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viernes, 24 de junio de 2011

FETICHISMO DE LA MERCANCÍA Y TEORÍA DE LA IDEOLOGÍA (II)

Tal como indicamos en la nota anterior, la teoría del fetichismo de la mercancía permite desarrollar la distinción entre ideología y ciencia. Marx parte de la pregunta de por qué la economía política clásica nunca llegó a plantear el problema de los motivos que le impidieron formular la cuestión de las razones por las que el valor y la magnitud del valor adoptaron esas formas: "es indudable que la economía política ha analizado, aunque de manera incompleta, el valor y la magnitud de valor y descubierto el contenido oculto en esas formas. Sólo que nunca llegó siquiera a plantear la pregunta de por qué ese contenido adopta dicha forma; de por qué, pues, el trabajo se representa en el valor, de a qué se debe que la medida del trabajo conforme a su duración se represente en la magnitud del valor alcanzada por el producto del trabajo." (Marx, 1996: 97-98). En definitiva, y este es el fondo de la crítica de Marx, la economía clásica no llegó a desentrañar la forma valor.

De la lectura de la respuesta formulada por Marx se desprende que no se trata de una cuestión de "falsa conciencia", en el sentido de que los economistas elaboraron una mentira adrede para legitimar las relaciones sociales capitalistas. Por el contrario, los economistas tropiezan con una realidad que opera ella misma como obstáculo epistemológico, es decir, que la misma naturaleza de las relaciones sociales en el capitalismo dificulta su conocimiento más allá de las apariencias.

Las categorías (es decir, los conceptos) de la economía burguesa son "formas del pensar socialmente válidas, y por tanto objetivas, para las relaciones de producción que caracterizan ese modo de producción social históricamente determinado: la producción de mercancías." (Marx, 1996: 93). Ahora bien, si las categorías de la economía clásica son "objetivas", esto quiere decir que no pueden explicarse mediante la figura de la "falsa conciencia". Dichas categorías reflejan, expresan, aquello que es visible en el modo de producción capitalista: la omnipotencia de las cosas, la naturalización de la cosificación. La cuestión va más allá de la intención de los economistas.

La razón más profunda de este "fallo" de la economía clásica radica en que "la forma de valor asumida por el producto del trabajo es la forma más abstracta, pero, también la más general, del modo de producción burgués, que de tal manera queda caracterizado como tipo particular de producción social y con esto, a la vez, como algo histórico. Si nos confundimos y la tomamos por la forma natural eterna de la producción social [a lo que nos conduce directamente el fetichismo de la mercancía], pasaremos también por alto, necesariamente, lo que hay de específico en la forma de valor, y por tanto en la forma de la mercancía, desarrollada luego en la forma de dinero, la de capital, etc." (Marx, 1996: 98-99). "A formas que llevan escrita en la frente su pertenencia a una formación social donde el proceso de producción domina al hombre, en vez de dominar el hombre ese proceso, la conciencia burguesa las tiene por una necesidad natural tan manifiestamente evidente como el trabajo productivo mismo." (Marx, 1996: 99). En el capitalismo, el imperio del valor de cambio, expresado a través del dominio del "mercado", es la forma más característica de esta dominación del proceso de producción sobre los seres humanos. En este sentido, el capitalismo se presenta a sí mismo frente a las otras formas de producción (la economía natural, el feudalismo, etc.) como la expresión de la racionalidad frente a la "irracionalidad", frente a "lo artificial", frente a "lo antinatural". (1).

Marx califica de "fetichista" a la actitud adoptada por los economistas burgueses ante los fenómenos de la economía capitalista. Así, puede afirmar: "Hasta qué punto una parte de los economistas se deja encandilar por el fetichismo adherido al mundo de las mercancías, o por la apariencia objetiva de las determinaciones sociales del trabajo..." (Marx, 1996: 100). De este modo, la economía política puede ser considerada como la forma más refinada de la ideología propia del modo de producción capitalista, pero no es ciencia, en el sentido de que no penetra la cosificación para analizar el carácter histórico del capitalismo. Sin embargo, tampoco puede ser concebida como ideología, en el sentido de mistificación consciente de las condiciones sociales existentes en la sociedad capitalista. La economía aparenta una esencia de cientificidad, porque expresa objetivamente las relaciones de producción capitalista, pero despojadas de su carácter histórico.

La percepción cosificada de las relaciones sociales en el capitalismo no puede ser calificada, por tanto, de "falsa conciencia" (entendiendo por este concepto el uso que Marx y Engels le dan en la Ideología alemana). El pasaje a una percepción correcta del carácter de dichas relaciones exige, necesariamente, la transformación revolucionaria del proceso de producción capitalista, pues esta es la fuente última de la cosificación y de la naturalización: "La figura del proceso social de vida, esto es, del proceso natural de producción, sólo perderá su místico velo neblinoso cuando, como producto de hombres libremente asociados, éstos la hayan sometido a su control planificado y consciente. Para ello, sin embargo, se requiere una base material de la sociedad o una serie de condiciones materiales de existencia, que son a su vez, ellas mismas, el producto natural y de una prolongada y penosa historia evolutiva." (Marx, 1996: 97).

Marx sostiene que la ideología, entendida aquí como naturalización de las relaciones sociales (el fetichismo), desaparecerá cuando desaparezcan las bases sociales que la engendran, esto es, la producción mercantil. Esto presenta varios puntos de interés: a) el socialismo, concebido como asociación de productores libres, como forma de producción comunitaria (2), suprimirá el fenómeno de la cosificación, pero no todas las formas de ideología (esto es, las manifestaciones ideológicas que no son propias de la producción mercantil); b) el mero conocimiento no basta para eliminar la forma naturalizada de las relaciones sociales, para ellos es preciso transformar las relaciones de producción que la hacen posible.

Buenos Aires, viernes 24 de junio de 2011

NOTAS:

(1) El gran sociólogo alemán Max Weber (1864-1920) caracterizó el contenido general de este proceso aludiendo al "desencantamiento del mundo".

(2) En el capítulo 1 del Libro Primero de El capital Marx formula la siguiente definición del socialismo: "Imaginémonos, finalmente, para variar, una asociación de hombres libres que trabajen con medios de producción colectivos y empleen, conscientemente, sus muchas fuerzas de trabajo individuales como una fuerza de trabajo social. Todas las determinaciones del trabajo de Robinsón [el personaje favorito de los esquemas de la economía política] se reiteran aquí, sólo que de manera social, en vez de individual. Todos los productos de Robinsón constituían su producto exclusivamente personal y, por tanto, directamente objetos de uso para si mismo. El producto todo de la asociación es un producto social. Una parte de éste presta servicios de nuevo como medios de producción. No deja de ser social. Pero los miembros de la asociación consumen otra parte en calidad de medios de subsistencia. Es necesario, pues, distribuirla entre los mismos. El tipo de esa distribución variará con el tipo particular del propio organismo social de producción y según el correspondiente nivel histórico de desarrollo de los productores. A los meros efectos de mantener el paralelo con la producción de mercancías, supongamos que la participación de cada productor en los medios de subsistencia esté determinada por su tiempo de trabajo. Por consiguiente, el tiempo de trabajo desempeña un papel doble. Su distribución, socialmente planificada, regulará la proporción adecuada entre las varias funciones laborales y las diversas necesidades. Por otra parte, el tiempo de trabajo servirá a la vez como medida de la participación individual del productor en el trabajo común, y también por ende, de la parte individualmente consumible del producto común. Las relaciones sociales de los hombres con sus trabajos y con los productos éstos, siguen siendo aquí diáfamente sencillas, tanto en lo que respecta a la producción como en lo que atañe a la distribución." (Marx, 1996: 96).

BIBLIOGRAFÍA:

Marx, Karl. [1867]. (1996).
El capital: Crítica de la economía política. Libro primero: El proceso de producción de capital. México D. F.: Siglo XXI.

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