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miércoles, 23 de febrero de 2022

LA REVOLUCIÓN COPERNICANA EN METAFÍSICA: KANT, PRÓLOGO A LA 2° EDICIÓN DE LA CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA

 


 

"Nuestra época es, propiamente, la época de la crítica,

a la que todo debe someterse.”

Immanuel Kant (1724-1804)


A modo de prólogo

La filosofía moderna surgió como respuesta a una serie de cataclismos que marcaron el derrumbe de la vieja sociedad feudal. El progresivo desarrollo del capitalismo sepultó, a veces gradualmente, a veces de manera súbita, las formas de producir y de pensar propias de la Edad Media. A nosotros, acostumbrados a una cotidianidad signada por el cambio, nos cuesta representarnos esos cataclismos. Por ello, cuando volvemos la vista a los cinco últimos siglos siempre estamos perdiéndonos de  algo que resulta imposible de recuperar: la sorpresa de trajinar una sociedad nueva, que sentía, pensaba y creaba alejándose cada vez más de los moldes del pasado. Los viajes descubrían mundos que eran viejos para sus habitantes y nuevos para los europeos, las nuevas materias primas y productos atiborraban los mercados, la ciencia ampliaba la extensión del universo (tanto a nivel macro como a nivel micro). Los viejos libros, con sus viejas palabras y sus viejas respuestas, no servían para dar cuenta de todas las maravillas que se abrían a los ojos de los navegantes, conquistadores, comerciantes y fabricantes que se extendían por el Nuevo y el Viejo Mundo. 

Eran necesarias una filosofía y un método diferentes.

Como sucedió siempre, la filosofía fue detrás de la vida. A partir del siglo XVI comenzó un período de crítica y reflexión, donde se forjaron nuevos métodos para obtener y validar el conocimiento científico, esa forma de saber que ganaba cada vez más espacio en la nueva sociedad. Vieron la luz el racionalismo y el empirismo. El primero, postulaba que la razón era la fuente del conocimiento seguro; el empirismo porfiaba que esa fuente se hallaba en los sentidos. Ambas corrientes desalojaron a la filosofía medieval, pero empiristas y racionalistas no terminaron de ponerse de acuerdo acerca de cuál de ellas era la más adecuada para resolver el problema del conocimiento.

Immanuel Kant (1724-1804) es, sin lugar a dudas, uno de los filósofos más importantes de la historia. Entre sus aportes más significativos al pensamiento universal se encuentra la formulación de la superación del racionalismo y del empirismo, desarrollada en la Crítica de la razón pura (1781). [1] Allí demuestra que tanto el racionalismo como el empirismo pecan de unilateralidad: mientras que el primero destaca el rol activo de la razón, el segundo se enfoca en el objeto (y en las impresiones que produce en nuestros sentidos). [2] Kant, en cambio, se centró en la relación entre objeto y sujeto, dejando así de lado el juego estéril del reflejo y las impresiones mecánicas, y puso en primer lugar la cuestión de la producción del objeto de conocimiento. En este terreno, y más allá de que se esté de acuerdo o no con la solución al problema del conocimiento propuesta por Kant, hay que reconocer que nuestro autor produjo una revolución copernicana, pues formuló una nueva pregunta, reconfigurando la cuestión y abriendo el camino a los desarrollos posteriores.

Hoy, en una época cargada de incertidumbre, leer a Kant puede ser una propedéutica para preparar las herramientas que sirvan para abordar de manera creativa el estudio de una realidad nueva, muy diferente a la de los siglos XIX y XX. 

Esta ficha aborda el prólogo de la segunda edición, fechado en Königsberg en abril de 1787. Para su confección se utilizó la traducción española de Mario Caimi: Kant, I. [1° edición: 1781]. (2014). Crítica de la razón pura. Buenos Aires, Argentina: Colihue. El prólogo se encuentra en pp. 15-41. [3]

Abreviaturas:

CRP = Crítica de la razón pura / RC = Revolución científica


¿Por qué la lógica, la matemática y la física son ciencias, en tanto que la metafísica no lo es?

Kant comienza preguntándose si la metafísica es una ciencia. Para dar respuesta a la cuestión enumera algunos indicadores que resultan propios de una actividad que no es científica: 1) la elaboración se detiene antes de llegar a la meta; 2) debe volver sobre sus pasos muchas veces y tomar otro camino; 3) las diferentes elaboraciones no se ponen de acuerdo sobre el modo en que se debe encarar la tarea común. La metafísica posee estas características; por lo tanto, se halla aún en una etapa de tanteos, pre-científica.

A continuación, menciona las disciplinas que ya se han convertido en ciencias:

Lógica: tomó el camino de la ciencia a partir de Aristóteles (384-322 a. C.). Desde ese momento no avanzó un paso. Esto es así porque se trata de una “ciencia que no demuestra estrictamente ni expone detalladamente, nada más que las reglas formales de todo pensar” (B VIII-IX; p. 16). La lógica hace abstracción de todos los objetos del conocimiento y de las diferencias entre ellos; en ella “el entendimiento (...) no se ocupa de nada más que de sí mismo y de su forma” (B IX; p. 16). 

En otras palabras, en la lógica la razón se ocupa de sí misma; en cambio, en las demás ciencias se dedica a estudiar objetos. Por todo esto, la lógica constituye la “antesala de las ciencias”, una propedéutica para las mismas. Kant considera, además, que la lógica puede efectuar la “evaluación” de los conocimientos; pero éstos se adquieren por medio de otras ciencias.

Aquí el filósofo alemán hace un alto en la exposición y se refiere al papel de la razón en las ciencias. Como ya indicó, en ellas la razón se ocupa de los objetos y realiza esto de dos maneras: a) para determinar al objeto y su concepto (conocimiento racional teórico); b) para hacer efectivamente real a su objeto (conocimiento práctico).

Kant señala que tanto el conocimiento racional teórico como el conocimiento práctico poseen una parte pura: “Aquella en que la razón determina su objeto enteramente a priori.” (B X; p. 17) En el programa de investigación kantiano esta parte debe ser expuesta en primer lugar, sin mezclarla con otras fuentes.

Acto seguido, examina la manera en que la razón determina los objetos de las ciencias.

Matemática: es un conocimiento racional teórico. Debe determinar a priori su objeto, de manera enteramente pura. Esta ciencia dejó de hacer tanteos cuando se produjo en ella una revolución del modo de pensar, que consistió en el descubrimiento de la demostración del triángulo isósceles. [4] Dicho de manera esquemática, para conocer las propiedades de la figura no había que guiarse por lo que se veía en ella ni por el mero concepto de la misma, sino que el matemático debía producir dichas propiedades “por medio de aquello que él mismo introducía a priori con el pensamiento según conceptos, y exhibía (por construcción) en ella; y que, para conocer con seguridad algo a priori, no debía atribuirle a la cosa nada más de lo que se seguía necesariamente de aquello que él mismo había puesto en ella según su concepto.” (B XII; p. 18) [5]

Física: es un conocimiento racional teórico. Debe determinar a priori su objeto, de manera pura (al menos en parte, pues luego esta determinación debe hallarse en conformidad con otras fuentes de conocimiento). En relación a la matemática tardó más en hallar el camino de la ciencia; este hallazgo se produjo por medio de una revolución en el modo de pensar, llevada a cabo por científicos como Galileo (1564-1642), Torricelli (1608-1647) y Stahl (1659-1734), quienes “comprendieron que la razón sólo entiende lo que ella misma produce según su [propio] plan, que ella debe tomar la delantera con principios de sus juicios según leyes constantes, y debe obligar a la naturaleza a responder a sus preguntas, más no debe sólo dejarse conducir por ella como si fuera llevada del cabestro; pues de otro modo observaciones contingentes, hechas sin ningún plan previamente trazado, no se articulan en una ley necesaria, que es, empero, lo que la razón busca y necesita.” (B XII-XIII; p. 19). 

En otras palabras, la revolución en el pensar experimentada por la física consistió en “la ocurrencia de buscar en la naturaleza (no atribuirle de manera infundada), de acuerdo con lo que la razón misma introduce en ella, aquello que debe aprender de ella, de lo cual ella por sí misma, no sabía nada.” (B XIII-XIV, p. 19) Kant critica aquí al empirismo o, para ser más preciso, a la actitud pasiva en el proceso de conocimiento. En vez de recopilar los datos que obtengo por medio de los sentidos, Kant propone salir de la mera recepción e ir a interrogar a la naturaleza (y a la sociedad). La razón debe encarar a la realidad con un plan, sabiendo de antemano qué es lo que busca.

Ahora bien, ¿qué ocurre en el terreno de la metafísica?

Ante todo, Kant comienza formulando una definición de la disciplina: “es un conocimiento especulativo enteramente aislado que se eleva por completo por encima de las enseñanzas de la experiencia, y que lo hace mediante meros conceptos.” (B XIV; p. 20) A diferencia de la matemática, por ejemplo, en la metafísica “la razón misma tiene que ser su propio discípulo” (B XIV; p. 20). O sea, los metafísicos no pueden recurrir a la experiencia (de ahí la caracterización precedente de conocimiento “enteramente aislado”). 

La situación de la metafísica podía calificarse de lamentable. Kant la caracterizaba como un “campo de batalla” en el que ninguno de los bandos contendientes podía asegurar su posición; por ende, los metafísicos lograban que su disciplina se elevase a la categoría de ciencia.

Ahora bien, si la metafísica se encuentra en el estado descrito en el párrafo anterior no tenemos otra alternativa que dudar de la razón, pues 

“¡cuán poco fundamento tenemos para depositar confianza en nuestra razón, si ella, en una de las cuestiones más importantes para nuestra avidez de conocimiento, no solamente nos abandona, sino que nos entretiene con ilusiones y finalmente nos engaña! (B XV; p. 21) 

O sea, lo que está en juego es la confianza de los seres humanos en la razón. Kant es plenamente consciente de las implicancias del problema.


La revolución copernicana en la metafísica

La resolución del problema de la metafísica requiere de una revolución en el modo de pensar, tal como ocurrió en la matemática como en la física. Ello supone poner fin, mediante algún tipo de superación, a la disputa entre empiristas y racionalistas

Kant presenta los alcances de la cuestión:

“Hasta ahora se ha supuesto que todo nuestro conocimiento se rige por los objetos; pero todos los intentos de establecer, mediante conceptos, algo a priori sobre ellos, con lo que se ensancharía nuestro conocimiento, quedaban anulados por esta suposición.” (B XVI; p. 21)

El postulado discutido en el párrafo anterior es propio del empirismo. Kant muestra la imposibilidad de construir algo sólido sobre él. ¿Qué hacer entonces? Propone llevar adelante un giro en la manera de pensar, semejante al realizado por Nicolás Copérnico (1473-1543) en astronomía. ¿Cómo implementar este giro en la metafísica? Mediante la implementación de un nuevo supuesto: “Los objetos deben regirse por nuestro conocimiento.” (B XVI; p. 21; el resaltado es mío - AM-) O sea, frente a la pasividad del sujeto en el empirismo, plantea el reconocimiento del rol activo de éste en el proceso de conocimiento.

El nuevo supuesto concuerda con “la búsqueda de un conocimiento de ellos [los objetos] a priori que haya de establecer algo de los objetos, antes de que ellos nos sean dados.” (B XVI; p. 21) 

Mediante la aplicación del supuesto mencionado se llevará adelante la revolución copernicana en metafísica, permitiendo que ésta se constituya en ciencia. En este sentido, el párrafo clave es el siguiente:

“Si la intuición debiese regirse por la naturaleza de los objetos, no entiendo cómo se podría saber algo sobre ella; pero si el objeto (como objeto de los sentidos) se rige por la naturaleza de nuestra facultad de intuición, entonces puedo muy bien representarme esa posibilidad. Pero como no puedo detenerme en esas intuiciones, si ellas han de elegir llegar a ser conocimientos, sino que debe referirlas, como representaciones a algo que sea [su] objeto, y debo determinarlo a éste mediante ellas, entonces puedo suponer, o bien que los conceptos mediante los que se lleva a cabo esa determinación se rigen también por el objeto, y entonces estoy nuevamente en la misma perplejidad en lo que concierne a la manera como puedo saber a priori algo de éste; o bien supongo que los objetos, y, lo que es lo mismo, la experiencia, sólo en la cual ellos son conocidos (como objetos dados), se rige por esos conceptos; y, entonces veo inmediatamente una respuesta más fácil, porque la experiencia misma es una especie de conocimiento, que requiere entendimiento, cuya regla debo presuponer en mí antes de que sean dados objetos, y por tanto, a priori, [regla] que se expresa en conceptos a priori, según los cuales, por tanto, todos los objetos de la experiencia necesariamente, se rigen, y con los que deben concordar.” (B XVII-XVIII; pp. 21-22)

Kant esboza aquí dos soluciones para el problema del conocimiento: a) la intuición (el conocimiento inmediato), que se rige por la naturaleza de los objetos; b) el objeto se rige por la naturaleza de nuestra facultad de intuición. 

Si elijo a, no es posible el conocimiento a priori (dado que este se halla separado de la experiencia), dado que en todos los casos el conocimiento requeriría un paso previo por el objeto (puede decirse que en la alternativa a el conocimiento es mero reflejo del objeto). En cambio, si opto por la alternativa b, es posible el conocimiento a priori. Es más, la teoría del conocimiento tiene que centrarse en indagar en que consiste nuestra facultad de intuición. 

Sin embargo, b está lejos de resolver el problema. Kant reconoce que no podemos detenernos en el nivel de la intuición, pues esta utiliza el concepto para determinar a su objeto. Pero si esto es así, ¿de dónde proviene el concepto? Otra vez vuelven a plantearse dos alternativas: 1) el concepto se rige por el objeto; 2) el objeto (y, lo que es lo mismo, la experiencia) se rige por el concepto. Es claro que si adopta la opción 1, es imposible el conocimiento a priori; en cambio, 2 hace posible el conocimiento a priori.

La experiencia requiere del entendimiento, cuyas reglas existen en el SH antes de que le sean dadas por el objeto. Sin estas reglas el conocimiento es imposible. En síntesis, Kant propone un método para convertir a la metafísica en ciencia. La proposición fundamental de la revolución copernicana en metafísica es la siguiente: “Conocemos a priori de las cosas sólo aquello que nosotros mismos ponemos en ellas.” (B XVIII; p. 22; el resaltado es mío -AM-)

Kant va a buscar los elementos de la razón pura en aquello que se puede confirmar y refutar por medio de un experimento. Lo explica así: las proposiciones de la RP se hallan más allá de la experiencia posible; en consecuencia, no puede hacerse experimento alguno con los objetos de ella. Pero, ¿cómo llevar a cabo un experimento?

“Ello será factible solamente con conceptos y principios que suponemos a priori, si los disponemos de tal manera que los mismos objetos puedan ser considerados desde dos puntos de vista diferentes, por un lado como objetos de los sentidos y del entendimiento, por la experiencia; y por otro lado, sin embargo, como objetos que solamente se piensan, [objetos] a lo sumo, para la razón aislada que se esfuerza por ir más allá de los límites de la experiencia. Ahora bien, si se encuentra que al considerar las cosas desde aquel doble punto de vista se produce una concordancia con el principio de la razón pura, pero que si se toma un único punto de vista, surge un inevitable conflicto de la razón consigo misma, entonces el experimento decide en favor del acierto de aquella distinción.” (Nota de Kant; p. 23)

Este experimento tiene el objetivo de probar la hipótesis: `Los objetos pueden ser considerados desde un doble punto de vista, es decir, a) objetos de los sentidos, o b) objetos que se piensan.’

Kant se da cuenta de que ambos puntos de vista (a y b) son inseparables, y esto constituye la base de la superación kantiana del empirismo y el racionalismo.

Se puede explicar muy bien la posibilidad de un conocimiento a priori; y lo que es más, se puede dotar de sus pruebas satisfactorias a las leyes que sirven a priori de fundamento de la naturaleza considerada como el conjunto de objetos de la experiencia.” (B XIX; p. 23; el resaltado es mío - AM-)

Luego presenta una contraprueba del experimento, que arroja como resultado la verificación de la hipótesis kantiana:

“Si cuando se supone que nuestra representación de las cosas, como nos son dadas, no se rige por ellas [tomadas] como cosas en sí mismas, sino que estos objetos, como fenómenos se rigen más bien por nuestra manera de representación, se encuentra que la contradicción se elimina, y que, en consecuencia, lo incondicionado no debe encontrarse en las cosas, en la medida en que las conocemos [en la medida en que] nos son dadas, pero sí en ellas, en la medida en que no las conocemos, como cosas-en-sí mismas; entonces es manifiesto que lo que al comienzo sólo supusimos como ensayo, está fundado.” (B XX; p. 24)


La estructura de la obra

A continuación, Kant presenta la estructura de la CRP.

1° parte: Estética trascendental. Abarca la deducción de nuestra facultad de conocer a priori. Tiene como resultado un problema: “nunca podemos salir de la experiencia posible” (B XIX; p. 23), mientras que la metafísica se propone como objetivo salir de la experiencia.

2° parte: Analítica trascendental. Estudia el objeto de la metafísica: el conocimiento a priori. Existen dos tipos de conocimiento: a) conocimiento del fenómeno (lo accesible a los sentidos); b) conocimiento del noúmeno (la cosa-en-sí, accesible al entendimiento. Ahora bien, nuestra razón nos lleva a buscar lo incondicionado (aquello que no puede ser experimentado), que se encuentra en la cosa-en-sí; en cambio, todo lo que podemos conocer por los sentidos es lo condicionado


La distinción fenómeno - noúmeno:

La RC inició la búsqueda de un saber seguro, de una nueva teoría del conocimiento. Esta búsqueda llevó a una conclusión: la razón se contradice a sí misma si su punto de partida consiste en pensar que nuestro conocimiento de la experiencia se rige por las cosas-en-sí. Esto es contradictorio porque la experiencia no conoce el noúmeno. En cambio, la razón elimina la contradicción si parte de postular que la representación de las cosas no se rige por ellas en tanto noúmenos, sino que las cosas  como fenómenos se rigen por nuestra manera de representarlas. En pocas palabras, la superación kantiana del debate entre empirismo y racionalismo puede resumirse de la siguiente manera: 

Lo condicionado → Fenómeno ( lo empírico)

Lo incondicionado → Noúmeno (la razón)


Kant explica la mencionada superación:

“El análisis del metafísico separó el conocimiento puro a priori en dos elementos muy heterogéneos, a saber, el [conocimiento] de las cosas como fenómenos y el de las cosas en sí mismas. La dialéctica vuelve a enlazarlos a ambos para su concordancia con la idea racional necesaria de lo incondicionado, y se encuentra que esa concordancia nunca se produce de otra manera que mediante aquella diferenciación, la cual, por lo tanto, es verdadera.” (Nota de Kant; p. 24)


Las características de la CRP

La CRP tiene como objetivo primordial una reforma del modo de pensar, una revolución copernicana (es decir, semejante a la realizada por Copérnico en el terreno de la astronomía). Expresado de otro modo, la CRP consiste en la reforma de la metafísica para convertirla en ciencia, según el ejemplo de las matemáticas y las ciencias físicas. Por ello, es un “tratado del método, no un sistema de la ciencia misma” (B XXII; p. 26; el resaltado es mío - AM-)

La CRP es la metafísica, que con la aplicación de método propuesto por Kant se convertirá en ciencia.

Kant desarrolla algunas características de la CRP:

A] ¿Cómo elige objetos para pensar?

En este punto, el principio a tener en cuenta consiste en que “no se puede atribuir a los objetos más de lo que el sujeto pensante toma de sí mismo” (B XXIII; p. 26; el resaltado es mío - AM-)

[La razón pura tiene por objeto el pensar, separado de toda experiencia. O sea, su objeto de estudio es la razón, el sujeto pensante. Los empiristas afirmaban que sin la experiencia empírica era imposible el conocimiento. Esto es correcto, y cualquier retroceso respecto de este punto implica deslizarse hacia el irracionalismo. Pero, el conocimiento es imposible sin categorías que ordenan la experiencia empírica. Estas categorías son producidas por el sujeto pensante, no por los objetos. El sujeto que conoce crea el conocimiento, así como el trabajador crea el producto. En esto, precisamente, consisten los fundamentos para concebir al conocimiento como praxis.]

B] ¿Cuál es su funcionamiento?

Ante todo, hay que decir que se encuentra separada de las demás ciencias. En palabras de Kant:

“Es una entidad separada, que subsiste por sí, en la cual cada miembro, como en un cuerpo organizado, existe para todos los otros, y todos existen para uno, y ningún principio puede ser tomado con seguridad en un respecto, sin que a la vez se le haya investigado en su integral referencia a todo el uso puro de la razón.” (B XXIII; p. 26)

En lo que hace a las ciencias de la naturaleza, esto es consecuencia de que la razón pura no opera con la experiencia empírica. Respecto a la lógica, la diferencia pasa por que ésta se ocupa sólo “de la forma del pensar en general” (B XXIII; p. 26). La metafísica, en cambio, se ocupa de los objetos, no de las formas. Pero esos objetos son producidos por el sujeto pensante, no por las cosas de la experiencia.

C] ¿Cuál es su utilidad?

Su primera utilidad es negativa. La razón pura nos prohibe “aventurarnos nunca con la razón especulativa, más allá de los límites de la experiencia” (B XXIV; p. 27)

Su segunda utilidad (derivada de la primera) es positiva. Los principios que aplican la razón especulativa para traspasar sus límites “no tienen por resultado un ensanchamiento, sino que, al considerarlo más de cerca, tienen por resultado inevitable un estrechamiento de nuestro uso de la razón” (B XXIV; p. 27) Esos principios amenazan extender a todas las cosas los límites de la sensibilidad. Eso parece limitar a nada el uso práctico de la razón (aquí radica, justamente, el aspecto negativo de la crítica). Pero aparece el lado positivo: un nuevo uso práctico, “absolutamente necesario de la razón pura”. Se trata de un uso moral, que se ensancha por encima de los límites de la sensibilidad. 

Las tres características (A, B y C) aparecen en la estructura de la CRP. Así, el problema de los límites del conocimiento de los fenómenos es desarrollado en la parte analítica [Analítica trascendental]: 

“No podemos tener conocimiento de ningún objeto como cosa en sí misma, sino solamente en la medida en que sea objeto de la intuición sensible, es decir, como fenómeno (...) de lo cual (...) se sigue la limitación de todo conocimiento especulativo posible de la razón a meros objetos de la experiencia.” (B XXVI; p. 28).

Lo expuesto en el párrafo anterior tiene una salvedad: “esos mismos objetos, si bien no podemos conocerlos también como cosas en sí mismas, al menos debemos poder pensarlos como tales.” (B XXVI; p. 28). Por lo tanto, Kant establece la distinción entre conocer [Erkennen] y pensar [Denker]. 

Para conocer el objeto se requiere que yo pueda demostrar su existencia, ya sea por el testimonio de la experiencia (realidad efectiva del objeto), ya sea a priori (por medio de la razón). Esta es la posibilidad real

En cambio, el pensar es diferente, puesto que puedo pensar lo que quiera, en la medida en que no me contradiga conmigo mismo. Es la posibilidad lógica, la cual es más extensa que la posibilidad real. 

Kant argumenta que la distinción entre las cosas como objetos de la experiencia (fenómenos) y las mismas como cosas-en-si-mismas (noúmenos) permite preservar un espacio para las leyes de la causalidad y otro espacio para la libertad (el reino de la moral). La distinción entre fenómeno y noúmeno permite resolver satisfactoriamente “el primero y el más importante asunto de la filosofía, el de quitarle a ella, de una vez y para siempre, todo influjo perjudicial, cegando la fuente de los errores.” (B XXXI; p. 32)

La CRP se opone al dogmatismo, entendido como el “proceder dogmático de la razón pura, sin previa crítica de la facultad propia de ella.” (B XXXV; p. 35). Sin embargo, no se opone “al proceder dogmático de la razón en su conocimiento puro como ciencia (pues ésta debe ser siempre dogmática, es decir, estrictamente demostrativa a partir de principios a priori y seguros).” (B XXXV; p. 35)

A modo de conclusión: Qué es la crítica

“La crítica es un acto provisorio necesario para la promoción de una metafísica rigurosa como ciencia, que necesariamente debe ser desarrollada de manera dogmática y sistemática según la más estricta exigencia, y por tanto, conforme al uso escolástico (no popular).” (B XXXVI; p. 35).

La crítica es un medio, no un fin en sí mismo. Su objetivo es construir un “futuro sistema de metafísica” (B XXXVI; p. 35)

El método a seguir para elaborar ese nuevo sistema de metafísica es el propuesto anteriormente por el filósofo alemán Christian Wolff (1679-1754), “fundador del espíritu de precisión en Alemania” (B XXXVI; p. 35). Dicho método consta de cuatro pasos: 1) establecimiento de los principios de acuerdo con leyes; 2) distinta determinación de los conceptos; 3) rigor en las demostraciones; 4) prevención de los saltos temerarios en las conclusiones. Kant opina que a Wolff le faltó la “crítica del órgano” (la razón pura) para convertir a la metafísica en ciencia. (B XXXVI; p. 36)

Quienes rechazan el método de la CRP “no pueden tener otra intención que la de librarse de las ataduras de la ciencia y convertir el trabajo en juego, la certeza en opinión y la filosofía en filodoxia.” (B XXXVI; p. 36)


Villa del Parque, miércolees 23 de febrero de 2022


NOTAS

[1] Kritik der reinen Vernunft. Riga: J. F. Hartknoch 1781, 856 Seiten [páginas], Erstdruck [edición príncipe].

[2] Es interesante confrontar la lectura de la posición de Kant frente al empirismo y el racionalismo con los postulados de Karl Marx (1818-1883) en las Tesis sobre Feuerbach; por ejemplo, en la tesis n° 1 se lee lo siguiente: “La falla fundamental de todo el materialismo precedente (incluyendo el de Feuerbach) reside en que sólo capta la cosa, la realidad, lo sensible, bajo la forma del objeto o de la contemplación, no como actividad humana sensorial, como práctica; no de un modo subjetivo. De ahí que el lado activo fuese desarrollado de un modo abstracto, en contraposición al materialismo, por el idealismo, el cual, naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, en cuanto tal.” Marx, K. y Engels, F. [1° edición: 1932]. (1985). La ideología alemana. Buenos Aires, Argentina: Pueblos Unidos y Cartago, p. 665. El profesor Adolfo Carpio (1923-1996) señala con agudeza: “Con Kant (...) el conocimiento, en su último fundamento, no es ya una teoría, sino una cierta operación transformadora que el sujeto cumple: conocer quiere decir elaborar el objeto. (...) De este modo, el núcleo definitorio de la vida humana no se lo encontrará ya en la actividad teorética, sino en esta especial forma de actividad, de praxis, que el conocimiento tal como Kant lo entiende.” Carpio, A. [1° edición: 1971]. (2003). Principios de filosofía: Una introducción a su problemática. Buenos Aires, Argentina: Glauco, p. 231.

{3] La edición Colihue suministra la paginación de las ediciones de 1781 (conocida como edición A) y de 1787 (conocida como edición B). En el caso del prólogo analizado cada cita lleva la letra B; a continuación va la página en números romanos y, finalmente, el número de página de la edición Colihue. Por ejemplo, la referencia B XXXI; p. 32, debe leerse página XXXI de la edición B, que corresponde a la página 32 de la edición Colihue.

[4] Teorema atribuido al filósofo y matemático griego Tales de Mileto (c. 624-546 a. C.).

[5] En otras palabras, la razón produce conceptos, y esos conceptos construyen los objetos de conocimiento. Marx, en la la Introducción a los Grundrisse, abordó el problema del papel creador de los conceptos: “A la conciencia, para la cual el pensamiento conceptivo es el hombre real y, por consiguiente, el mundo pensado es como tal la única realidad - y la conciencia filosófica está determinada de este modo -, el movimiento de las categorías se le aparece como el verdadero acto de producción (el cual, aunque sea molesto reconocerlo, recibe únicamente un impulso desde el exterior) cuyo resultado es el mundo; esto es exacto en la medida en que  (...) la totalidad concreta, como totalidad del pensamiento, como un concreto del pensamiento, es en los hechos un producto del pensamiento y de la concepción, pero de ninguna manera es un producto del concepto que piensa y se engendra a sí mismo, sino que, por el contrario, es un producto del trabajo de elaboración que transforma intuiciones y representaciones en conceptos. El todo, tal como aparece en la mente como todo del pensamiento, es un producto de la mente que piensa y se apropia el mundo del único modo posible, modo que difiere de la apropiación de ese mundo en el arte, la religión, el espíritu práctico. El sujeto real mantiene, antes como después, su autonomía fuera de la mente, por lo menos durante el tiempo en que el cerebro se comporte únicamente de manera especulativa, teórica. En consecuencia, también en el método teórico es necesario que el sujeto, la sociedad, esté siempre presente en la representación como premisa.” Marx, K. [1°edición: 1939]. (1997). Elementos fundamentales para la crítica de la economía política. Borrador 1857-1858, I. México D. F.: Siglo XXI, p. 22.

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