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domingo, 27 de julio de 2014

SOBRE EL ABUSO DEL CONCEPTO DE NEOLIBERALISMO: ARTEMIO LÓPEZ Y SU INTERPRETACIÓN DE LAS RECIENTES LUCHAS OBRERAS

El sociólogo Artemio López publicó un breve artículo dedicado al análisis de los conflictos obreros del primer semestre de este año. Los puntos de vista expuestos por López son lo suficientemente característicos como para merecer un comentario. López adopta la postura oficial (del kirchnerismo) frente a las luchas de los trabajadores, claro que dándole un barniz sofisticado y sustentado en material estadístico.

El argumento de López puede resumirse así. Los partidos trotskistas (en todo el artículo no menciona a ningún partido en particular, ni tampoco al FIT – Frente de Izquierda y los Trabajadores -) se montan sobre los conflictos obreros con el objetivo de desestabilizar al gobierno y obtener rédito en vista a las elecciones de 2015. En esta tarea, el trotskismo cuenta con el apoyo de los medios de comunicación concentrados, quienes aprovechan la volada para generar un clima de desorden social. López califica de “neoliberalismo trotskista” a esta política y refuta la existencia de una verdadera conflictividad social a partir de los datos estadísticos proporcionados por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social: “Comparado con mayo de este año y en la comparación interanual respecto a junio de 2013, en junio de 2014 se observó el 18% y el 7% menos de conflictos laborales respectivamente y con menor involucramiento de trabajadores en huelga en el ámbito privado (-29%) y mayor participación en el ámbito estatal (128%) por motivos muy puntuales que se señalarán a continuación.” López atribuye la disminución relativa de los conflictos laborales a la paulatina resolución de las convenciones colectivas de trabajo. Esta es, según López, la gran diferencia respecto a los primeros meses del año, donde la conflictividad era mayor.

En síntesis, “los datos y no las opiniones (todas muy respetables, desde ya) permiten entonces sostener una desmentida más al sistema de medios opositores en general y a la oposición política apocalíptica en particular, y muy especialmente al neoliberalismo trotskista, siempre dispuesto a la utilización abyecta de las necesidades reales de los trabajadores para ganar visibilidad mediática y luego pasar la gorra electoral mendigando votos mientras advierten que, como todos somos testigos privilegiados, nos encaminamos aceleradamente al socialismo a partir del año 2015.

La refutación completa del argumento de López exige una revisión de las estadísticas del Ministerio de Trabajo. Como carezco de tiempo y espacio para emprender aquí esta tarea, me concentraré en la crítica de un par de falencias del artículo de Artemio, pues a mi juicio son suficientes para descartar la argumentación general. Dejaré de lado, además, el planteo de la conexión entre su argumento y la política del kirchnerismo para el movimiento obrero. Quien desee conocer mi opinión sobre la misma puede revisar alguno de los artículos publicados recientemente en este blog.

López hace un uso abusivo del término “neoliberalismo”. Dicho uso se entronca con una confusión habitual acerca del significado del neoliberalismo en tanto etapa del desarrollo del capitalismo. Sin pretender abordar en toda su complejidad la cuestión, el neoliberalismo surgió a mediados de los años ’70 y fue una respuesta integral (política, económica e ideológica) a la crisis experimentada por el capitalismo desde finales de los años ’60. La condición de posibilidad del neoliberalismo fue la derrota del movimiento obrero. En este sentido, el neoliberalismo es sinónimo de derrota de los trabajadores y de ofensiva del capital. Esta cuestión es omitida por el “progresismo”, que suele asociar el neoliberalismo a la reducción de la intervención estatal en la economía, omitiendo toda referencia a la derrota del movimiento obrero. De este modo, los “progresistas” pueden afirmar que el neoliberalismo ha sido superado toda vez que aumenta la injerencia estatal en el proceso económico, sin necesidad de modificar la legislación laboral (la “flexibilización”) aprobada durante la etapa neoliberal.

Si se deja de lado la interpretación “progresista” y se asume que existe una conexión indisoluble entre neoliberalismo y derrota de los trabajadores, la tesis del “neoliberalismo trotskista” postulada por López resulta inadmisible. Sea como sea que se caractericen las recientes luchas obreras (sobre todo las llevadas a cabo en la industria automotriz), todas ellas forman parte de un proceso de resistencia del trabajo frente a las exigencias del capital. Lejos de ser una manifestación de “neoliberalismo”, intentan poner un límite a la capacidad de maniobra del capital al interior del proceso de producción, limitando, por ejemplo, la potestad de éste para fijar despidos y suspensiones de trabajadores. Por el contrario, el neoliberalismo implicó un fortalecimiento fenomenal de dicha capacidad de maniobra. Al hablar de “neoliberalismo trotskista”, López no aporta nada nuevo al conocimiento del neoliberalismo y produce, en cambio, una mayor confusión tanto sobre el sentido del neoliberalismo como sobre el contenido de las recientes luchas obreras.

Pero el argumento de López adolece de otra falencia, producto, a mi juicio, de su interés por descalificar la acción de la izquierda en el movimiento obrero. Artemio toma nota de la “situación crítica que afecta a la industria automotriz”, cuyos indicadores son los despidos y suspensiones de público conocimiento. Sin embargo, ignora prolijamente el significado de los despidos y suspensiones en un contexto signado por la inflación. Para un trabajador asalariado, ser despedido o suspendido marca la diferencia entre ser y no ser. Sin salario no puede mantenerse una familia, de ahí la tremenda importancia que asume la pérdida del mismo, ya sea por despido (caso más terrible) o por suspensión; de ahí la resistencia de los trabajadores frente a esas medidas. Esto, que es una obviedad, resulta ininteligible para Artemio, quien prefiere atribuir todo el problema a la acción de pinzas entre el activismo obrero (el “neoliberalismo trotskista”) y los medios de comunicación concentrados. En este punto, todo el análisis de López se transforma en una chicana contra las luchas obreras, perdiendo todo carácter científico.

El artículo de López deja de lado, tal vez por exigencias de espacio, dos hechos particularmente importantes. Por un lado, el paro nacional del 10 de abril, que mostró tanto el descontento con el deterioro del salario real como la capacidad del movimiento obrero para paralizar la actividad económica. Por otro lado, las huelgas nacionales de los bancarios, cuya extensión fue muy superior a las medidas de años anteriores. En ambos casos no puede hablarse de “neoliberalismo trotskista”, y sí de una conjunción de factores entre los cuales el más significativo es el peso de la inflación sobre el salario real.

El término “neoliberalismo trotskista” puede ser útil como chicana fácil, pero dice poco y nada acerca de la situación de los trabajadores argentinos en 2014. Gracias al uso de ese concepto, López puede dejar de lado cuestiones tales como la ofensiva del sindicalismo peronista (kirchnerista), en estrecha alianza con las patronales, para eliminar a los militantes combativos. En este sentido, el secretario general del SMATA (el sindicato de los trabajadores de la rama automotriz), Ricardo Pignanelli fue claro, al jactarse de que ya no existían delegados izquierdistas en el sindicato. Al poner el acento en el “trotskismo”, López aporta su granito de arena a la campaña contra la militancia de base en el movimiento obrero. Una vez más, en una situación de crisis, el “progresismo” se da la mano con la patronal y con los exponentes más reaccionarios del movimiento obrero.

Villa del Parque, domingo 27 de julio de 2014


2 comentarios:

Manuel dijo...

Gracias por sus aportes compa. Lo leo a usted en ocasiones y siempre tiene juicios acertados.

Respecto del tema de la nota, hay mucha tela que cortar y quizás ni vale la pena molestarse con los métodos estalinistas de debate. Hablar de "trotskystas neoliberales" para mencionar al FIT no es sino una caricatura de la caricatura del social-fascismo y el trosko- fasicsmo contra el cual los estalinistas luchaban entre 1928 y 1933.

Por otra parte, que el progresismo se una al estalinismo no es tan raro: los mismos ex-guerrilleros (siempre de pasado estalinista, entendiendo que el che y el maoísmo fueron estalinistas)hoy encabezan gobiernos progres (Rouseff, Ortega, Cerén, etc).

Es más, lo burdo del "argumento k" se deriva del cuantitativismo espurio con el cual opera el método sociológico (amarxista). Esto es, podemos tener estadísticamente muchas huelgas en un período determinado, pero las mismas pueden ser cortas, con demandas que no se enfrentan al patrón directamente y de baja combatividad. Para distinguir un período de alza de lucha de clases es esencial utilizar distinciones cualitativas: tipo de demandas, sector obrero, acciones de solidaridad de clase, métodos de lucha, combatividad, nuevas formas de organización, formas de encarar los resultados de la lucha (si es una derrota decirlo y no consignar un fracaso autoculpable), relaciones con la el marco laboral institucional, etc, etc.

Lo poco serio del "argumento k" radica precisamente en que determina la existencia de una baja conflictividad meramente tirando una cifra cuantitativa cualquiera y no considera el aspecto cualitativo...

Ariel Mayo (1970) dijo...

Manuel, muchas gracias por tus comentarios. Totalmente de acuerdo en la necesidad de adoptar un criterio cualitatito para caracterizar las acciones de la clase obrera; el criterio cuantitativo utilizado por Artemio tiende a dejar de lado la construcción de una conciencia obrera, que se da precisamente en y a través de la lucha. Coincido plenamente en lo que decís respecto al papel del PC. Saludos,