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lunes, 21 de julio de 2014

LA LARGA MARCHA DESDE JAURETCHE AL MODELO AGROEXPORTADOR: EL KIRCHNERISMO Y EL ACUERDO COMERCIAL CON CHINA

Los intelectuales “progresistas” que acompañan al kirchnerismo utilizaron la expresión “batalla cultural” (o “revolución cultural”) para designar al proceso por medio del cual se avanzaría hacia la “emancipación nacional y social”. Según estos intelectuales, muchos de ellos provenientes del viejo PC (Partido Comunista) argentino, la correlación de fuerzas era desfavorable para los sectores populares, de modo que resultaba imposible confrontar en el plano político o económico con las “corporaciones”. La única lucha posible era la “cultural”. A partir de una interpretación de la obra de Gramsci, en la que dejaban de lado la cuestión del poder en el lugar de producción, consideraban que era posible y necesario comenzar pugnando por la “hegemonía cultural”, pues era el único terreno en donde era posible enfrentar a las corporaciones sin poner en peligro la estabilidad democrática. Por último, estos “progresistas” concebían al kirchnerismo como un movimiento nacional y popular, ya sea como una continuación del viejo peronismo o como un nuevo movimiento histórico.

Ahora bien, hablar de “batalla cultural” era rentable, pues permitía acceder a cargos en el aparato estatal y/o en los medios oficialistas, sin afrontar ninguno de los rigores de la lucha política (cabe recordar que el kirchnerismo, a diferencia del peronismo del período 1955-1973, tenía el control del aparato estatal) y sin exigir demasiado a las neuronas, pues la batalla por la “hegemonía” podía librarse en los ámbitos más inofensivos, sin perturbar las ganancias de los empresarios durante la “década ganada”. La cuestión se complicaba, en cambio, cuando estos intelectuales tenían que adoptar definiciones en el terreno económico. El kirchnerismo representó la salida capitalista a la crisis de 2001 y se apoyó tanto en la devaluación emprendida por el duhaldismo como en la legislación laboral sancionada por el menemismo. Las ganancias empresariales a lo largo del período 2003-2014, acompañadas por la persistencia de la precarización laboral y la profundización de la desigualdad social, impedían hablar abiertamente de una economía orientada hacia la “emancipación nacional y social”. Pero los intelectuales “progresistas” y los peronistas recurrieron a un viejo comodín para evitar referirse a los aspectos desagradables del modelo. El crecimiento económico promovido por el kirchnerismo estaba dirigido a fortalecer a la “burguesía nacional”, paso imprescindible para poder avanzar hacia la “liberación nacional”. Las ganancias empresarias eran justificadas en función del desarrollo de dicha burguesía. Que se tratara de un “capitalismo de amigos” (la expresión es de los mismos kirchneristas), dedicados a enriquecerse a como diera lugar, carecía de importancia para los intelectuales “progresistas”, fascinados con supuesto renacimiento del movimiento nacional y popular.

Muy pronto la “burguesía nacional” demostró ser muy poco nacional. Como sucedió otras veces en la historia, la burguesía argentina se dedicó a los negocios con ganancias rápidas, a fugar capitales y a vivir a costa de los subsidios estatales. El crecimiento sostenido se terminó transformando en un estancamiento sostenido y la tasa de inversión disminuyó en vez de incrementarse.

El capitalismo argentino se ve obligado a una nueva reestructuración para salir de la crisis. Para los intelectuales la cuestión era peliaguda, porque la “burguesía nacional” se había diluido en la nada y el Estado nacional carecía de recursos para impulsar un proceso de inversión de la magnitud necesaria para la reconversión del modelo de acumulación. ¿Qué hacer? El camino obvio para los kirchneristas era recurrir a la inversión extranjera. Pero esto no era tan fácil de digerir para los intelectuales que se habían cansado de pregonar la “liberación nacional y social”.

Hernán Brienza, quien siempre se ha distinguido por su falta de escrúpulos y por su obediencia a los mandatos de la “Jefa” (Cristina Fernández), aporta la solución en un artículo publicado en la edición dominical del diario kirchnerista Tiempo Argentino (20/07/2014). Dicho de modo sintético, Brienza propone volver al modelo agroexportador, cambiando en este caso a Inglaterra por China en el rol de país que compra los alimentos producidos por Argentina y quien provee a este país de los bienes manufacturados. Con esta sola propuesta cancela definitivamente a la “burguesía nacional” y a la idea misma de una política medianamente autónoma en el plano internacional.

Démosle la palabra al amigo Brienza:

La tesis de Tulio Halperín Donghi sobre la inviabilidad de Argentina tras el derrumbe del Imperio Británico en el período de entreguerras tiene cierto fundamento. Si bien Mario Rappoport demostró que la economía argentina creció mucho más entre 1930 y 1980 que en los períodos sumados del modelo agroexportador (1860-1930) y el neoliberal (1980-2002), la inserción en el comercio internacional siempre fue dificultosa tras el derrumbe de Inglaterra. La razón es sencilla: Gran Bretaña, como Imperio, tenía una economía complementaria con Argentina; Estados Unidos, competitiva.
Hoy, después de muchas décadas, nuestro país tiene una oportunidad única. La potencia que va en camino a convertirse en la principal economía del mundo es complementaria a la nuestra. China necesita para alimentar a sus 1400 millones de habitantes, los productos que Argentina exporta con ventajas relativas: proteínas.

O sea, la “década ganada” volvió a parir el modelo agroexportador. Para quienes no lo recuerden, conviene decir que este modelo designa la relación entre Argentina y el Imperio Británico entre 1880 y 1930. En este período, nuestro país exportó trigo y carne a Inglaterra; a cambio, recibíamos productos manufacturados británicos. Es claro que la posición de Argentina en este proceso era dependiente. Nuestra burguesía se fortaleció al calor de esta relación, sin que en ningún momento se propusiera desafiar a los intereses ingleses. El período agroexportador demuestra con toda crudeza que la burguesía no tiene patria o, mejor dicho, que su lealtad a la patria está condicionada por la búsqueda de mejores ganancias. Este periodo también se caracterizó por la violencia con que fueron reprimidas las protestas obreras. Este hermoso modelo (al día de hoy reivindicado en medios tradicionales de la burguesía argentina como es el diario La Nación), es el que viene a proponernos ahora el amigo Brienza. Nuestro periodista podrá ser muchas cosas, pero es sobre todo un auténtico caradura. Sólo así puede entenderse el salto dialéctico que realiza al reclamar la vuelta al modelo agroexportador, después de haber llenado páginas y páginas de loas al pensamiento “nacional”.

La desfachatez de Brienza llega al extremo de apoyarse en palabras del empresario Franco Macri para justificar su opinión sobre el modelo agroexportador:

En este punto, sólo cabría agregar una oportuna declaración del empresario Franco Macri, quien sostuvo con precisión: "Nosotros hemos sido casi siempre súbditos y no aliados de Estados Unidos y de Inglaterra. De China somos aliados, y algunos no lo pueden entender. Nosotros con la infraestructura hemos perdido –de Frondizi hasta acá– el tren todo el tiempo, y necesitamos hacer de todo. No venimos atrasados del actual gobierno. El actual gobierno ha continuado y Néstor Kirchner ha tenido una visión muy importante de todo esto. Pero estamos años atrasados." 

Que Brienza tenga que recurrir al testimonio de Franco Macri, un empresario enriquecido gracias a los subsidios estatales, para abrochar su argumento, es un indicador de la crisis del pensamiento “nacional y popular”. Que acepte este testimonio en el sentido de que la relación entre Argentina y China será de alianza y no de subordinación es un chiste de mal gusto. Pero Brienza persevera y comenta así lo dicho por Macri:

“La cuestión que plantea Macri es más que interesante. La relación económica de complementariedad entre China y Argentina puede reconstituir un círculo de exportación virtuoso para nuestro país. Incluso una gran oportunidad para incorporar trabajo y valor a los productos de exportación primarios. Pero la pregunta que queda flotando es la siguiente: ¿tiene la industria argentina la capacidad para responder a la demanda del mercado chino?”

Es decir, Argentina exportará productos primarios a China. Volvemos otra vez a 1880, cambiando únicamente el destino de nuestra producción. Y pensar que el amigo Brienza mentaba hace unos años a Don Arturo Jauretche… Claro que piensa un margen de autonomía para Argentina: adecuarnos a las necesidades de la economía china…

El editorial de Brienza es de interés porque expresa la completa capitulación de la intelectualidad “progresista” frente a la lógica del capital. Que se entienda. Brienza es, por sobre todas las cosas, un mercenario al servicio de las necesidades diarias del kirchnerismo. En sus artículos aparecen todas las bajadas de líneas de Cristina hacia los intelectuales y los militantes. Es un pionero y un devoto de la práctica de “tragar sapos”. Pero por esto mismo expresa con toda claridad el “clima” de la época. El resto de la intelectualidad “progresista” se diferencia de Brienza en la mayor presencia de reparos para adaptarse a las demandas de momento de la “Jefa”. Pero todos ellos viven de los fondos públicos y no tienen grandes márgenes para sacar los pies del plato. Brienza expresa con franqueza y poca elaboración una tesis que es defendida con mayor pulcritud por otros intelectuales “kirchneristas”. Muerto el fantasma de la “burguesía nacional”, queda el recurso al fantasma del “modelo agroexportador”, aprovechando las “ventajas comparativas” de Argentina, ya sea en producción de alimentos, ya sea en la producción de combustibles (Vaca Muerta).

Brienza siempre se ha declarado peronista. Es curioso que un movimiento que comenzó con una gigantesca movilización obrera y que ganó su primera elección presidencial arremetiendo contra los EE.UU. (la consigna Braden o Perón), termine pidiendo a gritos un socio para reimplantar una versión moderna del modelo agroexportador. Por supuesto, la “curiosidad” se esfuma cuando se deja de ver la historia en términos de “nacional-populares” y se pasa a una concepción de la misma centrada en la lucha de clases.

Es sintomático que Brienza omita toda referencia a la clase obrera. En este punto también es sincero. El modelo agroexportador, en versión antigua o en versión moderna, implica un aumento de la explotación de los trabajadores. Pero esto queda fuera del horizonte de las “batallas culturales” de nuestros intelectuales “progresistas”.

En este artículo omití deliberadamente todo comentario respecto a la viabilidad del acuerdo entre Argentina y China. Es muy probable que en toda la difusión que se le ha dado al asunto haya mucho más de desesperación gubernamental por obtener dólares rápidamente, que de realidades concretas. Pero esta cuestión, con toda su importancia, es secundaria en relación con el tema central de este artículo. Frente a la crisis del modelo de acumulación de capital promovido por el kirchnerismo, nuestra burguesía responde planteando la necesidad perentoria de reinstaurar un modelo agroexportador. Esta es la cuestión de fondo. Todo lo demás son zonceras.



Villa Jardín, lunes 21 de julio de 2014

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