Vistas de página en total

viernes, 29 de julio de 2016

MARCUSE Y EL CONCEPTO DE RAZÓN EN LA MODERNIDAD




La figura de Herbert Marcuse (1898-1979) no requiere presentación. Su libro Razón y Revolución: Hegel y el surgimiento de la teoría social (1941) constituye un clásico en el estudio de la filosofía hegeliana y su influencia en el desarrollo del marxismo y de la sociología moderna.

Estos apuntes se refieren a la parte II de la obra (El surgimiento de la teoría social) (p. 245-375). (1)

La tesis del autor consiste en que “el desarrollo interno de la filosofía occidental exigía la transición hacia la teoría crítica de la sociedad” (p. 249).

El autor sostiene que la filosofía hegeliana realizó la transición de la filosofía al dominio del Estado y de la sociedad. En otras palabras, “las ideas filosóficas básicas  [de Hegel] se habían realizado en la forma histórica que el Estado y la sociedad habían asumido, y estos últimos se convirtieron en el centro de un nuevo interés teórico.” (p. 247).

Marcuse sostiene que para comprender el pasaje de la filosofía a la teoría social hay que dejar de lado la explicación habitual. ¿Qué dice ésta? A la muerte de Hegel (1770-1831), sus discípulos se dividieron en hegelianos de derecha (2) y de izquierda (3). Estos últimos desarrollaron las tendencias críticas presentes en la obra del Maestro y las aplicaron a la crítica de la religión. Posteriormente, los hegelianos de izquierda derivaron hacia el socialismo, el anarquismo o el liberalismo pequeñoburgués. (p. 247-248).

Marcuse afirma que dicha explicación está equivocada, pues la herencia de Hegel no pasó ni a sus discípulos de derecha ni a los de izquierda: “las tendencias críticas de la filosofía hegeliana fueron recogidas y continuadas por la teoría social marxista, en tanto que en todos los demás aspectos, la historia del hegelianismo se convirtió en la historia de la lucha en contra de Hegel.” (p. 248).

Con Hegel se cierra el período filosófico iniciado por Descartes (1596-1650). El primero fue “el último en interpretar el mundo como razón, sometiendo tanto la historia como la naturaleza a las normas del pensamiento y de la libertad. Al mismo tiempo, Hegel reconocía en el orden político y social que el hombre había alcanzado, la base sobre la que habría de realizarse la razón. Su sistema condujo a la filosofía al umbral de su propia negación, constituyendo así el único vínculo entre la vieja y la nueva forma de la teoría crítica, entre la filosofía y la teoría social.” (p. 249).

Antes de desarrollar la tesis enunciada arriba, Marcuse se dedica a mostrar la forma en que las fuerzas históricas de la Modernidad “penetraron y configuraron el interés filosófico”. Para llevar a cabo esta tarea, nuestro autor toma la idea de razón como punto de partida. (p 249).

La clase media ⦗burguesía⦘ en ascenso absorbió definitivamente a la filosofía en el siglo XVII y la dirigió contra las fuerzas que obstaculizaban su desarrollo político y económico. La filosofía racionalista fue la punta de lanza de la burguesía (4). La razón constituyó el eje de dicha filosofía y fue empleada en la lucha de la ciencia contra la Iglesia, en el ataque de la Ilustración francesa contra el absolutismo, y en el debate entre liberalismo y mercantilismo.

“En esta época no había una definición clara del término razón, ni este tenía tampoco un solo sentido. Su significación cambiaba al cambiar la posición de la clase media.” (p. 249).

Marcuse dedica el resto de la introducción a exponer los elementos esenciales del concepto de razón:

I) La razón no es necesariamente antirreligiosa. De hecho, permite concebir al  mundo como una creación divina. Pero, “el significado del mundo como algo racional implicaba, en primer lugar, el que pudiese ser comprendido y modificado por la actividad cognoscitiva del hombre. La naturaleza era considerada como racional en su estructura misma, de tal modo que el sujeto y el objeto se encuentran en un medio racional.” (p. 249-250; el resaltado es mío - AM -).

II) La razón humana no está limitada al orden social preestablecido. “La multitud de talentos que posee el hombre se originan y desarrollan en la historia, y éste puede emplearlos de muchas maneras para la mejor satisfacción de sus deseos. La satisfacción misma dependería del grado de control sobre la naturaleza y la sociedad. La norma de razón es la norma suprema en este amplio margen de control. Es decir, que ambas, naturaleza y sociedad, habrían de ser organizadas de modo tal que las dotes subjetivas y objetivas se desarrollasen libremente.” (p. 250; el resaltado es mío - AM -).

El corolario de este planteo es: “Mediante la educación, el hombre se convertirá en un ser racional en un mundo racional. Con la culminación de este proceso, todas las leyes de la vida social e individual se derivarán del propio juicio autónomo del hombre. La realización de la razón implicaba, por tanto, el fin de toda autoridad externa que oponga la existencia del hombre a las normas del pensamiento libre.” (p. 250; el resaltado es mío - AM -).

III) La razón implica la universalidad, pues “el énfasis en la razón revela que los actos del hombre son los actos de un sujeto pensante que está guiado por el conocimiento conceptual. Con los conceptos como instrumentos, el sujeto pensante puede penetrar las contingencias e inclinaciones recónditas del mundo y obtener leyes universales y necesarias que gobiernen y ordenen la infinitud de objetos individuales. (...) Los conceptos universales se convertirán en el órgano de una práctica que altera el mundo. (...) La abstracción genuina no es arbitraria, ni es tampoco el producto de la imaginación libre; está estrictamente determinada por la estructura objetiva de la realidad. Lo universal es tan real como lo particular; sólo que existe bajo una forma diferente, a saber, como fuerza, dynamis, potencialidad.” (p. 250).

IV) El pensamiento unifica la multiplicidad en el mundo natural y en el mundo sociohistórico. “El sujeto del pensamiento, la fuente de la universalidad conceptual, es una y la misma en todos los hombres. (...) el ego pensante que constituye su fuente es una totalidad de puros actos, uniforme en todos los sujetos pensantes. Decir que la realidad del sujeto pensante es la base suprema de la organización racional de la sociedad es, en última instancia, reconocer la igualdad esencial de todos los hombres. Además, el sujeto pensante, como creador de los conceptos universales, es necesariamente libre, y su libertad es la esencia misma de la subjetividad. (...) La libertad del sujeto pensante implica a su vez su libertad moral y práctica. (:..) La idea de la razón implica la libertad de actuar conforme a la razón.” (p. 251).

V) La libertad de actuar según la razón existe en la práctica de las ciencias naturales. “El dominio de la naturaleza y de sus recursos y dimensiones recién descubiertos es un requisito del nuevo proceso de producción que tendía a convertir al mundo en un enorme mercado de bienes de consumo. La idea de la razón había caído bajo el dominio del progreso técnico, y el método experimental era considerado como el modelo de la actividad racional, es decir, como un procedimiento que altera al mundo de modo que las potencialidades inherentes a él se hagan libres y actuales. Como resultado de esto, el racionalismo moderno tenía la tendencia de moldear tanto la vida individual como lo social, según el modelo de la naturaleza.” (p. 252). Ejemplos: filosofía mecanicista de Descartes, pensamiento político materialista de Hobbes (1588-1679), ética matemática de Spinoza (1632-1677), monadología de Leibniz (1646-1716).

El racionalismo: “Se representaba al universo humano gobernado por leyes objetivas, análogas y aún idénticas a las leyes de la naturaleza, y la sociedad era considerada como una entidad objetiva más o menos sumisa a los deseos y metas subjetivas. Se creía que las relaciones de los hombres entre sí eran el resultado de leyes objetivas que operaban con la necesidad de las leyes físicas, y que la libertad del hombre consistía en adaptar la existencia privada a esta necesidad.” (p. 252).

El resultado de la concepción racionalista de la sociedad: “Un conformismo sorprendentemente escéptico acompañaba así al desarrollo del racionalismo moderno. Mientras más triunfaba la razón en la técnica y en las ciencias naturales, tanto más reacia se volvía para reclamar libertad en la vida social del hombre. (...) Los filósofos representativos de la clase media (particularmente Leibniz, Kant y Fichte) conciliaron su radicalismo filosófico con la flagrante irracionalidad de las relaciones sociales predominantes, e invirtieron la razón humana y la libertad de modo que se convirtiesen en barreras del alma aislada o del espíritu, fenómeno interno bastante compatible con la realidad externa, aun cuando contradijese la razón y la libertad.” (p. 252).

Fue Hegel quien rompió con esta tendencia y planteó la necesidad de “proclamar la realización de la razón en y a través de las instituciones políticas y sociales dadas.” (p. 253). Hegel reintrodujo la contradicción en el mundo armonioso imaginado por la filosofía de la Modernidad. Pero no pudo ir más allá del contenido social de la época, que se detenía en el Estado (que moldeaba la sociedad civil). En este punto entra a jugar la dialéctica: “el método que operaba en este sistema tenía mayor alcance que los conceptos que lo llevaron a su fin. A través de la dialéctica, la historia se había convertido en una parte del contenido mismo de la razón. Hegel había demostrado que las fuerzas materiales e intelectuales de la humanidad estaban ya lo bastante desarrolladas para que la práctica social y política del hombre realizase la razón. La filosofía misma se aplicaba, así, directamente a la teoría y práctica social, no como una fuerza externa, sino como su heredera legítima.” (p. 253).

En consecuencia: “Si había de existir algún progreso más allá de esta filosofía, tendría que ser un avance más allá de la filosofía misma y, al mismo tiempo, más allá del orden social y político al que la filosofía había unido su destino.” (p. 253).


Villa del Parque, viernes 29 de julio de 2016

NOTAS:

(1) Trabajé con la traducción española realizada por Julieta Fombona de Sucre con la colaboración de Francisco Rubio Llorente: Marcuse, Herbert. (1986). El título original es Reason and Revolution. Hegel and the Rise of Social Theory (Oxford University Press, 1941). Agradezco a mi compañera Pez López el haberme permitido utilizar sus notas de lectura para la redacción de estos apuntes.
(2) Algunos de los hegelianos de derecha más representativos fueron Karl Ludwig Michelet (1801-1893), Karl Friedrich Göschel (1784-1861), Johann Eduard Erdmann (1805-1892), Georg Andreas Gabler (1786-1853) y Rosenkranz (1805-1879).
(3) Entre los hegelianos de izquierda puede mencionarse a David Friedrich Strauss (1808-1874), Edgar Bauer (1820-1886), Bruno Bauer (1809-1882), Ludwig Feuerbach (1804-1872), August von Cieszkowski (1814-1894).

(4) Marcuse omite a la filosofía empirista, la otra gran herramienta de la burguesía en su ascenso a la hegemonía de la sociedad.

No hay comentarios: