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jueves, 18 de marzo de 2021

RAYMOND WILLIAMS Y LA GÉNESIS DEL MATERIALISMO CULTURAL: FICHA



 


"Ciego a las culpas, el destino puede ser

despiadado con las mínimas distracciones”

Jorge Luis Borges (1899-1986)


Todo estudio sobre el marxismo del siglo XX está obligado a incluir la figura y la producción de Raymond Williams (1921-1988). Su obra Marxismo y literatura (1977) ocupa un lugar destacado dentro del denominado marxismo cultural.

El presente escrito no tiene más entidad que la de ser una ficha dedicada a presentar los contenidos principales de Marxismo y literatura. Si bien no dejamos de hacer algunas observaciones críticas (en especial acerca de aquellas cuestiones que consideramos como limitaciones del texto), de ningún modo puede afirmarse que se trata de un examen crítico y exhaustivo del libro de William. Queda a criterio del lector, de su interés y sus ganas, el profundizar en el estudio de la obra del marxista inglés. Nos damos por completamente satisfechos si esta ficha logra despertar ese interés y esas ganas.

Esta ficha es la primera de una serie dedicada a la obra mencionada. Abarca la Introducción (pp. 9-16), en donde Williams hace un racconto de su trayectoria intelectual. 

Nota bibliográfica

El título original de la obra es Marxism and Literature y fue publicada en 1977 por Oxford University Press. En esta ficha utilizo la traducción española de Guillermo David: Marxismo y literatura. Buenos Aires, Argentina: Las Cuarenta, 2009, 300 p. 

Noticia del autor

Raymond Henry Williams nació en Llanfihangel Cruconrey (Gales) el 31 de agosto de 1921. Su padre era un trabajador ferroviario, militante del Partido Laborista. Estudió en la King Henry VIII Grammar School, en Abergavenny (cerca de su ciudad natal). Su adolescencia estuvo marcada por el ascenso del nazismo en Alemania (1933) y la Guerra Civil Española (1936-1939). Williams ingresó al Trinity College, Cambridge. Allí se incorporó al Partido Comunista de Gran Bretaña. Sirvió en el ejército británico durante la SGM; en 1944 participó de la invasión a Normandía y en la ofensiva sobre el territorio alemán en 1945. Luego prosiguió sus estudios; recibió su MA en Cambridge (1946). Trabajó como tutor en educación de adultos durante varios años. En 1946 fundó la revista Politics and Letters. En 1951 fue llamado para servir en el ejército en la guerra de Corea; Williams se rehusó, registrándose como objetor de conciencia. En 1961 regresó a Cambridge, donde realizó la mayor parte de su carrera académica; fue profesor en Cambridge (1967-1983); profesor visitante en la Universidad de Stanford (1973). Williams se desligó del Partido Comunista e ingresó al Partido Laborista en 1961; dejó el laborismo en 1966. Participó en las campañas de solidaridad con Vietnam. Falleció en Saffron Walden, Essex, el 26 de enero de 1988.


El recorrido del marxismo, desde sus orígenes en la década de 1840, es peculiar e intrincado. Dicho mal y pronto, Marx sentó los pilares de una ciencia del capitalismo, de sus relaciones de producción y de cambio. Esa ciencia se plasmó en El capital, un programa de investigación que Marx jamás pudo completar (en buena medida porque era inabarcable para una sola persona, pero también por los problemas teóricos que se fueron suscitando al avanzar el estudio). Pero Marx se proponía algo más que poner los fundamentos de una ciencia; para él resultaba crucial que la nueva ciencia se convirtiera en instrumento de la clase obrera en la lucha por su liberación de la explotación capitalista. El Manifiesto comunista, co-escrito con Friedrich Engels (1820-1895), puede ser considerada la muestra más lograda de la confluencia entre luchas obreras y ciencia del capitalismo. Ciencia y política eran inseparables desde la perspectiva marxiana. 

Las vertientes científica y política del marxismo permanecieron más o menos unidas hasta la década de 1920. El éxito de la Revolución Rusa y la conversión del marxismo en ideología oficial dinamitaron las bases de esa (precaria) unidad. A partir de ese momento cada vertiente siguió senderos que se bifurcaban cada vez más. 

El marxismo político (la denominación es espantosa pero resulta útil a los fines descriptivos) congeló el programa de investigación de El capital; tanto los marxistas oficiales (quienes controlaban los partidos comunistas y, en algunos casos, el Estado) como los marxistas “rebeldes” (quienes se oponían a la línea oficial de los partidos comunistas), preservaron los análisis y los diagnósticos sobre el capitalismo realizados hasta 1917. La ciencia del capitalismo quedó momificada; los partidos (tanto los estalinistas como los trotskistas)quedaron anclados en análisis anticuados, que progresivamente perdieron influencia entre las masas trabajadoras. El proceso no fue lineal, hechos tales como la victoria de la URSS sobre la Alemania nazi (1945), los  triunfos de la Revolución China (1949) y de la Revolución Cubana (1959), permitieron ignorar durante mucho tiempo la momificación de la ciencia del capitalismo. Sin embargo, la caída de la URSS (1989) mostró que el rey estaba desnudo: los marxistas políticos se encontraban un siglo atrasados en el análisis de las transformaciones del capitalismo.

El marxismo científico (otro término espantoso) se “liberó” del peso de tener que contribuir a la emancipación de la clase trabajadora. No fue un proceso lineal; durante mucho tiempo hubo marxistas abocados al estudio del capitalismo que procuraron confluir en las luchas obreras; pero la tendencia general fue la del alejamiento progresivo respecto a esas luchas. Así, en la década de 1960 (o de 1970) ya era posible hablar de un marxismo académico, influyente en las universidades. La “liberación” de las luchas políticas no fue gratuita; el marxismo académico perdió uno de los motivos que impulsan el desarrollo de la ciencia del capitalismo: la preocupación por los problemas de la lucha de clases entre capital y trabajo y, en un sentido más profundo, por el problema de la revolución socialista

Sin embargo, el vacío político no esterilizó al marxismo científico. Desde la década de 1960 se verificó una ampliación sostenida del campo de la ciencia del capitalismo que, en algunos casos, vino a consolidar logros anteriores y, en otros, a abrir nuevas áreas de investigación. En este terreno hay que ubicar los trabajos de Williams.  


En el prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política (famoso por haber sido utilizado tantas veces en cursos introductorios a la teoría marxista), Marx hizo su autobiografía intelectual y, de paso, planteó una serie de definiciones que siguen generando debates entre los marxistas actuales. Williams sigue el ejemplo marxiano y dedica la introducción de su libro a resumir en pocas páginas su trayectoria intelectual. [1] Como su ilustre predecesor, la introducción no está desprovista de problemas y frases ambiguas.

Williams entró en contacto con el marxismo en 1939, cuando comenzó sus estudios en la Universidad de Cambridge. Pero ese encuentro no se dio en las aulas, “sino en la amplia discusión estudiantil” (p. 9-10). Aquí hace una afirmación importante respecto a los modos de acceso al marxismo en la década de 1930: 

“Yo ya estaba relativamente familiarizado con el marxismo, o al menos con los análisis y posiciones políticas y económicas socialistas y comunistas. La experiencia de haber crecido en una familia de clase trabajadora me había llevado a aceptar la posición política básica que aquellos sostenían y clarificaban. Los problemas políticos y culturales, como los encontré entonces, fueron en efecto una extensión de aquello, o un modo de afiliación a esa situación. Raramente alguien se hace marxista por razones primordialmente culturales o literarias, sino más bien por razones de compulsión política o económica.” (p. 9-10; el resaltado es mío - AM -).

En el ambiente social de los años ‘30 el marxismo aparecía como una alternativa política real para los jóvenes de la clase trabajadora. Esto contrasta con la situación actual (2021), en la que el acceso al marxismo se da, primordialmente, a través de algún estudio universitario en disciplinas sociales. Retomando la clasificación elemental formulada más arriba, en la época que menciona Williams el marxismo político conducía (rectifico: podía conducir) al marxismo científico.

El marxismo político al que adhirió Williams ya se hallaba congelado. Ese congelamiento era especialmente notorio cuando se realizaba el pasaje hacia el marxismo científico o se emprendían actividades científicas en el ámbito académico. Williams notó esto ya durante su período de estudiante en Cambridge (1939-1941):

“Un estilo de pensamiento y cierto tipo de proposiciones definitorias son retomadas y aplicadas de buena fe, como parte de un compromiso político sin tener necesariamente los análisis y debates básicos. Así es como describiría mi propia posición como estudiante entre 1939 y 1941, años en los cuales un marxismo confiado aunque altamente selectivo coexistía torpemente con mi trabajo académico ordinario” (p. 10.

Ese marxismo “confiado aunque altamente selectivo” era una versión esquemática de la ciencia del capitalismo esbozada por Marx en el siglo XIX. Consistía en un economicismo vulgar, que concedía poca o ninguna atención a los problemas ideológicos y culturales. En pocas palabras, para el marxismo político todo podía explicarse a partir de la economía, entendida ésta de la manera más vulgar. 

Williams percibió muy pronto la distancia entre ese marxismo y el estado de los estudios académicos. No lo dice expresamente, pero estos últimos abordaban cuestiones que excedían largamente los límites del marxismo político de la época. A su vez, la academia no aceptaba el marxismo, en cualquiera de sus versiones. La consecuencia para Williams fue la soledad (no la política, pues seguía militando en el comunismo, sino la científica). En sus palabras:

“La incompatibilidad [entre el marxismo y el trabajo académico] devino un problema, no para las campañas o las polémicas sino, en rigor, para mí mismo y para cualquier cosa que pudiera llamarse mi propio pensamiento.” (p. 10)

Sin embargo, la soledad científica de Williams no era absoluta. Los debates en los círculos estudiantiles y su militancia lo pusieron en contacto con el marxismo inglés que, si bien compartía los puntos de vista del marxismo político, poseía cierta apertura hacia perspectivas diferentes a las marxistas

“Lo que realmente aprendí y compartí de los tonos dominantes en los debates del marxismo inglés es lo que ahora llamaría, aún con respeto, un populismo radical. Era una tendencia popular activa, comprometida, preocupada incluso más (para su provecho) por hacer literatura que por juzgarla, e interesada en relacionar la literatura activa con la vida de la mayoría de nuestro propio pueblo.” (p. 10; el resaltado es mío - AM -).

Por la temática de sus estudios, Williams no encajaba en el marxismo de su época (incluido el marxismo científico). Ello lo llevó a comenzar una revisión crítica de la teoría marxista y a emprender la lectura de autores que se encontraban fuera del corpus del marxismo oficial. En sus palabras: 

“Comencé a definir el sentido de un conjunto de problemas que desde entonces han ocupado mi trabajo. Excepcionalmente aislado en las cambiantes formaciones culturales y políticas de las postrimerías de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta, traté de descubrir un área de estudios en el cual algo de estas cuestiones habría de ser respondida, y algunas, incluso, instaladas. Al mismo tiempo, leí más ampliamente el marxismo y continué compartiendo la mayoría de sus posiciones políticas y económicas, aunque llevando adelante mi propio trabajo cultural y literario e investigando con cierta consciente distancia.” (p. 11).

En las condiciones del congelamiento del marxismo político, todo aquel marxista que se propusiera hacer ciencia estaba obligado a mantener distancia de las usinas teóricas partidarias. El marxismo político esterilizaba cualquier proceso creador en beneficio de una teoría anclada en un pasado cada vez más lejano en el tiempo.

La relectura de los clásicos del marxismo llevó a Williams a establecer la concepción del marxismo ortodoxo en el ámbito de los estudios culturales; al hacerlo, pudo precisar su propia posición, algo que, sin la distancia mencionada en el párrafo anterior, habría resultado imposible. La concepción ortodoxa había sido sistematizada por el marxista ruso Guergui Plejánov (1856-1918), quien se apoyó en los últimos trabajos de Friedrich Engels (1820-1895). 

“Ver aquella formación teórica claramente y trazar su hibridación con un fuerte populismo radical nativo, era comprender tanto mi respeto como mi distancia con lo que hasta entonces había conocido como Marxismo tout court. Era también recuperar una cierta comprensión del grado de selección e interpretación que, en relación tanto con Marx como con la larga marcha de la investigación y el debate marxista, aquellas posiciones ortodoxas efectivamente representaban.” (p. 12).

La revisión efectuada por Williams abarcó también (no podía ser de otra manera) a los marxistas británicos. [2] Todo ese trabajo llevó a Williams a desechar la concepción ortodoxa y a comprender desde una nueva óptica la relación entre el marxismo y las ciencias sociales. Ello lo condujo a formular una nueva concepción del marxismo, cuyo núcleo residía en la idea de que se trataba de una teoría viva, incompleta y en desarrollo. Esta forma de pensar al marxismo se asemejaba a la concepción original de Marx, que puede ser definida como un verdadero programa de investigación del capitalismo.

“Ahora que conozco más la historia del marxismo y la variedad de tradiciones selectivas y alternativas en su interior, podría al fin liberarme del modelo que ha sido ciertamente un obstáculo, ya en la certeza o en la duda: el modelo de posiciones marxistas fijas y conocidas, que en general sólo deben ser aplicadas, y el correspondiente descarte de todo otro tipo de pensamiento por ser considerado como no marxista, revisionista, neo-hegeliano o burgués. Una vez que el cuerpo central del pensamiento marxista fue visualizado como activo, en desarrollo, incompleto, y persistentemente puesto en discusión, muchas de las cuestiones fueron reabiertas. Y, de hecho, mi respeto por el corpus de pensamiento marxista como una totalidad, incluyendo la tradición ortodoxa ahora vista como una tendencia en su interior, se incrementó en forma tan significativa como decisiva. He llegado a ver cada vez más claramente sus radicales diferencias con otros cuerpos de pensamiento, pero al mismo tiempo también sus conexiones complejas con ellos así como sus muchos problemas irresolutos.” (p. 12-13).

A la postre, Williams terminó por desarrollar el materialismo cultural, al que describió del siguiente modo: 

“Me preocupo también por desarrollar una posición a la que, bajo forma teórica, he arribado a lo largo de los años. Esta difiere, en varios puntos claves, de lo que es mayormente conocido como teoría marxista, e incluso de muchas de sus variantes. Es una posición que puede ser brevemente descrita como materialismo cultural: una teoría de las especificidades de la producción material de la cultura y la literatura al interior del materialismo histórico. (...) se trata de teoría marxista, y ciertamente en sus campos específicos lo es, a pesar o incluso debido a la relativa extrañeza de algunos de sus elementos; forma parte de lo que yo al menos veo como el pensamiento central del marxismo.” (p. 15; el resaltado es mío - AM -).

A diferencia de lo ocurrido en las décadas anteriores, en los años ‘60 Williams pudo desarrollar su teoría en compañía, tanto en el plano político como en el científico. [3] El texto de la Introducción muestra aun el entusiasmo que despertaba la nueva época: 

“Hubo contacto con trabajos previos de autores que no habíamos dispuesto con anterioridad - de Lukács y de Brecht, por ejemplo. Había novedosos trabajos contemporáneos en Polonia, en Francia y en Gran Bretaña misma. Y mientras una parte de este trabajo estaba explotando un nuevo territorio, gran parte de él, simplemente por interés, estaba viendo al marxismo en sí mismo como un desarrollo histórico, con alta variabilidad e incluso con posiciones alternativas.” (p. 11-12; el resaltado es mío - AM-).

En la construcción de esta visión dinámica del marxismo confluyeron múltiples contribuciones: los trabajos de Walter Benjamin (1892-1940), Antonio Gramsci (1891-1937), la Escuela de Frankfurt, todos ellos realizados en las décadas de 1920 y 1930; las producciones de Jean-Paul Sartre (1905-1980), el último Georg Lukács (1885-1971), Louis Althusser (1918-1990) y Lucien Goldmann (1913-1970). Pero también “un elemento decisivo para un nuevo sentido de la tradición (...) las nuevas traducciones de Marx, en especial de los Grundrisse.” (p. 13).

El materialismo cultural surgió en este ambiente de intercambio y de lectura (y relectura) de viejas y nuevas investigaciones (producidas tanto en el ámbito del marxismo como en la teoría social exterior a él). Esto se plasma en Marxismo y literatura, y Williams lo expresa así:

“En la primera parte discuto y analizo cuatro conceptos básicos: cultura, lenguaje, literatura e ideología. Ninguno es un concepto exclusivo del marxismo, aunque el pensamiento marxista ha contribuido a su desarrollo a veces en forma significativa, aunque, por lo general, de modo irregular. Examino específicamente los usos marxistas de esos conceptos, pero me preocupo también por emplazarlos en desarrollos más generales. Esto proviene de la historia intelectual que he descrito, en la cual me he preocupado por visualizar las diferentes formas de pensamiento más que como una historia separada, ya sea sagrada y ajena.” (p. 14; el resaltado es mío - AM-).

El materialismo cultural representa una ampliación necesaria de los límites de la ciencia del capitalismo, ese programa de investigación inaugurado por Marx en el siglo XIX. Hoy, a 44 años de la publicación de Marxismo y literatura, podemos afirmar que esa contribución se mantuvo dentro de los límites del marxismo científico. La Nueva Izquierda, independientemente de otras valoraciones que hagamos de ella, no pudo convertirse en una fuerza subversiva para la organización capitalista de la sociedad. Pero esto es materia para otro tipo de trabajo. Por el momento nos limitaremos a comentar, en una serie de fichas, los logros y los límites de Marxismo y literatura. Desde nuestra perspectiva, el materialismo cultural representa un aporte necesaria para la construcción de la ciencia del capitalismo. 


Villa del Parque, miércoles 17 de marzo de 2021


 

NOTAS:

[1] Williams escribe: “Un modo de aclarar mi concepción de la situación desde la cual parte este libro es describir, brevemente, el desarrollo de mi propia posición en relación tanto con el marxismo como con la literatura; ambos, en la práctica tanto como en la teoría, me han preocupado la mayor parte de mi vida laboral.” (p. 9).

[2] El autor menciona a Christopher Cadwell.

[3] En lo que hace a lo político, Williams señala que desde mediados de la década de 1950 fueron emergiendo distintos grupos de lo que terminó por recibir la denominación de Nueva Izquierda. En lo que hace al campo del marxismo, señala que “encontré también, lo cual fue crucial, un pensamiento marxista diferente, y en algunas partes radicalmente diferente, de lo que yo y la mayoría de las personas en Gran Bretaña conocíamos como marxismo.” (p. 11).



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