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domingo, 6 de marzo de 2011

APUNTES SOBRE EL PENSAMIENTO "NACIONAL Y POPULAR" EN LOS TIEMPOS DEL KIRCHNERISMO (PRIMERA PARTE)

"Sistema, poeta, sistema.
Empieza por contar las piedras,
que luego contarás las estrellas."
León Felipe (1894-1968)


Lo “nacional y popular” ha vuelto a estar de moda. A medida que se aceleran los tiempos de la campaña electoral para las elecciones presidenciales de este año, los candidatos se ven obligados, en muchos casos con verdadero disgusto, a poner en palabras sus posiciones políticas. No es nuestra intención referirnos aquí a los balbuceos de la autodenominada “oposición”, pues sólo el alma de un santo varón puede pretender encontrar un discurso elaborado en los Cobos, los Duhalde, los Macri. Sus convicciones se conocen a través de sus exabruptos y no de sus discursos de campaña; en sí mismo, esto demuestra su orfandad teórica y su impotencia frente al “kirchnerismo”, que hoy ofrece garantías de seguridad a las clases dominantes en una medida que ninguno de los monigotes “opositores” puede garantizar. En verdad, su “presencia” resulta funcional al “kirchnerismo”, que de esa manera puede plantear una campaña electoral en términos de confrontación entre dos modelos de país.


El “kirchnerismo”, encarnado en la figura de Cristina Fernández (n. 1953), constituye, pues, el eje en torno al cual gira el debate político en esta campaña electoral. Mejor dicho, es el “kirchnerismo” quien plantea los temas de los debates, y los “opositores” se ven obligados a seguirlo, mostrando a cada momento su desnudez conceptual. Por lo tanto, el renacimiento de lo “nacional y popular” es fogoneado por el oficialismo, que encuentra en las concepciones que genéricamente pueden agruparse bajo esa denominación el paraguas ideológico que justifica su programa político. Esta es la razón por la que he decidido dedicar varias notas a la crítica de algunos de los aspectos centrales de la corriente de pensamiento “nacional y popular”.

Para empezar, quisiera poner en discusión algunas tesis sobre el peronismo, tal como son planteadas por Hernán Brienza (n. 1971) en su nota editorial “Pareto y el miedo de los anticuarios”, publicada en TIEMPO ARGENTINO el domingo 6 de marzo de 2011 (1). Como ya señalé en otra ocasión, Brienza se caracteriza por la franqueza en que expone sus concepciones, lo cual facilita el análisis. No voy a encarar un examen exhaustivo de las cuestiones tratadas en la mencionada nota editorial; dejaré de lado las referencias a Vilfredo Pareto (1848-1923) y a la cuestión del periodismo, para concentrarme en la caracterización del peronismo (2).

Brienza sostiene que ni el "liberal conservadurismo" ni "la izquierda marx(c)iana" permiten lograr la democratización de la sociedad argentina y la redistribución de la riqueza. Según su opinión, estas tareas sólo pueden ser realizadas por el peronismo. Para comprender las supuestas virtudes de este último es preciso empezar por examinar las falencias de los liberales y de los izquierdistas. Ya en la misma forma que adopta su análisis se encuentra una valiosa pista para entender las limitaciones de la política "kirchnerista"; así, el grueso de la nota editorial está dedicada a la refutación de la teoría de las élites desarrollada por el mencionado Pareto y por Gaetano Mosca, mientras que para los izquierdistas reserva un repertorio de chicanas (3), sin entrar a analizar sus concepciones. La diferencia en el tratamiento de uno y otro resulta interesante, pues saca a la luz la renuencia de los teóricos y publicistas del campo "nacional y popular" a discutir los rasgos concretos de una sociedad capitalista. Más adelante intentaré aclarar las razones de esta actitud.

Brienza describe así la teoría de las élites: "Para la teoría de las élites, la sociedad se divide en un grupo restringido gobernante ('clase superior' o 'aristocracia') y una masa de gobernados. (...) Pareto (...) escribió que 'la historia es el teatro de una continua lucha entre una aristocracia y otra'. (...) pensada en esa clave (la sociedad integrada por superiores e inferiores, y la historia como sucesión de élites que pelean apenas por su instalación sectorial) la humanidad no tiene posibilidad de progreso. Es una visión híperrealista (...) en la que no tiene sentido intentar transformar la sociedad porque lo único que se logra es el 'limo de una nueva burocracia', como diría Franz Kafka. Pensar la historia desde Pareto es ingresar en un laberinto conservador que impide o desdeña gran parte de la evolución progresista que ha tenido la humanidad." No es este el lugar para discutir la exactitud de esta caracterización. Basta indicar que Brienza, a pesar de que afirma expresamente su convicción de que la concepción de Gaetano Mosca (1858-1941) y Pareto es "equivocada", no termina de salir de los marcos conceptuales de la teoría de las élites. Esto se debe a que Brienza deja de lado la cuestión de las clases sociales. Veamos este punto con atención.

Frente a la teoría de las élites, Brienza afirma la posibilidad de que una nueva élite se apoye en los "sectores postergados" para acceder al poder y democratizar a la sociedad: "...a veces, en democracia, se produce el milagro de que la élite gobernante no es la misma que la económica, cultural, sindical, entre tantas otras. (...) Las nuevas élites - por el sistema de alianzas que realizan con los sectores postergados para acceder al poder en cada uno de sus rubros (económico, empresarial, territorial, político, cultural) tienen un rol profundamente democratizador de las sociedades en las que emergen: horizontalizan, descentralizan, desmonopolizan. Allí obtienen su fuerza transformadora." Los pasajes citados no tienen desperdicio, pues expresan con claridad algunos de los elementos fundamentales del pensamiento "nacional y popular":

1) La sociedad capitalista, en tanto forma social caracterizada por la propiedad privada de los medios de producción y los antagonismos consiguientes entre clases y sectores sociales, se ha esfumado. Si el capitalismo es lo central, y si principal en el capitalismo es el conflicto irreductible entre empresarios y trabajadores, es muy difícil pensar la factibillidad de una alianza entre la "nueva élite" y los "sectores postergados", en la que ambos polos salgan contentos y felices. Omitir el capitalismo significa dejar de lado la explotación y la desigualdad como rasgos constitutivos de nuestra sociedad. Así, queda preparado el terreno para la alianza de clases (aunque este último concepto - las clases sociales - no resulte simpático a los "nacionales y populares").

2) El capitalismo deja paso a la "democracia", forma social en la que existe una pluralidad de poderes (económico, empresarial, territorial, político, cultural). De ese modo, se pierde la importancia de la explotación en el lugar de trabajo como una fuente de poder y de desigualdad política. Como no hay capitalismo, no existe ningún centro de poder, ninguna relación social que marque el tono a las demás. Como en Cambalache, "todo es igual, nada es mejor". Lo curioso del caso es que esto significa una desvalorización de aquello que hacen las mayorías populares la mayor parte de sus vidas, es decir, trabajar. El tlrabajo, en tanto lugar de explotación y creación de poder político, se pierde de vista entre la multiplicidad de poderes existentes. De manera paradójica, los defensores de lo "nacional y popular" adoptan una actitud elitista frente al trabajo de los sectores populares.

3) Como en las democracias el poder se encuentra dividido, las nuevas élites pueden establecer alianzas con los "sectores postergados" (Brienza se ha propuesto rechazar férreamente el concepto de clase) y democratizar así las sociedades. Nada se dice acerca del proceso de estas nuevas élites, pues ello implicaría tener que realizar un análisis concreto. Las nuevas élites aparecen, democratizan y punto. Pretender saber más equivale, probablemente, a convertirse en un izquierdista "híperracionalista", y eso no va con lo "nacional y popular", que parece preferir los "sentimientos". Otra vez se observa la paradoja de que los partidarios de lo "nacional y popular" adoptan una posición aristocrática frente a los sectores populares, a los que consideran capaces de sentir pero no de formular (y de exigir) argumentos racionales.

Mataderos, martes 8 de marzo de 2011


NOTAS:


(2) Esta es la postura del mismo Brienza: "La cita de Pareto es muy estimulante. Pero no quiero aplicarla al egocéntricoy aburridísimo, a esta altura, tema del periodismo. Quiero aplicar a Mosca y a Pareto a la cuestión política de fondo."

(3) Brienza califica de "parafernalia discursiva" y de "discursos híperracionalistas e híperverdaderos" a las posiciones de los izquierdistas.

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