“Saben que un hombre débil se convertirá
en un esclavo y un esclavo en un autómata
aterrorizado.”
Ricardo Piglia (1941-2017), escritor argentino.
Bienvenidas y bienvenidos a la cuarta clase del
curso.
De a poco vamos entrando en ritmo, a pesar de la
pandemia, las dificultades con las computadoras y celulares, la falta de tiempo
y demás padecimientos. Reitero un pedido: escríbanme ante las dudas,
inquietudes y cuestiones varias que vayan surgiendo en esta cursada tan
particular. Mi tiempo de respuesta no es veloz, lo sé, pero en los casos en que
las preguntas atañen a problemas colectivos difundo mis respuestas a todo el
grupo, así suplimos en parte el intercambio colectivo que se da en el aula.
Hoy vamos a trabajar la acumulación originaria, tal como la describe Karl Marx (1818-1883)
en el capítulo 24 de El capital. [1] A
lo largo de la exposición iremos desgranando el concepto; en esta introducción
diré que se trata de un tema que conecta y sintetiza las problemáticas que
trabajamos en las clases anteriores. La larga y compleja transición del
feudalismo al capitalismo es uno de los temas centrales de la sociología. La
noción de AO es una de las principales herramientas teóricas para abordar la
cuestión de la transición. No se trata de un asunto menor; estamos hablando de
cómo se conformó el mundo en que vivimos.
Termino aquí este preámbulo. Pasemos a la clase.
Como sabemos, las sociedades precapitalistas se
estructuraban en torno al trabajo
agrícola. La tierra era trabajada por los campesinos; el excedente de la producción era apropiado por la nobleza, la clase dominante en esas
sociedades, que poseía el monopolio de los instrumentos de violencia física.
A pesar de lo difícil de su situación, los
campesinos controlaban la forma de producir. Las familias campesinas vivían por
generaciones en las mismas tierras y explotaban a éstas con técnicas heredadas
de sus antepasados. El ritmo de trabajo, hasta cierto punto, era fijado por el
campesino. Los nobles, quienes no se dedicaban al trabajo agrícola, se
limitaban a extraer el excedente
producido por los campesinos por medio de rentas, tributos, impuestos, diezmos
(en el caso de la Iglesia), etc. Pero no les importaba cómo se producía ese
excedente.
La productividad
del trabajo (esto es, la unidad de producto producida por unidad de tiempo)
era baja. Es comprensible pues, ¿qué incentivos podían tener los campesinos
para producir más excedente si éste era apropiado por los nobles? Alguno de
ustedes puede preguntar, ¿por qué no vender la mayor producción en el mercado,
y obtener así dinero para comprar más bienes? El problema es que en las
sociedades precapitalistas el mercado
era una institución minoritaria. [2] En estas sociedades predominaba la economía natural, es decir, la
producción para satisfacer las necesidades del individuo o del grupo familiar,
pero no para la venta en el mercado. Dicho en otros términos, en las sociedades
precapitalistas la inmensa mayoría de las personas producían por sí mismas casi
todo lo que necesitaban; sólo en casos excepcionales se recurría al comercio.
En el mundo precapitalista la regla era la
economía natural; la economía mercantil era minoritaria y no llegaba a la
inmensa mayoría de la población.
Las cosas comenzaron a cambiar en los siglos
XV-XVI. Resulta innecesario describir el proceso, pues ya hemos esbozado sus
rasgos generales en la clase dedicada a la Utopía
de Thomas More (1478-1535). Sin embargo, la descripción realizada por More en
el Libro Primero de la obra mencionada no nos alcanza. Necesitamos disponer de
conceptos que permitan entender el significado histórico y social del proceso
de expropiación de las tierras de los campesinos, narrado de modo magistral por
More. Para ello recurriremos a las herramientas teóricas elaboradas por Karl Marx
(1818-1883) en el capítulo 24 de El
capital. [3]
Si bien tienen en sus manos el capítulo 24
completo, nos concentraremos únicamente en dos apartados. No es nuestra
intención realizar una reconstrucción exhaustiva del proceso de desarrollo del
capitalismo, sólo queremos trazar los rasgos más generales del pasaje del
feudalismo al capitalismo y, de rebote, comenzar a entender los fundamentos de
la sociedad en que vivimos.
En otras palabras, el conocimiento de los orígenes
del capitalismo nos proporciona información importante sobre las
características de nuestra sociedad, la cual es, por cierto, una sociedad
capitalista.
Ahora bien, como estamos acostumbrados a vivir en
el marco de RS capitalistas, terminamos por considerarlas como naturales, como
la “forma natural de vivir”. Un ejemplo: en el año 1991 me tocó participar como
censista del Censo Nacional de Población y Vivienda. En una de las casas que
tuve que censar me encontré con una mujer visiblemente agotada, cargando un
chico en brazos y con otros dos nenes dando vueltas por ahí. Cuando le pregunte
si trabajaba, contestó sin dudar: “No”. La respuesta contrastaba con su
situación. Pero tenía sentido, el trabajo que realizaba en su hogar era no
remunerado, no lo hacía por dinero; ergo, no era trabajo. El capitalismo nos
enseña desde que nacemos que el trabajo es aquél que se realiza a cambio de un
salario, el trabajo asalariado.
La “naturalidad” del capitalismo se desarma en
cuanto retrocedemos hacia atrás en el tiempo. Encontramos sociedades que no son
capitalistas. En este punto se plantea un problema: ¿cómo se llegó al
capitalismo?, ¿cómo se produjo el pasaje de las sociedades precapitalistas a la
sociedad precapitalista?
En este punto comienza el análisis del capítulo
24. Marx arranca desde una perspectiva micro [4], ligada a las explicaciones
que formulan los empresarios de los orígenes de su riqueza:
“Los orígenes de la primitiva acumulación
pretenden explicarse relatándolos como una anécdota del pasado. En tiempos muy
remotos —se nos dice—, había, de una parte, una élite trabajadora, inteligente
y sobre todo ahorrativa, y de la otra, un tropel de descamisados, haraganes,
que derrochaban cuanto tenían y aún más. Es cierto que la leyenda del pecado
original teológico nos dice cómo el hombre fue condenado a ganar el pan con el
sudor de su rostro; pero la historia del pecado original económico nos revela por
qué hay gente que no necesita sudar para comer. No importa. Así se
explica que mientras los primeros acumulaban riqueza, los segundos acabaron por
no tener ya nada que vender más que su pelleja. De este pecado original arranca
la pobreza de la gran masa que todavía hoy, a pesar de lo mucho que trabaja, no
tiene nada que vender más que a sí misma y la riqueza de los pocos, riqueza que
no cesa de crecer, aunque ya haga muchísimo tiempo que sus propietarios han
dejado de trabajar.” (p. 101-102)
Insisto en que tienen que tener presente que Marx
no está describiendo aquí el proceso de transición del feudalismo al
capitalismo, sino la explicación del proceso tal como la formulan los
empresarios. Para ellos, su riqueza es el resultado del esfuerzo personal. A su
vez, también la pobreza es producto de decisiones (malas) individuales: hay
personas que son vagas y, por tanto, terminarán siendo pobres. La explicación
se basa, pues, en las acciones de los individuos, en su conducta; de ese modo,
lo que es un proceso social se convierte en la consecuencia de las decisiones y
las acciones de las personas.
La riqueza y la pobreza son decisiones de los
individuos. El rico lo es por su capacidad de trabajo; el pobre lo es por su
holgazanería. Todo sencillo, todo simple.
Desplazar la atención desde lo social hacia lo
individual tiene otra consecuencia: la violencia desaparece de la escena. Los
ricos son ricos por su esfuerzo, sin que la violencia cumpla ninguna función en
la acumulación de riqueza.
“Sabido es que en la historia real desempeñan un gran papel
la conquista, el esclavizamiento, el robo y el asesinato, la violencia, en una
palabra. Pero en la dulce Economía política ha reinado siempre el idilio. Las
únicas fuentes de riqueza han sido desde el primer momento el derecho y el
«trabajo», exceptuando siempre, naturalmente, «el año en curso». En la
realidad, los métodos de la acumulación originaria fueron cualquier cosa menos
idílicos.” (p. 101).
De este modo, Marx comienza a rebatir el argumento
habitual sobre la acumulación capitalista. La violencia es inseparable del
proceso. Nosotros ya tuvimos oportunidad de observar los métodos violentos
empleados para expulsar a los campesinos de sus tierras. A lo largo del
capítulo, Marx proporciona numerosas pruebas del papel de la violencia.
Pero no se trata únicamente de mostrar el uso de
la violencia; hay que mostrar la función que cumple ésta.
Para comprender esto hay que entender qué
significa la noción de AO. En principio, partimos de algo que ya sabemos: el capitalismo
no es la forma “natural” de organizar la sociedad. Si esto es así, ni la tierra
ni las herramientas son capital; un trabajador no es naturalmente un
asalariado. De esta manera, hay que explicar cómo la tierra, las herramientas,
los trabajadores, pasan a ser mercancías y, de ese modo, pasan a ser capital y
trabajo asalariado.
La AO es el proceso, mediado por la violencia, de
transformación de la tierra y los instrumentos de producción en capital, y del
trabajo en trabajo asalariado.
En el texto, el pasaje clave es el siguiente:
“Ni el dinero ni la mercancía son de por sí capital, como no
lo son tampoco los medios de producción ni los artículos de consumo. Hay que
convertirlos en capital. Y para ello han de concurrir una serie de
circunstancias concretas, que pueden resumirse así: han de enfrentarse y entrar
en contacto dos clases muy diversas de poseedores de mercancías; de una parte,
los propietarios de dinero, medios de producción y artículos de consumo
deseosos de explotar la suma de valor de su propiedad mediante la compra de
fuerza ajena de trabajo; de otra parte, los obreros libres, vendedores de su
propia fuerza de trabajo y, por tanto, de su trabajo. Obreros libres en el
doble sentido de que no figuran directamente entre los medios de producción,
como los esclavos, los siervos, etc., ni cuentan tampoco con medios de
producción de su propiedad como el labrador que trabaja su propia tierra, etc.;
libres y desheredados. Con esta polarización del mercado de mercancías se dan
las condiciones fundamentales de la producción capitalista.” (p. 102).
Según Marx, para que haya capitalismo es preciso
que los medios de producción se concentren en un polo de la sociedad (los
capitalistas) y que los trabajadores sean libres en un doble sentido: libres de
toda forma de dependencia personal (esclavitud, servidumbre) y libres de la
propiedad de los medios de producción.
“Las relaciones capitalistas presuponen el divorcio entre los
obreros y la propiedad de las condiciones de realización del trabajo. Cuando ya
se mueve por sus propios pies, la producción capitalista no sólo mantiene este
divorcio, sino que lo reproduce en una escala cada vez mayor. Por tanto, el
proceso que engendra el capitalismo sólo puede ser uno: el proceso de
disociación entre el obrero y la propiedad de las condiciones de su trabajo,
proceso que, de una parte, convierte en capital los medios sociales de
vida y de producción, mientras que, de otra parte, convierte a los productores
directos en obreros asalariados. La
llamada acumulación originaria no es, pues, más que el proceso histórico de
disociación entre el productor y los medios de producción. Se la llama
«originaria» porque forma la prehistoria del capital y del modo capitalista de
producción.” (p. 102-103; el resaltado es mío) .
Para que haya capitalismo es preciso separar al
trabajador de los medios de producción. Nosotros hemos visto un ejemplo de
ello: More cuenta cómo los campesinos eran expulsados de las tierras que
habitaban desde tiempos inmemoriales. Separados de la tierra, los campesinos
carecían de medios propios para ganarse la vida. No les quedaba otro remedio
que emplearse como trabajadores asalariados. [5]
La violencia utilizada en el proceso de
expropiación de los productores (los campesinos) fue enorme. Y no se trató sólo
de los campesinos ingleses; la AO se verificó en todos los lugares donde hizo
pie el capitalismo. En el ejercicio de la violencia jugó un papel fundamental
el Estado.
En primer lugar, el Estado cumplió un papel
central en el control de las masas de campesinos expulsados. Marx escribe lo
siguiente:
“Los contingentes expulsados de sus tierras al disolverse las
huestes feudales y ser expropiados a empellones y por la fuerza formaban un
proletariado libre y privado de medios de existencia, que no podía ser
absorbido por las manufacturas con la misma rapidez con que aparecía en el
mundo. Por otra parte, estos seres que de repente se veían lanzados fuera de su
órbita acostumbrada de vida, no podían adaptarse con la misma celeridad a la
disciplina de su nuevo estado. Y así, una masa de ellos fue convirtiéndose en
mendigos, salteadores y vagabundos; algunos por inclinación, pero los más,
obligados por las circunstancias. De aquí que a fines del siglo XV y durante
todo el siglo XVI se dictase en toda Europa Occidental una legislación sangrienta
persiguiendo el vagabundaje. De este modo, los padres de la clase obrera
moderna empezaron viéndose castigados por algo de que ellos mismos eran
víctimas, por verse reducidos a vagabundos y mendigos.” (p. 122).
Los campesinos eran perseguidos como delincuentes.
Se trataba de emplear la violencia contra ellos para evitar que se convirtieran
en un peligro para el orden social, ese orden social que era responsable de
expulsarlos de sus tierras y convertirlos en delincuentes.
El Estado aparece así como el representante de la
clase dominante, en este caso la nobleza feudal que se iba adoptando cada vez
más conductas mercantiles. Su papel consistía en garantizar las condiciones de
dominación.
Marx describe así la situación:
“Después de ser violentamente expropiados y expulsados
de sus tierras y convertidos en vagabundos, se encajaba a los antiguos
campesinos, mediante leyes grotescamente terroristas a fuerza de palos, de
marcas a fuego y de tormentos, en la disciplina que exigía el sistema del
trabajo asalariado.” (p. 125).
Para nosotros es algo natural salir a trabajar,
cumplir horario, ordenar los ritmos de nuestra vida en función del trabajo. Sin
embargo, cuando retrocedemos en el tiempo, cuando estudiamos la historia, nos
damos cuenta de que lo “natural” es algo que exigió dosis enormes de violencia
y disciplinamiento. [6]
Marx resume el papel del Estado en un párrafo que
merece leerse con detenimiento:
“No basta con que las condiciones de trabajo cristalicen en
uno de los polos como capital y en el polo contrario como hombres que no tienen
nada que vender más que su fuerza de trabajo. Ni basta tampoco con obligar a
éstos a venderse voluntariamente. En el transcurso de la producción
capitalista, se va formando una clase obrera que, a fuerza de educación, de
tradición, de costumbre, se somete a las exigencias de este régimen de
producción como a las más lógicas leyes naturales. La organización del proceso
capitalista de producción ya desarrollado vence todas las resistencias; la
creación constante de una superpoblación relativa mantiene la ley de la oferta
y la demanda de trabajo y, por ello, el salario a tono con las
necesidades de crecimiento del capital, y la presión sorda de las condiciones
económicas sella el poder de mando del capitalista sobre el obrero. Todavía se
emplea, de vez en cuando, la violencia directa, extraeconómica; pero sólo en
casos excepcionales. Dentro de la marcha natural de las cosas, ya puede dejarse
al obrero a merced de las «leyes naturales de la producción», es decir, puesto
en dependencia del capital, dependencia que las propias condiciones de
producción engendran, garantizan y perpetúan. Durante la génesis histórica de
la producción capitalista, no ocurre aún así. La burguesía, que va ascendiendo, necesita y emplea todavía el poder
del Estado para «regular» los salarios, es decir, para sujetarlos dentro de los
límites que benefician a la extracción de plusvalía, y para alargar la jornada
de trabajo y mantener al mismo obrero en el grado normal de dependencia. Es
éste un factor esencial de la llamada acumulación originaria.” (p.
125-126; el resaltado es mío).
Con lo dicho hasta aquí tenemos un panorama
esquemático de la AO. En el transcurso de la clase señalamos el papel del
Estado en el desarrollo del capitalismo; volveremos sobre este tema en varias ocasiones
durante la cursada y el año próximo el Estado será uno de los contenidos
fundamentales de una materia de 2° año, Derechos Humanos, Sociedad y Estado, en
la que tendré el gusto de volver a encontrarme con ustedes.
También hemos esbozado de manera más precisa los
rasgos principales del capitalismo. Eso nos lleva al texto de la próxima clase,
Ideología del capitalismo, con el que examinaremos las características centrales
del proceso de trabajo capitalista.
Eso es todo por hoy. Gracias por su atención y
paciencia.
Villa del Parque, jueves 4 de junio de 2020
ABREVIATURAS:
AO = Acumulación originaria / RS
= Relaciones sociales / SH = Seres
humanos
NOTAS:
[1] Para las citas del texto de Marx utilizo la
copia existente en el sitio marxists.org, cuyo link envié oportunamente por
correo electrónico. Por las dudas y como lo que abunda no daña, vuelvo a
transcribir aquí el link: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1860s/eccx86s.htm
Esta edición está tomada de: Marx, K. y Engels, F. (1974). Obras escogidas. Moscú: Instituto de Marxismo-Leninismo &
Progreso. El capital está incluido en el tomo II. En cada cita indico entre
paréntesis el número de página, que corresponde a dicha edición.
[2] Por supuesto, no me refiero al mercado en
tanto lugar (ejemplo: la feria instalada en el centro de una ciudad), sino a la
institución, a la economía de mercado,
esto es, a la producción de mercancías destinadas a la venta.
[3] A lo largo del curso trabajaremos repetidas
veces la obra de Marx. De hecho, en el capítulo 1 de Ideología del conocimiento el autor dice expresamente que adopta el
enfoque marxista para estudiar la sociedad. Más adelante expondremos de modo
sistemático las líneas generales de la teoría marxista de la sociedad; por el
momento, nos basta con tener presente su análisis del proceso de trabajo, que
nos preparó para analizar la cuestión de la AO.
[4] Con enfoque micro me refiero a los
estudios e investigaciones que se realizan desde la perspectivas de los
individuos o de los pequeños grupos (por ejemplo, los alumnos del 1° año del
profesorado de Psicología del ISP Joaquín V. González). Es lo opuesto a la
perspectiva macro, que estudia los grandes grupos (por ejemplo, la sociedad
argentina).
[5] Pero existía un problema: no
existía un mercado laboral capaz de absorber a la masa de campesinos
expulsados. De ahí que muchos de ellos se convirtieran en vagabundos, ladrones,
prostitutas, etc. More describe en detalle este proceso. Hubo que esperar al
siglo XVIII, cuando el desarrollo de la producción manufacturera (y luego de la
producción industrial), permitió la conversión de los campesinos en obreros
asalariados.
[6] Una lectura recomendable sobre
estos procesos de disciplinamiento es Vigilar
y castigar, del filósofo francés Michel Foucault (1926-1984).
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