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sábado, 11 de abril de 2020

METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN – CURSO 2020 – CLASE N° 2






"Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer."
Jorge Luis Borges (1899-1986)


Bienvenidas y bienvenidos a la segunda clase del curso. 

En el encuentro de hoy vamos a retomar la noción de obstáculo epistemológico, con el objetivo de revisar algunas dificultades habituales al momento de iniciar la investigación científica. A continuación examinaremos algunas de las características del conocimiento científico, haciendo hincapié en dos cuestiones: la verificación empírica y el lenguaje técnico. Por último, diremos algunas palabras sobre la cuestión del método científico

Como es costumbre, acompañan al texto de esta clase una serie de notas. En ellas aclaro algunos puntos que permiten la mejor comprensión de la lectura; en otros casos, profundizo temas que van más allá de lo necesario en este curso y sugiero nuevas lecturas (cuyo carácter es optativo, por supuesto). La idea es no recargar el desarrollo de la clase con detalles innecesarios, que volverían más pesada la lectura.

Pasemos pues a la clase propiamente dicha.

En la clase anterior comenzamos a trabajar el concepto de obstáculo epistemológico. Dicha noción fue desarrollada por el filósofo francés Gaston Bachelard (1884-1962) [1], en el marco de su crítica del empirismo, esto es, de la corriente epistemológica que postula que la información proporcionado por los sentidos es la única fuente de conocimiento válido.

En la vida corriente las personas confiamos en los datos que nos proporcionan los sentidos. La utilidad de esta manera de proceder es indiscutible. Si nuestros dedos sienten calor, alejamos la mano del fuego (o de la fuente de calor) para no quemarnos. Actuar así nos permite adoptarnos al mundo en que vivimos. Nos da confianza y seguridad. Es la base del saber cotidiano, esto es, del conjunto de conocimientos prácticos que nos permiten sortear los problemas de todos los días y, aunque la palabra suene grandilocuente, sobrevivir. 

Como quiera que sea, las cosas se complican cuando nos preguntamos por las causas de los hechos que conocemos por medio de los sentidos. Los seres humanos han visto desde tiempos inmemoriales caer objetos: piedras, árboles, personas, etc. Pero esa observación no condujo al descubrimiento de la ley de gravedad. Mejor dicho, la sola observación no nos lleva a la gravedad. Lo mismo ocurre cuando indagamos los motivos de las transformaciones de la realidad. El saber cotidiano “patina”, por decirlo así, cuando enfrenta la cuestión del cambio. Y la necesidad de explicar los cambios es, precisamente, uno de los motores que permitió el desarrollo de la filosofía y, posteriormente, de las ciencias.

Se da la paradoja de que el saber cotidiano, que nos sirve para actuar con eficacia en la vida diaria, resulta inútil al momento de explicar las causas de los fenómenos y sus transformaciones. Ahora bien, sin este conocimiento es imposible prever el cambio, anticiparlo, poder armar un plan de acción frente a las variaciones en lo cotidiano. Y todo esto tiene fundamental relevancia para nuestra supervivencia como especie.

El saber cotidiano se aferra a las regularidades. Es un saber rutinario. [2] Toma la información proporcionada por los sentidos como la realidad misma; si necesita avanzar en la explicación, recurre al mito, a la intervención de los dioses u otros agentes sobrenaturales.

El saber cotidiano posee la fuerza de lo habitual. Estamos acostumbrados a ver el mundo tal como se nos presenta. Esto sirve para comprender mejor el concepto de obstáculo epistemológico. Nuestro saber cotidiano nos parece tan evidente, tan indudable, que nos cuesta horrores salir de él y buscar otra alternativa. Es nuestra zona de confort.

El conocimiento científico está obligado a ir más allá de nuestras certezas cotidianas. Su objetivo es explicar la realidad y sus transformaciones, y para ello tiene que construir conceptos y teorías. La ciencia opera así de un modo anti-intuitivo: nos pide que desconfiemos de lo que damos por cierto y que busquemos la explicación de lo visible en lo invisible. [3]

El saber científico se construye en confrontación con las certezas que aceptamos. Lejos de elaborarse a partir de los hechos, la ciencia construye, por decirlo así, nuevos hechos, pone en relación fenómenos que parecen no tener ninguna conexión entre sí. Por ejemplo, la teoría de la gravedad muestra que la caída de los cuerpos y las mareas obedecen a la acción de la fuerza gravitatoria.

La realidad se presenta a los ojos del científico como un vidrio empañado, como una superficie opaca que impide conocer las conexiones entre los fenómenos. De ahí que se vea obligado a criticar el saber cotidiano y, más en general, a dudar de todas las certezas.

El filósofo francés René Descartes (1596-1650) abordó la cuestión del método y concedió un papel central a la duda sistemática como medio para poner en cuestión las certezas y avanzar así en la búsqueda de la verdad. En el Discurso del método (1637), realizó una crítica de los saberes de su tiempo y escribió lo siguiente respecto a la filosofía:

“Visto que ha sido cultivada por los más excelentes espíritus que han vivido desde hace muchos siglos, y que sin embargo no hay en ella cosa alguna que no sea todavía objeto de disputa, y por consiguiente, que no sea dudosa. (…) Por ello apenas mi edad me permitió salir de la tutela de mis preceptores, abandoné completamente el estudio de las letras. Y decidido a no buscar otra ciencia que la que pudiera encontrar en mi mismo, o en el gran libro del mundo, empleé el resto de mi juventud en viajar, en ver cortes y ejércitos, en frecuentar gentes de diversos caracteres y condiciones, en reunir diferentes experiencias, en ponerme a mí mismo a prueba en las circunstancias que la fortuna me ofrecía, y por doquiera en reflexionar frente a las cosas que se presentaban para tratar de extraer de ellas algún provecho.” [4]

Descartes, uno de los exponentes fundamentales de la corriente filosófica conocida como racionalismo, llevó al límite la pregunta por los fundamentos de nuestras certezas.

“¿Qué es lo que sabe el hombre solo? ¿De qué puede sentirse en lo cierto? Las sensaciones muchas veces se han revelado engañosas. A veces es hasta imposible distinguir el sueño de la vigilia, y estar seguros de la actualidad de las propias sensaciones. Las matemáticas parecen seguras; pero puede ocurrirle hasta al más sólido de los intelectos equivocarse en un cálculo. ¿No podría ocurrir que fuera falso todo lo que me parece verdadero, y verdadero todo lo que creo falso?” [5]

En este curso no podemos adentrarnos en los problemas de la filosofía del conocimiento. Basta con tomar nota de lo que hemos dicho hasta ahora respecto a la importancia de la duda en la construcción del conocimiento.

Hacer ciencia no es registrar lo existente, sino construir nuevos hechos (los hechos científicos) a partir de un examen crítico de la información disponible. En otras palabras, el científico no es un sujeto pasivo que anota lo que ve, sino un sujeto activo, que selecciona los datos que considera relevantes.

Aquí hay que agregar una cuestión más: los prejuicios. Éstos constituyen otro gran obstáculo epistemológico. Dicho de manera esquemática, un prejuicio es un supuesto saber construido sin conocer los hechos por experiencia directa. Nos llega a través de otras personas y lo aceptamos sin mayor discusión. [6] 

En este sentido, el conocimiento científico se construye en lucha contra los prejuicios.

Lo dicho hasta aquí servirá para comprender las dificultades que surgen cuando encaramos la tarea de formular un problema de investigación. Abordaremos esta cuestión en los próximos encuentros.

Ahora estamos en condiciones de hacer un balance de lo visto. El saber cotidiano se basa en la experiencia, en las regularidades y en los prejuicios. Útil para nuestra experiencia de todos los días, funciona como obstáculo epistemológico cuando pretendemos indagar las causas de los fenómenos. Hacer ciencia implica investigar, es decir, construir hechos a partir de una selección cuidadosa de la información proporcionada por los sentidos. Esa selección se realiza por medio de conceptos y teorías y, a la vez, permite construir nuevos conceptos y teorías que se utilizan para explicar nuevos aspectos de la realidad (o para tener una mejor comprensión de los aspectos que ya conocemos).

El saber cotidiano y el saber científico son dos formas distintas de conocimiento. Esta distinción se desarrolla en uno de los textos de la bibliografía obligatoria. [7] Ahora no hace falta avanzar en ese terreno (a los fines prácticos basta con la lectura de ese texto); nos conviene concentrarnos en un aspecto del conocimiento científico que cobrará importancia con el correr de las clases.

El saber científico se expresa en conceptos y teorías. Dicho de manera rápida, una teoría es un sistema de conceptos que se utiliza para explicar una parte de la realidad (por ejemplo, la teoría de los precios). Un concepto describe propiedades y/o aspectos de esa realidad, en un lenguaje en el que los términos utilizados se hallan definidos de antemano de manera precisa por los científicos. Así, la palabra “turismo” tiene un significado en el lenguaje “natural” (el que utilizamos las personas comunes) y otro en el lenguaje técnico de quienes estudian y practican las ciencias del turismo. [8]

En este sentido, hacer ciencia equivale a adentrarse (¡y a construir!) en un nuevo lenguaje. Es por esto que cuesta tanto aprender una ciencia, pues nos vemos obligados a despojarnos de las palabras con las que conocemos el mundo.

Ahora bien, en este curso estudiamos la metodología de la investigación CIENTÍFICA. Ser investigador implica, entre otras cosas, adquirir, dominar y elaborar un nuevo lenguaje. Ese lenguaje (conceptos y teorías) construye una nueva realidad, el objeto de la investigación científica. Investigar no es describir lo ya existente, sino construir un nuevo mundo mediante una serie de procedimientos sistemáticos. Investigar es cualquier cosa menos adoptar una posición de pasividad frente a los hechos.

Desde el punto de vista de un curso como éste, las dos características más importantes del conocimiento científico son la verificación de las hipótesis y el lenguaje técnico. Si bien nos ocuparemos más adelante del tema de la hipótesis, tenemos que adelantar que una hipótesis es un intento de explicación, una respuesta a un problema que hasta el momento no pudo ser resuelto. Pero una hipótesis tiene valor científico si puede ser puesta a prueba con los hechos. Una hipótesis sin posibilidad de verificación empírica carece de interés para la ciencia.

Cuando hacemos investigación científica tenemos que hacer las cosas de manera tal que sea posible la verificación. Cada afirmación tiene que basarse en datos comprobables. Es por eso que insistiremos en la necesidad de indicar la fuente de las afirmaciones que hacemos en la investigación. Se trata de adquirir el hábito de proceder científicamente.

La utilización de un lenguaje técnico es otro elemento fundamental en la investigación. Como veremos más adelante, la definición del problema de investigación es la tarea más importante para el investigador. Y en esa tarea de definir el problema juega un rol central la incorporación del lenguaje técnico. Conocer el lenguaje técnico implica conocer el problema.

La confección de un proyecto de investigación requiere de la elaboración de un marco teórico, es decir, las herramientas conceptuales (teorías y conceptos) que se van a emplear en la investigación. La construcción de un marco teórico es, junto a la formulación del problema de investigación, la tarea más significativa a realizar por el investigador.

Antes de concluir con el tema de las características del conocimiento científico hay que decir que todos los autores coinciden en algo: la construcción del saber científico exige la elaboración de un método. Pero la coincidencia termina aquí y da paso a un debate que se prolonga hasta nuestros días.

Una parte de los autores defienden la tesis que afirma la existencia de un método científico. Generalmente se dice que ese método es el de las ciencias naturales, más específicamente el de la física.

Un buen ejemplo de la perspectiva que acabamos de describirlo lo tenemos en la posición del Círculo de Viena, una corriente epistemológica de gran influencia en el mundo anglosajón. [9]

Otros, y me incluyo en este segundo grupo, piensan que no existe un único método sino que cada ciencia e, incluso, cada problema de investigación exige la construcción de un método específico.

En este punto concluimos nuestra brevísima incursión en el mundo de la epistemología. Si bien seguiremos haciendo mención a los problemas de la construcción del conocimiento, éstos pasarán a un segundo plano. En las clases siguientes nos adentraremos en el mundo de la investigación científica y comenzaremos a reunir la caja de herramientas que nos permitirá realizar investigación.

Muchas gracias por su atención.


Villa del Parque, sábado 11 de abril de 2020


NOTAS:
[1] Para una somera presentación de la obra de Bachelard, consultar: Mayo, A. (2014). Bachelard y la crítica del empirismo: La formación del espíritu científico (1938). [en línea] Miseria de la Sociología, 6/01/2014.

[2] Para una breve comparación entre conocimiento científico y saber cotidiano, consultar el texto de la bibliografía obligatoria: Mayo, A. (2013). Conocimiento científico y saber cotidiano: La concepción de Ernst Nagel. [en línea] Miseria de la Sociología, 12/08/2013.
[3] Reitero ejemplos vinculados al sentido de la vista porque somos seres eminentemente visuales. Pero tiene que quedar claro que me refiero al conjunto de los sentidos. La ciencia requiere que expliquemos lo empírico (lo accesible a los sentidos) por los conceptos (lo no empírico).
[4] Descartes, R., Discurso del método, citado por Cristofolini, P. (s. f.). Descartes. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, pp. 7-8.
[5] Cristofolini, P. (s. f.). Descartes. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, p. 26.
[6] Utilizo la palabra “prejuicio” no en sentido peyorativo, sino para designar todo juicio previo a la experiencia.
[7] Mayo, A. (2013). Conocimiento científico y saber cotidiano: La concepción de Ernst Nagel. [en línea] Miseria de la Sociología, 12/08/2013.
[8] A modo de ejemplo, ver la definición de turismo según la OMT (Organización Mundial de Turismo).
[9] Ver en la bibliografía obligatoria: Mayo, A. (2013). Ficha de lectura: Manifiesto del Círculo de Viena. La concepción científica del mundo (1929). [en línea] Miseria de la Sociología, 8/05/2013.

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