“Con
frecuencia no es posible en la realidad una separación rigurosa,
pero
por eso mismo es más imperiosa la necesidad de conceptos claros.
Max
Weber, Economía y sociedad
La lectura de las
obras de Max Weber (1864-1920) exige, ante todo, la paciencia para superar su
estilo de jurista (la acumulación de definiciones de conceptos resulta
intolerable aun para el lector más aplicado) y sus frases largas al estilo de
su país. Una vez sorteados estos obstáculos, el estudiante encuentra un océano
de ideas y fructíferas sugerencias, algo que no abunda en la literatura
sociológica de nuestros días. Leer un clásico siempre es provechoso, pues
aunque se esté completamente en desacuerdo con él, no es lo mismo debatir con
un individuo mediocre que con un pensador que ha trascendido los límites de su
tiempo. Y Weber es uno de estos pensadores.
Inauguro una
seguidilla de fichas de lectura sobre Economía y sociedad con el análisis del
famoso capítulo III de la Primera Parte, dedicado a “Los tipos de dominación”.
Dada mi escasez de tiempo, iré exponiendo el capítulo apartado por apartado.
Hoy le toca al turno al apartado 1: “Las formas de legitimidad” (pp. 170-173).
Trabajo con la
traducción española de José Medina Echavarría, Juan Roura Parella, Eugenio Ímaz,
Eduardo García Máynez y José Ferrater Mora: Weber, M. (1996). Economía y sociedad: Esbozo de sociología
comprensiva. México: Fondo de Cultura Económica.
Fiel a su
estilo, Weber aborda el estudio de los tipos
de dominación precisando que entiende por ésta. Dominación es “la probabilidad de encontrar obediencia dentro de un
grupo determinado para mandatos específicos (o para toda clase de mandatos).”
(p. 170). [1]
La dominación
(también utiliza el término autoridad)
puede descansar en motivos muy diversos de sumisión. Pero toda relación
auténtica de autoridad requiere siempre “un determinado mínimo de voluntad de obediencia, o sea de interés (externo o interno) en obedecer”
(p. 170). [2] Al componente de la voluntad hay que agregarle otro elemento
indispensable: la existencia de un cuadro
administrativo. [3]. Este genera la probabilidad de “que se dará una
actividad dirigida a la ejecución de sus ordenaciones generales y mandatos
concretos, por parte de un grupo de personas cuya obediencia se espera.” (p.
170). Los motivos por los cuales el cuadro administrativo obedece a su señor,
cualquiera sea éste, son diversos: en lo cotidiano domina la costumbre y con ella
los intereses materiales, utilitarios; en casos extraordinarios, motivos
afectivos y racionales con arreglo a valores pueden ser decisivos. Pero la
dominación requiere de otra base (además del interés y del cuadro administrativo:
la creencia en la legitimidad. [4]
La experiencia
muestra que una dominación no puede sostenerse basándose en motivos puramente
materiales, afectivos o racionales con arreglo a valores. Es por eso que toda
dominación procura difundir la creencia en su legitimidad. La clase de legitimidad pretendida determina
diferentes tipos de obediencia, de cuadro administrativo y de ejercicio de la
dominación. Es por ello que Weber, aplicando una vez más la herramienta de los tipos ideales, se dedica a “distinguir
las clases de dominación según sus pretensiones
típicas de legitimidad” (p. 170). [5]
Ahora bien,
antes de presentar los tres tipos puros
de dominación legítima, se dedica a
exponer algunas de las características de la dominación.
§ En primer lugar,
una observación fundamental: “La legitimidad de una dominación tiene una
importancia que no es puramente «ideal» – aunque no sea más que por el hecho de
que mantiene relaciones muy determinadas con la legitimidad de la «propiedad».”
(p. 171).
Weber no
desarrolla en qué consisten estas “relaciones muy determinadas”, pues ello probablemente
perjudicaría la argumentación de toda la obra, cuyo propósito es refutar las
tesis del materialismo histórico. Pero parece claro que puede establecerse una
relación estrecha entre dominación (sobre todo la que se ejerce por medio del
poder político) y la propiedad. Los marxistas, que andamos con menos vueltas,
diremos que la dominación política tiene por función primordial asegurar la
propiedad privada, o, dicho de otro modo, perpetuar la base de la dominación de
la clase dominante.
§ En segundo
lugar, “no toda «pretensión» [de encontrar obediencia] convencional o
jurídicamente garantizada debe llamarse «relación de dominación».” (p. 171).
La relación de
dominación admite diversas situaciones fluidas, que van desde la libertad en la
aceptación de la dominación hasta la aceptación obligación de la misma. Tampoco
puede considerarse como dominación la posición monopólica que ocupa una empresa
en una rama de la producción; en este último caso cabe hablar de “influencia”,
pues la empresa dominante no ejerce una relación de obediencia inmediata sobre
aquellas sometidas a su influencia.
§ En tercer
lugar, “la «legitimidad» de una dominación debe considerarse sólo como una «probabilidad»,
la de ser tratada prácticamente como tal y mantenida en una proporción
importante. Ni con mucho ocurre que la obediencia a una dominación esté
orientada primariamente (ni siquiera siempre) por la creencia en su
legitimidad.” (p. 171).
Aquí aparece
en toda su expresión el realismo político weberiano, que desdeña los argumentos
idealistas. Afirmar que la legitimidad es el factor primordial de la dominación
equivale a pensar que las ideas gobiernan al mundo. La dominación puede ser
aceptada por muchos motivos diferentes a la legitimidad. Sin embargo, esto no
quita que el carácter, la forma específica de la propia pretensión legitimidad,
formulada por la clase dominante, “consolida su existencia y codetermina la
naturaleza del medio de dominación.” (p. 171).
§ En cuarto
lugar, la obediencia “significa que
la acción del que obedece transcurre como si el contenido del mandato se
hubiera convertido, por sí mismo, en máxima de su conducta; y eso únicamente en
méritos de la relación formal de obediencia, sin tener en cuenta la propia
opinión sobre el valor o desvalor del mandato como tal.” (p. 172).
La consolidación
de la dominación exige que sea internalizada por los dominados, que ella forme
parte de su sentido común, del “orden natural” de las cosas. Si la dominación
se sostiene únicamente en la violencia física, resulta inviable en el mediano
plazo.
§ En quinto
lugar, advierte sobre el riesgo de tomar al pie de la letra la idea de que el
dirigente y el cuadro administrativo son “servidores” de los dominados. Esta
noción se halla especialmente difundida en las democracias. Weber deja en claro
que hay que atribuirles siempre al dirigente y al cuadro administrativo, “un
mínimo de poder decisivo de mando, y en consecuencia de «dominación»”. La
dominación jamás es horizontal.
§ Por último,
una referencia a la escuela. “El
ámbito de la influencia autoritaria de las relaciones sociales y de los
fenómenos culturales es mucho mayor de lo que a primera vista parece. Valga
como ejemplo la suerte de dominación que se ejerce en la escuela, mediante la
cual se imponen las formas de lenguaje oral y escrito que valen como ortodoxas.
(…) La autoridad de los padres y de la escuela llevan su influencia mucho más
allá de aquellos bienes culturales de carácter (aparentemente) formal, pues
conforma a la juventud y de esa manera a los seres humanos.” (p. 172).
La escuela es
mucho más que el lugar social donde se realiza el proceso técnico de
transmisión intergeneracional de conocimientos. Es un ámbito de dominación,
donde se forma a los estudiantes para dominar y/o ser dominados.
Distingue tres
tipos puros de dominación legítima.
Autoridad legal. “De carácter racional: que descansa en la creencia en
la legalidad de ordenaciones estatuidas y de los derechos de mando de los
llamados por esas ordenaciones a ejercer la autoridad.” (p. 172).
La obediencia
es a “las ordenaciones impersonales y
objetivas legamente estatuidas y a las personas
por ellas designadas, en méritos éstas de la legalidad formal de sus
disposiciones dentro del circulo de su competencia.” (p. 172).
Autoridad tradicional. “De carácter
tradicional: que descansa en la
creencia cotidiana en la santidad de las tradiciones que rigieron desde lejanos
tiempos y en la legitimidad de los señalados por esa tradición para ejercer la
autoridad.” (p. 172).
La obediencia
es “a la persona del señor llamado por la tradición y vinculada por ella (en su
ámbito) por motivos de piedad (pietas),
en el círculo de lo que es consuetudinario.” (p. 172-173).
Autoridad carismática. “De carácter
carismático: que descansa en la
entrega extracotidiana a la santidad, heroísmo o ejemplaridad de una persona y
a las ordenaciones por ella creadas o reveladas (llamada).” (p. 172).
La obediencia
es “al caudillo carismáticamente
calificado por razones de confianza personal en la revelación, heroicidad o
ejemplaridad, dentro del círculo en que la fe en su carisma tiene validez.” (p.
173).
Los amigos
historiadores suelen ver con malos ojos las tipologías weberianas, a las que
consideran una especie de imposición arbitraria y externa sobre la realidad
histórica. Sin pretender de ningún modo zanjar la cuestión (estoy más cerca de
los historiadores que de los sociólogos en este punto), corresponde precisar los
alcances de las tipologías en palabras del propio Weber:
“El que ninguno de los tres tipos
ideales [de dominación] (…) acostumbre a darse «puro» en la realidad histórica,
no debe impedir aquí, como en parte alguna, la fijación conceptual en la forma
más pura posible de su construcción. (…) la tipología sociológica ofrece al
trabajo histórico concreto por lo menos la ventaja, con frecuencia nada
despreciable, de poder decir en el caso particular de una forma de dominación
lo que en ella hay de [cada tipo específico de dominación] (…), o bien en lo
que se aproxima a uno de estos tipos; y asimismo la ventaja de trabajar con
conceptos pasablemente unívocos. Pero con todo, estamos muy lejos de creer que
la realidad histórica total se deje «apresar» en el esquema de conceptos que
vamos a desarrollar.” (p. 173).
Los esquemas
son útiles para introducir un tema, es decir, como vía de entrada al
conocimiento. En este sentido, el mejor indicador de su utilidad consiste,
paradójicamente, en que el estudiante termina por tirarlos a la basura, porque
comprende la complejidad de eso que llamamos realidad.
Villa
del Parque, sábado 18 de mayo de 2019
NOTAS:
[1] Reproduce
casi literalmente la definición de dominación formulada en el capítulo 1, § 16,
p. 43, de la obra que estamos comentando.
[2] Ya se
había referido a la autoridad legítima en el capítulo 1, § 7, p. 30.
[3] En el
capítulo 1, § 12, afirma que entiende por asociación “una relación social con
una regulación limitadora hacia fuera cuando el mantenimiento de su orden está
garantizado por la conducta de determinadas personas destinada en especial a
ese propósito: un dirigente y,
eventualmente, un cuadro administrativo
que, llegado el caso, tienen también de modo normal el poder representativo.”
(p. 39).
[4] Ya había
dedicado atención a la cuestión de la legitimidad en el capítulo 1. Así, por
ejemplo, “la disposición a avenirse con las ordenaciones «otorgadas», sea por
una persona o por varias, supone siempre que predominan ideas de legitimidad y –
en la medida en que no sean decisivos el simple temor o motivos de cálculo
egoísta – la creencia en la autoridad
legítima, en uno u otro sentido de quien impone ese orden.” (p. 30).
[5] Weber dedicó varios
pasajes del capítulo 1 a desarrollar su concepción metodológica de los tipos
ideales. Por ejemplo: “El método científico consistente en la construcción de tipos investiga y expone todas las
conexiones de sentido irracionales, afectivamente condicionadas, del comportamiento
que influyen en la acción, como «desviaciones» de un desarrollo de la misma «construido»
como puramente racional con arreglo a fines. (…) La construcción de una acción
rigurosamente racional con arreglo a fines sirve en estos casos a la sociología
– en méritos de su evidente inteligibilidad y, en cuanto racional, de su
univocidad – como un tipo (tipo
ideal), mediante el cual comprender la acción real, influida por
irracionalidades de toda especie (afectos, errores), como una desviación del desarrollo
esperado de la acción racional.” (p. 7). ¿Cómo calibrar el valor de una tipología?
Weber contesta “la utilidad de esta división sólo puede mostrarla el
rendimiento sistemático que con ella se busca.” (p. 173).
2 comentarios:
Una joya,su página. Muchas gracias!!!!!
Muchas gracias, Lorena.
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