Unas pocas palabras a modo
de introducción a esta nueva sección del blog. La burguesía es el actor social
con mayor conciencia de clase en la Argentina. Esta conciencia se despliega a
través de una multitud de acciones tendientes a asegurar los privilegios
derivados de la propiedad de los medios de producción. Estas acciones son
llevadas a cabo por empresarios, políticos e intelectuales. Además, para fijar
una fecha arbitraria, desde la mal llamada Conquista del “Desierto” (1879)
hasta la actualidad, nuestra burguesía ha dado muestras de una ferocidad
inusitada en la defensa de su propiedad. Sus intelectuales han tenido siempre
entre las tareas a cumplir el ocuparse de borrar las huellas de las atrocidades
cometidas por la clase a que pertenecen, por nacimiento o por elección. Es por
ello que hemos resuelto dedicar una serie de artículos a los representantes de
la clase dominante argentina. El título de la sección responde a que es
habitual adjudicar el adjetivo “clasista” a los militantes obreros de base o a
la izquierda; sin discutir la pertinencia de esta caracterización, hay que
decir que los personajes de los que nos ocuparemos en esta sección merecen
largamente la calificación de “luchadores clasistas”, porque se desviven
diariamente por asegurar la perpetuación de la explotación capitalista en
Argentina. Claro está que su “modestia” les impide aceptar este calificativo.
José Luis Espert es un
economista formado en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y en el
CEMA. Adscribe al más rancio liberalismo económico. Colabora regularmente en La
Nación, esa “tribuna de doctrina” de la burguesía argentina.
En el artículo “Psicología
del desacato” (La Nación, 10 de julio de 2014), Espert expone su opinión sobre
la negociación entre el gobierno argentino y los denominados “fondos buitres”. Antes
de leer el artículo es conveniente tener en cuenta: a) Espert considera que el
capitalismo “es el mejor de los mundos posibles” y, por tanto, cualquier
crítica a esta forma de organización social equivale a una expresión de
irracionalidad; b) Espert es un férreo opositor al kirchnerismo, del que lo
separan el universo discursivo y la tendencia a maquillar el carácter de clase
del Estado. Espert prefiere la franqueza, el llamar al pan pan y al vino vino.
El Estado capitalista tiene que impulsar por todos los medios la acumulación de
capital y dejarse de embromar con subsidios para los trabajadores (salvo en
caso que las papas quemen - léase
desafío de los trabajadores a las relaciones capitalistas - y haya que asegurar
la estabilidad del sistema).
Vamos al artículo de nuestro
luchador. El gobierno kirchnerista (Néstor y Cristina) se caracterizó por pagar
a rajatabla los intereses de la deuda a los acreedores externos. Lejos de la
confrontación y más allá del discurso, el kirchnerismo abonó 173 mil millones
de dólares al tan aborrecido (en el discurso) capital financiero internacional.
Sin embargo, Espert no estaba conforme. La negociación pendiente con Repsol por
la expropiación de YPF, las demandas pendientes en el Ciadi, la deuda con el
Club de París, la deuda impaga a los “fondos buitres”, eran banderas de batalla
de un militante de la burguesía como Espert. Había que pagar o pagar el 100 %
de la deuda y punto.
Este año las cosas
cambiaron. Urgido por la crisis de su política económica, el kirchnerismo dejó
de lado las reticencias discursivas y entregó todo lo que había que entregar a
los acreedores externos. Indemnización a Repsol, acuerdo con el Club de París,
fueron los jalones centrales de este proceso. Axel Kicillof, ministro de
Economía con fama de “heterodoxo” (quienes lo consideran “marxista” demuestran
un agudo sentido del humor), fue el personaje ideal para llevar adelante las
genuflexiones de rigor ante el capital financiero. Kicillof, como negociador,
tiene la virtud de matizar la entrega más escandalosa con los gestos más
ampulosos e inofensivos de desafío. Todo ello dejó a Espert sin libreto y
obligado a reformatear su discurso. Pero un luchador consecuente siempre sabe
acomodarse a nuevas circunstancias teniendo en cuenta su objetivo esencial: la
defensa de los intereses del capital.
Como sabemos, el
kirchnerismo aceptó negociar con los “fondos buitres”, a quienes atacó
discursivamente durante años. De hecho, que se el juez Griesa quien decida los
destinos de la economía argentina no es casualidad, sino que obedece a la
decisión del patriota Néstor Kirchner de aceptar la jurisdicción de la justicia
del Estado de New York para decidir los litigios con los bonistas. Es claro,
también, que el kirchnerismo no rechazó el fallo de Griesa sino que está
negociando qué porcentaje se les va a pagar en efectivo a los “buitres” y qué porcentaje
en bonos. Esta es la esencia del asunto. Sin acuerdo con los acreedores
externos, no hay inversión en Argentina y sin inversión no hay acumulación de
capital.
En este contexto hay que
enmarcar la intervención de Espert. Sin medias tintas, afirma que el gobierno
tiene que acatar plenamente la sentencia de Griesa y pagarle el 100 % a los “buitres”.
En esto, Espert muestra cómo la burguesía argentina es muchísimo más
internacionalista que nuestra clase obrera. Espert comprende la ligazón
indisoluble entre nuestra burguesía (el adjetivo “nacional” es casi una muestra
de humor inglés) y el capital internacional.
Espert toma revancha del
silencio a que lo relegó la política kirchnerista de los últimos tiempos y
muestras las inconsecuencias del kirchnerismo en su negociación con los
acreedores externos:
“Al quedar descartada la opción de pagar cash la sentencia,
automáticamente entró la opción de, al menos una parte, pagarla con bonos de la
deuda pública. Y ahí comienza la negociación ¿Cuánto de cash y cuánto de deuda?
Pero al dispararse la negociación, la RUFO (1) deja de tener 0% de probabilidad
de ocurrencia versus si se tratara de un solo pago cash (un bonista al ver al
gobierno "negociando" una mejora, aún dentro del juicio perdido,
podría demandarle esa mejora al gobierno argentino). Luego, al aparecer la
RUFO, aparece también el terror oficial de que un problema de una sentencia
perdida de nada más que u$s1.500M terminara siendo, en el peor de los casos, de
casi 100% del PBI y en una situación intermedia de u$s150.000M.”
Espert razona del siguiente
modo: Si vamos a pagar, si vamos a conceder todo a los acreedores externos,
¿por qué no entregar todo de una vez, habida cuenta que eso fue lo que se hizo,
por ejemplo, en las negociaciones con el Club de París? La impaciencia
militante consume a nuestro militante de la burguesía. Espert tiene en claro
que el capitalismo es un sistema donde la explotación forma parte indisociable
de las reglas de juego y que cualquier invocación a la justicia está de más en
una negociación con el capital. Es claro que puede decir esto porque, a diferencia
del kirchnerismo, Espert no tiene el problema de ganar elecciones. Por eso
atribuye las vacilaciones del gobierno a cuestiones psicológicas. Llevado por
su entusiasmo casi adolescente en defender al capital, no comprende que la
sinceridad no vende en política.
Espert termina por proponer
una salida que incluye en la negociación con los “buitres” a los bonistas que
participaron en los canjes de 2005 y 2010:
“…hay quienes piensan, desde el punto de vista jurídico, que a
Cristina Kirchner, si no quiere entrar en default, no le queda otra que incluir
en la negociación a todos los demás holdouts y a todos los bonistas que
aceptaron los canjes de deuda 2005-2010 de manera urgente, para que los
holdouts le pidan a Griesa reponer el stay= "no innovar" (sobre las
cautelares que la justicia americana dictó en su favor en los últimos 2 años),
y una vez reinstalado, negociar con ellos (los holdouts) cómo pagarles el 100%
de sus acreencias y lograr la anuencia (con firma de por medio dentro del
juzgado de Griesa) de los bonistas de esa negociación para que éstos no
litiguen también contra la Argentina.”
El artículo concluye con una
reflexión paradójica:
“Así que de la misma manera que no hay buitres sin deuda, no
hay deuda sin déficit, no hay déficit sin políticos gastomaníacos y no hay
políticos gastomaníacos sin una sociedad indigna.”
Alguien debiera advertirle a
Espert que el exceso de sinceridad es peligroso. Sólo alguien que considera al
capitalismo como la única forma posible de organización social puede escribir
alegremente un párrafo como el precedente. Ahora bien, si se deja de lado esta
visión, se puede llegar a pensar que la “indignidad” de la sociedad argentina
radica en la profunda desigualdad social, que permite, por ejemplo, que la
burguesía viva en barrios privados y que la clase trabajadora viva, en muchos
casos, en barrios privados de cloacas, de agua corriente, de servicios de
salud. En síntesis, que la “indignidad” es consecuencia lógica de la
explotación capitalista, aunque esto sea imposible de imaginar en el horizonte
mental de un Espert.
Villa del Parque,
sábado 12 de julio de 2014
NOTAS:
(1) Rights Upon Future Offers.
Cláusula introducida en los canjes de la deuda en 2005 y 2010. Establece que
Argentina se compromete a ofrecer a los bonistas que participaron de esos
canjes las mismas condiciones que se acuerden en reestructuraciones posteriores
de la deuda, siempre y cuando sean mejores que las ofrecidas en los canjes
mencionados. Su vigencia vence el 31 de diciembre de 2014.
2 comentarios:
"... sino que obedece a la decisión del patriota Néstor Kirchner de aceptar la jurisdicción de la justicia del Estado de New York para decidir los litigios con los bonistas." Error. Los bonos que quieren cobrar los holdouts son ANTERIORES al canje kirchnerista. En cuanto a la crítica a que Espert dice lo que dice porque no tiene que ganar elecciones ¿no se aplica también al autor del artículo?
Gracia al anónimo lector (perdón pero no encuentro una fórmula más satisfactoria para nombrarlo) por el comentario. Respondo. Respecto a la primera cuestión, es claro que Néstor Kircher y Cristina Fernández aceptaron la jurisdicción del Estado de Nueva York; en el caso de bonos anteriores, no levantaron la voz para rechazar esa jurisdicción. Respecto al segundo tópico. Si sólo pudiera opinar sobre temas políticos aquél que tiene un interés directo por ser candidato en elecciones, pues entonces no habría ni sociología, ni ciencia política, ni periodismo. Estoy seguro de que esa no es la intención del lector. Saludos,
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