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sábado, 17 de enero de 2015

EL PAPA FRANCISCO Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Con motivo de la entronización del cardenal argentino Jorge Bergoglio como Papa Francisco I en 2013, escribí un artículo sobre el marketing papal. Allí sostenía, palabras más palabras menos, que el nuevo Papa tenía como objetivo primordial lavar la cara de la Iglesia Católica, sometida a una sangría constante de fieles y a un consiguiente debilitamiento de su influencia política. Esa lavada de cara consistiría, básicamente, en una serie de medidas efectistas e inofensivas. En otras palabras, Bergoglio asumió como propia la máxima “cambiar algo para que nada cambie”.

Ahora, con motivo de la masacre de Charlie Hebdo, Bergoglio opinó lo siguiente:

"-Santo Padre, ayer a la mañana durante la misa habló de la libertad religiosa como de un derecho humano fundamental. Pero en el respeto de las diversas religiones, ¿hasta qué punto puede ir la libertad de expresión, que también es un derecho humano fundamental?
-Gracias por esta pregunta que es muy inteligente, es buena. Creo que los dos son derechos humanos fundamentales, tanto la libertad religiosa, como la libertad de expresión. Pero... ¿Usted es francés? Vayamos a París, hablemos claro. No se pude esconder la verdad: cada uno tiene el derecho de practicar su propia religión sin ofender, libremente. Y así hacemos y queremos hacer todos. Segundo, no se puede ofender, o hacer la guerra, matar en nombre de la propia religión, es decir, en nombre de Dios. A nosotros lo que pasa ahora, nos asombra. Pero pensemos en nuestra historia: ¿cuántas guerras de religión tuvimos? Piense en la Noche de San Bartolomé. ¿Cómo se entiende esto? También nosotros fuimos pecadores en esto, pero no se puede matar en nombre de Dios, es una aberración. Matar en nombre de Dios es una aberración. Esto es lo principal de la libertad de religión: se debe hacer con libertad, sin ofender, pero sin imponer y sin matar.
La libertad de expresión: cada uno no sólo tiene la libertad, sino que tiene el derecho y la obligación de decir lo que piensa para ayudar al bien común. Si un diputado o un senador no dice lo que piensa que es el verdadero camino, no colabora al bien común. Y no sólo estos, sino tantos otros. Tenemos la obligación de decir abiertamente, tener esta libertad, pero sin ofender. Porque, es verdad que no se puede reaccionar violentamente. Pero si el doctor Gasbarri, gran amigo, dice una mala palabra en contra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo. ¡Es normal! No se pude provocar, no se puede insultar la fe de los demás. No se le puede tomar el pelo a la fe. No se puede.
Benedicto XVI en un discurso, no me acuerdo cuál, había hablado de esta mentalidad post positivista, de la metafísica post positivista, que llevaba a creer que las religiones o las expresiones religiosas son una suerte de subculturas, que son toleradas, pero que son poca cosa, no son parte de la cultura ilustrada. Y esta es un herencia de la Ilustración, eh. Hay mucha gente que habla mal de otras religiones o de las religiones, les toma el pelo, digamos que juguetea con las religiones de los otros. Y estos provocan y puede pasar lo que le podría pasar al doctor Gasbarri si dice algo en contra de mi mamá, ¿no? Es decir, ¡hay un límite! Cada religión tiene dignidad, cualquier religión que respeta la vida, la persona humana. Y yo no puedo tomarle el pelo. Y esto es un límite. Tomé este ejemplo de límite, para decir que en esto de la libertad de expresión hay límites, como el de mi mamá. No sé si logré responder la pregunta.” (La Nación, 15/01/2015).
Charlie Hebdo obligó a Bergoglio a fijar su posición sobre la libertad de expresión…y es el pobre doctor Gasbarri quién recibe los puñetazos del papa boxeador…

Vamos al grano. El marketing papal se nutrió de gestos que no molestaban a nadie, que no afectaban el poder de nadie, y que servían para vender la imagen de un papa “tolerante” y preocupado por los problemas de la “gente”. Sin embargo, en sus casi dos años de pontificado, Bergoglio no modificó ninguna de las líneas políticas fundamentales de la Iglesia (por ejemplo, la cuestión del aborto, la de los homosexuales, etc., etc.). Mucho gesto para la tribuna, ningún tiro al arco.

Pero con Charlie Hebdo es distinto. Aquí no hay espacio para el gesto vacío. Había que definirse. Es claro que esto puso incómodo a Bergoglio. Y, como suele ocurrir, la incomodidad parió un engendro. Mejor dicho, de un modo torcido (taimado podríamos decir), Bergoglio terminó sacando el inquisidor que todo prelado lleva dentro.

En el principio, fue la condena de la masacre. Bergoglio procedió haciendo lo políticamente correcto, siguió el discurso que le dictaba el marketing. Pero el espíritu de Dios se revolvía en su alma y pugnaba por salir. Y salió nomás, durante el viaje apostólico a Sri Lanka, con toda la duplicidad propia de un Papa de la Santa Madre Iglesia. Veamos la cuestión yendo de lo particular a lo general.

Bergoglio sostiene que la libertad religiosa tiene un límite: no se puede matar en nombre de Dios. OK. Pero acto seguido afirma que las ofensas a la libertad religiosa pueden ser castigadas con un puñetazo (¡Qué lo diga si no el doctor Gasbarri!). O sea, la tolerancia del religioso hacia quienes se burlan de su religión tiene como límite la muerte del burlador. Bergoglio (los lectores no argentinos de este artículo deben saber que la Iglesia argentina, de la que formaba parte Bergoglio, apoyó activamente a la dictadura militar de 1976-1983, que se especializó en el secuestro, tortura y asesinato de miles de personas) pide al religioso que actúe como el médico que asistía a una sesión de tortura, es decir, observando la aplicación de los golpes, la picana eléctrica, el submarino y otros nobles recursos, pero deteniendo la sesión en cuanto corría riesgo la vida del torturado. Claro que en el ejemplo de Bergoglio, el religioso es también el torturador. Con este ejemplo extremo (en la entrevista es el mismo Papa quien aplica un ejemplo “extremo”) no pretendo hacer otra cosa que mostrar las inconsistencias de la lógica empleada por Bergoglio.

Pongamos las cosas en contexto para comprender en toda su dimensión la barbaridad dicha por el Papa. Charlie Hebdo no es un caso hipotético, es una masacre en la que doce personas fueron asesinadas porque unos fundamentalistas se sintieron ofendidos por las caricaturas publicadas en la revista (por lo menos, esta es la versión oficial de los hechos, que no será discutida aquí). Frente a esta enormidad, Bergoglio no tiene mejor idea que salir con el puñetazo al doctor Gasbarri. Por eso la frase “matar en nombre de Dios es una aberración” suena a relativismo en boca del Papa, ese relativismo que la Iglesia combate como sinónimo de ateísmo.

El Papa ubica a la “libertad religiosa” como uno de los “derechos humanos fundamentales”, al lado de la “libertad de expresión”. Sin embargo, en su argumentación queda claro que la “libertad de expresión” tiene un límite, que es el de no ofender al religioso. En este sentido, la “libertad religiosa” es más derecho, si cabe la expresión, que la “libertad de expresión”. Desde su punto de vista, el humor no puede aplicarse a la religión, la sátira no es lícita, pues siempre habrá un creyente que se sienta ofendido en su fe. Si esto es así, ¿qué queda de la libertad de expresión? Nada más que palabrería vacío, ése que tanto gusta a los prelados.

Para concluir. En sus declaraciones, Bergoglio repite una vez más un viejo tema de la Iglesia: la Fe se encuentra ubicada por encima de la Razón. Esta preeminencia es, a nuestro entender, la base más general de la intolerancia de la Iglesia hacia todos los que piensan diferente. Pues, ¿qué significa la Fe? La soberanía de la creencia más allá de toda prueba racional. Así, un religioso puede creer que Dios creó al mundo en 6 días, y que al séptimo descansó en virtud de algún convenio laboral celestial. Si alguien pretende discutir racionalmente esta fábula, aportando pruebas de la paleontología, la geología, etc., el creyente simplemente responderá: es mi Fe y nada puede convencerme de lo contrario. Esta actitud no es otra cosa que la negación de todo diálogo, equivale a establecer desde el vamos una asimetría fundamental entre las partes, en la que la supremacía está del lado del creyente.

Lejos de ser una boutade, un error de comunicación, las declaraciones de Bergoglio expresan el sentir profundo de los dignatarios de la Iglesia Católica sobre la masacre de Charlie Hebdo. Como siempre, ellos están listos para emprender una cruzada contra quienes pensamos diferente. Por eso hay que estar siempre en guardia y combatir sus argumentos de manera implacable. Aunque una y otra vez haya que decir las mismas cosas.



Villa del Parque, sábado 17 de enero de 2015

3 comentarios:

negracha dijo...
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negracha dijo...

Por fin alguien que no se guarda las palabras ni utiliza metaforas para considerar la actitud de Bergoglio. La repudié en las redes, por arengarse la opinión de todos, cuando debería dirigirse sólo a sus "fieles". Que también deberían, como el papa, sus dichos y acciones (en especial durante la dictadura). Gracias. Lo comparto.

Ariel Mayo (1970) dijo...

Muchas gracias, Negracha. Todavía aguardamos un mea culpa de la actuación de la Iglesia durante la dictadura. Podemos esperar sentados. Saludos,