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sábado, 18 de mayo de 2019

MAX WEBER Y LOS TIPOS DE DOMINACIÓN: LAS FORMAS DE LEGITIMIDAD

“Con frecuencia no es posible en la realidad una separación rigurosa,
pero por eso mismo es más imperiosa la necesidad de conceptos claros.
Max Weber, Economía y sociedad


La lectura de las obras de Max Weber (1864-1920) exige, ante todo, la paciencia para superar su estilo de jurista (la acumulación de definiciones de conceptos resulta intolerable aun para el lector más aplicado) y sus frases largas al estilo de su país. Una vez sorteados estos obstáculos, el estudiante encuentra un océano de ideas y fructíferas sugerencias, algo que no abunda en la literatura sociológica de nuestros días. Leer un clásico siempre es provechoso, pues aunque se esté completamente en desacuerdo con él, no es lo mismo debatir con un individuo mediocre que con un pensador que ha trascendido los límites de su tiempo. Y Weber es uno de estos pensadores.
Inauguro una seguidilla de fichas de lectura sobre Economía y sociedad con el análisis del famoso capítulo III de la Primera Parte, dedicado a “Los tipos de dominación”. Dada mi escasez de tiempo, iré exponiendo el capítulo apartado por apartado. Hoy le toca al turno al apartado 1: “Las formas de legitimidad” (pp. 170-173).
Trabajo con la traducción española de José Medina Echavarría, Juan Roura Parella, Eugenio Ímaz, Eduardo García Máynez y José Ferrater Mora: Weber, M. (1996). Economía y sociedad: Esbozo de sociología comprensiva. México: Fondo de Cultura Económica.  

Fiel a su estilo, Weber aborda el estudio de los tipos de dominación precisando que entiende por ésta. Dominación es “la probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos específicos (o para toda clase de mandatos).” (p. 170). [1]
La dominación (también utiliza el término autoridad) puede descansar en motivos muy diversos de sumisión. Pero toda relación auténtica de autoridad requiere siempre “un determinado mínimo de voluntad de obediencia, o sea de interés (externo o interno) en obedecer” (p. 170). [2] Al componente de la voluntad hay que agregarle otro elemento indispensable: la existencia de un cuadro administrativo. [3]. Este genera la probabilidad de “que se dará una actividad dirigida a la ejecución de sus ordenaciones generales y mandatos concretos, por parte de un grupo de personas cuya obediencia se espera.” (p. 170). Los motivos por los cuales el cuadro administrativo obedece a su señor, cualquiera sea éste, son diversos: en lo cotidiano domina la costumbre y con ella los intereses materiales, utilitarios; en casos extraordinarios, motivos afectivos y racionales con arreglo a valores pueden ser decisivos. Pero la dominación requiere de otra base (además del interés y del cuadro administrativo: la creencia en la legitimidad. [4]
La experiencia muestra que una dominación no puede sostenerse basándose en motivos puramente materiales, afectivos o racionales con arreglo a valores. Es por eso que toda dominación procura difundir la creencia en su legitimidad.  La clase de legitimidad pretendida determina diferentes tipos de obediencia, de cuadro administrativo y de ejercicio de la dominación. Es por ello que Weber, aplicando una vez más la herramienta de los tipos ideales, se dedica a “distinguir las clases de dominación según sus pretensiones típicas de legitimidad” (p. 170). [5]

Ahora bien, antes de presentar los tres tipos puros de dominación legítima, se dedica a exponer algunas de las características de la dominación.
§  En primer lugar, una observación fundamental: “La legitimidad de una dominación tiene una importancia que no es puramente «ideal» – aunque no sea más que por el hecho de que mantiene relaciones muy determinadas con la legitimidad de la «propiedad».” (p. 171).
Weber no desarrolla en qué consisten estas “relaciones muy determinadas”, pues ello probablemente perjudicaría la argumentación de toda la obra, cuyo propósito es refutar las tesis del materialismo histórico. Pero parece claro que puede establecerse una relación estrecha entre dominación (sobre todo la que se ejerce por medio del poder político) y la propiedad. Los marxistas, que andamos con menos vueltas, diremos que la dominación política tiene por función primordial asegurar la propiedad privada, o, dicho de otro modo, perpetuar la base de la dominación de la clase dominante.

§  En segundo lugar, “no toda «pretensión» [de encontrar obediencia] convencional o jurídicamente garantizada debe llamarse «relación de dominación».” (p. 171).
La relación de dominación admite diversas situaciones fluidas, que van desde la libertad en la aceptación de la dominación hasta la aceptación obligación de la misma. Tampoco puede considerarse como dominación la posición monopólica que ocupa una empresa en una rama de la producción; en este último caso cabe hablar de “influencia”, pues la empresa dominante no ejerce una relación de obediencia inmediata sobre aquellas sometidas a su influencia.

§  En tercer lugar, “la «legitimidad» de una dominación debe considerarse sólo como una «probabilidad», la de ser tratada prácticamente como tal y mantenida en una proporción importante. Ni con mucho ocurre que la obediencia a una dominación esté orientada primariamente (ni siquiera siempre) por la creencia en su legitimidad.” (p. 171).
Aquí aparece en toda su expresión el realismo político weberiano, que desdeña los argumentos idealistas. Afirmar que la legitimidad es el factor primordial de la dominación equivale a pensar que las ideas gobiernan al mundo. La dominación puede ser aceptada por muchos motivos diferentes a la legitimidad. Sin embargo, esto no quita que el carácter, la forma específica de la propia pretensión legitimidad, formulada por la clase dominante, “consolida su existencia y codetermina la naturaleza del medio de dominación.” (p. 171).

§  En cuarto lugar, la obediencia “significa que la acción del que obedece transcurre como si el contenido del mandato se hubiera convertido, por sí mismo, en máxima de su conducta; y eso únicamente en méritos de la relación formal de obediencia, sin tener en cuenta la propia opinión sobre el valor o desvalor del mandato como tal.” (p. 172).
La consolidación de la dominación exige que sea internalizada por los dominados, que ella forme parte de su sentido común, del “orden natural” de las cosas. Si la dominación se sostiene únicamente en la violencia física, resulta inviable en el mediano plazo.

§  En quinto lugar, advierte sobre el riesgo de tomar al pie de la letra la idea de que el dirigente y el cuadro administrativo son “servidores” de los dominados. Esta noción se halla especialmente difundida en las democracias. Weber deja en claro que hay que atribuirles siempre al dirigente y al cuadro administrativo, “un mínimo de poder decisivo de mando, y en consecuencia de «dominación»”. La dominación jamás es horizontal.

§  Por último, una referencia a la escuela. “El ámbito de la influencia autoritaria de las relaciones sociales y de los fenómenos culturales es mucho mayor de lo que a primera vista parece. Valga como ejemplo la suerte de dominación que se ejerce en la escuela, mediante la cual se imponen las formas de lenguaje oral y escrito que valen como ortodoxas. (…) La autoridad de los padres y de la escuela llevan su influencia mucho más allá de aquellos bienes culturales de carácter (aparentemente) formal, pues conforma a la juventud y de esa manera a los seres humanos.” (p. 172).
La escuela es mucho más que el lugar social donde se realiza el proceso técnico de transmisión intergeneracional de conocimientos. Es un ámbito de dominación, donde se forma a los estudiantes para dominar y/o ser dominados.

Distingue tres tipos puros de dominación legítima.
Autoridad legal. “De carácter racional: que descansa en la creencia en la legalidad de ordenaciones estatuidas y de los derechos de mando de los llamados por esas ordenaciones a ejercer la autoridad.” (p. 172).
La obediencia es a “las ordenaciones impersonales y objetivas legamente estatuidas y a las personas por ellas designadas, en méritos éstas de la legalidad formal de sus disposiciones dentro del circulo de su competencia.” (p. 172).
Autoridad tradicional. “De carácter tradicional: que descansa en la creencia cotidiana en la santidad de las tradiciones que rigieron desde lejanos tiempos y en la legitimidad de los señalados por esa tradición para ejercer la autoridad.” (p. 172).
La obediencia es “a la persona del señor llamado por la tradición y vinculada por ella (en su ámbito) por motivos de piedad (pietas), en el círculo de lo que es consuetudinario.” (p. 172-173).
Autoridad carismática. “De carácter carismático: que descansa en la entrega extracotidiana a la santidad, heroísmo o ejemplaridad de una persona y a las ordenaciones por ella creadas o reveladas (llamada).” (p. 172).
La obediencia es “al caudillo carismáticamente calificado por razones de confianza personal en la revelación, heroicidad o ejemplaridad, dentro del círculo en que la fe en su carisma tiene validez.” (p. 173).
Los amigos historiadores suelen ver con malos ojos las tipologías weberianas, a las que consideran una especie de imposición arbitraria y externa sobre la realidad histórica. Sin pretender de ningún modo zanjar la cuestión (estoy más cerca de los historiadores que de los sociólogos en este punto), corresponde precisar los alcances de las tipologías en palabras del propio Weber:
“El que ninguno de los tres tipos ideales [de dominación] (…) acostumbre a darse «puro» en la realidad histórica, no debe impedir aquí, como en parte alguna, la fijación conceptual en la forma más pura posible de su construcción. (…) la tipología sociológica ofrece al trabajo histórico concreto por lo menos la ventaja, con frecuencia nada despreciable, de poder decir en el caso particular de una forma de dominación lo que en ella hay de [cada tipo específico de dominación] (…), o bien en lo que se aproxima a uno de estos tipos; y asimismo la ventaja de trabajar con conceptos pasablemente unívocos. Pero con todo, estamos muy lejos de creer que la realidad histórica total se deje «apresar» en el esquema de conceptos que vamos a desarrollar.” (p. 173).
Los esquemas son útiles para introducir un tema, es decir, como vía de entrada al conocimiento. En este sentido, el mejor indicador de su utilidad consiste, paradójicamente, en que el estudiante termina por tirarlos a la basura, porque comprende la complejidad de eso que llamamos realidad.

Villa del Parque, sábado 18 de mayo de 2019

NOTAS:
[1] Reproduce casi literalmente la definición de dominación formulada en el capítulo 1, § 16, p. 43, de la obra que estamos comentando.
[2] Ya se había referido a la autoridad legítima en el capítulo 1, § 7, p. 30.
[3] En el capítulo 1, § 12, afirma que entiende por asociación “una relación social con una regulación limitadora hacia fuera cuando el mantenimiento de su orden está garantizado por la conducta de determinadas personas destinada en especial a ese propósito: un dirigente y, eventualmente, un cuadro administrativo que, llegado el caso, tienen también de modo normal el poder representativo.” (p. 39).
[4] Ya había dedicado atención a la cuestión de la legitimidad en el capítulo 1. Así, por ejemplo, “la disposición a avenirse con las ordenaciones «otorgadas», sea por una persona o por varias, supone siempre que predominan ideas de legitimidad y – en la medida en que no sean decisivos el simple temor o motivos de cálculo egoísta – la creencia en la autoridad legítima, en uno u otro sentido de quien impone ese orden.” (p. 30).
[5] Weber dedicó varios pasajes del capítulo 1 a desarrollar su concepción metodológica de los tipos ideales. Por ejemplo: “El método científico consistente en la construcción de tipos investiga y expone todas las conexiones de sentido irracionales, afectivamente condicionadas, del comportamiento que influyen en la acción, como «desviaciones» de un desarrollo de la misma «construido» como puramente racional con arreglo a fines. (…) La construcción de una acción rigurosamente racional con arreglo a fines sirve en estos casos a la sociología – en méritos de su evidente inteligibilidad y, en cuanto racional, de su univocidad – como un tipo (tipo ideal), mediante el cual comprender la acción real, influida por irracionalidades de toda especie (afectos, errores), como una desviación del desarrollo esperado de la acción racional.” (p. 7).  ¿Cómo calibrar el valor de una tipología? Weber contesta “la utilidad de esta división sólo puede mostrarla el rendimiento sistemático que con ella se busca.” (p. 173).

2 comentarios:

Lorena.O. dijo...

Una joya,su página. Muchas gracias!!!!!

Ariel Mayo (1970) dijo...

Muchas gracias, Lorena.