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miércoles, 22 de junio de 2011

NORBERTO GALASSO Y EL "SOCIALISMO NACIONAL" (I)

La serie completa incluye cinco notas.





Norberto Galasso (n. 1936) se ha convertido por esos azares del destino en uno de los intelectual principales del campo "nacional y popular” en estos tiempos del kirchnerismo. Historiador flojo, centrado en lo anecdótico y proclive a presentar esquemas como si fueran la realidad misma, ha hecho de la dicotomía entre “lo nacional” y “lo antinacional” un verdadero medio de vida. Cada época se provee los intelectuales que necesita, y ésta no ha sido la excepción. Sin embargo, no es nuestra cuestión realizar una crítica exhaustiva de su obra historiográfica. Esto será tarea de los historiadores competentes que quieran afrontar esta ingrata labor. Nuestro propósito, en cambio, es mucho más modesto. Se trata de someter a discusión las concepciones desarrolladas por Galasso en su obra teórica más relevante, ¿Qué es el socialismo nacional? (1973). (1)

La elección no es casual. La obra mencionada representa, desde el punto de vista de Galasso, la formulación más coherente de las tesis del autor acerca de la centralidad de la cuestión nacional para el socialismo. A lo largo del texto, que tiene el formato de un ensayo, arremete contra las variantes de lo que denomina socialismo “antinacional”, esto es, contra todos los representantes de la izquierda en Argentina, desde el viejo socialismo hasta el PRT-ERP. Es por tanto, un trabajo que presenta un doble interés. Por un lado, porque Galasso se ve obligado a revisar en clave “nacional” la historia de la izquierda en Argentina; esta revisión lo lleva, por ende, a formular sus posiciones sobre las estrategias y las tácticas de la izquierda a lo largo de todo el período considerado. Por otro lado, Galasso se ve compelido a exponer de manera positiva las tesis fundamentales del llamado socialismo “nacional", permitiendo de ese modo una crítica más sistemática de dichas tesis.

La obra fue escrita y publicada en 1973. Galasso se propone establecer los lineamientos principales del llamado socialismo nacional, marcando las diferencias "con aquellas corrientes 'socialistas' que desconocen la cuestión nacional existente en la Argentina y que pretenden importar mecánicamente experiencias revolucionarias lejanas, sin reparar en las condiciones específicas de la Argentina y de América Latina." (p. 7).

Galasso carga en sus hombros una mochila muy pesada, pues se postula implícitamente al cargo de teórico oficial del "socialismo nacional". No es exagerado adjudicarle esta intención, pues con un ensayo pretende despachar toda la historia de la izquierda en Argentina y, a la vez, plantear una interpretación del marxismo que tiene mucho de divagación y poco de marxismo. Pero vayamos despacio.

El libro puede dividirse en tres partes. En la primera hace una rápida excursión por los clásicos del marxismo, planteando la importancia que tiene la cuestión nacional para Marx, Lenin y cia. En la segunda, efectúa un balance de la actuación de la izquierda en Argentina, que concluye poniendo el sello de "antinacional" a cada una de las corrientes de ésta. En la tercera, se dedica a demostrar que el movimiento peronista es la fuerza que encarna los ideales de liberación nacional y social en Argentina.

En pocas palabras, toda la argumentación de la obra se resume en afirmar que el peronismo es la encarnación del socialismo nacional: "Desplegando sus banderas revolucionarias los descendientes de los Montoneros irrumpen de nuevo en la escena: por la revolución nacional para liberar el país del imperialismo opresor, por la revolución socialista para liberar a la clase obrera del yugo capitalista, por una América Latina liberada, unida y socialista." (p. 135).

Nuestro teórico del "socialismo nacional" muestra con rapidez la hilacha, sobre todo si se tiene en cuenta las elevadas tareas para las que se ha postulado. Así, el hombre que se ha propuesto demostrar el carácter "antinacional" y "abstracto" de las vertientes de la izquierda argentina, abre su ensayo utilizando los mismos métodos polémicos de muchos de los izquierdistas a los que condena. Galasso considera que desarrollar el marxismo consiste en exponer un resumen de algún texto canónico, y chau pinela. Nada muy diferente a los manuales del viejo PC soviético, con el agravante de que Galasso la juega de heterodoxo.


El capítulo 1 del libro es, en su mayor parte, un resumen de escolar basado sobre todo en el Manifiesto Comunista (1848) de Marx y Engels, en el que pretende presentar los lineamientos fundamentales de la teoría marxista. Más allá de los pequeños y grandes errores que se encuentran en el texto (2), todo el capítulo rezuma una actitud sobradora y jactanciosa, poco apta para persuadir sobre bondades del marxismo (o de cualquier otra teoría social). Las referencias históricas concretas son tan escasas como abundantes las exégesis y los comentarios de los textos canónicos de los santos padres del marxismo, con el inconveniente adicional de que, por tratarse de un ensayo, no se realizan citas de los textos originales. Como ya se indicó más arriba, esta forma de exponer un argumento es propia de la ortodoxia estalinista, justamente aquella que Galasso dice combatir.


A modo de muestra, transcribo un pasaje característico: "La dialéctica intrínseca del desarrollo histórico armaba a la propia burguesía, para poder vivir, con un enorme cuchillo que era inmanejable y que si bien ahora le permitía alimentarse golosamente, tarde o temprano se volvería contra ella y la ultimaría sin remedio." (p. 18-19). O este otro: "Los ideólogos de la burguesía reflejaron desde entonces en sus diversos sistemas irracionalistas, la decadencia de la burguesía convertida ya en una clase reaccionaria. Su ciclo había concluido y ya no haría más que sobrevivirse agonizando." (p. 28). Este último pasaje hacer referencia al período posterior a la publicación del Libro Primero de El capital (1867). Como puede observarse, en la prosa de Galasso la frase reemplaza al análisis, el deseo a la consideración responsable de los hechos.


El capítulo 2 (p. 29-48) es particularmente importante en la estructura general del libro, pues Galasso comienza a formular allí la tesis de que en el pasaje de la etapa del "capitalismo competitivo" (p. 29) a la "etapa imperialista" del capitalismo (p. 35), la "cuestión nacional" pasa a ser el problema fundamental del movimiento socialista. Hay que aclarar que la forma en que Galasso plantea dicho pasaje es todavía vergonzante, y sólo alcanza su pleno desarrollo en los capítulos siguientes.


La mayor dificultad de Galasso en su tarea de elevar la "cuestión nacional" al rol de tema principal del marxismo consiste en que ello significa obviar la centralidad del proceso de trabajo y de las relaciones de producción en la teoría de Marx. El asunto no es fácil. ¿Cómo lo resuelve Galasso? Esto es lo que intentaremos mostrar a continuación.


En primer lugar, recurre a una periodización del capitalismo marcada por el desplazamiento progresivo desde la esfera de la producción a la esfera de la circulación. Galasso reconoce dos etapas en la historia del capitalismo: a) una fase competitiva, que se prolonga hasta bien avanzada la segunda mitad del siglo XIX; b) una fase imperialista que comienza hacia 1880 y se extiende hasta la actualidad.

Galasso no hace casi referencias concretas a la etapa competitiva (3). Esto le permite eludir desde el principio el trabajo de tener que examinar detenidamente las transformaciones en el proceso de producción capitalista. Como tantas otras veces, nuestro autor se dedica a las frases: "Ya avanzada la segunda mitad del siglo pasado [el XIX] el viento de la historia parecía soplar para el socialismo. Marx y Engels creían ya que se encontraban en las vísperas de la revolución social. En las barricadas del 48 y del 70, el proletariado ponía al borde del colapso a la sociedad burguesa." (p. 35). Está claro, por lo menos para los historiadores, que en 1848 y en 1871 [la Comuna de París] la sociedad burguesa no estaba en peligro, y que su capacidad para expandir las fuerzas productivas estaba en pañales. El entusiasmo revolucionario puede generar (y ha generado) errores en la apreciación de la coyuntura política, y esto es disculpable; pero, en el caso de Galasso, se verifica un extraño fenómeno de entusiasmo retrospectivo, cosa que no merece por cierto ninguna disculpa. Avancemos.

¿Cuál era la causa de la inestabilidad de la sociedad burguesa, esa sociedad que según Galasso se hallaba al borde del colapso? Nuestro autor, adoptando un aire bíblico, sostiene que en el principio estaba la escasa capacidad de consumo de los trabajadores y de los demás sectores populares. Así, en la sociedad capitalista "el valor que se produce y envía al mercado, excede el poder de compra generado, conduciendo periódicamente a crisis económicas de gran magnitud." (p. 23). De este modo, Galasso considera que la causa principal de las crisis en el capitalismo es el subconsumo de las masas; en otras palabras, la contradicción principal del capitalismo está situada en el plano de la distribución, y no en el de la producción (4).

Ahora bien, la expansión colonial del capitalismo fue el factor que permitió evitar el colapso del sistema en las metrópolis: "Ese capitalismo en fabulosa expansión, ahogado por la falta de nuevas oportunidades de inversión, saturadas sus posibilidades por la reducida demanda efectiva consecuencia de su explotación desvergonzada, saltó entonces las fronteras buscando nuevos aires en el mundo colonial. La exportación de capital se puso a la orden del día. El capitalismo, eliminada la libre competencia y convertido al monopolio, entró entonces en su fase superior: el imperialismo." (p. 36-37). Nótese, como otra vez, Galasso ubica en la insuficiencia de la demanda el problema central del capitalismo, camino que lo conduce a desplazar del centro del escenario a la cuestión del proceso de trabajo.

El imperialismo soluciona el problema central del capitalismo al resolver transitoriamente la insuficiencia de la demanda efectiva, que se ve incrementada por la incorporación de los mercados de las colonias y por el aumento del nivel de vida de los trabajadores en las metrópolis. Al hacer esto último, el imperialismo consolida la dominación capitalista, pues mella la voluntad revolucionaria de la clase obrera: "Amplias capas pequeño burguesas y la capa superior de la clase obrera comienzan entonces a coparticipar en la explotación colonial. La burguesía, convertida en imperialista, cola tras de sí, entonces, a sus antiguos enemigos y les arroja las migajas del festín. De este modo, la opresión imperialista le permite a la burguesía alejar el peligro de la revolución social transformando a sus hasta ahora irreductibles antagonistas en complacientes y precedentes interlocutores." (p. 37-38). Dado que, como hemos visto, Galasso sostiene que el problema central del capitalismo es la insuficiente demanda efectiva de las masas, es lógico avanzar en esa línea y postular que la clase obrera de los países centrales perdió todo carácter revolucionario a partir del ascenso del imperialismo. En verdad, la expansión del imperialismo desplaza la contradicción principal del imperialismo desde el ámbito de la producción hacia el de la distribución y el de la circulación.

Galasso afirma que la trayectoria de la socialdemocracia europea en el período del imperialismo expresa con claridad el contenido del desplazamiento mencionado en el punto anterior. "Así, el gran ideal socialista se reduce a la obtención de mejoras económicas y sociales inmediatas, dentro del capitalismo, circunstancia que sólo será posible merced al carácter imperialista que ha tomado ese capitalismo. (...) La huelga revolucionaria y la insurrección popular son reemplazadas por la sesuda polémica parlamentaria." (p. 39). El imperialismo vuelve, pues, reformistas a los trabajadores, y nacionalistas a los socialistas en los países centrales.

Si se acepta el esquema expuesto en los párrafos anteriores, se está en condiciones de efectuar una transformación "radical" en el socialismo. Como era de esperarse, Galasso pone manos a la obra. En la nota siguiente seguiremos a nuestro autor en esta ardua tarea.

Buenos Aires, miércoles 22 de junio de 2011

NOTAS:

(1) Hemos empleado la siguiente edición de la obra: Galasso, Norberto. (2010).
¿Qué es el socialismo nacional? Rosario: Germinal Ediciones. La 1° edición de la obra es de 1973. El texto fue redactado entre marzo y octubre de 1973.

(2) Por ejemplo, su descripción de la dialéctica hegeliana como tesis, antítesis y síntesis (p. 21), o la frase final del capítulo, en la que se proclama la situación agónica de la burguesía (p. 28).

(3) Salvo un pasaje en la p. 36, donde menciona "la pequeña empresa capitalista y del empresario individual, ascético e individualista."

(4) En rigor, Galasso también hace referencia a la producción de plusvalía (p. 23), pero se trata de una mención secundaria, tal como demostraremos en las páginas siguientes.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Si se me permite el atrevimiento, quisiera comentar. Así como hay varias corrientes histpriográficas, y no se ponen de acuerdo los estudiosos de historia en qué es lo que pasó, tampoco la gente que vivió una época, estuvo de acuerdo en lo que creía que estaba sucediendo. Así como no es lo mismo la opinión de un lector de La Nación, o de TN, que la del que se informa con Página 12, Perfil o Miradas al Sur, tampoco lo será la de un historiador que consulte esas y otras fuentes dentro de muchos años, y que basará su opinión en las noticias y comentarios que encuentre en esos medios, como en otros. La verdad es lo que la gente cree, y es cambiante, como la incorporación de informaciones, los pareceres, los paradigmas. Por eso cuendo se habla en una nota esmerada de LA GENTE OPINA, se está cometiendo un error, porque seguro entre esa gente había diversas opiniones. Entonces la clase media, la clase dominante, los burgueses, los ciudadanos, los habitantes, jamás pueden meterse en una misma bolsa en cuanto a las opiniones, ni tampoco en cuanto a sus reacciones. En muchos casos a sus no reacciones, porque pueden también ser compulsivas. Creo que este es el esbozo del concepto que les quería transmitir. Gracias por la atención y posibilidad de expresarme. Cordialmente, Pablo Luis Caballero. www.filatina.wordpress.com

Anónimo dijo...

quería disentir con lo que se dice de Norberto galasso por muchos motivos.
Me parece que no corresponde lo de "historiador flojo". No estoy hablando del contenido ni del libro de Galasso (de 1973) ni de los comentarios hechos sobre éste. Me refiero a que, más allá de las obvias divergencias en las concepciones políticas e ideológicas, hay un planteo tan interesante en galasso como en su crítica. Me quedo con las dos lecturas y me apropio de lo que yo pueda reflexionar, pero de ninguna manera sobre la base de la descalificación del trabajo. Esto vale para este caso puntual.

Ariel Mayo (1970) dijo...

Pablo, muchas gracias por la gentileza de comentar esta nota. Coincido en que no pueden meterse todas las opiniones en la misma bolsa, y en que las clases sociales tienen diferentes opiniones y concepciones sobre los mismos temas. En este sentido, puede decirse que no existe una única ideología en la sociedad, y esto tiene lógica si se piensa que la ideología surge de las peculiares condiciones de vida de cada grupo social (y en la sociedad capitalista las condiciones de vida no son las mismas para todos los grupos sociales).
Dicho esto, me permito disentir con usted en un punto que considero importante. No estoy de acuerdo con la afirmación de que "la verdad es lo que la gente cree". ¿Qué quiero decir con esto? Por supuesto, todos tenemos una opinión más o menos definida sobre lo que es verdadero en cada caso particular. Pero, esto no equivale a decir que todas las opiniones están igualmente fundamentadas o que todas tienen que ser consideradas igualmente valiosas. Por ejemplo, alguien puede opinar que los desaparecidos durante la dictadura militar de 1976-1983 no fueron secuestrados, torturados y asesinados, sino que todo se trató de un engaño promovido por los grupos guerrilleros. Si esto fuera aceptado y creido por una parte importante de la población (y de hecho sucedió así durante la dictadura), no sería, sin embargo, verdadero. Entonces, más allá de los reparos que podamos poner a las concepciones positivistas de la verdad (existe la VERDAD, así, con mayúsculas), tenemos que partir del supuesto de que podemos llegar a una verdad provisional, y que esta verdad puede ser un criterio para evaluar las opiniones emitidas por las personas sobre determinado tema.
Esto significa partir del viejo supuesto cartesiano que dice que hay que dudar de todo, y luego buscar procedimientos para establecer qué es verdadero y qué es falso.
Saludos,

Ariel Mayo (1970) dijo...

Al lector anónimo que comentó esta nota le agradezco la gentileza de comentar y, a la vez, le doy gracias por la oportunidad que me da para aclarar una cuestión que considero relevante. Debo confesar que, hace muchos años, leí con placer algunos textos históricos de Galasso (recuerdo, por ejemplo, el volumen 1 de su biografía de Jauretche). Es por ello que me costó bastante poner el calificativo de "flojo" a su tarea como historiador. Pero no se trata de una descalificación ni de un desprecio hacia su trabajo, sino de una consideración que surge de la manera en que Galasso concibe la forma de hacer historia. La cuestión no reside en las diferencias ideológicas sobre el socialismo o el peronismo. Me explico. Para Galasso, la historia argentina es un conflicto entre dos esencias: la nacional, encarnada por los habitantes del interior profundo, integrantes de las Montoneras en el siglo XIX y que en la década de 1930 migraron a Buenos Aires y constituyeron la base de la clase obrera argentina, y lo antinacional, representado por la oligarquía terrateniente, la banca internacional y los inmigrantes que trajeron ideas foráneas (preste atención a las citas del texto, en las que Galasso se muestra como un nacionalista con todas las letras al calificar a los socialistas de principios del siglo XX). Entre esas ideas foráneas está el socialismo. Esta forma esencialista de pensar la historia se vuelve un obstáculo epistemológico, pues aplana toda la riqueza de los procesos y los convierte en una caricatura en la que participan buenos y malos. Sobre esta base teórica general, Galasso edifica un edificio en el que los datos son acomodados a esta construcción arbitraria. Es por esto que lo considero un mal historiador. Esta forma de pensar la historia está plasmada por nuestro autor en trabajos como "La larga lucha de los argentinos" (no tengo aquí el texto, pero fue publicado a mediados de los '90) y "De Perón a Kirchner: Apuntes sobre la historia del peronismo" (Buenos Aires: Punto de Encuentro, 2011). No voy a negar, sin embargo, los méritos de Galasso en la difusión del pensamiento de FORJA.
Saludos,

Anónimo dijo...

Por lo visto hablás de Galasso sólo conociendo una parte de su obra. Y con ese escaso bagaje lo descalificás soberanamente. Es más, hacés la crítica supuestamente científica y académica de un libro de 1973 sin haber leído el original sino una reedición muy posterior que no sabés si está corregida o no. Me parece, de entrada, muy poco serio para un profesor de tus quilates.
Raúl Lasa

Ariel Mayo (1970) dijo...

Raúl, muchas gracias por el comentario. La multitud de asuntos que debo atender me impidieron responder con mayor prontitud. Dos aclaraciones, con el objetivo de encarrilar un posible debate: 1) la edición que utilicé para redactar esta nota no fue desautorizada por Galasso. Como el autor sigue vivo, es perfectamente honesto suponer que no tiene reparos con dicha edición. Todos los autores suelen ser muy celosos de las reediciones de sus trabajos. 2) La elección de la obra no es casual. En ella Galasso expone con suma claridad sus puntos de vista sobre la izquierda en Argentina. Saludos,