Los atentados del 11 de
septiembre de 2001 en EE. UU desataron una oleada de histeria xenófoba contra
todo lo musulmán, la que sirvió como punta de lanza para la sanción de leyes
que recortaron las libertades individuales en los países capitalistas más
desarrollados. La USA Patriot Act, sancionada el 26 de octubre de ese año,
recortó derechos constitucionales y legalizó la vigilancia policíaca del Estado
sobre los ciudadanos. Con el pretexto de fortalecer la seguridad contra la
amenaza terrorista, fueron promovidos el secuestro, la tortura y el asesinato,
todo ello al margen de cualquier forma de proceso legal. Además, los atentados
fueron la excusa perfecta para promover las invasiones de las potencias
occidentales a Afganistán (2001) e Irak (2003). En síntesis, el fundamentalismo
islámico fue utilizado para fortalecer el control estatal sobre la vida de los
ciudadanos de los países centrales, llegando a extremos impensados en décadas
anteriores.
Los hechos acaecidos en
Francia en los últimos días (desde la masacre de la revista Charlie Hebdo en
adelante) han generado una nueva oleada de odio hacia todo lo musulmán. Como es
lógico, todavía es muy temprano para evaluar las consecuencias que tendrá sobre
las libertades de los ciudadanos de los países europeos. No obstante, es razonable
suponer que los inmigrantes y sus hijos llevarán la peor parte en un contexto
signado por la histeria y la xenofobia. Para comprender mejor las consecuencias
posibles de la masacre de Charlie Hebdo es conveniente echar una mirada sobre
los argumentos esgrimidos en 2001 para recortar y/o suprimir libertades y
derechos.
En el contexto posterior a
septiembre de 2001, la identificación entre religión musulmana y terrorismo fue
uno de los puntales ideológicos que permitieron crear un consenso popular en
torno a la sanción de leyes represivas de las libertades individuales. De
hecho, se habló hasta el cansancio de un “choque de civilizaciones”, en el que
Occidente era el abanderado de la libertad y el Islam un foco de opresión e
intolerancia. No importó que dicha imagen sirviera para llevar adelante una
escandalosa campaña de violación de las libertades individuales en los países
occidentales; la cárcel de Guantánamo, con sus cientos de presos sometidos a
torturas y al margen de todo proceso legal, sin tener el derecho siquiera a un
abogado, fue la expresión más acabada del cinismo de los gobiernos que
promovían la cruzada contra el terrorismo islámico.
La supuesta identidad entre
Islam y terrorismo se apoya en un supuesto más general, que sostiene que la
religión es el principal factor que moldea la vida de las personas. Así, en el
Occidente capitalista la religión ocupa un lugar secundario en la sociedad y
priman las leyes del mercado, las cuales incentivan el desarrollo de la
tolerancia y de la democracia política; en los países islámicos, en cambio, la
religión opera como barrera contra la libertad. Según esta concepción, el
fundamentalismo islámico y el terrorismo que le sirve de brazo armado,
constituyen el resultado necesario de una sociedad intolerante y signada por el
espíritu de cruzada contra todo lo diferente. Más claro, el Islam y sus
seguidores son terroristas aunque no realicen conductas que tengan que ver con
el terrorismo, pues el terrorismo está en la esencia de la religión musulmana.
El autor de estas líneas es
ateo; por tanto, se halla muy lejos de tener intenciones de defender a
cualquier religión. Sin embargo, corresponde decir que la imagen del Islam
presentada en el párrafo anterior tiene muy poco que ver con la realidad
histórica, por lo menos en lo que hace a los dos últimos siglos. En primer
lugar, fueron las potencias capitalistas quienes se repartieron el mundo
islámico en los siglos XIX y XX. Sin ir más lejos, Francia se anexionó Argelia
en la primera mitad del siglo XIX y sostuvo una guerra colonial para impedir la
liberación de ese país (1954-1962). Hasta donde sabemos, en el mismo período no
se produjo ninguna invasión de un país occidental por un país islámico. Si hubo
espíritu de cruzada, este fue patrimonio del Occidente capitalista. En segundo
lugar y como ya dijimos, los atentados del 11S tuvieron como consecuencia una serie
de invasiones e intervenciones varias de EE.UU y sus aliados en el mundo
islámico. Afganistán, Irak, Libia, fueron los hitos principales de dicha “cruzada”.
Mientras que la propaganda hacía del Islam una religión sanguinaria, los
ejércitos de los países invasores se dedicaban a actividades tan nobles como el
secuestro, la tortura ilimitada y el asesinato masivo.
Pero la idea misma de que
existe una excepcionalidad musulmana a partir del papel que la religión en esos
países es, siendo generosos, altamente problemática. Hoy en día, el capitalismo
es el sistema social imperante en todo el planeta. La ley del valor, una de
cuyas manifestaciones es la competencia entre capitalistas, entre países y
entre bloques regionales, opera en todo el mundo. Los países musulmanes no son
la excepción. Aún Estados teocráticos como Arabia Saudita (aliado de EE.UU.)
tienen su estructura económica organizada en torno al mercado mundial
capitalista a través de la exportación de petróleo. En el mundo islámico las
cosas se compran y venden como mercancías; no hay predominio de la economía natural
ni nada que se le parezca. La dificultad para ver esto radica en que suele
definirse al capitalismo a partir de la experiencia histórica de los países
centrales como Gran Bretaña y EE.UU, y no como un sistema mundial en el que los
países se hallan insertos de modo diferente, si bien todos ellos se encuentran
sometidos a los efectos de la ley del valor.
Si lo expuesto en el párrafo
anterior es correcto, el papel de la religión en el mundo musulmán tiene que
ser examinado a la luz de la estructura capitalista existente en esos países. No
existe una excepcionalidad musulmana en el sentido de que la religión determina
por sí sola las condiciones de vida de las personas. Por el contrario, la
religión musulmana se encuentra históricamente condicionada y sus distintas
expresiones (el Islam no es para nada un bloque monolítico como pretende la
propaganda) responden a modificaciones en dichas condiciones de vida. Sin
pretender ahondar en la cuestión, cabe indicar que el fundamentalismo islámico
es una respuesta relativamente tardía al sometimiento del mundo musulmán por
las potencias occidentales. El avance del fundamentalismo en los países
musulmanes sería impensable sin el aplastamiento sistemático de los movimientos
de izquierda, como fue el caso del comunismo en Irán luego de la Revolución
islámica. No es preciso recurrir a hipótesis conspirativas para comprender el
crecimiento del fundamentalismo. En los muchos países islámicos, la clase
dominante se apropia los beneficios de la renta petrolera, mientras que los
trabajadores permanecen en la miseria. En estas condiciones de extrema
desigualdad, la dominación se sostiene recurriendo a la represión y a la
supresión de libertades y derechos para la mayoría de la población. El fundamentalismo
surge como una respuesta a esta situación, achacando los problemas a un
incumplimiento de las leyes islámicas. Por tanto, el fundamentalismo tiene
mucho más que ver con el impacto del capitalismo en las sociedades musulmanas
que con la especificidad de la religión musulmana.
Guste o no, el mundo actual
es capitalista. El terrorismo islámico tiene que ser explicado, por tanto, a
partir de los efectos del capitalismo sobre el mundo islámico y no, como
pretenden los voceros del capital, como
una expresión de la supuesta excepcionalidad musulmana.
A fin de cuentas, es el
capitalismo el que llevó a cabo una “cruzada” que le permitió dominar el
planeta e instauran la plena vigencia de la “religión” del dinero y la búsqueda
de ganancias.
Villa Jardín, martes
13 de enero de 2015
2 comentarios:
Muy interesante, en estos tiempos de obscuridad provocada por las transnacionales de los medios de comunicación del capitalismo mundial, sobre su "verdad única y omnipotente". Decir algo sobre el islam, lo musulmán, y los árabes, tiene la estigma de "terrorismo" o "terroristas", según estos medios. Lo peligroso resulta que al utilizar la categoría de "terrorismo" se tenga que hacerlo también en contra de los pueblos y naciones que luchan por su liberación, en contra de los pobres que luchan por mejores condiciones de vida, por los trabajadores que luchan por sus objetivos estratégicos, etc. Soy mas partidario de hablar de "grupos armados" o de "individuos armados", "sujetos armados", incluso de "fundamentalistas armados", etc. menos de terroristas, porque esta se la utiliza para todo y en contra de todo por los epígonos del capital.
Muchas gracias por el comentario, Constantino. Totalmente de acuerdo respecto a los usos del término "terrorismo". Saludos,
Publicar un comentario