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jueves, 15 de octubre de 2020

CIENCIA POLÍTICA CURSO 2020 – CLASE N° 11: MARX




“Juré que la Revolución no sería

un té servido a las cinco de la tarde.”

Andrés Rivera (1928-2016), escritor argentino.


Bienvenidas y bienvenidos a la undécima clase del curso.

La clase de hoy está dedicada a la teoría del Estado y la política de Karl Marx (1818-1883). La influencia del marxismo en las ciencias sociales y en la historia de los siglos XIX y XX es indiscutible, más allá de que se esté de acuerdo o no con los planteos marxistas; esa influencia es la fuente de polémicas incesantes, que enturbian el conocimiento de la obra del socialista alemán. Para nosotros resulta imposible resumir los aportes de Marx a la teoría política en una sola clase. Dada la escasez de tiempo disponible, hemos encarado un recorte feroz y nos hemos quedado con el primer capítulo del Manifiesto comunista [1], escrito por Marx junto a Friedrich Engels (1820-1895). La clase de hoy está dedicada al análisis de dicho texto.

Sin más dilación, arranquemos con la clase propiamente dicha.


Ante todo, una introducción necesaria

Antes de empezar la lectura del MC corresponde hacerse una pregunta, de cuya respuesta depende todo lo demás: ¿Qué utilidad puede tener para nosotros, estudiar un texto escrito hace 172 años?

En un contexto todavía marcado por la caída de la URSS y los demás países “socialistas” (1989-1991), en el que casi nadie considera al socialismo como alternativa viable al capitalismo, la respuesta al interrogante cobra aun mayor importancia.

Responder a la pregunta no es sencillo, ni es algo que pueda hacerse en una clase. Sin embargo, es posible decir algunas cosas sobre el Manifiesto, que pueden ser de utilidad para ir armando una respuesta.

El MC es un escrito político, destinado a exponer las ideas y propuestas de una organización política [2] que se había propuesto como objetivo derribar al capitalismo e instaurar el socialismo. Por lo tanto, la justificación de su estudio debe pasar primordialmente por lo político. El MC tiene que contener algo que contribuya a clarificar los problemas políticos actuales de la clase trabajadora.

El MC es un conjunto de textos que abarca mucho más que el Manifiesto propiamente dicho. Así, incluye los prólogos que Marx y Engels redactaron para cada una de las ediciones de la obra. [3] Precisamente dos de esos prólogos sirven para justificar el estudio del Manifiesto.

En primer lugar, está el prefacio de Engels a la edición de 1888. [4] Allí encontramos dos afirmaciones fundamentales para comprender la utilidad política del MC.

1] La teoría de la sociedad elaborada por Marx y Engels, el materialismo histórico, no es una receta universal que se aplica a cualquier realidad y a cualquier coyuntura, sino que parte de analizar cuáles son las formas en que se organiza la producción, las relaciones sociales de producción. En este sentido, la tesis central del MC es la siguiente:

“En toda época histórica el modo dominante de producción y de cambio y la estructura social que necesariamente deriva de él, constituye la base sobre la cual se edifica la historia política e intelectual de esa época y solamente por él puede ser explicada; (…) de acuerdo con esto, toda la historia de la Humanidad (...) ha sido historia de las luchas de clases, luchas entre los explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos; (…) la historia de estas luchas de clases representa un desarrollo que al presente alcanzó un grado en el que la clase explotada y oprimida – el proletariado – no puede alcanzar su liberación del yugo de la clase explotadora y opresora – la burguesía – sin liberar al mismo tiempo, de una vez por todas, a la sociedad entera de toda explotación y opresión, de todas las diferencias y de todas las luchas de clases.” (p. 20).

El MC conecta el pensar y el hacer. El eje del planteo es el estudio de la realidad para construir una política de la clase trabajadora. Este es el núcleo del MH.

La misma historia del MC relatada por Engels, confirma la afirmación del párrafo anterior.

“En el Congreso de la Liga [de los Comunistas], que tuvo lugar en Londres en noviembre de 1847, fueron encargados Marx y Engels de la publicación de un programa de partido completo, que habría de orientarla en su camino.” (p. 15).

Esto es importante, pues suele olvidarse que el MC es un texto directamente político, no un escrito académico. Por eso, los dos primeros capítulos del MC, en los que se esboza el desarrollo del capitalismo y la lucha entre capital y trabajo, constituyen el fundamento necesario de la acción política de la Liga de los Comunistas.

2] El estudio de la estructura social (el conjunto de relaciones sociales) sirve para pensar la estrategia y las tácticas dirigidas a enfrentar al capitalismo. En síntesis, para el marxismo, los tipos de acción, las tácticas, dependen del análisis que se haya hecho de la realidad.

Marx y Engels son claros cuando afirman que la aplicación práctica del programa del MC (1848) depende de las condiciones históricas existentes. Esto queda claro en el prefacio a la edición alemana de 1872. [5] Allí escribieron: “El mismo Manifiesto explica que la aplicación práctica de estos principios dependerá siempre, y en todas partes, de las circunstancias históricas existentes.” (p. 8).

Como ya dijimos, el MH no es una fórmula, algo que hay que aplicar en todos los tiempos, lugares y circunstancias. Por el contrario, pretende ser un método crítico de la realidad, una manera de entenderla para luego transformarla. Por esto no debe ser concebido como un dogma.

En el prefacio de 1872, los autores del MC señalan la necesidad de retocar “algunos puntos” del texto. ¡Y esto a sólo 24 años de la publicación de la primera edición de la obra!

¿Cuáles son los factores que exigían una modificación del MC?

Marx y Engels indican tres factores: a) “el desarrollo colosal de la gran industria en los últimos veinticinco años”; b) “el [desarrollo] de la organización del partido de la clase obrera”; c) la Comuna de París [1871], “que eleva por primera vez al proletariado durante dos meses, al Poder político” (p. 8). [6] Los puntos b y c están estrechamente relacionados, pues, tal como se lee en el MC, “toda lucha de clases es una lucha política” (p. 47).

En base a lo anterior, Marx y Engels plantean que “este programa ha envejecido en algunos de sus puntos” (p. 8). Dicen que las experiencias políticas de la clase trabajadora en el período 1848-1872 obligan a modificar la posición del MC respecto al Estado:

“La Comuna ha demostrado, sobre todo, que «la clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la máquina estatal existente y ponerla en marcha para sus propios fines»” (p. 8). [7]

De modo que los autores del MC consideraban que la posición tomada en 1848 frente al Estado tenía que ser modificada radicalmente a partir de las experiencias de lucha de la clase trabajadora. El Estado no puede ser utilizado tal como está para construir el socialismo; el Estado es un instrumento de opresión y, como tal, no puede ser un instrumento de liberación. [8]

En síntesis, Marx y Engels consideraban en 1872 que el MC había “envejecido” en tres ítems, mencionados expresamente en el prefacio de ese año. En primer lugar, el programa contenido al final del cap. 2 (p. 62-63); en segundo término, la cuestión del Estado; en tercer lugar, el cap. 3, dedicado a la “crítica de la literatura socialista”, al que consideran “incompleto”; por último, el cap. 4, dedicado a la actitud de los comunistas ante los diferentes partidos de oposición. [9]

Ahora bien, si ya en 1872 los propios autores del MC afirmaban que era necesario modificar partes de este debido a la transformación de las condiciones económicas, sociales y políticas, ¿qué duda puede quedar hoy, en 2020, acerca de la necesidad de no considerar al MC – y a cualquier otro texto de los clásicos y los no tan clásicos – como un dogma? Esto nos lleva a adoptar la misma posición de Engels en el prefacio de 1888: el MH es un método para analizar la realidad, no un conjunto de proposiciones válidas para toda época y lugar.

Una vez aceptada la proposición que figura al final del párrafo precedente, el camino a seguir es claro: hay que aplicar las categorías del método del MH al análisis de la realidad concreta, de nuestra realidad concreta. Si esas categorías no sirven, corresponde modificar las categorías o crear otras nuevas. Si no se entiende esto, estamos condenados a cometer una y otra vez los mismos errores.

Por lo tanto, proponemos una lectura del MC centrada en la búsqueda de herramientas útiles para el estudio de nuestra realidad. En este sentido, consideramos que el MC contiene varias afirmaciones fundamentales: 1) la centralidad de la relación capital – trabajo; 2) la lucha de clases como motor de la historia; 3) el carácter de clase del Estado; 4) el rechazo al nacionalismo y el carácter internacional de la lucha de clases de los trabajadores; 5) la revolución como salida al capitalismo.


El periódico de ayer. Contexto histórico del MC

En línea con lo que acabamos de decir, es necesario poner en contexto el MC, pues eso nos permitirá tener una mejor comprensión de sus alcances y limitaciones.

En el período que va de 1843 a 1845, Marx realizó un intenso trabajo intelectual. Esta tarea lo condujo a la superación de la filosofía de Hegel (1770-1831) y del liberalismo, y determinó su adhesión al socialismo.

El pasaje del hegelianismo y del liberalismo al socialismo no fue un proceso exclusivamente intelectual. Asumir esta postura supondría adoptar una concepción idealista del desarrollo del marxismo, la cual representaría la negación misma de la ruptura teórica realizada por Marx respecto a los viejos modelos filosóficos. La revisión crítica del liberalismo y de la filosofía hegeliana fue disparada por dos cuestiones prácticas: a) el fracaso del liberalismo alemán en obtener reformas de parte de la monarquía prusiana; b) el ascenso de las luchas obreras en Inglaterra y en el continente europeo a lo largo de la década de 1840.

1.      El fracaso del liberalismo alemán

A principios de la década de 1840 la situación política alemana estaba caracterizada por la hegemonía de Prusia y de los regímenes políticos absolutistas, herederos de los vencedores de la Francia napoleónica. Hay que tener en cuenta que Alemania se encontraba dividida en una multitud unidades políticas (entre las que sobresalía el reino prusiano), siendo esta división una causa tanto de atraso económico (Alemania no constituía un mercado unificado) como político (mantenía la situación de relativo aislamiento entre las regiones, dificultando la aparición de un movimiento político nacional que quebrara la hegemonía de los príncipes alemanes). Sin embargo, desde la victoria de la Revolución de 1830 en Francia, se había producido un ascenso paulatino del liberalismo, motivado, en primer lugar, por el desarrollo económico que había robustecido la posición social de la burguesía. Las regiones más occidentales del reino prusiano, como Renania (provincia que limitaba con Francia) se beneficiaron con esta expansión de la economía.

En el plano de las ideas, el ascenso de la burguesía se expresó de dos modos: a) la difusión de las tesis del liberalismo político, cuya expresión práctica más conocida era la Revolución Francesa (1789-1794). Dicha Revolución se había plasmado en el plano de la teoría política en los principios enunciados en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789); b) las críticas de izquierda a la filosofía hegeliana, la que había pasado a representar cada vez más la ideología del Estado prusiano (esto a despecho de las ideas liberales del mismo Hegel - quien había sido partidario convencido de la Revolución Francesa-, y del método dialéctico presente en sus obras).

De modo semejante a sus compañeros de ideas en Francia e Inglaterra, los liberales alemanes reclamaban la participación de la burguesía en el gobierno. Esto suponía la desaparición del absolutismo, así como una transferencia de poder político desde la monarquía y los señores feudales hacia la burguesía de las regiones occidentales y las ciudades. Sin embargo, los liberales estaban lejos de reclamar la abolición de la monarquía. Se contentaban, en cambio, con la instauración de una monarquía constitucional, que simbolizara un nuevo equilibrio de las fuerzas sociales. Su radicalismo estaba moderado por el recuerdo de la República Jacobina de 1793-1794, la cual era vista por la burguesía como un sinónimo de desorden y de anarquía.

La muerte del monarca prusiano Federico Guillermo III (1770-1840) y la llegada al trono de Federico Guillermo IV (1795-1861) potenció las expectativas reformistas de la burguesía. El nuevo rey pareció favorecer inicialmente las aspiraciones liberales. A este respecto resulta significativo que algunos Jóvenes Hegelianos [10] hayan saludado con entusiasmo el advenimiento del nuevo soberano. En este marco, Marx comenzó su carrera como periodista en el periódico Rheinische Zeitung (1842).

La primavera reformista duró poco. Federico Guillermo IV ratificó el carácter absolutista de la monarquía prusiana. La censura a la prensa se endureció, los periódicos liberales debieron optar entre claudicar o cesar de publicarse, los profesores de tendencias liberales fueron expulsados de la Universidad. En la práctica, los liberales no consiguieron imponer ninguno de sus reclamos. De hecho, hasta el estallido de la Revolución de 1848, la burguesía alemana siguió enriqueciéndose en términos económicos, pero dejó de lado la lucha por el control del poder político.

2.      El ascenso de las luchas obreras en la década de 1840

La Revolución Industrial había comenzado alrededor de 1760 en Inglaterra. Dejando de lado el incremento de la riqueza y las transformaciones tecnológicas, sus efectos sociales más importantes fueron el fortalecimiento de la posición social de la burguesía y la aparición del proletariado moderno. Esta nueva clase trabajadora, surgida de las masas de campesinos que fluían a las ciudades, de la desintegración de los gremios de artesanos, de la pauperización de los trabajadores independientes frente a la competencia de las máquinas y de la disciplina draconiana impuesta por los capitalistas, comenzó a luchar por mejorar sus condiciones de vida.

No tenemos tiempo para describir aquí el proceso de las luchas de los trabajadores. Basta decir que ya en la década de 1830 hubo intentos de crear una organización sindical que agrupara a todos los obreros de Gran Bretaña. La Reforma Electoral de 1832 amplió la participación de la burguesía en las elecciones, pero dejó afuera a varios sectores de la misma burguesía y a la clase obrera.

El movimiento cartista fue una expresión política propia del proletariado inglés, surgida a fines de la década de 1830, cuyo objetivo fundamental era obtener el derecho de voto para los trabajadores varones. Su capacidad para movilizar a las masas obreras detrás de sus consignas fue impresionante, a pesar de su inoperancia para lograr resultados concretos en el plano de la legislación electoral. Por otra parte, entre las décadas de 1820 y 1830, algunos economistas radicales desarrollaron en un sentido socialista la teoría del valor trabajo del economista clásico David Ricardo (1772-1823), denunciando que la fuente del poder de la burguesía radicaba en el trabajo no pagado al proletariado, que era apropiado por los capitalistas. Además, militantes obreros como Robert Owen (1771-1858) se preocupaban por encontrar formas alternativas (cooperativismo) al sistema capitalista.

Todas estas experiencias, en algunos casos opuestas entre sí, expresaban la búsqueda de respuestas a la miseria y a la desigualdad engendradas por la expansión de las relaciones sociales capitalistas. La nueva pobreza resultaba particularmente indignante, porque se daba en medio de la multiplicación de la riqueza, en proporciones nunca vistas en la historia. La prédica de los economistas liberales ya no resultaba tan convincente como en las primeras décadas del siglo XX, en parte porque las masas trabajadoras quedaban fuera de las nuevas riquezas generadas por la expansión industrial, así como también porque la sucesión de crisis periódicas sumía a muchos miembros de la pequeña burguesía en la incertidumbre y, en numerosos casos, los hundía en las filas de los trabajadores. En este marco, la burguesía mostraba una menor capacidad para encuadrar ideológicamente a las masas trabajadoras. [11] La clase obrera disponía de muchos más recursos para construir una contrahegemonía capaz de disputar el poder a los capitalistas.

En la década de 1830 los efectos de la Revolución de Julio de 1830 en Francia se empezaron a sentir en el continente europeo. Sin entrar en detalles, la situación fue más grave porque el continente estaba dominado por regímenes que no concedían ningún derecho de protesta a los trabajadores. De este modo, la incipiente lucha de los trabajadores contra la burguesía se enredaba con su confrontación contra los resabios del absolutismo y del feudalismo. Francia, con su tradición revolucionaria jacobina, es el ejemplo clásico de esta situación. Salvo el caso de la insurrección parisina de junio de 1848 [12], todas las rebeliones en que participaron los trabajadores estuvieron signadas por la utilización de consignas republicanas.

Alemania presenta características peculiares respecto a lo dicho en el párrafo anterior. El desarrollo industrial de este país era escaso y no existía el movimiento obrero como tal. Sin embargo, la insurrección de los tejedores de Silesia (1844) marcó el comienzo de una nueva etapa de la lucha de clases. Por otra parte, los artesanos y trabajadores alemanes residentes en Francia, Inglaterra y Suiza, cuya ideología combinaba el republicanismo con distintas variantes de socialismo, constituyeron el caldo de cultivo del que surgió la primera organización internacional de los trabajadores, la Liga de los Comunistas. El MC fue justamente el documento programático de la nueva organización, y fue publicado poco antes del estallido de la Revolución de Febrero de 1848.

3.      La incorporación de Marx y Engels al movimiento socialista

Como ya hemos dicho, a partir de la Revolución de 1830 en Francia se verificó un ascenso del movimiento socialista y de las ideas socialista en varios países europeos. Sin entrar en detalles, puede afirmarse que la década de 1840 significó el momento del despegue del socialismo, que coexistía con el liberalismo y el republicanismo pequeñoburgués. [13] La lucha contra el absolutismo monárquico y el feudalismo eran los elementos que unificaban, en forma contradictoria e inestable, a la burguesía y a las masas de trabajadores de la ciudad y del campo. Sólo a partir de las derrotas de las Revoluciones de 1848-1849 comenzaron a delimitarse los campos de los partidos burgueses y los partidos socialistas (y esto, por cierto, de un modo sumamente complejo que se resiste a todo esquematismo). Puede decirse que, a mediados de la década de 1840, el socialismo era una especie de "moda intelectual", que había logrado traspasar los límites de sus orígenes obreros y había sido adoptado por muchos intelectuales de la clase media. De ahí la frase inicial del Manifiesto: "Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo" (p. 33).

 

El socialismo existía, por tanto, con anterioridad a la publicación del Manifiesto Comunista. Es por esto por lo que corresponde decir que Marx y Engels se incorporaron a un movimiento ya existente, que presentaba una gran variedad de tendencias en su seno. Pero esto nos obliga a plantearnos la cuestión de cuál fue la contribución específica de Marx y Engels a la teoría y práctica socialistas. En otros términos, ¿por qué puede decirse que el marxismo significó un antes y un después en la historia del socialismo? La formulación de una respuesta a esta pregunta nos lleva directamente al examen del Manifiesto Comunista.

Hasta aquí llega la clase de hoy. Por razones de extensión he decidido dividir en dos partes el análisis del MC. En el siguiente encuentro nos abocaremos al análisis del capítulo 1.

Muchas gracias por su atención.

 

Villa del Parque, jueves 15 de octubre de 2020


ABREVIATURAS:

MC = Manifiesto comunista


NOTAS:

[1] En la redacción de esta clase se utilizó la siguiente edición: Marx, K. y Engels, F. (1986). Manifiesto del partido comunista. Buenos Aires, Argentina: Anteo.  A esta edición, que incluye los distintos prefacios redactados por Marx y Engels, así como también los Principios del comunismo, redactados por Engels, pertenecen todas las citas incluidas en el texto.

 [2] El MC fue redactado a pedido de la Liga de los Comunistas, organización en la que militaban Marx y Engels. La Liga estaba conformada por artesanos y obreros alemanes, la mayoría de los cuales se encontraba fuera de su país ya sea por razones políticas o laborales. Esta circunstancia hizo que la Liga tuviera desde sus comienzos un carácter internacional, pues sus miembros se hallaban dispersos en Francia, Inglaterra, Bélgica y la propia Alemania. El MC fue el programa de la Liga. Sus miembros participaron en las revoluciones de 1848-49 (sobre todo en Francia y en Alemania). Fue disuelta en 1850, cuando la policía prusiana detuvo a varios de los miembros de la Liga y los llevó a juicio.

[3] El MC está compuesto por: a) el Manifiesto propiamente dicho; b) prefacio a la edición alemana de 1872, coescrito por Marx y Engels; c) prefacio a la edición rusa de 1882, coescrito por Marx y Engels; d) prefacio a la edición alemana de 1883, escrito por Engels; e) prefacio a la edición inglesa de 1888, escrito por Engels; f) prefacio a la edición alemana de 1890, escrito por Engels; g) prefacio a la edición polaca de 1892, escrito por Engels; h) prefacio a la edición italiana de 1893, escrito por Engels; i) Principios del comunismo, trabajo redactado por Engels a fines de octubre y principios de noviembre de 1847, como proyecto de programa de la Liga de los Comunistas, y que terminó siendo reemplazado por el MC.

[4] El prefacio está fechado en Londres el 30 de enero de 1888. Fue redactado para la edición inglesa del MC, cuya traducción estuvo a cargo de Samuel Moore (1838-1911). Moore fue colaborador de Engels durante varios años; se había encargado anteriormente de la traducción al inglés de la mayor parte del Libro I de El capital de Marx.

[5] Fechado en Londres el 24 de junio de 1872 y firmado por Marx y Engels.

[6] En marzo de 1871 la población de París, compuesta mayoritariamente por trabajadores, se negó a entregar las armas al Gobierno Provisional con sede en Versalles. En París se constituyó un nuevo gobierno, la Comuna, que se enfrentó con las fuerzas de Versalles. La lucha culminó en mayo de ese año con el aplastamiento de la Comuna, coronado por fusilamientos masivos de los comuneros a manos de los versalleses. Marx dedicó su obra La guerra civil en Francia (1871), manifiesto de la Asociación Internacional de Trabajadores [1° Internacional] sobre la Comuna de París, redactado en abril-mayo de 1871.

[7] Ese pasaje se encuentra en La guerra civil en Francia (1871).

[8] “Pero el proletariado no puede, como lo hicieron las clases dominantes y sus diversas fracciones rivales inmediatamente después de su triunfo, tomar simplemente posesión del cuerpo del Estado existente y hacer funcionar ese aparato para sus propios fines. La primera condición para conservar el poder político es transformar el mecanismo actuante y destruirlo en tanto que instrumento de dominación de clase. (…) El instrumento político de su sumisión no puede servir de instrumento político de su emancipación.” (Marx, K., Borrador II de La guerra civil en Francia, citado por Rubel, M. y Janover, L., Marx anarquista, Buenos Aires, Madreselva, 2010, p. 61).

[9] Respecto al cap. 4: “si las observaciones que se hacen sobre la actitud de los comunistas antes los diferentes partidos de oposición (…) son exactas todavía en sus trazos generales, han quedado anticuadas en sus detalles, ya que la situación política ha cambiado completamente y el desarrollo histórico ha borrado de la faz de la tierra a la mayoría de los partidos que allí se enumeraban.” (p. 9).

[10] Denominación del grupo de los hegelianos de izquierda, cuyas figuras más representativas eran el filósofo Bruno Bauer (1809-1882) y el filósofo y periodista Arnold Ruge (1802-1880).

[11] Los sindicatos estaban prohibidos y la respuesta de los gobiernos frente a las demandas de los trabajadores era, por lo general, la represión.

[12] La Revolución de Febrero de 1848 abarcó buena parte del continente europeo, pero tuvo su epicentro en Francia. Marx dedicó dos trabajos a examinar esa experiencia: Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850 y El dieciocho brumario de Luis Bonaparte. En la segunda de estas obras, Marx analiza la insurrección obrera de junio de 1848 en París: “el acontecimiento más gigantesco en la historia de las guerras civiles europeas. Venció la república burguesa. A su lado estaban la aristocracia financiera, la burguesía industrial, la clase media, los pequeños burgueses, el ejército, el lumpemproletariado organizado como Guardia Móvil, los intelectuales, los curas y la población del campo. Al lado del proletariado de París no estaba más que él solo. Más de 3000 insurrectos fueron pasados a cuchillo, después de la victoria, y 15000 deportados sin juicio.” (Marx, K, Trabajo asalariado y capital, Barcelona, Planeta-Agostini, 1985, p. 142). La derrota del levantamiento obrero de junio de 1848 marcó profundamente a Marx y Engels, quienes a partir de ese momento bregaron por evitar la soledad política de la clase trabajadora.

[13] Entendemos por liberalismo a la ideología política propia de la burguesía, cuyos pilares son la defensa de la propiedad privada y de los derechos individuales. El republicanismo, en cambio, expresa las aspiraciones de la pequeña burguesía. Sostiene los mismos principios que el liberalismo, pero le agrega una preocupación por la desigualdad en las fortunas. Su exponente más claro fueron los jacobinos de 1793-1794.

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