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jueves, 10 de noviembre de 2011

RESEÑA: PIMENTA, JOAO PAULO (2011). ESTADO Y NACIÓN HACIA EL FINAL DE LOS IMPERIOS IBÉRICOS. RÍO DE LA PLATA Y BRASIL, 1808-1828



Pimenta (Sao Paulo, 1972) es un historiador brasileño. Profesor en el Departamento de Historia de la Universidad de Sao Paulo desde 2004, también se ha desempeñado como profesor visitante del Colegio de México (2008) y en la Universidad Jaime I de España (2009). Su especialidad es el estudio del proceso de constitución de las nacionalidades y los Estados en el período de la independencia en el área del Río de la Plata (incluyendo aquí a Brasil).

En la obra que reseñamos [1], Pimenta estudia el desarrollo de la nación dentro del espacio geográfico rioplatense, que abarca Argentina, Brasil y Uruguay. El libro se inscribe en una corriente general de la historiografía latinoamericana de las tres últimas décadas, que privilegia el estudio del problema nacional. Pimenta trabaja la cuestión de lo nacional en el período que se inicia con la crisis de los imperios ibéricos (España y Portugal) en 1808, y que culmina con el tratado de paz entre Argentina y Brasil, y el consiguiente reconocimiento de la independencia de la República Oriental del Uruguay en 1828. En palabras del autor, “este libro estudia la disolución de los imperios ibéricos en América y los primeros vislumbres de lo que serán algunos de los Estados nacionales modernos en el área rioplatense, en un período en el cual los imperios aún no habían desaparecido por completo de los horizontes políticos imaginables por los hombres y las mujeres de la época, ni tampoco se habían establecido definitivamente las soluciones políticas opuestas a estos últimos.” (p. 13).

Pimenta aborda, pues, un período de transición. Esto lo lleva a trabajar dos cuestiones básicas. En primer lugar, está el problema de “¿hasta qué punto y en qué medida los procesos de formación del Estado y la nación modernos se encuadran en esquemas generales de desarrollo, teniendo como base de comparación procesos equivalentes en el centro del sistema mundial?” (p. 23). En segundo lugar, la discusión del “mito de los orígenes”, promovido por la historiografía tradicional en Argentina, Brasil y Uruguay, que sostenía que los territorios nacionales de los respectivos países tuvieron una existencia prenacional embrionaria, que se remontaba al período colonial, anterior a la conformación de los distintos Estados.

A lo largo de la obra, Pimenta desarrolla su análisis por medio de tres conceptos fundamentales: territorio, nación y Estado. El autor estudia el proceso de transformación de los conceptos de nación y Estado, en el pasaje de las formaciones políticas ligadas al mundo del Antiguo Régimen a los Estados independientes surgidos de la crisis de los imperios ibéricos. “Estado y nación: he aquí las dos palabras clave y los dos fenómenos diferentes que orientaron su construcción y que fueron capturados en el interior de los discursos y proyectos políticos coexistentes, muchas veces contrarios entre sí, y de cuyo enfrentamiento ha resultado la propia mecánica del proceso en general. Al luchas por mantener el orden vigente, por reformarlo o por superarlo, los hombres involucrados en dicho juego político invariablemente vincularon proyectos de Estados y de naciones a una necesaria redefinición de espacios de jurisdicción de poder, en función de los cuales serían diseñados los nuevos territorios.” (p. 17). Ahora bien, a lo largo del período analizado en la obra, se produjo una transformación radical del significado de los conceptos de Estado y nación. Así, la nación, desprovista en el Antiguo Régimen de connotaciones políticas, pasó a tornarse progresivamente en una referencia política. Esta transformación se conjugó con la experimentada por el Estado, que pasó de estar identificado con la monarquía (Estado patrimonialista) a ser identificado con la nación y con una nueva concepción de la soberanía (introducida por las Revoluciones burguesas), según la cual esta última no era ya un atributo del monarca o del jefe de Estado, sino de la nación, “la colectividad formada por nuevas condiciones pactistas entre los hombres.” (p. 19). El enfoque adoptado por el autor se caracteriza por concentrarse en la cuestión del territorio, dejando de lado otros enfoques más frecuentes, como el de la historia económica y social (el estudio de las condiciones materiales para la constitución de un Estado nacional) o el de las Revoluciones burguesas. Pimenta define el concepto de territorio del siguiente modo, “en el presente estudio, el territorio es, simultáneamente, una idea y una realidad que organiza y le confiere sentido al Estado y a la nación.” (p. 17).

A partir de lo anterior, Pimenta considera que uno de los rasgos fundamentales del período abordado en su obra consiste en el pasaje entre “dos tipos de formación territorial completamente diferente”: el “territorio colonial” y el “territorio nacional”. En este sentido cabe afirmar que el Estado nacional (que se consolidó después del período analizado en el libro) representa un nuevo tipo de formación territorial, totalmente distinto a las formas de organización territorial del período colonial: “La diferencia fundamental entre la territorialidad de los Estados del Antiguo Régimen y la de los Estados nacionales radica en que, en estos últimos, el ejercicio de la soberanía impersonal se conjuga con la necesidad de control total de una economía centralizada (ausencia de monopolios, existencia de mercados internos unificados, etc.) de lo que se deduce la necesidad de cerrar la acción del Estado a través de fronteras continuas y debidamente establecidas, evitando al máximo las variaciones territoriales, tan familiares a la política del Antiguo Régimen. Dentro de esta nueva fórmula, el territorio es tanto el sostén físico de la existencia del Estado como el de la nación.” (p. 19).

La posibilidad misma de la formulación del “mito de los orígenes” radica en la ausencia de la distinción entre las formas de territorialidad a las que se hizo referencia en el párrafo anterior. El trabajo de Pimenta, al acentuar la existencia de una discontinuidad entre el “territorio colonial” y el “territorio nacional”, representa una impugnación de la historiografía centrada en dicho mito, pues muestra a las claras la inexistencia de un espacio nacional preexistente a la constitución de los primeros Estados independientes en el área.

Pimenta elaboró su libro en torno al análisis de la prensa publicada en el área estudiada a partir de la crisis de las monarquía en 1808. Los motivos de esta elección son varios; entre ellos, destaca que la prensa, en una época en la que todavía no se habían desarrollado nuevas instituciones, constituía un vehículo privilegiado para la realización de los debates políticos. En una época de crisis, marcada por la inestabilidad y el carácter provisional de muchas de las instituciones, la prensa “es también una de las principales armas de lucha disponible para poblaciones aún poco habituadas a la crítica política, mediante noticias y silencios, artículos y polémicas, en fin, por la organización de posiciones, lo que constituye el fundamento de la actividad periodística.” (p. 22). Para el autor, la prensa del período constituye una fuente primordial para comprender los cambios en la cultura política generados durante el periodo de transición.

Pimenta se preocupa a lo largo de la obra por establecer los elementos de ruptura y de continuidad entre la América ligada a los imperios ibéricos y la América independiente. En definitiva, su estudio tiene por objetivo principal establecer “hasta qué punto la construcción de modalidades específicas de superación del viejo orden, con proyectos y realizaciones de nuevos Estados, nuevas naciones y nuevos territorios independientes de las metrópolis europeas, se vio determinado por una lógica no solamente de rupturas sino también de continuidades; y hasta qué punto las referencias a los nuevos Estados y las nuevas naciones – así como los proyectos políticos que vincularon a ambos de un modo indisociable – fueron realizados en referencia directa a los elementos del orden que estaba siendo desintegrado.” (p. 22).

El libro tiene la siguiente estructura. En la primera parte, integrada por los capítulos 1 y 2, Pimenta reconstruye el “mito de los orígenes” y la relación habitual entre “territorio colonial” y “territorio nacional”. Sólo a partir de esta operación es posible concebir efectivamente al período estudiado como una etapa de “transición”, signada por la emergencia de diferentes proyectos políticos, cada uno de los cuales formula una concepción diferente frente al problema de la relación entre territorio, nación y Estado.

En la segunda parte de la obra, que abarca los capítulos 3-6, realiza la reconstrucción del período examinado, haciendo hincapié en la inexistencia de un camino preestablecido para resolver el problema del territorio en el área rioplatense. En el capítulo 3 presenta el surgimiento de una cultura política durante el ocaso del sistema colonial, dedicando especial atención al impacto producido por la instalación de la Corte portuguesa en Rio de Janeiro en 1808. En el capítulo 4 se desarrolla el proceso de redefinición de las unidades territoriales a partir de la crisis del sistema colonial en 1808-1810. El autor tiene especial cuidado en destacar que ninguna de las nuevas unidades coincidía plenamente ni con las estructuras coloniales ni con los futuros Estados nacionales. El capítulo 5 está dedicado al período comprendido entre 1820 y 1825, y gira en torno al impacto de la independencia del Imperio del Brasil y a la incorporación de la Provincia Cisplatina al mismo. El autor sostiene que el espacio que ocupa Uruguay en la actualidad jugó un papel central durante el período, pues representó la zona de intersección entre dos proyectos diferentes de centralización política, esto es, el encarnado por las Provincias Unidas (bajo la hegemonía de Buenos Aires) y el liderado por el Imperio del Brasil. La definición de la nación “argentina” y de la nación “brasileña” se construyó en un primer momento de modo negativo, por referencia al otro que debía se combatido. La “Banda Oriental” como espacio disputado entre ambas “naciones” fue, por tanto, la piedra de toque para dicha definición. El capítulo 6 está dedicado al examen del período de la guerra entre las Provincias Unidas y el Imperio del Brasil (1825-1828). En este momento se agudizan las líneas expuestas en el capítulo anterior, y se verifica el fracaso del proyecto centralizador de Rivadavia en Buenos Aires, y de Pedro I en el Imperio del Brasil. Finalmente, la emergencia del Uruguay independiente expresa mucho más la intersección de las luchas entre brasileños y argentinos, que la aparición de una “nacionalidad” uruguaya, que fue construida con posterioridad a la independencia.

En las conclusiones del libro, el autor sostiene que en el período tratado Estado y nación, que originalmente se referían a realidades distintas, se fueron aproximando entre sí hasta confluir en la conformación del Estado nacional. Este proceso no fue, sin embargo, ni lineal ni sencillo, como lo demuestra la larga transición entre 1808 y 1828, y se construyó en torno a la cuestión del territorio: “para que el Estado nacional se volviera una modalidad viable de organización de grupos sociales, se hizo necesaria una clara definición sobre su espacio de jurisdicción – tanto físico como social -, de lo que se desprende que el territorio haya sido la propia base de su existencia. El estudio de las relaciones entre práctica política y vocabulario en el contexto rioplatense mostró que ese presupuesto no era ajeno a los intereses de los agentes históricos de la época los que, al establecer antagonismos y crear solidaridades, siempre trataron de proyectar soluciones atendiendo a cada una de las ideas presentes en la tríada Estado-nación-territorio.” (p. 307).

El libro de Pimenta es un aporte importante al estudio del período temprano de la constitución de los Estados nacionales en el área del Río de la Plata. Uno de sus méritos más significativos consiste en la adopción de un enfoque que rechaza toda teleología en el desarrollo histórico al plantear que, al momento de estallar la crisis de los imperios ibéricos en 1808, no existía en el Río de la Plata ninguna entidad nacional que pudiera identificarse con los Estados nacionales que se constituyen a posteriori. Pimenta demuestra a través del análisis de la prensa de la época que “el mito de los orígenes” carece de soporte real, y que representa una estrategia de los historiadores para ensalzar la nacionalidad de los Estados nacionales una vez constituidos estos. De ningún modo este mito (ya sea en su variante argentina, brasileña o uruguaya) se condice con la realidad histórica. Otro de los logros de la obra está dado por el énfasis que pone el autor en la coexistencia de distintos proyectos políticos durante el período, cada uno de los cuales encarnaba en una forma diferente de organización territorial.

El punto más endeble del trabajo radica, paradójicamente, en la fuente empleada, esto es, la prensa de la época. Paradójicamente, porque es esta fuente la que le permite a Pimenta reconstruir la multiplicidad de opciones existentes. Sin embargo, el instrumento elegido tiene el defecto de que genera un sesgo a favor de las clases dominantes, quienes son las que se encuentran capacitadas, por el mero hecho de saber leer y escribir, para debatir por este medio. En este sentido, el libro de Pimenta termina por asemejarse a una historia “desde arriba”, pues la fuente utilizada no permite rastrear adecuadamente el pensamiento de las clases subalternas sobre la nación, el Estado y el territorio.

Mataderos, jueves 10 de noviembre de 2011

NOTAS:

[1] Pimenta, Joao Paulo. (2011). Estado y Nación hacia el final de los imperios ibéricos. Río de la Plata y Brasil, 1808-1828. Buenos Aires: Sudamericana. 409 p. (Traducción del portugués por Marisa Montrucchio).

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