A continuación van unas notas de lectura sobre el artículo
de Robert Merton (1910-2003), “Funciones manifiestas y funciones latentes”.
Utilizo la traducción española incluida en: Merton, Robert. (1992). Teorías y estructuras sociales. México
D. F.: Fondo de Cultura Económica.
Merton comienza el artículo “Funciones manifiestas y
funciones latentes”[1] afirmando que “el análisis
funcional es al mismo tiempo la más prometedora y tal vez la menos codificada
de las orientaciones contemporáneas en los problemas de la interpretación
sociológica” (p. 29). Es por eso que se propuso realizar una revisión
sistemática de los problemas principales del análisis funcional. En su opinión,
una de las dificultades más importantes con que se enfrenta el análisis
funcional radica en la “confusión terminológica” en que ha caído el punto de
vista funcional en sociología (p. 29). Así, sostiene que el término función simboliza conceptos diferentes
y que, además, palabras diferentes expresan el concepto mismo de función. Para
superar esta confusión, Merton comienza por desbrozar los distintos
significados de la palabra función[2].
Merton distingue cinco significados de la palabra
función:
I] Uso popular: función se refiere a una reunión pública
o festividad. “Esta acepción de la palabra es completamente extraña al análisis
funcional en sociología” (p. 30).
II] Función es considerada como virtualmente equivalente
a ocupación[3]. Es casi un uso típico de
la palabra en algunos economistas, para los cuales decir “análisis funcional de
un grupo” equivale a “análisis ocupacional de ese grupo”. (p. 30).
III] Función = “Actividades asignadas al que ocupa una
situación social, y más en particular al que ocupa un cargo o puesto público”
(p. 30). Es un caso especial de II, y su uso se encuentra en el lenguaje
popular y en la ciencia política. Merton sostiene que este uso debe ser
excluido del análisis funcional, pues “distrae la atención del hecho de que no
sólo los ocupantes de determinados puestos desempeñan funciones, sino también
un amplio margen de actividades estandarizadas, de procesos sociales, de tipos
de cultura y de sistemas de creencias que se encuentran en la sociedad.” (p.
30-31).
IV] Función = “una variable considerada en relación con
una o más variables respecto de las cuales puede ser expresada o de cuyo valor
depende el suyo” (p. 31). Este concepto fue introducido por el filósofo y
matemático alemán Leibniz (1646-1716) y es empleado fundamentalmente en
matemáticas. Merton indica que se trata del uso más preciso del término
función, y que como tal aparece en ciencias sociales bajo términos diferentes
como “interdependencia”, “relación recíproca”, “variaciones mutuamente
dependientes” (p. 31).
V} Función = “los procesos vitales u orgánicos
considerados en el respecto en que contribuyen al sostenimiento del organismo”
(p. 31). Se deriva de IV y es tomado explícitamente por las ciencias
biológicas. Corresponde de manera muy cercana con el concepto de función
adoptado por los funcionalistas antropológicos. (p. 31). Merton dice que este
uso es “fundamental para el análisis funcional tal como se ha practicado en
sociología y en antropología social” (p. 31).
Merton considera que, además de la existencia de
distintas acepciones de la palabra función, está la dificultad de que el
término función social posee distintas definiciones. Nuestro autor se preocupa
por trazar la distinción entre función referida a consecuencias objetivas observables y función como disposiciones subjetivas (propósitos,
motivos, finalidades). Es central tener presente aquí que la función social
está referida al punto de vista del observador y no del participante en la
acción que se está analizando. Si se cae en la confusión de olvidar que el
análisis funcional se ocupa de los hechos encarándolos desde el observador y no
desde el participante, se olvida que “no es necesario suponer que las razones expresadas por la gente para su
conducta («actuamos por razones personales») son la misma cosa que las
consecuencias de esa norma de conducta. La disposición subjetiva puede
coincidir con la consecuencia objetiva, pero también puede no coincidir. Las
dos varían independientemente.” (p. 34). La orientación funcional en ciencias
sociales exige que el análisis funcional se dedique a las categorías objetivas
de consecuencias observadas y no a las categorías subjetivas de disposiciones.
(p. 35)[4].
Si se considera que la función social remite a cualquier tipo de categorías
subjetivas de disposiciones se está cayendo en una especie de psicología (o de
psicologismo)[5]. Si el punto de vista del
observador es reemplazado por el punto de vista del participante, la sociología
termina por poner, meramente, en lenguaje académico los motivos de los
individuos, olvidando que los individuos no son concientes, en muchos casos, de
los motivos por los que actúan o de que los motivos que creen que dirigen su
acción son, en realidad, motivos externos a ellos mismos.
Luego de encarar las confusiones terminológicas que
predominan en el análisis funcional [otra vez recordar que el texto es de
1948}, Merton examina tres postulados utilizados por los analistas funcionales.
Considera que dichos postulados “resultaron discutibles e innecesarios para la
orientación funcional” (p. 35).
Antes de pasar a analizar cada uno de estos postulados,
hay que decir que Merton sostiene que estos tres postulados suelen verse
juntos, pero que para los fines analíticos va a examinarlos por separado[6].
a) Postulado de la
unidad funcional de la sociedad: Consiste en afirmar que “las actividades
sociales o las partidas culturales estandarizadas son funcionales para todo el sistema social o cultural” (p.
36). En otras palabras, toda usanza, creencia, norma de conducta, institución,
etc., es considerada funcional para la sociedad en su conjunto. Implica, por
tanto, pensar a la sociedad como una unidad homogénea, dejando de lado la
existencia de grupos en su interior. Merton formula la siguiente critica a este
postulado: “el supuesto de la unidad funcional completa de la sociedad humana
es con frecuencia contrario a la realidad. Los usos o los sentimientos sociales
pueden ser funcionales para unos grupos y disfuncionales para otros de la misma
sociedad. (…) No es sólo contrario a la realidad con gran frecuencia el
postulado de la unidad funcional, sino que tiene poco valor heurístico, ya que
distrae la atención del analista de posibles consecuencias dispares de un
renglón social o cultural dado (usanza, creencia, norma de conducta,
institución) para diferentes grupos sociales o para los individuos de esos
grupos.
Merton reconoce la influencia del postulado de la unidad
funcional. Sin embargo, las numerosas pruebas en contra de su utilidad y
pertinencia llevan a preguntarse el porqué de dicha influencia. Merton sugiere
que una explicación posible de este fenómeno consiste en observar que el
postulado fue desarrollado por antropólogos
sociales, que estudiaban primordialmente sociedades analfabetas. En este
tipo de sociedades, el postulado de la unidad funcional resulta adecuado, pues
se trata de conjuntos humanos poco diferenciados hacia su interior[7].
Ahora bien, este postulado es transferido de las pequeñas sociedades
analfabetas a las grandes, complejas y muy variadas sociedades letradas; este
pasaje no es justificado y genera muchos más problemas teóricos de los que
soluciona. Merton plantea que estas dificultades son especialmente notorias en
el análisis funcional de la religión (p. 38)[8].
b) Postulado del
funcionalismo universal: “afirma que todas las formas sociales o culturales
estandarizadas tienen funciones positivas” (p. 40). En su origen, este
postulado remite al debate entre los antropólogos de finales del siglo XIX en
torno a la cuestión de las supervivencias culturales. Así, para los
antropólogos que adherían al punto de vista evolucionista, cualquier costumbre
o forma cultural persistente, heredada de sociedades anteriores, constituía una
“supervivencia” y no cumplía funciones sociales en las sociedades modernas. En
otras palabras, dichas supervivencias no podían justificarse por su utilidad
presente, sino que se volvían comprensibles por su utilidad pasada. Frente a
esta posición, los antropólogos y sociólogos funcionalistas sostuvieron que
todas las costumbres (incluidas las supervivencias) desempeñaban una función
vital. (p. 41). Merton sostiene que este debate es estéril: “Mucho más útil
como directiva para investigar parecería el supuesto provisional de que todas
las formas culturales persistentes tienen un saldo líquido de consecuencias funcionales tanto para la sociedad
considerada como una unidad como para subgrupos suficientemente poderosos para
conservar intactas esas formas por medio de la coacción directa o de la
persuasión indirecta. Esta formulación evita a la vez la tendencia del análisis
funcional a concentrarse en las funciones positivas y dirige la atención del
investigador también a otros tipos de consecuencias.” (p. 42).
c) Postulado de la
indispensabilidad: es el más complejo de los tres postulados analizados
aquí, pues contiene dos afirmaciones relacionadas entre sí, pero que plantean
cosas diferentes. En primer lugar, “se supone que hay ciertas funciones que son
indispensables en el sentido de que, si no se realizan, no persistirá la
sociedad (o el grupo, o el individuo). Esto expresa, pues, un concepto de requisitos previos funcionales, o de condiciones previas funcionalmente
necesarias para una sociedad.” (p. 43). En segundo lugar, “se supone que ciertas formas culturales o sociales son
indispensables para la realización de cada una de estas funciones. Esto implica
el concepto de estructuras especializadas e irreemplazables, y da origen a toda
suerte de dificultades teóricas.” (p. 43). Merton discute la segunda
afirmación, indicando que impide ver que una misma función puede ser
desempeñada por cosas diferentes; en otras palabras, hay un margen de variación
en las estructuras que realizan la función en cuestión. (p. 43). Denomina
concepto de alternativas funcionales,
o de equivalente funcionales, o de sustitutos funcionales. (p. 43).
Ahora bien, la crítica de estos tres postulados le
permite a Merton avanzar en su propia lo lleva a afirmar que “no puede
suponerse la unificación plena de todas las sociedades, sino que ésta es una
cuestión empírica, de hecho, en la que debiéramos estar preparados para
encontrar un margen de grados de unificación. (…) una teoría del análisis
funcional tiene que requerir la especificación
de las unidades sociales servidas por funciones sociales dadas, y hemos de
admitir que los renglones de la cultura tienen múltiples consecuencias, unas
funcionales y otras quizá disfuncionales.” (p. 45). La revisión del postulado
del funcionalismo universal lleva a
plantear la necesidad de encontrar la forma (o un órgano capaz) de resolver el
problema de las consecuencias funcionales y disfuncionales de las formas
culturales. El examen crítico del postulado de la indispensabilidad condujo, por su parte, a proponer el concepto de alternativas funcionales, o de equivalente funcionales, o de sustitutos funcionales. (p. 46).
En el texto, luego de explicar las dificultades
terminológicas por las que atravesaba el análisis funcional hacia 1948 y de
discutir los tres postulados habituales del funcionalismo, Merton discute la
opinión habitual de que el análisis funcional se encuentra sesgado
ideológicamente. Así, muestra que algunos críticos han considerado que el
funcionalismo es intrínsecamente conservador, pues el análisis funcional
supuestamente se concentra en los aspectos estáticos de la realidad social (pp.
46-48); otros críticos, en cambio, han manifestado que el análisis funcional
responde a una ideología radical, puesto que despoja de sentido intrínseco a la
estructura social, en la medida en que sostiene que una costumbre es funcional
únicamente en la medida en que funcione para satisfacer fines colectivos. (p.
48). Merton está en desacuerdo con ambas críticas y afirma que el análisis
funcional “no implica necesariamente
un compromiso ideológico específico. No quiere esto decir que compromisos así
no estén implícitos con frecuencia en las obras de analistas funcionales. (…)
Revisado críticamente, el análisis
funcional es neutral en relación con los grandes sistemas ideológicos.” (p.
52).
Merton ilustra esta situación realizando una comparación
entre el marxismo y el análisis funcional en lo que respecta al análisis de la
religión. En primer lugar, todos los análisis de la religión,
independientemente de su origen ideológico, “hacen caso omiso de las
consecuencias de sistemas religiosos específicos para los sentimientos, las
definiciones de situaciones y la acción predominantes.” (p. 54). En segundo lugar, tanto los análisis
marxistas como los funcionalistas, coinciden en afirmar que los sistemas de
religión no son meros epifenómenos, sino que son determinantes, en parte
independientes, de la conducta de los individuos. (p. 54). En tercer lugar,
tratan de las consecuencias diferenciales de las creencias y los ritos
religiosos para diferentes grupos y estratos sociales (p. 54). En cuarto lugar,
funcionalistas y marxistas tienden a considerar a la religión como un mecanismo
social para reforzar la unificación institucional de la sociedad. (p. 54).
Ahora bien, la diferencia entre funcionalistas y
marxistas aparece cuando realizan la valoración
de las funciones de la religión, y no en la lógica del análisis. En términos de
Merton, “son las valoraciones las que
permiten verter contenido ideológico en las botellas del funcionalismo” (p.
55).
Merton utiliza la lógica del procedimiento elaborada por
W. B. Cannon en fisiología para desarrollar un modelo metodológico que pueda
ser derivado hacia la sociología, sin caer en las homologías forzadas entre la
estructura de los organismos biológicos y la de la sociedad[9].
(p. 58). Cannon parte de indicar que el organismo precisa de un estado
relativamente constante y estable. A partir de allí, formula cuatro puntos
principales del análisis funcional:
a) Ciertas exigencias funcionales de los organismos, que
deben ser satisfechas si éstos han de sobrevivir o funcionar con cierto grado
de eficacia. (p. 58).
b) Descripción concreta y detallada de los dispositivos
(estructuras y procesos) mediante los cuales esas exigencias son típicamente
satisfechas en casos «normales» (p. 58).
c) Existencia de mecanismo de compensación que desempeñan
las funciones que eran realizadas por mecanismos típicos que han sido
destruidos o que han pasado a ser inadecuados. (p. 58).
d) Exposición detallada de la estructura mediante la cual actúan las exigencias funcionales, así como una exposición
detallada de los dispositivos mediante
los cuales se realiza la función. (p. 58).
Frente a la lógica rigurosa de los análisis funcionales
en las ciencias biológicas, en sociología dichos análisis presentan tres
orientaciones bien diferentes: a) no trabajan típicamente con procedimientos
inteligibles desde el punto de vista operativo; b) no reúnen en forma
sistemática tipos necesarios de datos; c) no emplean un cuerpo común de
conceptos y no utilizan los mismos criterios de validez. (p. 59). De este modo,
los sociólogos que siguen el camino del análisis funcional terminan actuando,
según Merton, de manera heterogénea y obedeciendo a criterios individuales y no
de una comunidad científica.
Luego de haber puesto en discusión los problemas y
postulados que hasta ese momento obstaculizaban el desarrollo del análisis
funcional, Merton propone en el artículo un paradigma de análisis funcional en
sociología (pp. 60-64). De acuerdo con el objetivo expresado al comienzo del
texto, Merton sostiene que “el paradigma presenta el núcleo de conceptos, procedimientos
e inferencias del análisis funcional.” (p. 60). En otras palabras, se trata de
clarificar las cuestiones teóricas y metodológicas fundamentales del análisis
funcional. El autor se preocupa por aclarar que el paradigma que presenta no es
el producto de la mera reflexión teórica, sino que constituye “una codificación
de los conceptos y problemas que se han impuesto a nuestra atención en el
examen crítico de la investigación y la teoría actuales en análisis funcional.”
(p. 60).
El paradigma propuesto por Merton consta de los
siguientes puntos:
1] Las cosas a las
que se les atribuyen funciones.
En principio, todo el campo del análisis sociológico
puede ser sometido a análisis funcional. El requisito imprescindible para poder
hacer esto consiste en que se trata de cosas estandarizadas (normadas y reiteradas). Ejemplos: papeles sociales,
normas culturales, emociones culturalmente normadas, normas sociales,
instrumentos de control social, etc. (p. 60).
2] Conceptos de
disposiciones subjetivas (motivos, propósitos).
El análisis funcional se ve obligado a recurrir a alguna
concepción acerca de la motivación de los individuos en un sistema social. Pero
debe quedar claro[10]que
el estudio de las disposiciones subjetivas no tiene que confundirse con el de
las consecuencias objetivas de las acciones e instituciones. (p. 60).
3] Conceptos de
consecuencias objetivas (funciones, disfunciones).
Este punto es fundamental para el análisis funcional.
Para poder resolverlo adecuadamente hay que tener en cuenta dos problemas: a)
la tendencia a limitar las observaciones sociológicas a las aportaciones
positivas de una entidad sociológica al sistema social en que está comprendida;
b) la tendencia a confundir la categoría subjetiva de motivo con la categoría objetiva de función.
Para resolver el primer problema, Merton elabora los
conceptos de funciones, que “son las
consecuencias observadas que favorecen la adaptación o ajuste de un sistema
dado”, y disfunciones, “las
consecuencias observadas que aminoran la adaptación o ajuste del sistema” (p.
61)[11].
La introducción del concepto de disfunciones permite evaluar también las
aportaciones negativas de una entidad sociológica al sistema que se está
analizando. Ahora bien, la introducción conjunta de funciones y disfunciones
agrega el problema de resolver el saldo líquido del agregado de consecuencias.
(p. 61).
Para el segundo problema, Merton introduce la distinción
entre funciones manifiestas, “que son
las consecuencias objetivas que contribuyen al ajuste o adaptación del sistema y
que son buscadas y reconocidas por los participantes en el sistema” (p. 61); y
las funciones latentes que “son,
correlativamente, las no buscadas ni reconocidas” (p. 61)[12].
De este modo, Merton quiere demostrar que hay que distinguir entre las
funciones que las personas les atribuyen a las cosas que hacen, y las funciones
objetivas que cumplen estas cosas (teniendo en cuenta que ambas cuestiones
pueden no coincidir).
4] Conceptos de la
unidad servida por la función. Merton plantea que es preciso elaborar estos
conceptos dado que el postulado de la unidad funcional de la sociedad plantea
más problemas que los que soluciona. Merton enfrenta así la cuestión de la
existencia de individuos en posiciones sociales diferentes, subgrupos, el
sistema social general y los sistemas culturales, entendiendo que lo que puede
ser funcional para un grupo puede ser disfuncional para otro. (p. 61-62).
5] Conceptos de
exigencias funcionales (necesidades, requisitos previos).
Tratan de dar cuenta de las exigencias funcionales del
sistema estudiado. Merton afirma que es el punto más nebuloso y discutido del
análisis funcional. (p. 62).
6] Conceptos de los
mecanismos mediante los cuales se realizan las funciones.
Tienen que explicar los mecanismos que actúan para
realizar una función deliberada. Merton aclara que tiene que tratarse de
mecanismos sociales, y no de mecanismos psicológicos. (p. 62).
7] Conceptos de
alternativas funcionales (Equivalentes o substitutos funcionales).
Son una consecuencia del abandono del postulado de la
indispensabilidad funcional de las estructuras sociales particulares[13].
Implica establecer el margen de variación
posible en las cosas que pueden satisfacer una exigencia funcional (p. 62).
8] Conceptos de
contexto estructural (o coerción estructura).
Implican afirmar que el margen de variación de las cosas
para desempeñar determinadas funciones sociales no es ilimitado, y se encuentra
limitado por la interdependencia de los elementos de una estructura social (coerción estructural). (p. 63).
9] Conceptos de
dinámico y de cambio.
El uso del concepto de disfunciones permite al análisis
funcional superar la crítica que se le hace habitualmente acerca de
concentrarse en la estática de la estructura social y no en el estudio del
cambio estructural (p. 63).
10] Problemas de
validación del análisis funcional.
Merton plantea la necesidad de que los procedimientos del
análisis funcional deben aproximarse a la lógica de la experimentación. (p.
64).
11] Problema de las
implicaciones ideológicas del análisis funcional.
Realiza la distinción entre el hecho de que el análisis
funcional no tiene ningún compromiso con ninguna posición ideológica, en tanto
que los análisis funcionales particulares y las hipótesis particulares
formuladas por los funcionalistas pueden tener un papel ideológico perceptible.
(p. 64).
La distinción entre funciones manifiestas y latentes fue
elaborada para evitar la confusión entre las motivaciones conscientes para la conducta social y sus consecuencias objetivas. En otras
palabras, Merton muestra que el sociólogo funcionalista no tiene que cometer el
error de confundir lo que dicen los participantes de una ceremonia o función
social con el significado objetivo de la misma (esto es, la función social que
cumple la misma). En todo momento, Merton remarca que no hay que confundir los motivos (subjetivos) con las funciones (objetivas).
La importancia de la distinción radica en que permite
hacer hincapié en los elementos importantes en una situación social que, sin
embargo, pasan inadvertidos. Así, Merton dice que hay razones para “distinguir entre funciones
manifiestas y funciones latentes, las primeras relativas a las consecuencias
objetivas para una unidad especificada (persona, subgrupo, sistema social o
cultural) que contribuyen a su ajuste o adaptación o se esperan así; las
segundas relativas a las consecuencias inesperadas y no reconocidas del mismo
orden.” (p. 73).
Además de formular el ya citado paradigma del análisis
funcional, Merton procura precisar las bases que tiene que contener un
protocolo para el trabajo de campo en el análisis funcional. Por supuesto, aclara
que este protocolo dista de ser completo, pero cumple el objetivo de
especificar los puntos de observación que facilitan el análisis funcional (p.
70-71).
El protocolo descriptivo de un análisis funcional consta
de los siguientes pasos[14]:
a)
Localización de los participantes dentro de la estructura social.
b) Estudio de modos alternativos de conducta excluidos
por la importancia dada a la norma observada.
d) Distinción entre las motivaciones para participar en
la norma y la conducta objetiva que implica la norma[15].
e) Regularidades de conducta no reconocidas por las
participantes pero que, no obstante, están asociadas a la norma central de
conducta[16].
Merton concibe cuatro finalidades heurísticas de la
distinción entre funciones manifiestas y funciones latentes:
a)
Aclara el análisis de normas sociales aparentemente irracionales. Así, hay
muchas prácticas sociales cuya función manifiesta es inoperante (por ejemplo,
la ceremonia de los hopi que consiste en danzar para lograr que llueva), pero,
sin embargo, persisten de generación en generación. En este punto, el concepto
de función latente permite explicar la
función que la misma cumple para el grupo y que puede ser bien diferente que la
función manifiesta (en el caso citado de los hopi, la ceremonia de la danza de
la lluvia cumple la función latente de unir a los miembros dispersos del
grupo). (p. 74).
b)
Dirige la atención hacia
campos de investigación fructíferos en teoría. Aquí Merton realiza un planteo
interesante. Sostiene que, en la medida en que los sociólogos consideran
exclusivamente las funciones manifiestas, su investigación se ve fijada por los
requerimientos y necesidades prácticas de los hombres prácticos de negocios, y
no por “los problemas teóricos que están en el núcleo de su disciplina” (p.
75). Si el análisis funcional queda anclado en las funciones manifiestas, su
desarrollo dejará de ser relativamente autónomo (es decir, regulado
principalmente por las teorías y los problemas teóricos de la disciplina) y
pasará a ser heterónomo (guiado por las necesidades de actores externos a la
disciplina). Ahora bien, el concepto de función latente permite al sociólogo
abordar los campos teóricos más fructíferos de su disciplina. Merton afirma:
“Hay algunas pruebas de que precisamente en el momento en que la atención
investigadora de los sociólogos pasó del plano de las funciones manifiestas al
plano de las funciones latentes fue cuando hicieron sus aportaciones mayores y distintivas.” (p. 76).
c)
El descubrimiento de las
funciones latentes representa progresos importantes de los conocimientos
sociológicos.
En un sentido, el estudio de las funciones manifiestas no aporta elementos
nuevos o profundos al desarrollo de la sociología. “Son precisamente las
funciones latentes de una práctica o creencia las que no son de conocimiento común, porque son consecuencias sociales y
psicológicas inesperadas y por lo general no reconocidas. Por lo tanto, resultados
concernientes a funciones latentes representan un aumento mayor de los
conocimientos que resultados concernientes a funciones manifiestas. Representan
también un mayor distanciamiento del conocimiento de «sentido común» acerca de
la vida social.” (p. 78).
d)
Impide la substitución del
análisis sociológico por juicios morales ingenuos. Este punto es fundamental y
encontramos aquí uno de los logros teóricos más significativos de la distinción
entre funciones manifiestas y latentes. Las valoraciones morales suelen
plasmarse en las consecuencias manifiestas de una práctica o norma, así que la
concentración de los sociólogos en las funciones manifiestas termina por
conducirlo hacia los juicios morales ingenuos sobre la realidad social. En
otras palabras, el sociólogo termina por hacer suyo el discurso que los
participantes de una actividad social tienen sobre la misma. Aceptado esto, se
entiende que el análisis de las funciones latentes pueda ir en contra de lo
establecido por las valoraciones morales dominantes en una sociedad o en un
grupo dados. Así, por ejemplo, instituciones sociales consideradas
habitualmente como poco morales (o aún como inmorales) pueden realizar
funciones latentes que no son realizadas a cabo por las instituciones
públicamente reconocidas para realizar dichas funciones. (p. 80-81). Merton
explica esto último a través del ejemplo de los “caciques políticos” en los
EE.UU., que son públicamente defenestrados por la moral estándar y que sin
embargo cumplen funciones indispensables que no pueden ser realizadas
adecuadamente por las instituciones del sistema político formal. (pp. 82-90).
Villa del Parque, miércoles 10
de julio de 2013
[1] Hay que tener presente que se trata de un texto publicado inicialmente en 1948.
[2] En el caso del término función, el problema consiste en que fue
apropiado por diferentes disciplinas y por el lenguaje popular, haciendo que su
significado se volviera oscuro para la sociología propiamente dicha. (p. 30).
[3] Max Weber (1864-1920) definía ocupación como “el modo de
especialización, especificación y combinación de las funciones de un individuo
en cuanto constituye para él la base de una oportunidad constante de tener
ingresos o ganancias”. (p. 30). [La cita es de Weber y aparece así en el texto
de Merton en la página indicada].
[4] Esto no
significa que el análisis funcional deje completamente de lado la cuestión de
las disposiciones subjetivas. Así, cuando Merton presenta el paradigma de
análisis funcional, dice que “el análisis funcional supone invariablemente u
opera explícitamente con alguna concepción de la motivación de los individuos
implícita en un análisis social”. (p. 60). Luego, al referirse a la descripción
funcional, dice que “un protocolo descriptivo completo, adecuado para el
análisis funcional, se extiende inevitablemente a un campo de consecuencias
inmediatas psicológicas y sociales de la conducta. Pero estas consecuencias pueden examinarse con mayor provecho en
conexión con los conceptos de función.” (p. 69) [La cursiva es mía].
[5] En otras palabras, si se afirma que función social equivale a motivos
del actor o de los actores sociales se está pasando del funcionalismo al
individualismo metodológico (que postula que el individuo – en este caso sus
motivos, finalidades, intenciones, etc. – tiene que ser el punto de partida de
todo análisis social.).
[6] En conjunto,
los postulados pueden tratarse de este modo: “primero, que las actividades
sociales o las partidas culturales estandarizadas son funcionales para todo el
sistema social o cultural; segundo, que todos estos renglones sociales y
culturales desempeñan funciones sociológicas, y tercero, que son, en
consecuencia, indispensables.” (p.
35).
[7] El sociólogo francés Emile Durkheim (1858-1917) afirmaba que en este
tipo de sociedades imperaba la solidaridad mecánica, es decir, vínculos sólidos
entre sus miembros a partir de las semejanzas existentes entre los individuos
(dado el bajo nivel de desarrollo de estas sociedades se daba un escaso nivel
de diferenciación entre sus miembros).
[8] Para el análisis funcional de la religión ver más adelante.
[9] Merton
insiste en que utilizar la lógica de procedimiento utilizada por las ciencias
biológicas no implica caer en las analogías y en las homologías no pertinentes
empleadas en el siglo XIX por la sociología organicista (p. 57). Cabe decir que
el análisis funcional no es equivalente al organicismo (pensar la sociedad como
si se tratara de un organismo biológico).
[10] Ver al respecto el comienzo de nuestro artículo.
[11] Merton también sugiere que existe la posibilidad empírica de que existan
consecuencias disfuncionales, es
decir, simplemente ajenas al sistema en estudio. (p. 61).
[12] En la respuesta al punto 6 del cuestionario se desarrollaran con más
extensión las consecuencias de esta distinción.
[13] Ver supra.
[14] Esta enumeración está tomada del resumen que presenta Merton en la página
70 del texto.
[15] Merton
retoma aquí la distinción ya mencionada entre disposiciones subjetivas y
consecuencias objetivas (Ver al respecto los puntos 2 y 3 del paradigma de
análisis funcional). Señala que “la
exposición descriptiva incluirá en la medida de lo posible, la enumeración de
las motivaciones, pero los motivos no deben confundirse con la norma objetiva
de conducta ni con las funciones sociales de dicha norma.” (p. 69). Ahora
bien, toda descripción funcional está completa en la medida en que incluya
estas disposiciones subjetivas (los motivos) de los participantes. Esto
contribuye a explicar las funciones psicológicas
realizadas por la norma. (p. 69).
[16] En los cuatro primeros puntos del protocolo, los sociólogos
funcionalistas se concentran en “conceptos que son claramente prácticas
estandarizadas de creencias, normas reconocidas como tales por los
participantes en la sociedad.” (p. 69). Se trata, por tanto, de normas
manifiestas. Sin embargo, Merton señala que es fundamental registrar
regularidades de conducta asociadas a
la actividad nominalmente central, pues estas verdaderas regularidades inconscientes proporcionan indicios para acceder a
las llamadas funciones latentes. (p.
70).
10 comentarios:
Muchisima Gracias por su excelente comentario puedo ahora entender con propiedad laconcepcion funcionalista de MERTON.
VIRGINIA DEOBARTES
Muchas gracias por tu comentario, Virginia. Saludos,
Qué buen trabajo!
Muchas gracias, Mariana. Saludos,
Gracias, muy buenos apuntes, sobre todo por la parte de los 11 puntos guía del paradigma del A.F.
Muchas gracias, Nanotecnologia. Saludos,
Le agradezco profe,por su comentario sobre Merton , es Usted sin conocerle todo un prolífico , perdone el abuso, pero hay pocos como usted que comparten sus conocimientos y eso hace la diferencia entre los mejores y los que desean cultivar un legado para recordarlo siempre. Desde Nicaragua. Saludes.
Muchas gracias por la información, es de gran ayuda :)
Muchas gracias a Alejandro y al comentarista que escribió el pasado 9 de noviembre. El objetivo de este blog es difundir la teoría social, así que los comentarios y críticas son siempre bienvenidos. Saludos,
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