la posición de empresarios y trabajadores está marcada por una profunda desigualdad es cosa que no tiene mayor importancia y queda para las elucubraciones abstractas de la "paleoizquierda".
En quinto lugar, Robba afirma que la clave de la política "kirchnerista" radica en que "es la política conduciendo la economía". Esto es considerado como un logro en sí mismo y ya forma parte de los lugares comunes del progresismo nacional e internacional. Ahora bien, antes de salir a festejar a las calles conviene reflexionar un poco. Como ya indicamos, el capitalismo se basa en la propiedad privada de los medios de producción. Éstos son monopolizados por la clase capitalista, que hace que el proceso de trabajo gire en torno a la producción de plusvalor (si bien es no es del todo correcto, podemos hablar de ganancia para que se comprenda mejor el argumento). Quienes carecen de medios producción se ven obligados a contratarse como asalariados para obtener el dinero que compra las mercancías que precisan para vivir. Como los trabajadores son libres en términos jurídicos, los empresarios no precisan del látigo o del trabuco para obligar a los trabajadores a trabajar. La mejor prueba de ello es observar cómo se apiñan en las "horas-pico" en los cómodos medios de transporte para poder llegar a sus trabajos. Esto modifica radicalmente las condiciones de la dominación política. Si en las sociedades anteriores al capitalismo la clase dominante necesitaba controlar directamente el poder político, en el capitalismo impera la separación entre el interés público y el interés privado. Dicha separación es posible porque el control de los medios de producción permite que los capitalistas dominen las palancas de la economía. Todo el debate en torno al Estado tiene como punto de partida esta condición, habitualmente ignorada por los progresistas. Si esto es así, la frase de Robba sobre "el gobierno de la economía por la política" tiene que ser corregida. Decir que la política gobierna a la economía (o que la economía gobierna a la política) significa reconocer uno de los mecanismos fundamentales de la dominación capitalista. Puesto que los capitalistas controlan las palancas del proceso productivo, es de su interés defender la tesis de que la economía es el ámbito de lo privado, el ámbito de lo "no político". De este modo se aseguran de que nadie piense que la propiedad privada es una institución política y de que las relaciones entre empresarios y trabajadores son relaciones políticas. Robba (y todos los intelectuales que suscriben frases por el estilo) reconocen implícitamente la dominación del capital, al que se le concede un ámbito que es "natural" (no existe otra economía posible que no sea la de "mercado"). La tarea del gobierno debe ser, por tanto, evitar la profundización de las "tendencias a la desigualdad". De ningún modo se trata de cuestionar la desigualdad misma, que es el capitalismo. Es por ello que Robba propone respetar el capitalismo, estando la acción del Estado (de su "gobierno" sobre la economía) limitada a corregir las tendencias a la "desigualdad, pero sin mencionar la "desigualdad" fundamental entre capital y trabajo.
Robba sintetiza el contenido de su columna con la frase "el Estado Nacional (...) es quien conduce (como en todo país soberano) el proceso de desarrollo económico, único camino para recortar aún más la brecha con los países de ingresos altos". Este es "el rol que debe cumplir un Estado para que la sociedad sea cada vez más democrática e igualitaria". Frases agradables al oído, pero un tanto discordantes, pues Robba tendría que probar que el desarrollo capitalista (de ningún modo los intelectuales progresistas piensan en alguna otra forma de organización de la producción - ¡Ave María purísima, sin pecado concebida!) es compatible con la democracia y la igualdad. Tarea que a esta altura de la historia se parece a las viejas discusiones sobre el sexo de los ángeles.
Mataderos, domingo 8 de enero de 2012
NOTAS:
(1) Ver la columna completa en: http://tiempo.infonews.com/notas/estado-debe-apuntar-atenuar-papel-dominante-del-poder-economico-concentrado
(2) Smith, Adam. (1958). Investigaciones sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. México D. F.: Fondo de Cultura Económica. La cita se encuentra en la página 633.
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